ESTACION MINISTRO CARRANZA y las letras de un sueño olvidado - Teresita Vignolles - E-Book

ESTACION MINISTRO CARRANZA y las letras de un sueño olvidado E-Book

Teresita Vignolles

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Beschreibung

"Roberto, joven destacado socialmente y signado por la pertenencia a la alta sociedad, gestada desde un escalonamiento de fuerte empeño laboral de sus padres, escritor fracasado y sin obras presentadas, que la suerte lo lleva a encontrar un arcón con hojas amarillentas no editadas sobre las que realiza un plagio exitoso, pero transitorio, ya que finalmente un día su verdadero autor se sorprende leyendo su obra extraviada, circunstancia fortuita que origina desenlace de frustraciones y otras pérdidas en el personaje. Su resiliencia lo lleva a un periplo de aventuras con final abierto, hasta la última página " Teresita Vignolles

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Seitenzahl: 123

Veröffentlichungsjahr: 2022

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EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Teresita Vignolles

ESTACION MINISTRO CARRANZA y las letras de un sueño olvidado

Índice

Prólogo

Agradecimientos

La Autora

Capítulo 1: El Arcón

Capítulo 2: El Tesoro

Capítulo 3: Las Vueltas de la Vida

Capítulo 4: Reencuentro

Capítulo 5: La Estación del Tiempo

Capítulo 6: La Niña

Capítulo 7: Verdades

Capítulo 8: Madres

Capítulo 9: Amor de Verano

Capítulo 10: Cuento de Hadas

Capítulo 11: La Llegada de los Inmigrantes

Capítulo 12: Jorge

Capítulo 13: Memorias de la Infancia

Capítulo 14: Reencuentro con el Pasado

Capítulo 15: El Despertar

Capítulo 16: Con Estilo Propio

Capítulo 17: Niní

Capítulo 18: Solange

Capítulo 19: El Reencuentro

Capítulo 20: Las Familias

“Cuando pienses en rendirte, recuerda la razón por la que empezaste”Autor desconocido

“Las mejores y más bellas cosas en este mundono se pueden ver o incluso escuchar,pero deben sentirse con el corazón”

Helen Keller

Prólogo

La vida de Roberto no era muy diferente al modelo trazado por otros para él. Un alma, como muchas, siempre ocupada en complacer a su entorno, en ajustarse a las normas, en no ser diferente. Y por no serlo, la sociedad, tanto como su familia, lo consideraba “uno más” entre ellos. Algunos reproches cercanos, de vez en cuando podían recordarle que la vida esperaba mucho más de él. Que dejara su marca personal entre los logros del nombre de su familia. En su imaginación, aquello sucedería el día que sus novelas alcanzaran la vidriera de las librerías más famosas, y la sociedad lo aclamara por su talento. Quizá algún día lo lograría, solo que, de momento, “pertenecer” le parecía más importante.

Pero los designios de la vida tienen su propio tiempo, y llevaron una tarde a Roberto a descubrir un pasado, que no era suyo. Un pasado de “otros”, que sí tuvieron la fortaleza de desafiar mares, distancias y el tiempo para seguir un sueño. Sueño que, de pronto, encontró su camino hacia las manos de Roberto. ¿Hacerlo propio, o no? ¿Adueñarse de la oportunidad para alcanzar su éxito, o no? Y si lo hiciera ¿sería el amor de Solange suficiente para acompañarlo a enfrentar los embates que lo aguardaban?

Su elección llevará a Roberto a perderse en los laberintos del destino, a entregarse al abismo de la gloria, el amor y el dolor. Un camino que también lo guiará a comprender qué significa “no pertenecer”.

Con los años, mirando el reflejo de una botella a medias vacía, sentado en un viejo banco frente a la estación Carranza, la vida dio a Roberto el tiempo para descifrar sus caprichos. Fue entonces, cuando comprendió quién realmente era y se encontró frente a una nueva pregunta. El éxito y los fracasos son solo oportunidades para vivir, pero es el amor lo que da su verdadero sentido a cada experiencia. ¿Podría el amor sobrevivir a sus decisiones? Solo Roberto, y no su espejismo, reflejo de otros, sería capaz de buscar esa respuesta.

Agradecimientos

Han sido muchos los momentos de mi vida que me han inspirado a escribir esta, mi primera novela, (algunos ficticios y otros reales) y muchas las personas que me han alentado a volcarlos en estas páginas; especialmente y aunque desde mucha distancia, mi querida y talentosa hija Paola.

Agradezco el apoyo incondicional de mi esposo, hijos y nietos. En particular, a mi nieta Serena, autora de los dibujos que ilustran el libro en sus páginas interiores.

A mis profesores de teatro, cine y TV que me formaron en la ficción.

A todos ellos, gracias por ser parte de mi vida.

La Autora

Nació en Misiones y ha vivido en casi todas las provincias argentinas. Docente y técnica universitaria de Administración y Organización de Pequeñas y Medianas Empresas, (PyMEs), egresada de la Universidad de Belgrano.

Gestionó la administración del Estudio Jurídico Familiar. Actriz de teatro independiente y estudiante de Cine y Tv durante la pandemia, cursando en forma presencial y por zoom.

Su cultura se enriqueció con viajes por America, Europa y Oceanía. Como parte de la resiliencia, dio a luz Estación Ministro Carranza y las Letras de un Sueño Olvidado.

1

El Arcón

En una fresca y apacible tarde, me encontré paseando a mi perrito Rocky en la plaza frente a la estación de subte D, ministro Carranza. Mi mirada sin destino, se sorprendió al observar a un hombre de aspecto distinguido, muy delgado, de ojos celestes, que se destacaban de modo atractivo. Su frente aparentaba despejada y su pelo corto castaño caía sobre sus hombros con descuido. Sentado con las piernas cruzadas, con un mirar distante y frio, dirigido a la nada, parecía ausente de su entorno.

Enseguida creí estar viendo a alguien que mira… sin ver, absorto en otro tiempo, quizá en otra realidad. A su lado asomaba una opaca petaca de whisky, que parecía cuidar con recelo, pero sin tocarla en ningún momento.

Roberto, tal su nombre, pertenecía a una familia patricia de Bs As, de acomodada posición económica, social y cultural procedente del barrio de La Recoleta. En alguna época, habría sido asiduo concurrente a reuniones donde se destacaban personalidades de todos los ámbitos. Su familia estaba integrada por profesionales de renombre. La excepción en el grupo… precisamente era Roberto. Sin embargo, la naturaleza lo había dotado de una extraordinaria sensibilidad artística, que se expresaba en el dibujo, la pintura, el canto, e incluso era un notable pianista. También acostumbraba a ser reconocido en el ambiente como el alma mater de las reuniones, donde se asumía así mismo, como el soltero más codiciado de su entorno. Realmente lo era.

Roberto escribía novelas, al menos, creía hacerlo al garabatear trazos inconclusos, ensayando historias cuyo final se diluía en regresos circulares, que le impedían concebir algún enlace con lógica aceptable. Lo cierto es que, ninguno de sus intentos literarios había logrado encuadernarse en el éxito. Sus padres, desde una posición bastante distante y enojosa, no valoraban sus aptitudes al considerarlo la oveja negra de la familia. Especialmente su padre. Tal vez por eso Roberto no lograba sentirse realizado en nada y en las grietas de su rostro podía advertirse, tanto la insatisfacción como el vacío de la infelicidad.

En su solitaria adultez, había adquirido un pasatiempo muy peculiar, como perderse en el tiempo mientras recorría y hurgaba casas de antigüedad. En muchas ocasiones, perdía horas observando viejos objetos, los que hubieran parecido inútiles para otros, pero para él, representaban una fuente inquietante para imaginar un pasado, al que creía mejor que su rutinario presente.

A cada antigüedad que atraía su atención, pronto le asignaba una historia ficticia, la cual luego se convertía en su mente, en una realidad que efectivamente habría ocurrido. Todos aquellos objetos, volvían a la vida en su imaginación, en un mundo al que él animaba con sus fantasías. Los sugerentes hallazgos despertaban sus sueños, para de algún modo, permitirle escapar de su presente opaco, gris. Sus sueños, sin embargo, quedaban extraviados en el éter de una vida que ya no era suya. Al final de cada día sólo atinaba a subir a su altillo y aislarse del mundo.

Uno de esos días, tristemente nublado y lluvioso Roberto se calzó las botas de goma, tomó aquel sobretodo que cargaba tantos inviernos de soledad y poniéndose su sombrero, se dirigió a San Telmo. Cubierto bajo su enorme paraguas inglés, allí se perdió con paso cansino en un mar de curiosos turistas. Confundido en esa marea de ignotos paseantes, Ingresó a un mercado tradicional, y tomándose su tiempo, recorrió las estanterías, mientras sacudía el polvo reinante sobre los objetos ofrecidos. Sus ojos paseaban por todos los rincones, como si buscaran algo previamente definido. Nada le despertaba interés… Ya un tanto desilusionado, cuando estaba a punto de volver a su rutina vacía de proyectos y alegrías, algo le llamó la atención.

Atrajo su mirada un pequeño arcón de colores desteñidos, que alguna vez habrían lucido un radiante entrelace de naranjas y verdes. El cofre estaba adornado con una pequeña asa de bronce, ya sin lustre. Sin titubear, avanzó a la recepción donde se hallaba un joven, flaco y encorvado, vestido con prendas antiguas y desgastadas, que hacían juego con ese ambiente. Un ambiente de historias mudas, dibujadas en objetos desdeñados por quienes alguna vez los habrían atesorado, y escritas en papeles perdidos en el tiempo. Luego de asociar la imagen del vendedor como adecuada al lugar, le pidió que por favor le alcanzara el arcón.

—¿Oiga joven, me podría mostrar ese pequeño arcón que esta allá arriba?

Estaba en el último estante, por lo tanto, el empleado trajo una escalera para bajarlo y ponerlo sobre el viejo aparador que usaba de recepción. Roberto tomó la reliquia, cubierta de polvo acumulado, testigo silencioso del abandono y del olvido. Sus manos parecieron acariciar el cofre mientras lo descubrían debajo de todo ese polvo. Al abrirlo, percibió en su interior una extraña vibración que lo motivó a querer comprarlo. No había nada adentro de aquella caja, más que un vacío sordo que agitaba su curiosidad y que, por alguna razón, alimentaba su deseo irrefrenable de llevárselo.

—Me lo llevo.

Al pagar, le pareció que su precio no reflejaba su real valor y dando muy pocos pesos por él, Roberto partió con su pequeño arcón envuelto en papel de diario. A su paso, ya iba concibiendo inquietantes historias sobre su origen y sobre el destino que le iba a dar.

2

El Tesoro

Ya de regreso en la casa de sus padres, subió sin demora al ático, al que consideraba su espacio sagrado entre aquellas paredes. Allí ubicó el arcón sobre el escritorio, dándole el cuidado propio de una caja de cristal, luego bajó al llamado de su madre a cumplir con el ritual del almuerzo a las 12 del mediodía. La ocasión siempre coincidía con el sonido de las campanas de la iglesia Del Pilar, cumpliendo a la cita vistiendo de rigurosa formalidad. Nada nuevo en la conversación rutinaria, cruzada de temas políticos y de deportes. En esa ocasión, se habían sumado reflexiones sobre el programa para la recepción a la Argentina del cónsul de Italia, quién según el padre de Roberto, era un pariente lejano que aún vivía en las afueras de Roma.

Esa noche, como todas, sus amigos lo esperaban para que animara la fiesta. El rol destacado en su vida, para lo cual era brillante. Sin embargo, esta vez no se sentía muy predispuesto a la fanfarria y decidió no asistir.

Optó en cambio por un momento en soledad, para lo cual subió lentamente los escalones que lo llevaron a su bohardilla. Respiró hondo, buscó un cigarro y se sirvió su habitual vaso de whisky con hielo para luego estirarse cómodamente en un antiguo sillón de cuero, mientras apoyaba plácidamente sus pies sobre una banqueta. Aquel comportamiento era prácticamente un ritual que lo llevaba a desconectarse del mundo, mientras disfrutaba rescatando del olvido cada reliquia que adquiría.

Encendió una lámpara de bronce y cristal que lucía erguida en la esquina de su escritorio y casi hipnotizado, permaneció largos minutos mirando inquieto su nuevo misterio… Un tanto ajado por el descuido, el pequeño arcón permanecía frente a sus ojos, regalando a su imaginario, una y otra historia. Se incorporó y tomó entre sus manos el objeto, lo acarició nuevamente, y al moverlo, algo desplazándose en su interior lo sorprendió. No había dudas, oculto tras un doble fondo, había algo guardado en ese cofre. Entre exaltado y curioso, se alegró al encontrar una pequeña pila de hojas manuscritas, ya amarillentas por el tiempo.

Las retiró con sumo cuidado, despejando algún polvillo delator de larga antigüedad, preguntándose de quien serían y cuantos años atrás habrían sido escritas.

Vencido por sus trazos ansiosos, necesitó develar la incógnita de lo que alguien había confiado a esas hojas. Para mayor comodidad, mejoró su estar con un par de almohadones sobre el sillón. Finalmente encendió el cigarro y bebió otro sorbo de whisky para entregarse a los contenidos de esos escritos. Lentamente, como deshojando una margarita se sumergió en la lectura y a medida que avanzaba su interés, crecía su regocijo disfrutando de una redacción cuidada, sorprendente y atrapante.

—Mi Dios, esto está realmente bueno.

El tiempo dejó de correr y ya no pudo dejar de leer, avanzando por cada página con rumbo certero hacia el final. El alba lo sorprendió con rayos rojizos, que, si bien no gozaban de la fuerza que el otoño apaga, eran suficientes para iluminar la buhardilla, mientras llegaba a la última hoja.

Concluyó que se trataba de una pieza literaria muy bella, escrita con gran sensibilidad y realismo. Estaba fechada 60 años atrás, sin tener cicatrices ni indicios de que alguna vez hubiera visto la luz. Roberto era un lector apasionado y por tanto entendía que una obra así no se le hubiera pasado desapercibida. Estaba seguro, de que nunca nadie le había comentado esa historia, y de que jamás la había visto en las librerías. El autor era anónimo. Tanto tiempo transcurrido, era señal de que aquel ya no estaría preocupado por sus escritos, a lo que Roberto atribuyó la causa de un abandono deliberado.

De pronto, sin saber si fue por efecto del alcohol o la somnolencia que se apoderaba de su atribulado ser, pensó que esas hojas amarillentas, eran un llamado del destino. Un regalo para cambiar su vida sembrada de frustraciones. Consideró así, que tenía una brillante oportunidad para adaptar la obra y publicarla. No era complejo transcribir el texto, adornarlo con pasajes de actualidad y presentarlo como suyo. Asumió que nadie sospecharía sobre su autoría, ya que su inclinación a la lectura y a escribir eran de público conocimiento.

«¡Al fin!» Se dijo, pasando de la tristeza a la euforia. Con esta publicación se reivindicaría con sus padres y con la sociedad. Una sociedad en la que subsistía etiquetado como el bon vivant sin oficio, encarnando al personaje bueno y divertido, pero para nada trascendente (según su padre).

«¿Porque no?» Se preguntó en silencio. «Por algo llegó esto a mis manos.» Complaciente con su conciencia y convencido de que los hados cercanos, le entregaban una vía al éxito esquivo.

Un conflicto interior irresuelto, por alcanzar algún reconocimiento, lo ayudó a desplazar toda otra reflexión, ya casi ahogada por la pulsión irrefrenable de publicar la obra como suya.

«Total… ¿quién va a sospechar...?» Volvió a reflexionar, dándose fuerza, para dirigirse rumbo a la decisión que ya asomaba en su pensamiento, instándolo a pasar a la acción... Parecía un simple proceso de auto convencimiento, asumir el camino evidentemente tortuoso que estaba eligiendo.

«Ya pasó más de medio siglo en completo abandono». Seguía arguyendo en su intimidad, con los ojos fijos en las páginas amarillas, que representaban el tesoro que creía haber estado esperándolo para cobrar vida.