Ética para educadores - Pedro Pablo Correa Fontecilla - E-Book

Ética para educadores E-Book

Pedro Pablo Correa Fontecilla

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Beschreibung

¿Cuál es el lugar de la ética en el siglo XXI? La globalización, el mundo en constante cambio, las comunicaciones instantáneas y masivas, el individualismo, la pérdida de confianza en las instituciones, las nuevas tecnologías, entre otros aspectos de la posmodernidad, representan un desafío ético en la formación de las futuras generaciones. En este contexto, ¿es posible una ética sin dogmatismos ni subjetivismos? ¿Está preparada la ética para hacerse cargo del lugar que la sociedad le reclama? ¿Cómo enseñarla de forma aplicada y con sentido? A estas y otras preguntas responde en profundidad el autor, utilizando un lenguaje llano y actual, haciéndose cargo de toda la complejidad que la ética representa, especialmente en un mundo en que cada vez se hace más necesaria y, sin embrago, la percibimos tan alejada de la realidad. Este es un libro que resulta indispensable para cualquier educador que se pregunte sobre los desafíos de su quehacer en el ámbito de la ética.

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C824e

Correa Fontecilla, Pedro Pablo.

Ética para educadores ¿Cuál es el lugar de la ética en el siglo XXI? / Pedro Pablo Correa Fontecilla.

– 1a. ed. – Santiago de Chile: Universitaria, 2015.

256 p.; il.; 15,5 ! 23 cm (El sembrador).

Incluye notas a pie de página.

Incluye bibliografía.

ISBN Impreso 978-956-11-2469-1ISBN Digital 978-956-11-2703-6

1. Ética. 2. Profesores - Ética profesional. I. t.

©2015. PEDRO PABLO CORREA FONTECILLA.

Inscripción Nº 251.661 Santiago de Chile.

Derechos de edición reservados para todos los países por

© EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

Avda. Bernardo O‘Higgins 1050, Santiago de Chile.

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,

puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por

procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos,

incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del editor.

[email protected]

Texto compuesto en tipografía Melior 10/13

IMAGEN DE PORTADA

Gran Silencio, 2008, bronce.

Mario Irarrázabal

FOTOGRAFÍA DE PORTADA

Fernando Maldonado

ELABORACIÓN DE DIAGRAMAS

Rafael Galaz C.

DIAGRAMACIÓN Y DISEÑO DE PORTADA

Norma Díaz San Martín

www.universitaria.cl

Diagramación digital: ebooks [email protected]

CONTENIDO

Introducción

De la descodificación a la ética práctica

Presentación

Anécdota: una experiencia personal

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO I¿Qué es la Ética?

CAPÍTULO IIDos palabras que se confunden: Ética y Moral

CAPÍTULO IIIUna pregunta fundamental: ¿qué es bueno y qué es malo?

CAPÍTULO IV¿Qué es bueno y qué es malo? Las respuestas desde diversos fundamentos éticos

CAPÍTULO VAlgunas filosofías toman un atajo

CAPÍTULO VIUn camino que supera las dificultades: una Ciencia Ética Humanista con Casa Propia

CAPÍTULO VII¿Qué es bueno y qué es malo? La respuesta desde la Ciencia Ética Humanista

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO ILa Ética y las costumbres: una relación siempre difícil

CAPÍTULO IIEl mal menor: ¿es lícito hacer algo malo?

CAPÍTULO IIILa conciencia, ¿de quién es esa voz interior?

CAPÍTULO IVLas Virtudes, el camino que señalaron los antiguos para alcanzar la vida buena

CAPÍTULO VLos bienes humanos

CAPÍTULO VILa libertad, un anhelo de todos

CAPÍTULO VIIEvaluar éticamente ¿es posible?

CAPÍTULO VIIILa Ética Profesional, un futuro ineludible

CAPÍTULO IXAmpliando el círculo hacia una ética social

Síntesis Segunda Parte

Consideraciones finales del libro

Epílogo

Bibliografía

A Magdalena.

¿Cuáles son los secretos que hacen posible una vida plena? Si vivir bien depende solo del destino, de la suerte o, como creían los antiguos, del capricho de los dioses, realmente no tendríamos nada que hacer. Pero si no es así y depende, al menos en parte, de nosotros mismos, entonces debemos emprender una investigación que nos revele esos secretos y poner todo nuestro empeño en esa tarea.

EL AUTOR.

En el mundo de la vida, son las preferencias, las tradiciones, los modelos que inspiran confianza o las instituciones quienes mueven la actuación humana, y solo en contadas ocasiones una reflexión explícitamente argumentada dirige el obrar.

ADELA CORTINA.

INTRODUCCIÓN

La educación es esencialmente formación moral y esta se funda en unos valores que derivan de los sentidos, convicciones y modelos de excelencia que una sociedad o comunidad histórica quiere legar a la nueva generación. Se funda asimismo en la visión sobre lo que tal sociedad quiere ser en el futuro. El acto de educar, en su fundamento, está tensado entre el pasado, base primera de identidad, y el futuro que, a través de la educación, se procura construir. El tema esencial sobre la dimensión moral en educación es el cambio marcado y rápido de la sociedad y la cultura, y los valores que a estas animan, y la incertidumbre consiguiente que los afecta, tironeados, al decir de Paul Ricoeur, entre las ‘convicciones durables’ y las ‘reevaluaciones incesantes’ a que nos empuja el omnipresente cambio de las condiciones de la modernidad en que vivimos.

En el pasado las exigencias básicas del orden social a la educación escolar de las mayorías iban poco más allá de una alfabetización compatible con procesos mecánicos repetitivos en el mundo productivo, y una socialización básica en valores de convivencia e identidad nacional en los planos social y cultural. La sociedad actual (globalizada y del conocimiento), en cambio, demanda al sistema escolar que comunique unas competencias y conocimientos relevantes para responder a nuevos requerimientos culturales, laborales y ciudadanos más demandantes, y una formación moral que responda adecuadamente a las nuevas condiciones en que se da la interrelación entre individuo y sociedad. Caracteriza a tales condiciones la marcada individualización y celebración de la diversidad, la disolución de los lazos y responsabilidad por los otros, y la amplia presencia en el mundo de tendencias antipolíticas, donde los sentidos de propósito común y cohesión social se ven erosionados. Desde las dos dimensiones evocadas, el conocimiento y los valores, lo que define a los nuevos requerimientos es la complejidad. Esta afecta directamente al conocimiento y las competencias que buscan comunicar los sistemas educativos, como es visible en la omnipresencia de reformas curriculares como en la expansión radical de la presencia e impacto de las pruebas internacionales de logros de aprendizaje. Complejidad que afecta asimismo, con paradójica menor visibilidad, los valores con que trabaja la educación, cuyo significado y proyección son nada menos que las de la construcción del ‘piso’ moral requerido para sostener la vida juntos en las nuevas condiciones. Como plantea un reconocido teórico del cambio en los sistemas educativos, Michael Fullan: “La sociedad del conocimiento y el propósito moral (responsabilidad social por los demás y el medio ambiente) se necesitan mutuamente. Es fácil ver por qué el propósito moral no irá muy lejos sin conocimiento, pero también estoy diciendo que la sociedad del conocimiento literalmente no se sostendrá a sí misma sin cualidades morales. Esto no es simplemente un juicio de valor: sustantivamente, la calidad técnica del conocimiento y su uso serán superficiales si no van acompañados por profundidad social y moral” (Fullan, 2003: pág. 11)1.

La aceleración de la globalización y sus impactos, que tiene a Internet, medio y resultado de la misma, condensando las dimensiones más radicales de mundialización de la producción material como simbólica, se combina en nuestra parte del mundo con las realidades de la pobreza y la desigualdad, o la primera modernidad todavía no completada. En esta situación híbrida, los requerimientos a la experiencia formativa que provee la educación, como, directamente, a sus profesores, se multiplican y complejizan de manera monumental. Especialmente respecto a su núcleo íntimo, el de los valores y la formación moral: es decir, respecto a las respuestas que los educadores debemos dar a los dilemas clave del aprender a ser, y aprender a vivir juntos (Delors, 1996)2.

En el cuadro amplio evocado, de requerimientos ‘monumentales’ a los docentes, el libro de Pedro Pablo Correa es una contribución directa a ellos y su quehacer formativo. Responde en forma notable, por su combinación de profundidad en la sustancia y cercanía pedagógica en la forma, a las necesidades de todo educador contemporáneo, de tener categorías de pensamiento sobre el núcleo moral que anima su accionar, así como método y criterios de discernimiento, para poder responder acerca de los dilemas que cotidianamente le presenta su trabajo con la nueva generación, así como su propio desarrollo como persona y profesional.

El libro tiene por propósito proveer conocimiento y un método para proveer de bases fundadas al constante discernimiento moral a que están obligados los profesionales de la transformación humana que son los profesores, de modo que su acción aborde lo que es tal vez la dimensión más difícil y a la vez más cargada de consecuencias de su rol formador, con herramientas a la altura del problema. A lo largo del camino que el texto recorre se evidencia, una y otra vez, que el sentido común no basta, y más, que es justamente tal sentido común y sus valores lo que la ciencia de una ética práctica enseña a criticar y superar. Esta tarea de construcción de capacidades de análisis ético el libro la aborda desplegando los conceptos y herramientas de esta disciplina, respecto de dos ejes fundamentales de la experiencia humana: el de la autorrealización, o la persona frente a su propia identidad y proyecto, y el de la armonía social, o la persona en relación con los otros.

El libro está dirigido a los educadores en general y no solo a los profesores de ética. Es por eso que ocupa un lenguaje sencillo, comprensible por todos y, en ocasiones, coloquial. Es consistente y logrado el esfuerzo del autor por evitar el modo “ladrillo” que aleja a toda profesora y profesor, siempre urgidos por la acción. El esfuerzo del autor por ofrecer un apoyo, teóricamente fundado pero accesible a educadores, es patente y muy bien logrado. Así, antes de reflexionar sobre los conceptos, se los define lo más claramente posible o se desarrolla la definición junto al lector, y cuando se hace referencia a filósofos o pensadores conocidos, se asume que el lector no conoce su pensamiento, por lo que el autor reproduce la cita y reflexiona sobre ella. Es especialmente valioso que los ejemplos sean cercanos a las realidades que cotidianamente enfrentan los docentes en las aulas, ganando la reflexión ética que se lleva a cabo en relevancia y autenticidad.

¿Qué debe hacer la educación frente al dilema de tener que transmitir valores y un sentido de comunidad en un orden cada vez más inevitablemente plural? O lo mismo, ¿cómo abordar la simultánea demanda de aceptación y respeto por los valores de distintos grupos, a la vez que se tiene la capacidad de enjuiciar críticamente cualquier valor? ¿Desde qué fundamento universal se puede visualizar una ética que no sea ‘mínima’, es decir, no restringida al subconjunto de valores donde las diferentes éticas se encuentran? Esta es sin duda la interrogante más importante del libro y el corazón de la reflexión ética. El camino de respuesta a este tema ético fundamental, no solo pero especialmente de nuestra época, se construye, desde la perspectiva del autor, situando el valor de la dignidad humana como el criterio universal fundamental. Dignidad es definida por Correa como el derecho fundamental de todos a la vida plena y a la armonía social. Ser digno significa, en la práctica, que todo hombre y mujer tienen derecho a tener una vida plena y vivir en una comunidad en la que prevalezcan la paz, la justicia y el bien común.

Desde este pilar, argumenta, es posible realizar el discernimiento respecto al valor de toda acción humana libre, sea en el plano de la autorrealización como en el de la vida con los otros.

Frente a algo tan demandante como lo evocado, que exige poder discernir entre bienes o valores, y descubrir la gradualidad de los mismos, el libro propone los pasos y requerimientos de un método de discernimiento ético. Método que permite aproximarse a los dilemas que presenta la vida juntos, pequeños y cotidianos (como el fenómeno de la copia en contexto escolar), o mayores y trascendentales (como la moralidad de la invasión a un país y la guerra), con las herramientas de análisis y discernimiento de una ética que, siguiendo a Habermas, Estrada y otros, no puede basarse en dogmatismo alguno, ni en valores particulares de grupo o nación alguna. En cambio, que se basa en los supuestos y medios de discernimiento moral propios de una ciencia ética autónoma, …una ética falibilista y procedimental, autónoma y formal, universalista y con potencial aplicación a la variedad de culturas y contextos (Estrada, 2004)3.

Concluyo relevando lo que a mi juicio constituye el horizonte moral constitutivo del acto de educar en las condiciones de la vida contemporánea, y a cuyo discernimiento por educadores este libro es una contribución imposible más oportuna. Condiciones que revelan de inmediato la necesidad permanente de un discernimiento acerca de valores que apuntan en direcciones diferentes, y que sin embargo se debe trabajar por mantenerlos entrelazados y en una tensión fecunda. Así, toda educación auténtica, en un contexto como el de la modernidad que vivimos, debiera, a mi juicio, fomentar y nutrir las capacidades de libertad y de obediencia, las capacidades de percibir y vivir derechos y deberes, y las capacidades de transitar entre la fidelidad y el escepticismo respecto a las verdades con que trabaja. Deberá intentar mantener estos elementos polares en equilibrio y tensión. Deberá, especialmente en el presente, trabajar en y con la tensión entre identidad y pluralismo. Desde esta perspectiva, tan evidentemente demandante para todo profesor, este libro ofrece visión, conocimiento de las distinciones y criterios fundamentales para discernir éticamente, y método. Es una ayuda grande y muy bienvenida, que invito a conocer y a trabajar.

CRISTIÁN COX D.

Decano, Facultad de Educación

Pontificia Universidad Católica de Chile

Agosto, 2014.

1 Fullan M. 2003. Change Forces with a Vengeance. Routledge Falmer. London, New York.

2 Delors J. y otros (1996) La educación encierra un tesoro, Informe a laUNESCOde la Comisión Internacional sobre la Educación para el SigloXXI. UNESCO. París.

3 J. Antonio Estrada (2004). Por una ética sin teología. Habermas como filósofo de la Religión, Editorial Trotta, Madrid, pág. 24.

DE LA DESCODIFICACIÓN A LA ÉTICA PRÁCTICA

Marcial Sánchez Gaete

Los códigos de entendimiento son cada vez más complejos, los mensajes se descodifican según la capacidad cultural del receptor, donde las formas del pensar, del sentir y del actuar están escondidas bajo normativas y creencias que, en muchos casos, sobrepasan solo al elemento ritual dejando de lado la posibilidad del creer. Los mensajes son portadores de realidades que se confunden en los imaginarios cotidianos del siempre estar, pero que no responden a las problemáticas de la dinámica del ser.

El futuro eterno enigma de la conciencia, de pertenecer a instantes de relojes de arena donde nos esperan las trasformaciones de mutaciones constantes del pasado, de transiciones de conductas aprendidas que van dialogando y transformando la comprensión de los entornos y las dinámicas humanas. Es el tiempo de lo asible, es la espera de lo venidero, es la quietud propia de lo posible.

Son las incertidumbres, las interrogantes de la identidad reflexiva, donde será la propia vivencia la motivadora atendible al descubrimiento de la respuesta del presente, instante, paréntesis que denota realidad de pertenencia de sensaciones conjeturadas por nuestros sentidos como un verdadero acopio de memoria corporal, con una delirante capacidad de búsqueda.

El mundo está lleno de miedos, miedo a lo no conocido pero terror a lo que ya se conoce. Lo desconocido, espera enigmática y preguntas que subyacen no respuestas; en lo conocido, escudos, máscaras y solo sombras como arrancando del todo con miedo a estar en la nada.

En estos espacios de hombres deambulantes el deber ser queda sujeto al reconocimiento del espacio y del tiempo, y bien hacer a la relación permanente de la verdad imperante con la realidad de la suma del conocimiento. Y la ética practica como herramienta necesaria para descodificar desde lo estable los elementes que nos ayuden a enfrentar de mejor forma este mundo lleno de incoherencias.

El presente libro es una invitación a atreverse a dar un salto desde lo lógico a lo lógico-práctico, desde la teoría a la ética práctica. Desde la discusión educativa al contenido de fondo del hacer educativo. Es un libro que rompe la barrera de la descodificación y genera respuestas a problemáticas cotidianas.

PRESENTACIÓN

Nos encontramos frente a un mundo complejo que nos presenta constantes desafíos éticos. Ocurren hechos que nos impelen a valorar la ética y, al mismo tiempo, nos revela que vivimos en una edad en crisis. Por ello es urgente la necesidad de repensar la educación y tener en cuenta que una de las primeras medidas para avanzar en la dirección correcta consiste precisamente en incorporar a la educación formal el estudio de la moral desde los primeros años de vida de los jóvenes.

A diferencia de los saberes preferentemente contemplativos, entendemos que la ciencia ética es un tipo de saber racional y práctico, que pretende, mediante el ejercicio de la libertad, orientar las acciones para la consecución del fin último de todo ser humano, la felicidad, entendida esta como aquella plenitud de sus capacidades, la de la voluntad, que es el amor completo, y la de la inteligencia, que es la contemplación de la verdad.

Este libro nace como fruto de la experiencia personal y profesional del autor, quien primero fue empresario y luego entró al mundo de la educación. Gracias a su vasta y enriquecedora experiencia en ambos ámbitos, le es posible, ahora, adentrarse en la realidad universitaria y téc-nico-profesional del país, ofreciendo este legado que, con una forma de escribir clara, pero no por eso menos profunda, enriquece la formación de los docentes en el mundo de la ética y así poder permear de ella a las futuras generaciones.

SERGIO SALAS FERNÁNDEZ

Magister en Historia

Doctor (c) por Historia Universidad San Pablo CEU (Madrid)

Director Programa de Ética

Duoc UC

Agosto, 2014.

ANÉCDOTA: UNA EXPERIENCIA PERSONAL

Hace algunos años me correspondió observar una clase con estudiantes de último año en un liceo de nuestra ciudad. La asignatura era “Consejo de Curso”, instancia en que los jóvenes conversaban los asuntos relevantes acontecidos durante la semana. En esta ocasión, debido a una situación puntual, el profesor jefe habló sobre el problema de la copia en las evaluaciones.

Una vez terminada la charla, un estudiante tomó la palabra y con gran desparpajo manifestó que él copiaba en el ramo de ciencias naturales. Incluso agregó que no creía que aquella acción fuera mala, ya que pretendía estudiar Ingeniería en Construcción. Junto con ello, argumentó que la Biología no era un área importante en su futura carrera profesional, que una mala nota le perjudicaría su promedio y le podría impedir ingresar a la universidad que él quería. Finalizó diciendo que aprender cómo son las amebas o cómo funcionaba la fotosíntesis no eran temas relevantes para él. De más está decir que casi todos los compañeros de la clase estuvieron de acuerdo con él: ¿qué tiene de malo copiar en una asignatura que no va a servir en el futuro? se preguntaban.

A mi juicio, lo más significativo de esta anécdota no es tanto el hecho de que un joven copie o no copie en una prueba (la verdad es que muchos de nosotros lo hicimos, al menos en alguna ocasión, mientras éramos estudiantes), lo realmente preocupante es la declaración del estudiante (y apoyado por sus compañeros) que, mediante una “supuesta buena argumentación” transforma algo que a todas luces es malo en algo bueno. Cuando nosotros copiábamos sabíamos que estábamos haciendo algo malo, pero para estos alumnos no era así, lo que me causó bastante alarma.

¿Cuántos de nosotros hemos tenido experiencias similares en la sala de clases? ¿Cuántos de nosotros, en nuestras vidas cotidianas, nos hemos enfrentado a dilemas éticos que no supimos resolver satisfactoriamente? ¿Cuántas veces hemos visto situaciones reprochables y no hemos encontrado los argumentos para aconsejar correctamente?

Estimados amigos, este libro pretende entregar a nuestros colegas, estudiantes y público en general algunas ideas que ayuden a comprender mejor la ética, su ámbito de acción, y a apartarla tanto del subjetivismo como de los dogmatismos tan propios de nuestra época. Pretende que comprendamos la ética como una herramienta útil que nos permita resolver problemas como los descritos, pero sobre todo que nos ayude a ser mejores ciudadanos y mejores profesionales, que nos apoye en la construcción de un “yo” más íntegro, maduro, y sobre todo más feliz, y también entregar criterios de comportamiento ciudadano comprometidos con la construcción de una sociedad más justa.

PRIMERA PARTE

Nuestra vida tiene altos y bajos. Nos conducimos a través de ella como el timonel de un barco que no sabe con exactitud cuáles son las mejores rutas que lo llevarán a su destino. En ocasiones acertamos, lo que nos produce satisfacción y bienestar y el sentimiento de una vida más plena. No obstante, en otras ocasiones erramos y lo pagamos –desgraciadamente– por la vía de frustraciones y dolores, y por momentos con la sensación de tener una vida más vacía.

Esta realidad nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿existe algún saber que nos ayude a conocer y a transitar por los mejores caminos que nos ofrece la vida?

Capítulo I¿QUÉ ES LA ÉTICA?

1. ÉTICA: UN TÉRMINO CONFUSO

Si este libro fuera sobre astronomía o medicina probablemente no sería necesario comenzar preguntándose qué entendemos por ellas, ya que todos sabemos a qué nos referimos; sin embargo no sucede lo mismo con la Ética.

Si salimos a la calle y consultamos a los transeúntes qué entiende usted por Ética, nos encontraremos con variadas respuestas. Algunos dirán, “es aquello que determina lo que es correcto” o “es lo que yo creo que está bien y está mal”; otros, “son las normas de conducta” o “es lo que la sociedad considera que debemos hacer o no hacer”. No faltará el que la relacione con las creencias religiosas, afirmando que lo ético es cómo Dios quiere que nos comportemos; o con las leyes, afirmando que lo relevante es cumplir con los preceptos legales.

Todas estas respuestas, si bien no están totalmente erradas, son parciales, que solo dan una pincelada superficial al tema. Al respecto, Emilio Martínez, en su libro Ética Profesional de los Profesores escribe: “Aparentemente todo el mundo entiende qué es la ética (…) Sin embargo la experiencia cotidiana muestra que son muchos los malentendidos provocados por confundir lo ético con lo religioso o con lo jurídico o con los usos sociales tradicionales que están vigentes en un lugar y época determinados. También es frecuente que algunas personas tengan dificultades para manejar los términos “ética” y “moral” porque se preguntan si han de considerarlos sinónimos o no”. Y el autor prosigue: “Otra dificultad muy frecuente en nuestra época, sobre todo entre los jóvenes, es la falsa creencia de que en cuestiones de ética toda opinión vale lo mismo que cualquier otra porque supuestamente la moral es algo muy subjetivo, como los gustos sobre las comidas o sobre pasatiempos favoritos”1. Siguiendo esta línea, Giuseppe Fioravanti, en Pedagogía y Educación Familiar describe pintorescamente el problema: “en el mundo actual las diferentes ideas sobre la ética pueden compararse con un río que atraviesa una zona densamente poblada y que acrecienta continuamente su caudal con afluente de agua limpia –poca– y de una serie de descargas de todo tipo –muchas– que finalmente la saturan completamente”2.

Por otro lado, si ponemos la palabra “Ética” en el buscador de imágenes de Google aparecerá una serie de dibujos que muestran a una persona que se ve “acorralada” entre un angelito bueno y otro malo. Imaginamos que cada uno estará dándole “consejos”. Sin embargo, y como comprenderá el lector a través de las páginas de este libro, la Ética es bastante diferente a esta imagen.

Si recurrimos a las enciclopedias nos encontramos con definiciones como las siguientes:

• Es la ciencia que se refiere al estudio filosófico de la acción y la conducta humana, considerada en su conformidad o disconformidad con la recta razón3.

• Ciencia que ordena, usando la razón, los actos humanos libres en cuanto se encaminan a su fin último, que es la felicidad4.

• Ciencia que refiere al acto perfecto en cuanto conviene al hombre como hombre y en cuanto lo conduce a realizar su fin último5.

• Parte de la filosofía que estudia los valores morales y los problemas relativos a la actividad práctica del hombre, al significado y al fin de su existencia6.

• Ciencia que estudia las acciones humanas en cuanto se relacionan con los fines que determinan su rectitud7.

Si bien estas definiciones no son necesariamente discordantes entre sí –pues algunas ponen énfasis en un aspecto y algunas en otros– tienen un elemento en común: son bastante difíciles de entender para una persona que no es versada en estas materias, especialmente para los jóvenes.

Todo lo expuesto anteriormente nos indica que es absolutamente necesario comenzar este libro respondiendo la pregunta que encabeza este capítulo, ¿qué es la Ética?

2. EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN

Sin pretender polemizar con filósofos o enciclopedistas, intentaré plantear una definición lo más clara que nos sea posible.

Una primera aproximación al significado de la palabra Ética podría ser: “La ciencia que estudia los actos humanos desde el punto de vista del bien”.

Aunque estoy seguro que esta definición es más sencilla que las cinco planteadas anteriormente, creo que conviene hacer algunas precisiones y aclarar algunas dudas que, estoy seguro, han surgido en la mente del lector.

3. LAÉTICA, ¿ES REALMENTE UNA CIENCIA?

Esta pregunta suele ser la primera que plantean los profesores en los talleres de introducción a la Ética que realizo, y la respuesta es sí, es una ciencia8.

La Ética es una ciencia, o sea, es el estudio racional y sistemático de un ámbito de la realidad. La palabra ciencia deriva del latín scientia, que significa conocimiento práctico, doctrina, erudición9. Entendemos la ciencia como un cuerpo de ideas que surgen del conocimiento racional de la realidad, que son tanto críticas como analíticas, lógicamente consistentes, con pretensión de objetividad y universalidad en un campo de estudio determinado y con objetivos definidos.

Como veremos a lo largo de estas páginas, es esto precisamente lo que hace la Ética.

Obviamente la Ética no es una ciencia exacta sino una de carácter social10, humana –es así como debe ser abordada–, pero como toda ciencia debe desarrollar métodos de análisis objetivos que le permitan sacar conclusiones correctas. Será el lector el que juzgará, al terminar de leer este libro, si estamos en lo correcto.

3.1. ¿Qué entendemos por actos humanos?

La definición de Ética que planteamos habla de “actos humanos”. ¿Pero qué significa este concepto? Reflexionemos sobre ello.

Toda ciencia debe tener un campo de estudio que le sea propio: así por ejemplo, el de la Medicina es el cuerpo humano y el de la Astronomía es el cosmos. Asimismo, la Ética define como su campo de estudio el de “los actos humanos” entendidos como aquellas acciones libres que realiza el hombre, que es dueño de hacer o de omitir, de hacerlos de un modo o de otro. Son actos voluntarios en los que interviene la razón y la voluntad, tales como agredir, hablar, mentir, regalar, trabajar, etc.

Si un acto no es libre, por ignorancia, por imposición, o por cualquier otra razón, este no es susceptible de ser estudiado por la ciencia Ética; escapa a su campo de estudio. Tampoco lo son los actos reflejos, como el pestañar, o los actos instintivos, como huir despavorido durante un terremoto. Ahora bien: pueden existir actos cuya libertad sea precaria o limitada; esta realidad también la tendrá en consideración nuestra ciencia. Obviamente no califican aquellos sucesos que no son realizados por los hombres, como los eventos naturales o los efectuados por los animales. No podemos juzgar éticamente la erupción de un volcán o el mordisco de un perro.

Detengámonos un momento en la palabra “acto” que encontramos en nuestra definición.

El campo de estudio de la ciencia ética son los actos libres de los hombres.

Es común que a los profesores de Ética se nos acerquen profesores de otras disciplinas para consultarnos sobre posibles sanciones que algún estudiante se merecería por cometer tal o cual tropelía. Debemos confesar que esto es muy incómodo, toda vez que nosotros no somos jueces11 ni estamos preparados para aquello. Con esto quiero señalar que la Ética analiza o juzga actos concretos de las personas pero no juzga a la persona, o sea analiza el hecho y no a la persona que lo realizó. Juzgar a aquellos que cometen actos reprochables no es tarea de los profesores de Ética, sino de la judicatura o de las autoridades correspondientes y lo deberán hacer desde un punto de vista reglamentario. Lo que sí puede aportar la Ciencia Ética son herramientas de análisis de las acciones, lo que permitirá comprender mejor el acto realizado12, y esto es, sin duda alguna, una importante contribución para aquellos a quienes les corresponde tomar las medidas disciplinarias correspondientes.

El estudio de la Ética no lo entendemos como un instrumento para juzgar a otros, sino que –como veremos extensamente a lo largo de este libro– como un medio que nos conducirá, a cada uno de nosotros, a relacionarnos mejor con los demás y a ser mejores personas.

Si bien coloquialmente decimos “él es ético” al referirnos a una persona que actúa bien; o “aquello no es ético” al referirnos a una acción que consideramos mala, en nuestro libro intentaremos usar lo menos posible la palabra Ética como adjetivo, sino que en referencia, como dijimos, a una ciencia.

3.2. ¿Cuáles son los fines de la Ética?

Decíamos que el campo de estudio de la ciencia Ética son los actos libres realizados por el hombre; sin embargo toda ciencia debe tener un para qué, un fin, un objetivo, una razón de ser. Para seguir con nuestros ejemplos, la medicina tiene como propósito mantener los cuerpos y las mentes sanas, y la astronomía, descubrir los misterios del universo y su funcionamiento. Es por eso que también debemos preguntarnos, la Ética, ¿para qué? Los fines de la Ética, como ciencia, son: la vida plena y la armonía social. Profundicemos en estos dos conceptos.

La ciencia ética tiene dos objetivos claros que no debemos perder nunca de vista: develar los secretos para tener una vida más plena y vivir en armonía social.

3.3. ¿En qué consiste la vida plena o autorrealización?

Todos los hombres deseamos desarrollar nuestra vocación, entendida en su sentido más amplio13: como profesional, de padre o madre, de amigo, de ciudadano, de familia, de trascendencia, de hombre o mujer, entre muchas otras. Es la eudaimonia o plenitud14, que se traduce en una vida con propósito que va más allá de la autogratificación.

La autorrealización no es un estallido de alegría o la simple satisfacción de haber logrado un deseo en particular, sino que es esa plenitud que se conquista15 o, mejor dicho, aquella que se va conquistando poco a poco. Es el cumplimiento de un proyecto de vida maduro, coherente y trascendente16, en que la persona está satisfecha consigo misma, con su hacer y actuar. Cuando ha logrado o está logrando sus metas de largo plazo; cuando tiene la paz interior que brota del saber que se está actuando correctamente; cuando goza de armonía y serenidad interior; cuando encuentra sentido a lo que hace tanto en el campo profesional como personal; y cuando ha ido logrando sus metas y sueños más profundos. En pocas palabras: una vida más humana.

La autorrealización no es una situación pasajera, sino que continua y más bien permanente, aunque puede –en ocasiones– ser interrumpida por los propios errores o por las vicisitudes mal afrontadas. Esto quiere decir que no es un bien que, una vez logrado, se tiene permanentemente y para siempre; hay que “trabajarlo” constantemente.

La vida plena no es un producto ni el resultado de una producción determinada, es más bien la creación misma, como por ejemplo de un cuadro que vamos realizando durante el transcurso de la vida. En ocasiones estamos inspirados y logramos embellecer la obra, en otras ocasiones realizamos pinceladas desafortunadas o incluso deplorables que la deslucen o afean. En ocasiones son otros los que intervienen, también en ambos sentidos colaborando o dificultando la realización de esta obra de arte que es la vida misma.

Los educadores conocemos muy bien la enorme satisfacción que nos produce nuestra labor profesional porque sabemos que si hacemos bien la tarea estamos aportando significativamente en la construcción de un mundo mejor. Estar conscientes de aquello contribuye decisivamente a nuestra autorrealización.

La autorrealización incluye aspectos tan diferentes como la capacidad de amar; un proyecto de vida consecuente, madurez psicológica; trabajar en lo que le gusta; estabilidad social y familiar; equilibrio en los placeres17; ausencia de dolor o capacidad para soportarlo; buenas relaciones con los demás, paz con los bienes que se poseen o carecen, poseer bienes materiales necesarios para la vida18, entre otros.

La vida plena la podríamos comparar con un vaso que nos acompaña en el camino de la vida, vaso que iremos llenando en la medida que nos sintamos más realizados o iremos vaciando si sucede lo contrario.

Como el lector ya habrá comprendido, para lograr una vida más plena es necesario conocerse a sí mismo, tanto en su condición de ser humano19como en las características propias de cada uno. No en vano en el pórtico del Oráculo de Delfos20 estaba escrito “conócete a ti mismo”, frase que indica tanto el punto de partida del camino de la vida como –más importante aún– la orientación que debemos darle a ella, porque frecuentemente erramos creyendo que si poseemos tal o cual objeto o satisfaciendo tal o cual deseo seremos felices21, situación que realmente no es necesariamente verdad.

Para lograr realmente una vida más plena debemos conocer “qué” es el ser humano22, “cuál” es su verdadera naturaleza y “quiénes” somos realmente nosotros, nuestra identidad y desde ahí empezar la construcción de una vida mejor. Ahondaremos en este tópico en los próximos capítulos.

Otro aspecto relevante es que el ser humano no es solo lo que es, es también lo que puede llegar a ser. Es un ser lleno de potencias23 y talentos que se van desarrollando a lo largo de la vida. Los educadores debemos siempre tener en cuenta esta dimensión humana y estar conscientes de que la relevancia de nuestro trabajo nace precisamente aquí, debido a que somos colaboradores irreemplazables en el camino que los jóvenes tienen que recorrer para su propio crecimiento.

La Ética es una ciencia que orienta el camino de crecimiento personal24, pues contribuye al logro de nuestras metas, nos ayuda a ser buenos profesionales, buenas personas, buenos padres o madres, buenos amigos, buenos ciudadanos, etc. Incluso nos ayuda a conseguir los bienes materiales necesarios para nuestra vida orientando el buen ejercicio profesional.

Las librerías están llenas de textos y folletos de autoayuda escritos, en la mayoría de los casos, por autoproclamados gurús de la sabiduría. Pues bien, todos sabemos que esos libros suelen estar llenos de consejos obvios, de lugares comunes; incluso en ocasiones encontramos lecciones absurdas y esotéricas o mitológicas. Aludo a ellos, porque la Ética pretende ser “una verdadera ciencia de autoayuda” que realmente nos guíe y enseñe a crecer como personas.

3.4. La armonía social o la justicia social

Decíamos que el otro fin de la ética es la armonía social, es decir, estudiará la injerencia y repercusión de los actos humanos en los demás y el medio en que se actúa; esto implica que la Ética deberá ser capaz de medir los efectos extrínsecos de las acciones y juzgarlas en consecuencia25. Como dice José Ramón Ayllón, el hecho de que el ser humano sea un animal racional, lo hace ser una mezcla muy explosiva26 y si agregamos que también es un ser emocional, la mezcla se hace además muy inestable.

La armonía social significa, entre otras cosas, paz social, bien común, justicia, solidaridad, equidad, fraternidad, concordia, acuerdos sociales, respeto por los otros, tolerancia, empatía, ciudadanía, etc. En esta misma línea, Humberto Maturana afirma: “La ética se constituye en la preocupación por las consecuencias que tienen las acciones de uno sobre otro, y adquiere su forma desde la legitimidad del otro como un ser con el cual uno configura un mundo social27”.

La armonía social está íntimamente relacionada con la educación para la ciudadanía, tan en boga hoy en día en el espacio europeo. En este sentido, el Comité de Ministros de la Comunidad Europea se hace cargo de la relevancia ética en el ámbito social cuando señala:

…la educación para la ciudadanía democrática es esencial para la misión principal del Consejo de Europa, que es promover una sociedad libre, tolerante y justa –y que contribuye, junto con las demás actividades de la Organización, a la defensa de los valores y los principios de libertad, pluralismo, derechos humanos y Estado de Derecho, que constituyen los fundamentos de la democracia28.

Como veremos en próximos capítulos, la armonía social no solo limita su ámbito al trato directo entre las personas, también refiere a las actuaciones del Estado, a la empresa, a la forma de hacer política, al medio ambiente, a la responsabilidad social empresarial, a los límites y alcances de las investigaciones, a la responsabilidad para con las futuras generaciones, porque ¿puede haber armonía social en un Estado totalitario o corrupto? ¿Puede haber armonía social depredando el planeta, o utilizando al ser humano en las investigaciones como conejillos de indias? ¿Puede haber armonía social con empresas solo preocupadas en el lucro? ¿Puede haber armonía social minusvalorando a las futuras generaciones?

El concepto de armonía debe ser entendido en forma amplia, porque la Ética debe responder a la siguiente pregunta fundamental, ¿cuáles son las condiciones que deben brindarse para que todos los hombres y mujeres vivan una vida verdaderamente humana, tanto individual como colectivamente? Entonces, ¿puede haber armonía social cuando hay pobreza o injusticias? Tiene razón Hans Küng cuando afirma “la ética, que la modernidad consideró cada vez más como cosa privada, vuelve a convertirse, en la posmodernidad –por el bien del hombre y la supervivencia de la humanidad–, en un asunto público de primer orden29.

Los fines de la ética conllevan la premisa ineludible de que el hombre siempre es sujeto y fin; nunca objeto ni medio.

El Estado, el sistema económico, el dinero, el capital, el trabajo, las ciencias, la investigación, la técnica, la empresa, las organizaciones sociales, los partidos políticos, las escuelas, las universidades e institutos profesionales; en resumen, todas las organizaciones deben, institucionalmente, tener como fin último al propio hombre30; nunca deben considerarse neutrales respecto a los fines señalados, simplemente porque no lo son.

Nuestro ambiente cultural desgraciadamente potencia el pensamiento individualista y dificulta la posibilidad de desarrollar una actitud de interdependencia positiva, lo que implica desconocer la necesidad antropológica que tenemos de los demás. De hecho, cuando nos relacionamos es común que tratemos al otro como objeto, sin asumir que el otro puede pensar, sentir o sufrir. Esta forma de enfrentar el mundo nace del error de creer que no necesitamos de los otros en toda su humanidad, sino que solo como medio para lograr nuestros objetivos inmediatos. Es errada la moraleja de las abejas de Mendeville31 que sostiene que el pensamiento egoísta comporta, a la larga, en bien de todos. Al contrario, el pensamiento egoísta, si bien puede tener réditos a corto plazo, inevitablemente lleva al ser humano a la amargura y al aislamiento. Por ello la Ciencia Ética debe preguntarse, de forma realista, por las previsibles consecuencias de las acciones para que el actor se haga cargo responsablemente de esas consecuencias, para bien o para mal.

Por lo tanto, el comportamiento social es esencial en el estudio de la Ética, ya que el hombre necesita de los otros para crecer como persona; el ser humano depende de los demás para saber quién es32 y conocer cómo lograr sus objetivos.

No es difícil darse cuenta de que existe una interdependencia entre la Vida Plena de cada uno y la Vida Plena de los demás33. Es ilusorio postular que un ser social como es el ser humano, pueda autorrealizarse en solitario34, con personas insatisfechas consigo mismas o rodeado de personas que lo agredan. Esto es válido al menos para la gran mayoría de nosotros y significa que existe una relación entre los dos fines de la ética; no puede existir uno sin el otro. Pero seamos claros, la necesidad de armonía social no se deriva del hecho de que sea necesaria para una vida más plena, es un objetivo de la ciencia ética en sí mismo y así lo trataremos a los largo de estas páginas.

En conclusión: la Ética estudia y analiza las acciones humanas con la finalidad de entregar herramientas para que cada uno de nosotros logre una vida más plena conduciéndose en forma tal, que viva en paz y armonía con los demás. En otras palabras, si espontáneamente existiera siempre fraternidad en la sociedad y todos viviéramos una vida plena, simplemente la Ética pasaría a ser solo algo interesante, sin el valor trascendente y urgente que tiene hoy en día35.

La Ciencia Ética es necesaria porque el ser humano es libre36y su vida es un proyecto que hay que realizar en medio de esa libertad. Es por esto que se debe reflexionar sobre el mejor camino a seguir, y la ética contribuirá para que esa reflexión sea verdadera y eficaz.

4. DEFINIENDO LA ÉTICA

A estas alturas de nuestra reflexión ya podemos plantear una definición de Ética que se haga cargo de todo el valor del concepto y que sea fácil de comprender, sobre todo por nuestros estudiantes. Es la ciencia que estudia los actos humanos con el fin de guiar el comportamiento hacia una vida más plena y a la armonía social.

La ética es la ciencia que estudia los actos libres de los hombres y que tiene como objetivo orientar a estos hacia el logro de una vida más plena y socialmente armónica.

Durante el transcurso de estas páginas es importante que el lector nunca deje de tener presente esta definición, ya que es indispensable para la correcta comprensión de los razonamientos y análisis que haremos a continuación.

5. VIDA LOGRADA VERSUS FELICIDAD

A aquellos lectores más versados en Filosofía, o que hayan leído a los autores clásicos, les habrá llamado la atención el planteamiento de que uno de los objetivos de la Ética es la Vida Plena o Autorrealización y no la Felicidad como esos autores señalan37.

En primer lugar, prefiero usar el concepto de Vida Plena y no de felicidad, por la confusión que genera la multiplicidad de significados que se le pueden dar a la palabra felicidad, lo que dificulta una comprensión adecuada.

Hoy en día el concepto de felicidad es casi sinónimo de alegría o placer y de carencia de dificultades. Si bien la alegría y el placer son buenos, no es lo mismo que la vida plena; aún más, en muchas ocasiones tendremos que resignarlos para lograr nuestros objetivos de largo plazo, pues todos sabemos que el camino hacia una vida mejor conlleva esfuerzos, sacrificios e incluso una cierta cuota de sufrimiento, y la Ética debe hacerse cargo de esta realidad. Comúnmente decimos: feliz cumpleaños, feliz viaje, felices fiestas patrias; y no decimos: feliz paso por la universidad, feliz nuevo trabajo o feliz construcción de una familia, en circunstancias que para lograr una vida más plena son mucho más importantes estas tres últimas tareas que las tres primeras.

En segundo lugar, si ahondamos un poco más en el concepto de felicidad nos encontraremos que a lo largo de la historia de la filosofía también ha habido disensos al respecto. Ya en la antigua Grecia los epicúreos y los cirenaicos (en contraposición a Aristóteles) consideraban que la felicidad se lograba solo mediante la obtención del placer y la ausencia del dolor38, por lo que la Ética debía considerar buenas todas aquellas acciones que producían placer y considerar malas a todas aquellas acciones que producían dolor. Por otro lado tenemos a los estoicos39 que afirmaban que la felicidad no debe ser buscada como tal, sino que a través de la virtud40, pues el estoico no intenta ser feliz, solo actúa virtuosamente y así se hace “merecedor de la felicidad”. Para ellos la felicidad es el resultado de la firmeza de carácter, del autodominio, de la Fortaleza que supera los avatares del mundo y se logra esencialmente en soledad.

En las tradiciones religiosas también encontramos desacuerdos sobre este concepto; en la cristiana el concepto de felicidad cambia, y si lo referimos a las bienaventuranzas veremos un significado radicalmente diferente41. En el budismo se le asocia a la ausencia de deseos y al autocontrol total de apetitos corporales, ya que el sufrimiento –para esta religión– surge del apego al deseo. Para el musulmán la felicidad estará en la entrega incondicional a los designios divinos y a la aceptación del propio destino42.

Si avanzamos más en el tiempo y llegamos a nuestra actualidad, la felicidad será reducida al bienestar, a la prosperidad económica (utilitarista) y será exigida por el individuo al Estado a modo de un derecho43. Finalmente la felicidad, desde un punto de vista teológico, está en las respuestas a los problemas existenciales del hombre, especialmente al enigma de la muerte y el sentido de la vida (¿de dónde vengo y hacia dónde voy?). Evidentemente responder a estos misterios no es el campo de estudio de la Ética, sino que de la religión.

Esta imposibilidad de encontrar un concepto único de Felicidad ha llevado a algunos filósofos modernos a abandonar la idea de que fuera el fin de la Ética y construyeron una Ética fundada en valores o en el deber. Kant afirmaba que la felicidad no es un ideal de la razón sino de la imaginación, que descansa en meros fundamentos empíricos44; lo anterior no implica que Kant y muchos otros autores modernos hayan desechado la búsqueda de la felicidad en la motivación de las acciones humanas, solo que movieron el eje conductor de la Ética desde la felicidad hacia el deber. Agustín Domingo45, en el capítulo dedicado a la Felicidad, afirma:

el papel que la felicidad puede desempeñar en ella (se refiere a la Ética) se halla mediado por dos datos importantes. Por un lado, la importancia que concedemos a la racionalidad teleológica (mediosfines) en el conjunto de su filosofía. Por otro, la función que desempeñan las categorías morales como la virtud y valor el situar la ética en clave antroponómica, es decir, al situar la ética no solo en una perspectiva descriptiva de cómo se estructura la lógica del desear humano, sino en una perspectiva normativa de cómo se debe estructurar el desear para que se mantenga, ensanche, ascienda y amplíe en su humanidad.

Incluso Adela Cortina señala46: (...) a la felicidad todos los hombres aspiran, pero no la entienden de igual modo ni el vulgo ni los sabios, ni los jóvenes ni los adultos, ni las distintas sociedades entre sí (…)47Tal vez porque no sea la filosofía quien haya de ocuparse de ella.

Todo lo expuesto me impele a evitar proponer que sea la Felicidad el fin de la Ética tal como lo hace la ética clásica, por ello uso conceptos más fáciles de objetivar, como Vida Plena y Paz Social.

6. GRADUALIDAD DE LOS ACTOS

Finalmente es importante señalar que la Ética, al calificar un acto como bueno o malo, no debe quedarse ahí; también debe intentar discernir qué tan bueno o qué tan malo es aquel acto. Esto tiene que ver con la gradualidad valórica que todo acto tiene.