GuíaBurros: ¿Sabes de cine? - Sara Carril - E-Book

GuíaBurros: ¿Sabes de cine? E-Book

Sara Carril

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El cine, desde prácticamente sus orígenes, se reveló como un nuevo arte debido a los valores éticos y estéticos que aportaba al espectador. Así, a través de obras maestras que mostraban sucesivos avances técnicos, rodajes más profesionales y nuevas formas narrativas y estéticas, se fue construyendo un arte, una industria y una fuente de ocio de una influencia y penetración social extraordinarias. Desde el cine mudo hasta el impacto del estreno de Ben Hur, de la mano de una estudiosa y amante del séptimo arte, este libro repasa las películas de visionado imprescindible de la denominada "edad de oro", ofreciendo al lector su ficha técnica, sinopsis, sus aportaciones a la historia del cine y sus valores más importantes.

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GuíaBurros: ¿Sabes de cine?

Las películas imprescindibles del cine clásico

Sara Carril

www.sabes-de-cine.guiaburros.es

© EDITATUM

© SARA CARRIL

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Primera edición: marzo de 2023

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Sobre la autora

Sara Carril es una apasionada del mundo audiovisual. Ha trabajado como guionista, realizadora y auxiliar de producción. Tiene el Grado Superior de realización cinematográfica y una Diplomatura de guion de cine y televisión.

Ha trabajado para Diagonal TV y para Fuillerat Partners y en series televisivas, cortometrajes y videoclips. Este es su primer libro.

Agradecimientos

A mis seres queridos y en concreto a mi madre: gracias por no censurar nunca el cine.

Prólogo

Por un puñado de... Títulos de cine clásico

Este libro es una incursión en la memoria, en la evocación de momentos de gozo artístico —a partir de obras imprescindibles del séptimo arte— y de sensaciones vinculadas a la emoción. También es una selección representativa para los más jóvenes —la generación Y, millennials,eco—boomers y nativos digitales— que deseen acercarse a los títulos cinematográficos que conforman uno de los pilares de nuestra cultura audiovisual: la narración de la historia del siglo XX a través de imágenes de ficción.

Antes de que el metaverso nos absorba y de que todos los fondos de cine en 35 mm se digitalicen, recordemos que hubo un tiempo —no hace tanto— en el que disfrutábamos seleccionando películas de manera tangible: las carátulas que contenían las fundas de los DVD, y antes los estuches para cintas de vídeo VHS y, antes aún, los afiches y programas de mano, se convertían en la promesa de un pasaje a la felicidad durante las siguientes horas.

Optemos por combinar la vanguardia tecnológica con lo vintage; con todas aquellas obras maestras que han mejorado y se han revalorizado con el paso del tiempo, de igual modo que sucede con otras artes y disciplinas como la música, la fotografía, la moda o la decoración. Pongamos en valor las más fascinantes propuestas que el cine de “pantalla grande” ha proyectado, dirigiendo nuestra mirada al pasado con la curiosidad que nos provoca lo “retro”. Todo está en la nube y lo podemos localizar a golpe de clic, pero como homenaje a Ray Bradbury, y a su novela distópica Fahrenheit 451, que fue llevada al cine por François Truffaut en 1966, no estaría mal que a la manera de los “hombres libro”, que vivían escondidos en el bosque recitando cada uno de ellos el texto literario que había memorizado, aprendiésemos los diálogos de alguna película emblemática o trascendente.

No porque las autoridades, como sucede en Fahrenheit 451, vayan a obligarnos a destruir la cultura. Y tampoco porque vaya a acontecer una tormenta solar que afecte a internet y desaparezca nuestra civilización.

Tan solo memoricemos una película como ejercicio lúdico. Convirtámonos en “personas cine”. Por placer y no como “reservorios” culturales para futuras generaciones. “Yo soy El gran dictador, de Chaplin” —afirmará alguien—. “Y yo… El crespúsculo de los dioses, de Wilder” —replicará otra “persona cine”—.

Sara Carril ha confeccionado esta guía que contiene una selección de títulos de películas que no pueden faltar en ninguna antología de la historia del cine clásico en EE. UU. y Europa. La autora parte de los albores del séptimo arte y recorre países, contextos históricos-sociales y tendencias estéticas muy diferentes: desde Viaje a la Luna (George Méliès, 1902), que inicia una línea mágica que quedó relegada por la fuerza del realismo narrativo de obras históricas como El nacimiento de una nación (D. W. Griffith, 1915), hasta el cine de estética más vanguardista como El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920), claro exponente del expresionismo alemán, o El acorazado Potemkin (Sergei Eisenstein, 1925), film generador de un espectacular nuevo lenguaje audiovisual al servicio de la propaganda soviética.

Sara Carril encuentra espacio para otros géneros cinematográficos, como el cine cómico, representado por Charlot y su profética película Tiempos modernos (1936), los dibujos animados de la factoría Disney, y melodramas como Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939) o Rebecca (Alfred Hitchcock, 1940).

La selección se completa con varios títulos de cine español, como La edad de oro (Luis Buñuel, 1930) y Bienvenido Mister Marshall (Luis García Berlanga, 1953), y con obras maestras que forman parte de los listados habituales de la crítica especializada, como Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) y Casablanca (Michael Curtiz, 1942).

Hace más de un siglo, la llamada “fábrica de sueños” inició su andadura por el cine mudo —en blanco y negro—, que fue evolucionando hacia el sonoro y el color, para llegar a su cima más exuberante con el technicolor y el formato panorámico de películas como Ben-Hur (William Wyler, 1959). Este es el momento en que se detiene la autora, dejando entrever que es el crepúsculo de los dioses de Hollywood. El sistema de estudios ha terminado y el relevo se encuentra en Europa. Es el comienzo del cine moderno con nuevos movimientos como la “Nouvelle vague”, la revolucionaria nueva ola francesa. En las décadas siguientes, 1960 y 1970, los paradigmas cambian. Pero, como diría uno de los protagonistas de Irma la dulce (Billy Wilder, 1963), el barman Moustache: “Eso es otra historia”.

Si recordar es viajar, seamos protagonistas de esta road movie y atesoremos títulos de películas, nombres de directores y de estrellas que nos hicieron emocionarnos. La memoria siempre está vinculada a la emoción y el cine se basa en el arte de recordar.

En Recuerdos (Stardust Memories, 1980), una melancólica película de Woody Allen, nos estremecen algunas de sus secuencias en un satinado blanco y negro. Tal vez sea por el subrayado de uno los temas principales de su banda sonora: la balada Stardust (Polvo de estrellas), compuesta por Hoagy Carmichael y Mitchell Parish en 1927:

“Aunque sueño en vano

en mi corazón quedara

mi melodía de polvo de estrellas”.

En conjunción con la letra de Stardust, el astrofísico Carl Sagan dijo que “éramos polvo de estrellas”, y antes que él lo hizo William Shakespeare a través de Próspero, protagonista de La tempestad (1611): “Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña vida se cierra con un sueño”. Y los sueños, cine son.

Sonia Sánchez Recio

Viaje a la luna / Le voyage dans la lune (1902)

“Construyo mis sueños para no despertar”

Ficha técnica

Duración:

14 minutos

País:

Francia

Dirección:

Georges Méliès

Guion:

Georges Méliès. Basada en las novelas de Julio Verne y H. G. Wells

Fotografía:

Théophile Michault, Lucien Tainguy (B&W)

Reparto:

Georges Méliès, Bleuette Bernon, Henri Delannoy, Jeanne d’Alcy

Productora:

Star-Film

Género:

ciencia ficción, fantástico

No es de extrañar que Georges Méliès sea el autor de Viaje a la Luna, una historia sobre una convención de científicos en la que se decide hacer una expedición a nuestro satélite, mientras son atacados por unos extraterrestres salvajes y vuelven a duras penas a casa. Quizá después de decirte esto pienses: “¿Pero por qué no es de extrañar? ¿Y por qué me cuentas la película?”. Bueno, pues lo más acertado para mí es preguntarse quién es Georges Méliès.

Antes de ser director, guionista y productor, nuestro protagonista se dedicaba al ilusionismo. Y antes de ello, trabajaba en la empresa de calzado que tenía su familia, reparando máquinas. Esta curiosa combinación, unida al cine, sería el origen de los primeros efectos especiales en la gran pantalla.

Méliès conoció el cine el 28 de diciembre de 1895. Invitado por los hermanos Lumière, pudo ver en primicia la primera proyección de este invento. Ahí es cuando todo cambió para él. Habló con los Lumière para comprarles una de aquellas máquinas. Negativa. “Este invento no tiene futuro”, según dijeron. ¿Qué podía hacer entonces? Había otra persona que también estuvo trabajando en crear el cinematógrafo, Robert William Paul, el cual no tuvo reparos en venderle el aparato de Méliès.

¿Os acordáis de que Georges es ilusionista y además reparaba máquinas? Pues en este momento, junto al cinematógrafo, nuestro protagonista se dedica a experimentar. Fue uno de los primeros en usar la fotografía en el lapso del tiempo, utilizar varias exposiciones a la vez, hacer disoluciones en la imagen y colorear los fotogramas a mano. Además, por accidente, descubrió el stop trick, que consiste en grabar un objeto, apagar la cámara, quitar el objeto y volver a grabar, provocando el efecto de que un objeto a desaparecido o aparecido de la nada.

Pero ¿por qué hacer una historia sobre unos científicos que van a la Luna? Lo primero, ¿por qué no? Y lo segundo, nos encontramos a finales del siglo XIX y a principios del XX, una época en la que las historias de ciencia ficción estaban al orden del día. Algunas como De la Tierra a la Luna de Julio Verne o Los primeros hombres en la luna de H.G. Welles inspiraron a Georges Méliès a crear Viaje a la Luna.

Viaje a la Luna y sobre cómo un éxito fue robado

Viaje a la luna fue todo un éxito para Méliès. Desde el principio cautivó al público con su historia y sus efectos especiales. Incluso hoy puedes reconocer su luna antropomórfica con un cohete en su ojo. Aun así, aunque el filme tenga un aspecto simpático y a veces disparatado, por cómo actúan los actores, en realidad hay una crítica sobre la industrialización de Europa y sus logros.

Méliès lo primero que nos muestra es a unos científicos un tanto locos y destructivos. Nuestro protagonista, el profesor Barbenfouillis (Georges Méliès) convence a los demás científicos para organizar una expedición a la Luna. Mientras están en el cohete, se dedican a discutir entre ellos. Ahí nadie hace caso y se dedican a ir de un lado para otro de la pantalla. Hasta que dejan tuerta a la Luna. Tras el alunizaje, salen del cohete y se encuentran en el reino de los selenitas. Estos son tratados por los científicos como si fuesen salvajes y estúpidos. Al final vuelven a la Tierra por casualidad y, en parte, gracias a los selenitas. Una vez en la Tierra, los científicos son alabados por los ciudadanos y le otorgan a Barbenfouillis una estatua que reza “Labor omnia vincit” (El trabajo todo lo vence). Gracioso, ¿verdad?

Pero esta película no solo nos ha dejado la imaginación y crítica de Méliès, sino también una historia oculta detrás. A pesar del éxito que tuvo por Europa, el francés necesitaba a alguien que pudiese distribuir su cinta en Estados Unidos. Esa persona es Thomas A. Elison. Él tenía una distribuidora y Georges una película que era un éxito. Un buen trato, ambos ganan. El problema era que en esa época los derechos de autor en el cine en Estados Unidos no existían per se, así que Edison distribuyó la película sin darle ningún beneficio económico a nuestro autor, lo que provocó el principio de la quiebra de Méliès. Al final resultó que Thomas A. Elison no solo se apropió de la patente de la bombilla y se atribuyó el invento (entre otros como la silla eléctrica), sino que también fue la primera persona que hizo piratería en el mundo del cine.

Georges Méliès • Director

Nacido en París el 8 de diciembre de 1861, fue ilusionista, el primero en crear efectos especiales y experimentar con estos. Escribió más de quinientas películas y fue pionero en el género de la ciencia ficción, el terror y el suspense.

Películas principales

Partida de cartas

(1896)

La mansión embrujada

(1896)

Viaje a la Luna

(1902)

Viaje a través de lo imposible

(1904)

Filmografía adicional

El hombre de la cabeza de goma

(1901)

Un viaje a Marte

(1910)

Metrópolis

(1927)

El hombre invisible

(1933)

Los primeros hombres en la Luna

(1964)

La invención de Hugo

(2011)

El nacimiento de una nación / The Birth of a Nation (1915)

“Lo que el cine necesita es belleza, la belleza del viento moviéndose entre las hojas de los árboles”

Ficha técnica

Duración:

190 minutos

País:

Estados Unidos

Dirección:

D. W. Griffith

Guion:

D. W. Griffith, Frank E. Woods. Novela: Thomas F. Dixon Jr.

Fotografía:

G. W. Bitzer (B&W)

Reparto:

Lillian Gish, Mae Marsh, Herny B. Walthall, Miriam Cooper, Mary Alden, Ralph Lewis, George Siegman, Walter Long, Robert Harron, Wallace Reis, Joseph Henabery, Elmer Clifton, Josephine Crowell, Spottiswoode Aitken, George Beranger, Raoul Walsh

Productora:

David W. Griffith Corp.

Género:

drama, bélico, histórico

El nacimiento de una nación nos cuenta la historia de dos familias amigas, que representan el norte y el sur durante la guerra civil de Estados Unidos. Nos muestra también cómo murió Lincoln. Dicho así pareciera que la película solo nos enseñase un poco sobre la historia del país americano, pero el filme en su época (e incluso hoy) es tachado de racista, debido a que ensalza la supremacía blanca y el heroísmo del Ku Klux Klan. Pero vayamos por partes.

En la primera hora y media, Griffith se centra en dos familias, los Cameron y los Stoneman, unidas por la amistad que tienen hijos e hijas. Por un lado, se nos muestra a la familia Cameron, que vive en el sur, donde todo es visiblemente alegre y vital; por otro lado, los Stoneman, que viven en el norte, un escenario oscuro y lleno de libros (como metáfora del peso de la ley). El conflicto comienza con la guerra civil americana. Griffith nos muestra en paralelo cómo ambas familias se despiden de sus hijos y estos van al campo de batalla. Y aquí nos encontramos con las trompetas, que tocan para el inicio de la batalla, el norte y el sur luchando entre ellos. Los soldados corren y disparan de un lado a otro. Todo es un caos. Cuando todo parece más tranquilo, podemos ver a ambos amigos, muertos uno al lado del otro, abrazados. Pero la primera parte del filme no termina aquí, sino con la muerte de Lincoln en el teatro Ford, una escena que es parodiada en un capítulo de Los Simpson. La gracia es cómo Griffith utilizó la cámara para ponernos en diferentes puntos de vista, el del presidente y el del asesino, creando así una tensión narrativa bien ejecutada.

En la segunda parte es cuando (para mí) vienen los problemas: la película se centra en la creación del Ku Klux Klan debido a las injusticias a las que son sometidos los perdedores de la guerra (es decir, el sur). Griffith tacha a la comunidad negra como de violadores, salvajes, borrachos e incultos. Debido a esto, el KKK interviene para salvar a los blancos.

Este mensaje de supremacía hizo que el director ya en su época fuera duramente criticado. Debido a esto, Griffith rodó Intolerancia, para contestar a los críticos. En esta película los llama intolerantes.

Griffith, el falso mito

Al principio, la narrativa en el cine era casi inexistente. Se basaba en planos generales, fijos, eran personas haciendo cosas cotidianas. Todo esto cambió con Griffith, que creó un nuevo lenguaje narrativo en el cine: la variación en diferentes tipos de planos, los movimientos de cámara, la continuidad entre fotogramas, la edición, etc. Básicamente lo que vemos hoy nació por él, o eso nos cuentan varios documentales y libros. Si te dedicas a estudiar algo relacionado con el cine o el mundo audiovisual, escuchas esa afirmación infinitas veces. Pero es falso. Antes de Griffth, antes de que Hollywood se convirtiera en la cuna y producción masiva de cine, antes de todo eso, existía el cine sin presupuesto y con un propio lenguaje y narrativa dramática. ¿Quién fue la autora de esa innovación entonces? Fue nuestra protagonista olvidada en la industria del cine: Alice Guy-Blanché.