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ESTAMPIDA DE EMOCIONES es una novela que narra justamente esto, ¿cómo es que las emociones en situaciones límites juegan un papel importante en la percepción de la vida y del entorno? Laura era una niña muy sufrida y una joven bastardeada por sus pares; pero nada de ello le impide formar una vida a su medida. Cuando cree tenerlo todo bajo control y resuelto, una estampida de emociones arrebata su paz mental, y la obliga a resolver todo aquello que ha dejado postergado a lo largo de su vida. Descubre Laura en esa situación que le toca vivir, que es una persona realmente bendecida y amada, que su vida que hasta ese momento había sido bastante gris ante sus ojos, de repente toma color y sabor, haciendo de ella una mujer fuerte y empoderada. Capaz de sanar su pasado y confiar en su futuro. Uno que se abre de maneras muy ilógicas sobre el final de la historia arrastrando al lector a su propia estampida de emoción.
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Seitenzahl: 176
Veröffentlichungsjahr: 2022
AIDEÉ JÉSSICA MARTINI
Martini, Aideé Jéssica Estampida de emociones / Aideé Jéssica Martini. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-2977-0
1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
DEDICATORIA
PRÓLOGO: “Como una flor marchita”
“Descubriendo la estampida”
NOTA DE LA AUTORA AL LECTOR
En primer lugar debo agradecer a mi compañero de vida, a quien estuvo conmigo y creyó en mí incluso cuando ni siquiera yo misma así lo hacía. A Máximo; “mi amado Max”, quien es el que me tomó la mano y dijo: “Yo te apoyo” ante todas mis decisiones, mis planes, mis locuras.
A quien le debo un agradecimiento especial también es a mi prima Helen, quien me motivó a seguir cuando me alejé de este camino de escribir emociones, y quien me alentó para hacer de lo que fue un cuento, un libro, esta mi primera novela es en parte gracias a su consejo.
A mis tías y madrina que son pilares emocionales para mí. Siempre fui un alma muy consentida y mimada por mis familiares y amigos.
Hija de una hermosa familia, amiga de un grupo de personas extraordinarias, esposa del hombre que completa mis días… un verdadero privilegio cumplir mis sueños en compañía de tanta gente que me ha hecho tan bien a lo largo de estos años.
A mis amigas y grandes cómplices, me considero una persona con pocas amigas, pero de esa clase de amistad del alma, que una vez que entran al corazón, ya ni el tiempo, ni la muerte logra separarnos... que descansen en paz mis grandes amigas Estela y Mirta, almas nobles que amé mucho; y quienes aún hoy comparten emociones conmigo, en el camino, y es mutuo el afecto: Lucía, Rosana y Rosario, y sobre todo a quienes de alguna u otra manera ayudaron como motivación, como inspiración de mis personajes, y como compañeros de este sueño que es ser autora de mi novela, compañeros de la vida, de ruta, de risas y abrazos.
GRACIAS A MIS AFECTOS QUE SIEMPRE CREYERON EN MÍ COMO “ESCRITORA DE EMOCIONES” como narradora de sueños.
Muchas veces en la vida nos ha pasado de recapitular nuestras vidas como una especie de película que acontece en nuestra mente a la velocidad de la luz. A menudo eso sucede en los momentos culmines de nuestra vida, ya sea por estar atravesando una situación muy triste y amargada, como cuando lo que nos motiva es la alegría y emoción de ese instante. Lo cierto es que Laura, luego de una desgarradora cita con su médico, descubre que toda su vida estaba almacenada en su cabeza, y segundo a segundo crea esta historia colmada de recuerdos y sentimientos. Cada uno de nosotros experimentará a lo largo de su vida una serie de situaciones más importantes o traumáticas que otras, colmadas de amor y ternura, o colmadas de llanto y dolor… esto mismo ocurre con Laura, la protagonista de la historia. Revive en la mente un atropello de emoción, una embestida de sentimientos, los que a lo largo de la novela, nos hilará su vida, sus sentimientos, y la historia que narro no es más que eso, una embestida de sentimientos asimilable a una tropilla de potrillos salvajes.
Soy en parte esa Laura, y todas lo somos. En situaciones parecidas, tal vez no nos sintamos del todo una flor marchita, como en el prólogo se siente Laura, pero de lo que estoy muy segura, es que en algún momento de nuestra vida, somos eso. Cuando sentimos la muerte cerca, nos vemos involucrados en algún problema sin solución aparente, nos sentimos “marchitas” y cuando la realidad que nos rodea es una colmada de ilusión, planes, fantasías, alegrías nos sentimos radiantes flores de jardín de invernadero… brillantes, a la luz del sol, y cautivadoras a la penumbra de la noche.
Esta es la vida de Laura, la protagonista de esta novela. Pero ella puede ser cualquiera, incluso si no somos esta chica, o ni siquiera mujer, tal vez nos sintamos reflejados en los demás personajes, porque no son solo inventos de un autor, sino que son personas reales de la vida misma. Personas que pueden ser cercanas a ti. Incluso más de lo que te imaginas.
La gente se acostumbra a vivir sin ver a los otros, ni entre vecinos de un mismo edificio, o de un barrio donde entre sí no se conocen. Cada uno inmerso en su propia vida, con sus responsabilidades y ocupaciones, sus problemas y sus alegrías… nadie –o muy pocos– se ponen a pensar en los demás seres que habitan el mismo lugar, o incluso el mismo mundo.
La historia de Laura, y sus propios recuerdos que le llegan en la mente como una verdadera estampida de emociones, hará que el lector pueda a través de ellos, reflexionar sobre sus propias estampidas internas, y al mismo tiempo, redescubrirse como protagonista de su propia historia.
Laura y su mente, nos llevarán a redescubrir nuestras propias emociones.
Detrás de cada silencio hay un millón de sirenas queriendo salir más aún cuando la pena es tan grande. Laura ya no quería seguir; la voz gritaba dentro de aquella mirada triste y opaca, pero nada salía de sus labios. Estaba cansada.
¿Por qué estaría cansada? Pues, la vida la había dado nuevamente un sacudón.
Desde pequeña tuvo que aprender a vivir sola, ya que luego que sus padres fallecieran en aquel trágico accidente del cual incluso Laura, con escasos años de infancia se sentía culpable… “porque tuvo que haber hecho caso y haberse portado mejor”. Ya que al accidente lo atribuía a que su padre la estaba retando por algún berrinche generado en una reunión, y su madre al defenderla discutía con Antonio, su esposo y padre de Laura. La peor de las pérdidas que puede sufrir un infante, es la de sus padres, y a ella le había tocado perder a ambos en aquel mortal vuelco en ruta.
Luego de aquella desgracia, y mediante trámites que solo los adultos comprendían, fue a vivir a la casa de sus tíos, los que tenían una hija de la misma edad, y lejos de haberse criado como hermanitas, como niñas que se unieran para sus juegos y aventuras, muy lejos de ello, estaba Roberta, celosa con extremos inimaginables de maldad infantil, trataba muy mal a su prima huérfana, de la cual se burlaba continuamente junto a sus compañeros de escuela, quienes trataban de “niño” a la pequeña Laura porque le gustaba jugar a la pelota, y vestirse con pantalones en lugar de vestidos y puntillas. Roberta no fue nada amistosa con Laura, y a pesar de los intentos de sus tíos para que se llevaran bien, seguían las peleas continuas de las niñas, y ellos salían defendiéndola siempre a su pequeña malcriada, aunque no tenía razón, y aunque fuera Roberta quien iniciaba siempre las peleas que terminaban con tirones de pelo y ambas revolcadas en el piso. No le prestaba jamás sus juguetes ni muñecas, pero era la primera en pinchar cada una de sus pelotas, y tirar cualquier juguete varonil de su hermana adoptiva; muy lejos de ser compañeras de juegos, solía romperle los elásticos o las cuerdas con las que saltaba Laura, y escondía en algún lugar secreto cada pequeño juguete de madera o de ingenio que le regalaban a Laura, esto generaba en Laura, no solo tristeza, agobio, sino desconsuelo… el más terrible desconsuelo ya que nadie la defendía, ella tuvo que aprender a callar, y esconder sus pertenencias para que Roberta no se las echara a perder. Al comienzo hacía berrinches y se ponía a llorar, pero como vio que no daba resultados ante la mirada enojada de sus tíos, y la risa burlona de su prima… dejó de hacerlo.
Todos esos recuerdos por alguna razón inundaron la mente de Laura en este momento.
En este caso, Laura lamentó no ser una niña y por ende no poder hacer semejante lío de tirarse a patalear por no recibir la respuesta esperada, porque tenía muchas ganas de dejarse caer al piso y gritar, de tirarle al cabello a alguien y de hasta inculpar a otro adulto. Pero no… los años habían pasado, y Laura ya era mayor. Estaba allí sentada frente al médico que le contaba el peor de los panoramas, en una silla incómoda, y con su pequeño bolso de mano sobre sus piernas temblorosas, allí sentada con su nerviosismo que hacía que se esté pellizcando las manos, esta vez era grande. Debía comportarse como un adulto ante la nueva tragedia de su vida.
No gritaba, no lloraba, ni hizo berrinche alguno… todo lo contrario: se quedó inerte. Como si en lugar de estar en este sitio y en este tiempo, estaba a millones de años luz de aquí.
Sentía como sus propios pinchazos en sus manos la habían hecho adormecer, y ese sentimiento de que las piernas le temblaran era solo un reflejo de no poder asimilar lo que escuchaba de boca del profesional.
Todo el mundo que cargaba en sus hombros, acababa de caerse, desplomarse y hacerse añicos frente a sus pies.
No exagero, realmente se sentía así. Había soportado hasta ese día todo lo que la vida le había puesto en frente: la pérdida de sus padres desde chica, el continuo cambio de lugar de residencia junto a sus tíos que no le prestaban ni la más mínima atención, el desamor de algún que otro muchacho, y hasta la traición de alguna amiga.
Las continuas peleas con su prima Roberta, y el desamor que siguió por parte de todos los demás familiares que siempre elogiaban a la talentosa Robertita, y a Laura la veían con esa mirada de lástima, y pena, de pobre niña, se le han muerto sus padres “pobrecita la pequeña Laura” y nada bueno le acontecía desde ese tiempo. Todo esto y más; lo había vivido y desde niña tuvo que aprender a ser fuerte, a pelear por lo suyo, a reclamar cada derecho que creía poseer, porque no tenía nadie quien la defienda ni nadie que le enseñe de modales y modos para el trato. Es más; ella era tan impulsiva que solían confundirla con un muchacho en lugar de con una señorita; ya que usaba cabellos cortos, a veces hasta con corte militar, una gorra colocada hacia atrás, remeras y pantalones lo más holgados posibles; zapatillas y así con un andar libre de todo prejuicio; libre de todo modo “señorial femenino” era un compinche más para los muchachos del barrio; y eso le valió un par de lagrimones amorosos en la secundaria por algún que otro desplante de un compañero del fútbol que se le acercaba para que le ayudara a conquistar a alguna chica, como fue su gran decepción a los dieciséis cuando se le había acercado el chico más lindo del secundario llamado Nicolás, y para Laura no era solamente el más atractivo sino además el mejor jugador de su equipo y era un plus que a ella le conquistaba aún más. Hasta que una tarde Nico se le acerca para pedirle salir a tomar un helado, y lo que para ella era su primera cita, para él fue un encuentro con la “Cupido” para llegar a su amiga Clarisse. Una chica bonita, pero presumida, y pese a serlo se llevaba muy bien con Laura. Una amistad especial, ya que Clarisse era una clásica hija única, mimada y malcriada de chiquita por sus padres, tíos, y demás familiares. En la escuela era una niña que siempre sacaba las mejores calificaciones. Era abanderada en la primaria, y se suponía que lo sería también en la secundaria. Clarisse era una de esas “chicas bien” que nunca hacía ningún desplante a sus padres, además de ser muy buena compañera de las demás muchachas. Llamaba la atención que se juntara a charlar muy amenamente con Laura, que era todo lo contrario. No porque Laura fuera “mala chica” sino porque era muy varonil en comparación con las demás adolescentes, y cuando estaba con su amiga Clarisse se notaba mucho más esa gran diferencia, ya que no usaba bucles bien armados, ni moños en su pelo como la niña prodigio, sino más bien, cortes lo más varoniles para que al jugar a la pelota en el club no le molesten los mechones. No usaba pantaloncitos ajustados ni tacones como Clarisse y las demás, sino zapatillas y zapatos “de todo andar” como los nombraba ella, pantalones sueltos, en lo posible con remeras de algodón. De más está decir que no se pintaba los labios, ni cuidaba de sus uñas como las demás muchachas… Laura y Clarisse tenían una rara amistad y a pesar de sus innumerables diferencias, ambas eran muy amigas y se contaban secretos de adolescentes, se ayudaban en los trabajos grupales del colegio. Una amistad que terminó por morir luego del más amargo de los helados con su amor platónico Nico.
No pudo superar que el amor estuviera con su mejor y única amiga. No sabía cómo manejar esos sentimientos y esto provocó que aunque ese noviazgo adolescente no haya durado mucho tiempo, Laura y Clarisse no volvieron a ser amigas nunca más.
Y de repente todas esas experiencias traumáticas de su vida pasaron por la mente de Laura, como si fuera una especie de película mental y recordó en ese momento junto al médico, no solo su vida de pequeña en la casa de sus tíos, sino también la adolescencia que tuvo en ese lugar, tan colmado de prejuicios y de etiquetas. Tan lleno de pena, de vergüenza y olvido; de pronto lo vio todo tangible en su mente, como si acaso esos grandes dolores esas pérdidas, y esas desilusiones en su vida, habían sido solo una pequeña muestra de lo que en este presente se avecinaba. ¡Era demasiado hasta para ella!
En este momento supo que todos aquellos dolores de la vida, no eran siquiera asimilables al que le causaban los terribles apodos que recibía de los chicos del otro bando del partido o las etiquetas de las cuales fue víctima en la escuela secundaria, cuando era la “Machona” del grupo, la “Marimacho”como le decían en sus años de secundario. En fin; para Laura eso era parte del circo que debía soportar. Como resignada a no ser la señorita que habría de bordar en la galería de la casa, o no ser aquella muchachita tímida y callada que leía un libro bajo la sombra de algún árbol frondoso.
De pronto nada de eso importó. Porque otra tormenta llegaba a su vida; una nueva prueba a tan dura coraza. Laura no se derrumbaba por nada, pero esto era demasiado hasta para ella, y seguía recordando en su cabeza como secuencia a la velocidad de la luz cada una de las vallas que tuvo que saltar en la vida, para ser la que era hoy: una mujer empoderada, una chica independiente, con un negocio propio de venta de indumentaria deportiva, y accesorios para deportes de riesgo. Estaba viviendo en su propio departamento, que no era muy grande ni en el mejor de los barrios pero para Laura era su espacio personal, con todo lo que ella había soñado. Un balcón pequeño que cabía un par de sillas, y unas macetas alargadas con cactus y piedritas al mejor estilo desierto, con vista a muchos otros edificios, a otras vidas, las cuales ella imaginaba en las noches solitarias con su copa de vino tinto. Solía ver por las ventanas las luces de los distintos departamentos y se imaginaba las vidas de las personas que allí vivían. Era como su salida al cine, pero en casa. El pequeño recinto de exterior no tenía mucho espacio, por lo que su bicicleta la tenía colgada por unos ganchos contra la pared donde descansaba el aire acondicionado, y no quedaba lugar para nada más.
Adentro no era muy distinto el espacio, ya que vivía sola, no se preocupaba demasiado por poner divisiones a sus espacios interiores, con el mobiliario básico, un par de muebles y estantes empotrados, sin mucho más lujo que un buen colchón y un equipo de televisión gigante, para seguir los partidos de la liga nacional, su cocina era diminuta, con apenas espacio para calentar las viandas que compraba en la rotisería de la vuelta. De más está decir que no le gustaba cocinar, y mucho menos para ella sola. Eso sí, en épocas navideñas le encantaba hornear galletas con confites y baño de repostería para regalar a sus amigos del gimnasio, a sus compañeros de vida y rutina en el salón de ventas, o hasta para ella misma y su “fiel grupete” del cual hablaremos más adelante.
No era, como mencioné al inicio, el departamento soñado, pero para ella era su refugio en el mundo. Tenía lo básico que precisaba para estar, y convengamos que no pasaba demasiado tiempo en su departamento, ella prefería estar en el local. Esa era su vida realmente, rodeada de los insumos deportivos que amaba. Con sus tres mosqueteros y amigos de la vida, Tomás, Carlos y Nicolás; sí. Nico, el mismo que rompía su corazón cuando tenía dieciséis años.
Cuando por fin creía estar en la cima de sus aspiraciones, llega la nueva noticia, esta tragedia para ella, era el límite máximo, de esos que no se pueden olvidar rápido, de esos dolores que no se pasan comiendo una pizza con amigos, o un helado de fresas en su sillón rojo, esta vez, estaba cansada, muy cansada de seguir, y sus recuerdos que la perturbaban no le hacían más que doler el alma… de pronto muy pocos recuerdos fueron los felices, como si su existencia era solamente sufrir, una esencia de vida triste, y de lucha. Como si toda su vida se basara en servir a otros, sin aspirar nada más para ella misma, ¿y si su vida acaso solamente servía para dar pena, lástima a los demás, o hasta dolor para sí misma? Inundaron su mente una serie de pensamientos tristes, llenos de ideas fatales. Pero esto no duró mucho. Ya que en esencia era más que una guerrera, Laura era lo que se dice una especie de “Fénix” en versión de mujer luchadora y autosuficiente; con pocos pero muy buenos amigos, con pocas pero muy nobles expectativas respecto de su vida y su futuro. Con pocas y muy valoradas pertenencias, ya que cada una de ellas había sido producto de su propio esfuerzo y superación personal.
Laura estaba acostumbrada a no ser la dama que llamara la atención, pero en este momento preciso del cual les quiero contar, realmente sintió que parte de su alma se había desmoronado con la noticia; y ya nada sería igual luego de este momento.
Le habían diagnosticado un tumor en el útero, lo que debía ser prontamente extirpado, junto con sus ovarios, lo que impediría para siempre cumplir el deseo de ser madre.
Me dirán entonces cosas como que la salud es lo primero, que luego puede adoptar, que si acaso ella con la descripción tan masculina de su personalidad, hubiera querido ser madre… en fin. Sí; siempre quiso ser madre. Soñaba ser aquello que jamás tuvo, y quería darle a un niño o niña todo ese amor que a ella le faltó en la vida.
A pesar de no contar con mucho espacio en su departamento, soñaba con un día ponerlo en venta y conseguir uno más grande, con un cuarto para ella y otro para su bebé; su mayor anhelo era ser mamá, aunque no se imaginaba con una pareja, ella quería ser madre.
Toda su vida en su cabeza en este mismo único segundo frente al médico que le daba la fatal noticia… no era más que un recuerdo de su propio camino, de su vida entera. Siempre estuvo sola, y en este momento se sintió infinitamente sola. Y aparte ese dolor, no solo de la enfermedad que llevaba creciendo en su interior como huésped maldito, sino con la tragedia que para ella significaba la retirada de su más bonito sueño de la vida, desaparecía en su mente la ilusión de ser madre y con esa indudable perdida anticipada de sueños, sintió que era lo que más le había dolido en años. Era lo que realmente la agobiaba en este preciso instante, mucho para un solo alma, era demasiado para soportar, incluso para Laura.
Desde pequeña avecinaba que su vida seria de lucha por conseguir cada cosa, pero ella era tan fuerte desde chica, que nunca se vio asustada ante un nuevo reto de la vida. Así consiguió crecer paso a paso, en parte con lo que le habían dejado sus padres, y en otra gran parte, por su propio esfuerzo de trabajar desde muy joven, para sustentarse para liberarse y liberar a su familia biológica de su presencia.
Si bien sus tíos estuvieron con ella en el camino, para Laura nunca fue fácil, ya que siempre ellos privilegiaron los gustos y deseos de su propia niña mimada, niña que en la adolescencia se embarazó, y dejó sus estudios y a su pequeño retoño en casa paterna y huyó con un nuevo novio, del cual poco se supo, y poco se quería saber. Roberta aparecía y desaparecía de la vida de Laura solamente para pedir dinero, para generarle problemas, y otorgarle solamente malos recuerdos; fue desde pequeña la típica hija única, que aunque tuvo la posibilidad de ser hermana de Laura, y generar juntas un bonito vínculo, Roberta solo fue dolor de cabeza, de alma, de bolsillo para Laura.