Gol sostenido - Mariana H - E-Book

Gol sostenido E-Book

Mariana H

0,0

Beschreibung

47 músicos y músicas de América Latina escriben sobre futbol. Aquí hay de todo, desde ciencia ficción hasta ensayo, hay textos contra el futbol, y otro apologéticos, hay divertidas ficciones y anécdotas tanto musicales como futbolísticas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 371

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



GOL SOSTENIDO

COLECCIÓN AMÉRICA

GOL SOSTENIDO

D.R. © 2022, Mariana H, Ro Velázquez, Jorge Negro Hipólito, Ely Guerra, El Sr. González, Jenny Beaujean, Federico Bonasso, Pahua, Santiago Hernández Zarauz, La Bruja de Texcoco, Federico Schmucler, Jessy Bulbo, Alejandro Mancilla, Sol Pereyra, Rulo David, Arturo J. Flores, Sara Curruchich, Alonso Arreola, Mariana Terroba, Jorge Martí, Carla Rivarola, Manuel Noctis, Andrea Echeverri, Humphrey Inzillo, Ali Gua Gua, Exael Saledo, Yolanda Chío, Diego Londoño, Jazmín Solar, Juan Carlos Hidalgo, Darío Espinosa, Simona Sánchez, Alejandro Rosso, Marcello Lara, Pedro Alejandro Vera, La Terrorista del Sabor, Enrique Blanc, Verania Luken, Vico Díaz, Daniel Gutiérrez, María Barracuda, Iván García, Homero Ontiveros, Jenny Ball, Luis Díaz, María José Báez, Ricardo Pipi Delgado, Alejandro González Castillo, Raúl Vera.

Director de la colección: Emiliano Becerril Silva

Idea original y producción ejecutiva: Pedro Alejandro Vera Muñoz y Raúl Ernesto Vera Muñoz

Cuidado editorial: Emiliano Becerril y Karla Esparza

Coordinadores: Alejandro Mancilla y Juan Carlos Hidalgo

Prólogo: Rafael Toriz

Portada: Ana Bellido

Formación: Lucero Vázquez

Con apoyo de la Cervecería 7 Puentes

D.R. © 2022, Elefanta del Sur, S.A. de C.V.

[email protected]

www.elefantaeditorial.com

@ElefantaEditor

elefanta_editorial

ISBN LIBRO IMPRESO: 978-607-8749-51-5

ISBN EBOOK: 978-607-8749-55-3

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.

GOL SOSTENIDO

SELECCIÓN: ALEJANDRO MANCILLAY JUAN CARLOS HIDALGO

PRÓLOGO: RAFAEL TORIZ

ÍNDICE

El arte de tocar la pelota

Mariana H

Bora

Ro Velázquez

Que #*+^ fue el fútbol?

Jorge Negro Hipólito

No nos pongamos sentimentales

Ely Guerra

No bajo este orden

El Sr. González

La mirada del árbitro

Jenny Beaujean

Gira el esférico

Federico Bonasso

La naranja sinfónica

Pahua

Anhelo

Santiago Hernández Zarauz

Onofre

La Bruja de Texcoco

Recuerdo desbloqueado

Federico Schmucler

La grada

Jessy Bulbo

El marcador está sobrevaluado

Alejandro Mancilla

El día en que tú naciste

Sol Pereyra

Pirata Celeste

Rulo David

Futbol gritante

Arturo J. Flores

El talismán de Esmeralda

Sara Curruchich

Chamusquita

Alonso Arreola

Quirarte, Tena, Maradona, Valdano y Beckham son tus amigos, mi niño

Mariana Terroba

El águila vestida

Jorge Martí

Adiós al Valencia F. C.

Carla Rivarola

Fracaso con “f” de felicitaciones

Manuel Noctis

Pambolero fracasado

Andrea Echeverri

Mi madrazo en el Campín

Humphrey Inzillo

Satisfacción garantizada

Ali Gua Gua

El peor equipo del mundo

Exael Salcedo

El Atlético Botarga

Yolanda Chío

No fue gol

Diego Londoño

De bombo, un corazón

Jazmín Solar

El mundo son dos

Juan Carlos Hidalgo

La soledad del centro delantero

Darío Espinosa

St. Pauli

Simona Sánchez

El 10 con el 10

Alejandro Rosso

Una odisea güera o Crónica de una bronca anunciada

Marcello Lara

No entiendo el futbol

Pedro Alejandro Vera

O fenómeno

La Terrorista del Sabor

Huracán

Enrique Blanc

3 a 1

Verania Luken

El partido como performance

Vico Díaz

Fútbol... improvisación

Daniel Gutiérrez

Baloncito de Futbol

María Barracuda

La tragedia de que no nos emocione un gol

Iván García

La remera

Homero Ontiveros

Nada Valiente

Jenny Ball

Ese pulpo

Luis Díaz

México/España

María José Báez

El futbol no es un juego

Ricardo Pipi Delgado

Nunca ganaremos el Mundial

Alejandro González

Fuera de lugar

Raúl Vera

Dar el pase

PRÓLOGO

EL ARTE DE TOCAR LA PELOTA

La música era importante. El futbol era la parte fácil

Zinedine Zidane

NO ES NECESARIO SER SIMON KUPER PARA AFIRMAR QUE el futbol es una experiencia atmosférica y seductora en la que es posible ensayar una teoría antropológica para beneficio de todos los campos del saber: nada como el futbol para demostrar que en el mundo secular aún hay lugar para evangelios, como sucede con el balompié, donde la metafísica celestial suele ser una constante peregrina, tal como lo recuerdan algunos de los nombres míticos en la historia del juego: la mano de Dios, el Ángel de las piernas torcidas o la Pata bendita, entre tantísimos otros. Tan sólo con los sobrenombres de jugadores argentinos y sus muy diversas épicas podría escribirse una enciclopedia, una auténtica saga escandainava en la que reinará por siempre y para siempre la leyenda mal contada del Trinche Carlovich.

Y como siempre que aparece el tufo divino, tras su estela llegan los acólitos recaudadores: el dinero que mueve el futbol, si bien no derrota a la industria petrolera o al mercado del narcotráfico, es un botín desmedido que ocasiona no sólo fiebres industriales cristalizadas en lo que supo ser la estúpida sonrisa de Joseph Battler —heredero del imperio corrupto y mastodóntico amasado por João Havelange—, la pobreza deportiva de la Liga mexicana —preocupada en esencia y estructura por enriquecer particulares—, el lamentable y legendario oportunismo de Pelé o la desfiguración de los principios básicos de la gesta que implicará el próximo Mundial de 2026, auspiciado por Estados Unidos, Canadá y, en menor medida, por México, puesto que la justa ya no será organizada por un país sino por tres, y no participarán 32 sino 48 selecciones, con 16 grupos de tres equipos, maximizando las ganancias por sobre la tradición, la historia y desde luego el deporte.

Conviene sin embargo tener presentes las palabras del mismo Simon Kuper: “lo que el fan busca con el fútbol es reconectar con su infancia. Te gustaría que las cosas se mantuvieran sin cambios. Entiendo que la gente esté muy molesta con los oligarcas, pero los oligarcas no son el fútbol, son solo el dinero”, o para decirlo con el imbatible Maradona: “la pelota —como la infancia— no se mancha, aunque la FIFA y sus compinches operen tal como me lo supo graficar un brasileño durante el Mundial de Brasil en 2014: la FIFA opera como la depilación de tira de cola: primero aplican cera cálida en la zona, haciéndote creer que han inveritido en tu país. Cuando termina el Mundial te dejan herido y con la retaguardia expuesta”.

Al comprometer tantos campos de la experiencia humana —historia, política, filosofía, economía y semiótica— resulta obvio que intentar aprehender la esencia del Mundial sea una tarea destinada al fracaso: el futbol es al mismo tiempo una idea y un sentimiento confrontados que resuelven sus diferencias a balonazos, aunque nunca se sublimen en una improbable síntesis dialéctica.

Empero, hay dos campos del arte con los que la pelota guarda una estrecha sintonía (mal que le pese a los machitos obcecados que miden la intensidad de la relación con el deporte diciéndole a los demás lo que deben encontrar al mirar las épicas sobre la grama).

Uno, desde luego, es el de la literatura, tal como lo entendía, lúcido como nadie, Pier Paolo Pasolini: “en la lengua del fútbol se pueden hacer también distinciones de este tipo: el fútbol adquiere subcódigos desde el momento en que deja de ser puramente instrumental y se hace expresivo... Puede haber un fútbol como lenguaje fundamentalmente prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético... Por razones de cultura e historia, el fútbol de algunos pueblos es fundamentalmente prosaico: prosa realista o prosa estetizante (este último es el caso de Italia), mientras que el fútbol de otros pueblos es fundamentalmente poético”.

El futbol, como la poesía de Francis Ponge, posee la fascinación de los objetos sensibles; todo habita en los detalles y los matices: una gambeta, el pase lateral, una falta, la chilena o el improbable gol olímpico hacen que la vida cambie de sentido en un instante y de súbito la suerte premie el esfuerzo con la victoria o destroce el alma con la derrota.

Otra vertiente es la relación que guarda con la música, por muy diversos motivos: rítmcos, espaciales y atmosféricos, pero sobre todo porque la capacidad de convocar la atención de tantas personas de manera categórica tiene mucho qué ver con posibilidad percutiva, terapéutica y barata que implica el hecho de patear una pelota.

Atento como poco a las dimensiones universales del deporte, nadie como el Negro Fontanarrosa supo escuchar la entraña de nuestra muy sabrosa y terrenal música de las esferas, tal cual se lee en su cuento “Viejo con árbol”:

Escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...

Puestos a resumir, ¿qué es sino música superior lo que vemos cuando miramos un partido hiperbólico de entrega y talento? Y ¿a qué suena, en cambio, el río de la memoria cuando recordamos la infame historia de derrotas de la Selección mexicana, que nos ha legado una poética propia lindante con las fibras más íntimas de un camaleónico “ser nacional”? Al margen de las ontologías de bolsillo propias de los cronistas de sociales, dentro mi historia personal guardo el resabio de los Mundiales del 1986, 1990, 1994, 1998, 2002 y 2006, momentos que se vieron empañados por nombres como desmemoria, cachirules, Rumania, Alemania, Estados Unidos y Argentina, bofetadas arteras que se vuelven más intolerables por una verdad evidente: todos esos partidos se pudieron haber ganado... pero se perdieron. Y sin embargo aún resuena la música perdida no sólo de la muchedumbre en los estadios, sino de los estribillos de un pasado envejecido: “México 86, México 86 ¡el mundo unido por un balón!”, “México: let’s go, México: let’s go,!”. Este libro es el espejo que nos devuelve un milagro verdadero: la magia indeleble de los partidos del Mundial, salvoconducto efectivo para volver a aquellos páramos dichosos en los que alguna vez fuimos felices (incluso si somos mexicanos).

Es durante la temporada mundialista cuando el frenesí y la ausencia de todo pensamiento racional son permitidos en esa dimensión desconocida que entrañan la cancha y los estadios —y más aún en los partidos vistos con amigos y familia frente a la potestad de la pantalla— cuando la memoria selectiva vuelve a barajar sus cartas como en el Álbum Panini, permitiendo a la experiencia vivida articular sus espejismos, sabiendo que, en teoría, es posible reescribir la historia en una clave diferente, con suerte menos amarga. Uno recuerda los Mundiales perdidos con la misma certeza con que Fernando Pessoa añoraba los días pasados de su onomástico: “En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños/ Yo era feliz y nadie estaba muerto”

La selección de este libro está integrada por textos de músicas, músicos y periodistas musicales para quienes el futbol ha tenido una impronta vital decisiva, y para quienes el futbol ha sido un enigma, porque libro no es una publicación apologética. Aquí también hay textos que reflexionan desde lo social, ensayos, ficciones e incluso ciencia ficción, como el texto de Ro Velázquez, o cómicas anécdotas, como la de Mariana H. Aquí hay toda una pléyade de espíritus canoros, una selección heterogénea donde uno de los componentes esenciales es el lugar de la memoria y la reconstrucción del presente a través de la edición del pasado, tal como lo señala Ely Guerra en sus evocaciones: “el fútbol es un juego vasto, de claroscuros, que abarca mucho más allá de la longitud que tiene la cancha como zona para sortearse”. Otros, como Alonso Arreola, comparten una visión de coleccionista, a la manera de un albúm peregrino de ídolos teñidos en sepia. Algunos más, como Federico Bonasso, rastrean la arqueología de la metáfora, sólo para señalar que la culpa de todo la tienen Menotti y Valdano, quienes empezaron con sus comparaciones sinfónicas.

Con tonos, extensiontes y registros muy diversos entre sí, la totalidad de los textos de esta antología se encuentra iluminada de manera más o menos velada por una consideración de Novalis: “podría ser que la música y la poesía fueran la misma cosa, o tal vez dos cosas que se necesitan mutuamente como la boca y el oído, pues la boca no es más que un oído que se mueve y que contesta”. La partitura son las piernas y la poesía la pelota.

Y si la pasión por el rock sigue siendo un punto de contacto irrefutable con la rebeldía adolescente, el fucho comunica directamente con la inocencia de los niños, ese lugar donde, con un poco de suerte, la realidad tiene la capacidad de hacernos felices para siempre en gestas extintas de 90 minutos.

Los textos nos recuerdan, con variada música de fondo, que los días del pasado suenan todavía, en un presente encandilado por la esperanza y el ritual, donde no importa si se gana o se pierde, sino la voluntad de seguir sonando.

El futbol es como una forma del pensamiento, y nos remite a Hans-George Gadamer y sus seductoras exploraciones sobre la naturaleza del juego.

Rafael Toriz

Mariana H

Mariana Hernández es licenciada en Ciencias de la Comunicación por el Tecnológico de Monterrey, hizo una maestría en apreciación y creación literaria en Casa Lamm y cursó un diplomado en periodismo en la London School of Journalism. Ha sido conductora de radio desde hace 25 años en estaciones, y desde hace 19 años en Grupo Imagen Multimedios, siempre con programas de música y literatura. En televisión ha participado en Canal 22, Canal 40, TVC, Cadena Tres, Excélsior TV y desde hace tres años en Imagen TV. En el 2014 obtuvo el Premio Nacional de locución. Condujo y produjo durante 3 años el programa de entrevistas Caldo de cultivo. Es autora del libro Neurosis, sustancias y literatura y de A través del vaso, con 26 conversaciones a los músicos que crearon la escena del rock mexicano. Actualmente conduce el programa de radio ¿Qué hacer?, el programa de televisión Qué chulada y el programa en línea Zona de contagio.

Twitter: @soymarianah

IG: soymarianah

BORA

CON UNA CIUDAD ROTA Y UN PAÍS ENTERO AÚN CONMOcionado por el temblor de 1985, México abrió sus puertas para celebrar el Mundial México 86. Además de las evidentes dificultades que enfrentaba el país, mediaticamente había varios retos, las oficinas centrales de rtc (en donde trabajaba mi papá en ese entonces) se habían derrumbado. También Televisa Chapultepec se había colapsado, hecho que dio pie a una cobertura histórica de Jacobo Zabludovsky que comienza en Reforma a la altura del Museo de Antropología, vía el teléfono del coche, y termina en las instalaciones de Televisa con el periodista ya con la voz quebrada diciendo: “Y ahora, señoras y señores estoy enfrente de mi casa de trabajo, en donde he pasado a lo largo de mi vida más horas que en mi propia casa, y está totalmente destruida. Sólo espero que mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis hermanos de labor estén todos bien, no es posible reconocer esta esquina en donde todos los días durante tantos años he venido...”. Se acaba la comunicación.

Pero para cuando inició en Mundial, unos meses después, estaba todo al tiro para hacer las transmisiones desde los distintos estadios en el país. Yo, de doce años, tuve el privilegio, gracias al trabajo de mi papá, de poder estar en el palco de medios de comunicación del estadio Azteca. Pude ver no sólo la mayoría de los partidos que se disputaron ahí, sino también a grandes comentaristas deportivos narrando. Jamás olvidaré el grito del genial Ángel Fernández, quien, después de que todos cantaran un gol de México, se convirtió de inmediato en el protagonista del momento: una vez que ya todos se habían sentado ante sus respectivos micrófonos, él seguía gritando el gol enseñando la dentadura, la cara roja y la vena de la frente saltada. Gol de pecho sostenido.

Ahora, debo mencionar un pequeño detalle, a mi papá no le gustaba (ni le gusta) el futbol. A mí sí, pero en ese momento yo no podía considerarme mínimamente conocedora. Entonces, me esforcé por poner atención a las jugadas, marcadores, nombres de entrenadores; empezando por Bora Milutinovic, el DT de nuestra Selección, y obviamente siguiendo a jugadores como Gary Lineker, El Buitre Butragueño, Careca y, por supuesto, Maradona. A la Selección mexicana me la sabía completita, así que fungí como apuntador de mi papá, comentándole las jugadas y sus protagonistas para que él pudiera llevar la plática con sus cuates. Cabe mencionar que no era comentarista, él dirigía a los medios, pero tenía que estar en la conversación. Mariana, ¿cómo se llama el portero? Pablo Larios, pá. ¿El de la chilena fue Quirarte? No, Negrete, y no fue chilena, fue tijera, según lo que he escuchado. ¿Javier qué? Aguirre, papá. Cuando no tenía oportunidad de estar en el palco de medios, me iba a las tribunas y le platicaba lo que se decía ahí, las porras de los aficionados, me causaba mucha gracia la que cantaban a partir del coro de la canción “Sacaremos a ese buey de la barranca” de Francisco Avitia, cambiándola y coreando “Sacaremos al abuelo de la banca”, refiriéndose al Abuelo Cruz. También vi al animador español Manolo, célebre por apoyar a México en todos los partidos con su bombo, y por sus múltiples adminículos para meter ilegalmente alcohol fuerte al estadio; mi favorito ha sido siempre el que asemeja unos binoculares en los que puedes meter chupe porque al final son un par de termos unidos en donde caben varios mililitros de tequila o ron.

Me tocó estar en el Azteca cuando La mano de Dios y El gol del siglo sin dimensionar, en ese entonces, el pedazo de historia que estaba atestiguando. Pero mi momento favorito de ese Mundial fue, sin duda, el día en que ya en cuartos de final Manuel Negrete clavó ese golazo de tijera, una belleza que combinó el trabajo de Raúl Servín y Javier Aguirre (cuyo jalón de pelo a Negrete a la hora del festejo puso la cereza al pastel). Casi llegando a los 90 minutos de ese partido disputado contra Bulgaria, en la cabina de medios todo se empezó a movilizar de una manera rápida y tensa: los técnicos cambiaban sillas, paneles, plantas y subían un green screen para improvisar un pequeño foro de televisión. “Dame chance, dame chance”, gritaban los cámaras y los iluminadores. “Permiso, va por ahí”. Le pregunté al Chato, que ya se había hecho mi cuate, qué pasaba: “Dicen que ahí viene el Bora, mija”. No mames. Bueno, no creo que yo haya pensado exactamente eso en ese momento, pero sí su equivalente en alguien de 12 años. Técnicos sudorosos iban y venían, y de pronto uno de ellos grito: “¡Dos sillas más, dos sillas más, vienen también el Negrete y el Servín! ¡Órale, en chinga!”. Yo, entre la corretiza y los empujones, me fui haciendo de lado y me quedé quieta al lado de la puerta del foro improvisado, tomando mi refresco en absoluto silencio para que nadie fuera a quitarme de donde estaba y para ver pasar a los héroes del momento.

“Ya vienen, Chato, jálale, quiero aspectos del ingreso, cabrón”, decía la voz de alguien a quien yo no alcanzaba a ver. Los ánimos se prendieron aún más. A mí se me escapaba el corazón. Tenía esa horrible sensación con la que he lidiado toda mi vida de que algo iba a salir mal, que me iban a largar de ahí, que se rajarían de ir a la entrevista, y me aferraba mi lata de Sprite a manera de amuleto de la suerte. De pronto, sobre el pasillo y en medio de mucha gente, apareció Manuel Negrete con esa sonrisa del millón que creo que a la fecha conserva aunque se haya dedicado a la política. Nadie vitoreaba, todo era más bien tensión para lograr salir al aire, pero justo cuando pasó adelante de mí, atiné a decirle un timidísimo y apenas audible: “Felicidades”, y todavía recuperando el aliento me hizo la típica caricia que le haces en la cabeza a un perro viejo pastor inglés al que no le alcanzas a ver la mirada. Instantes después apareció Bora. Yo seguía en mi esquinita sin hablar, sin poder creerlo. Bora llegó rojo como tomate, chorreando sudor, jadeando y con el pelo más desarreglado que nunca sobre la cara... un pinche dios yugoslavo. Ese debe haber sido mi despertar sexual y el inicio de mi gusto por los hombres desaliñados. Ahí sí no pude emitir palabra alguna, me quedé helada, y cuando Bora reparó en mi presencia, fue directo hacia a mí, mirándome a los ojos para, muy pronto, desviar su mirada a mi refresco, arrebatármelo y decirme: “¡Ah! Dame Scrait” [sic]. Se lo tomó como se toma una primera chela en la cruda del domingo, yo desde mi metro y cacho de estatura alcanzaba a ver el movimiento de su manzana de Adán. Un poema. Dio un último trago y me lo regresó con apenas un cuarto de refresco, y se metió a la entrevista. Ya no supe si Servín llegó o no. Me le quedé viendo a la lata. Le tomé. Sí. Baba de Bora. Baba de Bora en mí. A huevo.

El resultado de mis últimos estudios médicos no me garantizan que llegue a vivir más que Bora, quien, en el momento en que yo escribo esto, tiene 78 años, pero la lógica indica que sí. Si algún día llega la noticia de que mi príncipe (ahora serbio) murió, que se sepa que en mí, que en mi organismo, existirá siempre un micro rastro del adn del entrenador que en nuestra casa nos llevó al quinto partido y que lloró, igual o más que todos los mexicanos, el penal que Hugo Sánchez falló contra Alemania aquel México 86.

Mi papá sigue queriendo hacerle creer a sus hijas que sí le gusta el futbol, y no sólo eso, sino que intenta hacernos creer que sabe. Su último intento fue ya hace varios años cuando nos recibió en su casa, copa de vino en mano, diciendo: “Salud por ese golazo del Yuri Magallón”. Fin.

Ro Velázquez

Ro Velázquez es músico productor y compositor de Liquits, Insurpipol y VQZ. Nacido en 1978 en la Ciudad de México, cuenta con 13 discos y más de 30 años de carrera artística. Ganador del Ariel por mejor música compuesta para cine, ganador del Mayahuel y nominado a Las diosas de plata por mejor canción compuesta para cine. Actualmente se encuentra produciendo nuevo material con todos sus proyectos.

QUE #*+^ FUE EL FÚTBOL?

AÑO 5021, EL TRANSBORDADOR INTER PLANETARIO GAMA IQ se dirige de vuelta a la órbita Pegasus con nuevas hipótesis y evidencias contundentes sobre uno de los misterios más grandes del planeta P3, antes conocido como Tierra, que #*+^ fue el fútbol.

Ruinas de templos colosales que emergen como cráteres en medio de los grandes desiertos aún conservan numerosas pistas de lo que fue esta ley ancestral, una vieja civilización de la que poco se conoce. Al parecer politeísta adoradora al menos de 10 grandes dioses terrenales: Beckenbauer, Zidane, Cruyff, Cristiano, Di Stefano, Pele, Maradona, Sánchez, Messi y Ronaldo. Sus nombres pudieron descifrarse en documentos gráficos y digitales, apenas algunos de los que fueron venerados en santuarios donde más de 120,000 almas se juntaban en silencio a contemplar sus milagros. Se sabe también que estos milagros los realizaban con algún artefacto de forma circular que emulaba la estrella más cercana (hoy en día ya extinta) y realizaban proezas, malabares, magia, utilizando únicamente sus dos piernas y en veces la cabeza. Se cree que era una representación entre el bien y el mal, un concepto básico ancestral sobre el equilibrio de su especie. A veces un dios representaba el bien predicando en su templo mientras el o los otros, siendo visitantes, representaban el mal. Este acto no lo hacían solos, existían unos semi dioses que acompañaban sus proezas, y sacerdotes que dirigían la forma en la que estos actos se realizaban. También se sabe que a esta religión, que regía el planeta entero, se le conocía como Fútbol. Pueden encontrarse vestigios de templos de dimensiones variadas por todo el planeta, templos colosales, templos de mediana embestidura y hasta diminutos, templos portátiles no más grandes que la palma de un pigmeo. Se lograron rescatar algunos audios en donde hay más de 500 rezos, cantos a mil voces, rítmicos y melódicos, siendo el más común entre ellos un Gooooool!. Acompañados con instrumentos percutivos y de viento, animaban y apoyaban a sus dioses predilectos.

Cada tanto realizaban la máxima contienda, una feroz batalla entre todos los dioses del planeta, divididos en 32 equipos o regiones se jugaban la vida por obtener un cáliz dorado que permitiría regir durante un tiempo a todos los demás. Sabemos que al último de estos le llamaron Qatar, y los dioses acreedores de este cáliz llevaban por nombre Mejico. Ahí es donde se piensa que colapsó el planeta P3. No se sabe mucho más de él, existen muchas teorías al respecto, pero la más aceptada es que ellos mismos tenían la creencia de que el día en que los dioses Mejico levantaran ese cáliz, el planeta no tendría mas razón de existir. Probablemente desalojaron la roca y empezaron a habitar otras estrellas, quizás nosotros somos descendientes de esa antigua civilización regida por sus últimos dioses Mejico.

Jorge Negro Hipólito

Jorge Negro Hipólito es uno de los personajes más reconocidos detrás del rock y el indie mexicano, gracias a su trabajo en medios y disqueras como Noiselab, EMI Music y Terrícolas Imbéciles, entre otras. Actualmente es parte de Colectivo Radar.

NO NOS PONGAMOS SENTIMENTALES

Love, Peace and HarmonyVery nice Very niceBut maybe in the next world

The Smiths “Death of a disco dancer”

MI NOMBRE ES GRZEGORZ KOZŁOWSKI ESTOY A PUNTO DE cumplir 53 años y esta es mi historia relacionada con el Mundial de fútbol de Argentina 78.

En realidad, no me puedo quejar, mi vida hasta los 8 años transcurría normalmente, gozaba de una infancia normal y feliz y aunque no conocí a mi padre —murió en 1972, cuando yo apenas estaba por cumplir 3 años—, mi madre, mis hermanas y mis hermanos habían conseguido que yo no me hubiera detenido mucho en extrañar la figura paterna, pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

Es abril de 1978, y Polonia está jugando un muy buen Mundial de fútbol en Argentina. En la primera ronda nuestra Selección nacional ha empatado en su debut frente a Alemania, le ha pasado por encima a las selecciones de Túnez y México, y se va encaminando a tener una gran actuación.

Igual de sobresaliente que en el Mundial anterior en 1974, en Alemania, donde alcanzamos un tercer lugar de la mano de mi ídolo de la niñez Grzegorz Lato. Siempre me he preguntado si mi padre escogió este nombre para mí en honor a este crack de la delantera o en homenaje a su hermano menor muerto algunos años después que él. Grzegorz es un nombre muy común en Polonia y no estoy seguro de ni una cosa ni de otra, pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

A la par de la celebración del Mundial de fútbol en Argentina, las cosas en Polonia y en mi casa van de sorpresa en sorpresa, y es que para el regocijo de mi familia, y en especial de mi madre, el cardenal polaco Karol Józef Wojtyla ha sido elegido como el nuevo papa de la iglesia católica, algo que en toda la comunidad católica de Polonia —que es muy grande— se ve como un signo de esperanza ante los tiempos complicados que vive el país.

El descontento de la población ante el manejo gubernamental de la economía cada vez es mayor y los sindicatos en todo el país se empiezan a organizar para formar un partido político liderado por Lech Walesa, un hombre que no muchos años después cambiaría la historia de Polonia y de gran parte de Europa oriental; pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

En la segunda ronda nos ha tocado enfrentarnos al equipo anfitrión, además de Perú y Brasil. Argentina, de la mano de Mario Kempes —una de sus estrellas— nos ha metido 2 goles; a Perú le hemos ganado 1-0, con un increíble gol de Andrzej Szarmach a pasé de Grzegorz Lato, y con Brasil hemos perdido 3-1. El brasileño Carlos Roberto de Oliveira, mejor conocido como Roberto Dinamita, mi jugador favorito no polaco del Mundial, nos metió dos goles, mientras que Polonia anotó un solitario gol de Lato, con el que nos despedimos del Mundial: tres juegos ganados, dos juegos perdidos y un empatado; pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

Con Polonia fuera de la copa del mundo, la felicidad y la tranquilidad de mi vida de niño se ven alteradas por un acontecimiento que cambiará mi vida para siempre, mi hermano con apenas 20 años ha muerto en un accidente de carretera al regresar de un paseo de fin de semana con sus amigos.

La verdad es que lo único que recuerdo de ese momento es haberme sumergido en el desarrollo del Mundial para —años más tarde lo entendería— no enfrentar el dolor de algo tan doloroso para mí y para mi familia; era la primera vez que de manera consciente me tendría que encontrar cara a cara con la muerte.

De mi hermano tengo pocos recuerdos, los más vívidos son relacionados con la música, ya que él era un melómano de tiempo completo. Aficionado a la música Disco que tan en boga estaba en esos tiempos. Y aunque en nuestro país de ideología y gobierno comunista no era tan fácil acceder a lo viniera de Occidente, mi hermano se encargaba, con lo que tenía a su alcance, y casi siempre recurriendo al contrabando, de vestir a la moda y poseer las grabaciones de los éxitos del momento.

Siempre he pensado que el gusto por la música me viene de familia; con el paso de los años yo también me convertí en un melómano de tiempo completo, soy un baterista de rock frustrado con una muy buena colección de vinilos de los ochenta y, un poco a escondidas de mi esposa, los fines de semana bajo al sótano de la casa a “tocar” un poco la batería que me compré a principios de los noventa con mi sueldo de mensajero en una oficina de gobierno, cuando soñaba con ser tan buen baterista como Stewart Copeland de la banda The Police, el que para mí es el mejor baterista de su época; pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

Para cuando empieza la ronda de octavos de final, mi interés en el Mundial por obvias razones ha empezado a decaer. Sin Polonia en la competencia, lo único que me queda es seguir los partidos de Brasil, que días después de la eliminación de Polonia, corre con la misma suerte a manos de Argentina, que sigue imparable siendo además del país anfitrión, la Selección más poderosa y finalmente la campeona de este Mundial donde nuestra Selección nacional nos hizo emocionarnos, reír y llorar a todos los aficionados y a los no tan aficionados al fútbol de mi país; pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

Mientras escribo estas memorias del Mundial del 78, a petición de mi editor en el Sport Dziennik —el periódico deportivo donde trabajó como columnista y reportero de deportes y música—, me doy cuenta de que el Mundial de Catar 2022 está a la vuelta de la esquina y una vez más nos enfrentaremos a Argentina y a México en la primera ronda. Este Mundial me hace mucha ilusión por muchas razones, creo que el mundo necesita algo de diversión; además, mi hijo Lukasz acaba de cumplir 8 años, comparte mi pasión por el fútbol y es un apasionado fan de Robert Lewandowski, el jugador polaco del Bayern Munich (ahora en el Barcelona) y el más importante de la Selección polaca; siendo sinceros ni mi hijo ni yo queremos que juegue ni en el Barcelona ni en España, no es una liga de nuestro agrado y pensamos que sería una mala decisión de su parte aceptar la millonaria oferta que le hacen los catalanes, además, por ahora tiene que concentrarse en ser el líder que lleve por buen camino a nuestra Selección para que nos den un poco de alegría en estos complicados tiempos; pero bueno, no nos pongamos sentimentales.

Hoy los bombardeos que acompañan la injustificada invasión rusa a Ucrania caen cerca del lugar que he escogido para vivir: Przemyśl, todos los días por las mañanas muy temprano, al salir a pasear a mi perro Dinamita —a quién he bautizado con ese nombre en honor a mi héroe jugador de la Selección de Brasil del 78— escuchamos a lo lejos algo que seguramente son los ataques del ejército ruso en su intento de ocupar Leópolis en Ucrania. Dinamita se asusta, ladra y se pone nervioso al escuchar a lo lejos el ruido de lo que suponemos son bombas. Lo acaricio, lo tranquilizo dándole sus premios favoritos, aventando la pelota para que corra detrás de ella y calme su ansiedad.

Mientras me siento en una banca de nuestro parque favorito intento no pensar en la guerra, pero mis pensamientos no pueden más que estar con toda esa gente a las que los caprichos de un dictador de nueva generación han decidido arrancarle de un día a otro sus sueños, su futuro y la vida; pero bueno, no pongamos sentimentales.

Ely Guerra

Ely Guerra es una de las artistas mexicanas más prolíficas, es una cantautora y productora musical. Fue ganadora del Grammy Latino en 2010 por su álbum Hombre Invisible. En 2004 lanza a la venta Sweet & Sour, Hot y Spicy, hasta el momento ha sido su disco más vendido y con el cual estuvo nominada a un Grammy por Mejor Álbum de Música Alternativa. Ha colaborado con innumerables artistas, tiene 6 álbumes de estudio y 3 en vivo.

NO BAJO ESTE ORDEN

HOY, ALBERTO —MI PAPÁ— CUMPLE AÑOS. ES 8 DE mayo del 2022 y él se encuentra en Guadalajara mientras yo estoy en CDMX; me gustaría haber logrado visitarle en la tierra tapatía para disfrutar de ese encuentro familiar donde Alberto, estoy segura, será el grandioso motivo familiar de una deliciosa comilona exhibida en una mesa con intenciones más allá de la belleza, la abundancia, la seducción al paladar y la unión familiar; será una de esas sobremesas con matices de recuerdos pasados, momentos presentes y, sin duda, reflexiones acerca del futuro.

Y, ¿qué es el tiempo sino un espacio infinito alimentado por lo conocido y desconocido? Si hoy celebramos la salud franca y el amor que le rodea a mi papá desde una certeza que se mira y se toca, también celebramos su tiempo pasado cimentado y construido en bloques que se engranaron para darle forma y sentido a su propósito de vida; un espacio donde las palabras fracaso y victoria siempre tuvieron un peso importante validando un futuro; un futuro que ya pasó y un futuro aún no existente, ¿se entiende? Porque donde hubo enfoque, hoy hay certeza, y entre el aroma agradable de las victorias y el dolor estrujante de los fracasos.

Alberto siempre ha saboreado el gusto exquisito de Gloria, sí, con mayúscula, porque es nombre propio —aunque nunca de su propiedad— porque siendo cierto y sabido que Gloria es su compañera, es poco advertida la forma en que ella ha navegado esas aguas profundas de la vida, brazada a brazada, junto a Alberto y, siendo una mujer libre (tan libre que no me entra duda de cómo ella ha sido inspiración y fuerza para mi padre), ha sabido permanecer imperturbable y decidida, incluso, hasta el fondo de esas aguas, como el áncora fuerte que es.

Si yo tuviera que escribir un cuento sobre algunos aspectos de la información genética futbolera que me toca, no sabría qué tipo, clasificación o subgénero elegir para escribirlo, ¿fábula, mito o leyenda? Por supuesto que sería posible. También podría ser un cuento de hadas o un cuento de terror, ¡con base histórica, obviamente! Podría ser de ciencia ficción, cómico, fantástico, de aventuras y hasta infantil, pero cierto es que nunca podría ser un microrrelato; el fútbol es un juego vasto, de claroscuros, que abarca mucho más allá de la longitud que tiene la cancha como zona para sortearse.

Supongo que sería un cuento vs crónica de la vida personal y profesional de un atleta con una historia de formas no tan redondas como las del esférico que se patea en la cancha, porque fuera de esa cancha se concentran muchos más esfuerzos que el de ir a un hotel para guardarse, en las vísperas a un partido.

Yo recuerdo el movimiento de las concentraciones de cuando mi papá dirigía a las Chivas; lo recuerdo por varios motivos, dos de ellos por mi tendencia al espionaje: la convicción, independencia y destreza de mamá frente a las circunstancias, y las visitas al hotel para compartir algún almuerzo con papá. Debo mencionar que mucho envidio la gallardía de Gloria durante todo el tiempo que Alberto estuvo activo, cien por ciento dedicado al fútbol profesional en México, ¡cómo me gustaría estar con esta edad en ese tiempo!

Yo siempre he sido una observadora natural de los acontecimientos que me rodean, analizo todo porque además soy capaz de individualizar y registrar emociones que experimento, puedo descomponer —mentalmente— impresiones muy específicas cuando las siento. Y viviendo aquello que era rutina familiar, sentía cosas importantes, esas que me han marcado; pero al final era chica, por eso me gustaría convivir nuevamente, a esta edad, con esos espacios y rutinas familiares, porque sería aún más observadora, sería más irreverente y escucharía atenta las conversaciones de Gloria y Alberto, pondría mayor atención en las posibles indicaciones de Alberto para con su equipo (él era el centro de toda actividad del equipo, aún en esos desayunos que suponían una pausa al ajetreo futbolero); sería más curiosa por comprender las emociones que atravesaba mamá, guardaría menos silencios, haría más preguntas. Tal cual, podría analizar mis emociones, sí, pero también podría haber ido más adentro para potenciar aprendizajes y para expresarme agradecida por la vida peculiar que bajo toda cobertura me daban mis papás.

Siempre he visto la vida desde una perspectiva intransferible e individual, también la he comprendido desde la disposición para agregarme a un equipo; en la banca de los equipos que dirigió Alberto siempre estuvieron sentados los jugadores de reserva y el personal técnico y médico del grupo, pero recuerdo a otro elemento fiel a la causa, nunca en reposo, siempre de pie: Gloria. Desde casa o desde las gradas, Gloria siempre estuvo de pie siendo red de contención para Alberto; creo que papá tuvo en ella ese segundo dugout donde se congregó a un equipo femenil nuclear, su esposa y sus tres hijas.

¿Pobre Alberto? ¿Ningún hijo varón? Pero ¡qué tonterías tuvimos que escuchar una y otra vez las cuatro mujeres de su vida! Los planes de Dios son siempre perfectos: Gloria, Yoyis, Fernanda y yo. Fuimos, somos y seremos el mejor equipo nuclear que Alberto pudo tener; fuimos punto ciego para la gente afuera, pero desafío y fuerza para Alberto en su inusual e inédito recorrido por las sendas del fútbol nacional: ¿cómo iba a ser Alberto, el Alberto Guerra vestido de traje en el campo, el Alberto Guerra de carácter fuerte, el Alberto Guerra definido, el Alberto Guerra íntegro, visionario, estratega, ganador, eficiente, temperamental, sin la confrontación de su equipo de mujeres igualmente apasionadas?

Si me preguntas por aquellos tiempos y me sitúo en ellos —y si soy honesta con los recuerdos regresando a mi registro de emociones vividas de duda, de victorias, de partidos perdidos, de estadios llenos, de ausencias, de celebraciones, de incertidumbres— seguramente te diría que nada de eso fue perfecto, como no lo era nuestro equipo femenil, pero tampoco lo era el fútbol mismo, pues no lo eran ni sus directivos, ni sus clubes, ni sus jugadores, ni sus seguidores, ni sus comentaristas; hoy no tengo acceso privilegiado para ser observadora de las conductas del mundo del fútbol profesional de mi país, desde hace unos años atrás que soy solo una espectadora más de lo que acontece en los escaparates de este deporte, pero hoy sí veo, muy de cerca, con lupa, una grande de sus imperfecciones: envían a los grandes maestros y experimentados colegas del fútbol mexicano a sentarse en una banca muy alejada de la cancha, una más allá del segundo dugout familiar, más allá de los estadios; una donde no se escucha su voz, donde no hay intercambio con su experiencia. Tal parece que el fútbol es como yo, no aprecia a tiempo la enseñanza peculiar de aquellos que supieron edificar la cancha con sus cimientos, tampoco sabe cómo expresarles su gratitud. Es cierto, entonces, nunca ganaremos el Mundial, no bajo este orden.

Pero de lo que sí estoy segura es de que Gloria va vestida con clase a esa comilona de festejo cumpleañero, va desprendiendo aromas de victoria para enseñarnos cómo se debe celebrar la vida de un atleta en forma —desde la mente hasta el espíritu— en su cumpleaños número 78. ¡Celebración y vida para el siempre único, Alberto Guerra!

El Sr. González

Rafael González Villegas a. k. a. El Señor González es uno de los músicos más notables del panorama del rock mexicano, gracias a su trabajo como solista o su labor con Julieta Venegas en La Milagrosa y claro, como integrante de los míticos Botellita de Jerez. Ha escrito libros como 60 años de rock mexicano vol. 1, 2 y 3 y actualmente toca con Combo Movox.

LA MIRADA DEL ÁRBITRO

Para Armando Vega-Gil

¿CÓMO SOLÍAN SER LAS PROMOCIONES AL FINAL DE LOS ochentas? Si algo caracterizó a los promotores que trabajaron con los grupos de rock mexicano en esa época, fue que no tenían ni idea de cómo manejar ese producto tan inusual para ellos.

Corría el año de 1989 cuando la Botellita, de la que fui parte, sacó el disco Niña de Mis Ojos, el primero con una nueva alineación conformada por Armando Vega-Gil, Francisco Barrios El Mastuerzo, Benjamín Alarcón, Santiago Ojeda y un yo, Sr. González. En cierto momento, a un ex representante de la banda se le ocurrió la gran idea de ofrecernos para “tocar” en el medio tiempo del clásico del futbol mexicano, América contra las Chivas de Guadalajara en el estadio Azteca. Sonaba bien. 100,000 personas escuchando nuestros nuevos temas sería una gran oportunidad que no podíamos despreciar, decían. Eso sí, como era promoción, no habría paga. Y como éramos bien facilotes, pues aceptamos.

Pero la realidad fue mostrando su verdadera cara conforme se acercaba la fecha del partido, 14 de enero de 1990. Los que coordinaron nuestra participación (el promotor de PolyGram y empleados de baja monta en Televisa) nos hicieron ver lo absurdo que era nuestro deseo de tocar en vivo en aquel medio tiempo. En el país de la simulación, querían que saliéramos con la menor cantidad de equipo y hacer el playback de dos canciones, nada más. Es lo más práctico, comentaron. No habría ayudantes. Siendo una banda de rock y no un grupo coral pop, tuvimos que ideárnoslas para lograr la simulación de estar tocando, así que Benjamín llevaría un teclado ligero con una base sencilla, Santiago y Armando llevarían sus respectivos guitarra y bajo, el El Mastuerzo una tarola, un platillo, y yo una conga. La idea no nos gustó, pero aun así quisimos vivir la experiencia de “tocar” en el estadio Azteca.

El día del partido pasaron por nosotros en una camioneta que nos trasladó al Coloso de Santa Úrsula. Ya en el estadio, nos llevaron a un gran palco perteneciente a la televisora con una vista dirigida al centro de la cancha. Con el estadio a reventar, observamos parte del primer tiempo del partido en el cual el Guadalajara dominó anotando dos goles. Los nervios se fueron intensificando conforme se acercaban los primeros 45 minutos de juego, ya que nos tocaría salir ante los elocuentes hinchas de ambos equipos.

Había algunos cabos sueltos que nunca se plantearon. ¿Cómo nos comunicaríamos con el técnico que pondría las pistas? ¿En qué lugar desconocido para nosotros se encontraba dicho ente? Teníamos la sensación de que nos echarían a un circo romano para que nos comieran los leones. Es decir, solo supimos que nos facilitarían un micrófono inalámbrico para poder comunicarnos con el respetable.