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A lo largo de la historia de la humanidad la niñez ha recibido diferentes interpretaciones y sus correspondientes definiciones. Se ha tomado a ese niño como un rayo de luz que daría sentido a los nuevos senderos; en tanto que en otras circunstancias se lo ha ofrecido como el más horrendo sacrificio para justificar los errores de los adultos. De una forma u otra, el niño ha sido propiedad de los mayores, y a través de este pensamiento explotaron en desmedro de esa inocencia las diferentes historias de esa niñez postergada y sumida casi a la esclavitud. En el siglo pasado, la sociedad se ha enfrentado a sus fantasmas del medioevo, y como una deuda por saldar, replanteo la situación de las infancias con la obligación de reparar los estragos que en el pasado había cometido. Pero algunos errores se siguen repitiendo actualmente, y la simple declamación no es suficiente para acallar el sufriente llanto de nuestro niño, Pedro, y de tantos otros Pedros que en el mundo claman por su inclusión.
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Seitenzahl: 57
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Claudio Omar Saffer
Saffer, Claudio Omar Historia de un niño? sin historia! / Claudio Omar Saffer. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-2779-0
1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Introducción
Capítulo I: La llegada
Capítulo II: El bautismo
Capítulo III: Los años de infancia, la escuela
Capítulo IV: Cuando la niñez se va…
Capítulo V: Hacia la adolescencia…
Capítulo VI: Vida joven /nuda vida
Capítulo VII: Niño, hombre
Capítulo VIII: El renacer. Otro final es posible
Bibliografía
Agradezco a Patricia, mi amada esposa, que de la misma manera que con cada uno los sueños de mi vida, me empujó al desafío y me sostuvo en la controversia de escribir, más allá de toda excusa.
La historia nos marca los caminos recorridos.Pero ¿prestamos atención a su punto de partida? A veces resulta importante saber de dónde se parte para entender a qué puerto se ha de llegar.
Tal vez la niñez no sea solo una etapa de la vida. Probablemente represente diferentes sensaciones y sentimientos para cada ser que inicia su camino.
Pero aunque así lo sea, significará en cada individuo una manera de forjar su futuro de vida; corta o larga llevará la impronta de esos primeros años, de esas primeras experiencias que harán de aquellos futuros inciertos un desafío por recorrer; aun cuando el presente se muestre con desdén, y trate de apagar toda llama de esperanza y progreso.
¿Será la niñez un castigo? ¿Será, tal vez la bendición de permitir al individuo ignorar la mezquindad que forma al mundo que lo rodea?
Pues habrá de ser todo, y al mismo tiempo será nada.
Arrullará los sueños de los pequeños, rodeados de ángeles y hadas buenas. Pero será también ese fantasma oscuro que se escurrirá entre frazadas roídas que apenas calientan cuerpos desnutridos e indefensos.
Podremos hablar, quizá imaginar, e incluso legislar y ordenar; que las infancias no sean destruidas, que se las proteja del daño mismo que la adultez imprime al hombre quitándole inocencia y credulidad divina. Pero nos será imposible permitir a ese niño que sea niño mientras exista una sociedad ocupada y preocupada por no hacer nada por él.
Solo la declamación, y nada más que ella, resultará insuficiente para cobijar ese pequeño cuerpo indefenso, cubierto de harapos y miserias; de sufrimientos ajenos y condenas sin sentido donde una justicia, lo más injusta posible; habrá de ser la que muchas veces le marque el camino a la “plenitud” de su ser.
Nació una fría tarde de invierno, allá por 1983, tiempos difíciles y complicados. Los que gobernaban no tenían poder y los que lo detentaban no eran los que iban a gobernar.
¿Cómo se llega a un mundo donde la muerte es la moneda corriente? ¿Cuál es el poder que permite atrocidades inimaginables y después juzga a quienes bajo sus órdenes las cometieron, mandando a los nuevos gobernantes a enjuiciar a los anteriores y quedando estos grupos de poder impunes?
Quizás no haya sido el mejor lugar, tal vez no fuera el mejor momento; pero fue así; un humilde hogar de un barrio relegado, privado de todo aquello que hace a lo indispensable de la humanidad.
Una madre joven, ignorante, decían; pobre, sola e indefensa. Es cierto que no era el primero de sus hijos, y mucho más que no sería el último.
La inequidad iba siempre acompañada de soledad, desamparo y otras atrocidades como golpes maltratos y abusos. Todo por un efímero momento de felicidad; una corta mentira que la sacara de esa realidad ingrata y aterradora.
Pero él no tenía la culpa, ni tampoco sus hermanos.
Alguien le puso un nombre; ¿habrán querido llamarlo así, lo habrá querido él? Nadie lo supo. Tampoco les importó. Era él, Juan o Pedro, o Miguel; qué más da, los destinos eran iguales, el sufrimiento peor.
Nació una fría tarde de invierno en una conmocionada sociedad, donde los valores estaban en boca de todos, aunque nadie los respetara, pero sí exigían que el otro los reverencie; obediencia y sumisión. Más aun si eras de una baja condición, “negro”.
Sí, “Negro”, como si el color de tu piel te condicionara a cumplir un rol esclavo. ¿Cómo superar la estigmatización de tu entorno cuando ese Otro que te necesita, te usa y te descarta por una simple ambición de poder, o al menos su ostentación, aunque no lo detente?
Y allí comenzó todo en un viejo rancho de chapas, piso de tierra, una oxidada bomba de agua en la entrada, junto a un derruido horno de barro que casi no se usaba más que para quemar basuras; había poco que cocinar. A varios metros una destartalada letrina. Cuatro latas sin techo (la derruida lona se había volado). Los perros no faltaban; flacos, pulguientos, aguerridos con los extraños, y cariñosos con sus pequeños dueños (¿o eran solo cachorros humanos para las bestias?).
Nada hace pensar que en un espacio así haya sueños; solo las pesadillas de la realidad cotidiana que marca los rostros del indigente con bofetadas de hastío y desprecio.
Algunos decían, “no hay familia; simplemente una mujer sola con varios hijos, uno de cada paisano…”, y qué puede hacer un ser así; no hay leyes que la protejan, la pueden golpear, abusar, embarazar y abandonar; total, “andá a saber qué le hizo al pobre tipo…”, “¡es una atorranta, tiene un hijo con cada macho que se le arrima y…!”. Es cierto, cada pareja le hizo un hijo y la dejó. Algunos ni siquiera convivieron; ¿quién se iba a hacer cargo de hijos ajenos, y de ella? Ni locos, era muy fácil, andaba con cualquiera. Imagen de una realidad machista que atravesaba toda la sociedad, simplemente para hacer uso y abuso del poder de los mejor posicionados sobre aquellos fácilmente vulnerables.
“No había violencia de género”, el hombre pegaba, y ellas callaban. También los pequeños cobraban, pero casi no tenían entidad, aunque las leyes de ellos ya se ocupaban.
La historia se repetía con cada hijo; las mujeres eran las culpables, les pegaban, “…y algo le habrá hecho al hombre…”, “es una vaga, llena de chicos y de distinto padres…”, por supuesto, en ese ambiente ni pensar en un aborto, sin plata ni honor más que un sucio raspaje con sabe Dios qué aguja derruida, no podía más que pensar en tener al chico o una muerte segura por evitarlo. Solo las chicas ricas de buen nombre los hacían; para mantener el buen nombre, claro (pero en inmejorables condiciones de asepsia, y altos costos).