Érase una vez el Evangelio en los cuentos - Diego Blanco - E-Book

Érase una vez el Evangelio en los cuentos E-Book

Diego Blanco

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¿Qué esconden en su interior los cuentos de la tradición occidental? ¿Por qué durante generaciones se les ha leído y enseñado a los niños? ¿Son meramente ejemplos "morales" o "lecciones de vida" para encauzar el comportamiento de los niños? "Quizá nunca nos hemos tomado en serio los cuentos de hadas. Tal vez porque no hemos comprendido que son las herramientas que, de forma inmemorial, ha utilizado el ser humano para captar los destellos de Dios en la creación e intentar comprender lo que le rodeaba". Diego Blanco ha sabido, a través de este libro sencillo, encantador y bellamente ilustrado, hacer ver al lector aquello que, con un poco de atención, podemos descubir en el interior de los cuentos: que son ecos del Evangelio. "El mundo de los cuentos está más cerca de ti de lo que crees, porque su significado toca la raíz de tu existencia por medio de una fantasía que es más real que la propia realidad". Adentrémonos, pues, en un mundo de castillos, gigantes, madrastras, hadas, zapatos de cristal y casitas de dulces. La verdad del mundo nos aguarda.

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Diego Blanco Albarova

Érase una vez el Evangelio en los cuentos

© El autor y Ediciones Encuentro S.A., Madrid, 2020

© Ilustraciones interiores e imagen de portada: Maialen Echaniz

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Colección 100XUNO, nº 67

Fotocomposición: Encuentro-Madrid

ISBN EPUB: 978-84-1339-344-5

Depósito Legal: M-645-2020

Printed in Spain

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa

y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Conde de Aranda 20, bajo B - 28001 Madrid - Tel. 915322607

www.edicionesencuentro.com

Para Óscar, mi padre, capitán de mar y guerra.

Para Paco, mi suegro, un hombre bueno.

Y para José, mi hijo, que ahora está jugando con ellos en el Cielo.

Deseamos que este libro quede absolutamente fuera del alcance de aquellos que no permiten a los pobres y humildes disfrutar de las migajas de la poesía.

Jacob y Wilhelm Grimm

Prólogo a los Cuentos de la infancia y del hogar

Índice

Introducción

Nota sobre los cuentos

1

Debajo del manzano te desperté

El lobo y los siete cabritillos

2

Será como en los días de Noé

Los tres cerditos

3

Historia de un alma

Blancanieves

4

Se alejó hasta el tiempo oportuno

La Bella Durmiente

5

Sexo, drogas e Instagram

Hansel y Gretel

6

La madrastra contraataca

La Cenicienta

7

Conquistar el Cielo

Jack y las judías mágicas

8

Crisálida

La Bella y la Bestia

9

Ketubá

Rapunzel

10

Moraleja

Caperucita Roja

Agradecimientos

Introducción

Sobre los cuentos de hadas

El ateo siente una creencia positiva de que no hay Dios. Yo no tengo esa creencia. Lo que tengo es una ausencia de cualquier razón para creer en Dios, como tampoco en las hadas. Veo perverso que a los niños se les eduque en falsedades cuando la verdad es tan hermosa. No puedo evitar preguntarme si una dieta de cuentos de hadas repletos de encantamientos y milagros, hombres invisibles incluidos, es dañina desde un punto de vista educativo. ¿Por qué los adultos promueven la credulidad de los niños?

Richard Dawkins

El cielo es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la muerte.

Stephen Hawking

No quisiera parecer muy presuntuoso, pero debes saber que tienes en tus manos un libro de incalculable valor. No se debe a la destreza del autor, por supuesto, ni a la increíble belleza de sus ilustraciones. No. Es que este libro revela un montón de secretos que habían permanecido ocultos casi por completo en el mejor escondite del mundo, ese que está a simple vista justo delante de nuestras narices. Si conoces el camino que conduce al bosque de los cuentos de hadas donde viven Caperucita, Blancanieves y la Bella Durmiente junto con Jack y sus habichuelas, dos hermanos perdidos, un tierno ruiseñor, siete cabritillos, tres cerditos, una bestia, un lobo y un rey desnudo y presumido entre otros muchos personajes, tal vez puedas encontrar, allí escondidos, todos los secretos que viven con ellos. Pero, cuidado, porque son muchísimos los que, desde tiempo inmemorial, han intentado apoderarse de estos secretos y son muchos también los que se han jactado de haberlo conseguido, pero en la mayoría de los casos, lo único que han logrado ha sido disfrazar a los habitantes del bosque con las ideas preconcebidas que habían metido en sus mochilas antes de salir de casa. Eso es porque se acercaron al bosque por el camino equivocado. El folclore, la psicología jungiana, el marxismo, el estructuralismo, la historiografía, el psicoanálisis, el feminismo o la ideología de género lideraron muchas expediciones que pretendían desvelar los enigmas del bosque de los cuentos, pero todas ellas fracasaron porque no lograron atravesar la muralla de árboles que protege su gran tesoro del exterior.

Uno de los secretos más importantes de todos se lo reveló J.R.R. Tolkien a su amigo C.S. Lewis la noche del 19 de septiembre de 1931 usando unas palabras muy sencillas: «los mitos no son mentiras». Algún tiempo después, el mismo Tolkien reveló un segundo secreto, tan importante como el primero, en una conferencia a la que llamó Sobre los cuentos de hadas. El secreto era este: los cuentos contienen «un eco del evangelium en el mundo real1». Cuando escuché el primer secreto me di cuenta de que el viejo profesor de Oxford, al hablar de los mitos, se estaba refiriendo también a los cuentos de hadas. Jacob Grimm dijo que «los cuentos populares son los últimos ecos de los antiguos mitos»2 y demostró sobradamente la conexión entre mitos y cuentos en su Deutsche Mythologie al revelar que las correspondencias argumentales entre ambos no eran en absoluto coincidencias. Y por lo que parece, algo sabía de cuentos ese tal Grimm. Así que al decir que los mitos no eran mentiras también quería decir que los cuentos tampoco lo son. Tenemos aquí, por tanto, la primera de las razones por las que no deberíamos tomar los cuentos de hadas a la ligera, a saber:

1. Los cuentos son verdad

Respecto al segundo secreto, debo confesar que desde que leí por primera vez que los cuentos contenían un eco del Evangelio no he vuelto a dormir tranquilo. Así que son muchos años sin dormir tranquilo. Y como en algo había que ocupar las largas horas de vigilia y la televisión, salvo contadas excepciones, no daba para mucho (¡ay! aquellas noches en Cicely, en la consulta del doctor Fleischman...), entre libro y libro me dediqué a devorar cuentos de hadas, buscando ese eco del Evangelio del que hablaba el profesor. Sabía que estaba ahí porque Tolkien me había dicho que estaba: «no se trata solo de un consuelo para las tristezas de este mundo, sino de una respuesta al interrogante: ¿es eso verdad?». Una cosa era que los cuentos de hadas fuesen verdaderos a un nivel pedagógico o moralizante; ¿pero que fueran ecos del Evangelio? ¿En qué sentido, entonces, eran verdad los cuentos de hadas? ¿Era posible el obstinado final feliz? Si era verdad que la bruja acababa muriendo y la princesa se casaba con el príncipe, ¿qué significaba?

Miraba los cuentos y sus finales felices como quien mira una de esas ilusiones ópticas, esos dibujos en blanco y negro que muestran dos imágenes a la vez: ¿es una anciana o una muchacha? ¿Es un indio o un esquimal? Y sin darme cuenta, como suele ocurrir con estos dibujos, bastó un parpadeo para ver con toda claridad lo que se escondía detrás del primer vistazo. Y la misma sensación de asombro que te invade cuando logras ver el otro lado del mismo dibujo es la que se apoderó de mí cuando al fin comprendí por qué todo el mundo piensa que Eva comió una manzana en el Jardín del Edén, a pesar de que la Biblia en ningún momento especifica cuál fue la fruta prohibida. Todo se debía a una mala traducción, sí, pero también a una jovencita de piel tan blanca como la nieve, labios tan rojos como la sangre y cabellos tan negros como el ébano. Una jovencita, hija de Eva... y de Idún. Después, todo fue encajando de la forma más sencilla. No es difícil encontrar ese eco del Evangelio si sabes que está. Comprendí que la frase de Tolkien no era una insinuación críptica, sino una indicación objetiva. Busca y encontrarás. Por eso, esta se convirtió en la segunda razón por la que no conviene tomarse los cuentos de hadas a la ligera.

1. Los cuentos son verdad.

2. Los cuentos son ecos del Evangelio.

El tercer secreto lo reveló un hombre llamado Bruno Bettelheim en el estudio más conocido que existe sobre los cuentos de hadas, el famoso Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Ni el libro ni el autor pretendían ser considerados religiosos, más bien al contrario. Como Bettelheim quiso interpretar los cuentos de hadas bajo una perspectiva exclusivamente freudiana, para la cual la religión es considerada una neurosis, terminó por reducir su significado todo lo necesario con el fin de hacerlo encajar en los estrechos límites del ateísmo. Sin embargo, y he aquí el secreto, no le quedó más remedio que reconocer que: «La mayor parte de los cuentos de hadas se crearon en un período en que la religión constituía la parte fundamental de la vida; por esta razón, todos ellos tratan, directa o indirectamente, de temas religiosos (...). Muchos relatos occidentales poseen un contenido religioso, pero la mayor parte de estas historias están, hoy en día, olvidadas, siendo desconocidas para el gran público, precisamente porque, para muchos, estos temas religiosos ya no provocan asociaciones de significado universal ni personal»3.

Dicho de otro modo, el hombre moderno ignora el eco del Evangelio de los cuentos de hadas porque la religión ya no le dice nada y además no le interesa. Pero esto no quiere decir que el eco no esté presente. La afirmación de Bettelheim implica que en los cuentos de hadas existe una dimensión mucho más profunda que la psicológica, una capa rica en significado religioso que él mismo califica de importante y que, por desgracia, los especialistas han estudiado muy poco. De todos modos, lo más significativo de este tercer secreto era descubrir que esta dimensión religiosa de los cuentos de hadas no estaba formada por las creencias de las religiones paganas precristianas en las que previsiblemente fueron creados, sino que estaba compuesta por piezas de una fe eminentemente cristiana; al menos, como es lógico, en los cuentos de origen occidental, de igual manera que las narraciones de origen oriental estaban repletas de referencias al islam.

Es bien sabido que en sus primeros siglos de historia, el cristianismo tomó diversos aspectos del paganismo y los transformó, llenándolos de contenido nuevo, como una ayuda para dar a conocer los rudimentos mínimos de la religión a las grandes masas que pedían el bautismo, ya que a causa de su gran número no era posible iniciarlas en la fe como había sido norma hasta entonces. Así, se sustituyeron unas fiestas por otras, se cambió el uso de ciertos edificios o se añadieron algunos aspectos rituales al culto. De igual modo, la Europa cristiana fue adaptando paulatinamente sus antiguas fábulas, cuentos y leyendas de origen pagano y las cristianizó, después de examinarlo todo, quedarse con lo bueno y añadir lo que la tradición oral, con el paso de los años, fue considerando necesario.

Otro estudioso de los cuentos, el ruso Vladimir Propp, más importante que Bettelheim pero menos conocido para el gran público, también defendió sin tapujos el germen y contenido religioso de los cuentos de hadas: «podemos convencernos de que, en los cuentos maravillosos, las formas fundamentales están claramente vinculadas con representaciones religiosas»4. Pero lo que le otorga su verdadero valor a esta idea es que Propp la desarrolló bajo la vigilancia de los comisarios políticos del régimen soviético, una dictadura atea ante cuyas directrices tuvo que plegarse para poder sobrevivir, terminando por convertir sus estudios sobre los mitos heroicos en una serie de cuentecillos sobre superhéroes comunistas, cuya única misión, desde los albores de la humanidad, consistía en promover la revolución y la dictadura del proletariado. Sin embargo, a pesar de haber tenido que llegar a ese extremo, en ningún momento negó u ocultó el significado religioso de los cuentos de hadas, lo cual nos permite comprender hasta qué punto es evidente para todo aquel que los mire con cierta honestidad.

En este tercer secreto, los mayores estudiosos de los cuentos, sean ateos voluntarios como Bettelheim o ateos forzados como Propp, reconocen el eco religioso que existe en los cuentos de hadas, pero no han dedicado ningún esfuerzo en estudiarlos desde esa dimensión, ya que entraría en conflicto con su modelo de ateísmo. Por lo tanto, la tercera razón por la cual no conviene tomarse los cuentos de hadas a la ligera es esta:

1. Los cuentos son verdad.

2. Los cuentos son ecos del Evangelio.

3. Lo admiten hasta los ateos.

Quizá nunca nos hemos tomado en serio los cuentos de hadas. Tal vez porque no hemos comprendido que son las herramientas que de forma inmemorial ha utilizado el ser humano para captar los destellos de Dios en la creación e intentar comprender lo que le rodeaba. La tarea de todos los pensadores a lo largo de la historia de la humanidad ha consistido en responder a las preguntas fundamentales con las que el ser humano nace: ¿para qué vivo? ¿Por qué sufro? ¿Hay algo después de la muerte? Pero antes de que surgiesen los primeros filósofos tal como los conocemos, nuestros antepasados, por medio de los cuentos, ya intentaban explicar la realidad que habían logrado discernir entre las sombras. Esta es la razón por la que el mundo de los cuentos está más cerca de ti de lo que crees, porque su significado toca la raíz de tu existencia por medio de una fantasía que es más real que la propia realidad.

Los cuentos de hadas hablan de Dios, de su Hijo Jesucristo, de la historia de tu salvación. De hecho, cada cuento es una historia de salvación: de la princesa, del huérfano, del pobre. Así como el pueblo de Israel ha transmitido la fe de generación en generación por medio de los cuentos, sobre todo de los llamados midrashim, explicaciones de diversos pasajes de la Escritura con forma de cuento, relato maravilloso, narración popular o leyenda; el Occidente cristiano ha hecho lo propio por medio de los cuentos de hadas. Estos son los midrashim de los cristianos, recogidos en los maravillosos Cuentos de la Tebaida5, en la Disciplina clericalis6 de Pedro Alfonso de Huesca, en la Leyenda dorada7 del beato Santiago de la Vorágine. Los mismos en los que san Jorge derrotaba una y otra vez al dragón y salvaba a la princesa; los mismos que se compilaban en gruesos volúmenes para su uso por los predicadores, como la Gesta Romanorum8, del siglo XIV; los mismos de los que se reía Perrault cuando escribía versiones para criticar a los católicos y sus familias numerosas y entretener así a las damas de la alta sociedad parisina; los mismos que los hermanos Grimm, cristianos calvinistas de fe sincera y pura, incluyeron en su Kinder und Hausmärchen, su Cuentos de la infancia y del hogar, verdadero cofre del tesoro que contiene la mayoría de versiones que pueblan nuestra memoria colectiva.

Por eso no me sonrojo al decir que este libro tiene un incalculable valor, porque se lo dan los tesoros que contiene y que no vienen del autor. Este libro pretende descubrir alguno de estos tesoros sacando a la luz el eco escondido del Evangelio. Lo ofrezco como una pobre herramienta para ayudar a transmitir la fe a los niños de esta generación. Y es que me ha invadido una sensación familiar de urgencia, de prisa y de apremio al contemplar a estos niños a los que jamás les han contado los cuentos como son. A los que se los han cambiado contándolos al revés. De los intentos, honestos muchos de ellos, por estudiar e intentar comprender los cuentos desde diversas perspectivas, se ha pasado a demonizarlos y cambiarlos radicalmente con el fin de arrodillarlos al servicio de la ideología dominante. Espero que este libro te ayude a comprender por qué esto es tan grave, tanto como sería cambiar el texto del Evangelio. Esta es la cuarta y triste razón por la que no se deben tomar los cuentos de hadas a la ligera.

1. Los cuentos son verdad.

2. Los cuentos son ecos del Evangelio.

3. Lo admiten hasta los ateos.

4. Cambiarlos significa renegar de la verdad y del Evangelio.

No me detendré a profundizar en las raíces y las consecuencias de esta apostasía cultural. El formato de este libro nos exige entrar ya en el bosque de los cuentos, dejando inacabada, o mejor, apenas esbozada, esta cuestión. Pero si Dios quiere y la proverbial paciencia de mis editores lo permite, dentro de poco un nuevo libro se encargará de ello. De momento, toca ahora contemplar los cuentos de hadas desde la perspectiva del Evangelio. Interpretémoslos bajo este prisma, a ver qué encontramos. Adentrémonos en el bosque, deprisa, el lobo está a punto de devorar a siete inocentes muchachos que han hecho lo que han podido para esquivar sus engaños, pero no han logrado evitarlo.

Porque el lobo ha sido mucho más inteligente que ellos.

Nota sobre los cuentos

He decidido incluir una versión de cada cuento reducida pero completa en sus partes esenciales antes de su comentario, con una doble intención. En primer lugar, porque tengo la esperanza de que se utilicen para ser leídos a los niños antes de dormir. Para ello, y con el fin de facilitar el contarlos, he procurado conservar lo máximo posible la forma oral en la narración sin dejar de ser fiel al texto seguido. Mi segunda intención es que este libro pueda servir para que, por medio de estas versiones de los cuentos que recoge, pueda conservarse el verdadero espíritu con el que han sido narrados de generación en generación, protegiéndolos así de cambios y adulteraciones que terminen por malograrlos definitivamente. Soy consciente, además, de que es muy difícil elegir una versión de los cuentos que logre satisfacer las expectativas de cada lector. Todos estamos muy influenciados por nuestras lecturas infantiles, nuestras tradiciones familiares y, sobre todo, por las películas de Disney. Por eso, el método que he utilizado para la selección de la versión de cada uno de los diez cuentos que conforman este libro ha sido el denominado Criterio de Tesalónica, a saber, aquel que dicta: «examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1Tes 5,21). Con el fin de facilitar el acceso a las diferentes versiones de los cuentos, el lector encontrará en cada uno de ellos una nota bibliográfica que incluye las distintas versiones utilizadas, su lugar en el sistema de clasificación Aarne-Thompson-Uther, información sobre el largometraje de referencia si procede y cualquier otra información que resulte relevante.

1

Debajo del manzano te desperté

«Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño (...). Por tanto, vigilad».

Hch 20,29-31

El lobo y los siete cabritillos9

Érase una vez una vieja cabra que tenía siete hijitos a los que quería como solo una madre puede querer a sus hijos. Un día tuvo que ir al bosque a buscar comida; entonces llamó a los siete y les dijo:

—Queridos niños, debo ir al bosque. ¡Tened cuidado con el lobo! Si entra en casa, os comerá a todos. El muy villano a menudo se disfraza, pero lo reconoceréis de inmediato por su voz áspera y sus patas negras.

Los niños respondieron:

—No te preocupes, mamá, tendremos mucho cuidado. Puedes marchar tranquila.

Y la madre, más calmada, se marchó a buscar comida.

Pero no pasó mucho tiempo antes de que alguien llamara a la puerta:

—Abrid, queridos niños. Mamá está aquí y os ha traído un regalito a cada uno.

Pero los niños, al escuchar esa voz tan áspera, supieron en seguida que se trataba del lobo.

—¡No abriremos la puerta! —exclamaron—. No eres nuestra madre. Mamá tiene una voz suave y dulce, pero tu voz es áspera y ronca. Eres el lobo.

Entonces el lobo fue a la tienda, compró un gran trozo de tiza y se la comió para suavizar su voz. Luego regresó a casa de los cabritillos y llamó de nuevo a la puerta.

—Abrid la puerta, queridos niños. Mamá está aquí y os ha traído un regalito a cada uno.

«La voz es la de mamá», pensaron los cabritillos, y a punto estaban de abrir la puerta al lobo cuando recordaron las palabras de su madre: «el lobo a menudo se disfraza, pero lo reconoceréis de inmediato por su voz áspera y sus patas negras».

Así que gritaron:

—Primero muéstranos tus patas para que sepamos que eres nuestra mamá.

El lobo puso una de sus patas negras en la ventana y los niños, al verlo, gritaron:

—¡No abriremos la puerta! Nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Tú eres el lobo!

Entonces el lobo corrió hasta la panadería y dijo al panadero:

—Me he torcido el pie. Frótame con un poco de masa.

Y así lo hizo. Entonces el lobo corrió hacia el molinero y le dijo:

—Espolvorea un poco de harina en mi pata.

El molinero pensó: «el lobo quiere engañar a alguien», y se negó a hacerlo. Pero el lobo, rabioso, dijo al molinero:

—Si no lo haces, te comeré.

Y el molinero se asustó tanto que acabó blanqueando su pata. Sí, así son las personas.

Entonces el villano fue por tercera vez a casa de los cabritillos, llamó a la puerta y dijo:

—Abrid la puerta, queridos niños. Mamá está aquí y os ha traído un regalito a cada uno.

Los niños respondieron:

—Primero muéstranos tu pata para que sepamos que eres nuestra mamá.

Y puso la pata en la ventana, y cuando vieron que era blanca, creyeron que era verdad todo lo que había dicho y abrieron la puerta.

¿Pero, quién entró? El lobo.

Los niños, aterrorizados, buscaron dónde esconderse. Uno se escondió bajo la mesa, el segundo en la cama, el tercero en la estufa, el cuarto en la cocina, el quinto en el armario, el sexto debajo del lavabo y el séptimo en la caja del reloj. Pero el lobo los encontró a todos, y sin ningún rodeo se los tragó uno tras otro. Sin embargo, no pudo encontrar al pequeño, el que se había escondido en el reloj. Después de llenar su barriga, salió y se tumbó debajo de un árbol y se durmió.

Poco después, la vieja cabra regresó del bosque. ¡Ay!, qué terrible espectáculo se encontró. La puerta estaba abierta de par en par. Mesas, sillas y bancos estaban volcados por el suelo. Buscó a sus hijos, pero no los encontró. Los llamó por su nombre, uno tras otro, y nadie respondió. Pero cuando llamó al pequeño, una vocecita respondió:

—¡Mamá, mamá! Estoy escondido en el reloj.

Cuando lo sacó le contó que el lobo les había engañado y se había comido a sus hermanos. ¿Puedes imaginar cuánto lloró por sus pobres hijos? Mas al fin salió y el pequeño corrió tras ella. Al llegar al prado, vieron al lobo durmiendo bajo el árbol, roncando tan fuerte que hacía temblar sus ramas. «¿Es posible que mis pobres hijos vivan aún?» se preguntó la madre. Y envió al niño a casa a buscar tijeras, aguja e hilo. Luego, le abrió la barriga al monstruo. Apenas terminado el primer corte, un niño asomó la cabeza. Y la madre continuó cortando y sacando a sus hijos del vientre de la bestia, y todos estaban vivos. ¡Qué felices estaban! Abrazaban a su madre y se abrazaban unos a otros, y saltaban y brincaban como locos. Pero la madre dijo:

—Rápido, id a buscar las piedras más grandes que encontréis. Llenaremos con ellas el estómago de esta bestia impía mientras aún duerme.

Trajeron las piedras muy rápidamente, y metieron en su barriga tantas como pudieron. Entonces la madre lo volvió a coser apresuradamente y el lobo no se dio cuenta de nada. Cuando al fin despertó y se puso de pie, como las piedras en su estómago le daban mucha sed, se acercó al pozo para beber un poco. Pero cuando llegó al pozo y se inclinó sobre el agua para beber, las pesadas piedras lo arrastraron y se ahogó miserablemente. Y cuando los siete niños vieron lo que había sucedido, corrieron y gritaron:

—¡El lobo está muerto! ¡El lobo está muerto!

Y de pura alegría se pusieron a bailar alrededor del pozo, cogidos de la mano.