Feng Shui - Ole Bruun - E-Book

Feng Shui E-Book

Ole Bruun

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Beschreibung

El Feng Shui se conoce en Occidente desde hace más de ciento cincuenta años, pero siempre se había considerado una forma primitiva de superstición. Tanto es así que, en época moderna, los sucesivos regímenes políticos de China han prohibido su práctica. Sin embargo, en las últimas décadas, el Feng Shui se ha convertido en una corriente espiritual a nivel mundial. Se han fundado numerosas asociaciones de profesionales, se han publicado miles de libros, existen innumerables páginas web sobre Feng Shui y millones de personas en todo el mundo solicitan los servicios de los especialistas.

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Siglo XXI

Ole Bruun

Feng shui

Una introducción

Traducción: Sandra Chaparro Martínez

El feng shui se conoce en Occidente desde hace más de ciento cincuenta años, pero siempre se había considerado una forma primitiva de superstición. Tanto es así que, en época moderna, los sucesivos regímenes políticos de China han prohibido su práctica. Sin embargo, en las últimas décadas, el feng shui se ha convertido en una corriente espiritual a nivel mundial. Se han fundado numerosas asociaciones de profesionales, se han publicado miles de libros, existen innumerables páginas web sobre feng shui y millones de personas en todo el mundo solicitan los servicios de los especialistas.

En el presente volumen, Ole Bruun nos habla de los orígenes del feng shui, de su significado y de las interpretaciones más recientes surgidas a raíz del auge que ha ido cobrando en el mundo entero.

Ole Bruun trabaja como profesor asociado en el Institute for Society and Globalization de la Universidad de Roskilde, Dinamarca. Es autor de Feng Shui in China: Geomantic Divination between State Orthodoxy and Popular Religion (2003) y coeditor con Michael Jacobsen de Human Rights and Asian Values: Contesting Identities and Cultural Representations in Asia (2000).

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

An Introduction to Feng Shui

© Ole Bruun, 2008

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2015

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxıeditores.com

ISBN: 978-84-323-1794-1

I. INTRODUCCIÓN

El feng shui chino es un arte de la ubicación conocido y practicado en el mundo entero. Lo han dado a conocer al gran público las numerosas referencias publicadas en artículos de prensa y revistas populares y han proliferado los centros de estudio y los cursos de iniciación. El proceso de su introducción y difusión, que se iniciara en Estados Unidos para difundirse desde allí a Europa, es muy significativo. Teniendo en cuenta el número de títulos sobre este tema publicados a lo largo de la década de los ochenta, bien se puede decir que ni siquiera el interés mostrado por Occidente hacia el budismo a lo largo del siglo XX puede compararse con el que ha suscitado el feng shui. Este tipo de libros se empezó a vender muy bien a finales de la década de los noventa y principios de la siguiente. Actualmente hay a la venta unos cuantos miles de títulos traducidos a lenguas occidentales y es un arte que sigue ganando adeptos. Hoy cabe encontrar literatura especializada en feng shui en prácticamente cualquier lugar del mundo.

Popularmente, se ha dado al feng shui los usos más diversos. Se lo utiliza para que al redecorar y «limpiar» los hogares reine en ellos la felicidad, para equilibrar nuestra personalidad gracias a la decoración de interiores, aumentar las posibilidades de éxito profesional y mejorar el ambiente en el que se lleva a cabo el trabajo cotidiano, centrarse en el «mero vivir», establecer relaciones armoniosas con el entorno o, simplemente, para realizar cambios rápidos que incrementen nuestra calidad de vida. También se lo utiliza cada vez más en el ámbito profesional para ampliar los negocios, incrementar las ventas, mejorar la salud y la actitud de los empleados, renovar los principios de la arquitectura o mejorar la calidad del servicio en clínicas y hospitales, sobre todo en aquellas instituciones especializadas en tratar enfermedades infantiles, etcétera.

A pesar del gran interés que ha despertado en el mundo occidental, la gente tiende a tener solo una vaga noción de su origen y significado y pocos saben lo controvertida que resulta la práctica del feng shui en su país de origen. Obviamente, lo que tienen entre manos no es un manual de técnicas de feng shui, sino un esfuerzo por explicar esta tradición en sus diversos aspectos y contextos. La tradición del feng shui es una parte de la historia de China íntimamente vinculada a la cosmología y la religión popular, de ahí que su evolución esté profundamente entreverada con los procesos sociales y políticos generales de la historia del país. Muchos de los grandes pensadores chinos han escrito sobre el tema aunque tanto los no creyentes, como la sociedad china en general, a menudo suelen mostrar cierto escepticismo.

Lo anterior no significa que el feng shui no se conociera fuera de las comunidades chinas antes de la década de los ochenta, pero lo cierto es que solo mostraban interés por él especialistas en campos como la sinología o la antropología. En algunos capítulos de este libro mostraré que el feng shui ya había despertado la curiosidad y abierto un debate en Occidente a mediados del siglo XIX, dando lugar a una rica gama de interpretaciones.

Comparar este proceso con el de la difusión del budismo puede resultar muy instructivo. Mientras que el budismo servía de inspiración a las nuevas filosofías de vida (es decir, funcionaba en el ámbito de las ideas), el interés hacia el feng shui siempre ha estado más centrado en la práctica. Para muchos usuarios no era más que un conjunto de técnicas que facilitaban la relación armoniosa con el entorno, la renovación de los hogares o la curación enfermedades mejorando, en último término, su calidad de vida. Sin embargo, estas diferencias entre el budismo y el feng shui no eran tan acusadas en su entorno asiático original. En el día a día, la gente puede dejar el budismo teórico en manos de monjes y lamas y limitarse a pedirles consejo en cuestiones prácticas, al igual que solicitan la ayuda de un experto en feng shui. Además, en conjunto, el feng shui cuenta con un extenso cuerpo de literatura especializada vinculada a todo el espectro del pensamiento cosmológico chino, así como a la religión popular y al culto a los antepasados. Todo parece indicar que no es que ambas tradiciones sean radicalmente diferentes, sino que son sus usuarios modernos, al menos en su versión occidental, los que tienden a pertenecer a distintas categorías. Puede que el budismo atraiga más a quienes buscan profundidad espiritual y a los intelectuales, mientras que el feng shui guste más a un público más amplio. Tal vez se evaporen estas diferencias a medida que se descubran nuevas aplicaciones para el feng shui y otros grupos de profesionales respondan al reto de seguir desarrollando y refinando sus principios.

ELFENGSHUICOMORELIGIÓNPOPULAR

El feng shui se diferencia enormemente de las grandes religiones mundiales reconocidas y arropadas por unos poderes estatales que, en ocasiones, llegan a definir incluso sus fundamentos ideológicos. Se trata de un controvertido campo del saber y la práctica que consta de diversos elementos. Existe mucha literatura especializada en chino sobre el feng shui, en su mayor parte de divulgación. Las prácticas varían enormemente, tanto histórica como geográficamente, y muchos de los usos más comunes de la tradición del feng shui tienen poco que ver con la literatura especializada, pues el feng shui, más que religión popular, es un arte. Por supuesto, hay muchos practicantes del feng shui, clientes y creyentes, que lo interpretan y reinterpretan con arreglo a sus propias vidas. Recientemente se han sumado a la literatura especializada un gran número de estudios occidentales, que han introducido toda una gama de ideas y aplicaciones novedosas. Han surgido nuevas escuelas de feng shui que mezclan elementos de la filosofía y de la religión asiáticas con enfoques occidentales.

Se suele pensar que el feng shui es un sistema exacto que consta de ideas y conceptos coherentes. De ahí que la mayoría de sus usuarios modernos tengan la impresión de que puede ofrecer soluciones definitivas para problemas comunes. ¡Gran error! Las consideraciones estándar sobre la ubicación en el espacio son tan solo una mínima parte de una tradición que nunca pretendió funcionar al margen de la acción humana. El feng shui chino es muy poco exacto y los especialistas o maestros de feng shui han dado un montón de interpretaciones subjetivas. Existen una serie de reglas que se aplican en toda situación, pero el maestro de feng shui puede recurrir a toda la cosmología china, a la simbología popular y a las tradiciones locales para interpretar una situación concreta. Esto es precisamente lo que ha dado tanto éxito al feng shui en la historia de China: el buen practicante de feng shui puede relacionar cualquier aspecto de la vida cotidiana o comunitaria con alguna de las corrientes de tradición chinas. El hecho de que todo especialista, tanto en China como fuera de ella, tienda a desarrollar su propio estilo y especialidad también es importante. Del hecho de que el feng shui no se pueda aplicar al margen de una interpretación subjetiva por parte del experto, se deduce que el entendimiento entre cliente y especialista es esencial para que cualquier remedio surta efecto: así funciona este arte. Con esto pretendo dejar claro que el feng shui significa cosas diferentes en las distintas sociedades en las que hacen uso de él personas diversas.

TRESCUESTIONES

Tres grandes cuestiones han presidido la elaboración de este libro: el gran interés que está despertando la cultura china en Occidente; la fragmentación de la ideología y la vida cotidiana; y la tendencia al renacimiento religioso y espiritual del mundo de hoy. Dedicaré unos breves párrafos a estos temas de los que también hablaremos en los capítulos que tratan del feng shui en las sociedades contemporáneas.

En primer lugar, China ha despertado un genuino interés hacia su sociedad y cultura ya desde sus primeros contactos con Occidente, desde el mismo momento en el que la civilización europea y mediterránea supo de su existencia en la Antigüedad. La naturaleza de este interés ha variado enormemente a lo largo de los siglos, debido a los procesos de evolución interna de Occidente y el desarrollo de la propia China. Pero, siendo justos hay que reconocer que durante mucho tiempo China fue la principal alternativa a la civilización europea, debido a sus enormes dimensiones y su continuidad histórica. En términos de lenguaje, tradiciones filosóficas, tecnología y organización social, China era una formación única que asombraba e inspiraba a los observadores occidentales. En los últimos siglos, se recurre cada vez más al ejemplo, tanto positivo como negativo, de China en una amplia gama de debates sobre la separación entre iglesia y Estado, los avances tecnológicos, el colectivismo, el socialismo, cuestiones relacionadas con los derechos humanos, estancamiento económico, conservadurismo cultural, marxismo, crecimiento económico sin precedentes, etc. Cada época ha inventado una China distinta y las corrientes ideológicas de Occidente han generado cambios en muy poco tiempo. Veremos en el capítulo VII cómo encaja en este panorama el interés por el feng shui.

La segunda de las grandes cuestiones a las que hacíamos referencia también es de naturaleza compleja. Con el advenimiento de las sociedades industriales, la modernidad y la especialización del trabajo, la gente hubo de abandonar sus pequeñas comunidades para establecerse en ciudades en las que predominaban relaciones sociales y estilos de vida totalmente nuevos. De manera que las personas abandonaban la vida que habían llevado formando parte de unidades orgánicas muy cohesionadas y experimentaban una desagradable fragmentación de su vida social y laboral. Los primeros sociólogos como Max Weber, Émile Durkheim y Georg Simmel escribieron sobre este proceso a principios del siglo XX. El advenimiento de la sociedad postindustrial o posmoderna aceleró estos procesos que eran un reto incluso para la biología humana. Los procesos de producción se han atomizado hasta el punto de que los individuos han perdido la visión de conjunto. La vida social también se ha fragmentado al disolverse la familia convencional y la moralidad brilla por su ausencia en la vida cotidiana desde que está en manos de expertos (Baumann, 1995), en definitiva, «vivimos una vida fragmentada». Todas las naciones luchan por instaurar una nueva sociedad del conocimiento y obtener así ventajas comparativas, lo que exige flexibilidad en la demanda y creatividad en los procesos de producción y servicios como la industria del ocio. Sin embargo, como seres humanos, no somos meros elementos pasivos en este vasto drama que revoluciona la vida cotidiana e intentamos aferrarnos a los significados, los valores y las gentes que nos son familiares. Cuando se acaba con las viejas formas de vida social se crean nuevas, y cuando la forma tradicional de ver las cosas no parece funcionar, los individuos buscan nuevas perspectivas que les permitan superar este estado de cosas y volver a sentirse interrelacionados.

El tercero de los grandes temas de debate se deduce lógicamente del segundo, pero está lleno de elementos diferenciadores que no guardan una coherencia clara entre sí. En el mundo actual asistimos a un creciente renacer de la renovación espiritual que se expresa, en el nuevo interés que despiertan las grandes religiones, en el surgimiento de nuevas iglesias independientes, en el auge de religiones no institucionalizadas y en los movimientos religiosos espontáneos, si bien el caso de Europa puede ser una excepción (Casanova, 2003). Las religiones fundamentalistas han captado el interés de los medios de comunicación, pero puede que la característica más importante de este renacer religioso sea que niega la supremacía de la mera racionalidad o cientifismo (entendido como racionalidad científica aplicada a la vida cotidiana) y manifiesta reservas sobre la educación moderna. Muchos especialistas en diversos campos como la filosofía, la ciencia o la sociología han señalado que queremos volver a una forma de «razón» que vaya más allá de la racionalidad técnica (Stephen Toulmin), que necesitamos perspectivas que nos ofrezcan unidad (David Bohm) a la par que ahondamos en la tendencia general a la desecularización. En definitiva, todo indica que estamos ante un fortalecimiento de lo religioso (Peter Berger).

Evidentemente estos temas, tal como los acabamos de resumir, no han sido seleccionados al azar de entre una vasta gama de obras especializadas. De hecho, fueron los debates en torno a estos cambios filosóficos y sociales los que dieron alas a la conversión del feng shui en una teoría cuyos principios se practican en el mundo entero. Espero sinceramente que este libro mejore nuestros conocimientos sobre el feng shui sin traicionar nuestro interés general por la sociedad y cultura chinas.

RECEPTIVIDADOCCIDENTAL

Averiguando por qué adoptamos el feng shui, podemos aprender cosas sobre nosotros mismos. Dedicaré las páginas que siguen a crear un marco explicativo que me permita dar cuenta de su acogida en el mundo occidental. Aquellos lectores a los que no interese esta cuestión pueden pasar directamente al núcleo duro del libro.

Puesto que hacía al menos un siglo y medio que Occidente conocía el feng shui, pero solo lo ha adoptado en las dos últimas décadas, podemos deducir que han sido los cambios en las sociedades occidentales los que han despertado el interés general. Me refiero a transformaciones que afectan al lugar que ocupa la religión en la nueva estructura de nuestras sociedades. Las iglesias cristianas siempre fueron el principal baluarte contra otras religiones y todas aquellas corrientes «heréticas» y principios de la magia popular a los que se calificaba de «superstición». De modo que, cuando se toparon con el feng shui a mediados del siglo XIX, los misioneros, administradores y residentes europeos afirmaron estar ante una superstición más. La modernidad ya ejercía cierta presión sobre las iglesias cristianas, pero las fuerzas sociales y políticas que surgieron en la sociedad industrial de entonces fueron desapareciendo de la vida pública y privada. Actualmente aún existe una correlación inversa entre la religión formal y las nuevas corrientes de fe: aparentemente el feng shui cobra fuerza a medida que el cristianismo la pierde. Por ejemplo, su presencia es mayor en las ciudades costeras de Estados Unidos que en el medio oeste y en el norte que en el sur de Europa. También tiende a ser mejor aceptado por las comunidades protestantes que por las católicas ya que, en estas últimas, predomina el sentimiento de pertenencia a la iglesia sobre el de la relación individual con Dios.

Sin embargo, aunque la religión cristiana atraviese por una época de retracción, la «espiritualidad» parece estar en alza. El feng shui ha llegado a Occidente junto a muchas otras religiones, cosmologías y sistemas de creencias que, según algunos observadores, están dando lugar a una auténtica revolución espiritual, a una nueva era o newage. Veamos si la sociología de la religión nos puede ayudar a entender este fenómeno.

Son muchos los autores que han escrito sobre el desprecio que suscita la religión en Europa como demuestran el descenso del número de fieles practicantes, la falta de nuevos conversos e incluso el abandono de los rituales. Es como si el dios cristiano hubiera muerto (Bruce, 2003). Lo que late tras los cambios habidos en nuestra forma de relacionarnos con la religión y la sociedad es, sobre todo, el denominado «giro subjetivo masivo de la cultura moderna». Es un giro que nos distancia de una vida organizada en torno a roles, convenciones y obligaciones prescritas, y nos lleva a vivir fiándonos de nuestras propias experiencias subjetivas. Paul Heelas y Linda Woodhead (2005) afirman que la gente busca un eje en torno al que hacer girar su vida y quiere ser plenamente consciente para poder tener experiencias y prácticas útiles. Hablan de dos modos de vida: «la vida como» que nos obliga a vivir de acuerdo con los papeles externos que nos han sido asignados por las religiones establecidas y la «vida subjetiva» que nos lleva a vivir de acuerdo con las experiencias únicas de una nueva era, convirtiéndonos en dueños de nosotros mismos. La vida subjetiva se centra en el estado mental del individuo incluyendo sentimientos, pasiones, experiencias orgánicas, conciencia, sueños y compasión. Según se viva un tipo de vida u otra, se tendrá una idea muy distinta sobre el significado de lo sagrado. Mientras las religiones tienen una dimensión de significado trascendente y ejercen una autoridad a la que los individuos deben adaptarse, la nueva «espiritualidad», por muy ambiguo que resulte el término, hace hincapié en esa fuerza interior capaz de dotar a las cosas de significado y autoridad permitiendo que el individuo sacralice su propia experiencia vital única. Puede que el resultado sea una revolución espiritual.

Es evidente que todos estos cambios han influido en la buena aceptación del feng shui en Occidente. Pero lo que no se entiende es que la gente deje totalmente de lado las religiones establecidas para abrazar una nueva forma de espiritualidad. En unas sociedades que evolucionan deprisa y se fragmentan rápidamente, puede que se las pueda combinar y contextualizar de forma que, para muchos, no sea una contradicción ni suponga un dilema ir a la iglesia y, a la vez, recurrir al feng shui, para lograr una mejor armonía espiritual en el hogar.

Muchos destacados autores han señalado que la religión vuelve a estar en auge. Desde que Samuel Huntington (1993) consagrara su idea del «choque de civilizaciones» organizadas en torno a tradiciones religiosas; otros autores han vinculado el auge de las religiones a los efectos nocivos de la modernización, pues bien podría tratarse de un intento de contrarrestar la fragmentación. Peter Berger (1999), por ejemplo, dice que la desecularización emerge de entre las ruinas de una modernidad hecha añicos. Esta ciertamente tuvo efectos secularizadores pero, a nivel individual, las creencias y prácticas religiosas siguieron siendo fuertes y empiezan a adoptar nuevas formas institucionales. Berger cree que la teoría de la secularización es falsa, excepto cuando se la aplica al caso de una elite cultural mundial que ha optado por hacerla suya. Señala asimismo que, por lo general, los experimentos que se han realizado con religiones secularizadas han sido un fracaso. El mundo atraviesa por un renacimiento religioso de dimensiones colosales. A medida que la modernidad iba minando las certezas de la vida cotidiana que se habían dado por sentadas, los movimientos religiosos empezaron a hablar de nuevas perspectivas armonizadoras que «exudaban trascendencia conservadora».

El punto de vista de José Casanova (1994) también es interesante. Cree que la complejidad y creciente especialización de la vida moderna intenta expulsar del escenario a la religión, sin lograr eliminarla. Lo que sucede es que la religión centralizada y controladora está dando paso a un pluralismo religioso en el que hay muchos grupos nuevos compitiendo entre sí por la atención pública. En cierto modo la religión se ha privatizado y especializado en un mercado de consumidores espirituales que hacen zapping entre las tendencias antiguas y las de moda.

Mientras la comunidad internacional dedica mucha atención al destacado papel que desempeña la religión en Oriento Próximo, pasa por alto lo que sucede a nivel religioso en otros lugares. Hoy, la mayoría de los países del mundo desarrollado (incluida China) cuentan con vigorosos movimientos religiosos que unen a la gente a nivel local para tratar de temas como la diferenciación social, el desempleo, la falta de sentido, la modernidad y la globalización. Tal vez la sociología de la religión debería ocuparse menos del declive de las antiguas religiones congregacionales, y mostrar una mayor sensibilidad ante las nuevas formas religiosas individuales, comunitarias o transnacionales (Casanova, 2003: 27).

¿Qué condiciones sociales deben darse para que cobre fuerza la nueva espiritualidad y con ella el feng shui? Actualmente tienen lugar cambios profundos e implacables en todas las sociedades del mundo. Las formas de vida tradicionales están perdiendo pie, junto a las identidades, debido a lo que se denomina el «giro subjetivo». Veamos cómo describen estos cambios algunos eminentes sociólogos occidentales.

Según el sociólogo alemán Ulrich Beck, uno de los cambios más profundo se refiere a una individualización, que ya no es el resultado de una elección personal, sino una condición institucionalizada de la vida en sociedad. Distingue entre una primera etapa de la modernidad, que finalizaría con la Segunda Guerra Mundial, y lo que denomina la «segunda modernidad». En la primera, la gente se liberó de estructuras sociales represivas y del dogmatismo religioso, integrándose en nuevas formas de vida colectiva como la clase, el Estado-nación y la familia nuclear. Sin embargo, la segunda modernidad disuelve las estructuras sociales previas, planteando al individuo nuevas y radicales exigencias en el ámbito educativo y profesional. El nuevo trabajador ideal es un soltero sin obligaciones, con total disponibilidad. Sin embargo, Beck describe la «cultura del yo» de la segunda modernidad como una cultura considerablemente controlada y estandarizada por las fuerzas del mercado. Al individuo se le atribuye una exagerada responsabilidad por los riesgos que corre el mundo. Ser libre es arriesgado porque se privatizan los riesgos colectivos y se pide a las personas que encuentren soluciones personales para contradicciones sistémicas como las que se dan, por ejemplo, entre la vida familiar y profesional. Beck habla de la «sociedad del riesgo» y afirma que, para evitar la inseguridad y no tener que elegir, la gente tiende a encuadrarse en subculturas cerradas, grupos políticos radicales o nuevos movimientos religiosos que puedan ofrecer soluciones instantáneas para solucionar los problemas cotidianos (Beck y Beck-Gernsheim, 2002: 92 y ss.).

Otro de los aspectos importantes de la obra de Beck es su concepto de naturaleza. En la primera modernidad, se consideraba a la naturaleza desde un punto de vista instrumental: mera materia prima que no tenía nada que ver con el ámbito de lo social. Sin embargo, uno de los procesos fundamentales de cambio (junto a la globalización, la individualización, la revolución de género y una nueva revolución tecnológica) de la segunda modernidad ha sido la crisis ecológica mundial que ha ido minando el concepto de naturaleza de la vieja sociedad industrial Se ha politizado a la naturaleza, convirtiéndola en tema de debate. Así, han ido surgiendo nuevos conceptos que expresan la interdependencia que existe entre naturaleza y sociedad, mientras que la ciencia está perdiendo su monopolio sobre la verdad y la racionalidad. Aquí encajan muy bien tanto la ecología como el feng shui, pues nos pueden ayudar a reinterpretar la distinción convencional entre naturaleza y cultura. Hablaremos del tema en varios de los capítulos del libro.

Las observaciones del sociólogo estadounidense Richard Sennett (1998) se refieren, como las de Beck, a la inseguridad generada por un capitalismo excesivamente dinámico. Señala que las condiciones del nuevo capitalismo han dado lugar a un conflicto entre la personalidad y la experiencia, pues la dislocación del tiempo inhibe la capacidad de las personas para narrar un relato coherente sobre su identidad. La exigencia de una flexibilidad individual extrema, en el marco de un mercado de trabajo hiperdinámico y de las continuas reestructuraciones de las empresas dependientes de los índices bursátiles, ha creado una generación de exitosos empleados cuyas vidas personales están fragmentadas y cuyos caracteres se van corroyendo. Las generaciones anteriores conocían la incertidumbre, pero hoy no es consecuencia de ningún tenebroso desastre histórico: simplemente forma parte de las prácticas cotidianas del capitalismo más vigoroso. La inestabilidad se torna normal, el nuevo capitalismo genera ansiedad, y las víctimas no pueden contar sus vidas a sus hijos en forma de relatos porque caracteres, personalidades e ideales se disuelven. Sennett (2006) demuestra que en esta nueva cultura del capitalismo el individuo debe buscar relaciones a corto plazo, desarrollar continuamente nuevos talentos y aprender a no vivir de unos logros pasados que ya no alaba nadie. Es una cultura del consumo incesante que, en su opinión, dista mucho de liberar a la gente.

¿Acaso estamos ante cultos de vida corta, meros parpadeos en el horizonte espiritual? De ser así deberíamos echar una ojeada crítica al feng shui para comprobar si puede llenar el vacío que surge tras la ruptura con los ideales, valores e instituciones pasados. Lo que se ha desatado es la búsqueda de cambios rápidos que permitan construir un relato personal coherente, como ocurre en el caso de la estimulación instantánea en las relaciones a corto plazo. Como se señala en el capítulo VII, muchos autores que escriben manuales de feng shui, aconsejan romper lazos con objetos, pinturas, conocidos, etc. Como las vidas fragmentadas tienden a vivirse en episodios (una serie de sucesos sin conexión entre sí), los modelos de cambio dislocados de las nuevas corrientes espirituales encajan bien. Tal vez no debamos explicar racionalmente el auge del feng shui en Occidente. Por lo pronto, nada indica tampoco que su importancia vaya a ser duradera.

El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1999), también señala que la inseguridad y la vulnerabilidad son los rasgos más dolorosos de las condiciones de vida contemporáneas. Nada es seguro, ni el puesto de trabajo, ni la propiedad, ni el sustento y nuestra falta de seguridad se extiende a la familia, el vecindario y la comunidad. Cierto número de sociólogos constructivistas, entre ellos el británico Stuart Hall, afirman que nuestras identidades están en un proceso permanente de evolución y nunca son productos acabados, siempre están condicionadas y difícilmente acabarán de encajar del todo con nuestras condiciones de vida: nunca forman una totalidad. Las identidades operan en el ámbito de la diferencia, son procesos discursivos en los que unos justifican lo que hay que excluir para consolidar su posición. Puede que jugar con una diferencia tan radical como el feng shui nos ayude a explorarnos a nosotros mismos (Hall, 2004: 2-3).

En la última parte de este tour sociológico mencionaremos algunos de los puntos explorados por el polaco de origen, Zygmunt Bauman, en su extensa obra. En su opinión, la presente fragmentación de significado, identidad y ética nos enfrenta a nuevos juicios morales. Lejos de proporcionarnos una vida libre de preocupaciones, nuestro discurso moderno se torna muy incómodo cuando tanto la identidad como el significado se convierten en meros proyectos. Bauman recurre a la metáfora del paseante, el vagabundo o el turista para describir cómo, en la sociedad posmoderna, se fragmentan los movimientos de los individuos en el tiempo y el espacio convirtiéndose en episodios. En un mundo que se mueve de prisa, en el que no hay nada dado y todo está marcado por el desarraigo, la contingencia y la emigración en masa, expresa un sentimiento muy común recurriendo a la metáfora del desperdicio, de las «vidas desperdiciadas» (Bauman, 2003a). Nuestra búsqueda de significado se agudiza y adquiere un aire más desesperanzado a medida que nos elevamos sobre la naturaleza y nuestra finitud se vuelve más visible y dolorosa: la única salida a esta locura es otra locura. Conocer la moralidad desata el deseo de trascendencia, la búsqueda de fugaces experiencias vitales es más fuerte que la muerte (Bauman, 2003b: 3). Bauman cree que la función básica de la cultura consiste en ofrecer nuevas variantes de estrategias de trascendencia, nunca vistas y aún no desacreditadas, a quienes la exploran tambaleándose entre la decepción y la frustración: ¡el mercado de los significados de la existencia es el más competitivo de todos!

¿Acaso estamos ante la caricatura fatalista de ese creyente en el feng shui instantáneo que acaba de tropezar con él como si tratara de una nueva marca en la repisa de un supermercado? ¿O es que Bauman se hace eco de esa idea (que compartimos) según la cual somos víctimas de un gigantesco experimento técnico y económico: el del capitalismo moderno? No cabe duda de que desprendernos de nuestras raíces, por frágiles que sean, nos obliga a enfrentarnos al dilema del significado. La individualización, la movilidad, la ruptura de la familia tradicional y el rechazo a una religión formal, ligada al ritual familiar, vacían de significado tanto a la vida familiar como al ritual y proscriben las trayectorias vitales tradicionales. Volveremos sobre estos temas en el último capítulo.

II. BREVE HISTORIA DEL FENG SHUI

En tiempos de los primeros registros históricos de China, ya se practicaban formas de adivinación que tenían mucho que ver con la teoría y la práctica del feng shui. En los textos más antiguos se las denomina zhanbu, xiangzhai, kanyu (cielo y tierra) o yin yang y dili (principios de la tierra y geografía), pues el término feng shui no se popularizó hasta tiempos de la dinastía Song (960-1279 d.C.). Si quisiéramos dar cuenta de la evolución del feng shui a lo largo de toda la historia de China, tendríamos que escribir varios volúmenes. Además, no sería fácil deslindarlo de la cosmología general y la adivinación. En este capítulo describiremos el auge y significado del feng shui en relación a algunas de las cuestiones cruciales de la historia china: la importancia que se daba a la adivinación, la interacción entre la cultura popular y la cultura de elite o cómo fueron calando las costumbres de la corte entre los plebeyos. Pero empecemos haciendo algunas precisiones:

– Cuanto más retrocedemos en la historia de China, más difícil resulta desvincular al feng shui de la cosmología general sobre la que teorizaba el taoísmo y que se aplicaba a la adivinación imperial.

– No hemos podido determinar si el feng shui se empezó a usar para emplazar casas o tumbas. Sin embargo, a lo largo de la historia china, la adivinación en casas, templos, palacios y otro tipo de construcciones para vivos se fueron haciendo más ortodoxas que las realizadas en las tumbas de los muertos.

– La adivinación imperial, los rituales de enterramiento, la búsqueda de auspicios y la simbología vinculada a la voluntaddelcielo fueron adquiriendo popularidad, difundiéndose desde la corte y las elites hasta calar en los escalones inferiores de la sociedad china. El feng shui fue un elemento importante en ese proceso: una forma de lucha espiritual plasmada en una metáfora política.

– Algunos de los emperadores chinos creían en el feng shui y hacían uso de él mientras que otros no. Pero sabemos que el feng shui se utilizó en incontables ocasiones e incluso que se abusó de él en la lucha por el poder imperial.

– Los estudiosos chinos tenían diversas opiniones sobre el feng shui. Algunos lo entendían desde un punto de vista racionalista, mientras que otros buscaban en él sus raíces de religiosidad popular. Es un tema controvertido, siempre latente en la historia china, que a veces lleva a expresar una opinión crítica en público y a utilizarlo profusamente en privado.

– La gente corriente también se mostraba bastante escéptica. Se usaba con frecuencia en el ámbito rural, pero se sabe que algunos clanes advertían a sus miembros que no creyeran en el feng shui.

– El feng shui no se convirtió en una disciplina autónoma hasta mucho después, concretamente durante el periodo Song temprano (960-1126), en el que la corte apadrinó la religión popular, y el periodo Song tardío (1127-1279). De su aplicación práctica nació una nuevo arte. En tiempos de las dinastías posteriores el feng shui se hizo inmensamente popular, mientras que el gobierno chino se mostraba cada vez más escéptico ante sus usos populares.

Algunos elementos del feng shui, sobre todo el Tigre blanco y el Dragón azul celeste (véase la figura 2.1), son de los símbolos más antiguos de China y proceden, sobre todo, de la cultura neolítica de Yangshao (5000-3000 a.C.). Se han encontrado conchas con ilustraciones de estos animales totémicos en tumbas de jefes chamanes de unos 6.000 años de antigüedad. Los objetos habían sido colocados al este y oeste de cada esqueleto (Yu y Yu, 2005: 50-51). Algunos estudiosos del feng shui deducen de estas pruebas que el arte tiene raíces prehistóricas, pero es una conclusión precipitada. Los dragones y tigres son motivos que no desaparecen en épocas posteriores. Los encontramos en vasijas de barro y bronce de la dinastía Shang (1600-1046 a.C.) y desempeñan su papel en el manual de adivinación denominado Yi jing (descrito en el capítulo V) de la dinastía Zhou occidental (1046-771 a.C.). El símbolo del Dragón aparece más frecuentemente y está más extendido. A menudo lo encontramos en conjunción con el Fénix (se trata de burdas versiones primitivas de ambos), pues ambas criaturas mitológicas estaban vinculadas al ritual y la religión en las primeras comunidades agrícolas.

Figura 2.1. El símbolo nacional de China, el Dragón, procede de un antiguo símbolo totémico y no adoptó su forma actual hasta la dinastía Song. Estas antiguas formas pertenecen a las dinastías Shang a), Han b) y Sui c). Fotografía de Ole Bruun con autorización del Museo Luoyang de Tumbas de la Antigüedad, Luoyang, China.

Defensores del feng shui, autores de manuales prácticos, historiadores y antropólogos discrepan en torno al momento exacto en el que el feng shui adquirió el estatus de disciplina teórica y práctica autónoma. Los primeros asociaban el feng shui a la fuerza primordial representada en el concepto de sabiduría oriental y expresada en el bagua y el Yi jing. Los segundos defendían una evolución en varias etapas. En su opinión, algunos de los conceptos procedían de la síntesis Han (véase infra) y el arte mismo no habría surgido como actividad autónoma hasta el advenimiento del neoconfucianismo durante el periodo Song. Las explicaciones que diera Ernest J. Eitel hace más de un siglo parecen sostenerse todavía:

El sistema del feng shui tiene unos orígenes relativamente modernos. Sus diagramas e ideas básicas proceden de un clásico antiguo, pero su método y aplicación práctica se basan casi enteramente en las enseñanzas de Choo-he [Zhu Xi] y otros, que vivieron en tiempos de la dinastía Sung [Song] (Eitel, [1873] 1984: 5).

Los principios básicos del feng shui hunden sus raíces en la más remota antigüedad y no es exagerado decir que, si bien el feng shui moderno no se convirtió en una disciplina autónoma y un arte específico hasta la dinastía Sung (960-1126 d.C.), la historia de las ideas y prácticas fundamentales del feng shui es la historia de la filosofía china (Eitel, [1873] 1984: 51).

LAÉPOCACLÁSICA

Las grandes protagonistas de la época clásica son las tres dinastías de China del norte: Xia (ca. 2070-1600 a.C.), Shang (ca. 1600- 1050 a.C.) y Zhou (ca.1050-256 a.C.). Todas ellas habitaban a orillas del río Amarillo en el centro y norte de China, y los territorios que controlaban, así como sus reinados, se solaparon parcialmente. Fue en sus tiempos cuando China pasó por la Edad de Bronce (ca. 600-500 a.C.) y la Edad de Hierro, que se inicia en la época Zhou. Hasta principios del siglo XX se creía que las dinastías Xia y Shang eran míticas, pues nuestro conocimiento de ellas procedía exclusivamente de textos de la dinastía Zhou tardía. Sin embargo, poco a poco han empezado a coincidir los registros arqueológicos e históricos y hemos aprendido cosas de sucesos cada vez más alejados en el tiempo. El hallazgo de 150.000 «huesos oraculares» en un templo de la dinastía Shang tardía, cerca de Anyang, fue casi providencial. Demostró que los reyes Shang realizaban prácticas adivinatorias e intentaban comunicarse con fuerzas espirituales. Golpeaban los omóplatos de las reses y las conchas de tortuga con objetos calientes para producir en ellos finas grietas cuyo significado interpretaban los adivinos. Después, tanto la pregunta como el resultado de la adivinación ritual se grababan en huesos en escritura china antigua. A estos huesos y al resto de las pruebas arqueológicas, hay que añadir otras fuentes tempranas de la civilización china, entre ellas inscripciones en bronce y obras clásicas como el Libro de la historia, el Libro de las mutaciones (Yi jing) y el Libro de las odas. Además, contamos con otros textos históricos, ensayos y recopilaciones de proverbios de los filósofos. Poseemos muchos registros históricos de la dinastía Zhou, pero la dinastía Shang es más conocida por sus bronces, sus muchas ciudades y las prácticas de sus reyes y adivinos. Hallazgos arqueológicos recientes nos están ayudando a entender la organización de las ciudades y su alfoz en tiempos de la dinastía Xia.

Lo que nos describen todas estas fuentes es una civilización sedentaria y agrícola con una artesanía floreciente y elevados niveles de originalidad, homogeneidad y continuidad cultural. Era una sociedad autocrática y muy jerarquizada cuyos reyes y elites locales vivían en ciudades amuralladas con grandes palacios parecidos a la Ciudad Prohibida de Pekín. El poder estaba muy centralizado y lo compartían los linajes regios y aristocráticos. Fue lo suficientemente fuerte como para poder implantar un código legal y movilizar a masas de campesinos para que construyeran ciudades, tumbas regias u otras obras públicas y fueran a la guerra. La civilización china ya exhibía sus rasgos característicos en época clásica (Fairbank, 1992: 29-45).

Uno de estos rasgos era la gran importancia que se daba a la adivinación en la corte regia. Chamanes, adivinos y sacerdotes aconsejaban a los gobernantes interpretando la voluntad del cielo y de los espíritus de sus antiguos reyes. La autoridad central se legitimaba gracias a la celebración de rituales que, a veces, incluían sacrificios humanos y animales. Tenemos pruebas de que, a partir de la dinastía Shang, la adivinación cobró una enorme importancia para el gobierno, la agricultura, las campañas militares y los proyectos de obras, pero también para soslayar desastres y tomar decisiones en la corte del rey (Ebrey, 1993: 3-5). Los huesos oraculares y las conchas se usaban para aconsejar al soberano al que, a menudo, se presentaban las soluciones en forma dual (lo que demuestra lo antiguas que son las raíces de la terminología del yinyang). Un ejemplo:

[A] Lectura de grietas en renzi [día 49], Zheng adivinó: «Si construimos un asentamiento, Di [el dios supremo] no se opondrá». Tercera luna.

[B] lectura de grietas en guichou [día 50], Zheng adivinó: «Si construimos un asentamiento, Di lo aprobará» (ambos en Ebrey, 1993: 4-5).

Los registros históricos indican que, probablemente desde tiempos de la dinastía Shang, aunque con toda seguridad a partir de la época Zhou, se rendía culto a los antepasados. Se suponía que los espíritus de los ancestros eran agentes activos capaces de influir sobre la fortuna de sus descendientes. Pero las pruebas arqueológicas, más antiguas, nos dicen que ese culto también desempeñaba un papel fundamental en la organización política. Se trataba de un sistema de gobierno hereditario y patriarcal en el que los señores locales y oficiales del ejército pertenecían a la familia real y también gobernaban a través de sus linajes. No es extraño que el culto a los antepasados legitime teocráticamente una forma de gobierno. Los gobernantes recurrían con frecuencia a rituales chamánicos para averiguar la voluntad de sus antepasados, los fundadores de la dinastía. Al igual que fue ocurriendo con otros importantes aspectos de la civilización china, todos los niveles sociales empezaron pronto a emular a la corte y a los emperadores, adoptando sus prácticas. A lo largo de la historia de China, la interacción de los humanos con seres no humanos o incorpóreos como dioses, fantasmas, demonios y espíritus (humanos o de animales) seguía determinando la percepción de la realidad y la interpretación de la vida cotidiana.

En una sociedad basada en el parentesco, el culto a los antepasados ayuda a mantener el orden jerárquico. Las generaciones mayores gobiernan sometidas, a su vez, a los ancestros. Sabemos también de la existencia de relaciones muy paternalistas entre señores y campesinos que evolucionaron hacia un sistema feudal en tiempos muy antiguos. Es un proceso descrito claramente en los Anales de primavera y otoño de tiempos de la dinastía Zhou (722-481 a.C.) que se prolongó hasta el fin del periodo de los Reinos Combatientes (403-221 a.C.). Sin embargo, en época imperial, el desarrollo de las ciudades, las nuevas tecnologías y la especialización profesional tendió a romper las barreras de clase.

No hay que tener mucha imaginación para relacionar la fuerza de los ancestros con el aspecto, la ubicación y otras características de las tumbas. Es un paso que se dio en los inicios de la historia de China, pues parece que ya en tiempos de la dinastía Zhou se aplicaban los principios elementales de la adivinación relacionada con las tumbas (De Groot, 1897: 983). Por entonces se enterraba a la gente común en terreno llano, a los príncipes en colinas y a los emperadores en túmulos funerarios situados en los picos de las montañas. El Libro de los ritos(Li Jin) indica que los sepulcros antiguos se orientaban de forma que «la cabeza de los muertos estuviera hacia el norte», supuestamente regido por el principio femenino. En cambio «los vivos miran al sur», regido por el principio masculino (Libro de los ritos, capítulo XXX, línea 20).

De ahí que sepamos que los principios masculino y femenino, así como los puntos cardinales marcan las diferencias entre los vivos y los muertos. Aún se espera que las casas estén orientadas al sur: un principio recogido por el feng shui (y por otras innumerables tradiciones populares del mundo) que hace referencia a este y otros pasajes del Libro de los ritos. Con el tiempo, todos los estratos sociales fueron construyendo túmulos sobre sus sepulcros, algo en principio reservado solo para los reyes. Los túmulos adoptaban formas simbólicas y aún hoy la tumba de cualquier campesino suele tener un túmulo de entre 60 centímetros y 1,20 metros.

Muchas de las ideas y conceptos filosóficos más originales de la civilización china se gestaron durante el periodo Shang y se consolidaron en época Zhou. Por ejemplo, el dualismo yinyang, los cinco elementos, las referencias a seres míticos como tigres y dragones (capítulo V), una sólida fe en el poder de los antepasados, un poder centralizado y burocrático que se legitimaba con ayuda de la adivinación, el calendario chino (véase el capítulo III) y la filosofía política del cielo que dotaba de autoridad a un emperador que se suponía el mediador entre el cielo y la tierra.

LAÉPOCAIMPERIAL

Lastresenseñanzas: taoísmo, budismo y confucianismo

El taoísmo, que surgió en el periodo de los Reinos Combatientes, recopiló y refinó algunos rasgos de la religión prehistórica china. Contamos con dos textos fundamentales de este periodo, el Daodejing (Tao teking) de los siglos III y IV a.C., y el Zhuangzi, escrito poco después. El taoísmo no pasó a ser un movimiento religioso hasta los tiempos de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.) y fue oficialmente reconocido como tal en época Tang (618-907 d.C.). El taoísmo proponía la vuelta al tao, la senda que el hombre había perdido al civilizarse, y defendía el desapego, el individualismo y el relativismo de los modos de vida humanos. Aunque los aspectos filosóficos del taoísmo respondan claramente al diálogo civilizatorio de su época, es un saber cargado de aspectos religiosos que conviene no olvidar. Pensemos, por ejemplo, en la idea de que los seres sobrenaturales interactúan continuamente con los humanos. Se trata de los espíritus de antepasados, dioses y fantasmas (estos últimos especialmente peligrosos) que exigen ofrendas. El feng shui chino debe mucho al taoísmo y reconoce, por ejemplo, la existencia de esos seres superiores en cuyo honor impone la celebración de rituales o la entrega de ofrendas, y con cuya ayuda procede a la adivinación. El taoísmo es politeísta pues reconoce a una serie de deidades para fortalecer las tradiciones locales. El resultado es que se rinde culto a diversos dioses y figuras históricas locales en unas zonas y en otras no. El feng shui revela otro de los rasgos más interesantes del taoísmo: la metáfora imperial. Las deidades forman una jerarquía burocrática celeste de ministros, administradores e inspectores, idéntica a la de la burocracia imperial china.

A lo largo de toda la historia de China se habla mucho de los conflictos entre la cosmología popular del taoísmo y las tradiciones promovidas por las elites. Sabemos que en tiempos de Confucio (551-479 a.C.) la construcción de sepulcros y el papel desempeñado por las creencias populares en el culto a los antepasados fue muy debatida. Los filósofos confucianos creían que la estabilidad social y política dependía de la tradición y el cultivo de la moral. Les preocupaban las fuertes supersticiones que defendían sus campesinos, pero procuraron mantener una actitud neutral y centrar sus esfuerzos en la gestación de una nueva edad de oro a través de una reforma moral diseñada según el modelo de los sabios de la Antigüedad. Lo cauteloso de su postura muestra claramente lo limitada de su influencia, que podemos corroborar con una anécdota: Confucio tuvo ciertas dificultades para localizar la tumba de su padre pero, al final, mandó que la abrieran para enterrar los restos de su madre junto a los de su progenitor. En esta ocasión se le recomendó que mandara construir un túmulo sobre la tumba, como era costumbre. Confucio no se opuso aunque señaló que no era costumbre entre los antiguos. Cuenta la leyenda que, tras construirse el túmulo, una tormenta súbita lo arrasó dejando la tierra tan plana como el filósofo había querido (Eitel, [1873] 1984: 55).

En este periodo denominado «de las cien escuelas», florecieron muchas líneas nuevas de pensamiento que se sumaron al taoísmo y el confucianismo; los mohistas y legalistas realizaron importantes contribuciones. Se trata de filosofías independientes y omnicomprensivas en las que no vamos a entrar; nos limitaremos a evaluar sus ideas sobre la condición humana y la relación existente entre naturaleza y sociedad.

Los seguidores de Confucio mantenían lo que se ha calificado de «neutralidad estudiada». Admitían el uso de diagramas para la adivinación aunque no creyeran en ella. Aceptaron que las creencias populares politeístas suplantaran al monoteísmo de tiempos anteriores y, si bien desconfiaban de las especulaciones cosmológicas de sus contemporáneos, no dieron una explicación alternativa de la creación del mundo. En el Libro de la piedad filial se recoge una supuesta conversación entre Confucio y uno de sus discípulos en la que el filósofo le conmina a no prestar una atención indebida a fantasmas y antepasados:

Un buen hijo […] recurre a los adivinos para definir el lugar donde enterrar el cuerpo de su padre para su descanso eterno. Prepara un altar ancestral para ofrecer sacrificios al fantasma. Ofrece sacrificios en primavera y en otoño para recordar a los muertos cada estación. Una vez cumplidos estos deberes filiales, se cierra el círculo de las relaciones entre los vivos y los muertos: el hijo ha cumplido su deber para con sus padres (Ebrey, 1993: 68).

Los mohistas hablaban, con cierto escepticismo, de la necesidad de hacer el bien para salvarse pues, según ellos, había «fantasmas» y «espíritus» poderosos que recompensaban y castigaban a los hombres:

Si existen los fantasmas y los espíritus ofrecemos nuestros sacrificios para celebrar y alimentar a nuestros padres, madres, hermanos y hermanas [muertos]. ¿No es algo bueno? E incluso aunque los fantasmas y espíritus no existieran, solo habríamos gastado algo de dinero en las ofrendas. Aún así, no es dinero desperdiciado porque nos reunimos con nuestros parientes y vecinos para participar en un banquete y disfrutar de las vituallas y bebidas sacrificiales. De modo que, aunque no hubiera fantasmas ni espíritus, podemos disfrutar de una reunión cordial con nuestros amigos y vecinos (Hu, 1960: 75).

A pesar del gran impacto que tuvieron el confucianismo, el mohismo y otras filosofías prácticas, parece que la filosofía geomántica antigua fue muy popular en tiempos de la dinastía Han (206 a.C.- 220 d.C.). Tras el año 190 a.C., la quema de libros y la supresión de los clásicos que ordenara el déspota Qin tocó a su fin y el confucianismo floreció de nuevo. Gracias al patronazgo imperial se estudiaron todas las piezas literarias que habían sobrevivido y se reescribieron los clásicos. Pero, a pesar de su destacada posición, el confucianismo no tenía nada que hacer en el campo espiritual. Los intelectuales confucianos se dedicaron básicamente a un meticuloso estudio de los clásicos y a la crítica literaria. De manera que el taoísmo aprovechó la oportunidad que le ofrecía el renovado interés nacional por la literatura. El resultado fue la elaboración de un enorme cuerpo de literatura especulativa taoísta que ahondaba en la alquimia, la astrología y la mística cosmogónica. En lo que se refiere al feng shui, sabemos que, en esos años, se usaba para la adivinación una combinación entre las doce ramas terrestres (que indican puntos cardinales y también años, meses, días y horas) y el círculo de los doce animales o zodíaco chino, relacionado con los elementos (De Groot, 1897: 987).

Los primeros registros que conservamos sobre la eliminación de una amenaza imperial por medios geománticos, son de época Han. El estudioso confuciano Liu Xiang, celebrado reeditor de los clásicos confucianos, informó al emperador de que ciertos signos escritos sobre una tumba indicaban que uno de los descendientes del difunto sería emperador. Una sospecha de este estilo claramente implicaba el exterminio de toda la familia en cuestión (Eitel, [1873] 1984: 57). Lo importante de la anécdota es que confirma el uso consciente de la cosmología popular en la corte contraviniendo lo especificado en el Libro de la piedad filial confuciano.

Los registros históricos sugieren que en tiempos de la dinastía Han se escribió mucho sobre la adivinación relacionada con los sepulcros (Song, 2000). De entre los muchos títulos sobre adivinación mencionados en esos registros destaca una obra denominada Kan-Yu de oro: tesauro en catorce libros, que contiene los escritos de seis autores sobre las «reglas referidas a las formas». Uno de ellos se titula Sobre la configuración del suelo de mansiones y casas en veinte capítulos (De Groot, 1897: 995).

De manera que, tanto los textos históricos como los datos de archivo, demuestran que la literatura especializada en el discernimiento de los emplazamientos adecuados para la construcción fue ganando auge en el seno del taoísmo. Bajo influencia taoísta se intentó recopilar, por primera vez, todas la ideas populares sobre geomancia en un esquema unificado, finalizado en tiempos de la dinastía Han o poco después. El Libro del Emperador Amarillo sobre las moradas (Huangdi zhai jing) adscrito, por motivos de autoridad, al legendario Emperador Amarillo, es una buena muestra de la geo­mancia más antigua. Además de resumir el pensamiento de épocas anteriores, el libro ofrece una nueva teoría sobre la influencia de la geomancia partiendo del concepto de moradas masculinas (yang) y femeninas (yin), distinguiendo explícitamente, por primera vez, entre la cosmología del feng shui para los vivos y para los muertos. El autor divide los diagramas usados para la adivinación en tiempos remotos en diagramas masculinos y femeninos y los aplica a ciertas características de las moradas femeninas y masculinas. De los ocho trigramas, se suponía que los situados entre el oeste y sudeste desplegaban energía femenina y los ubicados entre el este y el noroeste, energía masculina.