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Gustavo, un ingeniero químico vinculado a la industria farmacéutica. Se ve sumido al igual que muchos en este planeta, en una burbuja mundana y berreta. La culpable que se haya olvidado de quien era, de lo que es. Todo cambia al conocer a Yeyé, una mujer fantástica que le muta la vida, llevándolo por nuevos caminos frente a sus ojos, viejos en su memoria. Juntos enfrentan el destino de la humanidad, de su humanidad. Un camino iniciado de niños y que comenzaron juntos el día que sus pies se cruzaron, entre cuervos y palomas ambos estaban viviendo, solo el momento. Un momento en el que el bien y el mal se disputan la conciencia, entregándoles respuestas a sus pedidos del sentido de la vida, y miles de revelaciones sobre los orígenes y misterios ocultos a sus ojos
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Seitenzahl: 642
Veröffentlichungsjahr: 2016
Facundo Ranco
Entre cuervos y palomas
Los inicios... no son comienzos
Editorial Autores de Argentina
Ranco, Facundo
Entre cuervos y palomas / Facundo Ranco. - 1a ed. . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2015.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-711-402-7
1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail:[email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Gracias...
A mi padre, quien en experiencia me enseñó
que la grandeza habita en la simplicidad.
Al camino... Yanina, Agustín, Emma y Alma.
Y a mi gran amigo Orlando, quien me enseñó la
incondicionalidad en la amistad.
Námaste
Quiero agradecerte, filósofo universo...
El darme ojos y en ellos atardeceres disfrutar...
Labios para soplar agradecimientos con mi voz...
Oídos para canalizar al corazón... los te quiero, mi amor...
Piernas para caminarlo y pies para sentir este mundo...
Pero sobre todo, querido y sabio universo...,
Quiero agradecerte la vida en enseñanza...
Que a diario en deliciosos recuerdos utilizo.
Índice
Introducción
Capítulo 1 Auditorio
Capítulo 2 El comienzo
Capítulo 3 Isabel
Capítulo 4 Decisión
Capítulo 5 Juramento
Capítulo 6 Primer viaje
Capítulo 7 Falso despertar
Capítulo 8 La biblioteca
Capítulo 9 El inicio
Capítulo 10Desfase cuerpo-alma
Capítulo 11 Jeremías y Victoria
Capítulo 12 Baltazar, el niño...
Capítulo 13 Camino al Capitolio
Capítulo 14 Lodo y luz
Capítulo 15 Pitsi, la carta
Capítulo 16 Los doscientos reclaman
Capítulo 17 Fuerte Alism
Capítulo 18 Colaboración divina
Capítulo 19 InnMu
Capítulo 20 Inicio a casa
Capítulo 21 Los doce, la última función
Introducción
Esta es la historia de un niño común, quien creció en ese tipo de ámbito, llegando así hasta su adultez, donde ni buscando pudo conseguir respuestas a las muchas preguntas que en experiencia, se le fueron generando. Vivió sin saberlo una lucha entre el mal y el bien, entre cuervos y palomas, no supo hasta que tuvo que saber cuál es el bien y cuál es el mal.
Sin saberlo de muy niño hacía, vivía momentos y situaciones que después, ya en su media adultez, fue descubriendo, que todo por algo sucedía, que nada era obra de la casualidad. Todo el tiempo se disputaba entre cuervos y palomas. Notaba que en su interior crecía algo fuera de su conocimiento, que no muchos comprendían, ni lo comprenderían, al menos en el ámbito en el que se encontraba. Para poder soportarlo, se defendió generando una especie de cáscara en la que se hundió y hasta olvidó su esencia.
Todo esto un día cambió, y como en una ventana por la mañana, la luz irrumpió, y como flor en primavera se abrió frente a él, rompiendo en el haz de colores un prisma, en su apertura fue golpeado por una brisa helada, llena de dudas y conocimientos recordados. Cuervos tiraban al abismo y palomas hacia la luz. Esto sucedió coordinadamente y en conjunto al conocer a esa fantástica mujer que ahora lo acompaña, y aunque suene raro, cuando a ella la conoció, también detrás de la bruma se reconoció.
Junto a ella emprendió un desconocido viaje, a un mundo oculto detrás de las retinas, detrás de los miedos provocados por cuervos, detrás de la libertad insípida entregada por palomas. Luego de apoyar el primer paso al otro lado de esa fina línea llamada realidad, su viaje inició ya sin regreso a su antigua vida mundana, libre de conciencia, aunque encerrado y oculto al conocimiento.
Es aquí donde comienza a replantearse muchos aspectos sobre la vida, sobre el cielo, sobre el mal o el bien. La poca diferencia entre los oscuros cuervos y las brillantes palomas. Y dentro de cada una de estas, el por qué y el dónde. Es ahí donde conoce a personajes que habitan entre el más allá y aquí, personajes que lo llevan a viajar por una dimensión desconocida, por un mundo totalmente irreal, aunque luego ya no sabe cuál lo es más y dice: ¿Qué me pasó? ¿Cómo despierto? Y es así como comienza esta historia con esas dos sencillas preguntas, motivadas por las disputas entre cuervos y palomas de su interior.
La adultez moderna siendo sombrilla ocular
Nos oculta la madurez de la iluminación
¡Que cuando niños sola y simple está!
Capítulo 1Auditorio
¡Prepárate! -me exclamo Yeye, mientras espiaba por una hendidura a Francisco, que se formaba entre la espesa cortina bordó y el marco de lo que fue alguna vez la puerta de ingreso a un extenso auditorio. Por cierto... un deslumbrante auditorio, donde daría mi primera y humilde presentación. Espectáculo montado por Francisco e Isabel para que instruyese a poco más de trescientas personas, que esperaban según ellos... con muchas ansias oír la experiencia que había hecho cambiar mi rumbo, hace solo dos meses. Siendo una persona común, del montón, en donde la audiencia se reflejaba, cómo podía ser posible que algo así le sucediera a alguien como yo, como ellos. Luego de permanecer más de un año de desaparecido para el espacio temporal transitado por ellos, apenas unas semanas para mí, pisadas en pisadas en volátil polvo para mí, en roca sólida a la vista de ellos.
Este fabuloso auditorio, lleno de grandes pilares, y de costosos cuadros colgados en sus pasillos, ubicado en uno de los hoteles más caros de París. Donde también teníamos nuestra habitación, pagada por una especie de fundación, según ellos sin fines de lucro. “Tenía mis dudas al respecto, pero era la única forma de contratarlo”, decía Francisco. “Igualmente no es fácil por más dinero que tengas, es solo para eventos muy especiales, elegidos directamente por el dueño de esta gran y antigua corporación”, explicó Isabel. Después de pasar por lo que pasamos juntos, solo me quedaba seguirlos.
Siempre fui muy tímido, el pararme frente a tanta gente hacía que la presión sanguínea bajase junto a las gotas que brotaban desde mi frente. Más de una vez fingí diciendo a los profesores no haber estudiado, solo para no enfrentarme a los rostros de mis tantos compañeros. Con el paso de los años se había convertido en una especie de pequeña fobia escénica.
Mientras caminaba, los sonidos ajenos al tragar de mi saliva fueron eliminados por completo, Yeye me hacía señas con sus manos para que apurase a mis pies, queriendo que avanzaran más rápido, pero estos parecían estar hundidos en fangoso suelo y forrados hasta las rodillas con botas de plomo.
-¿Estás bien, amor?-me preguntó frente a la exagerada palidez de mi rostro.
-Más o menos...-le respondí. Mientras secaba mi frente con un blanco pañuelo que adornaba la solapa de mi saco, y, torpes, mis manos tiritaban al hacerlo.
-Prepárate, mi vida, que te están presentando.-Mientras me daba unos apuntes que habíamos separado durante la noche.
La luz… por suerte y en rescate a mi insulsa fobia, encandiló mis pupilas, al ser desplazada de par en par la cortina por Yeye. Evitando el shock que hubiese paralizado cada músculo, cristalizando lagrimales, he invalidado mis piernas. Francisco y su largo y esbelto cuerpo estaban parados frente a un pequeño atril de madera.
-Bienvenido, Gustavo...-exclamó mostrándome en un ademán el repleto auditorio, de ser capáz de cargar un alfiler éste estallaría. Me encontraba perplejo, de pie mirando hacia adelante sin saber el papel a interpretar. Apoyé mis anotaciones de tinta borrosa, producido por la humedad que habían emitido mis manos. Y luego de toser un par de veces y darle unos golpes al micrófono, comencé...
-Hace unos meses, si alguien solo insinuaba lo que voy a contarles, no solo evitaba su presencia por siempre, sino que recomendaba que lo encerrasen.-Acomodé las hojas luego de un par de golpecitos en el atril, Yeye me veía oculta detrás de la cortina. Continué-:Deben entender que aquí nadie obligará a pensar a nadie lo que deseamos que piensen. Aunque sí les pido que... escuchen detrás de sus oídos, los golpes ocultos de sus tímpanos, bajo su piel... quiero que escuchen lo que la carraspera de su garganta tiene para decir... Quiero decirles que sentados ahí... su mente estanca le abrirá la puerta al alma que aprisionan. Descubrirán si le permiten a sus oídos escuchar, lo descubierto por mí en la visita a Sirixos. De mi tránsito en otra dimensión, muy diferente al oscuro y aburrido laboratorio de farmacia, al que estaba mortalmente acostumbrado. Voy a contarles de un lugar llamado InnMu, y de cómo hasta en el cielo hay luchas. Esperando que desde aquí se cree en creación, el porvenir de nuestra humanidad, que desde aquí hasta el cielo mejore. Juntos vagaremos hacia lo desconocido... Tan desconocido, que el mismísimo demonio no es para tanto, y que el miedo es un invento humano.
-Y si... les pregunto... ¿Dónde deberían estar para encantarse con Uds. mismos?-Al hacerles la pregunta y luego de un segundo de silencio... los invité a que sintieran el vacío en sus tímpanos, que dejasen que mi voz zanjara su corazón, que sintieran retumbar los muros de lo común al desmoronarse piedra a piedra, gracias a la información. Francisco me trajo para que tomara asiento una alta banqueta, y luego de la seña de que todo iba bien, que me obsequió Yeye, continué contando lo que a ti también diré...
Voy a contarles una historia, en realidad es la mía propia. Cuando digo la mía propia hablo desde el punto de vista en la que me vi, siendo y viviendo hasta ese día, el punto cero, con una total normalidad, donde la observación y el enfoque de lo cotidiano estalló. Cuando ya no noté la diferencia entre cuervos y palomas. Puede llegar a sonarles en algunos fragmentos a historia de ciencia ficción y hasta llena de misterios, y en otro tanto un poco real y hasta salpicada por caprichos del ocultismo, pero es lo que hasta hoy, sin haber podido siquiera elegir, he vivido. Me vi obligado por mis propias decisiones, aunque motivadas desde mi propio ser por una disputa milenaria entre cuervos y palomas. En principio una búsqueda que inició, sin ser buscada, y por cosas del vago destino, comprendiendo comenzó cuando comencé.
Mi nombre... como todos aquí lo saben... Gustavo J. Ocnar, trabajo en la industria farmacéutica en una empresa de mediano tamaño. Al igual que mi salario, de pasatiempos muy básicos, uno de ellos ir los miércoles, el día de descuentos, al cine y de asados los domingos. Si tuviera que destacar algo de mí... sería la pasión por la lectura y el amor a todo lo que sea naturalmente natural.
Para que puedan comprender a lo igual que lo hice, me remontaré hasta días de mi infancia ya ocultas y tapadas con polvo de una vida totalmente ciega y mundana, donde lo común y cotidiano superaba mi esencia, que callada bajo las secas hojas, esperaba agazapada como león a su presa. Esperaba solo el momento de gritar y proyectar en la pared, lo necesario para ejercer presión y hacer sonar en fuertes golpes la campana de mi conciencia. Una vez atrapado en la duda y sin respuestas, solo y en catarsis, mi conciencia se hizo carne golpeándome en haz de luz mis retinas, activando todo tipo de glándulas, provocado por miles de situaciones entrelazadas inducidas por ellas, por estas glándulas, doblando el tiempo y espacio. Fueron lucidos una extraña noche, a la que le atribuyo mi comienzo, el comienzo de lo iniciado una vez de niño. Digo esto ya que no es lo mismo el comienzo que el inicio, aunque suenen semejantes, no es lo mismo iniciar a comer chocolates o a tener sexo, por hacer notar un ejemplo. Uno de niño tiene las barbas marrones de comer chocolates, pero solo cuando se aprecia su sabor recién ahí, y solo ahí comienzas a comer chocolates, a disfrutar de ello y un trozo más pequeño y sin gula disfrutas de su sabor. Los momentos en mi vida así lo fueron, viví inicialmente muchas e incontables veces, pero mi comienzo fue una noche, noche que abofeteo mi destino, que tontamente pensaba ya escrito. Esa noche comencé mi viaje, mis ojos más abiertos que nunca, mi conciencia tradujo carteles, señales antes vistas, comprendí que en la circulante sangre había mucho más que color y nombre. Convertida esta en conciencia, posee en sus filas una historia y no solo la mía, en ella se encuentra la memoria de antiguas guerras, de grandes amores, árboles talados, árboles sembrados, de esmeraldas encontradas y de antiguas minas de oro con grandes arrugas de más de 10.000 años, a las que nadie hace referencia por miedo de ellos mismos, la historia de toda nuestra hermosa humanidad. Sí... comprendí que nuestra sangre es un enorme papiro de historia aún sin fin escrita, la que actualmente analógicamente se está escribiendo con millones de plumas llamadas seres humanos.
Nuestra conciencia ya inició su camino, sola se encuentra esperando... que al fin comprendas y así comiences a ser un ser.
Es como si te llevasen solo por nombrar a China, cuyo idioma lejos estoy de entender, y te soltaran justo en el centro de ese inmenso país, lleno de problemas y caras extrañas a tus ojos. Todo sería por demás diferente, tu idioma y costumbres, hasta las facciones de tu rostro no se encuadran en lo mismo, no comprendes lo que escuchas ni lo que vez, pero luego de un tiempo y tal vez como casi siempre en una segunda oportunidad de repetida la historia, comprendes mejor el paisaje en el que te encuentras anclado, y hasta algunos sonidos suenan y te resuenan a idioma, y tu yo ya está por demás muy lejano del que creías conocer, por lo que comienzas a comprender algo de tu viaje y del porqué de esa mochila que cargas, y hasta los misterios de a quién tomas de la mano cobra sentido. Las señales ya no son confusas y aparecen por todos los motivos que miras, todas dan un paso al frente, viaje que inició esa primera vez y que comenzó cuando, y solo cuando decidiste realizar tu primer paso. Mi vida ha sido y se ha ido resolviendo de esta manera. Aunque ni siquiera por un poquito lo noté esa noche que ya les contaré.
Un día nací e inicié un camino lleno de tropiezos, luego de la segunda piedra recién ahí comprendí a la primera, tomando en comprensión y con un enojo menor a la segunda, por lo que comprendí y comencé a caminar de otra manera, mirando el apoyo de mis pasos, saltando obstáculos una vez vistos y apreciando a las que no, mientras el polvo de mi ropa sacudía. Comprendí la lucha en mi interior que existe entre cuervos y palomas.
Por lo que al fin comprendí y recién ahí comencé, notando la diferencia entre inicio y comienzo, supe que el viaje no se inicia, hasta que no se comienza. De lo contrario solo se va por ir, solo se viaja por viajar hasta llegar, para volverlo a recorrer, hasta que al fin comiences a comenzar.
Somos seres especiales en este hermoso planeta, todos iniciamos nuestro camino, caminamos sobre él, ahora me permito preguntarte:¿Has comenzado lo que iniciaste?
Capítulo 2El comienzo
Con Yeye, mi pareja, aunque no se llame así, es como quienes la conocen y quieren lo hacen, por lo que me permitiré referir a la compañera de mi vida en esta manera.
Mujer dueña de unos ojos brillantes y marrones, a mi ver los más hermosos del planeta. Comparables solo a frescas gotas de lluvias sobre las arenas del desierto, de un alma tan dulce que en noche fresca pueden verse brotar terrones en su aliento y sus cabellos, sus cabellos caen como si fuesen cascadas de miel, sobre sus hombros. Paciencia única de abuelas a primer nieto y de una cultura a sabiendas sobresaliente, el arte vinculado a pintura, su rama preferida.
Aunque no le gusta que lo diga, debo comentarlo, para que entiendan por completo mi relato. Dueña de una profesión frustrada como profesora de arte, debido a las exigencias de este maravilloso mundo, por lo que su pasatiempo principal es pintar y visitar galerías y museos.
Me detuve por un instante... El auditorio en un silencio sin retorno, esperando a que continuara, el silencio era tal que podía oírse al niño junto a su madre al final del auditorio, quitar el envoltorio a un caramelo.–Saben...-dije girándome hacia la cortina bordó-:Esta aquí, con nosotros...
Miré a Yeye a los ojos, me ponía miles de caras, para que no hiciese lo que estaba por hacer. En un ademán le dije:-Ven amor, párate junto a mí.-Yeye, en sonrojo y muy apresurada, se acercó a mí, ocultándose tras el atril, como si fuese algún tipo de trinchera. Mientras saludaba con su mano, entre dientes decía-:Te mato.
Continué mi relato... Junto a ella, emprendimos en dualidad una misteriosa empresa progresivamente efervescente sin siquiera darnos cuenta, un día sumado a otro... y a otro... de forma consecutiva, a lo que fuera una aventura, ya sin regreso, aunque quisiéramos a nuestras antiguas vidas, de ignorante y agobiante tranquilidad. Un viaje, mejor dicho, un gran viaje, que no incluye demasiados kilómetros de huellas marcadas por nuestros pies, pero sí cargados sobre los hombros de nuestro intelecto.
Antes de conocernos investigábamos de forma muy poco profesional, realmente no lo hacíamos ni de forma amateur, muy pocos textos eran buscados. Literalmente nos chocábamos y encontrábamos con ellos, los que eran mayormente solo ojeados, de seguro por la falta de algún tipo de interés, que aun ni si siquiera era sospechado.
Ahora sé... que no importa cuán grandes sean los esfuerzos, llegaban a nosotros como si fueran millones de semillas al campo. Alguna debía prender y florecer en aunque no más sea una pequeña duda. También ahora sé... que no era por trama ni mucho menos obra caprichosa de la mal llamada casualidad, sí enteramente de la bien mencionada causalidad.
Aunque por separados, quizás solo porque estos temas nos seguían como niños a globos en parque, eran simplemente leídos por nosotros por insistencia de ellos. Claro que cada uno lo hacía por su lado, y de forma muy salteada, con la continuidad de una casi sin continuidad, de una forma de contadas veces. Podría decirse que en el desierto del Sahara precipitaban más gotas de agua que preguntas a nuestras mentes. Aunque la metodología de llegar en el momento justo ayudaba con respuestas y entregaba soluciones a los crucigramas de pocos renglones, que nos pedía nuestra temporánea y plana vida.
En el caso de Yeye, su nivel de precipitaciones era mayor, a las nubes llenas de ideas y preguntas formadas sobre mi cabeza en estos temas, referidos al destino y paradigmas de nuestra raza humana.
Ya con más edad sujeta y números de documentos en mi documento cada vez más alejados de los nuevos, las ganas de aprender de ambos, en temas relacionados con los orígenes de nuestra humanidad, nos fueron guiando de uno a otro, a temas nuevos, al menos para nosotros... entrelazados de forma misteriosa entre sí, agregando kilos y kilos de levadura a nuestras efervescentes mentes, llenando de nuevas preguntas y muy pocas respuestas.
Como fuere... con Yeye hemos llegado a ver increíbles lugares, disfrutar de aromas, a vivir situaciones, y sobre todo estimulaciones muy extrañas a nuestras mentes, que junto a la imaginación mundana que nos sumía se nos era imposible recrear, por voluntad propia.
Capítulo 3Isabel
Amor-dijo Yeye, en tono de sorpresa, y alegría, mientras revisaba su casilla de e-mail.
-¿Qué pasó...?-le contesté mientras preparaba mate, siempre luego de almorzar me cebo algunos, esto me ayuda con la digestión, o al menos así lo pienso.
-Me contestó Isabel-exclamó excitada-.Dice que si podemos viajar, le encantaría reunirse con nosotros. -Isabel es una señora mayor, que solo conocíamos por este medio, a la que le habíamos escrito ilusionados un par de semanas atrás. Nuestro motivo... Esta agraciada señora tiene en su poder un muy preciado libro por nosotros, que nos interesa muchísimo, al que hace mucho tiempo queremos leer. El que buscado ya por infinitos lugares, habiendo movido mar y tierra, cansado de visitar millares de librerías y hasta escrito a algunas editoriales, no lográbamos conseguirle.
Envuelta para nuestras mentes en una nube de misterio, Isabel en su poder lo tenía. ¿Cómo lo consiguió? Y ¿dónde? Nuestras preguntas.
Ninguno recordamos ya el largo laberinto recorrido, lleno de caminos y nombres, que nos llevó de uno tras otro hasta su nombre y casilla de e-mail.
-Buenísimo, amor... pregúntale cuándo le queda cómodo y viajamos a visitarla. Pídele su número telefónico.Esperando que fuese urgente. Ya que podía aprovechar unos días que me debían de descanso en mi trabajo. Yeye me respondió muy alegre.
-Siii... Deja su número telefónico al pie del e-mail, como también... en PD: dice, cualquier fin de semana está bien, solo tenemos que avisarle.
-Qué bueno, amor-le contesté con muchas ganas de ver ese libro, hasta podía ya sentir su olor.-Podríamos viajar este fin de semana, ¿te parece?-le consulté a Yeye, sabiendo que sería su respuesta afirmativa.Faltaban solo dos días para el arribo del muy preciado sábado. Y en caso de complicarse, podría tomarme los adeudados días.
-Si te parece...-Un poco de dudas, mostró mientras levantaba su mentón. Y cambiando de repente y eufórica exclamo.-Dale, me encantó. -Sin poder agregarle algún comentario más. Yeye ya estaba llamando a Isabel. Se la escuchó hablar de una manera muy amena, parecían viejas amigas, luego de unos cuantos minutos y varias preguntas en sonrisas se despidieron.
-Amor..., nos espera este sábado.-Muy sonriente lo dijo. Mientras lo mencionaba me fundía en ella, junto a su alegría; era tal que me había dejado inmóvil con el mate sin cebar en la mano, sin más movimiento que mis ojos sobre su rostro y el reflejo fisiológico de respirar.
La semana pasó, cada uno con sus actividades, dentro de todo lo normal, aunque muy ansiosos por ver de qué se trataba el libro, que tan difícil era de conseguir. Nuestro entusiasmo aumentaba día tras día, se elevaba como masa leudada cerca de una fogata. Nuestra exaltación muy motivada en espuma, frente a la promesa que nos hiciera Isabel.-Les prepararé una copia de los dos primeros capítulos.
La noche anterior al viaje, cubierta la habitación en la pálida claridad, entregada por una luna en cuarto creciente, iluminados nuestros rostros a través de la ventana, el insomnio se apoderó de mí, utilizando como herramientas a la poderosa intriga y a la irresistible imaginación, que galopaban sin poder detenerlas, como si fuesen atropellos de caballos desbocados.
Yeye se apoyó en mi pecho húmedo, aún de placer, y luego de un apasionado beso me dijo-Hasta mañana, amory simplemente se durmió. Este señor llamado Morfeo se presentó en mis párpados junto a los primeros rayos del amanecer.
No llegué a notar la diferencia de tiempo que hubo desde que mis párpados pesados como bloques de cemento se apoyaron, en la áspera arena que raspaba por dentro. Al entusiasta sonido de la voz de Yeye saludando:-Buenos días, amor.
-Buenos días, corazón-respondí mientras cerraba fuerte mis párpados, rasposos. Como si forzándolos pudiese obligarlos a descansar. Di un par de vueltas en la cama, tratando de conseguir aunque no sea unos escasos cinco minutos más.
Debo haber dormido apenas un par de minutos, cuando Yeye ya tenía todo listo y montado sobre el auto, donde solo faltaba yo.
Dijo:-Amor, tengo todo listo, vamos... ¡Apresúrate!Como de costumbre hasta mi ropa al pie de la cama estaba preparada, ya sin más excusas tuve que levantar los miles de kilos que pesaba mi cuerpo esa mañana. Mi cuerpo no estaba preparado a tanta emoción, rara vez en el laboratorio algo se alejaba de lo rutinario, siendo tema de discusión la temperatura del agua con la que preparábamos café.
Emprendimos nuestro viaje, destino que permanecía oculto en resultados, no sabíamos qué nos entregaría, qué experiencia ganaríamos. Teniendo solo en claro el lugar de nuestra reunión, la capital de nuestra provincia.
Este no es un viaje largo, unas cuatro horas sobre ruta de asfalto, donde solo ya muy próximos a la capital el tránsito aumentaba, por lo que es un viaje muy tranquilo, y acompañándonos como tapices pintados en nuestras ventanas, un paisaje de pocos en el mundo. Realmente un hermoso viaje, para quien pueda apreciar.
Tiempo que aprovechamos y hablamos de temas, mejor dicho de posibles temas de los que se podría tratar este tan misterioso libro llamado,Libro del Ser.
Nuestro viaje solo se detuvo al final, sin obstáculos, ni interrupciones, qué coincidente, era la hora del almuerzo, obligado por nuestros relojes y el sonido de nuestras barrigas. Mientras comíamos el plato del día, que comprendía en un suculento plato de ravioles con cualquier salsa a elección y flan con crema de postre, aprovechamos para fijar horario y lugar con Isabel.
-Aguarde, Isabel, le paso con mi marido, así le explica a él cómo llegar.Recibí el teléfono y noté que su acento no era de nuestro país, mientras recibía indicaciones. Yeye luego de pedirle una lapicera al mozo, anotaba en una servilleta del lugar la dirección y las referencias principales, las que yo repetía en voz alta como si fuese loro, mientras imaginaba en cada calle y palabra nombrada mi tránsito en la ciudad.
Para nuestra suerte no era tan difícil llegar, esta se encontraba en las afueras de la ciudad, y su ingreso era una de las bajadas del acceso.
Luego del postre, y desprendernos los abotonados pantalones, pedimos café para mí, y té de boldo para Yeye. Tratando de aliviar nuestras barrigas y dejar que el tiempo transcurra aproximándose a la hora de encuentro.
Ya sobre el auto emprendimos muy callados, acompañados por el misterio y música suave, al encuentro que sin saberlo aún, marcaría en nuestras vidas para siempre en un antes y un después. No solo por el Libro, nuestra referencia en común, también por las personas que conoceríamos y de la extraña fantasía que formaríamos parte. Que, créanme..., aún pienso que no fue real.
Estacionamos fuera de la dirección fijada por Isabel. A la vista esta era una casa de buen tamaño, ladrillo visto, árboles y lavandas en su ingreso. Las hojas de los árboles en tono de otoño, y las nubes de invierno gris le daban a este lugar más misterio del que podía llegar a generar. Nos quedamos sobre el auto un par de minutos, no queríamos llegar antes de lo mencionado, de igual manera estábamos muy nerviosos, nunca habíamos estado en una situación así.
Justo frente a nuestro auto, estacionó una camioneta de color rojo, descendió de ella un señor de aproximadamente unos 60 años, de poco cabello y de tono blanco como el de su larga barba. Lo vemos pasar frente a nuestro auto, con sus casi metro noventa, de estructura muy delgada y de porte encorvado, en largos y lentos pasos. Sonrió viéndonos y asintió con su cabeza como saludando, a lo que levantamos nuestras manos a dúo, dejando dibujar una mueca de perfecta coordinación. De seguro producido por los mismos nervios sumados, cuanto más transcurría el tiempo más húmedas estaban nuestras manos y pálida nuestra tez.
Nos miramos, nuestras pupilas enfrentadas se dilataban y contraían, respiramos hondo y bajamos directo a la puerta donde ya estaba siendo atendido este señor. A sabiendas de que a la vida hay que morderla para tomar un trozo, nos encaminamos a ella.
Nos paramos detrás de este señor como si de un consultorio se tratara esperando nuestro turno, giró para vernos dejando espacio entre la señora, que parada junto a la puerta, que no pude dejar de apreciar era de una madera firme y forjada con hierro en los laterales, de apertura en dos hojas, con árboles y ángeles tallados sobre ella.
-Buenas-dijo la señora-.¿Tú debes ser Yeye y tu Gustavo?-Sí, somos nosotros-dije.-¿Eres Isabel?-replicó Yeye. No recuerdo haberle mencionado mi nombre, salvo que Yeye lo mencionara, aunque tampoco sentí que lo hiciera.
-Es para mí un gusto, al fin conocerlos, son una pareja muy joven. Disculpen, los presento: él es Francisco, es quien trajo el libro desde Jerusalén.
-Un placer en conocerlos, chicos.Su voz era apacible, muy tranquilizadora, nos hacía falta poner nuestros pies en agua fría, a ver si así bajábamos nuestra tensión.
-Un gusto, Francisco-dijimos a dúo, como si fuésemos dos pequeños hermanitos, frente a un profesor.
-Vengan, pasen y sean bienvenidos a mi hogar-dijo Isabel que con un ademán nos indicaba pasar.
Al ingresar sentimos una sensación, digo sentimos porque Yeye apretó mi mano en el primer paso apoyado luego de la puerta. Una sensación de paz y armonía, era una casa que se hacía sentir, era como si alma poseyera, estaba inmersa de una melancolía muy difícil de transmitir. Un aroma a incienso y de luz tenue provocada por el día nublado generaba una sensación de mucha comodidad.
-Aguarden un segundo, voy a buscar más leños, así no interrumpo nuestra charla una vez comenzada -dijo Isabel.
-Deja que te ayude-se ofreció Francisco mientras ya la estaba acompañando.
Aproveché que nos quedamos solos en la sala, esta daba al patio, donde había hamacas y juegos de niños muy viejos, dejando a trasluz que estos ya habían crecido, y de tener nietos, no venían a visitarla. Los sillones eran de gran tamaño, muy firmes, su madera el fiel roble, con almohadones verdes esponjosos, ubicados rodeando una mesa ratona en la que podía acostarse un niño de diez años si lo quisiera, estando esta frente a una estufa encendida con leños de grandes llamas. A la que Isabel y Francisco fueron a buscar combustible. Toda la sala estaba diseñada en tonos marrones y verdes, como si la paleta de colores fuese solo en ese degradé.
-Amor... ¿Le habías mencionado mi nombre a Isabel?Cosa que aún me intrigaba, no solo por el nombre, también me había dado la sensación de que nos conocían, como si supieran más de nosotros que nosotros mismos.
-No, pensé que tú se lo habías dicho-me contestó, complicando mi estado de aparente tranquilidad.
-No, no lo hice. -Mi tono copiaba los sentimientos que se tornaban inestables, tragando el momento convertido en saliva. En ese instante ingresaron por otra puerta que se encontraba enfrentada a la anterior, que fue su salida. Venían con las manos desbordadas de leños y las dejaron en un recipiente pegado junto a la estufa.
Luego de secar su frente y acomodar su cabello, aseguró Isabel:-Con esto alcanzará.
La sencilla situación del nombre me invadía, no podía quedarme con la duda que hacía eco en mi mente, y bloqueaba ya toda mi atención. Mi mente tampoco estaba acostumbrada a estos trotes. En el laboratorio todo era claro y sin dudas.
-Isabel, ¿cómo supiste mi nombre?-me salió en seco, me desbordó, no me detuve. Mi mente no pudo ponerle freno a mi boca, podría haberle hecho mi pregunta en otro momento, pero fue así, solo salió.
Pero ella inmutable a mi pregunta sonrió, me vio con un rostro muy dulce y acomodando su viejo y seco cabello detrás de sus orejas.
-Solo... lo adiviné-respondió en muecas-. Es que tienes cara de Gustavo.Su respuesta soltó risas tanto en Francisco como en Yeye. Y aunque parezca extraño frente a esa respuesta tan vaga y sin sentido, para mí un poco lo tenía, ya que no era la primera vez que personas me llamaban así, sin saber mi nombre. Pensé... realmente debo tener cara de Gustavo, en susurro de entre dientes dije.
-Si, debes tener cara de Gustavo, corazón-dijo Yeye. Aún en risas. La situación hizo que bajara mis defensas y me entregara a la situación que estábamos viviendo.
-Por favor, chicos, tomen asientodijo Isabel mientras lo hacía en uno de los sillones individuales. Francisco se ubicó en el otro. Y nosotros lo hicimos en el gran sillón del centro.
-¿Pertenecen a alguna religión?-dijo Isabel como para entrar rápidamente en el tema que nos había llevado a esa reunión.
Yeye le contestó que ambos éramos católicos, aunque profesábamos muchas dudas sobre la institución, pero marcó bien firme la posición de que éramos creyentes, de que teníamos muy en claro que algo superior a nuestro entendimiento había. Isabel, viendo que la firmeza era de gran valor, nos consultó:
-¿Creen en la reencarnación?-Mientras Francisco solo observaba atentamente, su único movimiento era el de sus finos y largos dedos interpretando una melodía en el apoyabrazos, ahora su piano.
-Sí, claro-respondí muy seguro. Mientras Yeye asentía con la cabeza.
-¿Qué clase de reencarnación?-nos preguntó Isabel, no entendimos bien a qué se refería, nos miramos creo que pensando lo mismo, no teníamos idea de que hubiese más de una clase, o alguna otra forma. Nuestra cara debió expresar algo, a lo que nos dijo:
-Está bien, chicos, solo pregunto para saber en qué nivel de comprensión están.Arrimándose al extremo del sillón en el que se encontraba sentada, me vio directo a las pupilas, sus ojos eran de una transparencia irreal de iris verde. Era tal su transparencia que podía verse a través de ella parte de las llamas del leño encendido a su espalda, en voz suave nos explicó:-Cangrejo ermitaño es nuestra alma, durante esta vida y la eternidad, sin importar el número eterno cambia y muda su caparazón hasta llegar en fin a destino.Se enderezó, apoyando su espalda sobre el blando respaldo, buscando envión.-¿Están de acuerdo en este concepto?-preguntó mientras se ponía de pie, y nuestras caras daban un sí muy tenue, casi sin notarse.
Nos había dejado sin palabras, aunque estábamos totalmente de acuerdo. Era lo que pensábamos, no con esas palabras pero sí era así para nosotros.
-Siii...-respondimos, a lo que replico rápidamente y sin perder un segundo, casi cortando nuestro largo sí.-No es necesario perder la vida, para reencarnar también se puede en esta, de forma diaria. De ser necesario.
-¿Qué les interesa del libro?-preguntó Francisco. Entretanto Isabel caminaba hasta una gran biblioteca, que cubría toda una pared lateral de la sala en la que nos encontrábamos, cientos de libros, todo tipo de colores y tamaños.
-No sabemos de qué se trata el libro, pero nos interesan estos temas, queremos desarrollarnos, aprender de nuestra existencia-le dije mientras Yeye colocaba una mano sobre mi pierna derecha.
-Estamos investigando, no sabemos qué pensar aún-dijo Yeye-: Por eso estamos aquí, nos intriga y ambiciona saber.
-Me parece muy bien, ese es el camino-contestó Francisco.
Pegada a la gran biblioteca se encontraba una vitrina con objetos de aparente valor para Isabel, tomó desde el centro lo que parecía una caja de buen peso, lo indicó su rostro enrojecido al levantarla. La trajo entre pasos temblorosos hacia nosotros, de golpe macizo y seco lo colocó sobre la mesa, justo enfrente, nuestros ojos se clavaron en él, tratando de ver.
-He aquí el Libro que tanto desean y pocos son invitados-dijo Isabel frente a nuestra cara de asombro. Estaba envuelto en terciopelo negro, con finas líneas doradas y atada con una cinta violeta de puntas negras en forma de cruz, y de nudo en moño. Nos quedamos mirando su tamaño, era bastante grande, pensé que debía haber algo más junto al libro.
-¿Quieren desatar el nudo? Pueden hacerlo como también ojearlo si desean, mientras traeré galletas y un licor casero-dijo mientras sonreía de seguro a nuestra cara.
-Adelante, chicos, ábranlo-dijo Francisco mientras ponía su largo cuerpo de pie, parecía desenroscarse del sillón, para así agregar más leños al fuego, que lentamente se estaba apagando como la claridad que ingresaba por la ventana, ya estábamos entrando en horas casi nocturnas, donde la fogata entregaba casi más luz que la tenue que ingresaba de afuera.
Nos arrimamos a la punta del sillón, tomé la cinta que la ataba, y lento lo desaté, quité el envoltorio de terciopelo negro, desplazándola a lo largo de la mesa ratona. Ahí estaba, era enorme, de unos cuarenta centímetros por unos treinta, pero lo más impresionante era la cantidad de hojas que albergaba, unos quince centímetros de espesor, a la vista un centenar de libros podían formar parte de él. Pensé mientras atraído solo lo observaba... cómo haces para leer esto, o peor aún, quién pudo escribirlo. Su color era violeta, con los escritos en idioma árabe de finos trazos color dorado, como los cantos de sus hojas. Realmente un hermoso libro, le hicimos saber.
-Pueden ojearlo si quieren-insistió Francisco, creo que esperaba ver nuestra respuesta. Al tocar su tapa sentí una fría sensación que me obligo a soltarlo, como el de un golpe eléctrico pero a la inversa, fue como si me absorbiera, en forma de vampiro cada gota de mi energía. Me quedé mirándolo atónito. Quieto sin poder hacer nada más.
-¿Estás bien, amor?-preguntó Yeye, mientras analizaba mis ojos de rara señal, envueltos en una nube invisible a ellos aunque muy densa para mí. Respondí solo con un movimiento de mentón. No creía poder tocarlo nuevamente. A lo que Yeye solo estiró su mano, luego que intentara detenerla, siguió su camino, apoyó la punta de sus dedos para luego tomarlo. Vi en su rostro una rara comunicación, un efecto luminoso se cristalizó en lo pardo de sus ojos, pero de igual manera su envión nunca se detuvo, levantando su tapa, lo abrió. Se creó un vacío momentáneo, las chispas del atizado fuego transitaban circulantes, lo hacían lento, el crujir de los leños aumentó su volumen y su eco se esparció en toda la habitación chisporroteando en todas partes. Sus hojas eran finas como si de la Biblia se tratase, y la tipografía era pequeña. Me miró y dijo: -¿Amor, no sentiste un pinchazo cuando lo tomaste? -Sí, corazón, sentí como si me absorbiera. ¿Vos sentiste algo? -Sí... pero solo el pinchazo, nada más-me contestó de forma tajante.
Interrumpió Francisco:–Es su forma de comunicarse.Toma de su esencia de la misma forma que Uds. lo harán de él.Una rara contestación no muy agradable, para nuestra insulsa y actual realidad se sintió verdaderamente muy extraña. En ese momento llegó Isabel con una plateada bandeja en la que cargaba galletas y un licor a lo que hizo alusión.-Este rico jerez lo preparo yo. Por favor pruébenlo antes que a este otro licor- Mostrando una botella de negro intenso-, provisto por nuestro gran amigo Hermes-dijo mientras nos pasaba a cada uno nuestras copas: rápidamente tomé un poco para pasar el momento.
-¿Qué te parece?–preguntó.
-Muy rico, Isabel.Realmente está muy bueno. Su dulce sabor hacía pasar el trago amargo de unos momentos atrás.
-Ahhh... -asumió exclamando-: Veo que ya lo han abierto. ¿Qué piensan ahora, qué opinan de lo visto?
-Impresionante, Isabel-contestó Yeye mientras yo no podía dejar de beber el exquisito jerez, con la idea aún punzante en mi cerebro, causante de ese escalofrío provocado en mi columna, al tocar el libro. Un eco me decía... Parece tener alma, parece tener alma.
-Veo, Gustavo, que te ha gustado, toma otro poco.Llenó mi copa, por quinta vez. Y comenzó a relatarnos muchísimos fragmentos del libro, se esmeraba mientras trataba de ubicarnos en el tiempo y espacio. Se detuvo diciendo si entendíamos el cambio de ciclo por el que está transitando actualmente nuestro planeta tierra. Y el aumento que día a día se nos unía a nuestra energía esencial, provocando así recíprocamente muchas más ondas electromagnéticas en el planeta, ayudando al cambio dimensional y evolutivo que estamos viviendo. Todos en un conjunto estamos trabajando, sin saberlo.
Siguió hablando en forma de monólogo ininterrumpido, muy apasionada en todo lo que decía, por lo que su energía nos obligaba a prestarle mucha atención. Así entre el jerez, Isabel, Yeye, Francisco y las galletas sin darnos cuenta del tiempo, este aceleradamente pasó, llevándose consigo al oculto sol, he inercialmente traer a la luna detrás de las nubes.
Nuestros rostros eran iluminados por las llamas que seguían siendo alimentadas por Francisco. Isabel se detuvo solo para tomar un trago, tiempo que aprovechó Francisco para preguntarnos si nos interesaba lo que Isabel con tanto entusiasmo nos contaba. Dijimos que nos parecía muy convincente e interesante. Cortó la conversación diciéndole a Isabel que ya era tarde. Y si le parecía nos invitaban a presenciar una reunión que tendrían al día siguiente, con los integrantes de una asociación de la que ellos formaban parte y que Francisco presidía. Isabel contestó:
-Si a vos te parece, para mí está bien.¿Les interesaría venir mañana a las seis de la tarde, a presenciar esta reunión?– Pregunto entusiasmada Isabel.
-Claro que sí...-Emocionada, Yeye, respondió en pregunta-:¿La realizan aquí?
-Sí, aquí, es en mi hogar donde siempre se organizan. Si deciden hacerlo, no tienen que traer nada, solo deben venir, sentarse y escuchar. Como regla... no van a poder emitir sonido, cuando digo no emitir sonido, me refiero a que no van a poder opinar, preguntar, ni siquiera van a hablar entre Uds. Solo se remitirán a escuchar. Es nuestro único requisito hasta que ingresen a nuestra logia, y puedan formar una trinidad.
Nos intrigaba la situación, jamás habíamos pertenecido a una asociación secreta, aunque nos generaba mucho misterio y un poco de miedo, a no saber con qué tipo de situación nos encontraríamos. De seguro muy diferente al laboratorio que día a día habitaba tan acostumbrado. Ya estábamos sumergidos en su profundidad, pensaba a modo de auto convencimiento, qué podría llegar a pasar. De algo estaba seguro, eran varios los indicios que daban a conocer que este ya no iba a ser un fin de semana muy alejado de lo bien llamado normal. Mientras sacaba mis cuentas y lidiaba con mi ser, sobre lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto. Yeye le dijo:-Está bien, mañana a las dieciocho estamos en la puerta.
-Me parece muy bien -alegremente respondió Isabel a lo que acompañó Francisco, diciendo:-Hace falta gente joven que siga nuestro legado y acompañe a Joab...
La respuesta apresurada y convencida de Yeye facilitaba mis cosas, ahora solo tenía que pensar qué me pondría o qué comería, situaciones básicas de la vida cotidiana. Yeye ya había tomado la difícil decisión, ya estaba entrelazado y cerrado el trato. Se puso de pie, me miró y dijo:-Vamos, amor. Vamos-le contesté. Pensaba... ¿Quién será este Joab? O ¿asistirá mañana?
-Los acompaño hasta la puerta -dijo Isabel mientras veía a Francisco que estaba marcando su paso hacia la salida aún pegado a la estufa.
-También me retiro.En lo bajo añadió Francisco separando su alargado y fino cuerpo del fuego, dejó el atizador y se puso a la cola en el viaje con destino a la salida de la casa.
Rumbo a la puerta de salida nos iba mostrando su hermosa y vacía casa, aunque apacible, por momentos se notaba una muy triste. Pasamos junto a la cocina, donde aún sobre la mesada estaban las vacías botellas de licor tan delicioso que bebimos. Recorrimos un pasillo largo y lleno de adornos, en el que al final colgaba una espada de acero brillante, a la que hizo referencia diciendo que era un obsequio, siendo forjada con sangre de las entrañas de la tierra. Comentario que rápidamente fue callado por Francisco. Nos pareció extraña la interrupción, pero apropiada. Luego de muchos comentarios, llegamos a un punto de la casa, el que nos fue marcado.
-Esta es la sala más grande-explicó Isabel-.Es aquí donde se hará la reunión mañana.Lo extraño y un poco abrumador de esta era su color... Era por completo negra, cubierta por telas que colgaban desde el techo llegando a tocar en doble el suelo, que también era de fríos baldosines negros. No había ventanas, o al menos no se veían. Conté siete mesas cada una con tres sillas. Lo que deduje que serían veintiuna personas, lo que no sabía era si estábamos incluidos en esos veintiuno o agregarían dos sillas. Pasamos por su interior, esquivando mesas y sillas llegando hasta su final. Para nuestra sorpresa salimos por una puerta que se encontraba oculta al final de la sala, detrás de la tela negra con pliegues, se ocultaba una puerta que daba al garaje. Este no era tan abrumador, por el contrario era muy luminoso, en él se encontraba un Mercedes Benz amarillo muy antiguo, de faros redondos y llantas cromadas con la estrella impresa en ellas. En añoranza melancólica dijo:-Pertenecía a mi padre. Nos explicó que llevaba 15 años sin usarse, nadie lo había hecho desde su muerte.Fui yo quien por última vez lo condujo, lo traje desde el hospital, lo estacioné y nunca más lo utilicé,nos comentó en un tono muy angustiante, que rajaba en recuerdos su corazón.
Nos paramos en la puerta, saludamos despidiendo a Francisco e Isabel, sin saber aún en lo que nos habíamos metido, en lo que estaba sucediendo, o lo que podría llegar a suceder. Pusimos el auto en marcha y nos marchamos en busca de un hotel para alojarnos.
Capítulo 4Decisión
Había una clara dirección en nuestras almas, parecía nada tener que ver con nuestras apacibles vidas. Camino al hotel, entre zigzagueos y sobre pasos la música no sonó, no cruzamos palabras, ni emitimos sonido alguno. Yeye miraba de forma perdida y sumida en una alta hipnosis a un costado por la ventana, solo eran objetos multiformes, no había personas ni viviendas, mientras mis manos firmes al volante llevando la ruta, cosa que mi mente por completo y peligrosamente no lo estaba. Una mezcla de recuerdos muy intensos en la autopista me llevaban, por toda la situación vivida desde el saludo hasta la despedida de Isabel, teniendo como protagonista el pinchazo que sentí, y de cómo una sensación fantasmal inundó al punto del ahogo mi cuerpo, y de cómo experimenté algo que no me atreví a contar.
Ese fuerte y cortante frío en el centro de mi mente, como si viento de polo helado ingresara por mi nariz, congelando mis neuronas, y de cómo en ese instante el tiempo dejó de moverse, dejando frente a mis ojos proyecciones de siluetas en principio borrosas hasta mejorar sus líneas, como si en foco una cámara quisiéramos poner, hasta que me vi, pero no me vi en cualquier lugar ni momento, en foco la cámara ya, imprimió una foto, la más importante de mi vida... Me vi nacer, ahí estaba ¡era un bebé! ¿Cómo podía ser? Sé que era yo, ya que la mujer en la camilla, la que estaba en el otro extremo del cordón umbilical era mi madre. Esta rara situación me decía o avisaba que algo estaba muy lejos de lo común. Pensaba revolviendo crucigramas en mi mente, tal vez Francisco esperaba algún tipo de rápida respuesta, o confiaba que le relataría lo visto. Mis ojos en pánico le deben haber expresado mi visión. Y entonces recordé lo que Isabel había expuesto sobre la reencarnación, y de que cuando llegó con la bandeja y el jerez nos preguntó qué nos había parecido lo visto. Lo visto... claro ahora entiendo, ella sabía que nos mostraría ese preciso instante o tal vez algún otro hito de nuestra vida. En sonrisa expuesta, pensé que se refería al libro, o tal vez lo había hecho y esto eran todas conjeturas mías, dejando desvanecer la mueca. De todas formas era un camino difícil de tomar. No se trataba de elegir el hotel donde dormiríamos. Era muy complicado y sobre todo para una rata de laboratorio como yo.
Mi cultura en experiencia o lo aprendido en la vida formando parte de ella me decían que el bien y el mal existen, y que siempre se debe tomar el camino del bien, aunque esto tenía ese misterio, de ser bueno y malo. Me decía a mí mismo... por algo estás acá. Tratando de justificar el acto para seguir. Se me estaba mostrando otro mundo, algo oscuro, daba un poco de pánico la posible maldad tenue que asomaba, mostrándose de manera muy presumida, pero a la vez la inconsciencia de no saber nada del mundo real elevaba en número mis ansias por descubrir algo nuevo.
Llegamos a la habitación de nuestro hotel, sin pronunciar más palabras que la de agradecimiento en la apertura de puertas tanto en el ascensor como de nuestra designada habitación. Quitándonos nuestras ropas nos sumergimos en la paz de nuestra alquilada cama. Yeye se apoyó en mi pecho, y de forma contraria a la noche anterior a nuestro viaje, sentía sus pestañas rozarme repetidamente.
-¿No te podés dormir, corazón?-le dije.
-No... ¿Qué pensás de mañana?–respondió con tono de mucha duda. Aparentemente le incomodaba lo que podría llegar a suceder. Dependía de qué pensara yo..., aunque tenía mis dudas, no quería flaquear, me interesaba saber de qué se trataba todo esto. Me intrigaba todo este misterio que nos envolvía como niebla a árbol en prado de Irlanda.
No sabía si contarle lo sucedido junto al pinchazo. El verme nacer activó una glándula desaparecida tras el polvo que habitaba en mis células, me motivaba a seguir, en un par de fuertes soplos despejó pidiendo más. De hacerlo podía influir de forma directa en su duda. Y sería el fin de este viaje, que no sabía en qué terminaría, pero seguro de no hacerlo me encadenaría a la culpa de no haberlo intentado. Recordé... la rara sensación al tocar el libro. Y lo que me dijo de forma tajante, de sentir el pinchazo y que de forma rápida concluyó, que nada más, esto sin que le preguntara nada más, me dije, algo debe haber visto, tal vez por eso vino tan callada camino al hotel. Como de costumbre, no me gustaba quedarme con la duda, y este no sería el caso.
-Amor... ¿sentiste algo?, aparte del pinchazo.
-Sí, una mezcla de temor, recelo, terror y cobardía pasando sobre el final a valentía dejándome en tranquilidad.Pensé, ni cerca de lo mío, aunque quitando las imágenes y solo concentrándome en las sensaciones, había pasado sobre las mismas etapas.
- Y... ¿No viste nada?-pregunté esperando tanto un sí como un no tranquilizador, ya que sería todo más normal, aunque no era lo que mis ansias necesitaban. Un pensamiento muy dual el mío.
-Sí, amor...Luego de un largo suspiro me susurró¡Me vi nacer!De un empujón me senté en la cama, quitándome a Yeye del pecho. No sé si asustado, pero sí sorprendido, la misma imagen, ¿cómo podía ser? Que de solo tocarlo, nos haya transportado mostrando ese momento, ya olvidado. No creo que alguien en este planeta recuerde en detalles su nacimiento. Pensé... tan grande será su poder o como se llame, que solo al tacto, congeló mi cerebro y mediante un haz de blanca y cálida luz desde el centro de mi mente proyectó ese momento, dejando descongelar así el instante, sintiendo cómo crujía el hielo retumbando en las paredes de mi cráneo. ¿Yeye habrá sentido lo mismo?
-¿Qué quieres hacer, amor?-le pregunté, dejándola escapar entre dientes. Respondiendo en tono de mucha duda y de tránsito lento letra por letra dijo: -¿Aaaah... qué te refieres? ¿Si quiero ir mañana?
-Sí, amor... ¿Quieres ir?
-Ya estamos aquí. ¡Claro que iremos!
Dicho esto y notando una seguridad totalmente ambigua y oculta detrás de un muro construido por ladrillos de incertidumbre, decidimos cruzando nuestras miradas, dejando entrever en nuestros ojos una llama que partía desde el centro, motivada y avivada por el aire de nuestra ansiedad, diciendo que iríamos sin importar, total podríamos retirarnos en cuanto nos sintiéramos incómodos. Dejando muy claro esto último.Solo debemos mirarnos y decir... ¡quiero irme!, y nos retiraremos.
Comenzamos hacer conjeturas de lo que podría suceder, cómo sería estar ahí, y de hasta cómo estarían vestidos, claro... Apoyándonos y analizando lo vivido en apenas solo un par de horas. Lo experimentado había llenado todo nuestro torrente sanguíneo, empujando a nuestro corazón un mar de dudas, inquietudes y necesidades.
Yeye me contó lo que había sentido, de cómo su cerebro percibió ese frío y demás. Ambos queríamos aumentar nuestro entender, necesitábamos aprender, darle forma a toda la información reunida este tiempo de sumada acumulación y que aún estaba desordenada en los rincones de nuestras mentes, como si de archivo abandonado en biblioteca se tratase.
A intentar enlazar nuestra conciencia a algo aún por nosotros desconocido y por demás no entendido, a unir fragmentos como si se intentara descodificarEl Zohary la sabiduría de laKabbalah. Comprender algo más que motivar la llegada por medio de buenos actos o de corregir en este tiempo y cuerpo actual errores de vidas pasadas mejorando así esta y futuras. Buscar orden y realización, en comienzo de esa pequeña chispa iniciada al nacer, mostrada hace pocas horas, y mostrada en una llama del tamaño de una vela en nuestros ojos al decidir. En forma de señal, según nuestro criterio, ¡una muy clara señal!
Nuestra conversación fue larga y llena de misterios e ideas un poco extrañas, dejamos no solo volar nuestra imaginación, también lo hizo el preciado tiempo. En pleno debate notamos que el sol pedía permiso por un hueco que dejaba contra la pared una cortina larga y pesada de oscuro tono azul, la que habíamos llenado de alabanzas al momento de ingresar a la habitación, notando sus cualidades de sueño hasta media mañana y que se veía traicionada por ese pequeño rayo de luz que llegaba a tocar en tenue claridad nuestros rostros.
Nuestra entusiasta charla había reaccionado en contra de nuestro sueño, no habíamos pegado un ojo en toda la noche. Me levanté para eliminar esa filtración y así poder descansar, aunque sea nomás hasta el mediodía. Cosa que tampoco ocurrió, abrimos nuestros párpados como si de persianas de acero se tratase, junto al insistente sonido del despertador que de forma muy inteligente y previsora Yeye había programado a las dieciséis.
-Las cuatro de la tarde-exclamó asustada
-¿Cómo que las cuatro?-absurdamente pregunté. -¡Se nos hace tarde! -dijo. Mientras me levantaba de forma agitada siguiendo los pasos de Yeye que ya estaba frente al espejo cepillándose los dientes.
Nuestra necesidad era poder comer algo, ya que nuestro hotel estaba solo a treinta minutos de viaje y la noche podía ser muy larga. Pasamos por un parador, rápidamente comimos y nos encaminamos hasta la casa donde teníamos la cita.
Como ocurriese la noche anterior, no emitimos sonido alguno, nuestros nervios y ansiedad estaban traicionando el uso de nuestras bocas, obstruyendo hasta nuestra laringe. No podíamos ni siquiera rechinar nuestros dientes, parecían estar completamente cosidas con hilos de acero.
Estacionamos luego de varias maniobras en un hueco que quedaba, la calle antes desierta ahora se encontraba llena como si se tratase del microcentro de una gran ciudad. Comenté despegando mis labios a Yeye:– Al parecer mucha gente es la que asiste. Respiramos muy hondo y nos encaminamos, con nuestras manos sudadas y muy apretadas, pasos cortos y pesados hacia la entrada de árboles y ángeles tallados en firme puerta de roble. Nos detuvimos frente a ella, y con respiración agitada nos vimos directamente a los ojos. Recuerdo la expresión de los suyos, de seguro no muy diferente a los míos, con las pupilas dilatadas por el miedo, llenos de una ansiedad difícil de expresar. Hice referencia a nuestro pacto:–Recuerda, amor... ¡Solo una seña!Me devolvió un gesto de aprobación con la cabeza.
Capítulo 5Juramento
Di tres golpes a la puerta, con un hierro que colgaba sobre ella cumpliendo con su función. Luego de unos segundos y un chirrido, esta se abrió. Del otro lado la anfitriona y dueña, Isabel. Estaba vestida con una túnica de lino blanco, que era enlazada en la cintura por un cinto rojo, y sus pies se encontraban sin sentir frío desnudos. Nos miró directo a nuestras pupilas, con esa imagen dulce que otorgaba su cabello banco y de voz suave. Diciendo:
-Justo a tiempo, chicos, ni antes ni después.Hizo una ademán con su mano derecha indicando el camino.–Vengan, pasen, sean bienvenidos.Ni Yeye ni yo pronunciamos palabra alguna, solo ingresamos.
-Esperen aquí en la sala, regreso al instante. Nos dijo Isabel, a lo que solo asentimos con nuestras cabezas, la sala era la misma del día anterior, sus leños quemaban chispeantes. Quedamos en calma y solos, el ambiente estaba sumergido en un silencio tan profundo que podía llegar a oírse los murmullos de nuestra piel al erizarse. No quisimos sentarnos, nuestras palpitaciones eran aceleradas, nuestras manos unas contra otras húmedamente apretadas, solo nuestro dedo pulgar se movía en caricia.
Una cerradura retumbó, como si se golpeara el fondo de una pileta, se abrió una puerta que daba hacia el pasillo llena de unos símbolos tallados que no comprendía, era una persona masculina, de tamaño mediano y escaso cabello. Su vestimenta era la misma que envestía Isabel, solo que este tenía en su cintura un cinto más y de color violeta que se entrelazaba al rojo. Venía directamente hacia nosotros, sus ojos eran profundos, y su tez de un blanco muy pálido, casi de aspecto enfermo. Cargaba en su mano izquierda y sujeta por unas cadenas un recipiente muy similar a una hoya, colgaba y giraba mientras la balanceaba en movimiento pendular, algo venía encendido en su interior, ya que por los orificios ubicados en su parte superior dejaba escapar una clase de humo. Pasó muy cerca de nosotros, llegamos a sentir su aroma a sándalo. Ni siquiera nos miró, fue directamente hasta el fondo de la sala, se detuvo, quedó parado ahí por unos segundos, se giró sobre sus talones desnudos, a la mejor forma militar, volvió hasta el fondo del pasillo, se detuvo frente a la puerta de la que había salido hacía pocos segundos, repitiendo su acto, otra vez giró sobre sus talones y se dirigió hasta el fondo de la sala nuevamente. Repitió este procedimiento varias veces, iba y venía, se deslizaba como si de una sombra se tratase. Flotó por el pasillo hasta que al fin se detuvo, lo hizo frente a un cuadro y quedó inmóvil, inclinando su cabeza como en redención, entrelazaba sus dedos como en rezo, quedando el recipiente muy cerca de sus pies, y agotando la llama de su interior. El cuadro al que parecía adorar estaba hecho en relieve, de color dorado su aspecto metálico opaco, poseía una imagen que había llamado mi atención ya desde el día anterior, ya que se trataba de un águila con dos cabezas, sus alas al máximo extendidas y abiertas y en su garra derecha tenía algo como una pluma y un compás, o algo similar, esto no llegaba a apreciarlo bien desde mi posición. Mientras este extraño individuo quedaba inmóvil ahí, nosotros podíamos ya oír el latido de nuestros corazones. Había una dimensión de conciencia que podía sentirse en la piel. Nos sentíamos extraños, pero la intriga era por demás mayor, por lo que aún no estaba en nuestros planes irnos, no podíamos retirarnos sin siquiera ver el campo de batalla.
Una voz grave y lenta repentinamente como brisa nos quitó en soplo la niebla densa en forma de trance, en el que estábamos sumergidos casi hasta el cuello y al que ninguno de los dos habíamos decidido ingresar. Al abrir los ojos, que pensé que tenía abiertos, una palma se apoyaba en mi frente, lento descendía hasta la punta de la nariz, detrás de ella se ocultaba él, por los huecos entre sus dedos podía verse parte de Francisco. Sus palmas estaban calientes, sentía en el centro de mi frente un remolino, en forma de espiral, que me fundía.
-Cierren sus ojos, no intenten abrirlos, véanme con su centro. Déjense salir, intenten ver-nos exhortaba, asumiendo que lo haríamos.