GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto II - Sebastián Vázquez - E-Book

GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto II E-Book

Sebastián Vázquez

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Beschreibung

Cronología y dinastías del Antiguo Egipto, sus faraones más importantes, la figura del Faraón, el significado simbólico de sus cetros, coronas y otros atributos, los distintos sacerdotes del clero y su función, los cultos, el divino diario y los funerarios, el uso de heka o la magia, el recorrido por los nueve templos o los ritos iniciáticos de Isis, Horus y Osiris, forman el contenido de esta segunda entrega de La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto con la misma intención didáctica de hacer accesible la profundidad del pensamiento filosófico y espiritual de esta civilización sorprendente.

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LA ENSEÑANZA SAGRADA DEL ANTIGUO EGIPTO II

El Faraón, el culto divino, las ceremonias funerarias y los ritos iniciáticos

Prólogo de NACHO ARES

SEBASTIÁN VÁZQUEZ

www.ensenanza-sagrada-egipto.guiaburros.es

Sobre el autor

Sebastián Vázquez ha estado vinculado al mundo del libro durante más de treinta años. Fue editor durante veinte años y director de Arca de Sabiduría, colección especializada en textos clásicos de las religiones y filosofías de Oriente. Ha colaborado en distintos medios de comunicación y actualmente imparte cursos y seminarios sobre el pensamiento heterodoxo y religiones, especialmente la egipcia.

Es autor de El Tarot y los dioses egipcios; Enseñanzas de la Tradición Original; GuíaBurros: La salud emocional en tu empresa; GuíaBurros: Cómo perjudicarse a uno mismo; GuíaBurros: Budismo; GuíaBurros: Cuentos de Oriente para Occidente; GuíaBurros: La sabiduría de las grandes religiones; GuíaBurros: Espiritualidad y autoayuda; GuíaBurros: El Camino de Santiago y el juego de la Oca; GuíaBurros: La impostura de la nueva era; GuíaBurros: Hinduismo y GuíaBurros: La enseñanza sagrada del Antiguo Egipto I.

Es coautor junto a Ramiro Calle de Los 120 mejores cuentos de la tradición espiritual de Oriente y Los mejores cuentos de las tradiciones de Oriente y, junto a Esther de Aragón de Rutas Sagradas y GuíaBurros: Rutas por lugares míticos y sagrados de España. Desde hace algunos años organiza viajes por España y otros países como parte integrante de los cursos que imparte, especialmente a Egipto para profundizar en su religión y enseñanzas desde la perspectiva de la tradición espiritual y del pensamiento esotérico. Su blog es: Tradicionoriginal.com

Agradecimientos

A las Isis, Neftis, Mut, Hathor, Sekmet, Neit, Bastet, Mer, Opet, Seshat, Nut… A la mujer encarnación del principio femenino y que es hoy la esperanza del mundo. A las mujeres que iluminan mi vida.

Y a Marta y Sonia por su generosidad y ayuda al proporcionarme las fotos.

Prólogo

Egipto siempre ha sido mágico

PorNacho Ares

Desde hace casi dos milenios, cuando la cultura egipcia se sumió en un profundo sueño bajo la protección del mundo grecorromano, su impacto como civilización y fuente de inspiración para el conocimiento siempre ha estado presente. Cuando me preguntan por el nacimiento de la egiptomanía a finales del siglo XVIII con la llegada de Napoleón a las costas de Alejandría, siempre soy reacio a confirmar esa idea generalizada. Me explico. Es cierto que tras la campaña de Egipto en donde es derrotado por los ingleses, Bonaparte se mostró muy hábil trasformando una derrota en una victoria cultural. Hubo una proyección de todo lo egipcio por Occidente y gracias a obras como La Descripción de Egipto, la tierra de los faraones estuvo en boca de todos. Pero realmente no es así. Egipto nunca dejó de estar en boca de todos desde la Antigüedad. No hay más que echar un vistazo a los autores clásicos, a los primeros cristianos o a los árabes medievales cuya sorpresa por todo lo egipcio queda perfectamente plasmada en sus obras.

Y a pesar de todo, a pesar de la influencia cultural que ha llegado hasta nosotros en forma de detalles arquitectónicos en los edificios de nuestras calles, fechas señaladas en el calendario o simplemente nombres que se siguen utilizando como Ramsés o Nilo (yo conozco varios) es más lo que desconocemos de Egipto que lo que sabemos. Y ahí descansa la fascinación que nos atrae de forma irremediable cada vez que hablamos del antiguo Egipto.

Gracias a estos misterios tuve la inmensa suerte de conocer a Sebastián Vázquez hace más de dos décadas. Fue uno de mis editores más entusiastas con quien tuve la fortuna de publicar libros que se han convertido en verdaderos clásicos como Un viaje iniciático por los templos sagrados del antiguo Egipto, y de los que guardo un recuerdo muy entrañable. En esos libros hablaba de muchos de los temas que hoy siguen martilleando la cabeza de muchos investigadores y curiosos. Realmente el conocimiento que tenemos del mundo de los faraones se restringe a una herencia arqueológica abrumadora en forma de templos, pirámides, hipogeos, aldeas, etc., y una secuencia de textos aparentemente numerosa pero que, finalmente, no responden a las preguntas más profundas que nos ayuden a conocer a los antiguos egipcios: ¿qué pensaban y qué sentían?

En parte, este libro de Sebastián Vázquez está basado en esa búsqueda. Muchas veces la respuesta a los misterios de los faraones la podemos encontrar en nosotros mismos como seres humanos intentando hacer un esfuerzo de empatía con los antiguos y colocarnos en su lugar. No es presentismo, no es buscar soluciones tecnológicas con extrañas herramientas para explicar algo que nuestra necedad del siglo XXI nos impide entender. No, va mucho más allá. En ocasiones olvidamos que eran seres humanos como nosotros y que contaban con una serie de miedos e incertidumbres que hoy día seguimos padeciendo. Y ellos alcanzaron respuestas que les satisfacían en forma de “mitos”, “leyendas” o, a nuestros ojos, sinrazones. Pero eran más inteligentes de lo que nos creemos y supieron equilibrar el alma y el cuerpo como ninguna otra cultura del mundo antiguo alcanzando una sofisticación en su forma de pensar, de escribir y de construir que todavía hoy nos abruma y nos subyuga.

De todo eso y más, insisto, trata este libro. Rituales o iniciación, elementos que no acabamos de comprender y que menospreciamos como si fueran una superstición pero que tenemos que respetar y sobre todo entender. Si no lo hacemos, Egipto no será más que una lista de edificios hermosos y pinturas de vivos colores que representan personajes con nombres extraños. Egipto no es ese pastiche. Egipto tiene alma y seguramente este libro te ayude a comprenderla.

Nueva bienvenida

Vamos a centrar la segunda parte de Enseñanzas sagradas del Antiguo Egipto en la figura del faraón cuyo nombre, per aa, significa “casa grande”. Empezaré con una breve introducción histórica y cronológica, deteniéndome en aquellos faraones más relevantes y de los que nos han llegado más datos históricos. Después entraré en el territorio del esoteros y recrearé los principales ritos y las ceremonias iniciáticas a las que se sometía el faraón. Es obvio que siempre me referiré a un “faraón ideal” en una “época ideal” pues bien se sabe que el antiguo Egipto, al igual que cualquier otra cultura, pasó vicisitudes, acontecimientos y épocas que distaron mucho de ser precisamente ideales; desde tiempos de hambruna y plagas a guerras civiles, o desde disputas por el poder del trono hasta rebeliones populares o invasiones de pueblos conquistadores. Todo ello se vivió a través de los miles de años que duró su religión y cultura.

Hay que recordar que discurría el año 535 d. C., cuando el emperador Justiniano I promulgó su famoso edicto mediante el que se daba fin a la antigua religión egipcia. Esa orden motivó que los últimos sacerdotes de la vieja religión se retiraran al templo de Isis en Philae1. Solo unos años después, un grupo de fanáticos cristianos pasaron a cuchillo a estos últimos sacerdotes dando así fin a un culto que había durado milenios. Pero a pesar de todos los avatares históricos que vivió el antiguo Egipto y a pesar de que formalmente su religión desapareció en aquel lejano 535 de nuestra era, lo cierto es que el legado que nos dejaron es de tal magnitud que aún hoy es capaz de asombrarnos. Bienvenidos de nuevo a recorrer parte de la sabiduría que nos dejaron.

Templo de Isis, último templo que conservó el culto de la religión egipcia

Esplendor y caída de una cultura

Es importante tener presente que si bien en la cultura egipcia se ve una continuidad sorprendente durante siglos, bien sea en su representación estética, bien sea en los pilares conceptuales de su religión, lo cierto es que lo que podemos ver es la crónica de la muy lenta caída de una civilización que, poco a poco, va perdiendo las claves de su conocimiento iniciático y que, según van pasando el tiempo y las sucesivas dinastías, este va quedando discretamente conservado en cada vez más reducidos círculos de sacerdotes y escribas. A la vez, se percibe a lo largo de los siglos un respeto hacia un pasado que hace que se procure la conservación del patrimonio heredado, aunque no se comprendan bien las claves de su conocimiento o se ignore su origen.

Repasando lo que conocemos de la historia, advertimos momentos que fueron importantes en este proceso de deterioro. Uno de ellos es la invasión de los hicsos. No se sabe con certeza el origen de este pueblo, pero sí se sabe que contaban con una fuerza y tecnología militar superiores que les permitió conquistar Egipto rápidamente. Eso fue en la dinastía XV, pero ya antes hubo señales contundentes de esta caída. Una fue la división del imperio en la dinastía VIII y otra la guerra civil que se conoce entre las dinastías X y XI. Posteriormente en las dinastías XVIII, XIX y XX, las de los poderosos Amenofis, Tutmosis, Setis y Ramsés, se viven tiempos de renovado esplendor económico y militar y en la XXI aparece la lenta y definitiva caída con la subida al poder de faraones extranjeros, libios y nubios, hasta el fin del Egipto faraónico con la llegada de los persas primero y los griegos después.

Entre la división de Egipto (después se reunificará de nuevo) en la dinastía VIII hasta la llegada de Alejandro Magno transcurren unos mil ochocientos años. Para tener un marco más completo, recordemos que las famosas pirámides de Giza, según los historiadores, se construyeron en la IV dinastía, unos dos mil quinientos años antes de J. C. Esto significa que cuando un sacerdote egipcio le enseñó a Alejandro las pirámides le estaba mostrando algo tan lejano en el tiempo como para nosotros ahora lo es el Coliseo romano, con la diferencia de que nuestra época presente carece de la relación cultural inmediata con aquella en la se construyó el Coliseo y, en cambio, lo que vio Alejandro sí tenía el mismo soporte cultural y estético a pesar de los más de dos mil años de distancia transcurridos entre las diferentes edificaciones que tenía ante sus ojos2.

Eso igualmente le ocurre al viajero actual que en un mismo viaje de turismo al país de los faraones, puede visitar monumentos con más de mil años de diferencia entre sí pero unidos por un reconocible y semejante marco religioso, cultural y estético.

Según nos dice la historia oficial la religión egipcia estuvo presente en el planeta más de 4 000 años mostrando prácticamente durante este tiempo unas formas de expresión ceremonial, artística y social muy semejantes. Aún hoy podemos ver una impronta y modelos comunes comparando monumentos de épocas muy distantes entre sí. Otra prueba de este sorprendente continuismo en el tiempo es la escritura jeroglífica.

Así mismo, de un modo extraordinario en la historia, los pueblos que invadieron Egipto, adoptaron la cultura y religión egipcia sin prácticamente implantar las suyas propias. Valgan los ejemplos de los mencionados hicsos, los persas o de Alejandro Magno como prueba de la inmensa potencia de su religión capaz de absorber de un modo tan contundente otras formas culturales o de culto. Uno de los motivos es el enorme respeto que otros pueblos profesaban a la cultura y conocimientos de los egipcios. Para comprobarlo basta leer las crónicas al respecto de autores griegos.

En lo referido a su legado filosófico y religioso también resulta imposible comprender el judaísmo, el cristianismo o la religión y filosofía greco-romanas, sin conocer la gigantesca influencia que la religión egipcia tuvo sobre estas formas de pensamiento. Eso a pesar de que, como ya vimos en el primer libro, lamentablemente se suele acceder a la cultura egipcia y a su religión empezando por un grave error.

La concepción actual que se tiene de la cultura y religión de los antiguos egipcios nace de una equivocación que se ha repetido hasta la saciedad. Este error parte de la creencia de que los egipcios tenían dioses, lo cual es falso. Y repetir esta afirmación resulta importante. Este error arranca de la llegada de los griegos que, ante el declive de una religión de la que quedaban ya solo rescoldos de su gigantesco patrimonio de conocimiento, identificaron los neteru egipcios con su propia concepción de dioses. Ciertamente esta asimilación les resultó sencilla para algunos dioses y, para otros, se forzó el vínculo hasta alcanzar cierta similitud con los suyos. Sin embargo esta confusión ha servido para que la enorme aportación a la metafísica y espiritualidad de su pensamiento haya quedado en un segundo plano.

Es su legado el que demuestra la enorme importancia de la religión egipcia en la historia de nuestra civilización, sin embargo hay que insistir en que tratar de comprender su concepción del hombre, la vida, el mundo y lo divino y trascendente, exige adaptarse a su marco de pensamiento.

Pero también es imprescindible tener presente que la historia del Egipto que conocemos es, como ya hemos dicho, la crónica de una decadencia. Valga el ejemplo de que a partir de la construcción de las pirámides de la cuarta dinastía parecen olvidar como construirlas con semejante nivel técnico; valga como ejemplo también la belleza y delicadeza del jeroglífico de las pirámides del Imperio Antiguo en Sakkara que ya nunca fue superado.

Tampoco hay que olvidar que su enorme conocimiento y portentosa civilización parecen haber salido de la nada lo cual resulta tan insólito como increíble. Dado que los historiadores han trazado con esfuerzo y a duras penas un mapa de las culturas antiguas y una cronología más o menos consensuada sobre nuestro pasado, echar hacia atrás el reloj del tiempo respecto al origen de la civilización egipcia se torna inviable para la concepción académica. Sin embargo basta leer cualquier libro sobre egiptología y aparece un espectacular vacío temporal entre unos individuos recolectores y ganaderos que hacían alfarería y poco más y otros poseedores de los conocimientos arquitectónicos y de ingeniería capaces de construir la Gran Pirámide, algo todavía hoy considerado un verdadero desafío tecnológico, pero como también se refleja en estos mismos libros, por algún motivo desconocido nunca más vuelven a construir pirámides con esa avanzada arquitectura e ingeniería. En este edificio, más allá de su gigantesco volumen de piedras y al esfuerzo descomunal de cómo moverlas, lo cierto es que previamente se requirió un alto conocimiento de arquitectura e ingeniería, es decir, disciplinas técnicas y de precisión que no se suplen ni con esfuerzos masivos ni con el mero ingenio. Este es solo un ejemplo de algunos hechos que ponen en evidencia los grandes desafíos y preguntas sin respuesta que se acumulan a la hora de explicar la historia del Antiguo Egipto.

Hoy, cualquier turista medianamente atento y que recorra los lugares incluidos en las excursiones habituales, se dará cuenta de que la mayoría de lo que visite lo verá repleto de imágenes y jeroglíficos tanto en tumbas, templos, mastabas, etc., salvo unas pocas excepciones. Las principales son el Oseirón, detrás del templo de Abydos, los templos de Giza y el interior de las mismas pirámides de Giza o de la llamada pirámide Roja supuestamente también erigida en la IV dinastía. No hace falta ser un experto ni en arte ni en arquitectura para darse cuenta de que estas construcciones parecen corresponder a otro tiempo, a otro estilo. Pero este libro no pretende entrar en ninguna polémica que solo el tiempo, una adecuada apertura de mentes y la humildad necesaria entre los que quieren tener todas las respuestas, resolverá. Quiero repetir que a pesar de las dudas o incredulidad que me provocan algunas de las hipótesis de la egiptología más académica, su trabajo me parece encomiable, enormemente valioso y me merece el mayor de los respetos. Hagamos ahora un repaso de la cronología egipcia más consensuada por historiadores y arqueólogos.

Vista de la mítica Gran Pirámide con la Esfinge

El Oseiron de Abydos