GuíaBurros: La Masonería en España - Manuel Según Alonso - E-Book

GuíaBurros: La Masonería en España E-Book

Manuel Según Alonso

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La masonería siempre ha estado rodeada de mitos y desinformaciones que la mayoría de las veces solo buscaban su descrédito, algo que ocurrió especialmente en aquellos países en donde gobernaban dictaduras de un signo u otro. Y esto sucedió en España. Sin embargo, la masonería es un camino para el perfeccionamiento individual del ser humano. Se sirve de un método gradual y escalonado, que posee símbolos, rituales y leyendas, que tienen el fin de ayudar a alcanzar de modo progresivo el famoso "conócete a ti mismo". Esta obra recorre los avatares de la masonería española desde su llegada a nuestro país hasta la actualidad repasando su historia y sus sueños de libertad en un estudio riguroso y documentado.

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GuíaBurros: La Masonería en España

Historia inconclusa de un sueño de libertad (1728-2022)

Manuel Según Alonso

www.masoneria-espana.guiaburros.es

© EDITATUM

© MANUEL SEGÚN ALONSO

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Primera edición: enero de 2023

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Sobre el autor

Manuel Según Alonso es funcionario del cuerpo de Gestión de Sistemas e Información de la Administración General del Estado. Doctor en Historia e Historia del Arte y Territorio por la UNED. Master de Historia de España en el Contexto Internacional por la UNED. Licenciado en Filosofía y Letras, especialidad Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Miembro de Centro de Estudios históricos de la Masonería Española (Universidad de Zaragoza) y del Ateneo de Madrid.

Ha escrito varios libros y artículos de investigación histórica y ha participado en diferentes actos y congresos relacionados con la memoria democrática, la igualdad de derechos, historia de la masonería, etc. Mantiene un compromiso constante en la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Agradecimientos

A mis abuelos Franco y Elena, por su amor y enseñanzas.

Introducción

La masonería es un camino para el perfeccionamiento individual del ser humano. Se sirve de un método gradual y escalonado que posee símbolos, rituales y leyendas, enlazando los diferentes niveles de una forma progresiva con el fin de que el masón construya el yo-Interior y un templo universal, simbolizado en el templo de Salomón. Los miembros de la masonería aprenden este método, y no se impone, sino que se enseña y se vive. Se podría afirmar que hay tantos métodos masónicos como miembros de la masonería. El principal lema de este es: “Conócete a ti mismo”.

Otra forma de definir la masonería es hacerlo a través de lo que no es. Y así, se puede afirmar que no es una religión (y por tanto no es una secta), no es un partido político, no es un sindicato, no es una escuela filosófica, ni una organización secreta —aunque sí discreta—. Ciertamente tiene algo de todo ello.

No es una religión, aunque nace obligando a sus miembros a creer en un Ser Supremo, al que denominan “Gran Arquitecto del Universo”, precepto que va desapareciendo en muchas obediencias según avanza el siglo XIX y el cumplimiento de la ley moral que une a todas las personas.

No es una organización política, aunque tiene una ideología que se inspira en la libertad, en la igualdad y en la fraternidad de todos los seres humanos.

No es un sindicato, aunque defiende que todas las personas tengan una vida digna, trabajando activamente en temas relacionados con la beneficencia y la solidaridad. Y no es una academia filosófica, aunque se sigue un sistema de instrucción a través de lo que denominan “método masónico y el símbolo”.

Por último, y no menos importante, se debe recordar que en la logia está prohibido hablar de política y religión, aunque fuera de ella los miembros de la Orden pueden pertenecer a diferentes religiones, diferentes grupos políticos, diferentes sindicatos o diferentes escuelas filosóficas, muchas veces antagónicas entre sí, por lo que es complicado afirmar que la masonería pueda influir y tener voz unánime en estos aspectos fuera de un posicionamiento general (libertad de conciencia, libertad religiosa, liberalismo democrático…). Pero también es cierto que su carácter de organización discreta, la conexión entre las diferentes logias, el reconocimiento mutuo, la ayuda que se prestan y la jerarquización de grado ha ayudado a crear, de forma indirecta, microcosmos de libertad que han servido en periodos concretos como vehículos para mantener los principios progresistas.

La sociabilidad masónica es visible por las redes que crea y por las relaciones que se establecen entre las diferentes logias, entre cada una y la obediencia, y estas con el mundo exterior, lo que desde la masonería se llama “mundo profano”. De hecho, la logia es un espacio de sociabilidad, caracterizada por el secreto masónico, el símbolo, el ritual y la fraternidad, fomentando espacios reservados para sus miembros que han conferido a las logias ese carácter polémico y misterioso que ha sido tan utilizado por sus detractores.

Es importante tener en cuenta que no se puede hablar de masonería (en singular) sino de masonerías, puesto que hay muchas masonerías independientes unas de otras. A esto hay que añadir que existe multitud de ritos, cada uno con su propia idiosincrasia.

Una primera división se puede establecer entre masonería inglesa y masonería francesa (anglosajona o latina, dogmática o adogmática, regular o irregular, conservadora o liberal), muchas veces enfrentadas y desde el siglo XIX totalmente separadas, al punto de que no se reconocen entre sí. Esta situación se agrava en tiempos de Napoleón III y lleva a una definitiva ruptura cuando la masonería francesa organiza una intensa propaganda anticlerical, que dio paso a la supresión en 1877 de la clásica invocación masónica: “A la gloria del Gran Arquitecto del Universo”, y con ello la exigencia en “la creencia en Dios, en la inmortalidad del alma y el tomar el juramento sobre la Biblia, considerada como expresión de la palabra y la voluntad de Dios”. Pero esto no puede llevar a engaño: aunque con matices, “el espíritu masónico es único”. Los miembros de la Orden viven y utilizan un mismo método masónico y comparten un ritual que les hace experimentar la pertenencia a una misma sociedad. Todos buscan la verdad, exigen la tolerancia, la libertad, la fraternidad y practican la solidaridad dentro de un marco de igualdad. Cada miembro se considera una piedra bruta que tallar.

Los rituales para los miembros de la Orden no son otra cosa que acciones simbólicas que establecen sin comunicación y que, asentándose en significados que aparentemente no transmiten nada, logran convertirse en señas de identidad. Son parte de ellos, les sirven para despedir etapas e iniciar otras. Les permiten regocijarse encontrándose con el espíritu pagano que habita bajo múltiples capas de adaptaciones sociales.

Otro punto diferenciador es el tema de la mujer, que, como en el caso de la creencia en Dios, es rechazada por la masonería dogmática o inglesa y admitida, o al menos, tolerada por la masonería latina o adogmática.

En España fue fundamental la campaña llevada a cabo por los miembros de la masonería en favor de una escuela gratuita, obligatoria, racionalista y laica, que supone un enfrentamiento con la Iglesia, pues la educación está fundamentalmente en manos de esta. Este posicionamiento era afín a las propuestas del republicanismo, y a los partidos y movimientos culturales y sociales que se oponen a la España tradicional que representa la unión Corona-Iglesia.

Aunque también es importante recordar que en la práctica la Orden en España nunca ha contado con una estructura económica suficiente que le permita poner en práctica sus ideas, quedando la mayoría de ellas en conceptos teóricos o proyectos que nunca se pueden poner en práctica, o su duración es muy limitada en el tiempo.

El anticlericalismo siempre ha estado unido a la masonería española. Este concepto no se entiende como un ataque a la Iglesia y a la libertad religiosa, sino que se presenta como la obligación de respetar las creencias y que estas debían ocupar el espacio privado. En definitiva, defienden que las organizaciones religiosas no deben tener ningún privilegio. Lo que es cierto es que en muchos casos se dejan llevar por un desprecio al jesuitismo y al Vaticano a los que consideran poderes extranjeros que se oponen a la independencia de los pueblos.

La confrontación entre la Iglesia católica y la masonería tuvo su punto álgido con los pontificados de Pío IX (1846-1878) y León XIII (1878-1903), curiosamente los años que están marcados por el fin de los Estados Pontificios. Estos papas estaban convencidos de que la Iglesia católica no podría tener un poder espiritual sin mantener el poder temporal. Veían en las sociedades secretas, y especialmente en la masonería, los elementos que luchaban para lograr la unificación italiana.

Pío IX en la constitución Apostolicae sedis, del 12 de octubre de 1869, un año antes de la ocupación de Roma por las tropas garibaldinas, reúne toda la legislación anterior contra la Orden y la pena de excomunión. León XIII, tras su ascenso al pontificado en 1878 y durante los veinticinco años que se mantuvo en el puesto, posibilitó la publicación de más de unos doscientos cincuenta documentos condenatorios de la masonería, llegando a dos mil las referencias papales contra la Orden. Entre ellos destaca la encíclica Humanum genus.

Con relación a la mujer, cabe decir que la primera noticia que se tiene de una logia femenina en España se produce en el libro de actas del 12 de marzo de 1811 de la logia Beneficencia de Josefina de Madrid, en la que se consigna que existe una logia de adopción que pide la afiliación a esta logia. La decisión se deja para una tenida posterior, pero no vuelve a constar que se tratara este asunto.

Entre 1874 y 1931 aparecen multitud de logias de adopción. También es habitual encontrarlas en los cuadros de logias masculinas, especialmente en el Grande Oriente Español, hasta 1896. En el siglo XX, solo se encuentran fuera de las logias o cámaras de adopción en las pocas logias que se fundan del derecho humano.

El inicio de la masonería. La Orden en el siglo XVIII

Según el libro de actas de la Gran Logia de Inglaterra, España es la primera nación del continente que solicita fundar una logia. Lo hace en Madrid, en la fonda francesa Tres Flores de Lys de la calle de San Bernardo en 1728. Lleva el nombre de French Arms, aunque también se la conocerá como las Tres Flores de Lys, logia de Madrid o la Matritense. A lo largo de su vida tiene varios números, 50, 44 y 27. Es fundada y está compuesta por ingleses que residen en varias ciudades españolas. Se reúnen el primer domingo de cada mes. El duque de Wharton aparece en esta logia como delegado de la Gran Logia de Inglaterra. Se encuentra en la lista de logias hasta 1768, que es borrada.

Además de esta logia, hay certeza de logias en Gibraltar y Menorca, además de la formación de una logia de súbditos de los Países Bajos en 1772 en Madrid.

Pronto, surgen documentos pontificios sobre la Orden. El primero será la constitución apostólica In eminenti, del papa Clemente XII, fechada el 28 de abril de 1738, que entre otras cosas condena a los masones con la excomunión. Esta condena tuvo su repercusión en España de forma indirecta a través de un despacho proveniente de Portugal, que es estudiado por el Santo Oficio, estableciendo, por edicto, la condena de la masonería tanto por el inquisidor mayor de España como por el inquisidor general de Portugal, y se exhorta a que fuese expulsada de cualquier lugar donde se introdujese y se impida su difusión donde aún no se hubiera introducido.

El papa Benedicto XIV el 18 de mayo de 1750 vuelve a condenar la masonería, esta vez mediante la constitución apostólica Providas que viene a ratificar “las sabias leyes y sanciones de los Romanos Pontífices, sus antecesores”.

La Providas tiene repercusión en España y lleva a la promulgación de otro edicto contra la Orden, que aboca a la promulgación de un edicto contra la Orden fechado el 2 de julio de 1751 y firmado por el rey Fernando VI. Este documento es el primer decreto real español contra la masonería (algunos autores nombran una supuesta pragmática de 1740, aunque no hay ninguna fuente primaria que la avale). En este edicto, el único delito que se alega contra la masonería es que “resulta sospechosa a la religión y al Estado por no constar al Soberano de sus fines e institutos”.

En el Archivo de Palacio apenas se encuentran procesos relativos a los masones del siglo XVIII. El primero se lleva a cabo contra el francés Tournon por la Inquisición de Madrid en 1757.

Muchas veces se ha repetido que la masonería en España se desarrolla de forma extraordinaria con la llegada de Carlos III en 1759. Este rey aparece en la literatura masónica como el prototipo de soberano defensor de la masonería y rodeado de ministros masones. La realidad es que, cuando era rey de Nápoles en 1751, había prohibido la francmasonería y que posteriormente en 1775 hizo que su hijo la volviera a prohibir. Si algo se puede decir de este soberano es que pública y privadamente era un antimasón declarado. Tampoco es cierto que se rodeara de ministros masones, incluido el conde de Aranda, que no fue el primer gran maestro del Gran Oriente de España, ni siquiera masón, como demuestra Ferrer Benimeli.

El 24 de junio de 1780, supuestamente presidido por el conde de Aranda, nace el Gran Oriente Nacional de España, respaldado por la Gran Logia de Inglaterra. Tenía su templo en la calle del Turco, según unas fuentes; según otras, en el palacio de los duques de Híjar, en la Carrera de San Jerónimo de Madrid. Como se ha dicho, no hay ninguna prueba de que el conde de Aranda fuera masón; además, este estuvo ausente de España entre 1773 y 1783, por lo que es imposible que pudiera estar en Madrid fundando una obediencia.

En definitiva, se puede afirmar que la masonería en España no existe, al menos de forma organizada, durante el siglo XVIII, estando circunscrita a algunos masones extranjeros que son vigilados por la Inquisición.

Paradójicamente, mientras las primeras logias en territorio español están compuestas únicamente por extranjeros, la primera logia de españoles lo fue en el extranjero, más concretamente en Brest (Francia), a los pocos meses de iniciarse el siglo XIX. Esto se debe a los pactos entre España y Francia. Para colaborar con esta última en su guerra contra Inglaterra, una escuadra española compuesta por quince navíos, cuatro fragatas y cuatro corbetas, y unos efectivos de más de doce mil hombres, procedentes de Cádiz, estuvo fondeada en Brest desde el 8 de septiembre de 1799 al 29 de abril de 1802. Estando allí, un grupo de oficiales españoles comenzaron a frecuentar dos logias de esta ciudad: la logia Heureuse Rencontre y la logia Los Elus du Sully. Esto posibilita que en agosto de 1801 funden una logia propia denominada La Reunión Española. Este taller está activo hasta el 23 de abril de 1802 y cuenta con veintiséis miembros. Se producen al menos cincuenta y tres reuniones. Está auspiciada por el Gran Oriente de Francia y el motivo de su fundación es poder celebrar las reuniones masónicas en lengua castellana.