Ensayos sobre la libertad - Proyecto Afro-Coquimbo: la historia después del olvido - Editores - E-Book

Beschreibung

En los últimos años, ha surgido un creciente interés por el estudio de la presencia afrodescendiente en Chile. Es evidente que la abolición de la esclavitud no marcó el fin de las problemáticas asociadas con la población afrodescendiente. Por el contrario, desencadenó una serie de consecuencias que merecen ser analizadas con detenimiento, sin caer en visiones simplistas o unilateralmente institucionales. Este libro nos invita a cuestionar las interpretaciones tradicionales y a considerar la multiplicidad de factores que influyeron en los resultados posteriores a la abolición. Cada ensayo ofrece una mirada única que enriquece nuestra comprensión de este proceso histórico complejo y multifacético.

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ENSAYOS SOBRE LA LIBERTAD

A 200 años de la abolición de la esclavitud afrodescendiente en Chile

Proyecto Afro-Coquimbo: la historia después del olvido

Editores

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 – Santiago de Chile

[email protected] – 56-228897726

www.uahurtado.cl

Primera edición marzo 2024

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-468-5

ISBN libro digital: 978-956-357-469-2

Coordinador colección Historia

Daniel Palma Alvarado

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior

Elba Peña

Diseño de portada

Francisca Toral

Imagen de portada: Retrato de niño mulato, c. 1890, Santiago de Chile.

Fotografía de Guillermo Pérez Font. Fotografía Patrimonial: Museo Histórico Nacional. Imagen de fondo: Ley de Abolición de la esclavitud absoluta en Chile, 24 de julio de 1823.

Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

ÍNDICE

PRESENTACIÓN: UNA RELECTURA DE LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTADAndrea Sanzana Sáez y Rafael González Romero

LOS SENTIMIENTOS HUMANOS FRENTE A LA ESCLAVITUDUn ensayo sobre las emociones políticas en el Chile revolucionarioJavier Sadarangani Leiva

“SALIENDO MÁS CARO UN ESCLAVO […] QUE UN JORNAL”Esclavismo y abolicionismo en el ideario de Manuel de SalasJaviera Carmona Jiménez

¿LEYES PARA LA LIBERTAD?Proceso abolicionista y repercusiones en las representaciones de lo negro en ChileLuis Madrid Moraga y Montserrat Arre Marfull

MONJAS DE CLAUSTRO Y ESCLAVAS PARTICULARESUn vínculo de poder y afectos más allá de la abolición. Santiago de Chile, siglos XVII al XIX Alejandra Fuentes González

MANUMISIÓN Y ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD AFRODESCENDIENTE EN CHILECausas, agencias y debates sobre un problema hispanoamericano (1780-1823) Gabriel Páez Debia

LIBERTAD, IGUALDAD E INTEGRACIÓNLa abolición de la esclavitud en la prensa negra/afro de Argentina, Cuba y UruguayMaría Elena Oliva

LA AUSENCIA DE LA “NEGRITUD” EN EL PENSAMIENTO PROGRESISTA CHILENO DEL SIGLO XX A PARTIR DE DOCUMENTACIÓN DE PARTIDOS Y MOVIMIENTOS DE IZQUIERDA LEÍDOS DESDE EL BICENTENARIO DE LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUDGabriel Canihuante y Orieta Collao Mierzejerosky

AUTORAS Y AUTORES

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Fuentes manuscritas e impresas

Bibliografía

PRESENTACIÓN: UNA RELECTURA DE LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD

Andrea Sanzana Sáez y Rafael González Romero,Proyecto Afro-Coquimbo

A 200 años de la abolición legal de la esclavitud en Chile, el Proyecto Afro-Coquimbo: la historia después del olvido ha querido hacer un llamado a reflexionar sobre esta fecha, el proceso, sus actores y sus ramificaciones para los siglos XIX, XX y XXI.

En los últimos años, ha surgido un creciente interés por el estudio de la presencia afrodescendiente en Chile. Dicho interés ha motivado a numerosos investigadores a indagar en esta memoria que había permanecido olvidada y desatendida por mucho tiempo. Es importante destacar que tanto los estudios históricos desde la perspectiva regional como los centralistas de Santiago han seguido caminos separados, sin embargo recientemente se ha iniciado un diálogo interregional. De esta forma, se comienza a trascender hacia otros territorios del país, lo que contribuye al reconocimiento y a romper con el olvido impuesto por el blanqueamiento decimonónico.

El tema ha adquirido mayor relevancia para la historiografía a raíz de los estudios relativamente recientes que han desechado las teorías de escasez de población afrodescendiente, su limitada agencia, su desaparición o su concentración exclusiva en villas cabecera trabajando en el servicio doméstico. Estas nuevas investigaciones permiten visibilizar la relevante presencia afrodescendiente en diferentes ámbitos y actividades dentro de la sociedad chilena, enriqueciendo así nuestra comprensión del pasado y su influencia en el presente.

En muchas ocasiones, nos encontramos con investigaciones que abordan los procesos de abolición de la esclavitud limitándose cronológicamente a las fechas de promulgación de las leyes correspondientes. En el mejor de los casos, estos análisis parten desde esa promulgación y concluyen que con la formulación de la ley se produjo un cambio general en la situación social. Sin embargo, no compartimos esta visión institucional y legalista de la historia.

En este sentido, los ensayos que conforman este volumen ofrecen una perspectiva diferente. Aquí podemos observar cómo la abolición de la esclavitud afrodescendiente, especialmente en Chile, generó diversos resultados, desde la intención de borrar su memoria hasta su persistencia en calidad de servidumbre.

Consideramos que este libro representa un valioso aporte, no solo por el contenido de cada uno de los ensayos, sino también porque, al analizarlos en conjunto se nos presentan variadas perspectivas para abordar este tema. Las diferencias entre estas perspectivas reflejan la complejidad que conlleva comprender y aprehender el pasado.

Es evidente que la abolición de la esclavitud no marcó el fin de las problemáticas asociadas con la población afrodescendiente. Por el contrario, desencadenó una serie de consecuencias que merecen ser analizadas con detenimiento y sin caer en visiones simplistas o unilateralmente institucionales.

Este libro nos invita a cuestionar las interpretaciones tradicionales y a considerar la multiplicidad de factores que influyeron en los resultados posteriores a la abolición. Cada ensayo ofrece una mirada única que enriquece nuestra comprensión de este proceso histórico complejo y multifacético.

En el contexto de la abolición definitiva de la esclavitud en América del Sur, es fundamental reconocer que este proceso fue largo y múltiple. Se manifestó a través de diversas expresiones, desde acciones de fuerza como el cimarronaje y la rebeldía, hasta estrategias más sutiles como la resistencia activa-pasiva y la mixturación en relaciones afro-indígenas. También se utilizaron herramientas legales para buscar la libertad, como los tribunales de justicia, donde esclavizados y esclavizadas establecían litigios para obtener su carta de libertad o papel de venta.

Es relevante destacar los procesos de manumisión individual, pues es donde se refleja que hombres y mujeres afrodescendientes ejercieron su agencia y conocimiento del corpus legal para buscar su emancipación. Los investigadores han arrojado luz sobre estos litigios, especialmente en Santiago de Chile, evidenciando la lucha constante por la libertad.

Durante el proceso de abolición de la esclavitud en América del Sur, las acciones individuales emprendidas por los esclavizados para obtener su libertad se combinaron con una intención, emergente hacia finales del siglo XVIII por parte de ciertos sectores de la élite, de poner fin al sistema esclavista. Sin embargo, es importante señalar que no existe una única explicación para lo que motivó a estos sectores a pensar o sentir de esa manera. De hecho, nuevas perspectivas sugieren que los sentimientos y emociones desempeñaron un papel importante en el debate abolicionista y pueden haber sido tanto un impulso como un obstáculo para la verdadera libertad de los esclavizados.

Efectivamente, el proceso abolicionista no contó con el apoyo unánime de toda la población. Los sectores esclavistas se opusieron a la Ley de Libertad de Vientres y a la abolición de la trata de esclavizados, y utilizaron diversos argumentos para justificar su postura, como lo describe Gabriel Páez Debía en este volumen. Estos argumentos incluían el derecho de gentes, legitimado por designios divinos y humanos; la representación moral negativa de los esclavizados, considerándolos sujetos viciosos que solo podrían ser “corregidos” violentamente por sus amos para alcanzar la civilización; la preocupación de que los libertos afectarían la tranquilidad pública al conformar ejércitos según los intereses de caudillos; y la argumentación sobre la posible debacle económica en los campos y minas debido a la pérdida de mano de obra, siendo reemplazada por el régimen de servidumbre.

Es cierto que tanto los abolicionistas graduales como los esclavistas compartían un lenguaje político donde la propiedad privada primaba sobre la libertad de los esclavizados. Sin embargo, también es importante destacar que hubo una transformación semántica del concepto de libertad, utilizado en un enfoque iusnaturalista, que permitió cuestionar ese lenguaje dominante. Además, posturas humanistas y civilizatorias que enfatizaban la libertad individual impulsaron el proceso de abolición de la esclavitud desde la legalidad.

No obstante, como se aprecia en los distintos ensayos, la implementación de esta nueva disposición legal en la realidad cotidiana fue compleja y la abolición de la esclavitud siguió diversos derroteros. Las consecuencias y la recepción de la abolición variaron según las regiones y contextos específicos, dando lugar a resultados heterogéneos y desafiantes.

El enfoque de esta compilación nos aleja de una visión idealizada de la abolición de la esclavitud, ya que una vez que esta fue decretada, se pusieron en marcha procesos de blanqueamiento que excluyeron a los afrodescendientes de la naciente República de Chile del espacio público, dominado por la élite. Este blanqueamiento continuó durante el siglo XX y abarcó a los diferentes componentes de la sociedad. Ocultar o negar la historia de la trata de personas africanas y su esclavización es preocupante. Esto afectó la comprensión del pasado y la percepción de las poblaciones afrodescendientes en Chile. Es importante reconocer y reflexionar sobre estos aspectos históricos para una sociedad más inclusiva y justa.

En conclusión, el proceso de abolición de la esclavitud no puede limitarse a su fecha de promulgación. Es un campo de disputas que abarca sus antecedentes, motivaciones y trayectorias de consumación, y cuyas implicaciones se extienden hasta el presente. Esto nos lleva a tener presente la complejidad del pasado y cómo su legado sigue afectando a la sociedad actual.

Esta obra se compone de siete ensayos académicos que exponen a partir de distintas corrientes, temporalidades, geografías y registros, diversas interpretaciones sobre el tema que nos convoca. De esta forma, las cronologías trabajadas en estas páginas abarcan desde el siglo XVII hasta el siglo XX con alcances hasta nuestros días; los espacios dialogan a nivel local, nacional y continental; y las reflexiones son planteadas a partir de la lectura de registros periódicos, fuentes normativas, notariales, entre otras.

De esta forma, el recorrido comienza con el ensayo de Javier Sadarangani Leiva, quien en su apartado titulado “Los sentimientos humanos frente a la esclavitud. Un ensayo sobre las emociones políticas en el Chile revolucionario” reivindica la pertinencia de conmemorar la abolición de la esclavitud en Chile. De esta forma, el autor releva la temática como “una excusa para recordar o insistir en nuestra condición sensible y, por ende, humana; matriz elemental con la que nos vinculamos entre nosotros, hacemos política y escribimos historia”. A partir de esta premisa, el autor explora las relaciones entre emoción y política; ambos elementos que se articulan colectivamente en una propuesta cohesionadora que trasciende el ámbito privado y que se posiciona a un nivel más amplio en términos prácticos y simbólicos, en el discurso de la élite revolucionaria.

Nos encontramos, en segundo lugar, con el ensayo de Javiera Carmona Jiménez titulado “‘Saliendo más caro un esclavo […] que un jornal’. Esclavismo y abolicionismo en el ideario de Manuel de Salas”, el cual nos traslada a la conmemoración del Centenario de 1910, año en que, a pesar de la narrativa alegórica construida a favor de Salas como parte del panteón de próceres de la historia nacional, fue omitido su papel en la promulgación de la Ley de Libertad de Vientres decretada en 1811. La autora se cuestiona los motivos por los cuales la élite de la época –representada por Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento– decidió, a partir de la dualidad esclavismo/abolicionismo que representó Salas en su época, rescatar solo la primera dimensión, reduciendo lo segundo solo al relato anecdótico sobre las instituciones esclavistas del periodo colonial.

Como tercer apartado de esta compilación, encontramos el trabajo de Luis Madrid Moraga y Montserrat Arre Marfull, titulado “¿Leyes para la libertad? Proceso abolicionista y repercusiones en las representaciones de lo negro en Chile”. Este trabajo es una reflexión que inicia desde la dimensión normativa que contribuyó a suprimir la esclavitud en Chile, no obstante, existieron otras que limitaron la presencia africana en el territorio, así como también promovieron una homogenización del mestizaje afrodescendiente por medio de la progresiva eliminación del sistema de castas. A partir de esta perspectiva, Madrid Moraga y Arre Marfull proponen que las disposiciones legales ejecutadas (o no) entre 1810 y 1823, son parte de un “proyecto nacional de las élites revolucionarias” que suprimió la presencia afrodescendiente y que, en una cronología más amplia, contribuyó a construir una representación histórica particular sobre la “negritud” que es sostenida en este relato nacional.

Desde las representaciones discursivas que hemos visto hasta este punto, pasamos al claustro femenino santiaguino; a la cotidianidad desde una experiencia esclavista que es leída desde la historia de las emociones por Alejandra Fuentes González, con este vínculo con las emociones que se esboza en el trabajo de Sadarangani Leiva, y es también la base de la propuesta de su ensayo “Monjas de claustro y esclavas particulares: un vínculo de poder y afectos más allá de la abolición. Santiago de Chile, siglos XVII al XIX”. Desde el análisis de la manumisión individual, Fuentes González plantea que los vínculos emocionales entre las monjas y esclavizadas y esclavizados afrodescendientes contribuyó a enlentecer la supresión del sistema esclavista dentro de estas instituciones religiosas. De esta forma, las experiencias del claustro se superpusieron al marco normativo en el que se inserta la abolición esclavista republicana a través de distintas estrategias que la autora expone a lo largo de su escrito.

Sin perder de vista la figura de Manuel de Salas, referida por Carmona Jiménez, el siguiente trabajo es “Manumisión y abolición de la esclavitud afrodescendiente en Chile: causas, agencias y debates sobre un problema hispanoamericano (1780-1823)”, cuya autoría recae en Gabriel Páez Debia. El autor inicia desde el diagnóstico que la abolición de la esclavitud puede ser entendida en términos económicos atendiendo al escaso impacto de los “esclavos” en la economía chilena. Sin embargo, no conforme con la simplificación que implica esta lectura, el autor asienta tres causas que contribuyen a complejizar el debate sobre la abolición. En primer lugar, plantea que, en términos de agencia, los esclavizados que buscaron la libertad aportaron a un desgaste del sistema esclavista por medio de procedimientos institucionales y, eventualmente, a través de métodos disruptivos. En segundo lugar, destaca el complejo panorama transatlántico, en cuanto la esclavitud representó un problema político a resolver en la construcción de las nacientes repúblicas. Finalmente, alude a las implicancias del contexto enunciativo de esclavistas y no esclavistas, así como también de la formación educacional de los enunciantes. En base a ello, el autor transita por dos reconocidas figuras hispanoamericanas de los siglos XVIII y XIX: Félix José de Restrepo y Manuel de Salas, analizando a través de estos hombres los argumentos abolicionistas y esclavistas de la época.

La abolición de la esclavitud tuvo su contraparte en otros países latinoamericanos, tal como nos muestra María Elena Oliva en su ensayo titulado “Libertad, igualdad e integración. La abolición de la esclavitud en la prensa negra/afro de Argentina, Cuba y Uruguay”. A partir de la lectura de periódicos y revistas, la autora reconstruye lo que denomina como “prensa negra/afro”, compuesta por editores, columnistas y periodistas que se reconocen a sí mismos como negros o afrodescendientes, durante los siglos XIX y XX. El interés de la autora radica en analizar cómo esta prensa refiere los procesos abolicionistas en sus respectivos países a pesar de que, tal como plantea el texto, el despliegue discursivo haya eludido el término “abolición” para centrarse en otros conceptos más afines al contexto republicano como lo fueron “libertad”, “igualdad” e “integración”.

Finalmente, tenemos el análisis de Gabriel Canihuante y Orieta Collao Mierzejerosky, quienes se enfocan en un periodo posterior en su escrito “La ausencia de la ‘negritud’ en el pensamiento progresista chileno del siglo XX a partir de documentación de partidos y movimientos de izquierda leídos desde el bicentenario de la abolición de la esclavitud”. A partir de la crítica a los discursos racistas que han permeado la formación del Estado-Nación y ocupado parte importante de la esfera política y cultural del país, Canihuante y Collao dan cuenta de las contradicciones dentro de los discursos de la izquierda en cuanto el cimiento discursivo de la lucha de clases ha tendido a desestimar otras formas de opresión, tal como la racial. De esta forma, se analiza la invisibilización de la presencia negra y mulata en el discurso de cuatro organizaciones políticas de izquierda: Partido Comunista de Chile, Partido Socialista de Chile, Movimiento de Izquierda Revolucionaria y Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

El panorama esbozado da cuenta de la riqueza de las reflexiones entabladas en las siguientes páginas, a la vez que nos persuade de las complejidades de un tema con múltiples aristas. En ese sentido, este libro es una invitación a la relectura del fenómeno histórico de la esclavitud, puesto que, si bien la convocatoria parte desde un hito que a nivel nacional se circunscribe al año 1823, los escritos presentados nos desafían a pensar más allá del acontecimiento y a cuestionarnos las representaciones que han cimentado hasta la actualidad los discursos raciales y racialistas.

Andrea Sanzana Sáez y Rafael González Romero

Proyecto Afro-Coquimbo

La Serena, 31 de julio de 2023

LOS SENTIMIENTOS HUMANOS FRENTE A LA ESCLAVITUD

Un ensayo sobre las emociones políticas en el Chile revolucionario

Javier Sadarangani Leiva

Introducción

Permítame lector comenzar este ensayo con algunas preguntas: ¿por qué conmemorar los 200 años de la esclavitud en Chile? ¿Qué nos puede decir la historia sobre un asunto que parece estar fuera de la realidad actual chilena? O peor aún, ¿por qué podría importarle al lector este asunto? ¿Hay algo que aún debamos aprender?

Los historiadores hemos sido habitualmente los invitados estelares de las efemérides y me entusiasma que esta no sea la excepción. Y es que nuestra manera de aproximarnos a un fenómeno –sea cual sea– consiste en devolverle su inherente historicidad; es decir: que este se comprende y se revela por lo que fue y por lo que viene siendo, por su desenvolvimiento. Es este movimiento el que lo dota de carácter y desarropa su profunda potencia explicativa que, a nuestros ojos, constituye la condición intrínseca de lo que en definitiva “es”. No quiero con esto desestimar las estrategias explicativas de otras disciplinas, las cuales los historiadores en sobradas ocasiones han tenido la holgura de menospreciar. Más bien, busco contemplar la opulenta riqueza que nos brinda la observancia de la larga duración.

La reconstrucción de la abolición de la esclavitud que quiero aquí ofrecer, involucra íntimamente a las emociones, y no solo como objeto de estudio, sino también como problema epistemológico. El gran historiador y ensayista chileno Mario Góngora comenzó su eximio ensayo sobre la “noción de Estado en Chile” admitiendo:

Los ensayos sobre el Estado Nacional Chileno que he reunido en este volumen tuvieron su origen en los sentimientos de angustia y preocupación de un chileno que ha vivido la década de 1970 y 1980, la más crítica y grave de nuestra historia. Esos sentimientos me han forzado a mirar y a reflexionar sobre la noción de Estado1.

Con estas palabras, Góngora nos recuerda la inmanente sensibilidad con la que observamos la historia y que muchas veces no vemos –o no queremos ver– por defender nuestra rigurosidad metodológica. ¡No me malinterpreten por favor! Tengo un enorme aprecio por la rigurosidad metodológica, al mismo tiempo que admiro la destreza documental de muchos de mis colegas. Sin embargo, no dejo de preguntarme por el lugar que debemos darles a las emociones, considerando que son parte irrenunciable de nuestra condición como seres humanos.

Pero volviendo a la historicidad en cuestión, ¿qué ventajas nos brindaría incorporar el factor emocional en la reconstrucción histórica de la abolición de la esclavitud hoy a 200 años? Aparentemente, los sujetos históricos comienzan a lucir más humanos cuando les recordamos con sus emociones: sus temores, esperanzas, alegrías y angustias y, al hacerlo, el devenir histórico exhibe aún más su desnudez.

Esta relación entre emociones y humanidad no es una conjetura improvisada. Al observar los debates abolicionistas en Chile –particularmente en 1811 con la Ley de Libertad de Vientres, y en 1823 con la abolición definitiva– vemos una predilección por apelar a cuestiones como los “sentimientos humanos”, la “humanidad” y la “naturaleza humana” para movilizar a las audiencias. De todos los debates que se sucedieron en la temprana República de Chile, el concerniente a la abolición de la esclavitud fue, en proporción, el que más concitó estos asuntos. De ahí que aproximarnos a la abolición de la esclavitud por medio de las emociones resulta atingente, necesario e, incluso, materia obligada.

Ahora bien, hacer esto supone, a la vez, comenzar a mirar una política no solo como una práctica efectuada racional y lógicamente, no solo ejercida por el mundo del logos, y no solo una cuestión que –parafraseando a François Furet– se “piensa”. Sino mirar una política que también involucra la dimensión más sensible de los individuos y que moviliza sus emociones, cuerpos y sensaciones de muchas formas.

De esta manera, el argumento que quiero aquí desarrollar es que la dimensión emocional contenida en el debate abolicionista en Chile desempeña un rol crucial, que es posible rastrear por medio de las referencias a los “sentimientos humanos”, “humanidad” y “naturaleza humana”. Como veremos, la puesta en práctica de estos argumentos exige una disposición emocional de quieres las emiten, al mismo tiempo que acusa un cambio de paradigma en las maneras de experimentar emociones. Este ejercicio nos parece un ejemplo ilustrativo para mostrar la posición fundamental que ocupan las emociones, no solo en la movilización de las audiencias en un debate circunstancial, sino en la constitución más elemental de lo que en última instancia es lo político.

Así, conmemorar la abolición de la esclavitud en Chile se convierte en una excusa para recordar o insistir en nuestra condición sensible y, por ende, humana; matriz elemental con la que nos vinculamos entre nosotros, hacemos política y escribimos historia…

Sentir las ideas

La historiadora norteamericana Lynn Hunt, muestra que las primeras formulaciones que se hicieron en torno a la concepción de los derechos humanos en el siglo XVIII se realizaron declarando que son “evidentes”, es decir que eran naturales (inherente a los seres humanos), iguales (los mismos para todos) y universales (válidos en todas partes). Esto, para la autora, guarda una curiosa singularidad que le sirve para dar lugar a su pesquisa, la que plantea de la siguiente manera: “¿Cómo estos hombres, que vivían en sociedades edificadas sobre la esclavitud, la subordinación y la sumisión aparentemente natural, pudieron en algún momento considerar como iguales a otros hombres que no se les parecían en nada?”2.

A lo largo de su trabajo, Hunt responde esta pregunta sosteniendo que la “invención” de los derechos humanos sería resultado, no de una sofisticación argumentativa o una aventura intelectual, sino de una lenta transformación emocional. La expansión de la novela habría expuesto a muchos ilustrados del siglo XVIII a experiencias ajenas de sufrimiento y dolor originadas por distintas situaciones, que van desde desventuras cotidianas y relacionales, hasta experiencias de tortura. Los lectores reaccionaron a estas experiencias con profusas manifestaciones emocionales de “solidaridad y empatía”, las que –en última instancia– habrían tenido un rol decisivo en una concepción nueva de lo humano:

[…] para que estos individuos autónomos se convirtieran en miembros de una comunidad política basada en esos juicios morales independientes, debían ser capaces de establecer lazos de empatía con los demás. Todas las personas tendrían derechos humanos únicamente si todas ellas eran vistas como iguales de algún modo fundamental3.

Ese “modo fundamental” refería precisamente al descubrimiento de una capacidad universal de experimentar sufrimiento o dolor. En definitiva, de sentir. Esto explica, según la autora, el hecho que los derechos humanos fuesen “evidentes” para sus precursores, puesto que los movilizan no solamente racional, sino que, por sobre todo, emocionalmente. De esta manera, Hunt nos presenta a las emociones como anclajes ideológicos, posibilitando que las ideas se tornen en arraigadas convicciones producto del efecto emocional que provoca en los sujetos.

A pesar de que la expansión de la novela no fue un fenómeno que tomó lugar en el Reino de Chile, cuestiones similares podemos observar con las expresiones “sentimientos humanos”, “humanidad” y “naturaleza humana”, empleados largamente en los debates sobre la abolición de la esclavitud. Apelar a la condición humana supone anclar los principios liberales a una condición esencial, imperecedera o trascendente, que no se presta a confundirse en el mundano campo de lo opinable o al desencuentro de puntos de vistas, sino que va más allá. De ahí que los “sentimientos humanos”, al igual que los derechos humanos analizados por Hunt, puedan también ser leídos como argumentos inspirados o sostenidos por gestos de empatía, al reconocer una condición común e inherente entre sujetos aparentemente desiguales.

En otras palabras, la puesta en práctica de estos argumentos acusa una disposición emocional de quienes las emiten que dista de quienes, en cambio, defendieron el “sagrado derecho de propiedad” o el deber protector que los amos tenían sobre los esclavizados. Sin entrar en evaluaciones morales entre quienes abogaron por una u otra postura, lo fundamental aquí es notar que el despliegue de estos argumentos evidencia un cambio de paradigma en las formas posibles de sentir, particularmente de sentir empatía.

No queremos decir, con ello, que es aquí donde se ubica el punto de inflexión de este cambio de paradigma, sino que el debate enfrenta a dos posiciones que se diferencian fundamentalmente en el estilo emocional de sus representantes4. Este cambio se refiere, siguiendo el argumento de Hunt, a la ampliación de los márgenes de la igualdad a sujetos en los que se ha reconocido su capacidad de sentir.

Esto habría coadyuvado a la formulación de una idea de humanidad o naturaleza humana que, heredando ciertos esquemas ilustrados, fue concebida como intrínsecamente libre y capaz de experimentar emociones5. Esto explica que la literatura relacionada al humanitarismo se apoye en el cambio emocional como hito fundacional de dicho movimiento. Michael Barnett, por ejemplo, sostiene que, a lo largo del siglo XVIII (coincidente con Lynn Hunt), se habría desarrollado una “revolución” en los sentimientos morales y la emergencia de una cultura de la compasión. A su vez, esta transformación hizo de la compasión un asunto público y el alivio del sufrimiento humano un rasgo distintivo de las sociedades modernas. De esta manera, el autor declara: “El humanitarismo representó una nueva etapa en la educación de las emociones”. Es más, Barnett ve en el “sentimiento antiesclavista” los inicios del humanitarismo precisamente al esgrimir sus argumentos en base a la condición humana6.

Dolores Martín-Moruno comparte lo anterior. Se ve inclinada a “considerar al humanitarismo más como una forma de sentir que apela a un deber moral en base a un sentimiento compartido de humanidad”, y al hacerlo reconoce la “afiliación histórica de este movimiento con [y aquí cita a Barnett] una “revolución en los sentimientos morales y la emergencia de una cultura de la compasión”7.

No quiero con esto plantear que en Chile la abolición de la esclavitud constituye un hito en el movimiento humanitarista en el país. Este movimiento, aunque interesante, no es por el momento motivo de esta reflexión. Mi argumento, en cambio, busca insistir en la relevancia del basamento emocional del debate político en torno a la abolición de la esclavitud, basamento que tendría como fundamento gestos de empatía.

Ahora bien, es posible sugerir que los esclavizados no solo fueron testigos de este cambio emocional, sino que también se hicieron parte de él. Como lo muestran los trabajos de Carolina González, Magdalena Candiotti y Yesenia Barragán, tanto las vías legales para alcanzar la libertad, como sus posteriores resultados fueron variados. Los esclavizados no solo se valieron de principios jurídicos vigentes en la época para justificar el cese de su situación de dependencia; también movilizaron una pléyade de recursos afectivos para convencer a sus audiencias. Estos recursos apelaron tanto a la compasión ante situaciones injustas, como también al honor como condición común a todos los individuos, independiente de su posición social8. Sin embargo, mi interés por el momento está en identificar gestos de empatía sobre sujetos en los que no es habitual asociarlos con ella.

Digo “gestos de empatía” y no derechamente “empatía”, ya que la documentación no la menciona en ningún momento. Tampoco las ediciones de la Real Academia de la Lengua Española, sino hasta el siglo siguiente. Esta es una expresión contemporánea que ve su origen con el desarrollo de la psicología a finales del siglo XIX y vulgarizada con los años.

Esto no quiere decir que no hayan existido reconocimientos de las experiencias emocionales ajenas antes de la aparición de la empatía. En el vocabulario de la época encontramos las expresiones “compasión”, “misericordia” y “condoler” que dan cuenta de experiencias similares. No obstante, estas guardan al menos dos diferencias con la empatía. La primera es que, mientras la empatía supone un reconocimiento y, en ocasiones, una identificación genérica con las emociones de un otro ajeno, las demás no apuntan al reconocimiento e identificación con todas, sino en específico con el sufrimiento o dolor ajeno. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su edición de 1822, define compasión como: “El sentimiento y lástima que se tiene del mal del otro”9. Así también lo muestra la etimología de las expresiones inglesas: compassion y sympathy; y las alemanas: Mitgefühl y Mitleid (literalmente: “con-doler”).

La segunda diferencia que la compasión, misericordia y condolencia hacen respecto de la empatía refiere al sustrato cristiano-católico que los sustenta. Estas son emociones de alto valor para los principios y la moral cristiana, que deviene de la acción por compadecerse de las miserias del prójimo y que invita a la caridad hacia aquellos que más sufren. La descripción de la vida de Jesús, como la encarnación de la compasión de Dios, es erigida como un modelo referente para la conducta relacional, de ahí que esta se promueva ante situaciones emocionalmente conflictivas10. Es importante aquí recordar que era dominio exclusivo de la teología y de la iglesia los asuntos relativos al mundo del sentir. Por medio de misas, confesiones y votos, los prelados ejercieron como influyentes gestores emocionales frente a sus feligreses. Sin ir más lejos, no es casual el hecho que los siete pecados capitales son, en esencia, emociones (llamadas también “pasiones del alma”), que la tradición eclesiástica posicionó como referentes para guiar el comportamiento emocional de sus fieles11.

Esto es fundamental para entender los sentimientos humanos, puesto que el engarce liberal con doctrinas cristianas fue una combinación virtuosa para los próceres hispanoamericanos. Pero si bien ni la compasión, misericordia ni la condolencia figuraron literalmente en los debates abolicionistas en Chile, sí lo hicieron la “caridad cristiana” y los “principios cristianos”, los cuales contienen las referencias anteriormente mencionadas. Así, Infante se preguntaba retóricamente: “¿Es esta conducta la que enseña la caridad cristiana? ¿Es esto obrar de acuerdo con los principios liberales?”12.

En ese sentido, resulta problemático que tanto Barnett como Martín-Moruno tilden de “revolucionario” el orden moral que surge en el siglo XVIII. Esto supone una periodificación taxativa, es decir, un antes y un después, que solo insiste en la tesis refundacional de la modernidad, cuando el reconocimiento del sufrimiento ajeno ya era parte de un orden moral existente. Esto también es un reparo hecho por Guillermo Feliú Cruz al contextualizar el esfuerzo abolicionista chileno:

Es cierto que la aspiración de los hombres ilustrados y sensibles para hacer del Evangelio de Cristo una verdadera realidad, era mucho más antigua todavía; casi puede decirse que el sentimiento, profundamente humano que lo inspiraba, nació con la doctrina del señor de Galilea al proclamar como verdad eterna la igualdad y libertad natural de todos los hombres, de toda la especie humana13.

Así, lo inédito no sería el planteamiento en sí, sino las dinámicas en los que se inscribe el planteamiento, y con esto nos referimos en última instancia al surgimiento de lo político. En concreto, con un proceso de (re)institucionalización de la compasión –o de la condición humana– como base moral del quehacer político en el Chile decimonónico.

En definitiva, sostengo que las expresiones “sentimientos humanos”, “humanidad” y “naturaleza humana” que encontramos en los debates de la abolición de la esclavitud en Chile, vendrían a conformar expresiones modernas de “sentir con otros” que se alimentan tanto de la compasión (y sus “sinónimos”), de matriz cristiano-católica, como de formulaciones ilustradas encarnadas en la concepción de lo humano y la naturaleza.

Destacar esto implica dar a las emociones un lugar más activo en el debate político, al menos más que mera retórica (o pathos) para Aristóteles, o anclaje ideológico para Hunt. Sino como un basamento, espíritu o inspiración por medio del cual las ideas políticas se alimentan y se anclan como convicciones. De ahí que nuestro argumento central sea que las emociones no son cuestiones anecdóticas o derivativas de lo político, sino cuestiones que constituyen política14.

Sentir la historia

En sesión del día 11 de octubre de 1811, el recién creado Congreso Nacional acordó cuatro cuestiones relativas a la situación de los esclavizados en Chile: 1) prohibir la introducción de nuevos esclavos al país; 2) liberar a todos los esclavos en tránsito; 3) declarar libres a todos los que nazcan en adelante; y finalmente 4) “recomendar” el buen trato a los esclavos que residen en Chile. La resolución se aprobó con el siguiente encabezado:

Aunque la esclavitud, por opuesta al espíritu cristiano, a la humanidad y a las buenas costumbres, por inútil y aun contraria al servicio doméstico, que ha sido el aparente motivo de su conservación, debería desaparecer de un suelo en que sus magistrados solo tratan de extinguir la infelicidad15.

La medida generó reacciones indistintas. Mientras en el partido español esto generó “alarmas”, entre “los patriotas más adelantados” celebraron “calurosamente esta ley” como signo de los tiempos en los que se encontraban16.

Como ya he comentado, el “sentimiento abolicionista” venía germinando en distintas regiones del atlántico. A mediados del siglo XVIII, ilustrados como Montesquieu, Diderot y Filangieri escribieron cuantiosos panfletos denunciando las justificaciones morales y económicas de la esclavitud. Y en la última parte del siglo, las sociedades antiesclavistas comenzaron a proliferar en Francia, Inglaterra y Estados Unidos17. Así, el abolicionismo fue un componente más del Zeitgeist o “espíritu de época” basado en el progreso de las luces, en la cual también se ubicaron (o quisieron ubicar) los criollos hispanoamericanos. La identificación con este espíritu epocal fue por cierto indistinta. Como ya señalé, la Libertad de Vientres de 1811 provocó diferentes reacciones entre los habitantes del Reino. Sin embargo, muchos se quisieron hacer parte de esta tendencia.

Luego de declarada la Libertad de Vientres, el diputado y canónigo Juan Pablo Fretes, y “como un comprobante de la íntima persuasión en que estalla de la justicia de la resolución que se ha tomado”, presentó al Congreso las cartas de libertad de dos de sus esclavos para que tuvieran inmediato efecto. Se acordó, también, pasarlas a la Junta de Gobierno “para que haga el uso que tenga por conveniente de este ejemplo de generosidad”18.

Para la historiadora Monique Scheer, las emociones no son cuestiones volátiles o incorpóreas que ondulan en la realidad social sin soporte alguno. Todo lo contrario, las emociones están irremediablemente encarnadas en cuerpos en contextos (habitus). No hay emoción sin cuerpo, puesto que las emociones serían denominaciones y valoraciones culturales a reacciones corporales. Pero también están encarnadas en prácticas culturales. Estas prácticas culturales involucran una serie de rituales, performances e intervenciones del cuerpo inclinados a evocar emociones y experiencias donde no las hay. Es decir, las moldean, de ahí que para Scheer las emociones “se practiquen”19. Las emociones, al ser cuestiones performáticas, buscan afectar y alterar a la realidad a la cual apelan. Son, entonces, elementos por medio de los cuales los sujetos construyen su concepción de la realidad. Esto es crucial a la hora de estudiar las emociones pasadas, ya que supone reconceptualizar prácticas culturales de modo de reconocer en ellas los impactos emocionales que buscan generar.

Tomando este argumento, el acto de Juan Pablo Fretes ante el Congreso involucra una dimensión performática como un acto para demostrar su “íntima persuasión” de altruismo (al igual que la convicción o evidencia de la que nos habló Lynn Hunt). Al ser planteado como un “ejemplo de generosidad”, los demás congresistas se convierten en la audiencia hacia la cual la acción de Fretes se dirige, para así afectar, inspirar y conmover a sus espectadores, de modo que convierte a la historia en un escenario de despliegues y desplantes. Y su acción ciertamente generó efectos.