Ética Aplicada - Raúl Villarroel - E-Book

Ética Aplicada E-Book

Raúl Villarroel

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Beschreibung

Entre tecnofobias y tecnofilias, universalismos y particularismos, fundamentalismos y secularismos, el mundo actual enfrenta profundos y graves desacuerdos. Hasta ahora, ellos han tendido a resolverse por la imposición de la fuerza, prevaleciendo los recursos meramente estratégicos de acción. La construcción de una ética para el futuro es, entonces, la urgente tarea de nuestro momento. El fortalecimiento de la responsabilidad es lo que el mañana reclama como instancia de contención de las expresiones críticas que acechan tras el progreso material del presente. La salvaguarda de la vida, presente y futura, en todas sus expresiones y dimensiones debe constituirse en el compromiso irrenunciable para todos los habitantes del planeta. La Ética Aplicada enseña a enfrentar este desafío desde una perspectiva de amplitud, con un enfoque crítico, plural, dialogante, más allá de las ideologías, los dogmas y las confesiones, más allá de toda coacción. Es la afrenta que una razón consciente de sus excesos y desviaciones quiere asumir para saldar sus deudas con la historia. La Ética Aplicada es una oportunidad cierta para reevaluar las antiguas convicciones y promover nuevas posibilidades interpretativas para el mundo de la vida; es también una nueva disposición para encarar con resolución los cambios exigidos por las circunstancias epocales, es un llamado rotundo a desplegar ese esfuerzo considerable de pensamiento y acción ética al que pocos parecen estar dispuestos en nuestros días. Como un aporte en procura del cumplimiento de este mismo objetivo, el libro que aquí se presenta ha sido escrito por un grupo de destacados académicos e investigadores pertenecientes al Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, cuyo Director actual es el Profesor Raúl Villarroel.

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E84a

Ética aplicada: perspectivas de responsabilidad para la sociedad civil en un mundo globali-zado / Raúl Villarroel (editor) ; autores

Sandra Baquedano … [et al.]

1a ed., 1a reimpresión.

Santiago de Chile: Universitaria, 2010.

278 p. ; 15,5 x 23 cm. – (El saber y la cultura)

Incluye notas bibliográficas.

Bibliografía: p.275-278.

ISBN Impreso: 978-956-11-2088-4ISBN Digital: 978-956-11-2822-4

1. Ética aplicada.

2. Bioética

3. Ética social

I. Villarroel, Raúl, ed.

II. Baquedano, Sandra.

© 2009 RAÚL VILLARROEL.

Inscripción Nº 180.385, Santiago de Chile.

Derechos de edición reservados para todos los países por

© EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050, Santiago de Chile.

[email protected]

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,

puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por

procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o

electrónicos, incluidas las fotocopias,

sin permiso escrito del editor.

Texto compuesto en tipografía Bembo 11/14

diseño de portada y diagramación

Yenny Isla Rodríguez

Norma Díaz San Martín

www.universitaria.cl

Diagramación digital: ebooks [email protected]

ÍNDICE

Los autores

Prólogo

Capítulo 1Introducción a la ética aplicadaRaúl Villarroel

1.1. Aproximaciones a la distinción entre los términos Ética y Moral

1.2. Una perspectiva de fundamentación para la ética aplicada

1.3. La rehabilitación de la filosofía práctica

1.4. El carácter de la ética aplicada y los nuevos escenarios de la moralidad

1.5. La discusión en torno al marco de fundamentación y los principios de la ética aplicada

1.6. Consideraciones finales

Capítulo 2Bioética y rehabilitación de la filosofía práctica. El no cumplimiento de una muerte anunciadaAna Escríbar

2.1. Introducción

2.2. Elementos constitutivos de la tradición ética occidental. Crisis y rehabilitación

2.3. Una muerte anunciada

2.4. Análisis y diagnóstico de la crisis de la filosofía práctica

2.5. Rehabilitación de la filosofía práctica y caracterización de la bioética

2.6. La Manipulación genética: un problema bioético fundamental

2.7. Reflexión final

Capítulo 3Medio ambiente, ética hermenéutica y reconfiguración de la subjetividadRaúl Villarroel

3.1. La irrupción de la conciencia ambiental

3.2. Los programas teóricos de ética ambiental

3.3. Los problemas medioambientales como problemas de escala

3.4. Hermenéutica y ética medioambiental

3.5. Medio ambiente y reconfiguración de la subjetividad

3.6. La naturaleza como texto

Capítulo 4Aproximación ética al control demográfico. Controversias en torno al derecho de vivirAlejandra Reyes

4.1. Introducción al problema ético de la demografía

4.2. Descripción de la evolución histórica de la población humana

4.3. Causas del crecimiento moderno

4.4. El crecimiento poblacional como problema

4.5. La discusión contemporánea

4.6. El control de la natalidad y sus detractores

4.7. Principales enfoques demográficos sobre el crecimiento de la población

Capítulo 5Ética para la relación con el mundo animal no humano. La necesidad de una nueva actitudRodrigo Frías Urrea

5.1. Planteamiento del problema

5.2. Los animales en la filosofía

5.3. La idea de una liberación animal. Luces y sombras

5.4. Etapas de un proceso

5.5. Anexo. Declaración Universal de los Derechos del Animal

Capítulo 6Responsabilidad social empresarial y ética de los negociosReinalina Chavarri

6.1. Antecedentes generales

6.2. La cuestión de los valores en las empresas chilenas

6.3. Privatización y transformación en la cultura empresarial

6.4. La ética de la empresa en Chile. Una vista panorámica

6.5. Comentarios finales

Capítulo 7Ética aplicada como uso público de la razónMaría José López

7.1. Introducción. Algunas cuestiones pendientes

7.2. Qué podemos entender por ética aplicada

7.3. Ética aplicada y uso público de la razón

7.4. Ética aplicada como uso público de la razón

7.5. Tareas de la ética aplicada como uso público de la razón

7.6. Comentario final

Capítulo 8Educar en valores en sociedades y escuelas pluralistasErnesto Águila

8.1. Introducción

8.2. Un modelo de educación en valores fundado en una distinción de “mínimos y máximos éticos”

8.3. Una educación en valores como construcción de la personalidad moral

8.4. Propuestas metodológicas para una educabilidad de las dimensiones de la personalidad moral

8.5. El profesor y los valores controvertidos: neutralidad y beligerancia en el aula

8.6. Objetivos Fundamentales Transversales (oft): legalidad y obligatoriedad de la formación en valores en las escuelas chilenas

8.7. A modo de síntesis y conclusión

Capítulo 9Ética de la investigación en seres humanos, sociedad y desarrollo. Más allá de las normativas y la acción de los comités de éticaMarcela Ferrer

9.1. Introducción

9.2. ¿Qué hace que una investigación sea considerada ética?

9.3. Los requisitos éticos de la investigación en y con seres humanos

9.4. Ética de la investigación, sociedad y desarrollo

9.5. Cultura de ética de la investigación

9.6. Reflexiones finales

Capítulo 10Dimensión ética de los medios. Aprendizaje y responsabilidad ante la naturalización del daño en la comunicación pública Carlos Riquelme

10.1. Introducción. Dimensión ética de los medios

10.2. Naturalización del daño en los medios

10.3. Escenificación moral en los medios

10.5. El sentido moral de las imágenes y el uso ético de los medios

10.4. Del daño en el ámbito de la mediasfera

Capítulo 11Ecoética aplicada a la salud mentalSandra Baquedano

11.1. La salud como recuperación medicalizada de la enfermedad

11.2. Ecoética y salud mental intra y extra-humanas

11.3. Dialéctica integral de la recuperación

11.4. Ética aplicada a la problemática de la desnaturalización

11.5. Ética aplicada como medicina mentis

11.6. Ética aplicada a la problemática de la despersonalización

Epílogo

Obras de referencia

LOS AUTORES

Alejandra Reyes: Es Licenciada en Filosofía, Licenciada en Educación y Profesora de Filosofía por la Universidad de Chile. Es tesista del Programa de Magíster en Bioética de las Facultades de Filosofía y Humanidades y de Medicina de la Universidad de Chile. En la actualidad se desempeña como académica del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y Coordinadora de Programas en conicyt.

Ana Escríbar: Es Profesora de Filosofía por la Universidad de Chile. Tras su retiro de la carrera académica, luego de haber ocupado diversos cargos docentes y directivos, y habiendo alcanzado la jerarquía de Profesora Titular en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, ha sido designada recientemente Profesora Emérita de la misma casa de estudios.

Marcela Ferrer: Es Licenciada en Sociología y Socióloga por la Universidad de Chile, Master of Health Sciencies in Bioethics por la Universidad de Toronto, Canadá. Es Presidenta del Comité de Ética de la Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Chile. En la actualidad se desempeña como académica e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

María José López: Es Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Magíster en Filosofía por la Universidad de Chile y Magíster en Bioética por la Universidad de Chile y la Universidad Complutense de Madrid, España. Es Doctora en Filosofía Moral y Política por la Universidad de Valencia, España. En la actualidad se desempeña como académica del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Reinalina Chavarri: Es Socióloga y Cientista Política por la Universidad Complutense de Madrid, postgraduada en Estudios Internacionales por la Universidad de Chile. Ha sido Coordinadora del Programa de Liderazgo para el Desarrollo Sustentable en el mercosur, Co-Fundadora y ex Sub-Directora Ejecutiva de la Fundación prohumana. En la actualidad se desempeña como Gerente General de Axisrse S.A., empresa consultora en responsabilidad social estratégica.

Sandra Baquedano: Es Licenciada en Filosofía y Magíster en Filosofía con mención en Axiología y Filosofía política por la Universidad de Chile. Es Doctora en Filosofía por la Universidad de Leipzig, Alemania. Es becaria fondecyt con un proyecto de investigación postdoctoral. En la actualidad se desempeña como académica del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Carlos Riquelme: Es Licenciado en Filosofía y Magíster en Filosofía por la Universidad de Chile. Es tesista del Programa de Doctorado en Filosofía con mención en Filosofía Moral y Política de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. En la actualidad se desempeña como académico en diversas Universidades nacionales.

Rodrigo Frías: Es Profesor de Filosofía por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Magíster en Filosofía por la Universidad de Chile, Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Bioética por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, Italia. En la actualidad se desempeña como académico en diversas Universidades nacionales.

Ernesto Águila: Es Licenciado en Psicología y Psicólogo por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es Doctor en Educación por la Universidad de Barcelona, España. En la actualidad se desempeña como académico del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Raúl Villarroel: Es Profesor de Filosofía y Magíster en Filosofía por la Universidad de Chile. Es Magíster en Bioética por la Universidad de Chile y la Universidad Complutense de Madrid. Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Realizó estudios postdoctorales en la Universidad de Valencia, España. En la actualidad se desempeña como Director del Centro de Estudios de Ética Aplicada y como Subdirector del Departamento de Filosofía, en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

PRÓLOGO

El libro que los lectores comienzan aquí a leer es resultado de un trabajo colectivo llevado a cabo por un equipo de académicos pertenecientes al Centro de Estudios de Ética Aplicada (cedea) de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Dicho esfuerzo fue desplegado a partir de la elaboración del proyecto de investigación “Ética aplicada y Mundo contemporáneo. Tras la búsqueda de un criterio racional para la resolución de la conflictividad moral en sociedades pluralistas”, presentado al Concurso de Proyectos de Investigación en Ciencias Sociales, Humanidades y Educación convocado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Chile en el año 2005, y que resultara finalmente aprobado y financiado por este organismo universitario bajo el código di soc 05/02-2.

Agradecemos desde ya el apoyo prestado y reconocemos ampliamente a la autoridad académica el habernos permitido llevar a buen término esta empresa, que estuvo, durante los dos años de su duración, bajo la conducción –en calidad de investigador responsable– de quien suscribe estas páginas iniciales, y en la que también participaron –en calidad de coinvestigadores del proyecto– los profesores Ana Escríbar y Ernesto Águila. Los demás autores de los artículos incluidos en este volumen mantienen –o han mantenido– vínculo académico con el cedea, con la sola excepción de Reinalina Chavarri, quien ha colaborado gentilmente con esta iniciativa y a quien también agradecemos por haber puesto sin reservas toda su vasta experiencia a nuestra disposición, para el buen logro de este resultado.

Los objetivos centrales del libro persiguen definir y caracterizar el ámbito problemático específico concerniente a la ética aplicada, identificando y exponiendo su naturaleza teórica, las circunstancias determinantes de su origen, las orientaciones de su desarrollo actual y los propósitos perseguidos por su quehacer concreto. Al mismo tiempo, se persigue examinar críticamente, a la luz del enfoque aplicado de la ética, los cambios experimentados por el mundo como consecuencia del desarrollo científico técnico y las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales provocadas por el proceso de globalización actualmente en curso. Por último, se busca formular, a partir de dicho examen, perspectivas criteriológicas –sustentadas principalmente en la noción de responsabilidad– que contribuyan a proveer orientaciones para la deliberación y la acción en la sociedad civil, en relación con los conflictos y problemas propios de cada ámbito estudiado.

De este modo, el análisis que cada uno de los artículos desarrolla está referido a un ámbito problemático específico en el que es posible reconocer una cierta clase de situaciones y conflictos que definen –por su particular naturaleza– el tipo de reflexión llevado a cabo y las estrategias de resolución de dificultades que se proponen.Y aunque cada capítulo ostenta su propia identidad formal y difiere de los demás en los asuntos de contenido, se podría señalar que el conjunto de ellos mantiene una sintonía y una coherencia de fondo, en tanto todos responden –en mayor o menor medida– al mismo propósito teórico y a ciertas concepciones filosóficas, de algún modo solidarias entre sí, que les sirven de soporte.

Ahora, en cuanto a los aspectos más bien metodológicos del texto que aquí se presenta, se podría decir que se ha recurrido al método feno-menológico-hermenéutico para describir y caracterizar aquellas nuevas condiciones de la acción y de la convivencia humana generadas por el actual nivel de desarrollo científico técnico. A partir de esta descripción y caracterización se fueron definiendo los rasgos fundamentales de las diversas manifestaciones de ética aplicada y de las condiciones de posibilidad de su adecuada expresión en las actuales sociedades pluralistas.

Uno de los elementos que se tornaron relevantes para el logro de este propósito ha tenido que ver con el recurso a ciertas nociones básicas del pensamiento ético tradicional y también de la reflexión más reciente; una de ellas es, por cierto, la noción de responsabilidad, presente en la reflexión contemporánea desdeWeber en adelante y productivizada más claramente durante el último tiempo por autores como Karl-Otto Apel y Hans Jonas. Otros autores como Jürgen Habermas, Gianni Vattimo o Peter Singer, por mencionar algunos, han sido considerados pensadores canónicos, sobre todo por la marcada influencia que han ejercido sus ideas en la época actual, las que también han servido de guía y fundamento filosófico para esta obra. En general, los diferentes capítulos del libro admiten una importante deuda con las metodologías analíticas predominantes en varias expresiones del pensamiento ético de nuestros días (ética hermenéutica, ética discursiva, ética de la responsabilidad, ética utilitarista).

El capítulo inicial se permite ofrecer una introducción general al tema. A partir de una propuesta de prólogo recorre los caracteres distintivos de la disciplina, señalando, en primer término, una posibilidad de esclarecimiento para la diferencia que puede establecerse entre los términos “ética” y “moral”, más allá de la simple convención con que ella habitualmente se entiende. Luego, se intenta visualizar una perspectiva de fundamentación para la ética aplicada recurriendo a la asimilación de un gesto conciliador propio de la reflexión contemporánea que –tras la crítica de Hegel a Kant– ha buscado vías de articulación entre las grandes tradiciones filosóficas otrora rivales (teleologismo, deontologismo), con el propósito de dar cuenta –en la escena contemporánea del pensamiento– de los problemas irresueltos y las insuficiencias acusadas por cada una de ellas anteriormente. En tal contexto, se entiende que la ética aplicada es heredera formal de un determinado movimiento del espíritu acontecido a mediados del siglo xx (rehabilitación de la filosofía práctica), cuyo rasgo distintivo fue el intento de poner en circulación nuevamente los temas de la filosofía práctica aristotélica, principalmente en el marco de una confrontación con la vertiente ilustrada –kantiana– de fundamentación de la ética. Ahora bien, como las transformaciones impuestas por la técnica y la globalización empiezan a exigir respuestas más coherentes y ajustadas a los nuevos escenarios en que transcurre la vida de los seres humanos del presente y dado que las perspectiva éticas tradicionales se muestran insuficientes para responder a tal desafío, una nueva modalidad de la reflexión emerge y cobra vigencia: la ética aplicada. Esta nueva orientación del pensamiento, aunque enfrenta la dificultad de carecer de una perspectiva de fundamentación teórica unitaria desde la cual hacer prevalecer sus convicciones, ha conseguido desarrollar un estilo propio y una suficiencia analítica capaz de aproximarse, de mejor manera que ninguna de las alternativas precedentes, a la discriminación del sentido y el alcance de algunos de los problemas más característicos del mundo contemporáneo. De este modo, entonces, queda expuesta una visión introductoria del tema central de la obra.

El capítulo siguiente procede a analizar la pertenencia de la bioética a la ética aplicada mostrando la coincidencia de los rasgos que la caracterizan con cada uno de los aspectos que definieron a esta última. De esta manera se describe la naturaleza paradigmática de la bioética en relación con el resto de las éticas aplicadas, tanto por su condición primogénita frente a ellas, como por el desarrollo de conceptos fundamentales y de procedimientos que las otras expresiones de ética aplicada –surgidas ulteriormente– podrán aplicar a sus respectivos ámbitos temáticos. Se revisan también los principales aportes de fundamentos y procedimientos de las principales herencias constitutivas de la tradición ética occidental (teleología y deontología, específicamente), entendiéndose que la bioética integra esas dos herencias como dos momentos de un único procedimiento y que pretende, a partir de ello, conducir su intento de resolución de los problemas de la moralidad derivados de la intervención técnica sobre la vida y el medio ambiente que la sustenta, en el contexto del proceso de globalización actualmente en curso. De este modo, se estima que, tanto la propia bioética como sus expresiones congéneres, contribuirían al resurgimiento del interés por los temas de la ética y la moral, cuya muerte había sido ya anunciada por dos grandes filósofos contemporáneos: Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Se favorecería, a la vez, una mayor conciencia respecto de la necesidad de ajustar el desarrollo tecnológico a dos elementos fundamentales del proyecto humano: el logro de una vida buena y de una convivencia justa. Esta urgente tarea se derivaría del riesgo inminente enfrentado actualmente por la humanidad: que la desaparición de las condiciones mínimas para la preservación de la vida sobre la tierra tornen irrealizable todo proyecto humano.

El campo de aplicación ética que se explora en el artículo siguiente corresponde al de la ética medioambiental. En relación con ello, se busca la manera de establecer algunos parámetros de referencia para una posible aproximación ética a los problemas referidos al entorno. Para esto se ha recurrido a una doble estructura de fundamentación de corte hermenéutico, provista por los planteamientos de los filósofos contemporáneos Paul Ricoeur y Gianni Vattimo. En relación con el primero de ellos, se considera su teoría del texto y en relación con el segundo, su vertiente ética de la interpretación. La indagación se aborda a partir de la idea de que la comprensión técnico-científica moderna del medio ambiente, su traducción en términos manipulables mediante la disposición de la naturaleza en calidad de “recursos” o stocks, así como el antropocentrismo avasallador que se oculta detrás suyo corresponde al desconocimiento más absoluto y radical que se pueda concebir de la emergencia de un sentido nuevo y provisional para el sujeto humano.Así, entonces, se asume que es en una ética de fundamento hermenéutico, donde puede tener lugar una orientación razonable y prudencial para el proceso deliberativo y la acción referida a la crisis medioambiental del presente, pues de lo que se trataría sería de avanzar hacia un modelo que no conciba su propósito como un asunto de prescripción normativa para la administración más racional y depurada de los “recursos”, o una contabilidad de datos y proyecciones cuantitativas de explotación razonable de las subsistencias, sino hacia la comprensión de esa íntima y polifónica relación de transferencia existencial que entrecruza los diversos sentidos y las múltiples sensibilidades de lo vivo que no son admitidas en el enunciado científico-técnico.

Como extensiones problemáticas concomitantes con la ética medioambiental –aunque epistemológicamente constituyan campos independientes de investigación–, los siguientes capítulos del libro buscan dar cuenta de los conflictos concernientes al fenómeno demográfico y los problemas del mundo animal no humano. En el primero de estos casos el asunto controversial que se examina está referido al crecimiento de la población mundial y el examen aborda lo que en la reflexión se ha considerado como factores de riesgo. Con este propósito se revisan las diferentes hipótesis sostenidas al respecto; tanto aquellas que afirman que el crecimiento de la población es excesivo y dentro de un plazo más inminente del que se pudiera estimar el planeta no tendrá capacidad de carga ni espacio suficiente para soportar una población en crecimiento cada vez más explosivo; como aquellas otras teorías alternativas que, más bien, reclaman porque faltan recursos y espacio en algunos lugares del mundo dado que ni las personas ni el dinero están bien distribuidos, con lo cual el fenómeno demográfico se hace más crítico aún. Se examina reflexivamente, además, la posibilidad de que el desarrollo tecno-cien-tífico que constantemente está abriendo oportunidades positivas para la humanidad, eventualmente pueda contribuir a que el planeta produzca alimento suficiente para muchas más personas y con ello el problema se vea morigerado, aunque no por ello resuelto. Es, precisamente, el escrutinio de las diversas concepciones referidas al crecimiento poblacional y las apuestas que una y otra perspectiva formulan, lo que otorga interés ético-aplicado a este artículo en particular.

A continuación, en el libro se busca dar cuenta también de otro fenómeno controversial de máximo interés para nuestra época y que de algún modo ha estado presente en la reflexión ética desde antiguo, aun cuando haya alcanzado notoriedad y relevancia mayor sólo desde mediados del siglo xx. Tiene que ver con el estatuto ontológico y ético que desde la perspectiva humana se asigna a la vida animal.Al respecto, los pensamientos de algunos teóricos emblemáticos del tema, y defensores militantes de esta verdadera causa política de nuestro tiempo son explorados por el artículo respectivo. Conjuntamente con ello se da cuenta de otros enfoques que han tomado la palabra en esta discusión y se examinan las posibilidades de aproximación a lo que podría calificarse como el ensayo de una perspectiva ética para la consideración del mundo animal no humano.

Posteriormente, se ha intentado establecer un marco teórico de base en relación con el estado del arte en el dominio de la corriente de ética aplicada así llamada Ética de los Negocios, o Ética de la Empresa –o Business Ethics, según la denominación anglosajona. Para ello se ha tenido en consideración un estudio de campo realizado hace un tiempo en la Región Metropolitana, en el que se revisó y diagnosticó el nivel de desarrollo e implementación de prácticas éticas en empresas del medio nacional. Tal constatación empírica permitió visualizar el curso emprendido por las principales orientaciones doctrinarias prevalecientes en ellas, la existencia o inexistencia de bases de fundamentación filosófica detectables en las principales aplicaciones concretas que han venido teniendo lugar en la realidad y la práctica empresarial de nuestro entorno inmediato. El objetivo de este artículo es advertir preliminarmente la complejidad presente en el espectro de situaciones características y definitorias de una ética integrada a las Organizaciones, en las dificultades y problemas existentes para su implementación, y en las proyecciones y desafíos que se plantean en las actuales condiciones de desarrollo material a la posibilidad de articular un entramado de prácticas específicas que tiendan a conciliar los fines e intereses organizacionales, el crecimiento económico y la cohesión social.

Partiendo de la pregunta por la viabilidad de la ética aplicada, entendida como intento de revitalización de la alicaída ética filosófica tradicional, el siguiente capítulo se propone explorar el estatuto reflexivo y el carácter esencial de esta nueva expresión del pensar, siguiendo inicialmente la elaboración crítica que al respecto formulara el filósofo germano contemporáneo Matthias Kettner. La posibilidad de sortear las dificultades de grandiosidad teórica o simple resignación, o de caída en la sobreexigencia o el conservadurismo estructural –planteadas por el diagnóstico del alemán– se ve alcanzada mediante el recurso a la comprensión –de raigambre kantiana– que la filósofa española Adela Cortina tiene de la ética aplicada, en tanto uso público de la razón; lo cual implica atribuir carácter y amplio sentido político al objetivo y a la misión central de esta nueva disciplina, entendiéndola como lugar de toma de decisiones, de deliberación pública y formación de la voluntad y el bien común, es decir, como lugar de preocupación y construcción de la res publica, por antonomasia. Lo más interesante es que, en esta concepción, todo ello no se materializa imprescindiblemente sólo a través de las instituciones del estado, sino, más bien, a través de las redes intermedias propias de la sociedad civil.

En el capítulo que sigue se ha querido establecer un vinculo entre el desarrollo de las éticas aplicadas y la necesidad de realizar una acción pedagógica para que los ciudadanos y ciudadanas puedan participar de estos debates desde una reflexión y argumentación lo más compleja y evolucionada posible. Para ello se busca fundamentar la necesidad de que las éticas aplicadas se desarrollen junto a un renovado interés por impulsar la formación ética y ciudadana de los niños y jóvenes en las escuelas; permitiendo así el mejoramiento de las condiciones que hacen posible que las personas puedan participar de la deliberación sobre los dilemas y desafíos morales del presente. La exploración de este campo específico de aplicación se desarrolla a la luz del concepto de “personalidad moral”, entendido como aquella estructura específica que condiciona y determina el modo en que los individuos enfrentan y resuelven las situaciones moralmente controvertidas. Corresponde a un complejo de actitudes, capacidades, sensibilidades y conocimientos con los que las personas responden ante las disyuntivas éticas. Para ello, se explicita y fundamenta el carácter de “construcción” que tiene la llamada “personalidad moral” y se exploran críticamente sus dimensiones constitutivas principales: autonomía, juicio moral, capacidad de diálogo (argumentación) y reconocimiento del otro. Con esto, se busca enfatizar el desarrollo del razonamiento moral y de la capacidad argumentativa, a partir de un encuadre teórico obtenido del modelo ético-discursivo de Apel y Habermas. De esta manera, se quiere avanzar hasta la definición y la caracterización de estrategias pedagógicas o metodologías adecuadas para trabajar con los estudiantes el desarrollo de dichas dimensiones de la personalidad moral.

No está ausente de este libro la preocupación por las implicancias dilemáticas surgidas del ámbito de la ética de la investigación científica, particularmente en el caso en que los sujetos de tal investigación son los propios seres humanos. Uno de los capítulos finales indaga en la compleja realidad de las regulaciones éticas que a partir de los sucesos de Núremberg se han venido desarrollando para contener los desbordes y excesos a que puede conducir el intento de satisfacción unilateral de intereses –sobre todo económicos– que rodea a la investigación científica. La crisis provocada por los últimos conflictos revela que, aún existiendo normas éticas internacionales, todavía se producen graves violaciones a los derechos de las personas y un vehemente embate en contra de los estándares éticos universales. La muerte de sujetos de investigación que participaban en protocolos autorizados por comités institucionales de gran prestigio, o la conducta sospechosa de organismos oficiales de control sanitario que no retiraron del mercado productos denunciados por sus efectos adversos y su responsabilidad en la muerte de muchas personas en el mundo, han puesto de manifiesto el alto grado de corrupción de un sistema que se halla atravesado por intereses muy alejados de aquellos más propios de la ciencia y la medicina. De este modo, como se puede apreciar, sigue cobrando actualidad un significativo conjunto de irregularidades producidas en el campo de la investigación, todas ellas fuertemente relacionadas con los intereses de la industria farmacéutica y con su amplia esfera de influencia sobre las políticas gubernamentales de las naciones, sobre los organismos reguladores, los comités de ética, los centros de investigación y sobre la propia actuación de los investigadores. Para el artículo es prioritario, por tanto, procurar una protección integral de los individuos, que esté fundada en el respeto por su dignidad y la del conjunto de la sociedad donde la investigación se lleva a cabo, de modo que pueda de verdad tender a la promoción de la salud y el desarrollo humano.

La ética de los medios de comunicación representa otro afán analítico de esta obra. El asunto que se aborda en este capítulo es la posibilidad de favorecer un incremento de la influencia de los medios de comunicación social sobre la conciencia y la atención a los derechos por parte de los individuos expuestos a su mensaje, promoviendo de esta manera una preocupación más definida y atenta al riesgo de daño provocado a las personas en la comunicación pública. Se entiende, de esta manera, que los media, aun cuando en su estado actual no lo manifiesten explícitamente –e incluso se empeñen en desconocerlo–, sí albergan la posibilidad cierta de constituirse en un poderoso recurso para alentar prácticas sociales como la tolerancia y el reconocimiento mutuo, en el ámbito permanentemente conflictivo de las relaciones sociales, abriéndose de este modo a la eventualidad de que las incomprensiones entre los individuos, los estereotipos y manifestaciones de etnocentrismo o xenofobia habituales que entorpecen los vínculos, puedan alcanzar un punto de superación. Delinear un posible uso ético de los medios, queda planteado de este modo como el objetivo susceptible de ser alcanzado a través de la enunciación de una verdadera propuesta pedagógica en torno al tema.

El artículo final de este libro ha considerado como ámbito de aplicación de la reflexión ética a la salud, desde una perspectiva ecoética, teniendo en cuenta que las concepciones tradicionales de la salud han surgido en relación con determinadas nociones epocales, generando prácticas y perfilando modelos conductuales característicos y relativos a dichas formaciones sociohistóricas, todas establecidas antropocéntricamente y excluyendo a las demás especies del medio natural. Dicha alteración antropogénica del ambiente ha tenido un significativo impacto sobre las coordenadas espacio-temporales y biológicas de la realidad, terminando por expandir irrestrictamente el enclave humano, usurpando y arrasando brutalmente al entorno. Un concepto más amplio de salud, como el que en este artículo se busca tematizar críticamente, implicará, por cierto, analizar el curso histórico de esta desnaturalización y humanización de la naturaleza, fenómenos que se presentan no sólo como manifestaciones relativas al hombre en su relación con ésta sino, ante todo, como relativas al hombre en su relación consigo mismo, inmerso en un complejo intrahumano que no puede ser pensado como independiente del entorno en su problemática existencial. Desde aquí se plantea, entonces, el concepto de una medicina mentis como la clave privilegiada de comprensión del tema.

En suma, luego de la preliminar delimitación y definición de la ética aplicada como tal, los capítulos siguientes, a partir de sus respectivos desarrollos, han querido avanzar hacia la formulación de las orientaciones éticas que se estiman correspondientes a la praxis humana en el escenario globalizado y plural del mundo –en algunos casos, en el contexto específico de nuestra propia realidad de nación–, al modo de un criterio ético racional que se presume capaz de contribuir a la resolución de la conflictividad moral de la época presente, que es, de hecho, uno de los objetivos principales perseguido por estas líneas.

Por último, se puede señalar que todos los artículos que se ofrecen a consideración de los lectores en las próximas páginas albergan la esperanza de despertar en ellos un interés que esté más allá de la simple inquietud por revisar y tomar noticia de materias teóricas de mayor o menor actualidad. La ética está de moda, claro está. En función de este carácter suyo, por cierto, ha acaparado la atención de un vasto público durante el último tiempo. Se podría decir, incluso, que se trata de una situación insólita. Nunca antes quizás, en la historia del pensamiento, se había percibido semejante interés por tópicos de naturaleza filosófica.

Por lo mismo, el compromiso que los autores han querido asumir ante tal situación puede considerarse doble: por una parte, hacer justicia a la sempiterna necesidad de rigor intelectual que cualquier reflexión de cuño filosófico exige para obtener su validez y legitimidad.Y, por otra, sortear con acierto la necesidad de contribuir a la expansión de la conciencia ética, proponiendo posibilidades de examen e interpretación para los acuciantes problemas y dilemas morales de nuestro tiempo, sin ceder por ello a la tentación de desnaturalizar ese mismo rigor en nombre de la simple divulgación. La palabra la tiene a partir de ahora el lector, único juez legítimo para evaluar este esfuerzo.

Raúl Villarroel

Santiago de Chile, febrero de 2008.

Capítulo 1INTRODUCCIÓN A LA ÉTICA APLICADARaúl Villarroel

1.1. Aproximaciones a la distinción entre los términos Ética y Moral

Con frecuencia se suele distinguir entre ética y moral señalando que aquella sería la reflexión sistemática o la reflexión crítica acerca de los contenidos o preceptos de ésta. Es decir, que la ética sería la disciplina filosófica que se ocuparía de explicitar y fundamentar racionalmente los problemas de la moralidad; en tanto, la moral (a veces incluso llamada también ‘ética concreta’), de acuerdo con su peculiaridad etimológica, sería aquel concepto referido al conjunto de costumbres, convicciones, creencias, modos de vida, o sea, aquella disposición cotidiana y habitual con que los seres humanos nos establecemos en el mundo y adoptamos decisiones y actuamos frente a las distintas circunstancias que nos plantea la existencia. Según esta concepción, la moral se ve fuertemente ligada a, o definida por, códigos o preceptos que regulan, ordenan, dirigen los comportamientos, en función de concepciones arraigadas en la tradición o definidas por la autoridad, y que son relativas al bien y al mal, a la corrección o incorrección estimada de los actos humanos. Por lo mismo, a la reflexión filosófica y crítica llevada a cabo por la ética, acopiando el decantado de la historia del pensamiento, le concierne discernir o esclarecer, a la vez que dotar de legitimidad y coherencia lógica, aquellos aspectos de fundamentación, aquellos conceptos de base, que sostienen entonces a tales prescripciones, cuerpos normativos, a tales determinaciones de la moralidad.

Ésta sería la manera corriente de establecer la diferencia aludida; lo que podría considerarse, al menos provisionalmente, como una dimensión “exotérica” de las diferencias existentes entre el término “ética” y el término “moral”1. En este sentido, es que a veces se piensa que la tarea de la ética sería “dar cuenta racional” de la moral, o que la ética es una cuestión pensada, en tanto la moral una cuestión vivida.Todo ello, como ya se ha dicho, porque la ética sería una rama o disciplina de la filosofía, que se ocupa de la moral, que constituiría su contenido.

No obstante, existe otra posibilidad de aproximarse a la misma diferencia, pero desde otras referencias más específicamente filosóficas, más centradas en el propio desarrollo histórico de la filosofía; a la que, siguiendo idéntico criterio, podríamos considerar ahora como una dimensión más bien “esotérica”, si se admite la expresión.

Diciéndolo de manera esquemática, esta posibilidad se daría a partir de la clasificación habitual que se suele establecer en relación con las dos más influyentes tradiciones de la ética en Occidente. Esta clasificación tiene su origen, por una parte, en el pensamiento de Aristóteles, y considera su noción de felicidad y su sentido de la vida buena; y, por otra, en la filosofía de Kant, y considera su fuerte sentido del deber y su noción fundamental de la justicia. Ésta es, por ejemplo, la posibilidad de distinguir la diferencia entre ética y moral que se puede vislumbrar a partir de la exposición que hace Hegel del problema de la eticidad, entre otros escritos, en su Filosofía del Derecho2, donde en relación con la noción de espíritu objetivo se ocupa también del derecho y la moralidad, entendiendo la vinculación dialéctica entre ellos. Por esta vía de indagación se excede la distinción puramente exterior entre los términos, y se profundiza en una temática grávida de consecuencias para los propósitos últimos por los que esta distinción es abordada aquí en los comienzos de este libro.

Hegel piensa que la eticidad está ya presente en germen en el derecho, y le otorga, tanto a éste como a la moral, su pleno significado. La eticidad representa, pues, el grado máximo de unión y organización colectiva de los individuos. Las formas concretas que adopta la eticidad son, progresivamente, la familia, la sociedad civil y el Estado.

A través de este concepto de eticidad, Hegel intenta superar las filosofías del derecho vigentes en su época, en particular, las doctrinas del derecho natural elaboradas desde Hobbes hasta Fichte. Hegel considera a la eticidad –cuya figura concreta es el pueblo– como la unidad efectiva de los hombres y de las diversas instancias a través de las cuales éstos se vinculan; tanto aquellas naturales, como pueden ser el clima o la geografía, por ejemplo, como aquellas otras más bien psicológicas, económicas, jurídicas, políticas, morales, etc.

Como se sabe, Hegel cuestiona la filosofía moral de Kant a través de una crítica que se enraíza en la filosofía de Aristóteles, particularmente en su concepción ética de la política. Recordemos que para Aristóteles, la realización del hombre resultaba insostenible al margen del ámbito esencial de la polis, fuera del marco determinante de las instituciones, del conjunto de las tradiciones y las costumbres. Es este marco, precisamente, el que confiere al ciudadano su identidad de tal y la posibilidad de realizar su verdadera naturaleza ética, según cree Aristóteles. Por esto Hegel verá con interés el hecho de que en este esquema lo individual particular sólo tenga posibilidad en tanto se identifique y funda con ese espíritu que se manifiesta y objetiviza en el contexto general de tradiciones, costumbres e instituciones sociales del mundo griego.

En este sentido, Hegel cuestiona aquella noción moderna de la moralidad (Moralität) kantiana entendida como la pura reflexión de la conciencia sobre la ley moral y el deber, en tanto exigencia ideal contrapuesta a lo real. Hegel objeta de Kant3, que su particular comprensión de la moralidad –contrapuesta a la eticidad (Sittlichkeit)– estaría vaciada de todo contenido particular y por ello su aplicación sólo conduciría a la producción de juicios forzosamente analíticos y, en consecuencia, tautológicos. Por otra parte, critica también el hecho de que el universalismo de la ética kantiana sea tan abstracto, que finalmente resulta impotente para dar cuenta de lo real contingente, puesto que el imperativo categórico exige la separación absoluta de lo universal y lo particular, con lo cual los juicios válidos susceptibles de derivar de tal principio son necesariamente insensibles a la naturaleza específica y al contexto real de aquellos problemas que en cada caso deban resolverse, por lo que resultan en definitiva externos a toda contingencia.Además, Hegel objetaría también la impotencia del sentido del deber puro kantiano en tanto la exigencia de que queden escindidos el ser del deber impediría mostrar cómo el principio moral puede llevar a la práctica las convicciones morales. Por último, Hegel critica a Kant la manera de disponer una perspectiva de terror jacobino para la actitud interior, ya que el imperativo categórico separa de tal manera las exigencias puras de la razón práctica del proceso de formación del espíritu y de sus concreciones históricas, que incurre en el peligro de llegar a sacrificar la individualidad en vistas de traer el bien o los fines más altos a la realidad mediante la mediación de la moral.

Ello nos permitiría distinguir, por tanto, entre una perspectiva de moralidad y otra de eticidad; entre el ámbito de la conciencia individual en el que se representa la moral y su ley, conforme a un sentido del deber puramente formal, y el ámbito de la vida colectiva, de las instituciones y el conjunto de las costumbres en que se representa la ética, un sentido de la vida buena a partir de los ejemplos y las virtudes, a partir de las actitudes encarnadas en aquellas formas de vida que se consideran valiosas y que conforman al ethos de la comunidad.

En síntesis, se podría decir que Hegel objetó aquel punto de vista kantiano, según el cual, la pureza de la buena voluntad y la universalidad de la ley moral debían hacer abstracción de todo interés, de toda inclinación o preferencia individual, quedando con ello vaciada de todo contenido la moralidad, y operando al modo de un mero principio formal.

1.2. Una perspectiva de fundamentación para la ética aplicada

Algunas teorías éticas contemporáneas –como la ética discursiva de Apel y Habermas, por ejemplo- han buscado recomponer esta fractura de eticidad y moralidad, y alcanzar un punto de sutura para ella por vía de la integración complementaria de sus términos constituyentes. Es así como se plantea Karl-OttoApel cuando piensa que el proyecto ético-discursivo puede representar tanto el momento deontológico kantiano de reconocimiento del puro deber como al mismo tiempo la orientación teleológica aristotélica de atención a fines que dirige al procedimiento de legitimación de normas morales que la caracteriza. Ello queda de manifiesto cuando Apel señala:“La ética del discurso no puede partir –a diferencia de Kant– del ideal normativo de los entes puramente racionales o de una comunidad ideal de seres racionales, separada de la realidad y de la historia.A mi parecer, este punto tiene la siguiente consecuencia metodológica: la ética discursiva, a diferencia de una pura ética deontológica de principios proveniente de Kant, no puede partir de un punto de vista abstracto ajena a la historia, o del punto cero de la historia. Más bien, tiene que considerar que la historia humana –también la de la moral y la del derecho– ha comenzado desde siempre y la fundamentación de normas concretas (por no hablar de su aplicación a las situaciones) puede y debe conectarse también, ya siempre, a la eticidad concretada históricamente en las correspondientes formas de vida. Sin embargo, la ética discursiva no puede ni quiere renunciar al punto de vista universalista del deber ideal que Kant alcanzó”4.

Por su parte, Jürgen Habermas, el otro filósofo alemán responsable de la teoría ético-discursiva, en vínculo con esta misma posibilidad de recomposición de la escisión entre eticidad y moralidad que denunciara Hegel y que su propuesta busca remontar, señala: “[…] la ética del discurso se sitúa en la tradición kantiana [pero] sin exponerse a las objeciones que se han dirigido desde sus comienzos contra una ética abstracta de la actitud interior. Ciertamente con su estrecha noción de moral se concentra en las cuestiones relativas a la justicia. Pero no tiene que descuidar la atención a las consecuencias de la acción, ni tampoco tiene que excluir del campo de estudio discursivo las cuestiones relativas a la vida buena, a las que la ética clásica concedía un lugar privilegiado, dejándolas en manos de actitudes derivadas de los sentimientos o de decisiones irracionales”5.

Ésta es, precisamente, una de las exigencias teóricas fundamentales que busca ser satisfecha por la vertiente aplicada de la ética actual, para conseguir validez y legitimidad teórica, al menos en dos sentidos. Por una parte, satisfacer la necesidad de indagar en los fundamentos filosóficos de la acción y el reconocimiento de una conflictividad que está requerida de superación, para lo cual se precisa una cierta idea regulativa, un principio que oriente la deliberación respectiva.Y por otra la satisfacción de una exigencia no menos enfática que la induce a contextualizar y situar esa misma reflexión al interior de coordenadas históricas que, por su propia naturaleza, tienden a relativizar cualquier perspectiva de inicio, cualquier punto de partida de la reflexión o cualquier intento de resolución de esa misma conflictividad mediante el recurso a principios ligados a la tradición o la autoridad.

El destino de una perspectiva de esta índole se juega inevitablemente en la aventura de compatibilizar ambas direcciones del pensamiento, la necesidad de reconocer una referencia que determine al menos un curso inicial para el análisis y, a la vez, la obligatoria observancia de la fuerza determinante de los elementos contingentes que disuelven toda referencia canónica establecida a priori. Y todo ello al interior de una estructura de racionalidad, excluyendo todo decisionismo; es decir, enfrentando la pretensión de fundamentar no metafísicamente la posibilidad de discernimiento de los hechos susceptibles de análisis moral.

De hecho, una de las cuestiones quizás más discutidas, en relación con la necesidad de las éticas aplicadas de validarse como paradigma analítico de la conflictividad, es la posibilidad de que sea efectivamente accesible –como parece pretenderlo– esa perspectiva filosófica estandarizada de un minimalismo moral, de una cierta moralidad nuclear, definida por unos cuantos principios que aspiran a tener validez universal en tanto pueden ser sostenidos racionalmente y escapan a todo interés subjetivo o a toda particularidad cultural, suponiéndose, al mismo tiempo, que pueden ser reconstruidos, cada vez, en diversos contextos locales y con la misma fuerza vinculante siempre.

Se podría suponer al respecto que, en efecto, la idea de una arquitectura translúcida de la moral, que deja entrever unos pocos pilares de sostén, constituye en verdad una pretensión infundada, que tal vez puede ser concebida sólo eventualmente, puesto que la moralidad remite de modo inconfundible a una opacidad basal definida por determinadas adhesiones de fondo que los individuos nunca abandonan, ni siquiera en beneficio de unos acuerdos que puedan resultarles transitoriamente favorables.

Ahora bien, es ya un hecho indesmentible que en el contexto de la cultura contemporánea la viva reaparición del interés por los asuntos vinculados a la filosofía práctica marca un hito singular y a la vez tremendamente significativo. Ello quizás obedezca a la vieja impronta del asombro (Thaumatzein) que ha caracterizado a la filosofía desde sus inicios griegos.Y esta preocupación especial por la dimensión de la acción no sea sino una expresión más de ese rasgo esencial del pensamiento filosófico de todos los tiempos, que permite que los hombres y las mujeres sigamos admirándonos incesantemente por cuanto nos ocurre y nos movamos a pensar en virtud de ello.

No podría desconocerse que a partir de la época moderna –aunque parezca insólito y sea a menudo desconocido– es Nietzsche quien ha jugado uno de los papeles más gravitantes en este sentido. Es, de hecho, el pensador de Sils Maria quien le ha conferido a los asuntos de la moral –a la acción misma, digamos– la centralidad filosófica, el locus privilegiado en el que se asienta y destina el pensamiento. Es Nietzsche quien cree que los presupuestos más generales de la filosofía son esencialmente morales pues sólo la Moral es capaz de persuadirnos de que el pensamiento tiene una buena naturaleza, y el pensador, una buena voluntad; y sólo el Bien puede fundar la supuesta afinidad del pensamiento con lo Verdadero6. Podríamos decir que es Nietzsche el que reduce a la filosofía a preocupación moral, desde la orientación crítico-histórica, por cierto, como ya sabemos. Pero, opera en función de una estrategia de concentración del pensar en el ámbito de la moralidad, sin otra remitencia que la propia acción. Entonces, más allá de Kant y de Hegel, más allá de la moralidad y la eticidad referidas o proyectadas a grandes sistemas o universalidades, en Nietzsche la moral queda sujeta a la vida misma y se hace preponderante como clave de total entendimiento de la experiencia.

Por cierto, para un pensar filosófico determinado en clave moral de manera tan decisiva, no resultará demasiado complejo volcar posteriormente esa misma fuerza interrogativa en las transformaciones materiales del mundo; particularmente sobre aquellas derivadas del desarrollo científico y técnico que acaparan el poder ostensiblemente transformador, por antonomasia, cada vez con mayor vigor a partir del siglo xx en adelante, incluso en una aparente total desconexión con las ideas del pensador germano. Pero, bien se podría aventurar la proposición de que hubo un peculiar giro sensibilizador respecto de la moral que se entronizó ya definitivamente en la filosofía con el aporte crítico elaborado por Nietzsche en la segunda mitad del siglo anterior, que ya no abandonó a la filosofía y que, por el contrario, la impregnó de manera fecunda; aún a pesar de los intentos de algunas corrientes del pensamiento por excluir de las legítimas preocupaciones filosóficas aquellas referidas a la normatividad y la moral.

No obstante lo anterior, se podría señalar que las raíces de este interés, propio y característico del pensamiento contemporáneo, esta significativa preocupación por los asuntos prácticos, se encontraría, por otra parte, también, en la visible atención que varios pensadores de nuestra época le brindaron a la filosofía práctica aristotélica, principalmente en el marco de una confrontación con la vertiente ilustrada (kantiana) de fundamentación de la ética7.

1.3. La rehabilitación de la filosofía práctica

En el año 1972, el filósofo germano M. Riedel8, con la publicación de la afamada obra Rehabilitierung der praktischen Philosophie, capitalizó el surgimiento de una fuerte tendencia a la recuperación del punto de vista moral en la reflexión filosófica, basada en una nueva recepción del pensamiento aristotélico. Los caracteres de tal movimiento del espíritu fueron calificados como una rehabilitación de la filosofía práctica; expresión que no sólo haría fortuna con el correr de los años sino que también sirvió para dar título a la obra homónima que, en gran medida, instaló definitivamente el debate respectivo, hasta nuestros días.

En esta línea, por una parte, se destaca la figura de Hans-Georg Gadamer, cuya hermenéutica filosófica inspiró fuertemente a este movimiento rehabilitador que buscaba sustentar –mediante el retorno al aristotelismo– nuevas orientaciones para la deliberación y la acción humana en el contexto del mundo contemporáneo.Y por otra, se puede mencionar también al pensador anglosajón Alasdair McIntyre, figura central de la corriente de pensamiento conocida como neoaristotelismo.

Ahora bien, no se debiera desconocer el hecho de que una valiosa contribución a esta fuerza espiritual fue impulsada –al menos en algún sentido– también por Heidegger; particularmente en relación con el vivo interés que éste le brindara a la filosofía práctica de Aristóteles en sus años de juventud9, aunque luego abandonara tal proximidad en beneficio del giro ontologizante que adquirió su pensamiento.

Es sabido que buena parte de los discípulos de Heidegger de aquella época de las juveniles lecciones sobre Aristóteles (Gadamer incluido) –segunda década del siglo xx–, se constituyeron, a la postre, en los protagonistas de una suerte de renovación de la cultura alemana de posguerra y algunos de ellos, durante los años 60 y 70, dieron lugar, a su manera y mediante un evidente distanciamiento del maestro, a este movimiento revitalizador de la filosofía moral.

Por medio de dicha fórmula conceptual –rehabilitación de la filosofía práctica–, se buscó dar cuenta de aquella tendencia que se haría cada vez más creciente a la hora de tratar los problemas relativos al comportamiento humano –en particular los morales y políticos–, desde un punto de vista distinto del de las ciencias propiamente dichas, incluidas dentro de ellas las ciencias humanas; pero bajo la pretensión de encontrar una fundamentación última y, por sobre todo, racional de la moral, de alcance universal, que, a la vez, excediera las aporías a que podía conducir el proyecto iluminista kantiano de constitución de una ética, cuyo modelo más próximo se encontraba en la física newtoniana.

No obstante lo anterior, pensadores neoiluministas como Habermas, o el ya mencionado Karl-Otto Apel, han buscado sobrepasar aquellas dificultades mediante un apego reparador a la razón ilustrada y enfrentar a través de ella el peligro planteado por las diversas clases de irracionalismo o decisionismo10 que se cierne sobre el presente, intentando igualmente materializar un proyecto de fundamentación última de la moral, también de alcance universal, como se ha dicho anteriormente, por lo menos a través de la expresión de unos principios mínimos en un marco procedimental. Ello es lo que los ha conducido al intento de establecer con su proyecto ético-discursivo una suerte de posición intermedia entre las herencias aristotélica y kantiana de las que se ha nutrido la ética moderna y contemporánea, según se ha visto algunas líneas atrás.

Los autores que han adherido a ambas posibilidades señaladas con anterioridad han buscado, paralelamente, conducir también la argumentación para remontar la validez del discurso práctico más allá de la simple tarea analítica que el predominio del cientificismo positivista le había asignado a la filosofía metafísica indistintamente, así como habían pretendido los filósofos del Círculo de Viena, asociados al llamado empirismo lógico (M. Schlick, R. Carnap, O. Neurath, entre otros) durante la primera mitad del siglo xx. Esta confrontación, a la postre, se tradujo en el intento por fundar racionalmente una ética y una política de tipo valorativo.

Tal resurgimiento, entonces, se dio en el contexto de un intenso debate con aquellos filósofos analíticos que imponían la renuncia expresa a las valoraciones de todo tipo, en procura de ese ideal de objetividad que había sido planteado para todo enunciado de conocimiento. Y fue precisamente esta rotunda escisión entre cientificidad y eticidad, de la que se desprendía el dictamen prohibitivo para la formulación de enunciados prescriptivos a partir de enunciados descriptivos –el clásico pecado filosófico de la falacia naturalista, digamos–, la que desencadenó dicho encarnizado enfrentamiento que, a estas alturas, ya parece haber concedido razón a aquella poderosa intuición que reivindicaba un lugar para la preocupación por los temas prácticos en el escenario de la razón.

Ahora bien, en una u otra dirección –neoaristotélica o neoiluminista–, a partir de las últimas décadas, resulta posible reconocer una significativa expansión de este movimiento del pensamiento que busca dar cuenta filosófica de los problemas del mundo de la vida en el contexto de la cultura occidental. Se trata de una verdadera salida del claustro por parte de los filósofos; hoy en día, la filosofía está definitivamente puesta en la plaza del mercado, como lo ha señalado en algún momento el propio Habermas11; o también Adela Cortina, quien ha supuesto que a los tradicionales “giros” de la filosofía (lingüístico, pragmático y hermenéutico) ahora se le ha sumado el llamado “giro aplicado”12.

Se podría decir que, paulatinamente, la filosofía se ha ido extendiendo al ámbito propio de diversas instituciones y ámbitos otrora ajenos para ella, expresando de esta manera un marcado carácter interdisciplinario. El caso más emblemático lo constituye su cada vez más creciente incorporación a las instituciones sanitarias. Es un hecho que en ellas, la proliferación de los comités de ética, por citar un ejemplo, se ha establecido como factor crucial de su carácter y dinámica interna actuales, y le han impreso, sin duda, una importante transformación. Sin ir más lejos, podríamos recordar que el filósofo italiano Gianni Vattimo, por ejemplo, ha dicho expresamente que la filosofía debe encarnar esa necesaria sintonía con todas las voces del presente.

1.4. El carácter de la ética aplicada y los nuevos escenarios de la moralidad

Y es que la naturaleza de la conflictividad moral característica del mundo contemporáneo está moviendo a la reflexión filosófica por un camino cada vez más exigente. Las nuevas determinaciones materiales, sociales, económicas, políticas y espirituales impuestas por la vertiginosa transformación técnica del planeta y el proceso de globalización en curso parecen requerir de respuestas más coherentes y más ajustadas a los nuevos escenarios en que transcurre la vida de los seres humanos del presente. Por su parte, el creciente avance del pluralismo de las ideas obliga a la consideración de una multiplicidad de perspectivas que complejizan y dificultan el análisis de los problemas contingentes de la actualidad. Ya no es posible satisfacer las necesidades de respuesta a los problemas que plantea la época actual mediante el recurso a un pensamiento moral que hunda sus raíces exclusivamente en la consideración tradicional de los fenómenos propios del mundo de la vida o en la simple adhesión a normatividades, preceptos o confesiones particulares.

Movido por esta misma insatisfacción –durante las últimas décadas–, ha comenzado a cobrar interés entre los profesionales del pensamiento el desarrollo de esta modalidad particular de articulación de la reflexión filosófica, inédita hasta hace poco, sobre todo por sus pretensiones y objetivos. Esta nueva orientación del pensamiento, pese a haber tenido que enfrentar la dificultad de carecer de una perspectiva de fundamentación teórica unitaria desde la cual hacer emerger sus convicciones, ha conseguido desarrollar un estilo propio y una suficiencia analítica capaz de aproximarse de mejor manera que ninguna de las alternativas precedentes a la discriminación del sentido y el alcance de algunos de los problemas más característicos del mundo contemporáneo. Para ello ha recurrido a nuevas referencias de método, sustentadas fundamentalmente en la confianza de que el mejor argumento siempre debe prevalecer ante la necesidad de resolución de las diferencias de opinión y criterio tan comunes entre los seres humanos, y que ya no son simplemente la autoridad o la tradición las que proveen las respuestas requeridas.

En este amplio espectro reflexivo comprendido bajo la denominación común de “Ética aplicada”, desde su particular aproximación teórica, el ámbito de problemas susceptibles de ser tematizados se ha venido ampliando considerablemente, en cuanto se le ha otorgado atención cada vez mayor a una serie de asuntos que hasta hace muy poco –en el mejor de los casos– eran aludidos de manera sólo indirecta en la reflexión, o simplemente no aparecían, porque no eran percibidos de forma alguna. Este ensanchamiento de la óptica moral en el mundo actual ha dado lugar a la emergencia y al correspondiente reconocimiento de ámbitos problemáticos que demandan una investigación filosófica y ética cada vez más exhaustiva.

Según como se ha venido entendiendo durante el último tiempo, la Ética aplicada sería la expresión de la ética filosófica que consiste en el análisis de temas morales específicamente controversiales, que destacan por ocupar la atención de la sociedad civil con especial énfasis en nuestra época. A decir verdad, algunos de estos asuntos han inquietado desde hace milenios a los seres humanos; no obstante, hoy en día parecen haberse vuelto particularmente problemáticos, sobre todo porque, cada vez más, dejan entrever el carácter inconmensurable que tienen las distintas visiones de mundo que se ven forzadas a coexistir en el contexto plural de las sociedades contemporáneas.

Se ha vuelto un asunto convencional entender que algunos complejos asuntos, tales como el aborto, o la eutanasia, o la devastación del medio ambiente –por citar algunos de los más reconocidos en nuestros días– constituyen el dominio problemático del que se ocupa la versión aplicada y actual de la ética filosófica. Durante las últimas décadas, estos problemas éticos han tendido a ser agrupados en ámbitos temáticos más o menos coherentes e inclusivos, tales como, por ejemplo, los de la ética médica, la ética medioambiental, o la ética económica. Algunos de ellos serán analizados posteriormente en este mismo libro.

Ahora bien, existe un amplio consenso en relación con la idea de que se necesitaría que un tema cumpla con ciertas características como para que pueda ser objeto de consideración por parte de la ética aplicada. Es decir, que no cualquier problema de nuestro tiempo –por inquietante que pueda resultar– es un problema susceptible de ser abordado desde la perspectiva analítica ético-aplicada. Esas características particulares son, cuando menos dos: su controversialidad y su distintividad moral. Y es justamente esta peculiaridad la que define el específico carácter aplicado de la reflexión ética actual. Por este rasgo, se diferencia de aquella otra modalidad de reflexión puramente normativa, característica de la ética tradicional. Se podría decir que la ética aplicada se distingue de la ética normativa en que su propósito no es una elucidación o una indagación respecto de fundamentos o presupuestos de moralidad, sino una extensión, un ajustamiento, una puesta en obra, digamos una constatación práctica de ellos en situaciones particulares, poniéndolos como sustrato del trabajo reflexivo a partir del cual se elabora el análisis y se proponen las correspondientes instancias resolutivas para los problemas abordados. Como dice Maliandi:“La ética normativa asciende de las situaciones a los principios, mientras que la ética aplicada desciende de los principios a las situaciones”13.

Decíamos que se requiere, entonces, que el tema tenga un carácter eminentemente controversial; vale decir, que constituya una perspectiva de pensamiento o acción para grupos significativos de personas, que se planteen en posiciones antagónicas en cuanto a la definición de su naturaleza y alcances, y reivindiquen contradictoriamente, a partir de su propia comprensión del problema, ciertos derechos o facultades de expresión y ejercicio social de prácticas específicas relativas a ellos.

En este sentido, por ejemplo, el tema de la venta de drogas a menores de edad o el empleo directo de niños en el comercio sexual, no serían asuntos “eminentemente controversiales” en nuestros días, puesto que, al menos en principio, se podría suponer que existe un amplio consenso en torno a lo moralmente impresentables y lo completamente ilegales que resultan ser las prácticas de esta naturaleza, y difícilmente se podría dar cuenta de la existencia de grupos significativos de individuos dispuestos a reivindicarlas como derechos, y propugnar su ingreso en el trámite legislativo ordinario de los Estados, para poder ejercerlos posteriormente conforme a la ley. Al menos, no parece ser el caso de las sociedades actuales, de acuerdo al decantado histórico de moralidad que en Occidente prevalece. No ocurriría lo mismo, en este caso, con el problema del uso de drogas entre la población adulta, puesto que, efectivamente, en este caso, sí existen en la actualidad grupos significativos de individuos que, objetando las visiones biomédicas, legales y policiales actualmente vigentes, que desincentivan, proscriben y penalizan el recurso a ciertas drogas bajo cualquier modalidad de empleo, abogan por la despenalización de su consumo, apelando al derecho que supuestamente tendrían los ciudadanos a valerse de ellas con diversos fines y en razón de sus propias y libres motivaciones. Por ello se muestran dispuestos –e incluso organizados civilmente– a llevar adelante proclamas y reivindicaciones en procura de la legitimación de lo que consideran su auténtico derecho. Para ello se valen de complejos fundamentos filosóficos e invocan en defensa de su causa valores de alta estimación social.