GuíaBurros: Los Sufíes - Sebastián Vázquez - E-Book

GuíaBurros: Los Sufíes E-Book

Sebastián Vázquez

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Beschreibung

Dentro del legado espiritual recibido a lo largo del tiempo, tal vez sea el sufismo el que mejor ha explicado y codificado el proceso de acercamiento a Dios, aunando una sólida enseñanza filosófica con una praxis bien definida. Su enseñanza principal es Dios, Allah y Su unicidad. Es la aspiración y meta del sufí que sabe que hay una Vía para el reencuentro con Él, que necesita un maestro espiritual y que solo con el intelecto no se llega muy lejos. Para ello recorrerá la tasawwuf, la Vía del sufí que es, sobre todo, una experiencia espiritual. En este libro se muestran las enseñanzas principales del sufismo tomadas de fuentes tradicionales. En sus páginas, toda persona que tenga un interés sincero por la espiritualidad, encontrará un profundo caudal de conocimiento y sabiduría.

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GUÍABURROS: LOS SUFÍES

Los Amigos de Dios

Sebastián Vázquez

www.sufies.guiaburros.es

© EDITATUM

© Sebastián Vázquez

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Primera edición: mayo de 2023

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Sobre el autor

Sebastián Vázquez ha estado vinculado al mundo del libro durante más de treinta años. Fue editor durante veinte años y director de Arca de Sabiduría, colección especializada en textos clásicos de las religiones y filosofías de Oriente. Ha colaborado en distintos medios de comunicación y actualmente imparte cursos y seminarios sobre pensamiento heterodoxo y religiones, especialmente la egipcia.

Es autor de El Tarot de los Dioses Egipcios; Enseñanzas de la Tradición Original; GuíaBurros: La salud emocional en tu empresa; GuíaBurros: Cómo perjudicarse a uno mismo; GuíaBurros: Budismo; GuíaBurros: Cuentos de Oriente para Occidente; GuíaBurros: La sabiduría de las grandes religiones; GuíaBurros: Espiritualidad y autoayuda; GuíaBurros: El Camino de Santiago y el juego de la Oca; GuíaBurros: La impostura de la nueva era; GuíaBurros: Hinduismo; GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto I y II; GuíaBurros: Cristianismo primitivo y GuíaBurros: Cristianismos heterodoxos.

Es coautor junto a Ramiro Calle de Los 120 mejores cuentos de la tradición espiritual de Oriente y Los mejores cuentos de las tradiciones de Oriente y junto a Esther de Aragón, de Rutas Sagradas y GuíaBurros: Rutas por lugares míticos y sagrados de España. Desde hace algunos años organiza viajes por España y otros países como parte integrante de los cursos que imparte, especialmente a Egipto para profundizar en su religión y enseñanzas desde la perspectiva de la tradición espiritual y del pensamiento esotérico. Su blog es: tradicionoriginal.com

Agradecimientos

A la gente y pueblo de la Vía y a todos sus Maestros.

“No hay un solo átomo en el mundo que no lleve Su Nombre”

Rumi

Introducción

Dentro del legado de la espiritualidad recibido por la humanidad a lo largo de la historia, tal vez sea la herencia del sufismo una de las que mejor ha explicado y codificado el proceso de desarrollo espiritual, aunando una sólida enseñanza teórica con una praxis bien definida.

Es incuestionable que el sufismo tiene su origen en el islam, y por tanto bebe de las fuentes del Corán, de los hadices del Profeta y del linaje espiritual de índole esotérico que los califas Abu Bakr y Alí recibieron de él. A ello se sumó el acervo de enseñanzas y las aportaciones de numerosos maestros sufíes, que a lo largo de la historia nos dejaron un legado de valor gigantesco.

En el sufismo, si bien hay diferencias entre las distintas órdenes o tariqas, estas poseen muchos aspectos comunes definitorios. El primero es Dios, Allah, Su unicidad, Su omnipotencia, Su omnisciencia. Es la aspiración y meta del sufí. El segundo es que para ello se necesita recorrer la Vía del reencuentro con Él de la mano de un maestro espiritual. Por último, el sufí sabe que solo con la acción del intelecto no se llega muy lejos; para ello lleva a cabo una serie de prácticas espirituales recomendadas por el maestro, entre las que destaca el dhikr o recuerdo de Dios.

A lo largo de la historia, sin embargo, muchas veces el sufismo no ha sido tolerado ni entendido. Dentro del islam ha sido perseguido —y aún lo es en la actualidad— en distintas épocas y lugares. En lo que respecta a Occidente, a menudo se le ha ubicado dentro del ámbito de lo psicológico y, como tantas veces ha ocurrido con otras vías espirituales, se le ha separado de su verdadera naturaleza trascendente a partir de un abordaje meramente erudito y, por tanto, limitado.

Afortunadamente, el lector interesado puede hoy acceder a una abundante y rica literatura sufí clásica, y leer a Ibn Arabí, Jalaludin Rumi, Al-Gazali, ‘Attar y tantos y tantos otros, además de disponer de otras obras de autores occidentales que han acercado el sufismo al lector de un modo muy valioso, como Martin Lings, René Guénon o Frithjof Schuon.

Actualmente, y teniendo a disposición esa gran cantidad de obras sobre sufismo, podríamos pensar que el acceso a esta manifestación espiritual es sencillo; y lo es, aunque verdaderamente no es fácil. Por una parte, a veces aparecen prejuicios, basados principalmente en la ignorancia, debidos a su fuente y entorno islámico; por otra, el nivel de exigencia en términos de atención y de comprensión que piden algunos de estos textos es muy alto. Otro inconveniente son las ideas de Dios, del maestro o de la Vía, propias de los contextos culturales, educacionales y existenciales del ciudadano occidental, habitualmente alejadas y distantes de las que propone el sufismo. Valga la figura del maestro, vista en Occidente con suspicacia y recelo, y sin embargo imprescindible para quien quiere recorrer la vía sufí. Así mismo, el sufismo también reclama una ineludible y exigente práctica de la virtud, entendida esta como la “vestidura espiritual” necesaria en el camino del retorno a Él.

Sin embargo, cualquier persona que se defina como buscador o que simplemente tenga un interés sincero por la espiritualidad, encontrará en el sufismo una fuente generosa y profunda de conocimiento y sabiduría a su alcance, puesta a su disposición por algunos de los maestros espirituales más grandes que ha conocido la historia.

En este libro he tratado de resumir todo lo que me ha sido posible aquellas enseñanzas del sufismo que he considerado fundamentales, y que además puedan facilitar una mayor comprensión de la Vía y mostrar sus altos valores espirituales. El lector observará que he utilizado indistintamente los términos de Dios y de Allah; lo he hecho de modo intencionado para referirme al Uno, independientemente de cómo sea nombrado, pues como afirma el sufismo, solo Él conoce Su Nombre.

Me he permitido añadir una pequeña selección de cuentos clásicos a modo de epílogo, a pesar de que a veces resulten chocantes o aparenten ser frívolos; lo he hecho porque más allá de mostrarse de ese modo a veces hasta infantil, lo cierto es que han sido y son una fuente de enseñanza y comprensión muy valiosa para todo aquel que sepa mirar más allá de lo aparente.

Sufismo:Los fuqara y el tasawwuf

“El sufismo es caminar por la Vía del Amor, peregrinando desde sí mismo hacia Dios”.

Dijo Abu Abi-l-Jayr (siglo XI) que “sufismo significa abandonar todo aquello que tengas en la mente, dar todo aquello que tengas en la mano y hacer todo aquello de lo que seas capaz”.

El término sufí habitualmente se asocia a la lana del cordero —sûf—; sin embargo, también puede referirse a “purificación”, del verbo árabe sufiya, o incluso a cómo se llamaban algunos compañeros del Profeta que vivían pobremente, los ahl al-suffa. Así mismo había un clan, los Banu Suffa, que custodiaban la Kaaba y que se distinguían por llevar un vellón de lana.

Sea como fuere, el sufismo toma carácter de identidad muy tempranamente, ya en el siglo VII. Uno de los llamados “grandes patriarcas del sufismo” es Hasan al-Basri, muerto en el 728, y es en la ciudad de Kufa, en Irak, donde se documenta en el año 825 la primera comunidad sufí.

En cuanto a su origen, este ha de buscarse en la espiritualidad del islam. Ciertas tradiciones afirman que el Profeta dejó dos linajes espirituales de donde proviene el sufismo. Uno a Abu Bakr —el linaje ligado al dhikr del silencio—, y el otro a Alí —ligado al dhikr de la palabra—. El término dhikr se refiere tanto al recuerdo de Dios como a las prácticas que lo facilitan.

Ambos linajes se fueron perpetuando en el tiempo, al principio sin formas definidas, para ir adquiriendo poco a poco unas señas de identidad que le fueron conferidas por los sucesivos maestros a lo largo de los siglos.

Es curioso observar cómo el sufismo aparece y se extiende coincidiendo con el fin de la época de los cuatro califas “bien guiados”: Abu Bakr, Umar, Uzmán y Alí. Alí ibn Abi Talib, primo y yerno del Profeta muerto en el 661, fue el último de ellos y, como hemos visto, fue heredero de un linaje espiritual de Mahoma como lo fue Abu Bakr, el primer califa, y su sucesor como guía de la comunidad musulmana.

El tasawwuf es la Vía del sufí, y fue llamada entonces “la realidad sin nombre”, para después ir adquiriendo los elementos propios de una práctica interna y externa elaborada por los sucesivos maestros. Tasawwuf es la experiencia espiritual que permite despertar del estado de gafla, el estado de la inconsciencia e ignorancia espiritual que se asemeja a estar dormido.

El sufismo es también la vía de la “irradiación divina”, es decir, el camino iluminado por la Presencia divina y sostenida por el sustento que Él proporciona.

El sufismo, tasawwuf, es el conocimiento de los estados interiores y de las etapas exteriores que el faqîr recorre en la Vía. La senda específica dentro de una orden o bajo el manto de un maestro recibe el nombre de tarîqa.

El faqîr es como se denomina al “pobre”, a quien es consciente de su pobreza espiritual y tiene la necesidad de Dios. El primer paso en la Vía solo pueden darlo aquellos que toman conciencia de esa necesidad. La pobreza espiritual se muestra como un vacío interior y una sensación de nostalgia, siendo estas sensaciones las que ponen en marcha su necesidad, a la que buscará dar respuesta. Eso sí, antes deberá discernir entre aquello que es fundamental para cumplir su necesidad y aquello que no lo es; también habrá de practicar la sinceridad consigo mismo, de modo tal que sepa definir y diferenciar esa necesidad de Dios de otras necesidades o apetencias. Así mismo, ha de poner esa necesidad como el referente principal en su vida.

“¡Oh indigente, incrementa tu necesidad!”.

Los cuentos han sido tradicionalmente una fuente de enseñanza en el sufismo. Estos breves relatos no narran una historia, sino que muestran una situación y/o aluden a un estado interior; en ambos casos ofrecen tanto una oportunidad de reflexión como una enseñanza. A lo largo del libro encontrarán una pequeña selección de cuentos sufíes clásicos, así como dichos y sentencias tradicionales, algunas debidas a maestros sufíes y otras anónimas. Este es un cuento sobre la necesidad y sobre la importancia de diferenciar lo fundamental de lo accesorio.

El hombre sediento

Un hombre se perdió en el desierto. Al cabo de unos días y a punto de morir de sed, vio que una caravana se acercaba. Como pudo, llamó la atención de los viajeros, que al verlo corrieron hasta el necesitado. Este, con un hilo de voz apenas pudo decir:

—Aaa...gg...uaaa.

—Pobre hombre, necesita agua. Rápido traigan un pellejo —dijo uno.

—¿Un pellejo? No, por Dios, este hombre no tiene fuerzas para beber en un pellejo, es mejor traer una jarra con un vaso.

—¡Qué complicación! —exclamó un tercero—. Es mejor traer un cuenco de madera.

—Aaa…gguaa —susurró el moribundo.

—Pero —intervino otro viajero—, ¿no recuerdan que tenemos un vino excelente? El vino le reanimará además de calmarle la sed.

—Vosotros os habéis vuelto locos —argumentó otro—, ¿cómo vamos a darle vino sin saber antes si es musulmán?

—Aaaa…ggu...a, por... favor —imploró el sediento con sus últimas fuerzas.

Los mercaderes de la caravana no terminaban de discutir.

—Señores, ¿de verdad piensan dar de beber a este hombre aquí, a pleno sol? Primero debemos ponerlo a la sombra...

A los viajeros no les dio tiempo a porfiar más: aquel hombre acababa de morir en sus brazos.

La Vía se inicia cuando el faqîr escucha y responde a la talab, la llamada. La Vía es un camino de retorno a Dios y es, a su vez, el encuentro con lo Real, con la Verdad, al-Haqq.

Al-talab: la llamada

Todo camino espiritual verdadero comienza con lo que, dentro del ámbito del sufismo, se conoce como al-talab o llamada. Esta llamada debe de entenderse como una fuerza de atracción hacia Dios, que emana de Él mismo. De la misma manera que en lo humano un individuo es atraído por otra persona y se inicia el enamoramiento, de igual modo la criatura siente esa atracción hacia Dios. Esa fuerza es el Amor, si bien aún no lo sabe. Es por eso que en la literatura mística se ha usado tanto la analogía del amante y el amado. Y hay un momento en la vida de muchas personas en el que no pueden resistirse a esa atracción, a esa historia de Amor entre Dios y su criatura.

Por eso el individuo se siente un faqîr, es decir, un pobre consciente de su pobreza espiritual, y esa pobreza espiritual necesita ser remediada.

Es entonces cuando, si Dios lo quiere, aparece a sus pies una tarîqa, una vía, y un shayj, un maestro, y es en esos momentos cuando ha de tomar la decisión de convertirse o no en un murîd, un discípulo. Y esa decisión cambiará su vida, pues pasará de la auto adoración al nafs, el ego, a la adoración a Dios, y de la multiplicidad y fragmentación inherentes al ego, a participar del círculo de la Unidad.

Y así, poco a poco, podrá disfrutar tanto del néctar del Amor como del perfume del Amado que, ahora, comienza sentir un poco más cercano.

Así, hasta que un día esa proximidad sea tal que, solo a través del Amor, la criatura y su creador se encuentren y el Amante se funda en el Amado.

Al recibir el talab, la llamada de Dios, y al identificar el corazón esa llamada, sea consciente o inconsciente de ello, es cuando inicia su búsqueda que, si es sincera, acabará en el encuentro con la Vía. Se define como Vía el recorrido que ha de realizarse hasta llegar a Su cercanía, al lugar en el que Él te encuentra. Los sufíes dicen que no puedes buscar a Dios a no ser que Él te haya llamado.

Así, todo empieza cuando una persona emprende la Vía espiritual a través de la llamada de Dios, el talab. Es Él quien llama a la Vía, y el que ha sido tocado por la llamada, la recorrerá “bajo el manto espiritual” de un maestro de la Vía, de un maestro “activo”. Ese manto, tan querido entre los sufíes por la profundidad de su significado esotérico, se conoce como jirqa. Es entonces cuando el faqîr se convierte en un murîd, en un discípulo cuyo primer aprendizaje comenzará por “aprender a aprender”, es decir, adaptar cuerpo, mente, emociones y espíritu a las condiciones correctas del aprendizaje. Básicamente, estas se centran en la disciplina y regularidad en las prácticas de la Vía, desarrollar la escucha, no confrontar sus contenidos mentales con lo escuchado y adoptar la práctica de las conductas virtuosas más adelante descritas. Wird es el estado mental que se necesita para este aprendizaje, un estado que a su vez se desarrolla con la práctica también vinculado a la inocencia que se junta a niyya, que es el propósito y decisión firmes de seguir con disciplina la Vía. El término wird también se refiere a las prácticas específicas de cada tarîqa, que, si bien todas tienen similitudes en su objetivo común, presentan diferencias en la praxis que postulan.

El sufí afirma con los actos de su vida, con su pensamiento y con su corazón el tawhîd, es decir, la afirmación exterior expresada por la fórmula lâ ilâha illa Allâh (no hay más divinidad que Dios)1, pero principalmente la afirmación interior de la fe y certeza en el Dios único. Tawhîd es la comprensión profunda de la unicidad de Dios. Hay un tawhîdque corresponde a la fe, y un tawhîd