GuíaBurros: Pintoras en la Historia - María del Carmen Morcillo - E-Book

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María del Carmen Morcillo

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Beschreibung

Si hiciésemos una encuesta para saber cuántos pintores conocemos, la mayoría consultada mencionaría a Goya, Velázquez o Van Gogh, pero con seguridad no se hallaría a ninguna mujer en esta lista. Como si no hubiesen existido, pero no es verdad, existieron muchas y excelentes pintoras. ¿Por qué no las conocemos? Porque a lo largo de los siglos han estado escondidas en conventos en el Medievo o dedicándose a labores domésticas en el Renacimiento o el Barroco. Durante el siglo XIX las impidieron formarse porque pintar no era de "señoritas bien" y cuando se crearon las grandes pinacotecas europeas se siguió la norma patriarcal y las pintoras fueron relegadas. Aún hoy nos parece normal que en pleno siglo XXI, el Museo del Prado solo tenga a trece mujeres expuestas en su colección permanente. Es hora de sacar del olvido a estas pintoras, mujeres artistas con coraje, y este libro lo hace.

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Pintoras en la Historia

María del carmen morcillo

Sobre la autora

María del Carmen Morcillo, nacida en Plasencia (Cáceres), madrileña de adopción. Diplomada en Ciencias Empresariales por la Universidad Carlos III de Madrid, ha trabajado de secretaria y contable en varias multinacionales.

Mente curiosa y aficionada a la historia del arte desde que contempló en la infancia con su padre la sala oscura dónde se exponían las Meninas, asidua visitante de museos y en especial del Museo del Prado. Interesada de forma autodidacta por el arte en general y por las mujeres artistas en particular. Durante el confinamiento de 2020 retomó su propia investigación sobre pintoras desconocidas y olvidadas, que es el germen de este trabajo.

Agradecimientos

Para Eva María y Esther, mis hijas, para que descubran que las mujeres pueden hacer todo lo que se propongan.

A mi madre, mi marido y el resto de mi familia y amigos por animarme en esta nueva ilusión.

A Sebastián Vázquez por confiar en que mi investigación merecía ser publicada y por los sabios consejos de estilo recibidos

A mi querida amiga Marta, que me embarcó en este apasionante proyecto.

Introducción

Lo que más deseo es la libertad de salir sola, de ir y venir, de sentarme en las sillas de las Tullerías, y sobre todo en las del Rosa Luxemburgo, de pararme y mirar las tiendas de objetos de arte, de entrar en las iglesias y los museos, de caminar por las viejas calles de noche; eso es lo que más deseo; y esa es la libertad sin la que no se puede llegar a ser artista. ¿Alguien se cree que puedo captar muchas cosas valiosas de lo que consigo ver, si siempre tengo que ir acompañada y para ir al Louvre tengo que esperar a que lleguen mi coche, mi dama de compañía y mi familia? Esta es una de las principales razones por las que no existen mujeres artistas.

María Bashkirtseff

Pintora afincada en París (1879)

La idea de escribir un libro sobre mujeres artistas surgió en la puerta del colegio. Esperando junto a las otras madres en la entrada a que le tomen la temperatura a nuestros hijos cumpliendo los protocolos del Covid, mi querida Marta nos pidió ayuda para un proyecto: hacer un libro sobre los pintores más influyentes de la historia del arte. La idea era buena, pero muy poco original. De este tipo de manuales hay un montón, por ello decidimos darle una vuelta. Si en estos tiempos de pandemia, en pleno siglo XXI, hiciésemos una encuesta para saber cuántos pintores conocemos, la mayoría de la población consultada mencionaría a Goya, a Velázquez o a Van Gogh y, posiblemente, no consideraría a ninguna mujer. Es más, si hojeamos algún manual de historia del arte de primaria o secundaria, o bien no encontraremos a ninguna, o bien su presencia será residual.

Es como si no hubiesen existido mujeres artistas. ¿Por qué no las conocemos? Pues porque a lo largo de los siglos las hemos tenido escondidas, en los conventos en el Medievo y dedicándose a las labores domésticas durante el Renacimiento y el Barroco. Durante el siglo XIX las impidieron formarse en academias porque no era de “señoritas bien” pintar cuerpos desnudos, tanto masculinos como femeninos. Además, cuando en dicho siglo se crearon las grandes pinacotecas europeas, se siguió la norma patriarcal de considerar a las mujeres inferiores y relegarlas al sótano. Es decir, los que decidieron qué se iba a exponer en los museos eran hombres, y por tanto se decidieron por artistas de su género. El problema es que hemos interiorizado este concepto y nos ha parecido normal que, hasta el 2021, la principal pinacoteca española expusiera solo siete mujeres artistas en su colección permanente. Recientemente, tras la remodelación de las salas del XIX se han incluido a trece artistas.

De este modo, algunas se vieron obligadas a pintar temas menores como bodegones o miniaturas y así ser la rara avis de la familia o del taller de padres o esposos. Pero, incluso con todas estas dificultades, algunas destacaron. Por suerte, en el siglo XX, gracias a la explosión de las vanguardias y a las primeras feministas, las artistas fueron haciéndose un hueco. Además, si conocemos a alguna pintora suele ser más gracias a anécdotas de su biografía y su faceta como icono pop que por su obra. Sabemos que Frida Kahlo es un icono pop, o nos quedamos en la anécdota de la traumática violación de Artemisia Gentileschi. Por otro lado no dejamos de admirar a Caravaggio, conociendo su violento carácter, o a Picasso, a pesar de su misoginia.

En los últimos años, estamos asistiendo a grandes acontecimientos artísticos que tratan de llenar este vacío por parte de los grandes museos mundiales dando a conocer a estas artistas como lo que son: grandes pintoras. Así, hemos podido asistir de manera presencial o virtual a estos eventos:

Las recientes exposiciones del Museo del Prado sobre Sofonisba Anguisola y Lavinia Fontana y Clara Peeters como retrospectivas de mujeres artistas e “invitadas” dedicadas a explicar la situación de la mujer en el siglo XIX en general y de las artistas en particular.

La exposición monográfica sobre la obra de Artemisia Gentileschi en la National Gallery (parada por la pandemia, como si el destino nos impidiera hacer justicia todavía).

La exposición recién clausurada sobre Georgia O'keefe en El Museo Thyssen-Bornemizza.

Nuestros objetivos son sacar del olvido a las mujeres pintoras para que, dentro de unos años, cuando se haga esa encuesta los resultados sean distintos y que cuando ojeemos un manual de historia de arte o visitemos una gran pinacoteca la lista de artistas esté considerada con criterios de igualdad. El problema de las pinacotecas es que su recorrido expositivo se hizo en el patriarcal siglo XIX y sigue siendo gestionado por directivos del siglo XX pese a que está dirigido a un público del siglo XXI que espera perspectiva de género en todos los ámbitos.

El lector advertirá que en la relación de pintoras no figura Frida Kahlo. Esto se debe a que ella no es precisamente una pintora en el olvido, al contrario, posiblemente sea la artista más conocida dentro de la pintura universal.

Encomendándonos a santa Catalina de Bolonia, patrona de los artistas, trataremos de contar la historia del arte como siempre debió ser contada.

De las artistas rupestres a las monjas medievales

¡Oh, figura femenina, cuán gloriosa eres!

Hildegarda de Bingen

En 2002, el doctor John T. Manning, de la Universidad de Swansea del Reino Unido, descubrió que existe una relación entre el tamaño del dedo índice y el anular de toda la especie humana y distinta en hombres y mujeres. Aplicando este ratio de Manning, dos investigadores franceses, Jean Michel Chazine y Aranud Noury, desarrollaron un programa informático: el Kalaimain, que ha conseguido demostrar que solo la mitad de las manos de las pinturas rupestres son masculinas, siendo la otra mitad de mujeres. Es decir, los pintores de las cuevas prehistóricas fueron pintores y pintoras en igualdad de condiciones, pues la tribu trabajaba en equipo. Por tanto, es nuestro deber seguir reescribiendo la historia del arte desde los orígenes.

En el Antiguo Egipto se han encontrado evidencias de que Helena de Egipto aprendió su oficio de su padre pintor, Timón de Egipto. Helena trabajó en el período posterior a la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C.

Plinio el viejo, en su Historia natural del año 77, nos habla de la invención de la pintura por parte de una mujer y de las Seis Mujeres Artistas de la Antigüedad. En el Libro 35 de este compendio de conocimiento se nos cuenta la historia de Kora, hija de Butades, que quedó prendada de un joven que pronto marcharía a la guerra. Durante la última noche antes de su despedida, Kora despertó de su sueño y descubrió cómo el perfil de su amado se describía en la pared proyectado por la luz de una vela. Tomando un carboncillo, repasó el perfil de la sombra para así no olvidar la imagen de su amado. A partir de esa silueta, su padre aplicó una capa de arcilla que modeló llevando a la tercera dimensión el retrato del joven, que posteriormente horneó para que se conservara a lo largo del tiempo. Siguiendo este mito, Kora sería la inventora de la pintura y su padre el inventor de la escultura.

Estas son las artistas más antiguas de las que tenemos datos gracias al escritor latino:

Aristateta:

hija y pupila del pintor Nearco. Su fama se debió a un cuadro que representaba a Esculapio.

Irene

o

Eirene:

hija de un pintor, pintó la figura de una joven que estuvo albergada en Eleusis. Poco antes del Renacimiento, Boccaccio escribió sobre Irene en su libro

Sobre las mujeres ilustres (De mulieribus claris)

; y le atribuyó obras como

Calipso, El gladiador Teodoro

y una representación de Alcístenes.

Timarete

(o

Thamyris,

o

Tamaris;

siglo V a. C.): es considerada como

la primera pintora registrada en la historia.

Era hija del pintor Micon el Joven, de Atenas. Según Plinio el Viejo, ella “despreciaba los deberes propios de las mujeres y practicó el arte de su padre”. En el tiempo de Arquelao I de Macedonia fue reconocida por una pintura sobre tabla de la diosa Diana que fue conservada en Éfeso.

Anaxandra:

pintora griega, hija de Meakes, un pintor de escenas mitológicas.

Olimpia:

de quien solo conocemos de ella que fue maestra de un pintor llamado Autobulo.

Marcia Severa de Cícico

o

Laia de Cicico:

se dice que la mayoría de sus pinturas trataban sobre mujeres. Era conocida por trabajar más rápido y pintar mejor que sus competidores masculinos, Sopolis y Dionysius, lo que le permitió ganar más que ellos. Laia permaneció soltera toda su vida. También es reconocida por ser la

primera artista en autorretratarse.

Como vemos, el acceso de estas mujeres a las artes se debe a que sus progenitores eran artistas, y este patrón lo vamos a ver a lo largo de toda la historia. Las mujeres siempre van a ser ayudantes de taller de sus padres o esposos.

En cuanto a la Edad Media, los historiadores siempre nos han enseñado que en los monasterios medievales solo trabajaban hombres, copiando en los scriptorium los bellos códices sagrados. Pero estos mismos historiadores olvidaron contarnos que los monasterios medievales fueron dúplices, es decir: en ellos convivían hombres y mujeres de forma complementaria. Las hermanas se encargaban de tareas domésticas y los hombres de la defensa moral y física de los conventos. Además, la única manera que tenían las mujeres medievales de ser algo libres era meterse en un convento. Puede parecer una incongruencia, pero era la única forma de conseguir no estar bajo el mando de un padre o un marido, estando sometidas solo al Dios supremo, que todo lo ve. Estarían dentro de una jerarquía, sí, pero basada en roles femeninos, estándoles permitido llegar a subir en el escalafón conventual: podían llegar a ser abadesas. Y, a pesar de las circunstancias, en estos sitios tan lúgubres y sagrados, hubo mujeres que destacaron y hemos olvidado: las ilustradoras medievales. Solo conocemos unas pocas. Las referencias más antiguas de mujeres iluminadoras se encuentran en los siglos VII y VIII: Herlinda, Reinula de Maasryck, la abadesa Agnes de Quedlinbug y Hitda de Meschede, que fue una abadesa ilustradora de Colonia que vivió entre 978 y 1042. Tenemos datos más concretos de:

Ende

(siglo X): es posible que fuera una monja del siglo X, quizás del monasterio de San Salvador de Tábara y que trabajara como iluminadora de manuscritos en el norte de la Península Ibérica. Se le atribuye la iluminación del

Beato de Gerona.

Al final de este manuscrito iluminado figuran el nombre del patrón, el Abad Dominicus, y la fecha exacta de su edición: 6 de julio de 975. También se conocen los nombres de sus dos ilustradores:

“Ende, pintora y sierva de Dios”

y “Emeterio, monje y sacerdote”. La palabra latina para “pintor” aquí está en forma femenina. Era común durante la Edad Media citar los nombres, en orden decreciente de importancia, pudiéndose afirmar, por lo tanto, que el más relevante de los dos ilustradores era una mujer. En consecuencia, Ende

es la primera artista femenina en España y una de las primeras en Europa de la que se tiene registro por firmar una obra.

Diamuris

o

Diemud

(siglo XI): monja del monasterio de Wessobrunn en Baviera. Apodada como “la Bella Escriba” por su bonita caligrafía. Iluminó cuarenta y cinco manuscritos que se conservan en la Biblioteca Estatal de Baviera.

Hitda

(978–1042): fue una monja y abadesa que ilustró los

Evangelios de la abadesa de Hitda de Meschede

o el

Codex Hitda,

considerado como la obra maestra de la escuela de iluminación de Colonia, caracterizada por la utilización libre del pincel. Esta artista dio un paso más para trascender en la historia de la iluminación incorporando su propio retrato en la obra en la que estaba trabajando, un gesto que posteriormente repetiría la ahora reconocida Hildegarde Von Bingen.

Guda de Weissfauen

(siglo XII): como acabamos de ver, incluir autorretratos en las iluminaciones fue un guiño frecuente de las artistas medievales, una osadía que podría interpretarse como rebeldía y reafirmación de un trabajo del que estaban muy orgullosas. Guda también incluyó su autorretrato en una letra inicial del

Homiliario de San Bartolomé,

y por si no quedaba claro de quién se trataba, le añadió un texto que dice:

Guda, peccatrix mulier, scripsit et pinxit hunc librum

(“Guda, una pecadora, escribió y pintó este libro”). Este manuscrito se conserva en la Biblioteca del Estado, en Fráncfort del Men. Actualmente, los investigadores consideran a Guda de Weissfauen como

una de las primeras mujeres que crearon un autorretrato firmado en el mundo occidental.

Claricia

(siglo XII): era una monja alemana del siglo XIII que aprovechó el “aire” de la inicial “Q” que dibujaba en un salterio para pintarse a ella misma y repetirse, colgada, en otra imagen del libro. De hecho, este manuscrito se conoce como el

Salterio de Claricia

del Museo Walters de Baltimore.

Hildegard Von Binger

O cómo ser la mujer más influyente en la Edad Media

(Bermersheim, 1098-Monasterio de Rupertsberg, 1179)

La más famosa artista medieval fue Hildegard Von Binger, perteneciente a la Orden de San Benito, que fue una santa, compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, abadesa, mística, líder monacal y profetisa alemana. Fue conocida también como la “Sibila del Rin” y la “Profetisa Teutónica”. Logró todo lo que una mujer podía conseguir en el Medievo gracias a una vida de esfuerzo, estudio y dedicación. Como vemos, no solo fue iluminadora medieval, sino mucho más.

Hildegard Von Bingen nació en una familia noble alemana en 1098. Fue la décima de sus hermanos y pasó enferma la mayor parte de su infancia. Sus padres eran muy creyentes y la entregaron a la Iglesia como un diezmo (por ser la menor de sus diez hijos) cuando ella tenía ocho años. Cuando fue adulta, Hildegard expresó su gratitud hacia su familia por haberla entregado a la Iglesia en un momento en que “el espíritu religioso crecía lentamente”. En 1136 fue elegida por unanimidad abadesa y tras su elección se atrevió a confesar que tenía visiones desde niña. Estas visiones hicieron que se la tratara como una persona en conexión con Dios y gracias a esto fue capaz de deshacerse de las restricciones que la Iglesia medieval imponía a las mujeres predicadoras, pudiendo por ello dedicarse a la filosofía y a la ciencia. De hecho, la mayoría de los manuscritos de Hildegard Von Bingen se basan en sus experiencias místicas. Tardó diez años en decorar su primera obra: Scivias(Conoce los caminos), una serie de veintiséis visiones con diez grandes iluminaciones a página completa. Se autorretrata orgullosa mirando hacia arriba, en forma de alabanza por la inspiración y “firmando” su trabajo en una esquina de todas las páginas.

Esta particular mujer era también una compositora consumada y sus obras se escuchan hoy en día. Buscad en Spotify. Como curiosidad, el asteroide (898) Hildegard, descubierto por el astrónomo alemán Max Wolf el 3 de agosto de 1918, y el cráter lunar Hildegard llevan este nombre en su memoria desde febrero de 2016.

El 7 de octubre de 2012, el Papa Benedicto XVI la nombró Doctora de la Iglesia. Además, también inventó un alfabeto: el Litere ignote, que usó para su lengua lingua ignota, primera lengua artificial de la historia, por la que fue nombrada patrona del esperanto.

🖌 Obras destacadas:

El Códice de Wiesbaden

, 1200. Biblioteca de Wiesbaden (actualmente Universidad y Biblioteca Estatal de Rhein-Main) (Alemania). Durante la Segunda Guerra Mundial, el manuscrito original fue casi destruido, pero su contenido se conservó gracias a fotocopias y facsímiles extraídos durante las primeras décadas del siglo XX.

Códice de Gante

, entre 1170 y 1173. Biblioteca de la Universidad de Gante (Bélgica).

Códice de Lucca

, siglo XIII. Biblioteca Estatal de Lucca (Italia).