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José Luis Martínez, gran erudito, presenta aquí las mocedades de quien llegaría a ser uno de los personajes más polémicos de nuestra historia, su estancia en el Caribe, la expedición a México y un análisis de las Cartas de relación.
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Seitenzahl: 82
Veröffentlichungsjahr: 2018
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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 1997 Tercera reimpresión, 2003 Primera edición electrónica, 2017
Diseño de portada: Pablo Tadeo Soto
D. R. © 1997, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672
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ISBN 978-607-16-5472-4 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
José Luis Martínez nació el 19 de enero de 1918 en Atoyac, Jalisco. Filólogo, académico, ensayista, cronista de la ciudad de México y autor de más de una veintena de libros, Martínez ha dedicado su vida al estudio de la literatura mexicana y de sus principales escritores. Sin desatender su labor intelectual, Martínez fue embajador de México en Perú, ante la UNESCO y en Grecia. Fue director del Instituto Nacional de Bellas Artes de 1965 a 1970 y director general del Fondo de Cultura Económica de 1976 a 1982. Es miembro de la Academia Mexicana de la Historia y presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente a la Real Academia Española. Entre los muchos reconocimientos que ha recibido sobresalen el Premio Nacional de Literatura y Lingüística (1980), el Premio Internacional Alfonso Reyes (1982) y el Premio Internacional Menéndez y Pelayo (1995). Entre sus obras destacan Nezahuacóyotl. Vida y obra, Pasajeros de Indias. Viajes trasatlánticos en el siglo XVIy su labor de edición, presentación y notas de más de medio centenar de libros.
En 1990 el Fondo de Cultura Económica publicó, en coedición con la UNAM, Hernán Cortés, la mejor biografía que se ha realizado sobre el conquistador de México. Martínez dedicó largos años de trabajo no sólo a la configuración más amplia y detallada del polémico Cortés, sino también a la recopilación y ordenamiento de cuatro tomos de Documentos cortesianos, publicados bajo el mismo sello. FONDO 2000 presenta en estas páginas una Semblanza de Hernán Cortés en donde Martínez nos relata las mocedades de quien llegaría a ser uno de los personajes más polémicos del siglo XVI, su estancia en el Caribe, la expedición y conquista de México y un análisis de las Cartas de Relación. El recorrido se complementa con las cronologías correspondientes a estas etapas en la vida de Cortés.
Octavio Paz ha señalado que “apenas Cortés deje de ser un mito ahistórico y se convierta en lo que es realmente —un personaje histórico—, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena”. El lector descubrirá que la biografía escrita por José Luis Martínez cumple con ese propósito, invita a proseguir la lectura sobre todos los temas cortesianos y revela a un hombre, multicitado, celebrado y condenado, pero poco reconocido.
Para pobres era mejor ir a las Indias, donde se cogía el oro, que no a Italia, que sólo llevaba puñadas y guerra sangrienta.
FRAY PRUDENCIO DE SANDOVAL
El hombre por cuya voluntad se transformó en una nueva nación el México antiguo, Hernán Cortés, nació en la villa de Medellín en la región de Extremadura, España, en 1485, acaso a fines del mes de julio. Sus padres fueron hidalgos pobres. Él, Martín Cortés de Monroy, originario de Salamanca, había hecho la guerra cuando joven y era hijo de Hernán Rodríguez de Monroy, de donde le venía el nombre al nieto. Ella, Catalina Pizarro Altamirano, era “muy honesta, religiosa, recia y escasa” según Francisco López de Gómara. El mismo historiador refiere que Hernán, hijo único de Martín y Catalina, crióse tan enfermo que estuvo a punto de morir y que lo salvó su ama de leche, María de Esteban, vecina de Oliva, y una devoción al apóstol San Pedro.
Algunos de los biógrafos antiguos de Cortés, aficionados a las genealogías, afirman que su linaje era de origen italiano y aun noble. El primero que lo señaló, en 1530, fue también su primer biógrafo, el siciliano Lucio Marineo Sículo, quien escribió acerca de los antepasados de Cortés: “creo yo que fueron naturales de Italia porque en Roma yo conocí un varón grande letrado y de noble linaje que se llamaba Paulo Cortés”. Sículo, quien conoció al conquistador, le dedicó elogios desproporcionados, como decir que mereció no sólo ser marqués sino recibir “título y corona de rey”, compararlo con Hércules, Alejandro Magno, Jasón y Julio César, y afirmar que trajo más ovejas a la fe de Cristo que los apóstoles, todo lo cual motivó que su libro fuera prohibido. Algo más añadiría a esta prosapia Francisco Cervantes de Salazar, quien también conoció a Cortés en la corte de Carlos V y le oyó referir algún episodio de la conquista. Antes de que el humanista viniera a México, en 1546 le dedicó, en una elogiosa epístola, su continuación del Diálogo de la dignidad del hombre, del maestro Fernán Pérez de Oliva. En esta dedicatoria dice que entre los antepasados de Cortés se contaron dos reyes lombardos, Cortesio Gilgo y Cortesio Narnes, pero que él ha aumentado su esclarecida virtud. Bartolomé Leonardo de Argensola repite estas noticias y cita a varios historiadores que afirman que los Corteses lombardos se establecieron luego en el reino de Aragón.
Otra ascendencia ilustre, más cercana, es la de don Alonso de Monroy, maestre de Alcántara, quizás primo de Cortés. Don Martín, padre del futuro conquistador, peleó junto a él en las guerras civiles. Como lo ha señalado J. H. Elliott, la figura de don Alonso, según lo relatan sus biógrafos, es una especie de anticipación de algunos de los rasgos militares de Cortés. Vivió en el exilio hasta 1511 y ambos tuvieron el mismo estilo de mando, similares arengas y aun agüeros semejantes. Cuando fue muerto su caballo, sus seguidores aconsejaron a Monroy que dejara el combate. No atendió sus recomendaciones porque “la hora de su infortunio estaba cercana”. De manera parecida, cuando en una de las batallas contra los tlaxcaltecas a Cortés se le inutilizaron cinco caballos y yeguas, y los suyos le pidieron volver porque aquella era mala señal, no aceptó y siguió adelante “considerando que Dios es sobre natura”. “En tanto que Monroy se encaminaba al desastre —comenta Elliott—, Cortés avanzó sin daño. Su hora de infortunio estaba aún lejos.”
Medellín, en los años de las mocedades de Cortés, era un pueblo de pocos miles de habitantes. Está situado en el centro de Extremadura, en las márgenes del río Guadiana. La región es fértil en mieses, vides y frutales, pero se encuentra alejada de las rutas comerciales. Las ciudades y pueblos mayores de la región, Mérida, Badajoz, Cáceres y Trujillo y el famoso monasterio de Guadalupe, distan de Medellín varias jornadas. En la época romana, el pueblo se llamó Metelium Caecilia y en el siglo XIV se construyó un castillo-fortaleza, en lo alto de la colina cercana, abandonado y ruinoso desde los años de Cortés. Ésta es la única construcción señorial del pueblo. A principios del siglo XIX los franceses invasores aumentaron las ruinas y Medellín quedó miserable. La modesta casa de la familia Cortés quedó arrasada entonces, como tantas otras. En el centro del poblado se construyó un paseo, y al centro de él, en 1919 se erigió el feo monumento existente a Hernán Cortés, obra de E. Barrón, con tres faltas de ortografía en las cuatro inscripciones que lleva de batallas famosas en la conquista de México. La iglesia de San Martín conserva una supuesta pila bautismal del conquistador.
A los 14 años sus padres enviaron a Hernán a la Universidad de Salamanca, y en esta ciudad vivió en casa de Francisco Núñez de Valera, que enseñaba latín en la Universidad y estaba casado con Inés de Paz, medio hermana de su padre. Durante dos años aprendió latín y rudimentos legales. Fray Bartolomé de las Casas, que lo juzgó siempre con rudeza, dice que “era latino porque había estudiado leyes en Salamanca y era en ellas bachiller”; Bernal Díaz confirma que “era latino, y oí decir que era bachiller en leyes, y cuando hablaba con letrados y hombres latinos, respondía a lo que le decían en latín”; y Cervantes de Salazar refiere que en breve tiempo estudió gramática —o sea latín— y que no siguió el estudio de las leyes, que sus padres deseaban que hiciera, a causa de unas cuartanas de las que sanó ya de vuelta en su tierra.
En los archivos de la Universidad de Salamanca no quedan rastros del paso de Cortés por ella. Sin embargo, la universidad moderna ha puesto una placa con inscripción alusiva y un busto que lo reconocen como hijo de la ilustre casa.
Por enfermedad o poca voluntad para los estudios y escasez de recursos, volvióse a su pueblo con disgusto de sus padres que lo querían licenciado. “Bullicioso, altivo, travieso, amigo de armas”, dice López de Gómara, y enamorado, traía perturbada la casa paterna y el pueblo, y era preciso encontrarle un destino. Como hidalgo pobre, escogió el mar y las armas. Entre la posibilidad de ir a Nápoles con Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, o a las Indias, con Nicolás de Ovando, designado gobernador de la isla Española y que era su pariente, eligió esta última, por el mucho oro que de allá se traía.
Estaba por partir cuando una noche por encontrar una mujer cayó de una barda, lo atacó un recién casado y tuvo que guardar cama a consecuencias de la caída y de las antiguas cuartanas recrudecidas. Ya sano vagabundeó por algún tiempo, “a la flor del berro” y anduvo por Valencia. Juan Suárez de Peralta cuenta que el mozo Cortés determinó irse a Italia y paró en Valladolid, donde estaba la Corte, y durante más de un año se asentó con un escribano y aprendió bien este oficio.
Aquellos latines salmantinos le servirían para dar empaque a su trato con abogados y hombres cultos, y las formas y usos curiales que aprendió con el escribano, le serían de enorme utilidad a quien debería pasar gran parte de años futuros dictando cartas, relaciones, memoriales, alegatos, ordenanzas, provisiones e instrucciones.