Erlinda - Fabián Bracamonte - E-Book

Erlinda E-Book

Fabián Bracamonte

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Beschreibung

Erlinda "no me arrepiento de nada" muestra el valor y la entereza de dos mujeres que frente a los infortunios e intrigas de la vida sobreviven cada una a su manera…. Su lucha diaria marca la valentía y fortaleza para seguir adelante pese a las adversidades que su destino les depara.

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Seitenzahl: 287

Veröffentlichungsjahr: 2017

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ángel fabián bracamonte

ERLINDA

“no me arrepiento de nada”

Editorial Autores de Argentina

Bracamonte, Ángel Fabián 

   Erlinda : no me arrepiento de nada / Ángel Fabián  Bracamonte. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: descarga

   ISBN 978-987-761-210-3

   1. Novela. I. Título.

   CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Coordinación de producción: Helena Maso Baldi

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

A mi madre Celsa Bazán,

a mi tía Erlinda Bazán, a la que

tuve el agrado de conocer

gracias a una foto y a las

anécdotas que me contó

mi madre, ambas Q.E.P.D.

Si no confías en ti, quién lo hará,

no te creas más que un mendigo

ni menos que un presidente,

porque del mendigo algo

podemos aprender y al

presidente algo le podemos enseñar.

Si observamos cuidadosamente,

de todo ser podemos aprender,

pero no a todos les podemos enseñar.

Cuatro historiasen una lágrima y un café

La tarde era gris, de nubes bajas que corrían de sur a norte, la temperatura había descendido diez grados respecto al día anterior, los árboles dejaban caer sus hojas, el otoño se acercaba, mientras Deolinda subía por calle República caminando a paso lento sin ningún apuro, el tiempo que marca la edad de las cosas, de todo lo que nos rodea, pasó por su lado como esquivándole para no alterar su hermosa figura. Dos hombres que estaban tomando un café se detuvieron con la taza ya levantada para ver pasar a esa morocha de ojos verdes, alta, delgada, de exuberantes pechos y caderas prominentes. Llevaba puesto un vestido que apenas cubría sus rodillas, color marrón claro, una chaqueta de un tono más oscuro que su vestido, en su mano izquierda un monedero color negro que lo sujetaba a la altura de su vientre y en sus pies unas sandalias del mismo color de su chaqueta. Al caminar el menear de sus caderas provocaba en los hombres los pensamientos más carnales que se pudieran imaginar. Al levantar la vista vio a Erlinda que bajaba por la misma vereda luego de haber doblado por calle Sarmiento. Erlinda era baja de estatura, de tez blanca y ojos color miel, una bella mujer sin tantos atributos. Las dos puntuales se saludaron en las puertas del café e ingresaron, se ubicaron en una mesa dispuesta a un costado de aquel salón, el sector de atención de un mozo a quien Deolinda comenzó a llamarlo amigo sin nunca llegar a serlo. Ese día Erlinda pidió una lágrima con dos medialunas, mientras que su amiga solicitó lo de siempre, un café con una tortillita y una medialuna.

Esa tarde había sido solo de confesiones, hablar de cosas de las que nunca lo hicieron por una y otra razón. Quien inició la conversación fue Deolinda, volviendo al pasado para que Erlinda le hablara acerca de los acontecimientos que la llevaron a ser una mujer distinta a partir del tercer año de la escuela secundaria; ante este interrogante Erlinda contestó.

- Primero tú cuéntame qué fue lo que te llevó a tener tanta popularidad en aquella época, ya sabes a qué me refiero y por qué de la noche a la mañana te casaste sin siquiera estar embarazada y cambiar por completo tu comportamiento una vez que te uniste a tu marido.

- Bueno, Erlinda, comenzaré hablando, pero préstame mucha atención porque oirás cosas que nunca te imaginaste de mí.

- No te preocupes, amiga, desde este momento seré todo oídos, puedes hablar tranquila.

- De mi infancia no puedo platicarte mucho porque crecimos juntas, siempre unidas, donde iba una lo hacía la otra gracias a la amistad de nuestros padres y la confianza mutua que tenían respecto al cuidado de nosotras. Aunque hay algunos acontecimientos que merecen ser contados porque le dieron forma a una etapa posterior de mi vida e hicieron de mí lo que ahora soy; lo que primero voy a contarte involucra a mis padres y a tu madre.

- Por favor haz una pausa, Deolinda, qué tiene que ver mi madre en todo esto, no estarás por decir que tuvo encuentros con tu padre, que me caigo de espaldas si es así, no porque tu papá sea una mala persona o un hombre indeseable, sino porque nunca la creí capaz de tal cosa.

No, Erlinda, no empieces a hacer conjeturas de cada cosa que diga y por favor no me interrumpas, pronuncié dos palabras y me hiciste callar. Ahora permíteme continuar, como tú bien sabes, nuestras madres se conocen desde niñas, siempre existió hasta hoy, con sus ochenta y seis años, una gran amistad. Creo que una de las razones que lo hizo posible se debió a que ambas saben escuchar, porque no todos saben hacerlo. Escuchar no significa solo oír, sino tratar de comprender lo que el otro está diciendo desde la perspectiva de quien está hablando para poder emitir una opinión un tanto más objetiva acerca de la cuestión. Por ello, a la hora de emitir un juicio, lo hacen con total libertad, ya que ambas respetan mutuamente su manera de pensar, su concepción de la vida y del mundo. Cualquier tema es motivo de discusión para ellas, siempre en los parámetros normales, sin querer avasallar al otro con sus creencias, al finalizar sienten haber incorporado una perspectiva más amplia del tema abordado. Nunca oí a mi madre decir algo en contra de la tuya, todas sus palabras han sido y continúan siendo de halagos y de agradecimiento. Por ello es por lo que no existía ni existe hasta la actualidad ningún tipo de secretos entre ellas.

- Ahora bien, tú me conoces, amiga, siempre fui curiosa y de niña lo era aún más, tenía por costumbre escuchar tras las puertas o ponerme en cuclillas bajo la ventana, solía esconderme tras los muebles o las cortinas, quería saber todo cuanto ocurría en mi casa, nada que se dijese podía no saberlo, siempre me las ingeniaba de alguna manera para estar al tanto de lo que acontecía.

- En una ocasión la puerta de la sala quedó entreabierta por lo que podía, además de oír, ver lo que sucedía ahí dentro, los sillones de mimbre están ubicados para que quienes se sienten queden de espaldas a la puerta que conduce a los dormitorios y a uno de los baños de la casa y de frente a la puerta de calle. Una vez Juana, mi mamá, le habló a Josefa, tu madre, acerca de las constantes discusiones que tenía con mi padre a causa de las mujeres con las él tenía filo, lo que más le indignaba era que ella estaba en boca de todos. Le parecía extraño que mi padre después de casarse se hubiera vuelto mujeriego, mientras le hablaba empezó a llorar en silencio, tu madre le tomó las manos, sacó un pañuelo de la cartera y se lo pasó para que secase su rostro humedecido por el correr de sus lágrimas.

- Si bien yo estaba al tanto de estos acontecimientos, escuchaba con mucho interés porque no todas las noches podía escabullirme hasta la puerta o la ventana del dormitorio de mis padres y oír lo que tenían para decirse.

- Doña Josefa, al oír los dichos de mi madre, pronunció estas palabras: tengo dos cosas para señalar, Juana: la primera es lo que mi tía Jovita solía decir: “si te engañan una vez, la culpa es de él, pero si te engañan dos, la culpa es tuya, porque el hombre que lo hizo una vez lo va a hacer siempre, es el mismo caso del hombre que se animó a pegarle por primera vez a su mujer, la va a seguir golpeando toda su vida, todo depende de la mujer si termina con esa relación o continúa permitiendo que la humillen de esa manera”. Algunas deciden marcharse mientras que otras prefieren continuar con el martirio tal vez pensando que algún día todo será distinto. Tú sabes por las habladurías de la gente que él viene haciendo esto hace algunos años y todavía siguen juntos, obvio que lo perdonas, quizás porque crees que va a cambiar; ahora viene lo segundo y préstame mucha atención. El hecho de que él te engañe no se justifica de ninguna manera, ¿pero tú te pusiste a pensar si en algo contribuiste? Tú siempre fuiste muy tímida y pudorosa, en aquellos años cuando hablábamos en el colegio acerca de los momentos de intimidad que teníamos con nuestras parejas, recuerdo muy bien cómo te incomodaban nuestros comentarios. En tu cara se notaba con los gestos que hacías que de esos temas no te gustaba hablar ni incluso oír, en varias ocasiones me dijiste muy molesta, poniendo cara de sentirte asqueada por lo que escuchabas “cómo pueden hacer eso”, recuerdo que expresabas también “cómo pueden permitir que les hagan eso, es asqueroso”, por dentro reía, no de ti, sino de las muecas que hacías. Ahora, anda tú a saber qué le ofrecen esas putas a Jacobo, será que nosotras cuando éramos jóvenes no andábamos fijándonos en hombres casados, teníamos códigos, en cambio las mujeres de hoy han perdido toda la decencia, no les importa si destruyen una familia. Los hombre tampoco se quedan atrás, sé de varios que han desarmado hogares por acostarse con mujeres ajenas, ese ha sido un comentario aparte de lo que estaba diciendo, lo que yo creo es que tu esposo te sigue amando y, si se fija en otras es porque quizás tú le estés fallando en ese sentido, recuerda esto, lo que el hombre no encuentra en su casa o en su cama lo busca afuera, perdóname si me estoy equivocando contigo y eres una leona en estos asuntos, pero lo dudo mucho.

- Como no veo en ti intención de separarte, por eso te hablo de esta manera, es solo mi parecer que puede ser correcto o no, tú lo sabrás; por favor deja de llorar que los hombres en su mayoría son todos cortados con la misma tijera, él no era mujeriego y doy fe de lo que estoy afirmando porque nos hubiésemos enterado, ahora hay que buscar el motivo que lo llevó a convertirse en lo que es y uno de ellos puede ser el que te mencioné, cómo puede no serlo.

- Tienes razón en lo que dijiste, Josefa, él en muchas ocasiones me pidió cosas a las que yo no pude ni podría acceder, algunas con el solo hecho de pensar en ellas me repugnan y otras me generan un poco de miedo debido a los trastornos físicos que pueden llegar a provocar si no se toman las debidas precauciones, pero sé que muchas mujeres lo hacen y los hombres se sienten muy complacidos, pero yo soy distinta, quizás por eso haya vuelto sus ojos a otras tal como tú dices.

- Hasta ese momento de la conversación, Erlinda, no se dijo nada de lo que no estuviera enterada, luego continuó tu madre diciendo.

- Te hago una pregunta, Juana, ¿cuál es tu comida preferida?

- Son las empanadas, pero las preparadas por mi madre, ¿qué tiene que ver esto con lo que estamos hablando?

- Tiene que ver, verás, ahora dime, ¿qué pasaría si todos los días te sirven empanadas para que comas?, ¿no crees que llegará el día en que terminarás por fastidiarte por tener que comer siempre lo mismo?

- Sí, claro, en algún momento seguramente me cansaría o asquearía y tendría deseos de comer otra cosa.

- Pero si en tu casa solo preparan empanadas, ¿qué harías?

- Compraría comida algunos días, ¿adónde quieres llegar, Josefa, con estos planteos?

- Piensa, mujer, tú misma me dices que, si algo te cansa, en este caso refiriéndome a la comida, la buscarías en otro lado, ¿comprendes ahora o tengo que explicarte con más detalles adónde quiero llegar?

- No hace falta, ya entendí la indirecta.

- Lo que sucede, Juana, es que la monotonía en todos los órdenes de la vida a la mayoría de las personas las cansa, las aburre, en mi caso, por ejemplo, saber que llego de la escuela y tener que cocinar para servir a mi marido porque los dos llegamos a la misma hora y para colmo él no sabe ni freír un huevo, todo eso me agota, por ello tenemos por costumbre los fines de semana comprar comida, sábados y domingo no cocino para nadie. Lo mismo pasa en cuestiones de la intimidad, cada tanto hacemos algo distinto, algunas les complacen más a él que a mí, otras a la inversa, es decir, más a mí que a él, así llevamos bien nuestra vida de pareja, porque hubo un tiempo en que los dos nos estábamos hartando de hacerlo siempre de la misma manera, por lo que de común acuerdo decidimos que teníamos que darle un giro al asunto, esto nos sirvió para unirnos más; quizás sea eso lo que Jacobo desea, un cambio. Por estas cuestiones muchas parejas se separan, incluso las que tienen muchos años de vivir juntos, a esto lo sé por colegas que son mayores que nosotras a las que les tocó vivir este tipo de situaciones. Lo que te aconsejo es que trates de soltarte un poco más y veas qué pasa, si él cambia sigue adelante, si no lo hace, sepárate, porque si continúas serás una infeliz toda tu vida y la vida es demasiado corta para desperdiciarla a la par de alguien que no te hace sentir bien, te hablo desde la experiencia por haber vivido una situación similar, no sé qué más decirte, amiga.

- Gracias por tu consejo, lo pensaré y veré qué hago.

- Juana, no vale la pena sufrir por un hombre habiendo tantos en el mundo, deja de lagrimear y dale para delante, me tengo que ir, voy a preparar la clase de mañana, les estoy dando las tablas de multiplicar en matemáticas y estamos viendo la cadena alimenticia en naturales, voy a hacerles los dibujos en los afiches así les muestro, pero antes de irme quiero que me muestres tu bella sonrisa, no quiero dejarte así,

- Entonces mi madre levantó levemente la cabeza y una sonrisa esbozaron sus labios.

- Así me gusta y recuerda, no hay mal que dure cien años, me voy porque se me hace tarde, regreso en la próxima semana para que me cuentes qué hiciste o decidiste hacer.

- Finalizada la conversación me aparté silenciosamente y fui a seguir con mis obligaciones recordando cada una de las palabras mencionadas, pero no pudiendo comprender algunas frases oídas.

- A la semana siguiente regresó doña Josefa a visitar a mamá, esta vez quien la atendió fui yo, primero la saludé y luego le pregunté.

- ¿Busca a mamá?

- Sí, Deolinda, ¿se encuentra?

- No, fue al almacén de don Chacón a comprar los ingredientes para hacer una torta, mañana cumple años un alumno y quiere celebrarlo con todos sus compañeritos.

- En ese momento salió Jacobo, mi padre, a ver con quién estaba hablando, al ver a tu madre la saludó e invitó a pasar.

- Entra, ya debe estar por regresar, hará media hora que salió.

- Quedando una de las dos hojas de la puerta de calle entreabierta, se sentaron en los sillones de la sala.

- Ve, Deolinda, y continúa con tus tareas, no olvides cerrar la puerta cuando salgas.

- Bueno, papá.

-De inmediato salí al patio, por un costado de la casa me dirigí a la puerta de entrada, me senté en el umbral con sumo cuidado para no ser descubierta. En dos oportunidades pasaron mis amigas Licha y Marta y tuve que hacerles señas poniendo mi dedo índice junto a los labios en forma perpendicular en señal de silencio, mientras atenta atendía lo que ahí dentro se decía.

- Hace algún tiempo que no te veía, ¿cómo andan tus cosas, Josefa?

- Mis cosas andan bien, pero no tan bien como las tuyas.

- Perdón, no comprendo, ¿a qué te refieres?

- Oí comentarios de que estás atendiendo a la mujer de Diamante, el comerciante, que aprovechas para cuidar que no le falte nada cuando él viaja a Tucumán a visitar a sus padres.

- Perdón, Deolinda, que vuelva a interrumpirte, ¿me estás diciendo que tu padre se atrevió a engañar a tu madre con esa vieja loca?

- Sí, así es, pero en ese entonces tan loca no era, es más, no sé si es o se hace la loca para obtener todo lo que quiere, el asunto es que eran amantes.

- Por favor no te dejes llevar por los comentarios, tú sabes que si te portas bien hablan mal y si te portas mal con mayor razón lo hacen.

Esto me lo contaron, pero yo los vi ingresando a Huaycama un martes por la mañana bien temprano, seguramente ese día llegaste tarde a tu trabajo, hará quince días, ahora permíteme que te haga una pregunta, Jacobo, ¿Juana merece que le hagas esto?

- Voy a responder solo porque eres tú, si fuese otra persona le diría que deje de andar metiendo sus narices donde no le corresponde. Para que comprendas te explicaré todo desde un principio, cuando nos casamos su padre le obsequió esta casa como regalo de bodas para que vivamos, antes de instalarnos compramos algunos adornos para decorarla y cambiamos las cortinas porque las que tenía no eran del agrado de Juana, al ingresar por primera vez observé que estaba completamente amoblada, el primer año nos llevamos bien, en el segundo comenzaron a aparecer algunos problemas y con el transcurrir de los años estos problemas se profundizaron, lo que originó que nuestras discusiones se volvieran más acaloradas a medida que pasaba el tiempo.

- Disculpa que te interrumpa, no quiero entrometerme en sus asuntos, pero tú sabes cómo aprecio a Juana, es como la hermana que nunca tuve, pero quisiera saber por qué discuten, no lo tomes a mal, quizás pueda ayudarlos si decides contarme.

- Solo porque sé lo mucho que la quieres a mi mujer lo haré, lo que me mata es la monotonía, el hacer siempre lo mismo en todos los órdenes de la vida, si me preguntaras acerca de mi trabajo en la escuela te respondería que amo mi profesión pero hay días en que desearía hacer algo distinto, no tener que llegar y pararme frente a la clase, comenzar a explicar, dictarles, escribir en la pizarra, borrar para volver a escribir, estar así toda la mañana; en esta casa un día es un calco del siguiente, nunca algo distinto, otro tema es que a Juana no le gusta salir, con decirte que Deolinda conoce el cine gracias a sus amigas, esa niña no sabe lo que es almorzar o cenar fuera de casa. Como verás, al casarnos algunos hábitos que tenía quedaron de lado, pero no es solo eso, ella sabe que la polenta no me gusta, a la fuerza tuve que acostumbrarme para no quedarme sin comer, sabe que siempre me gustó leer, no hay vez en que me vea leyendo que no me llame para que le ayude en lo que está haciendo, a veces pienso que me lo hace a propósito. Esas son algunas realidades que puedo mencionar, pero la lista es larga. Como verás, muchas cosas se modificaron en mi vida, dejé de reclamarle solo para evitar más problemas de los que ya tenemos. Sin embargo, en una sola cosa que le pedí que cambiara, aunque más no sea un poco, nunca lo quiso hacer, ni siquiera lo intentó. Si pude acostumbrarme o adaptarme a lo que ella desea, porque no hace lo mismo y me complace en lo que le pido, ¿por qué debo ser el único que tiene que sacrificarse en esta casa?

- Como están las cosas lo mejor que puedes hacer es separarte, así le evitas la vergüenza de que todo el pueblo sepa que es una cornuda consciente, no solo ella queda mal con tu comportamiento, sino tú también. Imagino lo que debes pedirle, tienen problemas en sus relaciones íntimas, ¿verdad?, poniéndote colorado me estás dando la razón, ahora comprendo mejor el asunto, porque tú accediste a sus requerimientos ahora pretendes que ella modifique su comportamiento en la intimidad.

- Lo que mi padre desconocía, Erlinda, era que doña Josefa una semana antes visitó a mi madre y en ese encuentro quedó empapada del tema en cuestión.

- Tu madre continuó diciéndole, ¿hablaste con ella?

- Sí, me cansé de hacerlo.

- ¿Y tanto te afecta para que hayas decidido andar revolcándote con una y otra? Si la amas la tienes que respetar, si pretendes que se comporte como las mujeres con que te acuestas, con ella no lo vas a conseguir, como ya te dije, sepárate, es lo mejor que puedes hacer por el bien de los tres.

- Muchas veces pensé en hacerlo, pero tenemos una hija que nos une.

- Esas son excusas, Jacobo, no la pongas a la niña en medio que no tiene nada que ver con sus problemas, por qué no le preguntas a tu hija qué prefiere, si continuar viviendo en un clima de tensión por sus constantes discusiones o que hagan su vida por separado y sean felices; conociendo a Deolinda estoy convencida de que elegiría verlos a cada uno por su lado a vivir juntos de la forma en que viven.

- Ahora quiero que pienses por un momento en lo que tengo para decirte, las cosas que ella exige de ti son de naturaleza distinta a las que tú esperas de ella, lo que tú pretendes son cuestiones más difíciles de modificar, te estás equivocando al mezclar asuntos que no tienen relación alguna. Te pido que imagines la misma situación invertida, tú eres quien actúa y piensas como Juana y ella lo hace como tú, tú eres a quien no le gusta salir, a quien cuando la ves leyendo de inmediato le pides algo para interrumpir su lectura y que Juana sea quien pretende modificar tu comportamiento en la intimidad, que ella desee que en sus relaciones sexuales cuando te pones en la posición del misionero introducir su dedo medio en tu trasero, ¿sabes que hay mujeres que disfrutan haciéndolo, se excitan más?, si te lo pide, ¿tú que responderías?

- No, cómo piensas que me dejaría hacer eso.

- Ahora estamos hablando de modificar comportamientos de la misma naturaleza como te decía en un principio, si Juana te hubiese engañado con otro hombre que sí le permite introducir su dedo en ese lugar, ¿qué hubieras hecho?

- Entiendo lo que quieres decirme y me da mucha vergüenza hablar de esto contigo, Josefa, por favor dejemos acá esta conversación.

- Como tú digas, Jacobo, por favor discúlpame por el ejemplo que te di, solo quería que sepas que en esas cuestiones a veces no se puede ceder, estás siendo muy injusto con ella. Piénsalo, te repito una vez más y con esto me voy, no mezcles las cosas porque tú eres el que está fallando y la culpas a ella. Ya se me hace tarde y me tengo que ir, dile a Juana que vine a visitarla.

- Gracias por tus palabras, Josefa, pensaré en lo que me dijiste, pero no puedo prometer nada, le daré tu saludo.

- Cuando advertí que doña Josefa se levantó del sillón, volví silenciosamente a mi habitación sin que nadie sospechara que estuve ahí.

- Deolinda, no puedo creer que mi madre le haya hablado con esas palabras a tu padre y los ejemplos tan groseros que utilizó para ser más gráfica, para que no le queden dudas a tu padre de lo que estaba hablando, hubiese pagado para ver la expresión de su rostro en ese momento.

- Es verdad, Erlinda, te digo más, ella en ningún momento titubeó para hablarle, con toda tranquilidad lo hizo, a la distancia recuerdo aquel momento y me dan ganas de reír.

- Una semana más tarde, al regresar mi madre de su trabajo, ve a un costado de la puerta de entrada tres valijas y levantando una por una, por su peso supuso que las prendas de mi padre estaban ahí dentro, cuando ingresó a su cuarto lo encontró recostado apoyando su espalda en el respaldar de la cama, sin decir una palabra se levantó y dirigió a la sala de estar, por la expresión en el rostro de mamá, supuso que vio las maletas. Una vez que ella se hubo cambiado de ropa se dirigió al living y lo encontró sentado en uno de los sillones de la sala, se ubicó a su lado, en esos momentos al notar que estaban por entablar un diálogo que por la expresión de sus rostros se trataría de un asunto bastante serio, me quedé tras la puerta como de costumbre a oír qué tenían para decirse, quien comenzó la conversación fue mamá diciendo.

- Te vas.

- Así es.

- Tan de repente, como si alguien te corriera.

- Nadie me corre, solo que deseo hacerlo, hace bastante que vengo prolongando esta decisión pensando quizás que tú cambiarías conmigo, pero eso nunca sucedió.

- Cambiar en qué sentido.

- Cómo en qué sentido, por lo único que siempre discutimos y hace algún tiempo que por no discutir más decidí no volver a tocar el tema y que en esta casa se haga todo a tu antojo, como fue siempre, porque mi opinión nunca importó.

- Yo pensé que ese era un tema cerrado.

- Te equivocas, no te reclamé más porque me cansé de hacerlo y sin ningún resultado.

- Increíble que por eso te vayas, porque no te satisfago en la cama haciendo lo que tú me exiges.

- Lo increíble es tener una mujer a mi lado y que estemos juntos de la forma en que tú te sientes más a gusto y para colmo de males una o dos veces al mes y el resto tener que arreglármelas solo, por eso comencé a buscar otras mujeres, no porque no te ame, sino por rabia de sentirme solo teniéndote a mi lado, solo de boca dices que me amas, pero nunca supiste demostrarlo con hechos.

- Más importante que la cama para mí es el compartir una taza de té, el sentarnos a matear, que todos los domingos podamos ir a misa junto a nuestra hija, a eso le doy más valor, porque son realmente las cosas que más importancia tienen y nos unen como familia y no si abro más las piernas o me pongo en tal o cual posición.

- Lo que tú dices para mí también es importante, hace a la unión de la familia, sin embargo el único que se ha sacrificado para que las cosas anden bien he sido yo, porque soy quien tuvo que adaptarse a todo lo que tú impusiste desde que llegamos a esta casa, en un principio lo hacía rezongando hasta que me cansé y decidí hacerlo sin emitir sonido alguno, siempre cuidé de ser el mejor esposo tratando de complacerte en todo y tú en algo que a mí me satisface ¿pudiste complacerme?, ¡no! Claro que no lo hiciste, y te digo más, si no me hubieras impuesto nada al llegar a esta casa, acá reinaría la paz porque yo tampoco hubiese exigido nada de ti, no me voy a morir porque no hagas tal o cual cosa en la cama, no sé, quizás sea yo el equivocado o quizás no, el hecho es que esta situación me tiene harto y lo único que sé es que quiero terminar cuanto antes con esto, de lo único que estoy convencido es de que, cuando encuentres a otro hombre, ese sin ningún esfuerzo logrará lo que a mí me negaste, porque vas a pensar que ya perdiste un hombre por este motivo y dos no vas a querer perder, me corto los huevos que así será.

- Eso es todo lo que tienes para decirme, Jacobo.

- Eso es todo.

- Levanta tus cosas y vete ahora mismo, ni un segundo más te quiero en mi casa, pero ten siempre presente que yo te amo y si no cedo a tus pretensiones no es porque no te ame, sino porque no me gusta lo que me pides.

- A mí tampoco me gustó lo que me obligaste a aceptar, Juana, sin embargo, por amor lo hice.

- Tú dices que yo te obligué, es mentira, siempre te pedí y sin decir nada accedías, si a ti no te gustaba y me hacías creer que lo hacías con cariño como yo pensaba, es tu culpa por no ponerte firme y decirme: “Juana, no quiero hacerlo porque no me gusta” y punto, ahí se terminaba todo, ahora resulta que soy quien siempre te exigió, en cambio tú me insististe hasta no hace mucho tiempo en que haga todas esas cochinadas que te imaginas y no tuve ningún inconveniente en decirte que no, además nunca te oí rezongar cuando te pedí algo, porque si lo hubiese oído de inmediato te preguntaba por qué lo hiciste.

- Me voy, pero recuerda, todo lo que a mí me negaste al próximo que venga le darás y sin que él te lo pida.

- Vete, me cansé de oír toda esa sarta de estupideces que estás diciendo.

- Entonces papá, levantando sus maletas, como pudo tomó dos en una mano y la más grande con la otra, se alejó rápidamente, volvió a la casa de sus padres, su habitación estaba como la había dejado doce años antes cuando decidió casarse y marcharse de su hogar.

- Al oír esta discusión, parada detrás de la puerta, entré en mi habitación y comencé a llorar, mi madre al oírme ingresó y me preguntó.

- ¿Por qué lloras?

- Papá se fue, ¿verdad? ¿Por qué no hiciste lo que él te pedía así se quedaba?, ¿por qué dejaste que se fuera?, escuché todo, él siempre renegó de ti, varias veces le oí hablar solo en su habitación diciendo que acá las cosas se hacen de acuerdo a tu voluntad y que él es un cero a la izquierda que no tiene ni voz ni voto.

- Qué te pidió y no supiste complacerlo, tan difícil era que preferiste que se marchara y que la familia se desarmara, él siempre hizo lo que tú le pediste, por qué no hiciste lo mismo que él, lo obligaste a que se marchara con tu decisión.

- Eres chica, algún día lo comprenderás y entonces podrás tener una mejor opinión acerca de este asunto.

- Si tu papá me hubiese amado me habría aceptado tal cual soy.

- Entonces tampoco tú lo amaste porque no pudiste adaptarte a lo que él es.

- Mamá quedó en silencio al oír esta última frase.

- El que calla otorga, como dice el dicho, ahora vete y déjame sola.

- Sin decir una palabra cerró la puerta y salió de mi habitación.

- Esa noche supongo que mamá no pudo dormir quizás pensando no solo en los dichos de papá, en las palabras de doña Josefa, tu madre, en lo que yo le dije, se habrá cuestionado todos estos comentarios.

- Mi padre al llegar a su casa con las valijas, mis abuelos que estaban transitando la última etapa de su vida le preguntaron.

- Jacobo, ¿qué sucedió?, ¿por qué viniste con tus valijas?

- Él respondió:

- La relación con Juana no da para más, me cansé de ella.

- Dime la verdad, hijo, exclamó mi abuela.

- ¿Será que Juana se enteró de que estás festejando con otras pájaras? -Así las llamaban a las mujeres que ponen los ojos en donde no hay que ponerlos, en hombres casados.

- Mi abuelo levantándose le dijo:

- Deja ahí tus valijas y sígueme, tenemos que conversar.

- Levantándose del sillón lo acompañó a la galería donde podían hablar tranquilos sin ser oídos ni interrumpidos.

- Ahora dime, hijo, ¿cuál es el motivo real de tu separación?, ¿la dejaste de amar a Juana?, ¿es eso?

- No, papá, cómo se piensa; Juana es todo para mí.

- Entonces por qué estás acá si me dices que es todo para ti?

- Entonces papá comenzó a detallar las cuestiones antes mencionadas mientras el abuelo con toda atención lo escuchaba. Al finalizar se levantó apoyado en su bastón y acercándose a mi padre lo miró fijamente a los ojos y con una sonrisa, le dio vuelta la cara de una cachetada.

- Lo hago para que reaccione, porque si ese es el motivo, en algún momento te arrepentirás, cuando el tiempo pasa estas cuestiones se vuelven triviales, recuerda, no siempre se es joven, con los años no vas a tener la misma vitalidad. Vuelve con ella, ahora no te complace, pero en algún momento de tu vida, cuando llegues a mi edad, podrás ver las cosas como ella las ve ahora, no todo en la vida es como uno quiere. Con Juana tienes una hermosa hija, te cuida, lava tu ropa, te cocina, mantiene la casa limpia y en orden, además contribuye con la economía del hogar, qué tal si encuentras una mujer que solo te haga feliz en la cama y que no sepa hacer nada, que llegues de tu trabajo y encuentres la casa sucia, desordenada, que tengas que cocinar, lavar tu ropa y de paso la de ella también, te aseguro que en esos momentos la vas a extrañar, escucha el consejo de este viejo que te lo dice por tu bien.

- Entonces, papá, ¿tengo que volver con ella?

- Así es, Jacobo, valórala por todas las cosas positivas que tiene y no tires una relación de años solo por un aspecto negativo, pon en la balanza lo positivo y lo negativo, de acuerdo para donde se incline, decide.

- Acostúmbrate a decir no a las cosas que no te gusten, Juana es buena, es una de la persona más razonables que he conocido, deja de andar saliendo con una y otra, porque te aseguro que si algún día algo malo te sucede, ojalá nunca vaya a ocurrir, ninguna de esas mujeres permanecerá a tu lado, la única que estará contigo será la que siempre te amó, no pienses con el de abajo, piensa con la de arriba, que el de abajo no te domine, que si lo hace el día que te deje de funcionar, te encontrarás solo y triste pensando en la familia que pudiste haber tenido. Piensa en el futuro, no solo en el presente, porque este presente que estás viviendo con esas mujeres no será eterno como puede serlo con la mujer que decidiste que te acompañe por el resto de tu vida, la que te ama aun sin que lo merezcas.

- ¿Cómo puede estar tan seguro, papá, de que me ama?

- Porque en varias ocasiones fuimos a su casa de visita y la encontramos llorando, el motivo eras tú, se había enterado de que estabas viéndote con otras mujeres. Escúchame bien lo que tengo para decirte, la mujer cuando ama es capaz de perdonar muchas veces hasta que llega un momento en que se cansa y no lo hace más, entonces o se marcha ella o lo corre a él y cuando esto sucede es difícil restablecer la relación. Ahora quédate esta noche, pero no vayas a desarmar las valijas, mañana hasta el mediodía te doy plazo para que vayas y le pidas perdón y le prometas que nunca más la engañarás, porque la próxima vez que decidas irte de esa casa o que ella no desee verte más ahí, por favor no vuelvas para acá que si yo sigo con vida no te voy a recibir, porque no te crie ni te di ningún mal ejemplo para que te comportes de esa manera, ¿me entiendes?

- Sí, papá, lo entendí y gracias por su consejo.

- Ahora ven y dale un abrazo a este viejo que tanto te quiere, perdóname por haberte asentado con dureza la mano en el rostro, solo pretendía que reaccionaras y me escuches con más atención.

- Esa noche tomaron sopa que había quedado del mediodía y en silencio mi abuela levantó lo que había puesto sobre la mesa, lavó lo que había que lavar y sin decir palabra alguna todos se acostaron.