Etnografía y Patrimonio Cultural. - Andrés Felipe Ospina Enciso - E-Book

Etnografía y Patrimonio Cultural. E-Book

Andrés Felipe Ospina Enciso

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Este libro tiene como propósito explorar los alcances de la investigación etnográfica en el campo del patrimonio cultural. Lo hace desde ejercicios situados en diferentes lugares y contextos que, producto de pesquisas en terreno y reflexiones alrededor de prácticas y conceptos, propone nuevos caminos y perspectivas para investigar la relación entre actores sociales y las manifestaciones del patrimonio cultural. El volumen presenta una diversidad de trabajos de Iberoamérica, que exploran las formas en que los patrimonios tienen lugar y sentido desde el lugar de sus hacedores. Al tiempo, plantea rutas metodológicas que complementan el alcance de los inventarios y las listas, herramientas de trabajo más convencionales en los estudios del patrimonio. Los trabajos de las y los autores cruzan por temáticas que van desde el chamanismo y el reencantamiento del mundo en España, o las manifestaciones vivas de una viga de oro y un camino que camina como entidades culturales en Boyacá, pasando por los cantos de trabajo en la vaquería de los llanos orientales, los conflictos entre la legislación y el mantenimiento de los bienes patrimoniales en Aguadas, Caldas, las diversas significaciones de la conmemoración del 12 de Octubre en Latinoamérica, las metáfora de Colombia como una sociedad enferma en clave patrimonial, o las diversas manifestaciones del patrimonio funerario en Iberoamérica. El conjunto de manuscritos es creativo, representativo y crítico de nuestra realidad patrimonial contemporánea. Abstract This book aims to explore the scope of ethnographic research in the field of cultural heritage. It does so from exercises located in different places and contexts that, as a result of field research and reflections on practices and concepts, proposes new paths and perspectives to investigate the relationship between social actors and the manifestations of cultural heritage. The volume presents a diversity of works from Ibero-America, which explore how inheritance takes place and makes sense from the position of its makers. At the same time, it proposes methodological routes that complement the scope of inventories and lists, more conventional work tools in heritage studies. The works of the authors cross several topics: from Shamanism and the re-enchantment of the world in Spain, or the living manifestations of a golden beam and a path that walks as cultural entities in Boyacá, passing through the songs of work in the dairy farm of the eastern plains, the conflicts between the legislation and the maintenance of heritage assets in Aguadas, Caldas, the various meanings of the commemoration of October 12 in Latin America, the metaphor of Colombia as a sick society in a heritage key, or the multiple manifestations of the funerary heritage in Latin America. The set of manuscripts is creative, representative and critical of our contemporary heritage reality. Keywords: Ethnography; Cultural Heritage; Methodology of Social

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ETNOGRAFÍA Y PATRIMONIO CULTURAL

Caminos emergentes y perspectivas

Andrés Felipe Ospina Enciso

María Angélica Garzón Martínez

Sergio Rodolfo Carrizo

-Compiladores-

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

2021

Etnografía y Patrimonio Cultural. Caminos emergentes y perspectivas / Ethnography and Cultural Heritage. Emerging Paths and Perspectives / Ospina Enciso, Andrés Felipe; Garzón Martínez, María Angélica; Carrizo, Sergio Rodolfo (Compiladores). Tunja: Editorial UPTC, 2021. 228 p.

ISBN 978-958-660-566-3

ISBN Digital 978-958-660-567-0

1. Etnografía. 2. Patrimonio cultural. 3. Metodología de la investigación social. 4. Valoración cultural. 5. Antropología. 6. Sociología.

(Dewey 306.4 /21) (Thema JB - Sociedad y cultura: generalidades)

Primera Edición, 2021

50 ejemplares (impresos)

Etnografía y Patrimonio Cultural. Caminos emergentes y perspectivas

Ethnography and Cultural Heritage. Emerging Paths and Perspectives

ISBN: 978-958-660-566-3

ISBN Digital: 978-958-660-567-0

Colección de Investigación UPTC N.° 211

Proceso de arbitraje doble ciego

Recepción: junio de 2020

Aprobación: agosto de 2020

© Andrés Felipe Ospina Enciso, 2021

© María Angélica Garzón Martínez, 2021

© Sergio Rodolfo Carrizo, 2021

© Jhon Emerson Moreno Riaño, 2021

© Maria Albert Rodrigo, 2021

© Diego Andrés Bernal Botero, 2021

© Nicholas Woodward, 2021

© Daniel Ramírez Pérez, 2021

© María Laura Nuñez, 2021

© Diana Marcela Bernal Monroy, 2021

© Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2021

Editorial UPTC

Edificio Administrativo – Piso 4

Avenida Central del Norte 39-115,

Tunja, Boyacá

[email protected]

www.uptc.edu.co

Rector UPTC

Óscar Hernán Ramírez

Comité Editorial

Manuel Humberto Restrepo Domínguez, Ph. D.

Enrique Vera López, Ph. D.

Yolima Bolívar Suárez, Mg.

Sandra Gabriela Numpaque Piracoca, Mg.

Óscar Pulido Cortés, Ph. D.

Edgar Nelson López López, Mg.

Zaida Zarely Ojeda Pérez, Ph. D.

Carlos Mauricio Moreno Téllez, Ph. D.

Editora en Jefe:

Lida Esperanza Riscanevo Espitia, Ph. D.

Coordinadora Editorial:

Andrea María Numpaque Acosta, Mg.

Corrección de Estilo

Martha Liliana Álvarez Ayala

Imagen de Portada

Altar de Iniciación Druida,

Maria Albert, 2018.

Libro financiado por la Dirección de Investigaciones de la UPTC. Se permite la reproducción parcial o total, con la autorización expresa de los titulares del derecho de autor. Este libro es registrado en Depósito Legal, según lo establecido en la Ley 44 de 1993, el Decreto 460 de 16 de marzo de 1995, el Decreto 2150 de 1995 y el Decreto 358 de 2000.

Libro resultado del proyecto de investigación “Apropiación social y puesta en valor del patrimonio Funerario: El cementerio Central de Tunja y el Parque Cementerio de Yalí (Antioquia)” con código SGI 2925

Citar este libro / Cite this book

Ospina Enciso A.; Garzón Martínez, M. & Carrizo, S. (Comps). (2021). Etnografía y Patrimonio Cultural. Caminos emergentes y perspectivas. Tunja: Editorial UPTC.

DOI: https://doi.org/10.19053/9789586605663

Resumen

Este libro tiene como propósito explorar los alcances de la investigación etnográfica en el campo del patrimonio cultural. Lo hace desde ejercicios situados en diferentes lugares y contextos que, producto de pesquisas en terreno y reflexiones alrededor de prácticas y conceptos, propone nuevos caminos y perspectivas para investigar la relación entre actores sociales y las manifestaciones del patrimonio cultural. El volumen presenta una diversidad de trabajos de Iberoamérica, que exploran las formas en que los patrimonios tienen lugar y sentido desde el lugar de sus hacedores. Al tiempo, plantea rutas metodológicas que complementan el alcance de los inventarios y las listas, herramientas de trabajo más convencionales en los estudios del patrimonio. Los trabajos de las y los autores cruzan por temáticas que van desde el chamanismo y el reencantamiento del mundo en España, o las manifestaciones vivas de una viga de oro y un camino que camina como entidades culturales en Boyacá, pasando por los cantos de trabajo en la vaquería de los llanos orientales, los conflictos entre la legislación y el mantenimiento de los bienes patrimoniales en Aguadas, Caldas, las diversas significaciones de la conmemoración del 12 de Octubre en Latinoamérica, las metáfora de Colombia como una sociedad enferma en clave patrimonial, o las diversas manifestaciones del patrimonio funerario en Iberoamérica. El conjunto de manuscritos es creativo, representativo y crítico de nuestra realidad patrimonial contemporánea.

Palabras clave: Etnografía; Patrimonio cultural; Metodología de la investigación social; Valoración cultural; Antropología; 6. Sociología.

Abstract

This book aims to explore the scope of ethnographic research in the field of cultural heritage. It does so from exercises located in different places and contexts that, as a result of field research and reflections on practices and concepts, proposes new paths and perspectives to investigate the relationship between social actors and the manifestations of cultural heritage. The volume presents a diversity of works from Ibero-America, which explore how inheritance takes place and makes sense from the position of its makers. At the same time, it proposes methodological routes that complement the scope of inventories and lists, more conventional work tools in heritage studies. The works of the authors cross several topics: from Shamanism and the re-enchantment of the world in Spain, or the living manifestations of a golden beam and a path that walks as cultural entities in Boyacá, passing through the songs of work in the dairy farm of the eastern plains, the conflicts between the legislation and the maintenance of heritage assets in Aguadas, Caldas, the various meanings of the commemoration of October 12 in Latin America, the metaphor of Colombia as a sick society in a heritage key, or the multiple manifestations of the funerary heritage in Latin America. The set of manuscripts is creative, representative and critical of our contemporary heritage reality.

Keywords: Ethnography; Cultural Heritage; Methodology of Social Research; Cultural Appreciation; Anthropology; Sociology.

Contenido

Presentación

La apuesta etnográfica en los campos del patrimonio cultural

Capítulo primero

Etnografía y patrimonio cultural: relaciones, usos y reflexiones

Crítica, apertura y nuevos campos de acción: la etnografía en proceso de conceptualización

La etnografía en América Latina, un panorama

Patrimonio cultural y etnografía: referencias de su uso y abuso

Reflexiones

Capítulo segundo

LA RECUPERACIÓN DE PRÁCTICAS CHAMÁNICAS Y SU EXTENSIÓN A OCCIDENTE

Manifestaciones de la desterritorialización en el concepto de chamanismo

Neochamanismos en España

Fase I. La llegada del chamanismo

Fase II. La creación de escuelas

A modo de cierre

Capítulo tercero

LA VIGA DE ORO Y LA VALORACIÓN CULTURAL DE UN CAMINO QUE CAMINA

El camino del Mincho

La gran viga de oro

La viga de oro y la valoración cultural del camino

Capítulo cuarto

EL OFICIO DE LA VAQUERÍA, SUS ESCENARIOS Y PRÁCTICAS: PATRIMONIO CULTURAL EN SAN MARTÍN DE LOS LLANOS

Patrimonio cultural y Cantos de trabajo de llano

Los cómo y las maneras del abordaje

Los vaqueros, los trabajos y los días

Un mundo representado y recreado en su oralidad

Vaqueros, centauros y cuadrilleros: devotos y supersticiosos en torno a un santo patrono y sus representaciones

Los de a caballo, los hombres del camino

Capítulo quinto

UN TESORO QUE NO SE PUEDE GASTAR. TENSIONES ENTRE LOS PROCESOS DE PATRIMONIALIZACIÓN Y LA PROPIEDAD PRIVADA EN AGUADAS, CALDAS.

El centro histórico de Aguadas

El peso de la historia

Equilibrar el patrimonio y el desarrollo

Santa Ana

Los tiempos del patrimonio

La propiedad

A manera de cierre

Capítulo Sexto

FROM SICK TO TRAGIC: METAPHORS AND NEGATIVE PATRIMONY IN CONTEMPORARY COLOMBIA

“It’s a Sickness”

Society as Collective Mental Illness

Sickness as a Metaphor

The Implications of a Sick Society in Colombia

The Tragic Society

Conclusion

Capítulo séptimo

EL 12 DE OCTUBRE EN ARGENTINA, COLOMBIA Y MÉXICO: PRÁCTICAS CONMEMORATIVAS Y REPRESENTACIONES SOCIALES

Marco teórico

Metodología

Interpretación

El intrarrelato

Protagonistas

La escena relatada

Las posiciones subjetivas

Algunas consideraciones finales

Capítulo octavo

ELEMENTOS, RETOS Y POTENCIALIDADES PARA LA PUESTA EN VALOR Y LA APROPIACIÓN COMUNITARIA DEL PATRIMONIO FUNERARIO IBEROAMERICANO

A manera de introducción

De espacios en decadencia, a sitios de carácter patrimonial

Un comienzo difícil

Los muertos

El arte

La arquitectura

Los vivos

Un trabajo en constante construcción

Presentación

La apuesta etnográfica en los campos del patrimonio cultural

El presente libro surge de nuestras inquietudes frente al tema del patrimonio cultural, su investigación y el papel de la etnografía en este marco. Ubicados en distintos lugares académicos, de formación y geográficos, nos preguntamos por el potencial de la etnografía en el estudio del patrimonio cultural y de qué forma se pueden establecer diálogos fructíferos entre el patrimonio, un campo de estudio de carácter interdisciplinar que se encuentra en consolidación, y la etnografía, una práctica investigativa con recorrido que, a pesar de su uso común, no termina de dimensionarse y entenderse.

Al concebir el patrimonio cultural como un proceso histórico y situado, es decir, como una construcción social, se produce un giro en su definición y en sus formas de documentación, valoración, investigación y gestión. La etnografía se posiciona como plataforma idónea para examinar las cuestiones patrimoniales e ingresa a este campo como herramienta de importancia. Pero ¿es la etnografía una herramienta para el patrimonio? ¿De qué forma dialogan patrimonio cultural y etnografía? ¿Qué relaciones se establecen entre etnografía y patrimonio cultural? ¿A qué le apostamos cuando integramos la etnografía al campo de estudios del patrimonio?

Como docentes e investigadores nos hemos cuestionado sobre estos temas y preocupado por el “boom” de pesquisas en el campo patrimonial que, enunciadas como etnografías, extrañan o desfiguran varios componentes que componen el espíritu de lo etnográfico. Por ello, decidimos convocar a una serie de autores y autoras que desde experiencias muy variadas han trabajado el patrimonio cultural desde la etnografía como método, herramienta, expresión o autorreflexión. También, a investigadores (as) que a partir de temas ligados al patrimonio cultural nos muestran alternativas metodológicas y temáticas sugerentes que impulsan la apertura de este campo. Así, nos proponemos propiciar debates en el patrimonio cultural, especialmente, desde una perspectiva situada que permita entender las relaciones, prácticas y discursos de las comunidades frente aquello que consideran como su patrimonio.

Hemos dividido los textos compilados en tres partes. La primera, denominada caminos emergentes, presenta un capítulo introductorio realizado por los editores y editora del libro, el capítulo ofrece un acercamiento a la etnografía en Latinoamérica, una breve relación del desarrollo del motivo etnográfico y un balance de sus usos y abusos en el campo del patrimonio cultural.

La segunda parte, elementos patrimoniales vistos desde la etnografía, agrupa textos que dan cuenta de una versatilidad que indaga, desde situaciones diversas, por expresiones afines del patrimonio cultural. María Albert Rodrigo analiza la resemantización de prácticas culturales a propósito de la aparición de neochamanismos en España y la extensión y reconfiguración de saberes y conocimientos a partir de escuelas que tienen por misión enseñar esta práctica espiritual. Particularmente, documenta los casos de la Danza conchera y el Camino Rojo. A partir de este marco, la autora analiza la construcción de los procesos, agentes, objetos y sujetos que configuran el patrimonio cultural. Despliega el contexto de reproducción de tal fenómeno, haciendo referencia a su particularidad dentro del patrimonio nacional/glocal llamando la atención sobre los procesos desterritoriales del patrimonio cultural.

Diana Marcela Bernal, documenta el relato de la viga de oro para explicar el movimiento del camino del Mincho, un camino que camina, ubicado entre los municipios de Miraflores y Páez en la provincia de Lengupá (Boyacá, Colombia). Desde su experiencia con y en el camino, la autora elabora un texto íntimo y en primera persona que se propone a partir de la autoridad del “haber estado allí”. Así problematiza el camino, no como objeto de estudio sino como experiencia y rememoración del lugar de su niñez. A través de la tradición oral, la autora encuentra que el camino es definido por la población que lo habita como una cosa, es decir, un proceso indeterminado de acciones que vincula diversos elementos. Esto le permite proponer una conservación colectiva en que personas, tierra, bienes y saberes sean quienes administren y gestionen el patrimonio.

Jhon Moreno Riaño, se acerca a los Cantos de trabajo del llano, en las sabanas ganaderas del oriente de Colombia, a partir del oficio de la vaquería, sus lugares de práctica, creencias asociadas y modos de vida. A propósito del proceso de inclusión de manifestaciones en listas de patrimonio cultural, reflexiona sobre las amenazas y salvaguardia de los Cantos de trabajo del llano. Para Moreno, el universo de significación de dichos Cantos, no puede entenderse desligado de la vaquería, rutas, hatos y posadas ganaderas. Por ello, es necesario devolverles la materialidad y el territorio a los cantos del llano, o de lo contrario quedan reducidos a repertorios musicales y festivales que poco dan cuenta de esta manifestación en su totalidad.

Finalmente, Daniel Ramírez quien a partir de la expresión “un tesoro que no se puede gastar”, presenta las tensiones y conflictos que se generan alrededor de las declaratorias patrimoniales, para este caso, las de paisaje cultural y arquitectónico en el municipio de Aguadas, en Caldas (Colombia). El autor expone tres sesiones del Concejo Municipal que se realizaron entre mayo y noviembre del 2018 en las que se discutieron potencialidades, desfases, obstáculos y detrimentos que imponen las declaratorias a los habitantes del municipio. Ramírez hace hincapié en casos paradigmáticos, como son las sanciones recibidas por personas que realizaron intervenciones ⸺sin previa autorización del Ministerio de Cultura⸺ en predios de su propiedad, pero que hacen parte de declaratorias patrimoniales. El texto concluye reflexionando sobre el papel del Estado en la gestión del patrimonio y la llamada “inflación patrimonial”.

La tercera parte, alternativas metodológicas, nos conduce por tres capítulos en los que se sugieren acercamientos tanto teóricos como metodológicos que proponen alcances alternativos a temas patrimoniales. Nicholas Woodward nos propone un acercamiento innovador al problema del conflicto en Colombia y la reconstrucción de memorias, narrativas y performancias sobre este. La interpretación de este ejercicio la hace desde el cuestionamiento a una metáfora recurrente: la de Colombia como una sociedad enferma y las implicaciones críticas de esta concepción. Frente al problema del patrimonio, propone interrogar qué patrimonio se está construyendo desde el conflicto armado, el legado de la violencia y cómo entender estas construcciones desde alternativas metodológicas como el drama social.

En una vía paralela, María Laura Nuñez, se pregunta por la construcción de representaciones sobre prácticas conmemorativas. Para esto, acude a la comparación de narrativas asociadas a la celebración del 12 de octubre en Latinoamérica, tomando como referentes los casos de Argentina, México y Colombia. A partir de entrevistas y encuestas a docentes de secundaria, y estudiantes universitarios en los tres países, la autora explora las relaciones entre representaciones e identidad nacional poniendo en evidencia la pervivencia de marcos de interpretación eurocéntricos de la efeméride en los tres países, pese a intentos recientes por cambiar la valoración y el sentido del acto conmemorativo.

Finalmente, el capítulo de Diego Andrés Bernal propone cinco elementos para la valoración del patrimonio funerario en Iberoamérica: historia, muertos, arte, arquitectura y vivos. Para el autor, los cementerios han dejado de ser lugares marginales en la ciudad para constituirse en espacios que convocan iniciativas públicas y privadas para su conservación, manejo y uso pues revisten, en palabras de Bernal, “encanto y magia”. A propósito de la experiencia de la Red Iberoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, el autor detalla cada uno de los elementos propuestos y presenta ejemplos de actuación y desarrollo de los mismos. Concluye que, a pesar del interés cada vez mayor por los cementerios, hacen falta aún mayores esfuerzos para su puesta en valor. Sea allí la invitación a trabajar en el tema de la valoración y gestión del patrimonio funerario.

A partir de esta serie de textos, invitamos a problematizar y reflexionar sobre las relaciones entre etnografía y patrimonio cultural; relaciones tan variadas como las mismas perspectivas que entienden y estudian dicho patrimonio. Pasados, memorias, comunidades, territorios e identidades hacen parte del universo al que pretendemos acercarnos desde miradas que desbordan la hegemonía y univocidad de los listados y las declaratorias para situarnos en tensiones, conflictividades, valoraciones y apropiaciones realizadas desde las comunidades o las instituciones que gestan sus propias historias y patrimonios. Agradecemos a los autores y autoras que decididamente se sumaron a este proyecto compartiendo nuestro propósito de entender de qué trata aquello de apostar por la etnografía en el patrimonio cultural.

CAMINOS EMERGENTES

Capítulo primero

Etnografía y patrimonio cultural:

Relaciones, usos y reflexiones

Andrés Felipe Ospina Enciso1

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

María Angélica Garzón Martínez2

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Sergio Rodolfo Carrizo3

Universidad Nacional de Tucumán, Argentina

¿Qué es esta idea tan potente, tan seductora, tan útil? Es la idea de que el patrimonio es algo bueno, necesario, de importancia indiscutible, cuya existencia es tan obvia, tan escandalosamente obvia, que no requiere discusión; es la idea de que la vida en común está cementada por cosas-signos trascendentes, como los bienes patrimoniales, que están más allá de nosotros, encima de nosotros, pero que nos explican, nos abrazan y nos resumen.

Cristóbal Gnecco, 2019

En su texto sobre el camino de los incas, Cristóbal Gnecco propone una mirada posarqueológica que puede entenderse como una declaración de principios o, mejor, de finales. Para el autor, los arqueólogos entienden el patrimonio como algo naturalizado que no se discute, sino que se regula. De esta forma, la patrimonialización queda reducida a un aspecto técnico invisibilizando su dimensión ideológica y política.

La discusión que propone Gnecco, y que también se extiende a otras disciplinas que trabajan lo patrimonial, resulta valiosa en tanto moviliza pasiones alrededor del patrimonio, su gestión, administración, conservación e investigación: o se está de acuerdo con la mirada crítica del autor o se le condena. Este debate se hace más interesante al ver cómo los estudios del patrimonio se han ampliado a otras experiencias y caminos que se perfilan como contrapunto de la práctica de regulación. Uno de ellos, y el que nos convoca en esta publicación, son las relaciones entre la etnografía y el patrimonio cultural y los productos y reflexiones que de esta díada emergen.

La clásica definición de Prats (2005) del patrimonio como una construcción social, de procesos cruzados por poderes políticos, discursos sociales y memorias colectivas, da cuenta de que la patrimonialización no puede exceptuar la comprensión de los significados, valoraciones y elaboraciones realizadas por personas, comunidades, entidades y agencias que definen, interactúan y dinamizan el campo patrimonial. Desde esta perspectiva, la etnografía cobra protagonismo y se posiciona como plataforma analítica y metodológica pertinente para dar cuenta de los contenidos y dinámicas de tales interacciones; más aún, cuando intersecan problemas del paradigma de la cultura.

Al hacer un breve recorrido por reciente literatura sobre patrimonio cultural en Iberoamérica (Arévalo, 2010; Avilés, 2012; Caraballo, 2008; 2011; Llull, 2005; Prats, 1998; 2005), encontramos que existe una veta que orienta los procesos del patrimonio hacia miradas cualitativas que permiten su comprensión, posicionamiento y gestión desde las comunidades y a partir de estrategias de tipo participativas. La etnografía y las herramientas metodológicas asociadas a esta, tales como: observación, entrevistas profundas e inmersión en contextos situados son elementos en auge para el desarrollo de ejercicios de identificación, valoración y salvaguarda del patrimonio cultural. En especial, cuando el conocimiento de dichos patrimonios parte de una interacción con la gente que los porta, transforma, mantiene y manifiesta.

La etnografía se sitúa, entonces, como una perspectiva emergente de análisis y como una técnica de indagación que complementa, reformula o cuestiona los alcances del campo patrimonial. Siguiendo estos indicios, proponemos aquí un ejercicio de revisión y reflexión alrededor del contexto de encuentros y disonancias, que implica la relación entre etnografía y patrimonio cultural. Esta convergencia plantea preguntas del tipo: ¿Cómo se ha constituido conceptual y metodológicamente el patrimonio cultural con la perspectiva etnográfica? ¿Cómo se ha construido la mirada etnográfica desde el patrimonio cultural? ¿Cuáles son las relaciones que se han establecido entre el patrimonio cultural y etnografía?, y ¿Cómo estas relaciones pueden ser proyectadas como una apuesta al futuro?

Para ello, presentamos aquí una breve relación del desarrollo de la etnografía, esto es, su transformación como práctica de conocimiento, haciendo énfasis en el tipo de etnografías que se han pensado y producido en Latinoamérica ⸺el campo de acción donde vemos con más interés su articulación⸺, para luego dar cuenta de cómo ha sido su apertura a la temática de lo patrimonial. Esta relación es significativa porque la etnografía comparte objetos de estudio, estrategias metodológicas, problemas ontológicos y cuestionamientos éticos con el patrimonio. En esa causa común, damos cuenta de ejercicios de investigación que han puesto a prueba lo etnográfico en la orilla del patrimonio cultural, señalando desaciertos, dificultades, aperturas y resultados emergentes.

Crítica, apertura y nuevos campos de acción: la etnografía en proceso de conceptualización

La etnografía es una práctica de investigación que posee una forma inaca-bada, y en continua elaboración. Representa las dificultades, transformaciones y oportunidades con las que se ha gestado el conocimiento social desde hace décadas. Sus inicios, que la caracterizaron como una herramienta de dominación colonial, contrastan con los tiempos más recientes donde es considerada como una apuesta reflexiva y de generación de conocimiento (Jaramillo, 2013), en la que el actor social es autor de su propio saber. A pesar de esto, la identificación general e inmediata que se hace de la etnografía, la caracteriza como una metodología cualitativa de campo, como un instrumento para la recolección de información que tiene la ventaja operativa de permitir el trato y acceso a la gente que contiene la información, a la que los investigadores con diversos intereses procuran llegar.

La etnografía es compleja, dinámica y debe ser entendida más allá de su utilidad instrumental. Implica procesos de reflexión y elaboración que superan la formulación básica y el adiestramiento que implica el manejo de herramientas o técnicas para la recolección de información. La etnografía produce conocimiento y con este se desarrollan teorías o formas de comprender y organizar el mundo de la vida social. En el desarrollo de la antropología, ha sido palpable este proceso (Comaroff y Comaroff, 2019) el cual se caracteriza por generar en el trabajo de campo los elementos con los que se nutren y piensa a los problemas transversales de la disciplina (Balbi y Boivin, 2008). Con ellos se consolidan abordajes teóricos, que a su vez proyectan a los derroteros y nuevos alcances del trabajo de campo, además de producir nuevas preguntas sobre lo que se investiga.

Las etnografías clásicas se produjeron bajo este esquema cíclico. Por ejemplo, en la identificación que hace Evans-Pritchard (1976) sobre la magia y la brujería en los azande de África, encuentra que la brujería está presente en el cuerpo social y en el cuerpo individual, no solo porque los azande digan que la brujería es corporal sino porque es lógico, a los ojos de los azande, que los cuerpos de las personas estén curtidos de brujería y operen dentro de un mundo donde el embrujo es ética y socialmente funcional. La brujería está en las vísceras, en los órganos oscurecidos que crecieron de una forma exagerada de quienes murieron por brujería, en el rostro de los embrujados muertos que lucen contrahechos y desencajados, y en un orden social y cultural donde la muerte por brujería es considerada una práctica normal, y hasta esperada. Este tipo de impresiones no son solo datos sobre cómo conciben la brujería los azande. Es también la base de una producción conceptual presente en el conocimiento antropológico sobre cómo la brujería, un hecho social intangible, se materializa en cuerpos que son orgánica y semánticamente hechizados. Con tal producción conceptual, sí se puede conocer y teorizar sobre una práctica cognoscible, identificable sobre lo que es la brujería, sea en el mundo de los azande o en cualquier población donde la magia o la brujería sean significativas.

Incurrir y comprender en estos escenarios hace de la etnografía una experiencia, una comprensión situada de realidades, expresiones y referentes que, en principio, no son propios del mundo de aquel que los investiga, pero son con los que trata de mediar mientras busca indicios, información, contenidos y demás elementos de la vida social que movilizan a las agendas y propósitos de investigación. Esto implica acercarse a los contextos no identificados mediante la práctica del extrañamiento, esto es, haciendo consciente el desconocimiento como forma de conocer. El no saber del otro, implica un saber-hacer diseñado y aprehendido como práctica disciplinar y principio metodológico (Damatta, 1978 en Apud, 2013).

De esto se jactó la antropología del siglo XX, y lo consignó en metáforas, primero reconocidas y luego cuestionadas como las de “el antropólogo como héroe” (Sontag, 1996), donde el etnógrafo es el hombre blanco, occidental y escribano, que viaja hacia las líneas remotas, para, de primera mano, observar, identificar, sistematizar, traducir ⸺símil de traicionar⸺ y transferir el conocimiento y la realidad adquiridos de los otros que investiga. Esta actuación se discutió con la apertura del movimiento poscolonial y la crisis de la representación, pues se consideró como una práctica de dominación por el conocimiento, jerárquica y vertical. Así la tarea antropológica fue considerada como una relación de poder, que negaba la participación y decisión de los actores sociales sobre los que se hacían las etnografías, y daban todo el crédito y la autoría al etnógrafo.

Ante este “giro”, se revaluó el papel del etnógrafo, pero especialmente el del otro, el del sujeto tomado como objeto de estudio en la investigación (Boivin et al., 2004). Se pasó de considerar al objeto de estudio como un actor pasivo de su saber, a un actor consciente, con criterio y capacidad de decisión política en la producción del saber sobre su mundo. Esto llevó al surgimiento de panoramas más reflexivos, y a la emergencia de procesos analíticos como el de la “descripción densa” de Clifford Geertz (1987). Posteriormente al ontologismo, los estudios subalternos, las antropologías del sur (Krotz, 1993), entre otras propuestas, las cuales centraron su interés en la voz y capacidad interpretativa de los sujetos de estudio y sus mundos de significación.

Este proceso, con sus consecuencias y contrariedades epistemológicas, políticas y coloniales, llevó a transformar a la práctica etnográfica. Posicionó la carga significativa de la voz del otro en primer lugar. Pero esto causó un tránsito adicional, la voz del otro debía conectar con planteamientos y críticas a la hegemonía del conocimiento empírico, y a la imposición de los marcos analíticos occidentales y dominantes de la agenda académica. Dicha transición propició la participación de otros analistas, por lo general académicos, quienes debían conectar las voces de los otros con las críticas manifiestas. En ese proceso de buscar ligamentos entre crítica y alteridad, la voz de los otros dejó de sonar, o, por lo menos, dejó de sonar en sus propios términos. Eso sí, la categoría “el otro” nunca dejó de legitimarse, de ser el motivo discursivo que promovió más crítica contra las formas objetivas de conocimiento. En ese panorama la etnografía, y su búsqueda objetivante del otro, mermó su espacio de maniobra.

Se produjo un desprendimiento gradual ⸺que no esconde un rechazo⸺ de la etnografía como práctica de conocimiento en la antropología. Con una actitud de reprobación del pasado disciplinar, muchas de las antropologías en servicio, han buscado referentes epistemológicos alternos en campos como la filosofía, los estudios culturales, la literatura, los estudios del discurso, entre otros, para desligarse de la carga réproba del antropólogo que se consagró por medio del “yo testimonial”.

En este sentido, perseverar en el empirismo del trabajo de campo, y en el tipo de relaciones emergentes del lugar de conocimiento ⸺vistos con el filtro de la crítica decolonial como relaciones de dominación y negación del otro⸺, fue interpretado como un anacronismo que exigió nuevos planteamientos metodológicos de la antropología. Esto es visible en experiencias de investigación alrededor de los discursos, los lugares de enunciación, el sentido simbólico e interpretativo, la valoración del testimonio, entre otros, mecanismos todos para representar ⸺pero no necesariamente para inquirir con⸺ la voz del otro (Boivin et al., 2004).

En este proceso la antropología y la etnografía ganaron profundidad analítica, hicieron énfasis en las interacciones con los actores de la investigación, y en problemas y conceptos emergentes como: la trama interétnica, la interculturalidad, la crítica a la racialización del conocimiento, y en general, en reflexiones que hicieron muy presente el problema de la otredad en el trabajo del antropólogo. En esta circunstancia, la práctica etnográfica fue reemplazada parcialmente por recursos más consonantes con los nuevos derroteros.

En ese camino la etnografía, que quería ser desvinculada de la colonialidad que arrastró consigo, se planteó como un diálogo propositivo de construcción de conocimiento con el otro, y no solo a expensas de este (Vasco, 2002). Sin embargo, terminó siendo desestimada por la misma antropología, que no logró transmitir de forma concreta los postulados éticos de la emergente política de investigación en el trabajo de campo. O al menos, así lo hacen ver las agendas de investigación que proponen la transversalidad y la posición del otro en las tareas a desarrollar, pero que no han logrado transferir estos postulados al trabajo de campo. Esto ocurre porque el eje de la investigación ahora no está en la experiencia situada del campo sino en referentes metodológicos más hermeneutas y semióticos. Tal condición se debe a que la experiencia etnográfica, que la antropología hoy día proyecta, se ocupa menos de esos “otros”, privilegiados en el discurso, pero no en la práctica de la investigación.

Dicha situación contrasta con lo que le ha pasado a la etnografía por fuera de la antropología. Más o menos, para el mismo periodo en que la crítica decolonial tomó camino en la antropología, algunas disciplinas y campos de estudio empezaron a ver a la etnografía como una práctica metodológica bastante útil para conocer fenómenos sociales, vistos con lentes que enfatizan en el conocimiento fáctico, empírico y mediado por la experiencia del encuentro con la realidad a conocer y sus actores. Profesionales de las ciencias sociales, humanas, o estudiosos de campos emergentes y transdisciplinares tomaron sin muchos miramientos, ni profilaxis disciplinar, algunos componentes o la estructura general de la práctica etnográfica, para desarrollar conocimiento en sus campos de indagación.

La etnografía se convirtió en un dominio público. Pasó de ser el referente metodológico para reconocer al exotismo y lo que se encuentra más allá de las fronteras espaciales y culturales ⸺el campo de dominio tradicional de la antropología⸺, para volverse una herramienta de conocimiento que han apropiado disciplinas y campos de estudio con distintos resultados. Como consecuencia, la epistemología y la reflexión metodológica de la etnografía ha venido nutriéndose con problemas de otros campos de indagación e incorporando otros referentes que amplían el marco de indagación de lo etnográfico.

La educación como disciplina, por ejemplo, propuso nuevos alcances a la etnografía (Pallma y Sinisi, 2004). Experiencias como la etnografía en el aula, las bitácoras o diarios de campo de clase, y la experiencia del docente que escribe sobre el extrañamiento que le produce enseñarle a otros, son parte de la aplicabilidad del método etnográfico al mundo de la formación. Con ellas, se asume que la práctica docente es un oficio reflexivo que precisa de experiencias de reconocimiento como la etnográfica. Otras apuestas, como las de la etnografía en el campo de la salud mental con la etnopsiquiatría, llevaron a considerar que esta tiene un lugar clave en la identificación de experiencias y en el análisis de los fenómenos asociados al paradigma del “malestar en la cultural”, y al de las relaciones entre salud y enfermedad (Uribe y Ospina, 2008; Visacovsky, 2002). En este proceso la etnografía ha sido clave para identificar, construir y proponer rutas terapéuticas donde la identificación con el otro lleva al investigador a reconocer conflictos sociales que se manifiestan como malestares físicos. Incluso, sirve para proponer acciones terapéuticas, donde el proceso etnográfico: estar ahí, conocer con el otro y dialogar en sus términos, se vuelven insumos de alternativas de curación y tratamiento, tanto para pacientes como para el mismo etnógrafo (Ospina, 2011).

La extensión de la etnografía se ha dado también hacia campos institucionalizados y atendiendo necesidades operativas. Las etnografías se encuentran analizando, confrontando o al servicio del Estado (Jaramillo et al., 2019) o como un producto a ofrecer por el sector empresarial. Se volvieron un referente de contraste, útil para el desarrollo de diagnósticos para la implementación de políticas públicas, o para la planeación de procesos corporativos que impliquen la decisión, la respuesta y el

efecto de grupos y actores sociales que inciden en los procesos de producción, comercialización y consumo.

Esto también ocurre en la aplicación de la etnografía al campo de la administración y las relaciones de mercado, mediante firmas especializadas que venden etnografías como ejercicios de exploración de nichos de consumo, de hallazgo de motivaciones y decisiones para el intercambio y venta de productos, o para la identificación, valoración y captura de clientes sectorizados mediante el reconocimiento de sus gustos, sus decisiones racionales, y el acervo cultural presente en la selección de bienes y servicios. Esta producción de capital con registros etnográficos, ha recibido críticas pues se le ha considerado irreflexiva, servil de intereses economicistas, y mercadizadora del conocimiento (Barbosa, 2003). Aunque estas críticas tengan motivaciones genuinas, dan cuenta de la aceptación general, incluso en campos externos al académico, que tiene la etnografía como alternativa para conocer desde el extrañamiento de lo que se desconoce.

Además, en esa ampliación jurisdiccional, la etnografía permeó a los campos de los todavía emergentes estudios sobre el patrimonio cultural. Y es en este punto donde queremos focalizarnos. Ya que la fascinación por el inventario, las fichas de registro, y los diagnósticos de estado de elementos y manifestaciones patrimoniales, característicos en los esquemas convencionales de las investigaciones en patrimonio, contrastan ⸺pero quizá no difieran del todo⸺ con la minucia descriptiva, la reflexividad y el trato con los actores ⸺de patrimonios materiales e inmateriales⸺ que el ejercicio etnográfico propone. Junto a esto, han tomado forma las preocupaciones de tipo etnográfico en las preguntas, en los temarios, motivos de reflexión, tipo de productos, problemas y referentes sobre el patrimonio cultural. Esta convergencia, cuenta así mismo, con antecedentes donde el objeto de investigación del patrimonio cultural, de la antropología y de la práctica etnográfica confluye en varios puntos de encuentro. El patrimonio se ha decantado por referentes como la tradición, el pasado, la valoración de hitos, los bienes culturales intangibles, la memoria social y la representación de la identidad (Arévalo, 2010). Dichos elementos, que participan de la trama cultural y que están presentes en muchos de los motivos etnográficos, también son tenidos en cuenta como criterios para la valoración de bienes culturales y patrimoniales.

El campo de estudios del patrimonio cultural se ha desarrollado como un nodo que articula procesos de investigación y aplicación alrededor de estos criterios. Involucra lenguajes y tecnologías construidas alrededor de los procesos de identificación, valoración, gestión y protección de los elementos comprendidos como patrimonios, y se regula por cartas, normativas y declaratorias que hacen énfasis en las calidades históricas, estéticas, culturales y simbólicas tenidas en cuenta para dar cuenta de las características y alcances de los elementos patrimoniales.

Estos referentes están presentes en procesos públicos, consensuados o resistidos de patrimonialización. Por eso, una pregunta constante en el campo del patrimonio es ¿qué tradiciones, qué historias o pasados, qué hitos o símbolos valorar, significar y conservar?

El patrimonio implica riqueza, diversidad pero también conflicto. Es un proceso vivo, en constante definición que está mediado por dos conceptos muy emparentados con la teoría antropológica, a saber: identidad y cultura. Identidad remite a los problemas del origen, de los referentes comunes, y de los procesos de apropiación colectiva que le interesan tanto al antropólogo como al gestor cultural. Cultura es de los conceptos más resbaladizos que se puedan encontrar en las ciencias sociales. Implica pensar en las intersecciones de procesos locales, regionales y globales que hacen posibles las prácticas, experiencias, conocimientos y construcciones de sentido a nivel colectivo que dan forma a maneras de sentir, expresar y ejercer en espacios y tiempos concretos, socialmente habitados y significados.

Otro de los referentes que vincula al patrimonio cultural y la etnografía es la relación que se produce con la significación del pasado. Los orígenes de la antropología y de la práctica etnográfica se ubican en el propósito de conectar a las sociedades modernizadas con sus pretéritos referenciales, presentes en los pensamientos prelógicos (Lévy-Bruhl, 1972) de “sociedades primitivas” con las que mantenemos vínculos de origen. Para la antropología de inicios del siglo XX era fundamental reconocer los rasgos societales y culturales que se fueron perdiendo en el camino del progreso humano, y aquellos que se mantuvieron para dar cuenta de cómo fue el proceso de desarrollo y consolidación de los referentes de la cultura occidental (Douglas, 1973).

Por eso la tradición, la mitología de origen, la permanencia del sentido de los símbolos, los sistemas políticos y de organización social primigenios, son tan significativos en el estudio antropológico y en el desarrollo de las primeras etnografías. A esto se suma el papel que desempeña la arqueología y su búsqueda de indicios en la cultura material de poblaciones anteriores que aseguren los vínculos entre nosotros y el pasado. Esta relación se extiende a objetos, monumentos y otros testimonios tangibles con los que se producen narrativas e impresiones de tiempo de antes. En ese sentido, como observaremos más adelante, con estos elementos referenciales en América Latina, la antropología y la arqueología, realizarán un proceso de condensación y particularización de su objeto de estudio, conformado en torno a la materialidad, figura e imagen de “lo indio”.

En la actualidad, retomando la mención realizada en el inicio de este capítulo sobre la declaración de finales de la mirada posarqueológica, propuesta por Cristóbal Gnecco (2019), se cuestiona a la forma en que se han significado aquellas narrativas sobre el pasado. Desde esta mirada, se afirma que las sociedades contemporáneas han tratado la articulación con ese pasado por medio de la fascinación nostálgica que producen las ruinas, o los artefactos que generan una bucólica sensación de contemplación y de fabricación que requiere de un objeto tangible, de una materia a rotular que dé forma a la idea que se tiene del antes.

A su vez, la sociedad moderna de estos tiempos, imbuida en la inmediatez del consumo, asume que el presente es una fuente de apagamiento, que produce una sensación de riesgo y extinción. Esto se debe a que el consumismo vertical característico de estas sociedades, también consumen los referentes del pasado, por lo que ocurre un proceso de fascinación del pasado que se consume, al tiempo que se extingue.

Este es el caso de la ruina, o del elemento que se extingue en tanto se le consume con la activación de las economías del turismo y del consumo de los bienes culturales. Las declaraciones como la de Venecia y otras subsiguientes se basan en la idea que el ritmo acelerado de la modernidad exige medidas de conservación y protección para los elementos auténticos y únicos, o sea los patrimonios (Caraballo, 2011). Sobre estos elementos y su forma de discurrir es que se propone el discurso patrimonial, y sobre este el mismo Gnecco también plantea un acercamiento a la mirada etnográfica.

En consecuencia la etnografía, como forma de conocimiento, es la que se sugiere porque cuestiona la manera en que el pasado ha sido socialmente valorado. Por su parte, la historia, como disciplina, nos permite interpretar fuentes que emergen de periodos anteriores, pero no nos da cuenta de la condición en que el pasado es comprendido ahora. Y según Gnecco, la arqueología no reflexiona sobre la forma en que se interpreta su objeto de estudio, pues no le interesa cuestionar los motivos por los que el presente sobredimensiona a algunos referentes del pasado por sobre otros. Esto deja como una opción de crítica y análisis de los motivos patrimoniales, a la etnografía.

Además, el lugar de enunciación desde donde la etnografía evoca su discurso, propone maneras de conversar y converger con conocimientos orgánicos y conscientes de la realidad actual. De esa realidad emergen actores, situaciones y elementos que integrados pueden comprenderse como fenómenos de conocimiento, como teorías de mundo. Los patrimonios y sus actores emergen de ese principio de realidad, generando lógicas de activación, cuestionamiento, también conflictos y consensos. El estudio de las manifestaciones patrimoniales, pero también de los productores, portadores, o hacedores de los patrimonios y sus circunstancias se presenta como una plataforma buena para pensar y para hacer en los nuevos horizontes que se le ponen de frente al ejercicio etnográfico.

La etnografía en América Latina, un panorama

Para lograr comprender los puntos de confluencia entre las cuestiones patrimoniales y la opción de coproducción de conocimientos junto a la etnografía, debemos partir de un entendimiento de cuál es la situación en la que se encuentra este último campo. Como punto de partida, podemos decir que el panorama actual que reviste la etnografía a lo largo de América Latina debe ser entendido en el marco de los procesos de expansión y crecimiento que la misma experimentó dentro del campo de la antropología y en todo el conjunto de las ciencias sociales. Analizar dicho panorama nos conduce a realizar un cuestionamiento sustancial acerca de cómo se investiga y se produce conocimiento a través de la etnografía en los países de este continente. La existencia de patrones comunes, de constantes, y a la vez las particularidades que existen entre los estilos de realizar, entender y considerar a la forma etnográfica, no solo difieren entre los colegas antropólogos y otros científicos sociales de Argentina con respecto a los de Perú, por ejemplo, sino que además se distancian, y a la vez que se asemejan, con relación a las maneras propuestas en algunos espacios del planeta.

Entonces, existe una forma etnográfica que es compartida de manera muy similar entre los países latinoamericanos y también con los del resto del mundo. Dicha forma es entendida, practicada y construida a través de la organización de los elementos más o menos generales que caracterizan al método, tales como el trabajo de campo, la observación participante, la utilidad de las entrevistas en profundidad y la confección de un diario de campo, entre otros. Sin embargo, el uso de esta forma varía en función a los distintos estilos nacionales, que les imprimen cualidades individuales y particulares de practicar etnografía en cada país de Latinoamérica. Para el brasilero Roberto Cardoso de Oliveira (1995) los estilos generan la posibilidad de explicar las especificidades identitarias no solo en el tiempo, sino particularmente en el espacio, o sea en las diferentes latitudes del planeta, sobre las variaciones existentes en una matriz disciplinaria. La forma etnográfica, de gran matriz antropológica, se encuentra condicionada en el continente americano por dos elementos. En primer lugar, por la distinción de las antropologías latinoamericanas en la producción y presencia del conocimiento global. En segundo lugar, nuestras etnografías se encuentran moduladas por el tipo y la focalización temática elegidos a la hora de producir conocimiento social-local.

Con respecto a la distinción de las antropologías dentro del conocimiento global, en las últimas décadas del siglo XX, asistimos al cuestionamiento y reflexiones epistémicas que hicieron pensar la visualización o el posicionamiento de nuestras producciones etnográficas con más o menos presencia dentro del sistema académico del mundo. Así las antropologías latinoamericanas han ingresado en un conjunto de calificaciones tales como: “antropologías periféricas” (Hannerz & Gerholm, 1982), “antropologías de construcción de imperio y de nación” (Stocking Jr., 1982), “antropologías del sur” (Krotz, 1993) “estilos de antropología” (Cardoso de Oliveira y Rubén, 1995), “antropologías periféricas vs. centrales” (Cardoso de Oliveira & Rubén, 1995), “generalización-inclusión en las antropologías del mundo” (Lins Ribeiro y Escobar, 2008), “otras antropologías” (Boskovic, 2008) y la más reciente propuesta de las “antropologías segundas” (Krotz, 2015), entre otras. Estas clasificaciones no son meras etiquetas sino que dan cuenta de la representatividad etnográfica local tanto en el panorama antropológico mundial, como en el resto del concierto de las ciencias sociales.

Lo que se observa a través de estas distinciones en la producción del conocimiento antropológico, es que la forma etnográfica practicada en los países latinoamericanos posee una escasa presencia y referencialidad con respecto a las propuestas de las academias centrales y metropolitanas. En ese sentido, la antropóloga argentina Rosana Guber (2018) manifiesta de manera enfática que los investigadores latinoamericanos o radicados en América Latina no existimos en la letra escrita de la academia anglófona, y sus extensiones en Europa y Canadá. Así propone que:

Los latinoamericanos, probablemente, venimos a ocupar una posición semejante a la que ocupan nuestros nativos en nuestros propios escritos, como meros proveedores de datos. Pero, además, los antropólogos latinoamericanos proveemos conexiones conceptuales, claves de entendimiento, contactos personales, acceso a redes y lugares, y hasta una universidad u ONG “local” para llevar a cabo un emprendimiento “colaborativo” entre el norte y el sur. No tiene nada de malo comportarnos como “geishas” académicas. Pero ¿acaso los latinoamericanos no queremos también aparecer por derecho propio y como interlocutores académicos plenos en el debate global de la antropología y las ciencias sociales? (Guber, 2018, p. 34)

Los aportes de las academias latinoamericanas con relación a la hegemonía metropolitana, como vimos, incidieron e inciden en nuestros programas de investigación etnográfica. Las tensiones epistémicas metodológicas van a variar en función de los procesos de investigación que en el trabajo de campo etnográfico se presentan. En ese sentido, hacer etnografía y trabajar con la diversidad la alteridad y la otredad, interpela a las academias centrales, las cuales generalmente tratan de imponer miradas, sensibilidades y buscan producir vigilancias correctivas, que alineen a nuestros etnógrafos y etnógrafas en función de las modas o necesidades propuestas en los espacios metropolitanos.