Hermana Muerte - Rainiero Cantalamessa - E-Book

Hermana Muerte E-Book

Rainiero Cantalamessa

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Beschreibung

¿Por qué se nace? ¿Por qué se muere? ¿Dónde vamos después de muertos? Debemos escuchar a la muerte que nos enseña "en tiempo oportuno e inoportuno", desde todos los ángulos: dentro y fuera de casa, en el campo y en la ciudad, desde los periódicos y desde la televisión, incluso en otoño con las hojas de los árboles, a comprender a Aquel que nos dijo: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás." Raniero Cantalamessa nos propone en esta atrevida obra aprender "la sabiduría del corazón", para tomar conciencia, prepararnos y apropiamos de nuestra muerte, rompiendo el pacto de silencio que existe sobre ella y, en cambio, confrontarla.

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Raniero Cantalamessa

HERMANA MUERTE

Cantalamessa, Raniero

Hermana muerte / Raniero Cantalamessa. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Talita kum Ediciones, 2016.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-46145-9-9

1. Espiritualidad. I. Título.

CDD 291.4

© Título original: Sorella Morte, Ancora Editrice, Milán.

© Talita Kum Ediciones, Buenos Aires, 2013.

www.talitakumediciones.com.ar

[email protected]

ISBN 978-987-46145-9-9

Digitalización: Proyecto451

Traducción: Talita Kum Ediciones.

Diseño: Talita Kum Ediciones.

Ilustración de tapa: Marcelo Lavallén.

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723

Reservados todos los derechos.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño de tapa e imágenes interiores, por ningún medio de grabación electrónica o física sin la previa autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas por la ley.

Índice de contenido

Portadilla

1. Enséñanos a calcular nuestros días

2. Ser-para-la-muerte

3. La muerte en la consideración pascual

4. “¡Uno murió por todos!”

5. Los cristianos frente a la muerte

6. Crisis y redescubrimiento

7. “¿Crees tú?”

8. “Es amor es fuerte como la muerte”

9. En la escuela de la hermana muerte

10. “¡Vélen!”

11. “La flor se marchita, se seca la hierba”

12. La “segunda muerte”

13. Una oportunidad que no debemos desaprovechar

14. Jesús lloró

15. Nacidos para poder morir

16. “Ven al Padre”

Loado seas, mi Señor,

por nuestra hermana muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente

puede escapar;

¡ay de aquellos que mueren en pecado mortal!

Bienaventurados aquellos que acertaren

a cumplir tu santísima voluntad,

pues la muerte segunda no les hará mal.

(San Francisco de Asís, Cántico de las creaturas).

Capítulo

uno

Enséñanos a calcular nuestros días

Hay dos modos de considerar la muerte: un modo sapiencial, que la Biblia posee en común con otras realidades como la filosofía, las religiones, la poesía; y un modo misterial o pascual, propio y exclusivo del cristianismo.

En el primer modo nos encontramos ante una muerte pedagoga; en el segundo ante una muerte mistagoga, en el sentido de que nos introduce en el misterio y es parte, ella misma, del misterio cristiano. Así como la gracia presupone la naturaleza y la trasciende sin negarla, también la consideración misterial o pascual de la muerte ilumina y supera la de la muerte natural, pero sin por ello hacerla inútil. Las dos perspectivas guardan entre sí la misma relación que tienen el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento nos ofrece una visión sapiencial de la muerte; el Nuevo Testamento una visión misterial, cristológica y pascual.

Consideremos entonces la muerte, primero desde una perspectiva sapiencial. Para nuestro objetivo no sirve hacer una larga reseña sobre la forma en que las diversas culturas y religiones afrontan la muerte; no estamos aquí para realizar un discurso erudito sobre ella. La muerte se ríe de todos nuestros intentos por domesticarla de este modo. Ella es el final también de la erudición: antes de que uno haya terminado de analizar las opiniones que existen sobre ella, la muerte llega en persona y ya no resultan necesarias las opiniones ajenas.

Estamos aquí para aprender “la sabiduría del corazón”, para convertirnos en sabios, para tomar conciencia, prepararnos y apropiamos de nuestra muerte, rompiendo el pacto de silencio que existe sobre ella y, en cambio, confrontarla.

Les decía que el Antiguo Testamento nos ofrece una visión esencialmente sapiencial de la muerte. En efecto, se habla directamente de ella solo en los libros sapienciales de la Biblia: Job, Salmos, Eclasiastés, Eclasiástico y Sabiduría. Todos estos libros dedican una notable atención al tema de la muerte. “Enséñanos a calcular nuestros días –dice el salmo– para que nuestro corazón alcance la sabiduría” (Sal 90, 12).

El Eclesiastés comienza su capítulo sobre la muerte con estas palabras: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir”, y lo cierra con la sentencia: “Todos van hacia el mismo lugar; todo viene del polvo y todo retorna al polvo” (Ecl 3, 20). “¡Vanidad de vanidades! ¡todo es vanidad!”, es su última palabra (Ecl 12, 8). La vejez es evocada a través de sus efectos: el atenuarse de los ruidos, el debilitamiento de las luces, el miedo a las alturas, la inseguridad en la calle... El hombre que muere es comparado con una luz que se debilita y se apaga, con un cántaro que se rompe en la fuente, con una polea que se quiebra, dejando caer el balde en el pozo (cfr. Ecl 12, 1-8). ¿Por qué se nace? ¿Por qué se muere? ¿Dónde vamos después de muertos? Son todas preguntas que para el sabio del Antiguo Testamento quedan sin otra respuesta que esta: Dios lo quiere así; sobre todo habrá un juicio.

El Eclesiástico comienza su tratado sobre la muerte con estas palabras: “¡Oh, muerte, qué amargo es tu recuerdo!” Se busca consolarse de la muerte diciendo que es un destino común, que es el decreto del Señor, que vivir diez, cien o mil años no hace gran diferencia, ya que al final es necesario morir (cfr. Ecli 41, l ss).

La Biblia nos muestra las opiniones aún más inquietantes de los incrédulos de ese tiempo: “Breve y triste es nuestra vida, no hay remedio cuando el hombre llega a su fin ni se sabe de nadie que haya vuelto del Abismo. Hemos nacido por obra del azar, y después será como si no hubiéramos existido” (Sab. 2, l ss). Solamente en el libro de la Sabiduría, que es el más reciente de los libros sapienciales, la muerte comienza a ser esclarecida por la idea de una retribución ultraterrena. Las almas de los justos, se piensa, están en las manos de Dios, aunque no se sepa exactamente qué quiere decir esto (Cfr. Sab. 3, 1). Es verdad que en un salmo se lee: “Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus fieles” (Sal 116, 15), pero no podemos basarnos demasiado en este versículo tan aprovechado, porque el significado de la frase parecería ser otro: Dios hace pagar cara la muerte de sus fieles; es decir, es su vengador y hace rendir cuentas de ella.

Capítulo

dos

Ser-para-la-muerte

Decía que, desde este punto de vista, las respuestas de la sabiduría bíblica no difieren esencialmente de las respuestas de las otras sabidurías profanas.

Hay una disciplina que comienza a ser enseñada en las universidades y que se denomina tanatología, de la palabra griega thanatos, muerte. Ella estudia los modos de ubicarse ante la muerte en las diversas culturas y religiones. Para Epicuro, la muerte es un problema falso: “Mientras yo existo –decía–, no existe todavía la muerte; cuando existe la muerte, ya no existo yo”. Por lo tanto, no nos preocupa. Es suficiente no pensar en ella. San Agustín anticipa la reflexión filosófica moderna sobre la muerte: “Cuando nace un hombre –señala– se hacen tantas hipótesis: quizá será hermoso o feo; tal vez será rico o pobre; puede ser que viva mucho tiempo o puede que no... Pero de ninguno se dice: quizá muera o tal vez no. Esta es la única cosa absolutamente cierta de la vida. Cuando sabemos que uno está enfermo de hidropesía (en ese tiempo esta era la enfermedad incurable, hoy lo son otras) decimos: ‘Pobre, va a morir; está condenado, no hay remedio’. Pero ¿acaso no deberíamos decir lo mismo del que nace? ‘Pobre, va a morir, no hay remedio, ¡está condenado!’ ¿Qué diferencia hay si es en un tiempo un poco más largo o lo es en un tiempo más breve? La muerte es la enfermedad mortal que se contrae naciendo” (cfr. san Agustín, Sermo Guelf. 12, 3, Misc. Ag. I, 482 s). Tal vez antes que una vida mortal deberíamos considerar a la nuestra como una “muerte vital”, un vivir muriendo (Confesiones 1, 6, 7).

Este último pensamiento ha sido recuperado, en clave secularizada, por Heidegger, que ha introducido la muerte con pleno derecho como objeto de la filosofía. Define la vida y al ser humano como “un-ser-para-la-muerte” (cfr. El Ser y el Tiempo