Federalismo y descentralización en la Nueva Granada - Paola Ruiz Gutiérrez - E-Book

Federalismo y descentralización en la Nueva Granada E-Book

Paola Ruiz Gutiérrez

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Federalismo y descentralización en la Nueva Granada. Autonomía local y poder municipal en la constitución del Estado, 1848-1863 busca responder a tres interrogantes: ¿cómo caracterizar el federalismo de mediados de siglo XIX en la Nueva Granada?, ¿cuáles fueron sus contenidos y manifestaciones?, ¿a partir de qué coordenadas se articuló un proyecto federal? Cuestionando el relato histórico sobre el federalismo que se construyó en los albores de la Independencia, que lo asoció con la guerra civil, el desorden y la inestabilidad política, en este libro se analiza la manera como se enunció un proyecto federal que intentó responder al desafío de construir un Estado nacional capaz de equilibrar las fuerzas regionales y diseñar un aparato institucional que le diera sentido a la diversidad política, social, cultural y geográfica del país. El federalismo neogranadino encontró su propia identidad en el cruce con el proceso de descentralización política, administrativa y fiscal que se adelantó desde la década de 1840. A partir de la discusión en torno a los límites, la naturaleza y el significado de la autonomía local y el poder municipal, la descentralización se consolidó como un proyecto político que reformuló las relaciones entre las localidades y las autoridades nacionales y abrió el camino para el establecimiento de la república federal. El libro explora, de esta manera, el desarrollo del federalismo y la descentralización en la Nueva Granada a mediados del siglo XIX, sus alcances y limitaciones, las tensiones que produjeron y las transformaciones políticas que desencadenaron.

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Federalismo y descentralización en la Nueva Granada

Autonomía local y poder municipal en la constitución del Estado, 1848-1863

COLECCIÓN HISTORIA Y MATERIALES DEL DERECHO

La Colección Historia y Materiales del Derecho, impulsada por la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, se encuentra orientada a difundir los esfuerzos teóricos, metodológicos y temáticos suscitados en la región hispanoamericana alrededor del vasto mundo de la historia del derecho. Los inmensos retos que afronta el mundo actual exigen redefinir los esquemas tradicionales de aproximación histórica al derecho y las viejas temáticas construidas a partir de ellos. Por ello, esta colección promueve la publicación de investigaciones comprometidas con la exploración seria de fuentes y problemas históricos y con la aplicación versátil y diversa de métodos y herramientas de análisis.

COMITÉ EDITORIAL

Julieta Lemaitre Ripoll, Isabel Cristina Jaramillo, Miguel Malagón Pinzón, Diana Durán Smela, Mario Alberto Cajas Sarria, Ana María Muñoz Segura, Mauricio Rengifo Gardeazábal, Patricia Moncada Roa, Gina Cabarcas Macia, Julio Gaitán, Jorge Miguel Gutiérrez Vivas, Antonio Barreto (director editorial).

COMITÉ CIENTÍFICO

Roberto Gargarella, Liliana Obregón, Pedro Salazar Ugarte, Alexandre dos Santos Cunha.

Federalismo y descentralización en la Nueva Granada

Autonomía local y poder municipal en la constitución del Estado, 1848-1863

Paola Ruiz Gutiérrez

COLECCIÓN HISTORIA Y MATERIALES DEL DERECHO

Nombre: Ruiz Gutiérrez, Paola, autor.

Título: Federalismo y descentralización en la Nueva Granada : autonomía local y poder municipal en la constitución del Estado, 1848-1863 / Paola Ruiz Gutiérrez.

Descripción: Bogotá : Universidad de los Andes, Facultad de Derecho, Ediciones Uniandes, 2021.| Colección Historia y Materiales del Derecho

Identificadores: ISBN 9789587981278 (rústica) | 9789587981285 (electrónico)

Materias: Descentralización administrativa – Historia – Colombia – Siglo XIX | Descentralización fiscal – Historia – Colombia – Siglo XIX | Federalismo – Historia – Colombia – Siglo XIX | Colombia – Política y gobierno – Siglo XIX

Clasificación: CDD 320.9861–dc23

SBUA

Primera edición: octubre del 2021

© Paola Ruiz Gutiérrez

© Universidad de los Andes, Facultad de Derecho

Ediciones Uniandes

Carrera 1.ª n.° 18A-12

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: 3394949, ext. 2133

http://ediciones.uniandes.edu.co

http://ebooks.uniandes.edu.co

[email protected]

ISBN: 978-958-798-127-8

ISBNe-book: 978-958-798-128-5

DOI: http://dx.doi.org/10.15425/2017.443

Corrección de estilo: Alejandra Muñoz Suárez

Diagramación interior: Nidian Andrea Rincón

Diagramación de cubierta: La Central de Diseño

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

Hecho en Colombia

Made in Colombia

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia. Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

CONTENIDO

Lista de mapas

Lista de cuadros

Agradecimientos

Introducción

Del repudio al rescate del periodo federal: una perspectiva historiográfica

Federalismo y descentralización

Capítulo 1“Cada uno es el mejor juez de sus propios intereses”: gobierno local y administración municipal en la Nueva Granada, 1832-1863

La administración local en la Nueva Granada, 1832-1848

El poder municipal en la arquitectura política del Estado: la dimensión institucional

Las propuestas de reforma a la administración local en los años cuarenta

Los desafíos y problemas del gobierno municipal

De la descentralización al federalismo, 1848-1858

La consolidación del poder municipal: la ley del 3 de junio de 1848

¿Hacia la municipalización del poder? La constitución de 1853

La organización municipal bajo el régimen de los estados federales: nuevos procesos de centralización, 1858-1863

Capítulo 2La descentralización fiscal y la consolidación de la autonomía local

La hacienda pública en la primera mitad del siglo XIX

La ley del 20 de abril de 1850

De la propuesta de Murillo Toro a la ley del 20 de abril de 1850

La dimensión política de la descentralización fiscal

El impacto fiscal de la ley del 20 de abril de 1850

La reorganización administrativa de las haciendas provinciales

La contribución directa nacional

Los límites de la descentralización

El problema de los gastos

Los alcances de la jurisdicción fiscal municipal

Capítulo 3Las ideas federales en la década de 1850

El federalismo en las primeras décadas del siglo XIX

La guerra de los supremos y el reclamo federal

El debate por el federalismo a mediados de siglo

Federalismo y unidad

Federalismo e historia

Federalismo y civilización

Descentralización y federalismo

El federalismo desde las provincias: la variante regional

La federación colombiana o el federalismo como modelo de asociación continental

Capítulo 4La federación como principio constitucional: delineando escenarios posibles

¿Mayor autonomía local o reforma constitucional?

En busca de la reforma constitucional: la visión de las provincias

La consulta de 1855

Hacia la definición de la federación

¿República federal o constitución de estados federales? El callejón sin salida al problema de la organización política

Soberanía y federación: la disputa a propósito de la constitución de 1858

Capítulo 5De provincias a estados: la transformación de los espacios político-territoriales

“Se gobiernan mejor pocos hombres que muchos”: descentralización política y reforma territorial, 1849-1855

De la reforma general a la reforma parcial: un nuevo modelo de reordenamiento territorial

Las localidades frente a la reforma territorial

Geografía e historia

Localismo y disputas regionales

Recursos fiscales y riqueza pública

Gamonalismo

De la fragmentación territorial a la formación de los estados federales, 1855-1863

La consolidación de los estados federales: el caso de Cundinamarca

La división de la provincia de Bogotá

Conflictos y disputas a propósito de la creación del estado federal

La creación del distrito federal

Conclusiones

Fuentes y bibliografía

Fuentes

Publicaciones periódicas

Leyes, memorias, informes y documentos oficiales

Hojas sueltas, folletos, libros e impresos

Bibliografía

Anexos

Cuadro anexo 1. Peticiones, memoriales y representaciones de modificación de la división territorial. 1850-1857

Cuadro anexo 2. Peticiones de reforma territorial Bogotá-Cundinamarca, 1849-1857

LISTA DE MAPAS

Mapa 1. Densidad de población por provincias, 1855

Mapa 2. Cambios jurisdiccionales, 1849-1855

Mapa 3. Distribución geográfica de las representaciones

Mapa 4. Cambios jurisdiccionales, 1855-1861

LISTA DE CUADROS

Cuadro 1. Ingresos y gastos nacionales 1847-1860

Cuadro 2. Balance fiscal por provincias, según los presupuestos votados por sus Cámaras para el año 1852

Cuadro 3. Balance de la descentralización fiscal según La Civilización

AGRADECIMIENTOS

La publicación del presente libro, resultado de la tesis con la cual obtuve el Doctorado en Historia por El Colegio de México, fue posible gracias al apoyo de diversas instituciones y personas. En primer lugar, debo agradecer a la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y en especial a los profesores Miguel Malagón y Antonio Barreto, quienes me invitaron a publicar esta investigación y emprender así un diálogo, por demás necesario, entre la historia y el derecho.

El desarrollo del doctorado y de la investigación fueron posibles gracias a las becas que recibí del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y de El Colegio de México, institución académica que me brindó las mejores condiciones para llevar a cabo mis estudios. No puedo dejar de señalar mi agradecimiento a los funcionarios de la Biblioteca Nacional de Colombia y el Archivo General de la Nación, en especial a Mauricio Tovar, quienes me facilitaron la consulta de los acervos documentales y me guiaron en la búsqueda, muchas veces infructuosa, de información.

A Marco Palacios, quien se desempeñó como director de la tesis y que, con su generosidad académica y personal, sus conocimientos y enseñanzas, me señaló los vacíos, problemas y aportes de la investigación, debo el haber encontrado los rumbos y la confianza que me permitieron llegar a puerto. A Erika Pani de El Colegio de México, que con sus agudas preguntas me llevó a explorar problemas que de otra manera no hubiese contemplado, agradezco sus lecturas críticas que me permitieron desafiar mis hipótesis y planteamientos. A Lina del Castillo de la Universidad de Texas en Austin, agradezco su calidez reconfortante, su apoyo constante y las conversaciones sobre temáticas compartidas. De igual manera, debo agradecer las lecturas, críticas y comentarios que diversas personas hicieron de partes o la totalidad de la investigación: Mario Barbosa, Graciela Márquez, Antonio Barreto, Daniel Gutiérrez Ardila, Omar Velasco, Carlos Ortega, Abraham Chimal, Joshapat Peña y Emmanuel Heredia.

La tesis primero, y este libro después, deben mucho a las sugerencias, críticas y el apoyo incondicional de varios amigos que me impulsaron a llegar a feliz término. Mis agradecimientos a Mauro por la realización de los mapas que acompañan el libro y cuya pasión por la música y los temas jurisdiccionales tanto me ha enseñado; a Óscar, incondicional en las horas más oscuras; a Rafa, por la “mamadera de gallo” constante y las charlas interminables; a Adriana, por enseñarme la fortaleza del espíritu y que no toda distancia es ausencia; a Selene, por la amistad sin condiciones que hizo de México mi segundo hogar; a los Camilos, que me ayudaron a encontrar la luz al final del túnel; a Edwin, por su locura y genialidad; a Juan David por sus críticas, interés y enseñanzas en torno al problema territorial, y a Víctor, cuyo cariño no conoce límites ni fronteras. A todos ellos mi profundo agradecimiento por su presencia, por empujarme a buscar una mejor versión de mí misma y por una amistad que en todos los casos llegó cuando debía llegar. Finalmente, agradezco a mi familia su paciencia y su esfuerzo por entender la pasión que los caminos enrevesados de la historia han generado en mí.

INTRODUCCIÓN

En 1991, una convención constituyente reunida con el ánimo de definir un marco político y social que respondiera a los desafíos que enfrentaba el Estado y la sociedad colombiana del momento expidió una nueva constitución que sustituyó a la centenaria carta de 1886. Uno de los problemas que ocupó los trabajos de la convención fue la naturaleza del Estado y aunque algunos tímidamente sacaron a relucir el tema federal, se mantuvo la estructura central de gobierno, aunque con énfasis en la descentralización política y administrativa que venía siendo reclamada desde por lo menos la década de 19601. El debate entre descentralización y federalismo, sin embargo, no era nuevo ya que remitía a una serie de problemas fundamentales que a mediados del siglo XIX seguían sin ser resueltos: ¿cuál debía ser el carácter y naturaleza del Estado?, ¿cómo articular la necesaria construcción de una autoridad nacional con el reclamo de autonomía de las localidades?, ¿qué papel debían desempeñar estas en la estructura institucional de ese Estado en formación?

El siglo XIX ha sido visto tradicionalmente —tanto en Colombia como en América Latina— como un periodo de inestabilidad política, caracterizado por la construcción de estructuras estatales cuya fragilidad habría sido el germen de fenómenos como el caudillismo y de la tendencia a recurrir a la violencia como vía para la solución del antagonismo político. En el caso colombiano este argumento ha apoyado la idea de la violencia como un distintivo de su trayectoria histórica y acaso “condena” de la que difícilmente ha logrado escapar su sociedad2. Esta aproximación se entiende desde la omnipresencia de la violencia en el siglo XX y su largo conflicto armado. Pero como investigaciones recientes han demostrado, la confrontación armada ocupó una parte relativamente pequeña del siglo XIX3. Esto no quiere decir, por supuesto, que las diferentes guerras civiles decimonónicas hayan sido irrelevantes. Pero la insistencia en el conflicto por medio de las armas ha hecho perder de vista la disputa en el terreno político que no pocas veces llevó a la construcción de consensos en torno a temas fundamentales como por ejemplo la organización del Estado.

El federalismo no ha escapado a esta aproximación que lo ha mostrado como la insignia de un proyecto político que se impuso gracias a las armas en 1863. Si bien es cierto que la constitución de Rionegro aprobada en dicho año expresó las ideas del sector político triunfante en la guerra civil iniciada en 1859 y concluida en 1862, el federalismo no puede verse como una imposición, como la obra de un grupo reducido que habría insistido en él por capricho o intereses de facción. Por el contrario, las ideas federales gozaron de una gran vitalidad desde inicios del siglo XIX y a partir de la década de 1840 buscaron responder al desafío de articular un proyecto “nacional” con aspiraciones locales de autonomía. En este proceso fue fundamental la descentralización política y administrativa que se puso en marcha desde finales de los años cuarenta y que permitió fortalecer el reclamo federal a partir del ejercicio del poder municipal.

La presente investigación analiza el proceso de descentralización política, administrativa y fiscal iniciado en la década de 1840 y su articulación con las ideas federales y el diseño de una república federal que vería la luz a finales de los años cincuenta. Muestra la manera como el discurso a favor de la descentralización y su práctica llevaron a replantear la naturaleza del Estado neogranadino de su forma centralista a una federal. A pesar de las disputas y debates que despertaron estos procesos, la investigación destaca los consensos logrados en torno a la necesidad de la descentralización como una forma de mejorar la administración de los espacios locales, y del federalismo como una respuesta a las demandas de autonomía local que una vez adoptado permitiría una mejor articulación política entre los diferentes espacios territoriales que constituían la Nueva Granada.

Del repudio al rescate del periodo federal: una perspectiva historiográfica

A pesar de la importancia que adquirieron la descentralización y el federalismo en la dinámica política decimonónica, han sido subestimados historiográficamente. Las investigaciones sobre el siglo XIX han tendido a centrarse en temáticas como las relaciones Iglesia-Estado, las guerras civiles, la definición y práctica de la ciudadanía, los procesos educativos y, más recientemente, la construcción de una esfera pública, las finanzas del naciente Estado nacional y la revaloración del proceso de independencia. La relevancia del federalismo ha sido señalada en tanto proyecto político fallido que al desestabilizar la república y sumirla en la guerra civil permanente habría impedido la construcción de una estructura estatal unificada y estable. Los estudios tradicionales que se acercaron a él partieron por lo general de una conclusión incuestionable: el fracaso rotundo del federalismo como proyecto político que, contrariando la naturaleza y constitución histórica del país, lo habría llevado prácticamente a su disolución. Más que intentar comprender el federalismo, se reforzó la narrativa de su fracaso.

Por otro lado, se ha tendido a equiparar federalismo con periodo federal. Este hace referencia al periodo de existencia de los Estados Unidos de Colombia, república surgida en 1863 y regida por la constitución aprobada ese mismo año en la ciudad de Rionegro que sería sustituida en 1886 por una organización centralizada. El estudio del periodo federal que incluye una variedad de temáticas y que se ha centrado en analizar el desarrollo y articulación interna de cada uno de los estados federales en que se encontraba dividido el país, ha sustituido cualquier aproximación al federalismo como modelo de organización política. De lo anterior resulta que, si bien tenemos un buen conocimiento sobre el periodo federal y las dinámicas políticas regionales, conocemos poco sobre los fundamentos políticos e ideológicos del federalismo que se ensayó en los Estados Unidos de Colombia, los consensos sobre los cuales se construyó, las dinámicas que le dieron vida, sus fracturas internas y el porqué del resquebrajamiento del consenso federal que se había logrado construir en las décadas previas.

Una consecuencia de equiparar federalismo con periodo federal ha sido que los estudios centrados en él se han limitado a los años 1863-1886, lo que ha impedido observar y analizar la vigencia, reelaboración y formas de expresión de las ideas federales fuera de ese límite temporal. Por otro lado, al circunscribirse casi exclusivamente al periodo de vigencia de la constitución de Rionegro, estos análisis han asumido el pensamiento federal desde su dimensión meramente constitucional, es decir, se han enfocado en el articulado de la constitución, pero han hecho poco por indagar cómo se formaron las ideas federales allí consignadas, qué implicaciones tuvo la manera como se concibió, por ejemplo, la ciudadanía o la representación política y la manera como ciertos actos o resoluciones de la Corte Suprema ayudaron a definir o precisar las facultades de la federación y los estados. La perspectiva exclusivamente constitucional ha impedido, por otra parte, analizar las ideas federales que se expresaron por otros medios y que emanaron de otros actores que no participaron directamente en la redacción de los textos constitucionales.

La aproximación historiográfica sobre el federalismo se apegó, durante gran parte del siglo XX, a la lectura que se construyó sobre él en el epílogo del siglo XIX. Esta lectura se fundó no solo en las críticas de sus detractores sino también en las de aquellos que, defendiendo su implementación a mediados de siglo, se distanciaron de la organización federal hacia la década de 1880 como fue el caso de José María Samper y Rafael Núñez. Samper, como lo hicieran algunos de la generación de mediados de siglo, revaluó sus creencias políticas, rechazó el radicalismo de muchos liberales y los excesos del sistema federal que consideraba la principal causa de desintegración de la república y de los lazos sociales de la nación. Sostenía que la constitución de 1863 había promovido la existencia de “antioqueños, caucanos, cundinamarqueses, etc., pero no colombianos de toda Colombia… ¡nada podía ser más disolvente y monstruoso!”4. Rechazaba el principio que sustentaba el pacto federal consagrado en ella, según el cual “se fingía que los estados habían existido por derecho propio como soberanos, y que ellos constituían la Nación y delegaban a esta el ejercicio de una parte de la soberanía primitiva, que les pertenecía, cuando la verdad era que la nación, en uso de su primitiva, real e histórica soberanía, había creado los estados, formándolos de su propio seno y otorgándoles un cúmulo de facultades y poderes derivados de ella”5. Una última idea en la que Samper puso énfasis fue que el modelo federal estaba constituido por un conjunto de ideas extrañas a la naturaleza y particularidad del país y cuyos principios teóricos no se correspondían con la realidad: “teorías y solo teorías, utopías y ensayos extravagantes: ¡tal fue la política o la vida política de Colombia desde 1853 hasta 1885! ¡Y con las teorías, matanzas, delirios, anarquías, desmoralizaciones y miseria!”6.

Núñez, por su parte, no solo expresó sendas críticas al federalismo; como uno de los dirigentes más importantes de la Regeneración7, promovió desde la presidencia de la República a la que accedió por primera vez en 1880, la reforma constitucional que sancionara la vuelta al centralismo con el que se reemplazaría “el particularismo enervante” por una “vigorosa generalidad”. Consideraba que a raíz del “funesto anhelo de desorganización que se apoderó de nuestros espíritus” —en referencia a la generación de mediados de siglo— se avanzó

hasta dividir lo que es indivisible; y además de la frontera exterior, creamos nuestras fronteras internas, con nueve códigos especiales, nueve costosas jerarquías burocráticas, nueve ejércitos, nueve agitaciones de todo género, casi remitentes. En Suiza, los Estados Unidos y en Alemania se ha marchado continuamente de la dispersión a la unidad. En Colombia hemos, a la inversa, marchado de la unidad a la dispersión8.

Con ello se cimentaba una idea que se hizo común hasta por lo menos la década de 1960: el federalismo en vez de forjar una unión política similar a la norteamericana que afanosamente se buscaba imitar, habría fracturado la histórica unidad de la nación creando una organización artificial opuesta a la tendencia natural hacia la centralización. Por otro lado, Núñez sostenía que, si bien la guerra civil había sido una constante en la historia nacional, esta se había acentuado bajo el dominio del federalismo a la vez que la paz se había conservado mejor bajo formas de gobierno centrales9.

Estas críticas, enunciadas por quienes en el pasado habían respaldado la adopción de un modelo federal, contribuyeron de manera decisiva a construir una interpretación del periodo federal que determinó la manera como el federalismo fue leído en las décadas posteriores. La Regeneración no implicó solamente un cambio en el régimen político sino también en la interpretación del pasado, por lo que la narrativa histórica que se produjo en ese periodo consagró “un canon sobre el pasado colonial y republicano, que sufrió pocas modificaciones en el transcurso del siglo XX”10. Estas referencias interpretativas en el caso del federalismo y que se mantendrán hasta por lo menos la década de 1970, sostuvieron tres argumentos: primero, que éste fue un modelo importado, extraño a las condiciones sociales, culturales y políticas del país. No se condenaba el modelo federal en sí mismo, sino el deseo de imitación que habría llevado a algunos sectores políticos a implementarlo en la Nueva Granada sin una previa “traducción” al contexto nacional. El segundo argumento, derivado del anterior, insistía en el federalismo como un principio contrario a la tradición histórica de la Nueva Granada. Los intentos fallidos de establecer una república federal en los años posteriores a la independencia y la experiencia de otras repúblicas latinoamericanas demostrarían que la sociedad neogranadina estaba destinada a modelos centrales de gobierno. El tercer argumento asociaba el federalismo con la inestabilidad política y la guerra civil, haciéndolo responsable de la larga serie de confrontaciones nacionales, estatales y locales que se sucedieron desde la década de 1860. Esto llevó a desconocer, obviar o minimizar importantes avances que hicieron los gobiernos federales en áreas como la educación pública y la infraestructura vial.

Estas interpretaciones tuvieron una amplia circulación a través de textos como los de Pombo y Guerra y José de la Vega11. La historia constitucional de Pombo y Guerra perfeccionó desde un punto de vista erudito y académico, la idea según la cual el federalismo tanto en los años que siguieron a la independencia como durante el periodo federal, fue el responsable de la inestabilidad política del país. La primera tesis expuesta por los autores es que el principio federal selló la suerte de la primera república al impedir la creación de una autoridad política sólida toda vez que “cada provincia quiso hacerse soberana, gobernarse sola, vivir vida independiente”12. El “exceso de federación” engendró la anarquía y llevó al aislamiento de las provincias que, en vez de buscar mecanismos para fortalecer la unión, se dedicaron a “discutir utopías ridículas y peligrosas de independencia seccional”13. Y es que en poco tiempo se quiso “pasar del despotismo exagerado a la exagerada federación”14. La segunda tesis es que a través de la carta política de 1853 se dio cabida a teorías erróneas y del todo inadaptables a una república históricamente acostumbrada a un tipo de organización central. Así, 1853 “señaló el comienzo de los cánones fundamentales absolutamente opuestos a los existentes desde los tiempos de la independencia, y que no tardaron en llevarse a un extremo de que la historia conserva muy ingratos recuerdos”15. Esas ideas de independencia municipal no fueron otra cosa que “doctrinas mal profesadas y dirigidas por una fogosa juventud” que encontró su máxima expresión en la carta de Rionegro, la cual amplió el sistema federativo al declarar libres y soberanos a los estados federales e inauguró un periodo de inestabilidad política y guerra civil permanente16.

Por su parte, José de la Vega retomó, a inicios del siglo XX, esos argumentos en el que sería el primer estudio en Colombia dedicado exclusivamente al federalismo17. El objetivo del texto era demostrar que esa forma de gobierno era inadecuada a las tradiciones e idiosincrasia del país18. Para De la Vega el fracaso de la primera república fue resultado de la adopción del federalismo, modelo cuya implementación se explicaría por la inocencia política de los criollos que se habrían dejado deslumbrar por el éxito de la experiencia de los Estados Unidos. Los intentos de los federalistas por construir una república federal dividieron las fuerzas rebeldes, impidieron la consolidación de un régimen estable y permitieron el triunfo de la campaña de reconquista española encabezada por Morillo. El federalismo adoptado de nuevo en 1858 no trajo mejor suerte, imponiendo un clima de desorden y anarquía en un país sin hábitos de paz. Ambas experiencias demostraban la propensión “natural” al centralismo establecida desde los tiempos coloniales19. El texto de De la Vega, resultado de su tesis para obtener el doctorado en derecho y ciencias políticas en la Universidad Nacional, remarcó como ya lo había hecho el trabajo pionero de Pombo y Guerra, el análisis jurídico del federalismo adoptado por los abogados y estudiosos del derecho20. Así mismo, la obra, objeto de varias ediciones, incluida una del Ministerio de Educación Nacional, reforzó la versión oficial sobre el federalismo que, De la Vega, siguiendo los postulados de la Academia de Historia, difundió exitosamente21.

Con la creación de la Academia en 1902 y la publicación de manuales de historia que se adoptaron como textos oficiales de enseñanza, se fijaron algunas premisas historiográficas que fueron difícilmente desafiadas22. A través de La historia de Colombia escrita por Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, publicada en 1910 en el marco de la celebración del centenario de la independencia23, se fijó la idea según la cual la generación de 1810 se dejó alucinar por la prosperidad de los Estados Unidos y promovió el establecimiento del federalismo en la creencia de que ello produciría los mismos benéficos resultados que en el norte24. Con la constitución de Rionegro se inauguró una era de conflictos y guerras civiles, de inquietud, zozobra y agitación permanente durante la cual “la paz huyó dejando sus reales a la anarquía que vino a quedar organizada”25. Al poner especial énfasis en la coyuntura de la independencia se reforzó el fracaso “histórico” del federalismo estableciendo una línea de continuidad entre los sucesos de 1810 y los que se desencadenaron a partir de 1858. Paradójicamente, la Historia extensa de Colombia, obra ambiciosa a través de la cual se buscaba fijar “en unos cuantos volúmenes la narración completa, serena, desapasionada y fiel de los anales de nuestro país”26, no abordó el periodo comprendido entre 1849 y 188527. Si bien se proyectaron dos volúmenes que analizarían los procesos políticos de esa época, nunca se realizaron sin ser claras las razones de ello. Así, lo que sería la gran narrativa de la historia nacional careció de un relato sobre el periodo federal y el federalismo.

A partir de los años sesenta aparecieron nuevas aproximaciones al problema federal que, si bien no abandonaron por completo la visión pesimista y catastrófica desarrollada por la historia oficial, intentaron rescatar algunos elementos positivos del periodo federal. Tal es el caso de los textos de Pérez Aguirre28 y Abel Cruz Santos29 que desplazaron la crítica del federalismo al radicalismo liberal. Esto suponía que el problema de la inestabilidad política no radicaba tanto en las ideas federales y su implementación en la Nueva Granada, como en las posiciones extremas de algunos que llevaron al fracaso de ese sistema político. El periodo federal empezaba a emerger, más allá de sus desaciertos, como una época que permitió la consolidación de un sistema educativo, ampliar la tasa de alfabetización, mejorar la infraestructura y desarrollar nuevas concepciones de la ciudadanía.

Con la nueva historia y la creciente profesionalización de los historiadores, se produjo un cambio significativo en los análisis y enfoques historiográficos. El desarrollo de nuevas tendencias contribuyó a la revalorización del federalismo por medio tanto de los estudios regionales como de las investigaciones sobre la cultura. La historia cultural e intelectual se interesó por los radicales, la generación de mediados de siglo comprometida con la ideología liberal y que habría sido la responsable de construir el régimen federal de Rionegro. Los estudios de Rubén Sierra y Lázaro Mejía mostraron la complejidad de este grupo, de su pensamiento, de sus trayectorias políticas e individuales, sus puntos en común y sus desacuerdos respecto a temas fundamentales como la representación política o el modelo federal que debía ser adoptado en la Nueva Granada30. Los radicales ya no eran asumidos como un grupo homogéneo y compacto sino como individuos que analizaron y participaron de la construcción del Estado desde diversas perspectivas.

Por otro lado, la ampliación de la oferta educativa en las regiones, que promovió la creación de programas universitarios en historia, impulsó investigaciones locales que se centraron principalmente en la dinámica de cada uno de los estados federales que integraron los Estados Unidos de Colombia con un desequilibrio a favor de Cauca y Antioquia31. Aunque estos estudios han ayudado a valorar de una manera positiva el periodo federal, mostrando avances y retrocesos en las políticas regionales concernientes a la educación pública, las vías de comunicación, las finanzas y la administración de las localidades, “más que un análisis de los significados que tenía el federalismo para las élites regionales y los intermediarios políticos, y los conflictos en torno a la forma de gobierno, constituyen historias políticas regionales durante el periodo federal”32. Con ello se ha corrido el riesgo de construir una excepcionalidad regional y no una historia comprehensiva del periodo federal. A pesar de ello, mostraron las posibilidades de análisis y la manera como el federalismo debe ser entendido a partir de perspectivas más acotadas que den cuenta de modo preciso, de sus implicaciones y limitaciones.

En las décadas recientes ha habido interés por ampliar el análisis del federalismo a partir de diversas perspectivas, desde la fiscal hasta la reflexión por sus significados para la sociedad contemporánea. Miguel Borja aborda el problema de las guerras civiles durante el periodo federal desde una perspectiva renovada que desplaza las acciones bélicas por un análisis de la configuración política y territorial del estado federal del Cauca, principal foco de insurrección durante el periodo federal33. Observa las alianzas políticas que le dieron forma a la entidad, las redes personalistas que permitieron construir sistemas de dominio regional y la manera como ello influyó en las relaciones del Cauca con el resto de la confederación. Más que una historia regional, la obra se plantea como un intento por pensar los estados federales como nacionalidades en formación que, en un momento dado, se enfrentaron por el control del espacio nacional34. Salomón Kalmanovitz intentó una caracterización de las ideas federalistas de mediados del siglo XIX desde la teoría del federalismo desarrollista35. Si bien este trabajo plantea una por demás necesaria perspectiva comparativa, tiende a ver el federalismo decimonónico desde la teoría y los desarrollos políticos del siglo XX. Esto lo lleva desafortunadamente a las mismas conclusiones de la historiografía tradicional: el modelo federal creó un gobierno débil, una política fiscal frágil y una guerra civil permanente36. Más recientemente, Kalmanovitz en conjunto con López Rivera, reunió un grupo de investigadores para reflexionar sobre el federalismo a partir de la experiencia fiscal de cada estado federal. De la lectura crítica de la trayectoria particular de cada estado, así como del periodo general (1863-1886), resulta un balance positivo —aunque desigual— del federalismo, así como su incapacidad para consolidar el impuesto directo que hubiera permitido un mejor diseño institucional tanto a nivel nacional como local37.

En una perspectiva que busca entender el federalismo a partir de las preocupaciones del presente, sobresale El federalismo en Colombia, reflexión colectiva que atendiendo a las discusiones de la Asamblea constituyente de 1991, abordó el federalismo desde una mirada histórica complementaria: a la vez que se preguntaba por las posibilidades de ese modelo en la Colombia moderna, entabló un diálogo con los federalismos de la independencia y de mediados de siglo, rescatando, en ambos casos, sus elaboraciones teóricas y sus realizaciones en ámbitos como la política y la cultura38. En el mismo sentido, se ubica ¿Unitaria o federal?, investigación conjunta que reflexiona en torno a los niveles intermedios de gobierno y los desafíos que implica la construcción en la Colombia contemporánea, de la región, el departamento y el municipio entendidos no solo como unidades administrativas o territoriales, sino principalmente, como marcos de identificación social39.

Paradójicamente, la obra más importante que se ha escrito sobre el federalismo rehuyó el periodo federal, es decir, la experiencia de los Estados Unidos de Colombia. Robert Gilmore40 se centró en los procesos políticos que habrían ayudado durante las décadas de 1840 y 1850 a configurar el proyecto político triunfante en 1863. Con ello intentó mostrar la vigencia de las ideas federales y la manera como se expresaron en una serie de políticas que tendieron a conceder mayor poder a las provincias y espacios locales. Si bien la obra tuvo un enfoque más descriptivo que analítico, propuso una lectura alternativa a la versión oficial hasta entonces predominante sobre el federalismo que abandonó la discusión en torno a su fracaso.

El trabajo de Gilmore fue importante por dos razones. La primera, porque puso énfasis en el proceso de descentralización de mediados de siglo y la segunda, al mostrar que la renovación en el estudio sobre el federalismo neogranadino podía nutrirse fuera del escenario colombiano. A este respecto, por ejemplo, destacan de manera reciente los trabajos de Richard Stoller y Ricardo Kerguelén. Stoller, centrado en la provincia del Socorro, ha mostrado la importancia de repensar el federalismo fuera de los marcos interpretativos tradicionales que han tomado como sinónimo, por ejemplo, autonomía local y federalismo de manera errónea. Así mismo, ha mostrado la importancia de centrar el análisis histórico en los niveles intermedios y más específicamente, en los conflictos subregionales que determinaron la adhesión de los vecinos de las localidades a ciertos proyectos políticos específicos como el federal41. Ricardo Kerguelén, por su parte, ha abordado el problema de la descentralización a partir de la experiencia concreta de Cauca y Antioquia42. Reconociendo la importancia que desempeñaron el problema fiscal y el reordenamiento territorial a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, muestra la manera como se configuraron esos espacios políticos a partir no solo de su relación conflictiva con las autoridades nacionales, sino también desde la definición de su jurisdiccional territorial. En la compleja trayectoria política que la Nueva Granada atravesó a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, Kerguelén inspecciona los caminos dispares que siguió ese proceso de descentralización.

La descentralización política se convirtió en el punto de partida de los trabajos de Álvaro Tirado Mejía, Luis Javier Ortiz y José Antonio Ocampo43 que la abordaron como una vía a través de la cual, en el siglo XIX, se buscó sacar a las comunidades locales del letargo en el que se hallaban sumidas. Para Luis Javier Ortiz, quien retomó los argumentos de Carlos Restrepo Piedrahita44, la descentralización que surgió del pensamiento liberal de la ilustración como respuesta a la concentración de poder del absolutismo monárquico, tuvo fuerte arraigo entre los neogranadinos que a partir de las obras de Constant y Montesquieu, vieron en ella una respuesta a la desarticulación y fragmentación político-territorial. Para no pocos neogranadinos de mediados de siglo XIX con ella “se establecerían unas bases sólidas para las finanzas municipales, se desarrollaría la gestión local, se haría posible la autonomía política, se fortalecerían los poderes regionales y el proceso de formación nacional”45. En dicho contexto “la descentralización se entendía como un corolario de la democracia que desarrollaba la participación local y permitía el control del ciudadano sobre los entes que regulaban su vida política y cívica inmediata”46. Para Ortiz, la descentralización económica y política estuvo asociada a tradiciones federales que continuaban latentes a pesar de los efectos centralizadores del periodo 1820-184847. A una conclusión similar llegó Tirado Mejía, para quien la descentralización no fue otra cosa que la manera como se le llamó al federalismo en la Nueva Granada a mediados del siglo XIX48.

En el transcurso del siglo XX el federalismo pasó de ser sinónimo de guerra civil, desestabilización política y división, a ser valorado como un modelo político que, pese a sus problemas y limitaciones, fue el responsable de desarrollos significativos en áreas como la educación, las finanzas públicas y la consolidación de una noción de ciudadanía49. No obstante, el estudio acerca de él sigue estando limitado por una temporalidad que no ha permitido abordar las ideas federales y los federalismos desde una perspectiva que dé cuenta de sus particulares elaboraciones y manifestaciones a lo largo del siglo XIX.

Federalismo y descentralización

¿Cómo caracterizar el federalismo de mediados de siglo en la Nueva Granada?, ¿cuáles fueron sus contenidos y manifestaciones?, ¿a partir de qué coordenadas se articuló un proyecto federal? Las ideas federales que se negaron a desaparecer a pesar del temprano triunfo de una concepción centralizada del Estado se mantuvieron vigentes y buscaron ofrecer respuestas a los desafíos de la constitución de un Estado en formación. La descentralización administrativa, que surgió como una demanda a favor de mayor autonomía de los espacios locales, fue una de las vías que encontraron quienes estaban a favor del federalismo para encauzar un proyecto político que a mediados de siglo aún despertaba no pocas reticencias entre diversos sectores políticos y sociales. Esto no quiere decir que la descentralización haya sido enarbolada exclusivamente por federalistas —si bien estos la sostuvieron ardientemente— sino que el proyecto federal encontró una oportunidad en la descentralización para reformularse. Una de las características del federalismo que se impondría en la década de 1850 habría sido así, su vinculación con las ideas y práctica de la descentralización que venía reclamándose desde por lo menos mediados de los años treinta. Esto hizo que el federalismo tuviese un acento municipalista y que se fundara sobre la necesidad de proteger y garantizar el ejercicio del poder municipal.

La presente investigación tiene como objetivo caracterizar el proceso de descentralización política, administrativa y fiscal que se produjo a partir de 1840 y el federalismo que surgió no solo como una reelaboración de las ideas sobre la descentralización, sino también a partir de una larga trayectoria que se remontaba hasta las primeras décadas del siglo. Analiza la manera como se manifestaron uno y otro, la relación que se estableció entre ambos y la manera como se vincularon para la formulación de un proyecto político federal. No obstante, no asumimos el federalismo y la descentralización como etapas de un mismo proceso político; más bien como dos proyectos diferenciados que en un momento dado coincidieron y se nutrieron mutuamente.

La descentralización y el federalismo, como se verá a lo largo del presente libro, no significaban lo mismo ni las mismas cosas para todos los actores. Mientras el federalismo era un régimen político que se fundaba en la división de soberanía entre los estados federales y la federación, la descentralización era una política —administrativa y fiscal— concreta que buscaba una mayor autonomía de los espacios locales frente a las autoridades nacionales. Esta autonomía podía ser entendida de diversas maneras: administrativa o política, y aceptar diferentes “grados”: una cosa era permitir que las provincias a través de sus cámaras provinciales expidieran y llevaran a cabo políticas de diversa índole, y otra que estas mismas provincias aprobaran sus propias constituciones como sucedió a partir de 1853. Mientras el federalismo se oponía al centralismo, la descentralización podía llevarse a cabo en el marco de un Estado central. La diferencia quizás radicaba en el grado de autonomía de los espacios locales. El federalismo al defender el derecho “natural” de los entes político-territoriales a un gobierno propio, reclamaba que esa autonomía fuera plena: política, administrativa, fiscal y legislativa, lo que implicaba el reconocimiento de su soberanía. La descentralización, por su parte, reconocía una autonomía limitada que no implicaba la soberanía política, pero sí el ejercicio de un poder municipal, es decir, de una serie de competencias claramente definidas que eran propias de las autoridades y corporaciones municipales.

Vale la pena aclarar que a lo largo del siglo XIX el término municipal fue usado de manera diversa a como se entiende en la actualidad. Hoy remite a los asuntos, autoridades y ámbito de los municipios, entidad administrativa, política y territorial base de la república. Durante el siglo XIX, por el contrario, lo municipal, en especial cuando se habla de régimen o poder municipal, hace referencia a un ámbito político o jurisdiccional que por lo general remite a las provincias. No obstante, fue usual en la discusión política o legislativa para diferenciar el régimen local —que hacía referencia a los asuntos exclusivos de provincias, cantones y distritos parroquiales— del ámbito nacional.

A finales de la década de 1850 con la creación de la Confederación Granadina, el régimen federal se impuso sobre el centralismo como modelo de organización política. La constitución de una república federal, que no tuvo su origen en Rionegro, fue el resultado de un largo proceso en el que desempeñó un papel fundamental la descentralización política, administrativa y fiscal que desafió la organización que el Estado neogranadino había adoptado desde 1832.

La reorganización política que emprendió la Nueva Granada a partir de 1832 no implicó una variación en la forma de gobierno central que se había establecido con la República de Colombia50. Si bien se intentó atenuar ese régimen político con la creación de una serie de autoridades y corporaciones locales, la dependencia a la que fueron sometidas tanto desde el poder ejecutivo como desde el Congreso, limitó su autonomía para incidir en las políticas y el desarrollo eminentemente local. Lo anterior llevó a plantear la necesidad de la descentralización de la administración de los espacios locales que no obstante debía ser regulada y vigilada por las autoridades nacionales. La demanda a favor de ella evidenció formas diversas de concebir el Estado, las críticas de diversos sectores frente a la organización del régimen municipal y la importancia de las ideas federales o de una concepción de la autoridad no centralizada que se había mantenido vigente pese al triunfo del centralismo.

Lo anterior configuró el marco en el que se desarrolló la guerra de los supremos. El alzamiento, liderado por caudillos regionales que desde 1839 se levantaron en armas desconociendo a las autoridades nacionales, apeló a un discurso federal que sin embargo no tuvo el objetivo de crear una república federal, sino de renegociar el papel de los espacios locales en la estructura institucional del Estado. La derrota de los rebeldes y la consecuente aprobación de una nueva constitución en 1843, que tendió a reforzar la centralización de la autoridad, promovió una tendencia renovada hacia la descentralización que empezó a obtener resultados hacia finales de la década.

La aprobación en 1848 de una nueva ley sobre administración municipal y la posterior sanción en 1850 de la descentralización fiscal, configuró un nuevo régimen político que progresivamente transformó el carácter de las provincias de entidades esencialmente administrativas, a cuerpos políticos con amplios poderes de naturaleza ejecutiva, legislativa y judicial. Esto se confirmó con la constitución de 1853 que sancionó la existencia de una esfera local independiente de la nacional, exigiendo que cada provincia expidiese su propia constitución con la cual regulara todo lo relativo a su organización particular. Así, en un periodo menor a diez años, la Nueva Granada transitó de una forma eminentemente central a una que progresivamente fue abriendo las puertas del federalismo. Este tránsito institucional que se realizó por vías legales apeló a la discusión legislativa y a la construcción de consensos políticos que contradicen la visión historiográfica que ha puesto especial atención a la manera violenta como se habría adoptado el federalismo, señalando el sectarismo de quienes lo habrían promovido e instaurado. La presente investigación busca adentrarse en ese tránsito institucional, en la manera como se llevó a cabo, en los actores que participaron en él y en el papel que desempeñaron las localidades en ese proceso de transformación. Siendo éstas las principales beneficiarias de la descentralización participaron activamente de la discusión y puesta en vigor de las tendencias descentralizadoras.

Si bien la descentralización permitió debatir y poner en práctica el poder municipal y la autonomía local sobre la que se fundaría el federalismo, no era claro que ella debía conducir necesariamente al establecimiento de una república federal. De hecho, el respaldo que logró la descentralización se basó en el equilibrio político que ella suponía. Para los defensores del federalismo, ella daba la oportunidad a los vecinos de las localidades de ensayar el gobierno local y de adquirir las nociones básicas del régimen democrático. Con ello sería posible construir la “verdadera república”, la república federal. Para quienes respaldaban el centralismo, la descentralización limitaba los excesos del federalismo dotando a las localidades de una autonomía vigilada y regulada por las autoridades nacionales que, no obstante, daba respuesta a las demandas locales. Esto explica el respaldo que alcanzó la constitución de 1853 y el régimen mixto o centro-federal que fundó.

Al referirnos a los defensores y detractores tanto del federalismo como del centralismo, hemos tomado distancia de un eje argumentativo que fue usado por la corriente historiográfica dominante hasta la década de 1960 y que erróneamente vinculó al partido liberal con el federalismo y al conservador con el centralismo. Esta visión maniquea, a nuestro modo de ver, impidió una aproximación más objetiva y menos apasionada respecto al problema federal. Tanto la descentralización como el federalismo despertaron apoyos de diversos sectores que vieron en ambos proyectos políticos una forma de encauzar sus propias aspiraciones. El federalismo no fue potestad de un solo partido o facción. Al tomar distancia de este enfoque será posible entender las diversas corrientes de que se nutrieron las ideas federales, las maneras como se expresaron, sus permanencias y reelaboraciones, así como el quiebre hacia 1870 del consenso que se había construido alrededor de la república federal y que llevaría en la década de 1880, a la construcción de un nuevo consenso a favor del sistema central de gobierno.

La investigación se aleja también de la noción tradicional del federalismo que lo vincula, como ya se señaló, con un periodo específico que se reduce a la vigencia de la constitución de Rionegro. Al centrarnos en la descentralización previa como ya lo hicieran Gilmore y Restrepo Piedrahita, hemos querido llamar la atención sobre un periodo de elaboración política y discusión sobre la naturaleza del Estado, que definió las bases fundamentales sobre las que se levantaría una república federal que no fue construida pero sí redefinida en Rionegro en 1863. Al abandonar la asociación entre federalismo y periodo federal, hemos asumido al primero no como algo dado sino como un fenómeno que requiere ser explicado y analizado. En ese sentido, nos parece apropiada la perspectiva de Israel Arroyo que, al abordar el estudio de la arquitectura del Estado mexicano, buscó indagar la manera precisa como se construyeron las diversas formas de gobierno a partir de la vinculación de lo doctrinario, lo institucional y las prácticas políticas51.

Al adoptar la doble perspectiva de la descentralización y el federalismo, la presente investigación sugiere la posibilidad de abordarlos desde diversas problemáticas: la institucional que refiere a lo político, administrativo y constitucional; y la práctica que refiere tanto al manejo de las rentas y gastos públicos locales como a su dimensión territorial. Desde esta doble aproximación nos parece dar cuenta de una de las características definitorias del federalismo neogranadino: su imbricación con procesos de descentralización. Paradójicamente, si bien el federalismo surgió como una reelaboración de la descentralización política previa, una vez establecido se iniciarían procesos de centralización política que implicarían un retroceso evidente de las facultades delegadas a los espacios locales. En este sentido y de manera similar a como ocurriera con otras experiencias federales como la mexicana, el federalismo implicó una alta centralización de los espacios locales que fueron sometidos a un control por parte de las autoridades de los nuevos estados federales, que fue superior quizás al que habían estado sometidos antes de 1848.

La investigación está dividida en cinco capítulos: los dos primeros abordan el proceso de descentralización que tuvo lugar en las décadas de 1840 y 1850. El primero se centra en la descentralización política y administrativa, es decir, en el diseño de un régimen municipal a partir del cual se establecieron los lineamientos para el gobierno de las localidades. Con la definición de las autoridades y corporaciones encargadas de la administración de provincias, cantones y distritos parroquiales, se intentó asegurar el control de los espacios locales por parte del Estado. La administración centralizada de las comunidades locales vinculadas a las autoridades nacionales residentes en Bogotá, por medio de una jerarquía de autoridades administrativas, fue desafiada por las mismas localidades que reclamaron un grado mayor de autonomía para el manejo de los asuntos estrictamente locales. Aunque esta autonomía no necesariamente estuvo vinculada a reclamos federalistas, la descentralización administrativa que produjo fortaleció la demanda a favor de un régimen federal bajo el cual el poder municipal tuviera las garantías institucionales para su ejercicio. La definición de un régimen municipal, por otra parte, expuso las tensiones no resueltas entre centralización y descentralización, así como las posiciones encontradas respecto al papel que debían desempeñar los espacios locales en la estructura del Estado nacional.

El segundo capítulo toma como eje la expedición de la ley del 20 de abril de 1850 sobre descentralización de rentas y gastos públicos, para exponer la manera como la división de potestades fiscales entre la nación y las provincias delineó una esfera local como independiente de la nacional. A través del ejercicio de potestades fiscales, las provincias y, en menor medida, los distritos parroquiales, ampliaron su poder con importantes consecuencias no solo en el terreno fiscal. Con la conjunción de potestades administrativas, políticas y fiscales que hacia 1850 les fueron cedidas a los entes territoriales, se fue configurando un poder municipal que para algunos debía expresarse sin dilaciones, en la constitución de una república federal.

Los capítulos 3 y 4 abordan el problema del federalismo. El capítulo 3 analiza las diferentes maneras como se manifestaron las ideas federales desde finales de los años cuarenta y durante la década de 1850. Explora el debate público que se dio principalmente mediante las hojas sueltas y la prensa, y que delineó las principales líneas argumentativas a favor y en contra del establecimiento de una república federal. Por otro lado, muestra el alcance de las ideas federales que sirvieron tanto a la construcción de proyectos políticos regionales, como para enunciar propuestas de alianza continental.

El capítulo 4 se centra en la dimensión constitucional del federalismo. A la par de la discusión pública centrada en su conveniencia o no para la Nueva Granada, se redactaron y discutieron proyectos de constitución para una república federal que evidenciaron el triunfo de la tendencia federalista sobre la concepción centralista del Estado. Estos proyectos muestran que no existía una única forma de concebir el federalismo y que la descentralización, pese a haber avanzado en el reconocimiento de la “independencia seccional” ya no era la solución que demandaban algunos sectores. Así mismo, que en el diseño de la república federal participaron una variedad de actores regionales tanto como el Congreso, que tuvo dificultades para lograr los acuerdos necesarios que permitieran el establecimiento de la federación neogranadina.

El capítulo 5 muestra el impacto territorial de la descentralización y el federalismo. Cada uno de estos proyectos requirió de un ordenamiento territorial específico que le permitiera llevar a cabo los objetivos propuestos. Mientras la descentralización implicó una amplia fragmentación del territorio entre 1849 y 1855 que permitió el incremento del número de provincias de 22 a 36 en tan solo cinco años, a partir de 1855 con el afianzamiento de la ideología federal, iniciaría un proceso igualmente rápido de reorganización del territorio que al término de 1857 había transformado las 36 provincias en 8 estados federales. El reordenamiento territorial no se limitó a definir límites administrativos; puntualizó las jurisdicciones políticas, transformó circuitos comerciales y generó o replanteó disputas entre diferentes poblaciones por el control o acceso a los recursos. La dimensión territorial de la descentralización y el federalismo expuso también sus limitaciones.

De esta manera, el libro pretende ser a la vez una contribución al estudio de la descentralización y el federalismo, y un punto de partida para la formulación de nuevas preguntas respecto a él, que haciendo uso de fuentes regionales y municipales, permitan una mejor comprensión de su naturaleza, alcance, fines y limitaciones, así como de las agendas particulares de quienes lo enarbolaron y formularon.

Notas

1Véase, por ejemplo, Samuel Syro Giraldo, Emilio Duque Echeverri y Jorge Restrepo Uribe, Federalismo moderno (Bogotá: Editorial Bedout, 1974); Jaime Vidal Perdomo, “¿Descentralización o federalismo”, en Descentralización o federalismo (Bogotá: Sociedad Económica de Amigos del País, 1982), 1-14, y Jaime Vallejo Mejía, “La descentralización administrativa y fiscal y la desconcentración económica”, en Descentralización o federalismo, 24-36.

2Como bien señala Mary Roldán, “para muchos, Colombia y violencia son sinónimos”. May Roldán, A sangre y fuego. La Violencia en Antioquia, Colombia, 1946-1953 (Bogotá: ICANH, Fundación para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología, 2003), 17.

3Según Camacho, Garrido y Gutiérrez Ardila, “los primeros 114 años de vida independiente de este país (desde 1832) pueden dividirse en catorce de guerra y cien de paz”, Carlos Camacho Arango, Margarita Garrido y Daniel Gutiérrez Ardila, “Introducción” en Paz en la república. Colombia, siglo XIX, editado por Carlos Camacho Arango, Margarita Garrido y Daniel Gutiérrez Ardila (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2018), 25.

4José María Samper, Derecho público interno de Colombia (Bogotá: Banco Popular, 1974), tomo 1, 281. Cursivas en el original.

5Samper, Derecho público, tomo 1, 278. Cursivas en el original.

6Samper, Derecho público, tomo 1, 346.

7Con este nombre se conoce el proyecto político que llegó al poder en 1886 y que significó la derrota del liberalismo radical y el federalismo. Basado en principios conservadores y católicos, emprendió la reorganización del país a partir de una estructura centralizada que superara los problemas que había traído consigo la federación. Para un estudio más detallado de este proyecto, véase Antonio Barreto, Venturas y desventuras de la Regeneración: apuntes de historia jurídica sobre el proyecto político de 1886 y sus transformaciones y rupturas en el siglo XX (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011).

8Citado en Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia (Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1986), tomo IV, 186.

9Citado en Pombo y Guerra, Constituciones, tomo IV, 335.

10Alexander Betancourt, Historia y nación. Tentativas de la escritura de la historia en Colombia (Medellín: La Carreta, 2007), 27.

11Pombo y Guerra, Constituciones, y José de la Vega, La federación en Colombia 1810-1912 (Madrid: Editorial América, 1940).

12Pombo y Guerra, Constituciones, tomo I, 283.

13Pombo y Guerra, Constituciones, tomo I, 284.

14Pombo y Guerra, Constituciones, tomo I, 283.

15Pombo y Guerra, Constituciones, tomo III, 383.

16Pombo y Guerra, Constituciones, tomo IV, 120.

17De la Vega, La federación.

18De la Vega, La federación, 28.

19De la Vega, La federación, 253.

20Dentro de los estudios hechos por abogados que siguieron las ideas de De la Vega sobresalen los de Tulio Enrique Tascón, Derecho constitucional colombiano comentarios a la Constitución Nacional (Bogotá: Editorial La Gran Colombia, 1944), e Historia del derecho constitucional colombiano (Bogotá: Impreso en Cátedra Ltda., 1951). Vale la pena citar el documento de trabajo escrito por José Luis Cueto para el seminario de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional en 1941, y que presentaba una aproximación novedosa: en vez de seguir la interpretación de De la Vega, llamaba la atención sobre la necesidad de estudiar históricamente los diferentes sentidos que se le habían dado al federalismo en la Nueva Granada en diferentes coyunturas. Véase, José Luis Cueto, “El federalismo y el centralismo en Colombia. Periodo centro-federal (1849-1857). Trabajo presentado al seminario de derecho constitucional colombiano” (Bogotá, 1941).

21La primera edición del texto de De la Vega es de la Imprenta de La Cruzada en 1912; la segunda de la Editorial América de 1940 y la tercera del Ministerio de Educación dentro de su colección Biblioteca de Autores Colombianos de 1952.

22Un buen análisis de la creación y desenvolvimiento de la Academia se encuentra en Betancourt, Historia y nación, 46-84.

23Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Historia de Colombia para la enseñanza secundaria (Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana, 1912).

24Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Historia de Colombia para la enseñanza secundaria (Bogotá: Talleres Editoriales de la Librería Voluntad, 1967), 353.

25Henao y Arrubla, Historia de Colombia (1967), 584.

26Palabras del secretario de la Academia citadas en Roberto Velandia, Un siglo de historiografía colombiana. Cien años de la Academia Colombiana de Historia (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2001), 217.

27Es necesario tener en cuenta que la obra estaba compuesta por varios volúmenes divididos en dos tendencias. La primera analizaba de manera cronológica la historia política del país y la segunda abordaba temáticas precisas como las finanzas, la cultura o la organización territorial, con el fin de brindar una perspectiva de larga duración sobre la historia del país. Si bien todos los periodos, empezando por el prehispánico, fueron abordados desde la historia política, no fue así el comprendido entre 1849 y 1885.

28Antonio Pérez Aguirre, 25 años de historia, 25 años de historia colombiana, 1853 a 1878. Del centralismo a la federación (Bogotá: Editorial Sucre, 1959).

29Abel Cruz Santos, Federalismo y centralismo (Bogotá: Banco de la República, 1979).

30Rubén Sierra Mejía (editor), El radicalismo colombiano en el siglo XIX (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012); Lázaro Mejía Arango, Los radicales: historia política del radicalismo en el siglo XIX (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2007). Para estudios particulares sobre algunos liberales que si bien no podrían ser ubicados en el espectro radical, sí compartieron con estos algunos temas como la defensa del federalismo, véase, por ejemplo, Harold Hinds, José María Samper; the Thought of a Nineteenth-century New Granadan during his radical-liberal years (1845-1865) (Nashville: School of Vanderbilt University, 1976), y Gilberto Loaiza, Manuel Ancízar y su época (1811-1882): biografía de un político hispanoamericano del siglo XIX (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2004).

31Para el caso de Antioquia, véase Luis Javier Ortiz, Aspectos políticos del federalismo en Antioquia, 1850-1880 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1985), y “Antioquia bajo el federalismo”, en Historia de Antioquia, dirigida por Jorge Orlando Melo (Medellín, Suramericana de Seguros, 1991), 117-126; Roger Brew, Aspectos de la política en Antioquia, 1850-1865 (Medellín: Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales, 1984); María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez, Raíces del poder: el caso antioqueño (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1998). Para el Cauca, véase Alonso Valencia Llano, Estado soberano. Federalismo y regeneración (Bogotá: Banco de la República, 1988), y “La experiencia federal en el estado soberano del Cauca”, Historia y Espacio, n.º 30, (enero-junio 2008): 43-60. Sobre los demás estados federales las investigaciones han sido más escasas, pero destacan para Santander David Johnson, Santander siglo XIX. Cambios socioeconómicos (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1984); Richard Stoller, “Ironías del federalismo en la provincia del Socorro, 1810-1878”. Revista Fronteras de la Historia, 2: 2 (1998): 11-32, y “Liberalism and conflict in Socorro, Colombia, 1830-1870” (Dissertation submitted in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy in the Department of History in the Graduate School of Duke University, 1991); y para Panamá, Heraclio Bonilla y Gustavo Montañez (ed.), Colombia y Panamá: la metamorfosis de la nación en el siglo XX (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Convenio Andrés Bello, 2004) sin ser ésta una investigación centrada en el periodo federal.

32Edwin Cruz Rodríguez “El federalismo en la historiografía política colombiana (1853-1886)”. Historia Crítica, n.º 44 (mayo-agosto 2011): 109.

33Miguel Borja, Espacio y guerra. Colombia federal 1858-1885 (Bogotá: Iepri-Universidad Nacional de Colombia, 2010).

34Borja, Espacio y guerra. A pesar de lo novedoso de esta aproximación, es cuestionable la idea de que los estados federales fueran nacionalidades claramente definidas y en pugna por el dominio nacional. Proyectos regionales bien estructurados, a nuestro modo de ver, no pueden ser confundidos con nacionalidades que buscaban imponerse sobre las demás. No obstante, esta hipótesis abre las posibilidades de ver el periodo federal desde una perspectiva renovada.

35Salomón Kalmanovitz, “La idea federal en Colombia durante el siglo XIX”. Economía Colombiana. Revista de la Contraloría General de la República, n.º 306 (enero-febrero 2005): 115-137.

36Kalmanovitz, “La idea federal”.

37Salomón Kalmanovitz y Edwin López Rivera (eds.), Las cuentas del federalismo colombiano (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2019).

38El federalismo en Colombia. Pasado y perspectivas (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1997). Del libro sobresalen los artículos de José Antonio Ocampo, “Historia de las ideas federalistas en los orígenes de Colombia”, 98-110, y Jorge Rodríguez Arbeláez “Pasado del federalismo en Antioquia. Futuro del federalismo en Colombia”, 50-65.

39Juan Carlos Covilla Martínez y Jorge Eduardo Londoño (eds.), ¿Unitario o federal? Estudios sobre la configuración del nivel intermedio en Colombia y algunas referencias internacionales (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Colciencias, 2014).

40Robert Gilmore, El federalismo en Colombia 1810-1858 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Sociedad Santanderista de Colombia, 1995). La tesis de doctorado que dio origen al libro fue defendida por Gilmore en la década de 1940.

41Richard Stoller, “Liberalism and Conflict in Socorro, Colombia, 1830-1870” (Dissertation submitted in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy in the Department of History in the Graduate School of Duke University, 1991), e “Ironías del federalismo en la provincia del Socorro, 1810-1878”. Revista Fronteras de la Historia n.º 2: 2 (1998): 11-32.

42Ricardo José Kerguelén Méndez, “Political discourses, territorial configuration and taxation: Conflicts in Antioquia and Cauca, Colombia (1850-1899)”. (A dissertation submitted in partial satisfaction of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy in History, University of California in San Diego, 2014).

43Álvaro Tirado Mejía, Descentralización y centralismo en Colombia (Bogotá: Oveja Negra, 1983); Luis Javier Ortiz, “Procesos de descentralización en Colombia durante el periodo federal, 1850-1886”, Revista Planeación y Desarrollo, vol. XXIV, n.º 1 (enero-abril 1993): 199-232; José Antonio Ocampo, “Centralismo, descentralización y federalismo en la historia colombiana”, Revista Antioqueña de Economía 5 (1982): 52-63.

44Carlos Restrepo Piedrahita, Constituciones de la primera república liberal, 1853-1856 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1979).

45Ortiz, “Procesos de descentralización”, 207.

46Ortiz, “Procesos de descentralización”, 207.

47Ortiz, “Procesos de descentralización”, 207.

48Tirado Mejía, Descentralización y centralismo, 48.

49A este respecto, destaca Jane Rausch, La educación durante el federalismo. La reforma escolar de 1870 (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, Universidad Pedagógica Nacional, 1993).

50A lo largo de esta investigación se hará uso de la expresión “República de Colombia” para referirse al proyecto de unión política entre las actuales repúblicas de Venezuela, Ecuador, Colombia y Panamá que se concretó con la constitución expedida en Cúcuta en 1821 y que subsistiría hasta 1831. Consideramos inadecuado “Gran Colombia”, expresión con la que tradicionalmente ha sido conocida, por cuanto esta no es la denominación histórica que asumió, sino una manera como la historiografía ha intentado diferenciarla de la experiencia de la actual República de Colombia.

51Israel Arroyo, La arquitectura del Estado mexicano: formas de gobierno, representación política y ciudadanía, 1821-1857 (México: Instituto Mora, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2011), 22.