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En Filósofos en la tormenta Élisabeth Roudinesco rinde un singular homenaje a seis filósofos franceses de siglo XX: Canguilhem, Sartre, Foucault, Althusser, Deleuze y Derrida. Este homenaje es también una reivindicación de la filosofía como práctica crítica y de una filosofía particular que ejerció la "crítica de la norma". El recorrido configura el diseño de una "generación" de "autores que se caracterizan por haber cuestionado la naturaleza del sujeto y por haber develado lo que se esconde detrás del uso de esa palabra". Distintos entre ellos, pero con el común denominador de haber atravesado los acontecimientos políticos y sociales más importantes del siglo pasado, todos dedicaron sus obras a reflexionar por distintos caminos sobre la manipulación del cuerpo y del pensamiento en relación con la política y la ideología. Los seis, al negarse a ser los sirvientes de una normalización del hombre, pagaron el precio de una travesía en la tormenta.
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Seitenzahl: 352
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Élisabeth Roudinesco (París, 1944)
es doctora en letras, historiadora del psicoanálisis y psicoanalista. Se desempeña como directora de investigación en el Departamento de Historia de la Universidad de París VII y presidenta de la Sociedad Internacional de Historia de la Psiquiatría y el Psicoanálisis. Es miembro de la Sociedad Francesa de Historia de la Medicina y del comité científico de la revista International Journal of Psychoanalytic Discourse, así como colaboradora del periódico Le Monde.
De su vasta obra, el FCE también ha publicado los títulos Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento (1994), La familia en desorden (2003), Y mañana, qué… (en coautoría con Jacques Derrida, 2003) y Lacan, frente y contra todo (2012).
SECCIÓN DE OBRAS DE FILOSOFÍA
FILÓSOFOS EN LA TORMENTA
Traducción de SANDRA GARZONIO
Primera edición en francés, 2005 Primera edición, FCE Argentina, 2007 Primera reimpresión, FCE México, 2023 [Primera edición en libro electrónico, 2024]
Distribución mundial
© 2005, Librairie Arthème Fayard Título original: Philosophes dans la tourmente, de Élisabeth Roudinesco
D. R. © 2023, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México
Comentarios: [email protected] Tel.: 55-5227-4672
Diseño de portada: Neri Ugalde Guzmán
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-950-557-702-6 (rústico)ISBN 978-607-16-8170-6 (ePub)ISBN 978-607-16-8183-6 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
Introducción: Por un pensamiento crítico
Georges Canguilhem: una filosofía del heroísmoJean-Paul Sartre: el psicoanálisis en las orillas sombrías del DanubioMichel Foucault: lecturas de Historia de la locuraLouis Althusser: la escena del crimenGilles Deleuze: variaciones antiedípicasJacques Derrida: el instante de la muerteNota
Estamos en una época muy extraña. Vivimos conmemorando grandes acontecimientos, grandes hombres, grandes pensamientos, grandes virtudes: el año de Rimbaud, el año de Hugo, el año de Julio Verne. Y sin embargo, nunca se ha valorado tanto la revisión de los fundamentos de cada disciplina, de cada doctrina, de cada aventura emancipadora. Se recusa con violencia el feminismo, el socialismo, el psicoanálisis, y Freud, Marx o Nietzsche se declaran muertos, como cualquier forma de crítica de la norma. No se habla de otra cosa que no sea de derecho de inventario o de evaluación, como si la distancia necesaria para cualquier actividad erudita se resumiera en una vasta contabilidad de cosas y de hombres, o, mejor dicho, de hombres convertidos en cosas.
No pienso únicamente en el negacionismo, que, como es sabido, ha sido proscripto de la comunidad de los historiadores pero sigue actuando de manera subterránea. Pienso, antes bien, en esos pequeños revisionismos ordinarios que intentan colocar, por ejemplo, a Vichy y la Resistencia en un pie de igualdad en nombre de la “necesidad” de relativizar el heroísmo y de la voluntad de combatir la idea de rebelión. Pienso incluso en aquello que consiste, por ejemplo, en hacer pasar a Salvador Allende –mediante una inteligente manipulación de textos–, por racista, antisemita y eugenista, con el pretexto de denunciar los supuestos mitos fundadores de la historia mundial del socialismo.1
Con respecto a la enseñanza de la filosofía, cuanto más es amenazada, en la escuela y en la universidad, por quienes la consideran inútil, pasada de moda, demasiado griega o demasiado alemana, imposible de evaluar o de encerrar en las categorías del cientismo –para resumir, demasiado subversiva–, tanto más se desarrolla la demanda de “filosofar” o de “aprender a pensar por uno mismo” fuera de las instituciones del Estado: Platón, Sócrates, los materialistas presocráticos, los latinos, los modernos, los posmodernos, los antiguos y los nuevos modernos, los nuevos o antiguos reaccionarios. Entre el academicismo que regresa con todo en las enseñanzas oficiales y la demanda masiva de una enseñanza “viva” y extrauniversitaria, se opera un corte que no cesa de afirmarse en un mundo atormentado por la pérdida de su identidad, de sus fronteras, de sus nacionalidades.
Raros son los artículos de prensa que no relaten anuncios de catástrofes: el fin de la Historia, el fin de las ideologías, el fin de los maestros, el fin del pensamiento, el fin del hombre, el fin de todo. ¿A favor o en contra de Jean-Paul Sartre? ¿A favor o en contra de Raymond Aron? ¿Prefiere usted tener razón con uno en contra del otro o al revés? ¿Hay que quemar Mayo de 1968 junto con su pensamiento, sus pensadores y sus obras, consideradas ahora ilegibles, elitistas, peligrosas, antidemocráticas? Los actores de esta revolución de las costumbres y de las mentes, ¿se han vuelto o no se han vuelto burgueses, capitalistas, pequeños gozadores sin fe ni ley?
En todas partes, las mismas preguntas; y en todas partes, las mismas respuestas que pretenden dar testimonio del nuevo malestar en la cultura. ¿Ha desaparecido el padre? ¿Pero por qué no la madre? ¿No es la madre un padre y el padre una madre? ¿Por qué la juventud no piensa en nada? ¿Por qué los niños son insoportables? ¿La causa es Françoise Dolto, la televisión, la pornografía o los cómics? ¿Y los maîtres à penser dónde están? ¿Muertos? ¿En gestación? ¿Están hibernando? ¿Definitivamente en vías de extinción?
Y las mujeres: ¿son capaces, de la misma manera que los hombres, de dirigir hombres, de pensar como los hombres, de ser filósofas? ¿Tienen el mismo cerebro, las mismas neuronas, las mismas emociones, los mismos instintos criminales? ¿Era Cristo el amante de María Magdalena, y, en consecuencia, la religión cristiana es sexuada, está dividida entre un polo femenino oculto y un polo masculino dominador?
¿Francia está en decadencia? ¿Está usted a favor o en contra de Spinoza, de Darwin, de Galileo? ¿Ama usted Estados Unidos? ¿Heidegger fue sólo un nazi? ¿Michel Foucault fue el precursor de Bin Laden, Gilles Deuleuze un toxicómano, Jacques Derrida un gurú deconstruido? ¿Napoleón era muy diferente de Hitler? Exprese las semejanzas, exprese su pensamiento, evalúe su saber, hable en nombre propio.
¿A quién prefiere usted? ¿Quiénes son los más pequeños, los más grandes, los más mediocres, los más mistificadores, los más criminales? Clasificar, ordenar, calcular, medir, evaluar, normalizar. Éste es el grado cero de las interrogaciones contemporáneas, que no cesan de imponerse en nombre de una modernidad hipócrita que vuelve sospechosa toda forma de inteligencia crítica fundada en el análisis de la complejidad de las cosas y de los hombres.
La sexualidad nunca ha sido tan libre. La ciencia nunca ha progresado tanto en la exploración del cuerpo y del cerebro. Y sin embargo, nunca fue tan agudo el sufrimiento psíquico: soledad, ingesta de psicotrópicos, aburrimiento, cansancio, régimen, obesidad, medicación de cada minuto de la vida. La necesaria libertad de sí, conquistada con grandes luchas durante el siglo XX, parece haberse convertido en una exigencia de obligaciones puritanas. En cuanto al sufrimiento social, es tanto más insoportable cuanto que parece estar en constante progresión, con trasfondo de desempleo de jóvenes y deslocalizaciones trágicas.
Liberado del yugo de la moral, el sexo ya no se vive como el correlato de un deseo sino como una prestación, una gimnasia, una higiene de los órganos que no puede conducir más que a un hastío mortífero. ¿Cómo gozar? ¿Cómo hacer gozar? ¿Cuál es el tamaño ideal de la vagina? ¿Cuál es la longitud correcta para un pene? ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas parejas en una vida, en una semana, en un día, en un minuto? La psicología del condicionamiento y de la alienación sexológica o de intercambio nunca tuvo tanta fuerza como hoy. Tanto es así que asistimos a una amplificación de todas las quejas. Pues cuanto más se promete la felicidad y la seguridad ideal, más persevera la desdicha, más aumenta el riesgo y más se rebelan las víctimas de las promesas incumplidas en contra de aquellos que los han traicionado.
¿Cómo no ver en esta curiosa psicologización de la existencia que ha ganado toda la sociedad, y que contribuye a la despolitización creciente, la expresión más solapada de aquello que Michel Foucault y Gilles Deleuze llamaron “un pequeño fascismo ordinario”, íntimo, deseado, querido, admitido y celebrado por aquel que a veces es su protagonista y otras veces su víctima? Un pequeño fascismo que nada tiene que ver, claro está, con los grandes sistemas fascistas, puesto que se desliza en cada individuo sin que éste se dé cuenta, sin que peligren los sacrosantos principios de los derechos humanos, del humanismo y de la democracia.
He elegido rendir homenaje a seis filósofos franceses –Canguilhem, Sartre, Foucault, Althusser, Deleuze y Derrida– cuyas obras son conocidas y comentadas en todo el mundo. A través de sus divergencias, sus disputas y sus ímpetus cómplices, ellos tuvieron en común el hecho de haberse enfrentado de manera crítica no sólo a la cuestión del compromiso político (es decir, a una filosofía de la libertad) sino también a la concepción freudiana del inconsciente (es decir, a una filosofía de la estructura). Todos fueron estilistas de la lengua, apasionados por el arte y la literatura.
Y si los hemos reunido aquí, es porque esta confrontación está inscripta en sus obras y en sus vidas. Los seis, por negarse a ser los sirvientes de una normalización del hombre –que, en su versión más experimental, no es más que una ideología de la sumisión al servicio de la barbarie–, pagaron el precio de lo que podría llamarse una travesía por la tormenta. Los seis habían publicado sus obras antes de que la televisión y los grandes medios de comunicación fueran tan importantes en la transmisión de los saberes, y dos de ellos, Deleuze y Derrida, sentaron las bases de una nueva reflexión sobre la mediología moderna.
Aclaro que, lejos de conmemorar antiguas glorias o de apegarme con nostalgia a una simple relectura de sus obras, he intentado mostrar –haciendo trabajar el pensamiento de unos a través del pensamiento de los otros, y privilegiando algunos momentos fulgurantes de la historia de la vida intelectual francesa de la segunda mitad del siglo XX– que sólo la aceptación crítica de una herencia permite pensar por sí mismo e inventar un pensamiento para el futuro, un pensamiento para tiempos mejores, un pensamiento de la insumisión, necesariamente infiel.