Ética, ciudadanía y democracia - Martin Johani Urquijo Angarita - E-Book

Ética, ciudadanía y democracia E-Book

Martin Johani Urquijo Angarita

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Beschreibung

Pensar el que hacer de la ciudadanía en sociedades con un déficit de ciudadanos críticos, reflexivos y participantes, se considera que es una tarea prioritaria para estos días. Los ciudadanos se encuentran sumergidos en una sociedad de consumo, desbocados en una sociedad que genera necesidades artificiales y cuya tiranía es la imitación de estereotipos construidos por la sociedad de mercado; ciudadanos refugiados cada vez más en sus intereses individuales sin un compromiso por la vida pública. En este orden de ideas, esta obra analiza el quehacer moral y político de los ciudadanos en sociedades democráticas. Esta reflexión sobre la ciudadanía es vital, si se quiere que la democracia como forma de gobierno se realice desde sus principios fundamentales, pues el ciudadano es el motor de toda práctica democrática.El papel de los ciudadanos es fundamental a la hora de construir una sociedad democrática, en ella, ellos son los protagonistas. La democracia sin un sentido fuerte de participación a través de la deliberación, sin un ejercicio público de la razón, sin ciudadanos capaces de realizar un ejercicio razonable y racional en la vida pública, sin virtudes cívicas, el autogobierno que propone la democracia es un ideal difícil de alcanzar. Este análisis, entonces, intenta mostrar los elementos constitutivos del quehacer de la ciudadanía democrática a partir del reconocimiento por parte de los ciudadanos como personas libres e iguales; permitiendo ver qué implica que una sociedad democrática sea una sociedad libre, justa e igualitaria.En este orden de ideas, esta obra analiza el quehacer moral y político de los ciudadanos en sociedades democráticas. Esta reflexión sobre la ciudadanía es vital, si se quiere que la democracia como forma de gobierno se realice desde sus principios fundamentales, pues el ciudadano es el motor de toda práctica democrática.El papel de los ciudadanos es fundamental a la hora de construir una sociedad democrática, en ella, ellos son los protagonistas. La democracia sin un sentido fuerte de participación a través de la deliberación, sin un ejercicio público de la razón, sin ciudadanos capaces de realizar un ejercicio razonable y racional en la vida pública, sin virtudes cívicas, el autogobierno que propone la democracia es un ideal difícil de alcanzar. Este análisis, entonces, intenta mostrar los elementos constitutivos del quehacer de la ciudadanía democrática a partir del reconocimiento por parte de los ciudadanos como personas libres e iguales; permitiendo ver qué implica que una sociedad democrática sea una sociedad libre, justa e igualitaria.El papel de los ciudadanos es fundamental a la hora de construir una sociedad democrática, en ella, ellos son los protagonistas. La democracia sin un sentido fuerte de participación a través de la deliberación, sin un ejercicio público de la razón, sin ciudadanos capaces de realizar un ejercicio razonable y racional en la vida pública, sin virtudes cívicas, el autogobierno que propone la democracia es un ideal difícil de alcanzar. Este análisis, entonces, intenta mostrar los elementos constitutivos del quehacer de la ciudadanía democrática a partir del reconocimiento por parte de los ciudadanos como personas libres e iguales; permitiendo ver qué implica que una sociedad democrática sea una sociedad libre, justa e igualitaria.

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URQUIJO ANGARITA, MARTÍN JOHANI, 1966-

ÉTICA, CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA, ELEMENTOS PARA UNA ÉTICA CIUDADANA/MARTÍNJOHANIURQUIJOANGARITA.--SANTIAGODECALI: PROGRAMA EDITORIAL UNIVERSIDAD DEL VALLE, 2011.

140 P. ; 24 CM. -- (CIENCIAS SOCIALES)

1. ÉTICA SOCIAL 2. ÉTICA POLÍTICA 3. CIUDADANÍA I. TÍT. II. SERIE.

170 CD 21 ED.

A1286834

CEP-BANCO DE LA REPÚBLICA-BIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO

Universidad del Valle

Programa Editorial

Título:   Ética, ciudadanía y democracia.

Elementos para una ética ciudadana.

Autor:   Martín Johani Urquijo Angarita

ISBN: 978-958-670-880-7

ISBN-PDF: 978-958-5599-84-0

ISBN-EPUB: 978-628-7683-75-4 (2023)

Colección: Ciencias Sociales

Primera edición: mayo de 2011

Primera reimpresión

© Universidad del Valle

© Martín Johani Urquijo Angarita

Diagramación y corrección de estilo: G&G Editores

Diseño de portada: Diana Lizeth Velasco

Este libro, salvo las excepciones previstas por la Ley, no puede ser reproducido por ningún medio sin previa autorización escrita por la Universidad del Valle.

El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es responsable del respeto a los derechos de autor del material contenido en la publicación (textos, fotografías, ilustraciones, tablas, etc.), razón por la cual la Universidad no asume ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

Cali, Colombia - junio de 2018.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Introducción

1. LOS SENTIDOS DE LA CIUDADANÍA

El sentido político

- Ideal republicano de la ciudadanía

- El liberalismo y su concepción de ciudadanía

- El comunitarismo y la ciudadanía

- La ciudadanía democrática

Otros sentidos de la ciudadanía

2. POR UNA CIUDADANÍA IGUALITARIA

La desigualdad como problema moral: De Rousseau a Sen

- De la igualdad en riqueza a las capacidades

Análisis de la desigualdad desde las capacidades

- El enfoque de las capacidades humanas

- ¿Igualdad de qué?

- Diferencia y diversidad sociocultural

- La diversidad y el sentido de la igualdad

- La evaluación de la desigualdad

- La pobreza como ausencia de capacidades

- La ciudadanía igualitaria

3. LA CIUDADANÍA Y EL DESARROLLO HUMANO

El concepto de desarrollo

Demandas de libertad

- Libertades constitutivas

- Libertades instrumentales

El liderazgo de la agencia de la mujer

Los valores sociales y la construcción de ciudadanía

4. LA CIUDADANÍA Y LOS DERECHOS HUMANOS

Sobre los derechos humanos

- Personas y ciudadanos

Los derechos humanos como un código moral para el ejercicio de la ciudadanía

- La ciudadanía como conquista de derechos: Marshall

- Demandas de la ciudadanía

- Críticas a la concepción de Marshall

- Deliberación pública y derechos humanos

5. ELEMENTOS PARA UNA ÉTICA CIUDADANA

El quehacer moral de la ciudadanía

- Sentido del término ética y/o moral

- Ciudadanía y moralidad

La dimensión moral del ciudadano y su sociabilidad

- La libertad como dimensión moral y política

- El principio de responsabilidad ciudadana

6. LA CIUDADANÍA ANTE EL DETERIORO DE LA VIDA EN SOCIEDAD

La vida humana como quehacer moral de la ciudadanía

- Justificaciones de la violencia

- La vida humana como un valor social

La ciudadanía, una alternativa a la violencia

7. LA EDUCACIÓN FILOSÓFICA COMO PRÁCTICA PARA LA EDUCACIÓN CIUDADANA

La filosofía como una forma de saber

Momentos básicos formales para hacer filosofía

- Una educación centrada en problemas

La educación filosófica como educación para la ciudadanía

- La educación filosófica y las capacidades humanas

La educación ética

- Las virtudes públicas, una labor para la educación ética

Conclusiones

Referencias bibliográficas

Notas al pie

INTRODUCCIÓN

La sociabilidad no es un accidente ni una contingencia; es la definición misma de la condición humana.

TZVETAN TODOROV

Me propongo en estas páginas exponer una concepción de la ciudadanía democrática, que permita dar cuenta de su sentido, alcance y límites desde el ámbito de la filosofía moral y política1. Analizar el concepto de ciudadanía es vital si se quiere que la democracia como forma de gobierno se realice desde sus principios fundamentales, pues la ciudadanía es el motor de toda práctica democrática. El papel de los ciudadanos es fundamental a la hora de construir una sociedad democrática, pues ellos son los protagonistas. La democracia sin un sentido fuerte de participación a través de la deliberación, sin un ejercicio público de la razón, sin ciudadanos capaces de realizar un ejercicio razonable y racional en la vida pública, sin virtudes cívicas, el autogobierno que propone la democracia es un ideal difícil de alcanzar.

La ciudadanía que en muchos casos se manifiesta indiferente a los problemas propios de su comunidad social o política, debe sugerir alternativas de solución a problemas tan agudos como la desigualdad, la pobreza, la ausencia de calidad de vida, la violencia social y política que destruyen cualquier posibilidad de convivencia digna, equitativa y solidaria. Esto lleva a responder a un reto que nos ha planteado Adela Cortina a los ciudadanos del mundo: el de ser ciudadanos activos, críticos, deliberantes en aquellas cosas o problemas que nos competen para el ejercicio de la vida en sociedad: “porque ser ciudadano no es simplemente un hecho, sino una elección que obliga”2.

Los ciudadanos en sociedades democráticas, concebidos entre sí como libres e iguales, tienen el reto de construir una sociedad libre e igualitaria para que la vida humana se viva con dignidad. Una vida con dignidad se construye en la medida en que los ciudadanos cuenten con un conjunto de oportunidades reales que les permitan alcanzar aquellos aspectos que consideran valiosos para la realización de sus vidas. El reto para las sociedades democráticas contemporáneas es la construcción de una ciudadanía con conciencia moral social; una ciudadanía que sienta vergüenza moral por situaciones tan indignas como la desigualdad, la carencia de bienestar, el estado de pobreza o la miseria de algún ciudadano en particular. Una ciudadanía que tolera la miseria de uno o un grupo de sus ciudadanos, atenta contra el derecho a la vida y a una vida digna. Este tipo de situación es inmoral porque humilla a los ciudadanos, sometiéndolos a situaciones inhumanas como la pobreza, en la que se ven obligados a venderse. Una sociedad democrática en estas condiciones materiales, está en mora de ser reconstruida desde sus principios o valores fundantes para alcanzar caminos de realización hacia una ciudadanía más libre e igualitaria que tenga como demanda moral y política el despliegue de una ciudadanía activa como motor de cambio.

La concepción de una ciudadanía activa se convierte en una labor prioritaria para sociedades democráticas que han hecho suyos los ideales de libertad e igualdad. Pero en la gran mayoría de las sociedades el derecho a la vida está diariamente vulnerado, las condiciones de desigualdad e injusticia social se extienden a la gran mayoría de los ciudadanos del planeta, y la ausencia de una libertad real debido a la carencia de unas capacidades para funcionar es un problema cada vez mayor; por esta razón, se ve la necesidad de pensar críticamente aquello que se concibe como justo en la construcción de una sociedad decente3. Por ejemplo, cuando miramos la realidad sociopolítica de un país como Colombia que tiene más de tres millones de niños sin acceso a la educación básica, con una tasa de desempleo del 12%, donde la corrupción tanto pública como privada está a la orden del día, con un índice de pobreza que ya supera a más de la mitad de su población, y más de nueve millones de personas que viven en la absoluta indigencia, donde la violencia física es una práctica diaria; repensar el quehacer de la ciudadanía es más que pertinente.

Al repensar el quehacer de la ciudadanía, en sociedades como la descrita, se cumplen dos funciones fundamentales: por una parte, se realiza una crítica que devela los distintos tipos de injusticia que se establecen, pues una sociedad con estas condiciones materiales de vida es una sociedad que violenta los valores básicos propios de una vida digna, ya que un gran número de ciudadanos al interior de la sociedad viven en ausencia de condiciones de libertad, justicia e igualdad. Por otra parte, se busca la construcción de caminos para tener nuevas perspectivas para una ciudadanía democrática que afronta problemas tanto locales como globales.

Es en este ámbito problemático en donde se ubica la pregunta ¿cuál es el sentido, alcance y límites de la ciudadanía democrática? Esto nos permite conocer qué es la ciudadanía democrática y cuáles son los valores que prescriben su deber ser y las implicaciones que tienen en el ámbito social, económico y político. La hipótesis que se sostiene afirma que la ciudadanía ha sido concebida formalmente como la pertenencia a una comunidad política y gracias a ello se adquieren unos derechos y responsabilidades, pero se debe analizar la ciudadanía también desde el tipo de vida que un ciudadano lleva, que se expresa en aquello que logra hacer o ser realmente en el ámbito de sus oportunidades reales. El problema ahora ya no es ¿cuáles son los derechos y obligaciones de la ciudadanía?, sino ¿qué es lo que un ciudadano es capaz de hacer o ser realmente? Pues el ejercicio real de la ciudadanía implica la libertad de autodeterminación, de actuar y provocar cambios, cuyos logros se pueden juzgar en función de sus propios valores y objetivos. Ello amplía la naturaleza y los alcances de las demandas de la ciudadanía democrática a la hora de concebir una sociedad libre e igualitaria.

Para realizar esta tarea es necesario aclarar: ¿Qué significa la ciudadanía? ¿Quién debe ser considerado un ciudadano? ¿Cuál es su fundamento y su presupuesto? ¿Qué relación se puede establecer entre ciudadanía y democracia? ¿Qué diferencias se pueden establecer entre un sentido de la ciudadanía liberal, comunitarista, republicano y democrático? ¿Qué sentido tiene hablar de una ciudadanía civil, social, económica, multicultural y cosmopolita? ¿Qué relación se puede establecer entre el concepto de ciudadanía democrática y los derechos humanos? ¿Por qué el ejercicio de la ciudadanía democrática promueve el desarrollo humano? ¿Es posible hablar de una ética ciudadana? ¿Cuál es el papel de la ciudadanía en una sociedad en conflicto? ¿Cuál debe ser el compromiso de la educación en la formación de ciudadanos activos capaces de generar valores sociales como la justicia, la tolerancia y la paz en el orden social de una sociedad democrática?

El trabajo consta de siete capítulos. En el primero se expone qué se entiende por ciudadanía y a quién se le puede considerar un ciudadano; asimismo, los principales sentidos de la ciudadanía elaborados al interior de la filosofía política como el republicanismo, el liberalismo, el comunitarismo y el democrático. Luego, las implicaciones de ver al ciudadano como aquel que tiene capacidad de agencia, que es un ejercicio de una ciudadanía real o efectiva, fundamento de toda ciudadanía activa. Por último, los distintos sentidos de la ciudadanía para dejar ver que la vida del ciudadano no se restringe solamente al ámbito político.

En el segundo, se expondrá lo que significa que los ciudadanos se reconozcan como iguales. Allí rastrearé el sentido de la igualdad que va de Jean-Jacques Rousseau a Amartya Sen. Parto de Rousseau, pues en mi concepto es el pensador por excelencia sobre la igualdad en la historia del pensamiento occidental. Rousseau realiza una reflexión moral y política sobre el origen y las causas de la desigualdad entre los hombres que vale la pena tener presente como ámbito introductorio a toda discusión sobre la igualdad. En este capítulo mostraré que el origen de la desigualdad es un problema que nace por la necesidad de la convivencia. Sobre este argumento se sustenta una tesis que recorre toda la investigación: que la igualdad es un valor que se funda en la relación entre los ciudadanos, y que se constituye como eje regulador para la construcción de una sociedad democrática donde no se humille a las personas sometiéndolas a vivir bajo carencias sociales, económicas, políticas y culturales que no les permiten el desarrollo de su libertad debido a la falta de capacidades para funcionar. Asimismo, sustentaré que el sentido fundamental de la igualdad para Rousseau es la igualdad en riqueza, llevando a pensar en la necesidad de construir un orden social justo en el cual ningún ciudadano sea tan rico que pueda comprar a Otro y ninguno se vea en la necesidad, o sea, lo bastante pobre, que esté obligado a venderse. Sin embargo, debo dejar claridad que no existe un vínculo directo entre Rousseau y Sen. Pero presentar el sentido de la igualdad en Rousseau y en Sen facilita mostrar que la variable utilizada por Rousseau para evaluar la desigualdad es insuficiente. Asimismo, esta comparación señala un giro conceptual en la actual discusión sobre la igualdad para una ciudadanía democrática.

En las nuevas concepciones sobre lo que debe significar la igualdad en una sociedad democrática se deja ver claramente un giro que no puede pasar inadvertido. En este momento no es materia de debate el problema central que llevó a Rousseau a indagar por la igualdad: ¿Cuál es el origen de la desigualdad? ¿Por qué la igualdad? La pregunta es, más bien: ¿Cuál es el sentido de la igualdad? O mejor aún, ¿igualdad de qué? Este giro redimensiona conceptualmente el problema de la igualdad, como se verá. Posteriormente presentaré la igualdad de capacidades mostrando que esta nueva concepción de la igualdad da cuenta de una mejor manera de la naturaleza y los alcances de la exigencia de la igualdad como demanda moral, porque amplía su espectro de información pasando de los recursos, los bienes primarios y las necesidades básicas con que cuenta una persona a aquello que logra hacer o ser. Es decir, desde esta nueva perspectiva ya no se pregunta por el grado de satisfacción de las personas o por la cantidad de recursos con que cuentan para llevar un tipo de vida u otra sino, más bien, por lo que las personas son capaces de hacer o ser realmente. Este es en mi concepto un giro innovador cuando se evalúa la desigualdad que no se encuentra en teóricos de la igualdad como Rousseau, Rawls y Dworkin, que se centran en los medios para funcionar y no en las capacidades con que cuentan los ciudadanos para alcanzar aquello que consideran valioso; lo cual constituye la perspectiva tratada por Amartya Sen.

En el tercero se establecerá un vínculo entre el concepto de ciudadanía y el de desarrollo humano. Forjar una ciudadanía activa en una sociedad es un aporte sustantivo para pensar mejores niveles de vida y los medios para alcanzarlos. Por esta razón, tomaré como eje temático la perspectiva de la libertad para mostrar su papel constitutivo e instrumental. Mostraré, asimismo, el liderazgo de la agencia de la mujer como conquista de una ciudadanía activa. Por último, el papel de la ética para la cohesión de la ciudadanía.

En el cuarto capítulo se estudiará uno de los vínculos fundamentales en toda teoría de la ciudadanía: los derechos humanos. Sustento en este apartado que los derechos humanos se constituyen en un código moral para el ejercicio de la ciudadanía, pues sin un aporte como el que hacen los derechos humanos el concepto de ciudadanía se presenta como excluyente frente a aquellos que no son considerados ciudadanos de una cierta comunidad política y, por tanto, carecen de derechos de ciudadanía. De esta manera los derechos humanos establecen un vínculo entre el ser humano y el ciudadano con implicaciones morales, jurídicas y políticas, elementos fundamentales de toda ciudadanía democrática.

En el quinto presentaré uno de los aportes teóricos más significativos de esta investigación, que consiste en exponer los elementos de una ética ciudadana que demanda un compromiso por parte de la ciudadanía en el fomento del cuidado de la vida humana. La construcción de este capítulo es uno de los mayores retos de esta investigación, pues pienso que los principios de libertad e igualdad constituyen una fundamentación moral sobre el deber ser y el fin de las acciones de la ciudadanía.

El sexto tendrá como eje temático pensar el quehacer de la ciudadanía ante el reto de la violencia social o política; allí se siguen elaborando elementos para la ética ciudadana gracias a la indagación sobre el problema de ¿qué papel debe asumir la ciudadanía sabiendo que las sociedades se caracterizan por el conflicto en la vida social que muchas veces termina en la generación de la violencia y la guerra? Esta es una reflexión que nace desde un contexto muy propio como es el caso de la sociedad colombiana, marcada desde sus inicios por una violencia política que precisamente surge por la carencia de una ciudadanía democrática fuerte y activa en la construcción de su comunidad política y social para evitar los abusos del poder y exclusión social que la han caracterizado. Señalando, asimismo, que el ser humano es un ser social y la vida en sociedad se constituye en un imperativo para constituirnos como humanos. Y el ejercicio de la ciudadanía nos da la posibilidad de construir los vínculos sociales, políticos, económicos y culturales que promueven la convivencia. Y para el caso de la sociedad colombiana es un antídoto a la indiferencia por la situación del Otro, a la falta de participación, a la corrupción y a la violencia social y política.

Por último, en el séptimo capítulo, se abordará la necesidad de la educación filosófica como una práctica para la educación ciudadana. Pienso que la labor de la enseñanza de la filosofía es fundamental, si se quiere formar ciudadanos con capacidad de juicio moral y político, capaces de reflexionar y cuestionar su realidad. La labor de la filosofía es dar una serie de elementos para realizar el ejercicio del pensar y hacerlo de manera crítica, es por ello que se exponen algunos momentos básicos para hacer filosofía, así como una educación basada en problemas fundamentales que le dan sentido a la reflexión filosófica.

El problema central de la filosofía moral sigue vigente y las páginas aquí escritas sólo son una aproximación desde nuestra temporalidad a la pregunta formulada por Platón en La República (I 352 d): ¿Cómo vivir? El trasfondo de la propuesta esbozada en esta reflexión sobre ética ciudadana intenta responder a esta vieja pregunta. La ética ciudadana hunde sus raíces en problemas que no sólo atañen a la conciencia moral del ciudadano, sino que además incumbe a toda una sociedad en concreto; es decir, a la ciudadanía. Para volver a indagar desde nuestra temporalidad: ¿Cómo vivir sabiendo que somos ciudadanos en una sociedad democrática?

CAPÍTULO 1LOS SENTIDOS DE LA CIUDADANÍA

El verdadero demócrata debe velar para que el pueblo no sea demasiado pobre, pues esto es la causa de que la democracia sea mala.

ARISTÓTELES, Política (VI, 5, 1320a7-8)

El tema de la ciudadanía es hoy uno de los asuntos de mayor discusión en los debates de la filosofía moral y política contemporánea, la ciencia política y la sociología política. Se podrían enumerar muchas causas del advenimiento de esta discusión, pero sin lugar a dudas que se encuentra ligada a los progresos recientes de las teorías de la democracia y los procesos de democratización que viven las sociedades del siglo XXI; a la discusión urgente que se está realizando sobre los derechos sociales, económicos y culturales, por la crisis del Estado de bienestar y la construcción de Estados posnacionales, a los altos flujos de migraciones a países desarrollados y a los conflictos generados entre culturas4. Por las luchas políticas de las diferentes identidades colectivas y la reivindicación de sus derechos; como también por la ausencia de unas condiciones mínimas de subsistencia para una gran mayoría de ciudadanos del planeta a los cuales se les está quitando el pleno ejercicio de una ciudadanía real.

Pensar la ciudadanía, entonces, es una necesidad prioritaria para nuestros días. Para realizar esta tarea presentaré lo que significa una ciudadanía real más allá de un ámbito formal. Sostengo que la ciudadanía ha sido concebida formalmente como la pertenencia a una comunidad política y gracias a ello se adquieren unos derechos y responsabilidades, pero se debe analizar la ciudadanía también desde el tipo de vida que un ciudadano lleva, que se expresa en aquello que logra hacer o ser realmente en el ámbito de sus oportunidades reales. El problema ahora ya no es ¿cuáles son los derechos y obligaciones de la ciudadanía?, sino ¿qué es lo que un ciudadano es capaz de hacer o ser realmente? Pues el ejercicio real de la ciudadanía implica la capacidad de autodeterminación, de actuar y provocar cambios, cuyos logros pueden juzgarse en función de sus propios valores y objetivos. Ello amplía las posibilidades y los alcances de las demandas de la ciudadanía democrática a la hora de concebir una sociedad libre e igualitaria, y fundamentar la concepción de la ciudadanía activa. Para realizar esta tarea presentaré los diferentes sentidos predominantes en la filosofía política en que ha sido pensado el concepto de ciudadanía y sus dimensiones. Posteriormente mostraré las implicaciones de asumir la ciudadanía como un ejercicio de libertad de agencia. Para ello es necesario aclarar ¿Qué significa la ciudadanía? ¿Quién debe ser considerado un ciudadano? ¿Cuál es su fundamento y su presupuesto? ¿Cuáles son los principales sentidos de la ciudadanía? ¿Qué significa analizar la ciudadanía ya no como pertenencia a una comunidad política y, por lo cual, se adquieren unos derechos y deberes, sino desde sus oportunidades reales? Estos serán los problemas que abordaré a lo largo del capítulo.

EL SENTIDO POLÍTICO

En la filosofía política se presentan tres teorías hegemónicas que establecen, cada una de ellas, un sentido sobre la ciudadanía. Estas concepciones son: el republicanismo, el liberalismo y el comunitarismo. Desde cada una de estas teorías se hace énfasis en un aspecto significativo de lo que es posible considerar como un ciudadano. Si un ciudadano es quien pertenece y participa de una comunidad política y, por lo cual, adquiere unos deberes y derechos, entonces es posible afirmar que el republicanismo resalta el sentido de participación. El liberalismo, por su parte, los derechos que gozan los ciudadanos. El comunitarismo, el sentido de identidad y pertenencia. Claro está que estas tres concepciones no son las únicas en sugerir ciertos sentidos sobre la ciudadanía, algunos conciben, por ejemplo, una ciudadanía libertaria, como es el caso de Nozick5, o una ciudadanía diferenciada, como la propone Iris Young6. Sin embargo, asumo las concepciones republicana, liberal y comunitarista porque considero que son las concepciones teóricas de mayor tradición y consistencia en la filosofía política contemporánea. Ahora bien, ¿en qué consisten estos tres sentidos hegemónicos de la ciudadanía?

Ideal republicano de la ciudadanía

En la historia de la filosofía política la indagación por la ciudadanía es un viejo problema. Ya Aristóteles examinaba en su obra la Política a quién se debe llamar ciudadano y qué es el ciudadano7. Un ciudadano era quien tenía la posibilidad de participar en la función deliberativa, judicial y en las magistraturas de la polis. Así, “ciudadano en general es el que participa del gobernar y del ser gobernado; en cada régimen es distinto, pero en el mejor es el que puede y elige obedecer y mandar con miras a una vida conforme a la virtud”8. Esta es la concepción de la ciudadanía que hoy llega hasta nuestros días gracias a la filosofía política republicana.

La tradición republicana, en líneas generales, sostiene que un ciudadano es alguien que participa en la vida política activamente, en la discusión y la elaboración de decisiones públicas, pensando y comportándose de un modo específico en la promoción del bien común, que no es otra cosa que el bien de aquellos que desean vivir en común, sin dominar ni ser dominados9. Con esta concepción se elabora, entonces, un ideal de ciudadano activo y virtuoso. Ahora bien, hace parte del bien de cada ciudadano estar involucrado en el debate político, así las leyes y las políticas del Estado no aparecen como una imposición, sino como el resultado de un acuerdo razonable del cual ha hecho parte10. En este sentido, en la concepción republicana se concibe al hombre como ciudadano; es decir, “como alguien que se entiende a sí mismo en relación con la ciudad, porque considera que la garantía de su libertad estriba en el compromiso con las instituciones republicanas y el cumplimiento de sus deberes para con la comunidad”11. Cabe destacar, entonces, que en esta tradición un buen ciudadano no nace sino que se hace a través de la educación y el ejercicio de la participación, y no existe una dicotomía entre el hombre y el ciudadano.

La virtud cívica como virtud política

Una de las características centrales del pensamiento político republicano, que lo diferencia del liberalismo y el comunitarismo, es su énfasis en la virtud cívica que deben practicar los ciudadanos. La práctica de la virtud cívica ayuda a combatir la indiferencia y la apatía por los asuntos públicos propia de las sociedades liberales y democracias representativas. Cuando se invoca el concepto de virtud cívica se trata de:

(...) una virtud para hombres y mujeres que quieren vivir con dignidad y, sabiendo que no se puede vivir dignamente en una comunidad corrupta, hacen lo que pueden y cuando pueden para servir a la libertad común: ejercen su profesión a conciencia, sin obtener ventajas ilícitas ni aprovecharse de la necesidad o debilidad de los demás; su vida familiar se basa en el respeto mutuo, de modo que su casa se parece más a una pequeña república que a una monarquía o una congregación de desconocidos unida por el interés o la televisión; cumplen sus deberes cívicos, pero no son dóciles; son capaces de movilizarse con el fin de impedir que se apruebe una ley injusta o presionar a los gobernantes para que afronten los problemas de interés común; participan en asociaciones de distinta clase (profesionales, deportivas, culturales, políticas y religiosas); siguen los acontecimientos de la política nacional e internacional; quieren comprender y no ser guiados o adoctrinados, y desean conocer y discutir la historia de la república, así como reflexionar sobre la memoria histórica12.

La tradición clásica sobre la ciudadanía republicana la proporcionó Aristóteles, de él se pasó a Zenón, el fundador del estoicismo, y a pensadores romanos como Cicerón13. Posteriormente el pensamiento político republicano es retomado por pensadores como Maquiavelo en los Discursos, James Harrington, Montesquieu. En nuestros días el republicanismo presenta notables progresos gracias a la filosofía política y la historiografía política. Entre ellos están Hannah Arendt, Mauricio Viroli y Philip Pettit, historiadores como John Pocok14 y Quentin Skinner15. Gracias a estos progresos es posible concebir una ciudadanía republicana moderna que se piensa desde la participación como compromiso virtuoso cívico en la esfera pública sin perder de vista la autonomía individual, gracias a la garantía de la libertad como no-dominación.

El sentido moderno de la ciudadanía en el republicanismo

La tradición republicana representó en el mundo moderno un papel crucial en las repúblicas septentrionales de Italia, en la República Holandesa, en la guerra civil inglesa y en la revolución norteamericana y francesa. Entre las características fundamentales del republicanismo moderno se puede mencionar, a grandes rasgos, que es una filosofía política consecuencialista que asigna al Estado y a sus instituciones la tarea de promover la libertad como no-dominación. Este enfoque presupone el imperio de la ley en vez del imperio de los hombres, en la necesidad de las restricciones constitucionales para evitar los abusos de quienes ejercen el poder y en el ejercicio de la virtud cívica. Pero el rasgo por el que es más conocido es por su posición antimonárquica. En el republicanismo se considera que en una monarquía, el monarca asume el poder en forma absoluta y esta condición expone a los ciudadanos a la dominación.

Antes de explicitar el concepto de la libertad como no-dominación que abandera hoy el republicanismo, es necesario aclarar qué se entiende por dominación. La dominación es el poder que se tiene sobre un ciudadano y se caracteriza por la capacidad de interferir de manera arbitraria sobre sus actos o decisiones. Es decir, yo tengo poder sobre Otro en la medida en que tengo la posibilidad para interferir de un modo arbitrario en determinadas elecciones que el Otro pueda realizar. Quien ejerce la dominación es un agente que puede ser un ciudadano o un colectivo de ciudadanos y el agente dominado es siempre un ciudadano o unos ciudadanos individuales, un grupo o un agente corporativo.

Existen tres aspectos que caracterizan una relación de dominación: 1) que un agente tenga capacidad para interferir; 2) que la interferencia sea realizada de modo arbitrario; y 3) que se realice sobre determinadas elecciones que el Otro pueda realizar. Ahora bien, ¿en qué consiste la interferencia? La interferencia a la cual se refiere la teoría de la libertad como no-dominación expuesta por el republicanismo, es un tipo de intervención de carácter intencional que se realiza con el fin de empeorar la vida del ciudadano intervenido. La interferencia se manifiesta ya sea como una coerción física corporal o como una coerción sobre la voluntad; es decir, cuando se realiza un castigo o una amenaza, o como una manipulación que normalmente es encubierta y que recae sobre las creencias, deseos y consecuencias de las acciones de los ciudadanos16. La interferencia ya sea coercitiva o manipulativa busca empeorar la situación de elección del agente en la medida en que modifica el ámbito de sus opciones disponibles, o en la medida en que pueda alterar los distintos beneficios esperados atribuidos a esas opciones disponibles, o controlando los diferentes resultados a los que conllevan dichas opciones.

Para concluir, acerca de este sentido de la ciudadanía, es necesario recalcar que la vida política que se configura de la ciudadanía es deliberativa, porque el sentido de la ciudadanía se constituye a partir de que los ciudadanos puedan disputar cualquier decisión pública expresando sus opiniones y críticas en aquellas cosas que les conciernen. Así se fortalece una vida política deliberativa e incluyente17 y la ciudadanía asume un papel activo.

Una de las principales críticas que se le puede hacer a esta concepción de ciudadanía es que la virtud cívica se puede ver como idealista, porque ¿dónde existe un Estado que se rija por la virtud de los ciudadanos y que no tenga que recurrir a la fuerza? Bobbio lo plantea así:

La definición de Estado que se repite de modo continuo es aquella según la cual el Estado posee el monopolio de la fuerza legítima, fuerza ésta necesaria porque la mayor parte de los ciudadanos no son virtuosos, sino todo lo contrario. He aquí la razón por la que el Estado necesita la fuerza: ésta es mi concepción de la política. Se trata de una categoría de la política distinta de la que sostiene que puede pensarse en Estados fundados sobre la virtud de los ciudadanos. Como te decía, la virtud era el ideal jacobino. Los Estados, repúblicas incluidas, existen para controlar a los ciudadanos viciosos, es decir, a la mayoría. Ningún Estado real se rige por la virtud de los ciudadanos, sino por una constitución, escrita o no, que establece reglas para su conducta, dando por supuesto que por lo general los ciudadanos no son virtuosos18.

Una crítica similar se puede observar en Habermas cuando sostiene refiriéndose al republicanismo:

El inconveniente lo veo en que resulta ser un modelo demasiado idealista y hace depender el proceso democrático de las virtudes de los ciudadanos orientados hacia el bien común. La política empero no consiste sólo, y menos aún en primer lugar, en cuestiones referentes a la autocomprensión ética. El error radica, pues, en el estrechamiento ético al que son sometidos los discursos políticos19.

Pienso, sin embargo, que no se debe dejar pasar por alto que es válido apelar al ejercicio de la virtud cívica para el buen funcionamiento de una ciudadanía capaz de romper con la apatía y la indiferencia a la que pueda llevar una democracia representativa, donde los ciudadanos no son los protagonistas, sino sus representantes. En este sentido, cabe resaltar el papel de una democracia participativa o radical donde los ciudadanos participan del gobernar y del ser gobernados; actitud propia del ciudadano expuesta por Aristóteles y donde las virtudes juegan un papel fundamental. El problema como bien lo señalan Bobbio o Habermas es hacer depender el buen funcionamiento o la estabilidad del Estado y sus instituciones solamente de las virtudes de los ciudadanos. Sin lugar a dudas que es necesaria una Constitución Política que permita promover normas que garanticen la estabilidad y el buen funcionamiento del orden social, como también la práctica de virtudes políticas propias de ciudadanos libres e iguales. Un problema que no logra abordar el republicanismo es si los ciudadanos gozan de las oportunidades mínimas para alcanzar un nivel de participación en la administración, la legislación y la deliberación, pues ciertas condiciones como la pobreza, la exclusión social, la ausencia de libertades de participación y expresión no posibilitan este ideal ciudadano.

El liberalismo y su concepción de ciudadanía

Mientras que el republicanismo presenta unos orígenes clásicos, la filosofía política liberal o liberalismo político es un fenómeno moderno. Aunque los historiadores políticos han encontrado elementos del liberalismo político en el mundo antiguo como fue la Roma clásica, estos elementos más que constitutivos del liberalismo, se pueden considerar como parte de la prehistoria del liberalismo20. Los rasgos comunes del liberalismo son: a) su individualismo, ya que afirma la primacía moral del ciudadano frente a la exigencia de la sociedad; b) su carácter igualitarista, en la medida en que todos los ciudadanos cuentan con el mismo estatus moral y el alcance de la libertad entendida como ausencia de interferencia; c) su concepción limitada de los poderes del Estado; y d) la neutralidad del Estado sobre las distintas concepciones de vida buena.

Entre los representantes más destacados de los siglos XVII al XIX se encuentran Thomas Hobbes, John Locke, Inmanuel Kant, Jeremy Bentham, James Mill y J. S. Mill. Ahora bien, el liberalismo político vuelve con mayor fuerza en el ámbito de la filosofía moral y política en la segunda mitad del siglo XX, gracias a trabajos como los Fundamentos de la libertad en 1959 de Hayek, que abrió el debate sobre el «neoliberalismo» y que es conocido al interior de la filosofía política como liberalismo libertario; en este mismo sentido también está el trabajo de Nozick (1974) titulado Anarquía, Estado y utopía. Esta posición expresa un programa de libertad radical, hace una defensa a las libertades de mercado y a la limitación del papel del Estado en las políticas sociales, pues es el mercado y no el Estado la mejor garantía para la defensa de la libertad, entendida ésta como independencia personal y ausencia de coerción. Es tal su radicalidad que en el caso de Nozick se plantea la teoría del Estado mínimo donde es inmoral cualquier posibilidad de justicia distributiva por parte del Estado. Contrario a lo anterior, la obra de John Rawls (1971), Teoría de la justicia, toma como eje de discusión la justicia social y permite una reconstrucción de la tradición liberal comprometida con una mayor demanda social.