GuíaBurros: Cristianismo primitivo - Sebastián Vázquez - E-Book

GuíaBurros: Cristianismo primitivo E-Book

Sebastián Vázquez

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Beschreibung

El cristianismo es la religión que significó el inicio de una época y fundó las bases de nuestra cultura de Occidente. Sin embargo, a veces resulta de interés recordar elementos clave respecto a la doctrina que ha conformado nuestro contexto cultural durante siglos. Este libro trata de cómo se formó su ideario y cuáles fueron los principales ideólogos de los dogmas cristianos, qué tomó de otras religiones y qué fue original y propio, de cómo se decidió el canon de escrituras sagradas y qué textos se dejaron al margen o qué características distinguían a aquellos primeros cristianos. La obra incluye el Evangelio de María Magdalena un apócrifo gnóstico que muestra la existencia de "otro cristianismo" al margen de la doctrina triunfante.

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GUÍABURROS: CRISTIANISMO PRIMITIVO

La confección de los textos cristianos. Los constructores del cristianismo. Las doctrinas propias y las de otros credos

Incluye el Evangelio de María Magdalena

Sebastián Vázquez

www.cristianismo-primitivo.guiaburros.es

© Editatum

© Sebastián Vázquez

Queda prohibida, salvo excepción en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual.

Primera edición: noviembre de 2022

Sobre el autor

Sebastián Vázquez ha estado vinculado al mundo del libro durante más de treinta años. Fue editor durante veinte años y director de Arca de Sabiduría, colección especializada en textos clásicos de las religiones y filosofías de Oriente. Ha colaborado en distintos medios de comunicación y actualmente imparte cursos y seminarios sobre el pensamiento heterodoxo y religiones, especialmente la egipcia.

Es autor de El Tarot y los dioses egipcios; Enseñanzas de la Tradición Original; GuíaBurros: La salud emocional en tu empresa; GuíaBurros: Cómo perjudicarse a uno mismo; GuíaBurros: Budismo; GuíaBurros: Cuentos de Oriente para Occidente; GuíaBurros: La sabiduría de las grandes religiones; GuíaBurros: Espiritualidad y autoayuda; GuíaBurros: El Camino de Santiago y el juego de la Oca; GuíaBurros: La impostura de la nueva era; GuíaBurros: Hinduismo; GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto I y GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto II.

Es coautor junto a Ramiro Calle de Los 120 mejores cuentos de la tradición espiritual de Oriente y Los mejores cuentos de las tradiciones de Oriente y, junto a Esther de Aragón de Rutas Sagradas y GuíaBurros: Rutas por lugares míticos y sagrados de España.

Desde hace algunos años organiza viajes por España y otros países como parte integrante de los cursos que imparte, especialmente a Egipto para profundizar en su religión y enseñanzas desde la perspectiva de la tradición espiritual y del pensamiento esotérico.

Su blog es: Tradicionoriginal.com

Agradecimientos

A los Amigos que honran este nombre.

Introducción

“La única manera de conocer a Dios es unirse a Él ”.

Máximo “el Confesor”

Mi propósito a la hora de escribir estos dos libros sobre cristianismo1 es el de divulgar aquellos aspectos más importantes de su historia antigua, especialmente en lo referido a la construcción de su doctrina, y por otro, mostrar que el cristianismo tiene tal profundidad espiritual que para valorarlo adecuadamente no se pueden obviar las otras formas de pensamiento cristiano que terminaron en su exclusión como herejías, así como tampoco la enseñanza que contienen la gran cantidad de textos que nos han llegado, y que han recibido la denominación de “apócrifos”.

Tanto los campeones de la ortodoxia como Ireneo, Orígenes o Agustín de Hipona, como los vencidos heterodoxos gnósticos como Valentín o Basílides, o despreciados herejes como Arrio o Marción, lo cierto es que todos ellos nos ofrecen una perspectiva diferente respecto a lo que representó el cristianismo como explosión espiritual y como revolución respecto a un pasado, desprendiéndose de la lectura de sus obras y de la crónica de sus biografías una intencionalidad que, por decirlo de algún modo, era la de una búsqueda sincera de la verdad.

Todo ese pasado puede valorarse desde la perspectiva de adoptar un posicionamiento ante un conflicto doctrinal en el que unos ganan y otros pierden, o contemplarlo como una suma de diferentes miradas e ideas que, sin embargo, enriquecen y amplían espacios de comprensión ante el fenómeno cristiano. Esta segunda opción es la que proponen estos libros, si bien de modo esquemático, pues hoy cualquier lector interesado en unos u otros aspectos históricos o doctrinales podrá profundizar en ellos dada la enorme cantidad de información que hay al respecto.

Para mostrar esa otra cara del cristianismo, este volumen incluye el famoso Evangelio de María Magdalena, y en el siguiente, el lector encontrará el Evangelio de Tomás, textos ambos imprescindibles para entender la perspectiva del gnosticismo. Los Evangelios gnósticos muestran en general un cristianismo muy diferente, pero a la vez muy rico, del que nos llegó elaborado por la ortodoxia que resultó después triunfante, es decir, el que venció a las distintas herejías y que después logró la supremacía de la sede de Roma sobre el resto de patriarcados cristianos.

El cristianismo es una religión en la que los misterios alcanzan un gran protagonismo: misterio de la encarnación, misterio de la virginidad de María, misterio de la resurrección, misterio de la Santísima Trinidad, misterio de la transubstanciación presente en la eucaristía… Fue por tanto perfectamente comprensible que aparecieran y se enfrentaran muchas y variadas opiniones, y se elaborasen distintas conclusiones que derivaron en diferentes doctrinas. Unas resultaron triunfantes y otras fueron derrotadas.

Todo ello hizo necesario el dogma, el fijar un “credo”, el poner coto a mil y una opiniones respecto a, por ejemplo, la naturaleza de Jesús: ¿divina?, ¿humana?, ¿divina y humana a la vez?, ¿está el hijo a la par que Dios?, ¿es primero Dios y su hijo después?... Las preguntas podían llegar a ser casi interminables, y unas u otras respuestas abrían o cerraban caminos a otras muchas, que a su vez llevarían a más de modo inacabable.

Y así nació la doctrina cristiana, de modo necesario, al igual que en cualquier otra religión que necesita acotar y definir su sistema de creencias. Sin embargo, por otro lado y más allá de ese proceso de construcción de ideas y textos, los primeros cristianos parecen vivir una experiencia sencilla que les permitía un acercamiento a Dios: la Gracia presente en la eucaristía, la oración como “herramienta espiritual” y el entorno de una vida virtuosa.

Cristianos de diferentes épocas hablan y escriben de la “experiencia” espiritual independiente de dogmas y de elaboradas construcciones doctrinales. Pero al igual que la experiencia mística aparece en el entorno de la Iglesia vencedora, también se da cita en numerosos movimientos heréticos. ¿Significa que el dogma y las creencias no son necesarios o tienen menos importancia que la experiencia religiosa? ¿Es posible tener un acercamiento real a Dios con un sistema de creencias falso? ¿Han de caminar de la mano unas creencias “verdaderas” y la experiencia espiritual para que se produzca el encuentro con Dios? También las respuestas a estas preguntas fueron causa de debate y enfrentamientos. Sin embargo, como en tantas otras ocasiones, con el paso del tiempo los defensores del dogma y la creencia, la letra, terminaron imponiéndose -al menos en términos de poder temporal -sobre los que “vivían a Dios”, el espíritu.

Sea como fuere, lo cierto es que un anónimo galileo nacido en un lugar y época convulsas, logró a partir de su propia vida y enseñanzas cambiar el mundo antiguo tanto en términos sociales como espirituales, con un efecto cuya influencia ha llegado hasta hoy. Solo esto hace que merezca la pena volver a acercarse a la historia del cristianismo en su expresión más amplia y enriquecedora, intentando hacerlo con los menores prejuicios posibles.

El origen del cristianismo: contexto histórico y doctrinal

El cristianismo nace y se extiende rodeado de los contextos históricos y culturales del lugar y la época que le son propios. En este caso en la Palestina de inicios del siglo I, un lugar bajo dominio de Roma que practicaba mayoritariamente la religión judía.

El cristianismo se forjó tomando de credos anteriores a él, así como de otros presentes en el momento en que se desarrolla, ciertos elementos doctrinales que unas veces hace propios sin apenas ninguna modificación, y otras adapta al nuevo credo. Sin embargo, el cristianismo muestra también aportaciones nuevas absolutamente revolucionarias y rompedoras respecto al pasado.

Pero vamos a ir hacia atrás en el tiempo, comenzando por hacer un breve repaso de los acontecimientos históricos que forjaron el marco cultural y religioso en el que nació Jesús de Nazaret.

Desde Salomón a los Macabeos

Fue sobre el año 930 a. de C., a la muerte de Salomón, cuando nueve tribus del norte del Reino de Israel no reconocieron como rey a su hijo Roboam y crearon su propio reino. En el sur se quedaron la tribu de Benjamín y la de Judá, con capital en Jerusalén. Los miembros de la tribu de Leví, que no tenían tierras, se repartieron entre ambos reinos. El norte es llamado Israel y el sur Judea. La tribu de Judá era la más numerosa y fuerte.

En el 720 a. de C. los asirios conquistan el norte y sus habitantes son desterrados, dando origen a las famosas “tribus perdidas”. La tribu de Benjamín prácticamente se extingue y solo queda en el sur la tribu de Judá, los judíos.

En el 586 a. de C. Nabucodonosor conquista Judea, arrasa el templo construido por Salomón y los judíos son llevados al exilio de Babilonia. Quedan algunos en la zona de Samaria. El idioma hebreo prácticamente se pierde y es sustituido por el arameo. Se supone que los babilonios roban entonces el Arca de la Alianza. Sin embargo, ya antes se menciona en la Biblia que el faraón Sisac (Sheshonq I, que reinó sobre el 940 y 920 a. de C.) saquea el templo de Salomón y se lleva los tesoros 2. En este exilio los judíos incorporan a su credo muchos elementos de la religión zoroástrica.

En el 538 a. de C. el rey Ciro deja a los judíos regresar a su tierra, pero muchos no lo hacen y otros emigran a distintos lugares. En el 515 a. de C. el templo es reconstruido, más pequeño y con menos lujo. En el 458 a. de C. regresa otro grupo de Babilonia, liderados por Ben Ezra, y en el 444 a. de C. se decide que la Torá3, compilada en Babilonia y tomada según los estudiosos de cuatro fuentes distintas, sea declarada como la revelación divina a Moisés escrita palabra por palabra. Solo están en contra los samaritanos, que no habían marchado al exilio.

En el 332 a. de C. Alejandro Magno conquista Palestina y comienza la helenización.

En el 301 a. de C. Ptolomeo I anexiona Palestina a Egipto, pero en el 200 a. de C. pasa a los seléucidas del general Seleuco. En este tiempo los judíos tienen gran autonomía, disponen de sumo sacerdote y sacrifican en el templo. La influencia del griego hace que, en el 135 a. de C., el hebreo prácticamente se pierda de nuevo como lengua hablada, quedando restringida para el culto. Palestina con Galilea, al norte, al igual que Judea al sur, se heleniza. Poco después, Antioco IV Seléucida, que gobernó del 175 al 164 a. de C., prohíbe a los judíos el culto de su religión. Ante esta situación se rebelan unos hermanos galileos, los famosos Macabeos, que triunfan e inician un reinado. En el 142 a. de C. los judíos son nuevamente independientes y los Macabeos suben al trono, algo que no es bien visto por los más fundamentalistas, que esperan la llegada de un Mesías perteneciente al linaje davídico, que ejerza su poder en el plano político, militar y espiritual.

La llegada de Roma

En el año 76 a. de C. hay conflictos sucesorios al trono judío y en el 67 a. de C. llega, supuestamente para mediar, el general Pompeyo, que ocupa Palestina y la pone bajo dominio romano dependiente de la jurisdicción de Siria. A cambio de grandes impuestos a Roma, los judíos loran seguir con su culto. Los romanos ponen en el trono a Herodes, un aliado que gobierna desde el 37 a. de C. hasta el 4 d. de C. En doce años y en un acto de inteligencia política, Herodes reconstruye el templo de Jerusalén, devolviéndolo su lujo y esplendor. A la vez logra que Jerusalén sea un activo centro comercial y económico en torno al templo. La capital de la provincia era Cesarea y allí residía Herodes.

Posiblemente el año que nace Jesús coincide con el censo de Quirino en el año 64, hecho que provoca la rebelión de Judas de Gamala, también galileo como Jesús, y que concluye con la crucifixión de 3000 galileos rebeldes.

Lucas menciona que Jesús nace con Augusto como emperador de Roma y reinando Herodes en Palestina, y existe la posibilidad de que la matanza de inocentes narrada en los Evangelios se refiera a la efectuada por Herodes Antipas. Este, hijo de Herodes el Grande, es nombrado a la muerte de su padre rey de Galilea, a la vez que Pilato es nombrado por Roma gobernador de Judea, pues Arquelao, el otro hijo de Herodes, es un inútil incapaz de gobernar. Se sabe que Jesús no nació en Belén; se da posteriormente forma a esta idea para que su llegada al mundo coincida con lo profetizado respecto al lugar de nacimiento del Mesías. Él es de Nazaret, en Galilea, y posiblemente vivió en Cafarnaún. Es probable que la vida pública de Jesús discurriera entre los años 26 y 36. Es una época en la que se escuchan tambores de guerra, pues entre una mayoría de judíos hay una enorme resistencia al dominio romano tanto por razones políticas como por el convencimiento entre muchos sectores de la inminente llegada del Mesías anunciado. Pocos después de la muerte de Jesús se desata una rebelión judía, que en el año 70 es aplastada por el general romano Tito y que lleva aparejada la destrucción total del templo. En el 73 también es reducido el último foco de resistencia en Masada. Una nueva rebelión —la última contra Roma—, la de Simón bar Kojba, que también fracasa, se produjo entre el 132 y el 135 y provoca el exilio total de los judíos y la destrucción de Jerusalén. Desaparece definitivamente la lengua hebrea, que ya es solo es manejada por algunos fariseos. El arameo, el idioma que Jesús hablaba, es una lengua que también, poco a poco, queda relegada por el griego, la lengua franca en la que se redactarán los primeros textos cristianos.

A la muerte de Jesús: el nacimiento del cristianismo

Los inicios del cristianismo como religión tienen dos hitos como consecuencia de la muerte y resurrección de Jesús. Uno es de índole espiritual, el episodio de Pentecostés, y otro consecuente, que son los primeros viajes de evangelización de los discípulos después la destrucción del templo, época que coincide con la aparición de los primeros textos cristianos escritos en griego.

Por ello se puede afirmar que el cristianismo nace a la par de la muerte de Jesús. Su condena fue por el delito de sedición contra Roma. Los judíos solo podían aplicar la muerte por lapidación5 por causas religiosas, pero el Sanedrín maniobró para que fuese castigado según la ley romana. ¿Cuál fue el motivo por el que prefirieron no condenarlo a lapidación, algo que hubiesen podido hacer acusándolo formalmente de blasfemo? Posiblemente fuera porque el Sanedrín considerase a Jesús y a su grupo de seguidores un verdadero peligro, y buscasen la mayor contundencia de la ley romana frente a ellos con el fin de que desaparecieran. Jesús es ejecutado mediante la terrible crucifixión6.

No es difícil entender el enorme rechazo que el cristianismo provocó entre la gran mayoría de judíos, y sobre todo entre los miembros del Sanedrín. Muchas eran las causas para repudiar a los cristianos: siguen a un hombre que se declara hijo de Dios, no respetan la ley mosaica ni en cuanto a alimentación ni al shabat, declaran la nulidad de los sacrificios en el templo, y especialmente no creen en la alianza exclusiva entre Yahvé y el pueblo judío, pues esa alianza ahora se extiende a todo el género humano.

A esto se añade la muerte pública, dolorosa e infamante de Jesús, algo absolutamente impensable en cuanto que pudiera ocurrirle a un verdadero Mesías; la pasión y muerte de Jesús solo podía haberle acaecido a alguien ignorado por Dios.

Sin embargo, el impulso de fe de los apóstoles, el desvincularse cada vez más del judaísmo y la prédica, especialmente de san Pablo, entre los gentiles y los judíos de cultura helenística, provoca que el cristianismo vaya prendiendo no solo entre judíos, sino entre los ciudadanos romanos de toda clase y condición. Los primeros grandes focos de expansión fueron las grandes comunidades judías del exilio de Alejandría y Antioquía, donde aparecieron los primeros grupos de judeocristianos.

Antioquía fue la tercera ciudad del Imperio romano después de Roma y Alejandría, y es aquí donde según la tradición predica Pablo el primer sermón cristiano; también en esta ciudad aparece por primera vez el término griego de “cristianos” para definir a los seguidores de Jesús. En Antioquía dice la tradición que se conocieron Pedro y Pablo antes de que Pedro marchase a Roma a plantar en la urbe del Imperio la semilla cristiana.

Poco a poco se irán formando iglesias, es decir, comunidades cristianas por todo el Imperio romano, si bien de modo clandestino en su mayoría. Hay cinco lugares protagonistas en la historia del cristianismo: Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Roma y, posteriormente, Constantinopla. Estas ciudades serán las sedes de los futuros patriarcados.

Por otro lado, para entender el entorno y el contexto en el que crece el cristianismo hay que recordar que es un tiempo especialmente duro para aquellos primeros seguidores de Jesús, que son perseguidos, torturados y muertos en sucesivos períodos. Desde el primer mártir lapidado por los judíos en Jerusalén, san Esteban, (m. en el 34), hasta las últimas persecuciones de Diocleciano (244-311), lo cierto es que el cristianismo vivió momentos muy difíciles bajo los distintos césares. Sin embargo, también es cierto que el martirologio sufrió un proceso de mitificación basado en la exageración y en la leyenda, que no hizo sino desvirtuarlo de cara a la historia, de modo y manera que hoy es prácticamente imposible saber incluso si algunos de esos mártires existieron o no.

Los problemas de aquellas incipientes comunidades empezaron en el año 64, después del incendio de Roma provocado por Nerón. Luego las persecuciones son sobre todo de tipo local, a manos de gobernadores, pero en el 250, por el edicto de Decio, estas persecuciones se extienden por todo el Imperio. Las crónicas nos hablan de hasta diez persecuciones. Varios de los primeros papas murieron martirizados, como también les sucedió a la mayoría de los apóstoles.

Todo cambia en el 311, cuando Galerio, sucesor de Diocleciano, redacta un edicto en el que permite las reuniones de cristianos que no afecten al orden público, y es Constantino quien coloca a los cristianos en igualdad de culto con las otras religiones por medio de la promulgación del Edicto de Milán en el 313. También fue él quien impulsó la celebración del concilio de Nicea en el 325, cuyas conclusiones, especialmente la declaración del “Credo de Nicea”, marca un tiempo nuevo para el cristianismo, pudiendo referirnos a él como una “piedra fundacional”. Constantino7 ordenó también la construcción de templos cristianos, y en Jerusalén se construye la iglesia del Santo Sepulcro. Es Teodosio I, también llamado Teodosio el Grande, quien, en el 380, y mediante el Edicto de Tesalónica, ordena que el cristianismo que ha surgido del Concilio de Nicea sea la religión oficial del Imperio romano. Este edicto lleva aparejada la tácita, que no expresa, prohibición del culto a los dioses tradicionales, pues introduce innumerables trabas a los “paganos”8