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Edición del evangelio de Marcos con la traducción de La Biblia. Libro del Pueblo de Dios y un acompañamiento en clave de discipulado misionero, dos elementos muy destacados en Aparecida. Una edición con carácter provocador y didáctico: provocador porque invita al seguimiento, poniendo al lector en actitud de salida; didáctico porque lo hace mediante ayudas sencillas y comprensibles para el creyente de hoy. Una publicación que busca acompañar al discípulo-misionero en la comprensión de la palabra de Dios, en el encuentro personal con Jesucristo y en el anuncio evangelizador del Dios vivo. Contiene además un apéndice para la reflexión personal y en comunidad, un itinerario rápido de lectura del evangelio desde sus claves.
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Seitenzahl: 112
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Presentación
Introducción
Evangelio según san Marcos
Sugerencias para la reflexión personal y en comunidad
Créditos
El evangelista san Marcos, en el primer versículo de su escrito, ofrece a sus lectores la Buena Noticia (euangelion, en griego). Esta misma palabra aparecerá otras siete veces en los dieciséis capítulos de su evangelio. Por lo tanto, san Marcos quiere dejar bien claro que lo que van a encontrar sus lectores de aquel tiempo y de todos los tiempos que lean su escrito es una Buena Noticia.
Con motivo de la celebración de los 20 años de vida del Grupo Editorial Verbo Divino, ofrecemos esta edición del evangelio de san Marcos. Es, como sabemos, el primer evangelio que se escribió, el más breve de los cuatro, y también el más fácil de leer gracias a su sencillo estilo narrativo. En él se nos presenta a Jesús como una persona de acción más que de discursos. Es un Jesús muy humano, hombre de cada día. Marcos no vacila en recoger muchos rasgos de la humanidad de Jesús, detalle que tal vez extrañaba a sus lectores, habituados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios.
Los cristianos de aquella primera hora que recibieron este evangelio estaban sufriendo persecución y vivían momentos de crisis. Marcos les anima a mantener su fe y, al mismo tiempo, les invita a seguir adelante con su misión. El discípulo no es simplemente un receptor de un mensaje, sino que debe hacer vida su amistad con Jesús e identificarse con él. Al final del evangelio, Marcos recoge la invitación del Señor: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación».
Al presentar este evangelio, nuestro deseo como Grupo Editorial Verbo Divino es que las personas se deleiten con su lectura, que mediten sobre ella y que, al concluir, puedan llegar a hacer suya la afirmación del centurión romano: «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!».
GRUPO EDITORIAL VERBO DIVINO
En torno al año 70, las comunidades cristianas de Roma recibieron un relato de la vida de Jesús con el título «Evangelio». Probablemente había sido escrito para las comunidades de la región siropalestina. En esta ciudad, el relato pudo haber conocido una segunda edición, con alguna cercanía a las tradiciones de Pedro y de Pablo, que luego se difundió por el Imperio.
Aquellos cristianos para quienes Marcos escribió su evangelio formaban una red de pequeñas comunidades configuradas en torno a la persona de Jesucristo, a quien proclamaban muerto y resucitado. Se enfrentaban a dos tipos de desafíos. Unos, provenientes del entorno. Necesitaban protegerse y saber reaccionar en medio de un ambiente hostil, en el que las secuelas de la guerra (destrucción de Jerusalén y del templo) todavía podían percibirse. Su profesión de fe en Jesús estaba puesta a prueba por la persecución; se hacía imprescindible testimoniar con la vida aquello que profesaban con los labios. Otros desafíos eran de carácter interno. La mayoría de aquellos cristianos eran de origen judío; se habían abierto al mundo helenista y convivían en comunidades culturalmente mixtas, donde en ocasiones no era tan sencillo el entendimiento. Si unimos a esto la prepotencia de algunos líderes, que evitaban el servicio, y las resistencias a que el nuevo estilo de vida prendiera en el ámbito de la «casa», comprenderemos el interés del autor por recuperar la memoria de Jesús y por definir la identidad de los auténticos cristianos.
El relato de Marcos hay que leerlo de punta a punta dejándose envolver por sus efectos dramáticos. Marcos trata de contarnos paso a paso dentro de la historia quién es Jesús y cuál es valor de su misión para nosotros. Lo hace partiendo del modelo de biografía helenista (bios) presentada como evangelio. Partiendo de las tradiciones que posee, y sin olvidar la situación de las comunidades a las que se dirige, entreteje momentos significativos de la historia de Jesús, al que está estrechamente vinculado un camino discipular. En dicho relato, el lector es colocado ante dos cuestiones ineludibles: ¿Quién es Jesús? ¿Cómo hacernos discípulos suyos?
El gran foco de atención del evangelio de Marcos es la persona de Jesús de Nazaret. Como se afirma desde la primera línea, él es el Mesías y el Hijo de Dios. Sin embargo, solo en medio de afirmaciones y correcciones, previsiones y sorpresas, se va desvelando su auténtico rostro. Todo el relato es un proceso revelatorio al que los lectores debemos estar atentos. Señalamos algunos textos que ofrecen al lector una luz significativa para introducirle en este descubrimiento:
Tres escenas revelatorias que se encadenan. En el bautismo, Jesús es proclamado por el Padre como su «Hijo muy querido». El Espíritu que desciende sobre él lo conduce enseguida al desierto para luchar contra Satanás (1,9-13). En la transfiguración, iniciado el camino doloroso, el Padre proclama de nuevo la identidad divina de Jesús (9,2-8). Finalmente, en el abandono de la cruz, el rasgamiento del velo del templo manifiesta que es en el Crucificado donde Dios se deja encontrar (15,33-38).Dos confesiones de fe, introducidas por una frase del evangelista, que avisa al lector de que se va a encontrar con la «Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios» (1,1). La primera confesión, incompleta, es la de Pedro, en el centro del evangelio: «Tú eres el Mesías» (8,29). La segunda, que solo puede ser comprendida si se integra en la pasión y muerte de Jesús, es la del centurión romano al pie de la cruz: «¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!» (15,39).También son revelatorios el comienzo y el final del relato. En la primera escena en que aparece Jesús, el cielo es rasgado para dar paso a la voz del Dios que lo presenta como su Hijo (1,10). En la última escena en que actúa Jesús, y tras su expiración, el velo del templo se rasga, entonces el centurión declara que Jesús es Hijo de Dios (15,38).Evidentemente, la precisión va ganando claridad mediante las mismas palabras, obras, carácter y camino sufriente de Jesús. Es necesario reparar en cada acción y actitud. La máxima precisión tendrá lugar durante la pasión, cuando acepte públicamente, delante de la mayor autoridad religiosa hebrea, su verdadera identidad de Mesías e Hijo de Dios: «Sí, yo lo soy…» (14,61-62). Para ese momento, los dos títulos ya no podrán ser comprendidos si no es a partir de la novedad, muchas veces chocante, de Jesús a lo largo de su misión y su paradójica conclusión en una cruz.A pesar de las luces que ofrece el evangelio, la respuesta a la pregunta sobre quién es Jesús está fuera del texto. Es la que construye el mismo lector, quien, habiendo recibido el evangelio dentro de la comunidad eclesial y teniendo en cuenta las informaciones que le ofrece Marcos y las voces de los diferentes personajes del relato, debe armar la síntesis. Convencido de que, con todo lo desconcertante que es Jesús, este siempre se deja encontrar, siempre se quiere revelar.
Desde el primer encuentro en Galilea (1,16-20), pasando por una segunda llamada, para tomar la cruz camino de Jerusalén (8,34-36), hasta la tercera llamada que reconcilia y renueva cuando habían desertado (15,7), el discípulo está convocado a seguir los pasos del Maestro, camino de la cruz pascual. Señalamos algunos aspectos que nos pueden ayudar, en este sentido, a la hora de acercarnos al relato evangélico.
Desde el principio, Jesús elige a los suyos para compartir su estilo de vida y su misión, asociándolos a él en un novedoso tipo de relación familiar establecida en torno a la casa. Además de hacerlos testigos privilegiados de su ministerio, dedica a ellos gran parte de su tiempo para transmitirles el don del misterio del reinado de Dios y para formarlos en vista del envío misionero. No es tarea fácil, y la debilidad de los discípulos, su incomprensión hacia la persona de Jesús, sus resistencias hacia un mesianismo sufriente, desembocan en la traición de la llamada en el momento crítico de la pasión (14,50).
En el centro de la crisis, del escándalo, del abandono de los discípulos, está la dificultad para comprender y aceptar el sentido de la cruz para recomponer su imagen del mesías. Por detrás están las propias aspiraciones. Con frecuencia emergen sus deseos de poder dominador, sus resistencias a servir, a «ponerse detrás» y a perder la propia vida por Jesús y por el Evangelio (8,31-38). Como contrapunto a la incomprensión de los seguidores más destacados, el relato presenta como modelo de discipulado a un buen número de «personajes menores» que ayudan en el proceso de maduración del lector, personificando las actitudes coherentes del auténtico seguidor de Jesús.
A pesar del aparente fracaso de los discípulos (traición de Judas, fuga de los Once, negaciones de Pedro), Jesús permanece fiel a quien elige y no pierde la confianza en los suyos ni siquiera tras las deficiencias que presentan. El mensaje final de resurrección está acompañado de la memoria de su promesa de «ir delante a Galilea», es decir, de volverlos a llamar, congregar y presidir en el camino hacia la misión encomendada. El relato no termina con un fracaso; el ofrecimiento de la vida lleva a una nueva vida.
Al terminar de forma abrupta con el silencio de las mujeres (16,8, ver nota), el relato de Marcos interpela al lector sobre su responsabilidad discipular y misionera. Los tropiezos y las incomprensiones de los discípulos le recuerdan la fragilidad personal del llamado, le alertan del riesgo de toda misión que no esté enraizada en la verdadera identidad de Jesús y que pretenda eludir la cruz. Ser discípulo auténtico es un proceso que comienza con la fuerza de una llamada divina, que incluye la conversión y renovación constante del compromiso adquirido, y que encuentra la más cierta de las ratificaciones en la identificación con Jesús crucificado, el Mesías, el Hijo de Dios.
El relato que Marcos ofrece en torno a la verdadera identidad de Jesús tiene un desarrollo perfectamente establecido, que pasa por siete etapas progresivas. Cada una de ellas resuelve la anterior y avanza algo de la siguiente. Señalemos brevemente el itinerario al que es invitado el lector en el proceso de conocer a Jesús y, consiguientemente, el camino que debe realizar para construirse como auténtico discípulo.
En una presentación gradual ascendente, diversas voces autorizadas abren la identidad de Jesús: Isaías, Juan Bautista y Dios. Una vez acreditado, él mismo toma la palabra para presentarse como heraldo de una buena noticia en la que Dios es protagonista.
A través de la acción de Jesús, el reinado de Dios comienza a irrumpir en el mundo y provoca distintas reacciones en quienes son testigos de este acontecimiento: los seguidores de Jesús, sus adversarios y la gente.
Todos se preguntan: ¿«Quién es este»? El relato sitúa a Jesús ante tres grupos. El primero, los discípulos: comparten la vida del Maestro, son oyentes y testigos, quedan constituidos como la nueva familia del Reino. El segundo, los adversarios que le malinterpretan y tachan de endemoniado. Por último, la gente que lo busca.
Jesús continúa revelando a sus discípulos su identidad y les instruye sobre su misión, abierta a judíos y paganos, de la que quiere hacerlos partícipes. Estos, a la vez que van adquiriendo un mayor protagonismo como seguidores de Jesús, van mostrando mayor dificultad para comprender.
De camino hacia Jerusalén, Jesús emprende junto a los discípulos una nueva fase del seguimiento, invitándoles a compartir su destino. Cada uno de los tres anuncios de la pasión va seguido de la incomprensión de sus seguidores y de una enseñanza de Jesús sobre las exigencias del discipulado.
Jesús entra en Jerusalén y centra su actuación en torno al templo. Debate con representantes de diversos grupos judíos, que se muestran adversos a su enseñanza y autoridad. Los discípulos le acompañan en todo momento y aprenden indirectamente, por la manera de actuar, en qué sentido es «Hijo de David» y cómo entiende su mesianismo y los prepara para la manifestación final del Hijo del Hombre.
Acontece la develación definitiva de la identidad de Jesús. Con todo lo cruel que es, paradójicamente la pasión y muerte de Jesús es una grandiosa epifanía. El «Hijo de Dios» es el Crucificado, el sufriente, el rechazado que entrega su vida por los demás, a quien el Padre resucita, salvándolo no de morirse sino de la misma muerte. Tampoco los discípulos quedan abandonados. En aquella fuga, escandalizados, tiene lugar un nuevo comienzo partiendo de Galilea. Jesús ha resucitado, y su proyecto, a partir de sus discípulos, sigue en marcha.
Mt 3,1-6.11-12 / Lc 3,3-6.15-16 / Jn 1,23.26-27
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