Hermano, dulce hermano - Maximiliano David Acosta - E-Book

Hermano, dulce hermano E-Book

Maximiliano David Acosta

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Beschreibung

Dos hermanos que son completamente diferentes se encuentran en un mismo camino, en el del desamor. Mientras hacen lo posible para afrontar la depresión de la adolescencia, hallan uno en el otro el apoyo necesario para hablar de los miedos y preocupaciones que tanto los aterran.

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Seitenzahl: 134

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Ähnliche


Acosta, Maximiliano David

Hermano dulce hermano / Maximiliano David Acosta. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-0908-6

1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

MAXIMILIANO DAVID ACOSTA

Hermano

dulce

hermano

Editorial Autores de Argentina

“Ya deja de llorar, mi niño.

Usted es un hombrecito”

Silvana Andrea Giles

Agosto 9, 1974- Noviembre 6, 1997

Prólogo

Quien escribe estas palabras es la persona real en la cual se basó el personaje de Fiorenza. Hoy estoy aquí para contarles de que va todo esto, pero para hablar con honestidad, no sé si pueda dar una respuesta que los deje conformes. Creo que esta obra plantea varios problemas por los que cualquiera pasa en la adolescencia y no sabe cómo lidiar con ellos. Las preguntas y respuestas que cada situación inesperada de la vida te puede dar son la gran virtud de lo que están a punto de leer. Temas como el amor, la familia, la amistad son abordados desde un punto de vista muy personal en los que yo me sentí identificada al leer. La idea no es enseñar, sino plantear preguntas en voz alta y que cada uno encuentre su camino de cómo vivir la vida.

Me gustaría poder dar más de mí a la hora de hablarles sobre esto pero solo podría describir de una sola manera a este relato…

“Hambre. Hambre de amar, hambre de ser amado”

CAPÍTULO 1

Apocalipsis

Fiorenza– Es real lo que dicen sobre todas las ideas apocalípticas. No creo que piense todo el mundo en esto, y tal vez suene exagerado, pero me refiero a que muchas veces escuché que relacionen el final de una cosa con el comienzo de otra cosa. Es decir que el equilibrio entre el fin y el comienzo, entre el nacimiento y la muerte, entre lo que viene y lo que se va, es indiscutiblemente perfecto y tangible. Como si todo fuera energía. No sé si sabrán pero en la escuela me enseñaron que lo primero que debes saber de la energía es que no se puede crear ni destruir, solo la puedes transformar. Y como ya dije, aunque suene exagerado de mi parte, creo que todo, absolutamente todo es así. Por cada persona que muere alguien nace, tal vez no cerca, tal vez en otra parte del mundo. Entonces si piensas en ello, nada termina nunca realmente, solo son ciclos, tan extensos que uno no puede ni siquiera distinguir su horizonte. Todo lo que parece desaparecer o disiparse en los vientos del tiempo, solo se transforma en algo más.

Recuerdo el día que comencé a pensar todo esto, y no es importante, pero lo que sí importa es de donde salió. Existen esas pequeñas ocasiones que se cruzan en tu vida, las cuales logran introducirte una idea, y déjenme acotar que es cierto lo que se dice sobre una idea. Mete una idea en tu cabeza y crecerá como un cáncer. En fin, recuerdo que empezó todo por ella, por Alfonsina. Fue un día común, nada raro, Alfonsina se reunió con su novio y él fue con la intención de romper con ella. No estuve allí, ni siquiera me lo contaron con detalles, pero lo tengo en mi cabeza como si lo hubiera visto en una película. Puedo verla a ella recibiendo la noticia en una imagen distorsionada, con una melodía lenta y melancólica. Nunca enfocarían su cara ya que la idea del nuevo comienzo no tiene que resultar ningún final perdido por más triste que sea. No se verían las lágrimas ni tampoco se podría escuchar la conversación. Es mejor así, entonces no tendremos ninguna opinión del novio ya que no es importante para el espectador generar sentimientos hacia alguien que no pertenece a esta historia. Nada es nítido, solo se nota que hablan en paz y luego se abrazan despidiéndose. De repente puedo ver sus pies caminando dentro de sus zapatillas preferidas, esas converse que ya están bien gastadas, pero que siguen siendo tan cómodas que es imposible deshacerse de ellas. Camina con sus pies para adentro, chueca, y muy rápido. La veo pasar, la veo alejarse de espaldas a mí, con los brazos cruzados, como si tuviera frío, y la mirada baja. Se va sola, sobre el borde derecho de la calle–.

Verano de 199... Italia

Costelo estaba en su habitación a solas, usando la computadora como de costumbre. Lo único que iluminaba la oscura habitación era el resplandor del monitor que luego de unas horas le hacía arder los ojos. Escuchaba música y miraba esto y aquello en el Facebook. Estaba ansioso sin motivo alguno. Su pie que apoyaba solo la punta en el suelo, se movía de arriba abajo haciendo una especie de temblor. Nada llamaba su atención en particular hasta que vio en el perfil de Alfonsina que había cambiado su situación sentimental, de “en pareja” a “soltera”. Ver eso lo descolocó, se puso algo extraño consigo mismo, era algo que no esperaba para nada. Estuvo más de quince minutos esperando, mirando la ventana del chat abierto, y pensando si hablarle o no. Antes de poder decidirlo, lo llamaron para cenar y así como si nada se fue el poco valor que había reunido para comenzar esa conversación. Salió de su habitación desganado, arrastrando los pies, y antes de bajar quiso entrar al baño. La puerta estaba con traba, estaba su hermana Fiorenza ocupándolo. Enojado, bajó al comedor y se sentó en la mesa sin decir ni una sola palabra. Su padre estaba sentado mirando la televisión y su madre servía la comida.

Madre– Hijo, llama a Fioren para comer–.

Costelo– Está en el baño, como siempre–.

El padre tosió fuerte– ¿Qué hace siempre ahí? Falta que se lleve la cama– dijo sin quietarle la vista al televisor.

Costelo– No sé por qué no hacen otro baño. No se puede vivir con esa chica que vive ahí encerrada. Los demás también tenemos que usar el baño–.

Padre– Ve a avisarle que ya está la comida servida y saldrá–.

Costelo desganado subió las escaleras y golpeó la puerta del baño gritando de mala manera– ¿Puedes salir? Te están diciendo que vamos a comer hace más de una hora–.

Fiorenza estaba dentro del baño parada en frente del espejo, inmóvil. Miraba su reflejo sin hacer absolutamente nada. Sus ojos buscaban en aquel cristal un mínimo de amor propio desde hace un rato largo, pero no lo hallaba. Solo veía disconformidad y reproche. Levantó una mano, donde sostenía una hoja de afeitar de las que se usaban antes, y la colocó en la muñeca de su otro brazo.

Al no responder, Costelo golpeó más fuerte la puerta y dijo violentamente– ¿Vas bajar?–.

Fiorenza suspiró con violencia y dijo enojada– Ahí bajo, no me molestes más–.

Costelo volvió al comedor y Fiorenza esperó unos segundos estática, con la hoja de afeitar al contacto de su piel. Estaba helada, y aunque en aquella situación no debería darle importancia a algo tan insignificante como la temperatura del metal de su posible arma suicida, era algo que le molestaba mucho y ya casi no soportaba. Ella no entendía por qué el filoso trozo de metal no se templaba al contacto de su piel. Luego de un segundo suspiro tiró la hoja de afeitar a la basura envuelta en papel higiénico, jaló la cadena y bajó a cenar con su familia.

Fiorenza– Estaba la familia cenando, todos juntos, pero cada uno estaba en su lugar. Mi hermano y yo no nos soportábamos y nada de lo que hacíamos, o no hacíamos, nos venía bien a ninguno. Mi padre hablaba de muchas cosas y preguntaba cosas que ni a Costelo ni a mí nos importaban, y hasta nos llegaban a molestar muchas veces. Igual, como siempre vivo pensando y analizando todo sin razón, he llegado a la conclusión de que mi padre no es el que está mal. Sus preguntas y comentarios son totalmente normales, no había nada que estuviese demás en sus pensamientos u oraciones. Sin embargo, a pesar de ser consciente de eso, nos molestaban de todas formas. ¿Será que vivimos enojados? ¿Será que constantemente atentamos contra nosotros mismos o contra nuestro entorno? Aquellos que quieren vernos bien. ¿Será que no soportamos la vida que tenemos y nos autodestruimos al igual que a nuestro ambiente? La vida que nos tocó era ideal para ser felices, pero estábamos tan lejos de eso y no sabría explicar por qué. Recuerdo a mi tía que solía decirnos que la vida era muy sencilla en realidad, pero que nosotros la complicamos excusándonos e inventando pretextos delante de todo. De repente algo tan sencillo como ser amable, se vuelve tan complicado como viajar a la luna. Mi tía… qué mujer, por dios. Si hay alguien a quien me quisiera parecer, sería a ella. Siempre tenía una respuesta para todo. Todo lo que decía era algo que podrías repetirle a tus hijos algún día, era de esas personas que con el hecho de hablarte te enseñaba a vivir. Es como si al inicio de todo, alguien hubiera guardado absolutamente todos los secretos del universo en un pequeño frasco de vidrio, y luego su contenido fue volcado en la cabeza de ella, y sin que lo supiese portaba miles de respuestas consigo… Creo que el último día que compartí con ella, antes de que muriera, fue la última vez que me sentí cómoda en algún lugar. Siempre espero que ocurra el milagro de poder hablar con ella en mis sueños aunque sea, hacerle esas mil preguntas que necesito expulsar, pero cada mañana despierto sin haber soñado absolutamente nada–.

La cena terminó y lo único que hicieron fue irse cada uno a su habitación. El padre y la madre se quedaron limpiando los cubiertos y luego, también, fueron a su habitación a descansar tranquilos. Ellos no percibían nada de lo que sucedía a sus hijos. Esa intolerancia mutua, esa vida llena de enojos. Para ellos, era cosa de adolescentes y nada más, y tal vez tenían razón. No eran malos padres para nada, y ninguno de ellos les podía reprochar algo en esa labor.

Apenas entró a su cuarto, Costelo se sentó frente a su computadora. Miró si estaba conectada Alfonsina y sí lo estaba, era hora de decidir. Esta vez no tardó en analizar la situación ni en juntar valor. Abrió el chat y cuando estaba por hablarle hubo un corte de luz en varias cuadras de la zona. Él se enfureció, y aunque no era de creer en la mala suerte, esa noche lo pensó demasiado, tanto, que casi no pudo dormir de la rabia interna que se le había generado.

Al otro día Fiorenza se despertó temprano para ir a la escuela, como siempre, ya que era muy puntual. Costelo, casi sin haber dormido, también despertó temprano, pero fue directo a bañarse para poder despabilarse bien. Mientras ella tomaba el desayuno, miraba las noticias en donde anunciaban que al parecer haría un tremendo calor ese día y ya se sentía de temprano. Sufría al escuchar esa notica ya que la humedad no ayudaba nada a su cabello, algo que la ponía muy de malhumor.

Fiorenza– Ese día, como todos lo demás, salí temprano camino a la escuela. Siempre iba caminando al igual que mi hermano Costelo, pero yo salía un rato antes para no tener que ir con él. Muchos pensarán que soy una mala hermana por eso, y tal vez yo también lo creería así viéndolo desde afuera, pero les tengo que confesar que estoy muy segura de que él pensaba lo mismo que yo, y estaba muy agradecido por esto. En fin, Costelo entró a clases como todos los días, entonces vio a Alfonsina sentada a dos bancos de él. Cada tanto levantaba disimuladamente la mirada para verla, pero notaba que ella estaba distraída, como perdida, y jamás llegaban a encontrarse sus ojos. Si no la conocieran pensarían que estaba de mal humor o que estaba dormida aún, pero Costelo sabía que ella estaba deprimida por la separación reciente–.

Cuando llegó la hora del receso, Costelo solo fue al patio exterior siguiendo con cautela a Alfonsina, intentando no quedar como un acosador. Ella estuvo todo el recreo con su mejor amiga, por lo tanto, inalcanzable. Hablaron de la separación, pero se notó que el tema no duró mucho tiempo. Cuando ya tocó la campana que daba aviso para volver a las aulas, la vio salir del baño.

Él caminó frente a ella y dijo abruptamente– Hola ¿Cómo estás?–.

Alfonsina dio un pequeño salto de sorpresa y respondió con su voz enternecedora– Hola Cos…ahí ando, supongo que con el tiempo voy a mejorar–.

Costelo–¿Sucede algo?–.

Alfonsina– ¿Me vas a decir que no te enteraste? Todo el mundo habla de que él me dejó–.

Costelo– Nadie me habló de ello, pero sí, lo sé–.

Alfonsina–¿Cómo?

Costelo– Facebook–.

Alfonsina– Ah claro, a veces me olvido que todo eso es público. ¿Tú cómo andas?–.

Costelo– Yo bien, no me quejo por ahora–.

Alfonsina– Bueno, tenemos que ir a clase. ¿Te acercaste a verme o ibas a alguna parte?–.

Costelo avergonzado y tartamudeando mintió– Iba camino al baño– dijo en voz baja.

Alfonsina con una sonrisa melancólica respondió– Bueno, apúrate o te regañarán–.

Ella comenzó a caminar rumbo al aula pero Costelo le llamó la atención con un grito.

Alfonsina se dio vuelta y él dijo– Si necesitas hablar con alguien o lo que sea, puedes contar conmigo–.

Ella sonrió y dijo– Gracias, es muy amable de tu parte– entonces se fue sin decir más.

Costelo entró al baño para seguir su mentira y se quedó allí pensando qué tan estúpido había sonado en esa breve conversación. Se mojó la cara y esperó unos minutos para disimular. Cuando creyó que ya era suficiente, salió corriendo a su siguiente clase.

CAPÍTULO 2

Confesiones de una mente adolescente