GuíaBurros: Cristianismos heterodoxos - Sebastián Vázquez - E-Book

GuíaBurros: Cristianismos heterodoxos E-Book

Sebastián Vázquez

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Desde los inicios del cristianismo se sucedieron numerosos debates doctrinales respecto a temas como el nacimiento virginal de Jesús, su naturaleza divina y humana, sobre la Trinidad o sobre su resurrección. Finalmente, unas doctrinas resultaron triunfantes y otras fueron rechazadas como herejías. Sin embargo, muchas de ellas, especialmente el gnosticismo, fueron seguidas por numerosos creyentes y su ideología llegó a ser muy influyente a lo largo de la historia. Este libro, muestra las creencias de las principales herejías cristianas haciendo especial énfasis en la compleja y elaborada doctrina gnóstica que afirmaba que Jesús impartió una enseñanza destinada solo a unos pocos. La obra incluye el texto apócrifo gnóstico del Evangelio de Tomás perteneciente a la biblioteca de Nag Hammadi.

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GUÍABURROS: CRISTIANISMOS HETERODOXOS

Herejías, gnósticos, templarios y cátaros

Sebastián Vázquez

www.cristianismos-heterodoxos.guiaburros.es

© EDITATUM

© SEBASTIÁN VÁZQUEZ

© De la traducción del Evangelio de Tomás: DANIEL TORRES

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Primera edición: febrero de 2023

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Sobre el autor

Sebastián Vázquez ha estado vinculado al mundo del libro durante más de treinta años. Fue editor durante veinte años y director de Arca de Sabiduría, colección especializada en textos clásicos de las religiones y filosofías de Oriente. Ha colaborado en distintos medios de comunicación y actualmente imparte cursos y seminarios sobre el pensamiento heterodoxo y religiones, especialmente la egipcia.

Es autor de El Tarot y los dioses egipcios; Enseñanzas de la Tradición Original; GuíaBurros: La salud emocional en tu empresa; GuíaBurros: Cómo perjudicarse a uno mismo; GuíaBurros: Budismo; GuíaBurros: Cuentos de Oriente para Occidente; GuíaBurros: La sabiduría de las grandes religiones; GuíaBurros: Espiritualidad y autoayuda; GuíaBurros: El Camino de Santiago y el juego de la Oca; GuíaBurros: La impostura de la nueva era; GuíaBurros: Hinduismo; GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto I; GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto II y GuíaBurros: Cristianismo primitivo.

Es coautor junto a Ramiro Calle de Los 120 mejores cuentos de la tradición espiritual de Oriente y Los mejores cuentos de las tradiciones de Oriente y, junto a Esther de Aragón de Rutas Sagradas y GuíaBurros: Rutas por lugares míticos y sagrados de España.

Desde hace algunos años organiza viajes por España y otros países como parte integrante de los cursos que imparte, especialmente a Egipto para profundizar en su religión y enseñanzas desde la perspectiva de la tradición espiritual y del pensamiento esotérico.

Su blog es: Tradicionoriginal.com

Agradecimientos

A todos los que han hecho de su corazón un templo.

Introducción

“Deja a Dios ser Dios en ti ”.

Maestro Eckhart

El cristianismo, a lo largo de su dilatada historia y durante la construcción de la doctrina que logró salir triunfante, vio nacer una gran cantidad de opiniones, ideas y credos que ponían en cuestión sus planteamientos y se enfrentaban a lo establecido por la ortodoxia. Uno de estos movimientos, tal vez el principal, fue el gnosticismo. Este ideario se caracterizó por su complejidad doctrinal y elaborada filosofía, y por ello alcanzó formas muy distintas de expresarse. Así mismo carecía de una jerarquía definida y ni siquiera era fácil distinguir lo que podía identificarse como gnóstico de lo que no lo era.

Además del gnosticismo, los primeros siglos del cristianismo vieron nacer otros movimientos doctrinales que han pasado a la historia con el nombre de herejías1, cuyos idearios, algunos de ellos con sólidos cimientos filosóficos y espirituales, duraron mucho en el tiempo como el arrianismo o el nestorianismo. Si bien los llamados “siete concilios ecuménicos” son los que principalmente fijaron tanto la doctrina ortodoxa como las heréticas, su infatigable lucha contra la herejía llevó a la Iglesia de Roma a protagonizar episodios tan oscuros como lamentables; valgan los ejemplos de la ejecución de Prisciliano, la cruzada contra los cátaros, la aprobación y uso de la tortura o las quemas de herejes. Por otro lado, comenzó a sufrir una serie de sucesivos deterioros y divisiones que fueron mermando su “universalidad”2. Con el Cisma de Oriente la cristiandad se rompe en dos a partir de desacuerdos doctrinales y litúrgicos con el resultado de que la Iglesia de Oriente resultó herética a ojos de la de Occidente y viceversa. Más adelante, otro nuevo golpe a la unidad del cristianismo será la Reforma Protestante.

Como conté en el primer libro, intentar contemplar el cristianismo en toda su riqueza requiere mirar también a los otros cristianismos, prestando especial atención a ese complejo movimiento gnóstico, del que afortunadamente se conservan numerosos textos de gran interés, como el Evangelio de Tomás, incluido al final de este libro.

He dedicado una parte a cátaros y templarios, ya que podemos considerarlos los últimos grandes movimientos heréticos, si bien luego veremos que las acusaciones de herejía a los templarios dejaron muchas dudas. Ambos grupos despertaron un interés popular debido a la abundante literatura que sus dramáticos finales provocaron. Sin embargo, también hay que añadir que dicha literatura se sustenta principalmente en la fantasía y en elucubraciones pseudoesotéricas sin ninguna base histórica.

Los otros cristianismos y las principales herejías

Como era lógico, desde la muerte de Jesús hasta el concilio de Nicea —año 325— son muchos los distintos cristianismos que conviven en torno al legado y la figura del nazareno, cada uno de ellos con su propio credo y doctrinas. Diferían entre sí en muchos aspectos importantes, como los referidos a la salvación, a la naturaleza de Jesús, a su nacimiento, a su muerte y resurrección, etc., y así hasta una larga lista de divergencias entre unas corrientes y otras. En esos primeros tiempos podemos diferenciar varios cristianismos: el oficial, emanado de Antioquia y asentado en Roma, que se dividiría después en el que conocemos como catolicismo y el cristianismo de las Iglesias orientales; el helenizado, que es el que más enlaza en cuanto a doctrina con el gnosticismo; el judaizante, y el de los eremitas, también con tintes heterodoxos y gnósticos.

Hay que entender que, con el paso del tiempo, fue poco a poco afianzándose un modelo doctrinal que terminó triunfante, mientras que el resto de las doctrinas fueron cayendo en el olvido muchas veces bajo el peso de la persecución de aquella que resultó vencedora y que terminó asentándose como la única religión del Imperio romano a partir del Edicto de Teodosio del año 380, en el que se declara que la doctrina emanada del Concilio de Nicea, o credo niceano, era el verdadero y único cristianismo, y que todas las demás corrientes de pensamiento cristianas debían ser consideradas como herejías. Es curioso que el Edicto de Teodosio, o Edicto de Tesalónica, no prohibía que continuase el culto a los viejos dioses del panteón romano, salvo con la excepción de que no podían recibir sacrificios. Sin embargo, este edicto era muy duro con los cristianos heréticos. El texto decía: “…juzgamos dementes y sobre ellos caerá la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no se llamarán iglesias y ellos serán objeto del castigo divino y luego serán castigados por nosotros siguiendo la voluntad celestial”. El edicto muestra la firmeza con la que la jerarquía católica y su doctrina, emanada del primer concilio de Nicea, ahora con el apoyo del poder político, trató a los “otros cristianos” que a partir de ese edicto tuvieron que ocultarse o, al menos, guardar una prudente discreción.

Herejías

Para entender mejor el contexto histórico en el que se redactan los escritos principales de la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi, de la que trataremos más adelante, repasemos las corrientes más importantes que fueron consideradas como heréticas, además del maniqueísmo al que debemos considerar como una religión independiente.

El término herejía viene del griego heresies y significa “elección”. Sin embargo, según la doctrina del catolicismo triunfante, y desde los primeros siglos hasta hoy, el término hereje se aplica al bautizado que insiste en “la negación pertinaz de una verdad que debe creerse con fe divina y católica”. La herejía lleva aparejada la excomunión y la expulsión del seno de la Iglesia. Ya la segunda carta de Pedro advierte sobre los herejes: “Habrá entre vosotros falsos maestros que tratarán de introducir herejías perniciosas…”.

Algunas herejías tuvieron mucha presencia e importancia en los primeros siglos del cristianismo y varías de ellas lograron reunir gran número de seguidores. Las principales se centraron en cuatro aspectos fundamentales de la doctrina cristiana: la naturaleza de Jesús, la composición y jerarquía de la Trinidad, sobre la Resurrección y Jesús resucitado, y sobre su nacimiento virginal.

Vamos a resumir muy brevemente el ideario de aquellas más extendidas y que más influencia tuvieron, destacando las referidas a la naturaleza de Jesús; recordemos que en el cristianismo triunfante coexisten en Jesús la doble naturaleza divina y humana bajo la forma de Jesucristo.

Arrianismo

Toma su nombre de Arrio (c.250-335) un canónigo de Alejandría. En esta corriente de pensamiento se considera que Jesús y el Padre no comparten la misma divinidad y no están, por tanto, en el mismo rango de igualdad, siendo el Padre jerárquicamente superior al Hijo. Así mismo negaba la preexistencia del Hijo junto al Padre antes de su encarnación física. Esta doctrina se enfrentaba de lleno a la de la Trinidad, en la que Padre, Hijo y Espíritu Santo son uno también en el tiempo, sin que haya ninguno antes ni después del otro. Esta doctrina se extendió mucho en su época y fue contestada en el Concilio de Nicea (año 325), que definió por mayoría que la doctrina trinitaria era la correcta, con lo que el arrianismo quedó declarado herético. Sin embargo, el arrianismo pervivió y, por ejemplo, los pueblos godos, suevos, alanos y lombardos lo abrazaron. Esta doctrina estuvo presente en la península ibérica, hasta que el rey Recaredo I se convirtió al catolicismo en el 587 y el Concilio de Toledo del 589 declaró al catolicismo como religión del reino visigodo hispano.

Docetismo

La idea principal de esta doctrina era que el cuerpo físico de Jesús no era real sino solo una ilusión, y por tanto, su muerte en la cruz también lo fue. Esto negaba la naturaleza humana de Jesús, cuya divinidad nunca tomó la carne como asiento. Esto contradecía la posición de los que defendían la idea de que en Jesús estaban presentes y coexistían dos naturalezas, la divina y la humana. Esta corriente también fue condenada como herética en el primer Concilio de Nicea.

Monofisismo

En esta corriente de pensamiento, también de origen alejandrino, se afirmaba que en Jesús había una única naturaleza, la divina, y no la humana (y no dos, divina y humana, reunidas en una única persona). Esta doctrina pervivió mucho en el tiempo y ocasionó fuertes debates conciliares.

Nestorianismo

Los nestorianos, en cambio, consideraban que en Jesús habitaban, pero por separado, dos naturalezas, la humana y la divina, como si fuesen dos identidades independientes. Este ideario se debe a Nestorio, un monje de Alejandría que llegó a ser obispo de Costantinopla. Los nestorianos han sobrevivido hasta hoy en pequeños grupos, aunque la mayoría fueron exterminados en el siglo XIX e inicios del XX, sobre todo en la época de la Primera Guerra Mundial y de las guerras kurdas.

Adoptadismo

También se refiere a la verdadera naturaleza de Jesús. Según esta doctrina, Jesús, en el momento del bautismo es adoptado como hijo de Dios, y como tal es investido de poderes divinos. No es su hijo desde el origen y no comparten la misma naturaleza.

Ebionismo

Esta secta de origen judío reconocía a Jesús como el mesías; sin embargo, no reconocían su naturaleza divina ni su nacimiento virginal. Así mismo, creían en la necesidad de continuar practicando todos los ritos judíos, incluyendo la circuncisión, guardar el sábado o las restricciones en los alimentos. Usaban solo el Evangelio de los hebreos y aborrecían a san Pablo, precisamente por ser el máximo defensor y activista en desvincular el cristianismo de la ley mosaica.

Montanismo

Este movimiento del siglo II surge como un deseo de volver a la iglesia original. Creían en una inminente llegada del fin de los tiempos y de la parusía3, por ello insistían en una vida ascética y casta. Su iniciador, Montano -según san Jerónimo un sacerdote de Cibeles neo converso-, se consideraba a sí mismo un profeta y también Paráclito, es decir, poseedor del espíritu de verdad. Este don profético fue muy importante entre este grupo, pues lo consideraban un don divino. Eran famosas sus dos profetisas principales, Priscila y Maximilia. Las revelaciones que decían recibir del Espíritu Santo eran más importantes que las enseñanzas transmitidas por los apóstoles; parece ser que estas revelaciones se recibían en estados alterados de conciencia o bajo éxtasis, e incluían fenomenología como el don de lenguas o posesiones. Tertuliano, en la última etapa de su vida, se hizo seguidor de esta secta.

Pelagismo

Su nombre se debe al monje británico Pelagio (360-420). Principalmente, se opone a la idea de pecado original ya que considera que el cometido por Adán y Eva no recae sobre el resto de los seres humanos futuros, que nacen libres de esa carga. Esta herejía entraba dentro de las corrientes que desvinculan el cristianismo del ideario judío.

Priscilianismo

Movimiento de tipo ascético y de fuerte contenido gnóstico iniciado por el obispo de Ávila Prisciliano en la Hispania del siglo IV que predicaba una vuelta a los orígenes más sencillos del cristianismo y en el que la mujer tenía un mayor protagonismo. Fue discípulo de un monje egipcio llamado Marcos. Se le considera el primer hereje. Fue juzgado y condenado a muerte en el concilio de Treveris en el 385, acusado de brujería. Él y cuatro compañeros fueron decapitados, después de sufrir tortura. A principios del siglo XX se extendió la hipótesis de que era Prisciliano quien estaba enterrado en Santiago de Compostela.

Donatismo

Aparece en el siglo IV como una respuesta al relajamiento moral del clero. Toma su nombre de Donato, un obispo de Cartago que empieza a difundir la idea de que los sacerdotes que llevan una vida pecaminosa no pueden administrar los sacramentos, principalmente el de la eucaristía, pues su impureza evitaba que se produjera el milagro de la transubstanciación. Eso mismo era aplicable a los sacerdotes que durante la persecución de Diocleciano habían negado la fe cristiana para salvar su vida, pues este hecho los convertía en indignos de administrar los sacramentos. Esta corriente de pensamiento hizo que la Iglesia dictaminase que, una vez que un sacerdote católico era investido como tal, su carisma y potestad sacramental eran perpetuos.

Mandeísmo

No es una herejía cristiana, pero sus creencias estuvieron muy presentes en las primeras épocas del cristianismo. En la actualidad se considera el mandeísmo como una religión en sí misma, en la que son evidentes su gnosticismo y su dualismo maniqueo. Su nombre, en arameo, significa también “conocimiento”. Algunos afirman que su origen está en Juan el Bautista. Ellos mismos se definen como nazoreos. Para algunos es el grupo baptista que es citado en los Hechos de los apóstoles. También se les llama sabianos. Ellos se remontan hasta Adán y no reconocen a Jesús, ni a Abraham ni a Moisés, pero sí a Noé y a sus hijos. Sostienen que el alma está presa en el mundo de lo material. El Ser supremo, origen de todo, traslada a otras entidades creadas por Él, la sucesiva creación de diversos mundos tanto materiales como espirituales. Se cree que el mandeísmo nace en el siglo III a. de C. en la zona de Mesopotamia. Es una religión viva que aún hoy se practica, en la que existen los iniciados guardianes de sus secretos y el resto de los practicantes. Se considera la última religión gnóstica.

Maniqueísmo

Esta religión, nacida en Persia en el siglo III, tuvo una rápida expansión y alcanzó zonas en las que el cristianismo se había establecido, entrando en conflicto ambas debido a su disparidad doctrinal. Hoy, para la mayoría de estudiosos es evidente que el dualismo gnóstico tuvo su origen en la doctrina maniquea. Su fundador fue Mani (216-274 aprox.), que creció en el seno de la secta judeocristiana de los ebonitas. Formuló su doctrina con elementos judíos sumados a otros de la antigua religión persa zoroastriana, e incluso con incorporaciones del hinduismo y del budismo. Mani inició su misión después de que un ángel se lo anunciara, se declaró como el Paráclito, es decir, la manifestación física del Espíritu Santo y el último de los profetas. Su doctrina se centra en el perenne antagonismo entre el bien y el mal, e identifica el mal con las tinieblas, entendidas como ausencia de luz, y con la materia. Predicaba la reencarnación del alma una y otra vez, y en cada ocasión padeciendo mayor dolor en la vida terrenal, hasta su liberación, que solo se conseguía con la abstinencia, continencia y ausencia de violencia totales. Solo la pureza total garantizaba la salvación. Si bien prácticamente de los textos originales del maniqueísmo no queda nada, su influencia llegó hasta China e India, impregnó el gnosticismo y se permeó en movimientos y grupos posteriores como fueron los bogomilos, los valdenses y los cátaros, que compartieron esa dicotomía bien-mal y su rechazo a lo material y a la carne. Esto mismo sucedió entre muchos grupos gnósticos, que adoptaron un puritanismo extremo. Mani fue martirizado y muerto por el clero zoroastriano, que lo consideraba una amenaza. A su muerte, el maniqueísmo se extendió por toda Asia Menor y llegó hasta India y China, donde sobrevivió durante mucho tiempo.

Hermetismo

Este repaso a las ideas que quedaron al margen del cristianismo muestra claramente la enorme diversidad de planteamientos que fueron sucediéndose a lo largo del tiempo. Sin embargo, fue el gnosticismo el sistema de creencias principal que parece filtrarse en las distintas corrientes heréticas y cuya influencia se extiende hasta épocas tan tardías como es el Renacimiento italiano a donde llega por medio del hermetismo.

Esta corriente de pensamiento, nacida y elaborada en Alejandría, toma su nombre del dios Hermes, que los griegos identificaron con la deidad egipcia de Thot bajo el apelativo de Hermes Trimegistro, o “el tres veces grande”. El gnosticismo recoge muchos elementos doctrinales del hermetismo; sin embargo, hay un factor diferenciador: el hermetismo no es cristiano y el gnosticismo sí. La prueba la tenemos en las palabras de Jesús en el Evangelio apócrifo de Juan: “Soy el recuerdo del Pleroma”. Solo el uso del término Pleroma, el Uno Primordial gnóstico, vincula el cristianismo con el gnosticismo. A su vez, solo ellos, los gnósticos, eran capaces de identificar a Jesús como un gnóstico.

El hermetismo contiene un componente “mágico”, vinculado por un lado a su origen egipcio y, por otro, a su estrecha relación con lo que luego fueron llamadas “artes herméticas”, principalmente la alquimia y la astrología. Su fuente literaria es el Corpus hermeticum. Se conoce con este nombre el conjunto de diecisiete textos escritos en griego que tradicionalmente fueron atribuidos a Hermes Trimegisto. Estas obras forman la base de la filosofía hermética, especialmente el famoso Poimandres,