Hollywoke - Christian Toto - E-Book

Hollywoke E-Book

Christian Toto

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Beschreibung

La fábrica de sueños de Hollywood atraviesa una pesadilla de restricciones. La cultura woke y sus políticas de identidad parecen enloquecer, estableciendo nuevas reglas que muchos ven como una lamentable pérdida de libertad. Las consignas se introducen en guiones y películas que pugnan por obtener un Oscar, y también en televisión, hasta constituir una verdadera revolución en el modo de mostrar sus contenidos. El galardonado crítico de cine Christian Toto analiza dónde se equivocó Hollywood, cómo se ha llevado a cabo ese proceso en la industria del cine y qué rayos de esperanza alberga el futuro.

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CHRISTIAN TOTO

HOLLYWOKE

Cómo Hollywood vendió su alma con el cine buenista

EDICIONES RIALP

MADRID

Título original: Virtue Bombs: How Hollywood Got Woke and Lost Its Soul

© 2022 by Post Hill Press

© 2023 de la edición traducida por José María Aresté

by EDICIONES RIALP, Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Preimpresión: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6606-8

ISBN (edición digital): 978-84-321-6607-5

ISBN (edición bajo demanda): 978-84-321-6608-2

Dedico este libro a Abbott y Costello, y a mi padre, que hicieron que me enamorara de las películas por primera vez.

Índice

PREFACIO. Por qué amo la lista negra (y a Christian Toto)

1. Holly

woke

o la degradación

2. El desfile del postureo virtuoso

3. La disculpa del rehén

4. Los progresistas famosos sienten que se queman

5. Cómo Taylor y Jimmy se despertaron

6. #oscarssowoke

7. Doble pulgar hacia abajo para los críticos

woke

8. Cree a todas, a la mayor parte, o a un porcentaje significativo de las mujeres

9. La balada de Gina Carano

10. Historias de terror para iniciados

11. Aquellas damas cazafantasmas

12. La manía del

reboot

de género

13. La cancelación de las películas clásicas

14. Del rock libre al rock

woke

15. No tiene gracia

16. Los comediantes contraatacan

17. La esperanza en la era

woke

Agradecimientos

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Dedicatoria

Índice

Comenzar a leer

Agradecimientos

Notas

PREFACIOPor qué amo la lista negra (y a Christian Toto)por Andrew Klavan

“Escribir es un trabajo solitario”, han dicho casi todos los escritores alguna vez. Googlea la frase y verás cuántos resultados encuentras. Pero si ser escritor es en general una tarea solitaria, ser un escritor conservador en Hollywood supone un salto cuántico a la soledad infinita.

Cuando lo entiendas, entenderás la importancia de Christian Toto y su destacado sitio web Hollywood in Toto. Para un guionista conservador saber que ahí fuera existe un crítico prominente que no te desprecia, saber que alguien que entiende la estructura de las películas también entiende el ejercicio de la libertad, sentir que alguien con inteligencia crítica para evaluar tu trabajo también tiene la inteligencia moral para entender tu visión del mundo, puede marcar definitivamente la diferencia.

Si eso era verdad en las últimas décadas, cuando un Hollywood insensato era meramente de izquierdas, esto es incluso más cierto ahora, cuando el negocio de las películas está aquejado de una forma particularmente fea de locura izquierdista conocida como wokismo. Por parafrasear la frase promocional de una vieja película de acción de Sylvester Stallone: si el wokismo es una enfermedad, Christian Toto claramente forma parte de la cura.

Déjame contarte cómo acabó mi carrera en Hollywood y comprenderás lo que quiero decir.

Nunca había querido ser guionista, pero mis novelas de intriga atrajeron a la gente del cine, así que de vez en cuando, a lo largo de los años, acepté algún trabajo cinematográfico por diversión y para ganar dinero. Luego, cuando tenía cuarenta y tantos años, un par de novelas mías se convirtieron en películas importantes. Decidí aprovechar el momento, y me mudé a Los Ángeles para dedicarme en serio con un poco de esfuerzo a la profesión, antes de que se me pasara el arroz.

Providencialmente, el excelente espectáculo de terror The Ring fue estrenado más o menos por la misma época. De repente, las historias de fantasmas para mayores de 13 años se convirtieron en un artículo de moda. Yo soy un aficionado a las historias de miedo. Me encantan los cuentos inquietantes de misterio, con mucho miedo y poco gore. Comencé a producir guiones del género y pronto me gané muy bien la vida con ellos.

Entonces un día me invitaron a defender mi concepto del remake de una película de miedo y ciencia ficción de la década de 1950 para un gran estudio. Estaba “dentro”, como dicen ahí, y le describí al productor al mando cómo escribiría el guion.

Fue la mejor presentación que he hecho en mi vida. Fueron en torno a cinco minutos en que advertí que estaba esbozando una obra maestra. Fue hermoso. Terrorífico, original y profundo, con una poderosa y trágica historia de amor como núcleo. Como cualquier buen escritor, yo ya sabía que aquello era brillante de un modo increíble, pero se trataba de otro nivel. Yo mismo me sentía impresionado.

Tras llegar a la formidable conclusión de mi relato, me recosté con presunción esperando que el productor volcara en mi regazo un cubo de oro. En cambio, me dijo: «¿Crees que podrías hacer que los villanos fueran militares estadounidenses?».

Vacilé, descolocado. La historia no tenía nada que ver con el ejército, pero no fue eso lo que me dejó perplejo. Se trataba de que no mucho antes, un grupo de terroristas islámicos había asesinado a 3000 personas en el World Trade Center de Nueva York. El presidente había ordenado a nuestras tropas acudir a Afganistán e Irak para tomarse su venganza sobre los que denominó “malhechores”. Justo en ese momento, mientras hablábamos, delincuentes medievales, servidores de lo que el poeta John Keats podría haber descrito como un “feroz credo perdido” estaban disparando y matando a soldados estadounidenses.

Le dije al productor: «No creo que el público estadounidense quiera ver descritos a nuestros militares como villanos ahora mismo». Al menos, eso planeaba decirle, pero en algún sitio entre “ahora” y “mismo”, me encontré fuera, en el aparcamiento.

En los años subsiguientes, las cosas han ido manifiestamente a peor. Expresar odio por el ejército estadounidense y su comandante en jefe se convirtió en una especie de billete de entrada al mercado laboral de Hollywood. Podías estar preparado para hacer unos dibujos animados de los pitufos, pero si no aceptabas maldecir al presidente y a nuestras tropas, no te contratarían.

Personalmente, pensaba que sacudir a los islamistas era una buena forma de ocupar el tiempo libre de los jóvenes estadounidenses. Pero pensaras lo que pensases del esfuerzo bélico, resultaba claramente despreciable hacer películas que atacaran la misión mientras nuestras tropas se arriesgaban a sufrir daños. Y, sin embargo, eso es en lo que Hollywood se empeñó. Mientras la guerra continuaba, la industria entregaba película tras película describiendo a nuestros soldados como violadores, asesinos, lunáticos e imbéciles. Cualquier película con un simple atisbo de simpatía por la guerra o los combatientes era escarnecida por la prensa como patriotera.

Repito, ten la opinión que prefieras sobre la guerra contra el terror. Eso está bien. Pero no hagas propaganda a favor de los enemigos de tu nación, mientras los soldados se enfrentan a la muerte con ellos. Lo he dicho muchas veces en artículos y discursos, y algunas veces incluso “en una reunión”.

Y mi teléfono dejó de sonar. Las ofertas de trabajo se marchitaron. En breve plazo, mis ingresos pasaron de la estratosfera a dos metros bajo tierra. No me importó. A algunos chicos americanos les estaban volando las piernas con bolsas de basura trampa lejos de casa. Y yo no iba a maldecirles en reuniones en L. A. para conseguir trabajo en Hollywood.

No puedo probarlo, pero sé que es así. Estaba en una lista negra: por decisión de estos pérfidos tipos odiosos que se han pasado gimoteando cincuenta años por la anterior lista negra.

Pero aquí está el chiste. Los tipos que acatan las reglas, que agachan sus cabezas y cierran la boca, que regatean con la última cucharadita de decencia del guionista para seguir recargando sus Teslas: todos están sin trabajo hoy. Porque los que elaboran las listas negras, envalentonados, han llegado a gobernar la ciudad.

En Hollywood ahora mismo, no basta con ser irrespetuoso con tu madre patria en la pantalla. Tienes que despreciarla. Tienes que describirla como una fosa séptica de racismo y crueldad. Tu héroe debe ser una víctima. Tu víctima debe pertenecer a una minoría. Preferiblemente mujer. Preferiblemente con pene. Esta es la retorcida, antipatriótica, estrecha de miras, racista y perversa filosofía llamada wokismo, que está dominando no solo las historias de Hollywood sino la contratación en Hollywood también. Varones blancos heterosexuales, absténganse de solicitar empleo.

Y, sin embargo, este particular varón blanco heterosexual está consiguiendo más trabajo que nunca en el cine. ¿Por qué? Porque estadounidenses patrióticos liberales, ahora llamados conservadores, se han vuelto al fin sabios acerca de la necesidad de crear una cultura con valores occidentales sanos y generosos. Esta gente me necesita —y a hombres y mujeres como yo— para contar buenas historias sobre cosas auténticas, las cuales, por definición, ninguna persona woke será capaz de acometer nunca.

Si los guionistas continúan actuando solos, la contrarrevolución no llegará a ninguna parte. Si mi triste historia demuestra algo, es que necesitamos algo más que simples historias. Necesitamos gente que ame las historias y las entienda. Necesitamos una infraestructura de aprecio cultural: puntos de venta, ceremonias de premios, entrevistas y publicidad: todo lo que hace que los escritores se sientan menos solos y ayuda a que prospere la cultura popular.

Por eso necesitamos a Christian Toto y Hollywood in Toto más que nunca. Y por eso necesitamos libros como este, Hollywoke, para ayudar a explicar cómo la cultura estadounidense ha sido secuestrada y contaminada, y cómo podemos empezar a recuperarla.

El wokismo no es solo malo para la narración de historias. Es una forma de oscuridad moral.

Christian Toto ha encendido una luz.

1. Hollywoke o la degradación

Ay del pobre guionista que trata de sacar adelante su carrera en la Era Woke.

Abre su ordenador portátil, empeñado en contar una historia que atrape a todo el arco demográfico posible. Su cuaderno de notas rebosa de anécdotas sabrosas. Sus últimos tres guiones pagaron la hipoteca, un barco y esa latosa multipropiedad que pensaba que algún día podría perseguir a sus bisnietos.

Un termo lleno de un mejunje líquido, estimulante mental, reposa sobre su mesa de trabajo, y una compacta parcela temporal de cuatro horas le aguarda sin distracción alguna a la vista. Sus dedos casi se agitan con anticipación.

Y de pronto pisa sus frenos mentales. A fondo.

¿Será la historia suficientemente diversa? ¿Podrían los personajes o la trama ofender a algún grupo con intereses especiales? ¿Hay bastantes mujeres en el relato y superará el guion el test de Bechtel? (¿Es posible que ni siquiera sepas en qué consiste ese test?).

La minúscula semilla de la duda comienza a crecer.

¿Quién se cree este privilegiado hombre blanco de Arkansas para crear a un personaje, una mujer asiática, en el tercer acto, aunque sea vital para la trama y descaradamente heroica?

Esto basta para que cierre suavemente el ordenador portátil y se pregunte si acudir a la escuela de cine fue una buena idea después de todo.

Se trata de un escenario ficticio, pero atravesado por la realidad de nuestro nuevo mundo woke.

Hoy la cultura woke está en todas partes, infesta las salas de juntas, los medios de comunicación, las escuelas públicas, las redes sociales y prácticamente todos los deportes profesionales.

Asumiremos que el curling1 no ha ondeado la bandera woke… todavía.

Grease era la palabra clave cuando John Travolta cortejaba a una tímida chica australiana en la clásica película musical (una película hoy considerada “sexualmente inapropiada”). Hoy la nueva palabra clave es woke, y no te atrevas a discrepar. Y ha consumido a Hollywood a una velocidad que envidiaría el mismísimo Flash.

En muy pocos años, Tinseltown2 se ha entregado a la Policía Woke, y solo unas pocas almas valientes mantienen el tipo frente a sus agentes culturales.

Películas como Moxie, Súper Empollonas y Cenicienta de 2021 se deleitan con sus impulsos woke. Hulu se ha sumado literalmente al carro con una sitcom titulada Woke. Otras series y películas chapotean en lo woke, asegurándose de que no puedas tomarte un respiro mientras netflixeas por las escalofriantes aventuras de Sabrina.

Las estrellas más grandes de Hollywood se inclinan reverentes ante la mafia woke, desde los presentadores de los programas de la noche a los ganadores del Oscar.

Desde luego, una ex luchadora de la MM3 aguantó el tipo cuando el Disney woke le robó el papel con el que descolló: Cara Dune en The Mandalorian. En cambio, Scarlett Johansson, quizá la actriz más poderosa de Hollywood, no pudo hacer acopio de siquiera una pulgada de las agallas de Gina Carano cuando la mafia vino a aporrear su puerta. Ella les permitió husmear en el barro de la Justicia Social que pudiera haberse pegado a la alfombra blanca de su cáscara de huevo.

Ni siquiera los programas woke de la televisión pueden eludir el foco rastreador de la furia buenista. Un ejemplo egregio lo proporciona el personaje clave que se encuentra detrás de All Rise de la CBS, un programa de gran tirón dedicado a ofrecer historias que se lamentan de nuestra cultura racista4. El productor ejecutivo Greg Spottiswood fracasó a la hora de atender las quejas de “insensibilidad racial”.

«Tuvimos que trabajar mucho tras las bambalinas para impedir que estos guiones fueran racistas y ofensivos», dijo el escritor Shernold Edwards al New York Times5.

Sin embargo, casi todo resulta “racista y ofensivo” para la mafia woke. Aquí hay una lista abreviada de cosas que ahora son irremediablemente racistas.

El Doctor Seuss

Las letras de Beyoncé

Dunkerque

La gramática

La tía Jemima

Las rocas de eventos en las universidades

Los dormitorios principales

Las infraestructuras

Los dispensadores de jabón

Las fuentes

El queso

Las partituras musicales

Los pendientes de arete

El filibusterismo

Cualquier votante del presidente Trump o quien haciendo

zapping

haya aterrizado en el programa de Tucker Carlson en Fox News sin cambiar inmediatamente de canal

Nadie en Hollywood quiere que lo etiqueten de racista, posiblemente la forma más rápida de paralizar una carrera. Las estrellas de hoy están comprensiblemente asustadas por lo que podría pasarles a continuación.

Por otra parte, Tinseltown siempre ha estado impulsada por el miedo, de una forma u otra.

Miedo a envejecer… a perder el privilegio de probar el Sabor del Mes… a dejar pasar una mesa disponible en ese restaurante de L. A. de moda… de perder tu mojo creativo… de enojar al director equivocado en el momento equivocado en el proyecto equivocado.

Incluso a las mayores estrellas de Hollywood les preocupa que su próxima película sea su última película. Siempre hay alguien más joven, más guapo y con más talento, acechando por encima del hombro. Las estrellas más atareadas se encuentran a un fracaso de distancia de ver sus carreras frenadas en seco.

Ser degradado de la lista A significa que, de repente, los guiones que se cruzan en tu camino ya no son tan frescos o tan vitales como los que leías hace apenas unas semanas. ¿Qué viene después?

Dancing with the Stars6. Eso si tienes suerte.

Lo que basta para que incluso el reportero de Hollywood más encallecido simpatice con los que entran en el negocio, y no digamos ya con los que lo han llamado “mi casa” durante décadas.

Es una industria construida sobre el miedo desde sus mismos cimientos. Siempre ha sido así, siempre será así.

El miedo más reciente, no obstante, puede prevalecer sobre todos los demás.

Las celebridades temen ser “cancelados” por pecados pasados o actuales (o simplemente por la apariencia de haberlos cometido). Les preocupa decir la palabra equivocada (o la acertada, sin suficiente entusiasmo), o no apoyar con suficiente fuerza la causa du jour.

Otros son mal vistos por el color de su piel y por sus genitales. ¿Estoy apuntando a la virtud con la frecuencia debida? ¿O hacerlo mejor, con más contundencia, más rápido, me cuelga un cartel de “objetivo a batir” en mi espalda?

Un actor que logra el papel de su vida de repente se pone a la defensiva después de haber sido “aleccionado” sobre cómo debería haber cedido el papel a un miembro del grupo en desventaja.

Hubo un tiempo en que los artistas de películas de inspiración cristiana Chuck Konzelman y Cary Solomon ejercieron su oficio en Hollywood S. A., pero no pudieron procesar lo que llamaron el declive del contenido moral de la industria.

«Hemos llegado a un punto de desacuerdo fundamental acerca de lo que es el ‘bien’», dice Konzelman, que cocreó God’s Not Dead y Unplanned, entre otros proyectos. «Ya nadie coincide en lo que es un final feliz. No podemos coincidir como sociedad en cuál es la meta de una comedia romántica».

Solomon siente una desconexión similar con la revolución woke de la industria, a la que se refiere como la antítesis de la creatividad. «Es todo lo contrario. No es woke. Está ‘durmiendo’». dice Salomon. «La historias que las personas woke quieren contar ofrecen solo un punto de vista y una perspectiva… No quieren nuestras virtudes. No quieren nuestra visión de lo que está bien y lo que está mal. No creen en la familia ni en las tradiciones».

«La meta debería consistir en contar una buena historia, o una historia genial. No puedes poner otras restricciones a eso. No puedes empezar con un tema de diversidad y crear luego una obra genial», dice Konzelman.

John Nolte, editor de Breitbart News (y antiguo colega de este autor) no se anda con remilgos a la hora de referirse al estado actual de Hollywood.

«No es mejor que la era McCarthy, cuando vinieron las listas negras y destrozaron carreras por las ideas que la gente sostenía, y sí peor en otros aspectos», dice Nolte. «Lo primero de todo, no hay vuelta atrás. Las disculpas y la penitencia no se aceptan. Ni siquiera dar otros nombres».

Los artistas de la era de McCarthy como Dalton Trumbo trabajaban a menudo con seudónimo o encontraban otras alternativas creativas para seguir escribiendo. No es el caso de la era woke, asegura Nolte.

«Cualquier idea que de algún modo cuestione a la Gestapo Woke está prohibida. Solo sugerir algo así podría arruinar tu carrera», dice Nolte, que apoda a la actual etapa de Hollywood «fase de naturaleza antihumana para la narración de historias».

«Nos encontramos en un lugar terrible donde los entrometidos, los mangantes y los santurrones moralistas —las mismas personas de las que Hollywood nos enseñó a reírnos a lo largo de cien años— se retratan como virtuosos», dice.

Solo en el Hollywood Woke podría un autor brillante como el cineasta documentalista Ken Burns ser sometido a fuego graneado por sus “privilegios blancos”. La buena fe liberal de Burns queda fuera de reproches, pero eso no impide que un colega director le ataque por ninguna otra razón que no sea el color de su piel7.

Dos cosas ocurrieron después de ese artículo de opinión.

Un grupo de tipos woke se pusieron de acuerdo en plantear por qué la PBS8 no escatimaba en atención —y gastos— en uno de los más respetados directores de documentales de la era moderna en el que se daba la coincidencia de que era hombre, blanco y heterosexual.

Por citar a la activista del cambio climático Greta Thunberg: «¿Cómo se atreven?».

Cerca de 140 realizadores de no-ficción firmaron una carta de protesta a la PBS por su falta de diversidad y reclamando transparencia en las prácticas de programación, gasto y creación de equipos de la televisión pública.

La nueva carta, lanzada por un grupo liderado por los realizadores BIPOC9 y conocidos colectivamente como Más Allá de la Inclusión, también cuestionaba la relación de la PBS con Burns, diciendo: «La televisión pública que apoya este nivel de privilegios no investigados resulta perturbadora no solo para nosotros los cineastas sino también para los contribuyentes estadounidenses»10.

«¿Qué otros cineastas ‘independientes’ tienen una relación exclusiva de décadas con una entidad financiada con medios públicos?», se preguntaban en la carta.

La PBS contraatacó, hasta cierto punto, citando hechos y estadísticas —como que la compañía emitió “58 horas de programación de Burns y 74 de [Henry Louis] Gates [Jr.]”, que es negro, en los cinco años anteriores.

Felicidades al medio de noticias liberal por no doblar el espinazo inmediatamente, pero vale la pena señalar que a la mafia woke no le importan los hechos o el contexto. Eso es como disparar con una pistola de perdigones al dedo gordo del pie verde de Godzilla.

La PBS finalmente cedió y acordó crear una nueva posición de vicepresidente sénior de diversidad, equidad e inclusión, junto con otras iniciativas para «promover las voces de la diversidad»11.

Y, por supuesto, el propio Burns dio marcha atrás. Exigió que la PBS comenzara a hacer algo, y rápido, en relación con la falta de diversidad de la plataforma. Eso sí, que no empezaran por él, por supuesto.

Ese es el mensaje implícito de muchos de estos apologistas. Sí, vale, estoy disfrutando de mi Privilegio Blanco… pero aún puedo aprovecharme de sus ventajas, ¿verdad? Tengo tres exmujeres con sus respectivos pagos de pensión alimenticia de largo recorrido. La mayoría de las celebridades woke quieren que la responsabilidad se detenga más allá, no a sus pies.

Pero entonces, un momento, ¿qué significa woke?

Merriam-Webster intenta una definición, sugiriendo que la palabra es una apropiación cultural tomada de la cultura negra.

Si frecuentas las redes sociales, es posible que hayas visto posts o tuits sobre eventos actuales etiquetados con #staywoke. Woke es un término de slang que se está generalizando a partir de algunas variedades de un dialecto denominado inglés vernáculo afroamericano (a veces en inglés con el acrónimo AAVE)12. En AAVE, despertar a menudo se traduce como woke, despertado, como en, “yo estaba durmiendo, pero ahora me he despertado”.

Dictionary.com acomete la cuestión de una manera más directa:

Tener o estar marcado por una conciencia activa de las injusticias y los prejuicios sistémicos, especialmente de aquellos relacionados con los derechos civiles y los derechos humanos13.

Mientras tanto, a The Guardian le preocupaba en 2020 que la “Derecha” hubiera convertido la palabra en un “arma”. O que pudiera suceder, para ser más precisos14.

Cualquiera que haya crecido amando las películas y las series de televisión puede experimentar un brusco despertar con los contenidos de hoy. El que suscribe pasó gran parte de su infancia viendo programas de mayoría negra como The Jeffersons, Good Times, Sandford and Son, What’s Happening!! y Diff’rent Strokes.

Sin ningún dedo woke admonitorio, únicamente ofreciendo historias divertidas con personajes divertidos haciendo cosas divertidas.

Eso pertenece al pasado.

La sensibilidad woke está inundando ahora todas las pantallas grandes y pequeñas, y empapa los programas sin importar cómo afecte a las distintas franjas demográficas. La televisión convencional en abierto difunde propaganda disfrazada en tramas procedimentales policíacas, dramas médicos y comedias de situación con risas enlatadas.

Y si crees que es una casualidad, has de saber que hay varios grupos dedicados a apretar las clavijas a los guionistas para que se ciñan al guion. Su guion.

Piensa en Everytown for Gun Safety, Define American15 y probablemente otros grupos de los que no hemos oído siquiera hablar. No les importan las historias premiadas o las películas que resisten el paso del tiempo. Quieren contenido que cambie los corazones y las mentes, y acosarán a los guionistas hasta que se tomen en serio sus “consejos”. Aunque, para ser justos, en los tiempos que corren pocos brazos necesitan ser torcidos. Los contadores de historias parecen demasiado impacientes por convertir su trabajo en un arma para las causas “correctas”.

«Este es un trabajo a largo plazo», dice José Antonio Vargas, fundador de Define American. «Esto no es: “¿Qué hacemos para que se apruebe este proyecto de ley el mes que viene?”. Es más: “¿Qué hacemos para crear una cultura en la que veamos a los inmigrantes como personas, que merecen el reconocimiento de su dignidad?”. Estas políticas no tienen sentido si no vemos a los inmigrantes como personas»16.

Es célebre la advertencia de Andrew Breitbart a sus colegas conservadores de que «la política viene después de la cultura». No le escucharon. Lo que vemos hoy es una consecuencia directa de no prestar atención a la advertencia de Breitbart.

Un año después de que el movimiento Black Lives Matter irrumpiera en el país a consecuencia de la muerte de George Floyd tras un altercado policial, las series de televisión comenzaron a bombear tramas woke y pro BLM. He aquí solo un ejemplo17:

El episodio de MacGyver del 26 de marzo de 2021 mostraba a nuestro héroe (Lucas Till) confesando a Riley, el personaje interpretado por el coprotagonista negro Tristan Mays, que se había unido a la protesta BLM unas semanas después de la muerte de George Floyd. ¿Se avergonzaba de algo? De no haberlo hecho antes.

Riley: ¿Estuviste en las protestas de Black Live Matters? ¿Cómo no se organizaron antes?

MacGyver: Honestamente debo decir que me avergüenza haber tardado tanto en unirme a la causa.

Riley: Más vale tarde que nunca, imagino. Pero tengo curiosidad. ¿Qué te hizo dar el paso?

MacGyver: Después de que derrotamos a Codex, tuve mucho tiempo para pensar en el mundo que quería salvar. Y ese mundo no fomenta el racismo institucional, ni te trata a ti y a Bozer peor que a mí porque yo soy blanco y vosotros negros.

Riley: Honestamente, yo… yo realmente nunca me planteé que pensaras en el color de mi piel.

MacGyver: ¿Qué? Por supuesto que sí. Te veo.

La gente real no habla así. Sin embargo, es la forma con que los guionistas trafican con la propaganda. Puedes ver venir los momentos woke a un kilómetro de distancia porque la historia normalmente se detiene en seco para conceder a la lección toda su atención.

(¿Hace falta añadir que MacGyver se canceló pocas semanas después de que se emitiera ese episodio?)

Las películas amigas del Festival de Sundance, siempre al quite de promover las causas progresistas, aumentaron la temperatura ideológica en los últimos años produciendo títulos que defienden los tríos, el aborto y deeeeee-monizan a los agentes de inmigración que separan a las madres de sus hijos.

La célebre, y célebremente mal atribuida, máxima de Hollywood —«Si tienes que enviar un mensaje, hazlo a través de Western Union»— ya no se aplica.

Y el negocio del espectáculo sale perjudicado.

Personajes icónicos se encuentran inesperadamente atraídos por personas del mismo sexo, simplemente para puntuar en las casillas de evaluación de la Política Identitaria. Le ocurrió a Hikaru Sulu, el intrépido personaje de Star Trek, que de pronto se volvió gay en la secuela de 2016 StarTrek Beyond, que funcionó por debajo de las expectativas.

Atenerse al canon, salirse del canon.

En la otra franquicia “Star”, el pícaro Lando Calrissian volvió a la vida vía el actor Donald Glover en la película de 2018 Han Solo: Una historia de Star Wars. De pronto, el piloto de hablar suave era “pansexual”, al flirtear con un robot en las pausas entre batallas con fusiles bláster.

¿Alguien se molestó en decírselo a Billy Dee Williams, el actor que interpretó originalmente al personaje? ¿Y se atrevería a poner objeciones? Incluso el gato más cool de la galaxia sabe que estaría a un telediario de que la mafia woke le aplicara digitalmente en las redes alquitrán y plumas.

¿Quién sabe lo que le harán al pobre R2-D2 a continuación?

Naturalmente, Star Wars es otro semillero woke, desde lo que vemos en la pantalla hasta lo que dictan los expertos en redes sociales de la franquicia.

Para celebrar el “Día de la Visibilidad Transgénero” de 2021, la cuenta oficial de Facebook de Star Wars compartió el adelanto de un libro sobre los caballeros Jedi trans no binarios18.

¿Los fans de Star Wars lo aprueban abrumadoramente? ¿Quién sabe? ¿A quién le importa? El equipo de Disney, que engulló la saga por la friolera de 4000 millones de dólares, simplemente lo supone. Todo para constatar que los ingresos brutos de las películas Star Wars se hunden con cada nuevo “Episodio”.

En Marvel Comics, ahuyentar a innumerables lectores con historias superwoke constituye la Nueva Normalidad. Por eso el personaje masculino de Iceman [el Hombre de Hielo] comenzó a tener romances con hombres en las páginas de los cómics19.

Están sobre la mesa que Iron Man se convierta en Iron Woman; Chris Hemsworth entrega Mjolnir a Natalie Portman en Thor: Love and Thunder en el Universo Cinemático Marvel (MCU en lenguaje de los frikis); y otros trapicheos woke.

Y no nos olvidemos de los nuevos superhéroes de Marvel, dispuestos a conquistar la cultura: Snowflake y Safespace. Así describe Marvel a sus nuevos personajes20:

Safespace [espacio seguro] es una especie de estereotipo del deportista grande y fuerte. Puede crear campos de fuerza, pero solo puede desencadenarlos en el caso de que proteja a alguien. Snowflake [copo de nieve] es no binario, va detrás de ellos y ellas, y tiene el poder de generar proyectiles cristalizados en forma de copos de nieve. Ahora mismo las connotaciones de la expresión “copos de nieve” en nuestra cultura sugieren fragilidad, pero este personaje los convierte en algo afilado.

Snowflake es la persona con el poder más ofensivo, y Safespace con el poder más defensivo. La idea es que se puedan mirar al espejo el uno y el otro, y complementarse.

Si usted nunca ha oído hablar de estos personajes, es porque no alcanzaron exactamente la cresta de la ola en las aguas de la cultura pop. ¿Hay alguna película MCU con Snowflake de inminente estreno?

Naturalmente, algunos fans de los cómics woke encontraron fallas en este esfuerzo condescendiente.

Una bomba woke detrás de otra ha caído sobre un público desprevenido en los últimos años, desde un desastroso reboot de Los Ángeles de Charlie hasta un nuevo Cinco en familia, que impulsan políticas de fronteras abiertas.

Si hay una lección que se puede extraer de este libro, es simple: Nunca, nunca, serás lo suficientemente woke. Es un punto al borde de la sátira, pero es una de las pocas reglas que podemos asociar sin titubeos a este movimiento progresista.

¿El público en general acepta estos cambios woke? No necesariamente. De hecho, la respuesta más frecuente es un rotundo “no”.

Los estudios parecen no darse cuenta de la fría y dura realidad. El público preferiría que no le sermonearan, gracias. Muchos pueden sentir el dedo progresista admonitorio a un kilómetro de distancia y actúan en consecuencia.

Los estudios de Hollywood ignoran esos hechos o simplemente no les importan. Los reporteros de Hollywood están ansiosos por ocultar las verdades incómodas de la gente de la industria.

Entretanto, las estrellas huyen asustadas de la Policía Woke.

Resulta vital comprender el papel que los periodistas juegan en el extremo maquillaje woke de Hollywood. Lo adoran. Lo abrazan. Lo ovacionan de todos los modos imaginables. Se avergüenzan de quienes no están de acuerdo con sus tácticas de mano dura.

The Wrap, uno de los sitios de noticias de entretenimiento más influyentes, publicó un serial de cuatro entregas sobre la Cultura de la Cancelación que casi agitaba los pompones a la hora de promover el azote cultural.

Por ejemplo, el “nuevo” Lando provocó este artículo de opinión en CNET.com, obra de algún escritor complacido de género fluido:

El personaje de Star Wars Lando Calrissian es pansexual, y no podría sentirme más feliz.

Comentario: Cuando se trata de la representación en una galaxia lejana, muy lejana, es bueno saber que Lando ve más allá del género para enamorarse igual que yo21.

Los reporteros se abalanzarán sobre cualquier estrella que no siga la línea woke. Los que lo hacen son tratados con el mayor amor y respeto. Cualquier estrella que cree que él o ella es una víctima recibe la recompensa de la simpatía, incluso de la reverencia. Por eso la mentalidad de víctima es la moneda primordial de la jerarquía woke. Incluso Meghan Markle, con toda la riqueza y atavíos reales, se presentó como víctima primordial en 2021, aprovechando su entrevista con Oprah Winfrey.

¿Discrepas? Ojo, podrías perder tus privilegios. Pregúntenle sino a Piers Morgan o a Sharon Osbourne, orillados por compartir los pensamientos equivocados sobre temas que dividen. Puedes apostar a que aquellos que dicen al poder la verdad real, o simplemente coquetean con esa noción, serán vapuleados y magullados en el próximo aluvión de noticias.

Se supone que parte de la revolución woke tiene que ver con el empoderamiento de las mujeres en Hollywood, sobre el papel, una noble aspiración. Así que los medios de comunicación y los tipos de la Justicia Social aplauden cuando a las mujeres les llega el turno de ponerse detrás de la cámara. Solo deben asegurarse de contar la historia que Woke S. A. quiere que cuenten, o de lo contrario…

La cantante pop Sia probablemente pensó que estaba atendiendo al interés woke con Music, su debut como directora. La película presenta a una mujer (Kate Hudson) que se entera de que su hermana tiene problemas mentales.

Lo que Sia no vio venir fue la reacción por contratar a una persona no autista (Maddie Ziegler) para interpretar a la hermana en cuestión. Es más, una escena de la película muestra cómo ese personaje es mantenido a raya físicamente, lo que algunos expertos médicos aseguran que puede ser dañino para las personas aquejadas de autismo.

Aunque claro, es una película, no un documental educativo para estudiantes de medicina impresionables. Eso no impidió que Sia tuviera que disculparse y borrar su cuenta de Twitter en medio del frenesí desatado en las redes sociales22.

Quizá la saga más elocuente del “nunca serás lo bastante woke” involucra a Lena Dunham. La actriz de Girls es casi la amalgama perfecta de la celebridad progresista de nuestros días. Es agresivamente feminista, empeñada en inyectar puntos de conversación woke en sus proyectos, y está siempre dispuesta a autodefinirse como víctima. También mantiene su sobrepeso de modo desafiante, lo que no le impide sobrecompartirlo con sus curvas en las redes sociales.

Es también una rabiosa capitalista, Dios la ama. Dunham lanzó una nueva línea de ropa para mujeres XL en 2021.

“11 Honoré x Lena Dunham” ofrece a mujeres de tallas 12 a 26 la posibilidad de ir a la moda sin arruinarse. Los artículos cuestan entre 98 y 298 $, cerca del estándar comercial del Gwyneth Paltrow Goop, aunque no del aprobado por Walmart.

The Daily Beast describió primero la línea como de “tallas inclusivas”, para a continuación arremeter contra la empresa de Dunham, apenas cuatro días después: “La línea de moda extra grande de Lena Dunham es otra oportunidad perdida”23.

NBC News también cargó, utilizando como armas de su discurso el color de la piel y la riqueza de Dunham24.

La línea se detiene en la talla 26, el primer problema. Otras marcas llegan hasta la talla 40, por lo que, de inmediato, las credenciales de inclusión de Dunham se cortocircuitaron:

Los estudios demuestran que las personas de talla grande ganan menos dinero que sus equivalentes de talla normal. Debido a esto, los consumidores de talla grande son, en términos generales, más conscientes al elegir dónde gastar su dinero. Los precios de esta colección oscilan entre 98 y 298$, lo que puede ser asequible para algunos, pero hará que la ropa sea en gran medida inaccesible para muchos. (Obviamente, mucha moda es inaccesible, especialmente en el mercado de lujo, pero aun así es importante recordar la forma en que la desigualdad estructural afecta a los consumidores de moda)25.

La misma Dunham es problemática porque puede ser crítica con su propio cuerpo, como la vez en que le preocupaba lucir un “triple mentón”.

Ese, oh, comentario identificable, resultó ser “problemático”.

«Definitivamente tal punto de vista no es neutral en relación con el cuerpo», anotaba NBC News con alarma, añadiendo que la estrella es considerada “no muy gorda” en los círculos XL.

Aquí tenemos el golpe directo de la NBC:

Dunham es además una mujer blanca rica, y aquí es importante reconocer la forma en que los privilegios —y la falta de los mismos— es interseccional. Las mujeres de color, especialmente las mujeres negras, han trabajado de un modo tremendamente duro para empoderarse y publicitar un movimiento positivo sobre el cuerpo.26 Mujeres como Gwendolyn DeVoe27 y Toccara Jones fueron pioneras en la industria de la moda XL28.

HuffPo sacude a Dunham en el mismo terreno, y se refiere también al estado natural de su cuerpo:

Dunham dice en la entrevista del Times que su cuerpo se acomoda alrededor de una 14/16. Considerando que la mujer media estadounidense tiene típicamente una talla 16, la talla de Dunham es, vaya, simplemente la talla media. XL, pero por los pelos29.

La colección también enfatiza demasiado los colores neutros, otra aparente decisión inaceptable.

En algún momento, a las celebridades como Dunham les va a tocar afrontar momentos de “pastilla roja”30 después de ser vapuleadas digitalmente, en que se preguntarán no solo sobre la locura woke, sino también sobre los innegables vínculos de la izquierda con el movimiento. Para Dunham, ese momento aún no ha llegado. Es posible que sus compañeras estrellas no sean propietarias de líneas de ropa por las que son atacadas sin piedad, pero deben caminar sobre una línea muy fina al asumir roles alejados de sus propias experiencias o, como solía decirse, “actuar”.

No siempre fue así.

Daniel Day-Lewis ganó un Oscar por interpretar a un personaje físicamente desafiante en Mi pie izquierdo. Eddie Redmayne, ahora mismo en la cúspide de la revolución woke, ganó su premio al mejor actor interpretando a Stephen Hawking, un súper científico que padecía una enfermedad degenerativa, en La teoría de todo de 2015.

La elección de Maddie Ziegler como mujer autista fue la peor posible. Sin embargo, el actor heterosexual Stanley Tucci interpretaba a un hombre gay en Supernova, un sensible estreno de 2021 sobre una pareja gay madura, y no hubo mucha controversia. El versátil actor debía saber que la prensa utilizaría su heterosexualidad como arma contra él, y estaba listo para el desafío:

Pienso que actuar consiste en no ser uno mismo. Si nos usáramos como plantilla, entonces solo nos interpretaríamos a nosotros mismos. Creo que eso es lo que tenemos que hacer, y que necesitamos dar más oportunidades a los actores gay31.

Tucci sobrevivió a la entrevista y al desafío de la mafia woke… por ahora. Siempre existe la posibilidad de que sus comentarios “resurjan” y se vea forzado a retractarse de esa posición.

No ayuda que su amante en la pantalla sea Colin Firth, otro varón blanco heterosexual.

¿Por qué Tucci y Firth eludieron a la mafia woke, y Ziegler no? Tu conjetura vale tanto como la mía. Será mejor la tuya, probablemente. Las reglas woke no dejan de cambiar, casi a la vez que el idioma inglés32.

Este mundo feliz woke es una fusión de la Política Identitaria, la Cultura de la Cancelación y muy directamente del Movimiento Progresista 101, todo sacudido y agitado para obtener el máximo poder.

Lo woke tiene que ver con el poder y el control, con avergonzar a los demás y, en muchos casos, con el dinero contante y sonante. Algunas personas se están haciendo fabulosamente ricas con Woke S. A.

Patrick Courrielche tuvo su personal atisbo del futuro reinado woke de Hollywood mientras llevó a su hija pequeña a la misma escuela privada que otros profesionales de la industria.

Piensa en Jason Bateman, Steve Carell y Melissa McCarthy, junto a algunos peces gordos de los estudios.

Los Courrielche compartieron la experiencia en su podcast Red Pilled America, incluido el momento en que pillaron a otro padre literalmente en la cama con un niño. Intentaron denunciar el incidente, y lo hicieron con el apoyo inicial de otros padres. Cuando este último grupo se enteró de que los Courrielche eran conservadores, el apoyo se desvaneció igual que ese meme de Homer Simpson en que desaparece entre los arbustos.

Así es como se ve a la derecha en Hollywood, dice. Así tratan también a los que no son woke en una industria que destila corrección progresista.

Los Courrielche aprendieron de la experiencia cómo evolucionaría la cultura woke. Las reglas que protegen a la gente de ataques repugnantes desaparecen de repente si los agredidos no pertenecen a un grupo aprobado o si son, que el cielo no lo permita, conservadores.

Comediantes como Sacha Baron Cohen y Jim Jefferies cosificaron sexualmente a la primera dama Melanie Trump, por ejemplo, y ni un solo grupo de mujeres se quejó del asunto. Tampoco nadie del entorno de Hollywood.

Sin embargo, dale la vuelta a la moneda y puedes tener la seguridad de que el medidor de indignación se pondrá al rojo y esos cómicos se verán forzados a disculparse una y otra vez. La enojada comediante nocturna de TBS, Samantha Bee, podría requerir sedación si alguien cosificara sexualmente a la Dra. Jill Biden o a la ex primera dama Michelle Obama.

La revolución woke nunca podría haber ocurrido sin el concurso de las redes sociales. Son el vehículo perfecto del movimiento, una manera de intimidar a completos extraños para confinarlos dentro de estándares a menudo inalcanzables.

Érase una vez —pongamos que hace unos años— en que la gente acudía como borregos a las redes sociales para compartir fotos de bebés y opinar sobre los últimos titulares de las noticias. Hoy, lo hacemos con mayor cautela si nuestras opiniones no se alinean a la perfección con los grupos de pensamiento woke. Esas cárceles de Facebook se llenan con seguridad a toda velocidad.

Mientras tanto, los guerreros de la Justicia Social están trabajando en la web y en las plataformas sociales, aguardando a que un “enemigo” diga algo incorrecto.

Los ejemplos son legión, pero aquí va uno del mundo creativo. Un comediante me contó de un colega al que le advirtieron de que sus contenidos de redes sociales «se estaban convirtiendo en un lastre» para la empresa, y que debería considerar limpiarlos.

«Gran parte de su trabajo consistía en atreverse a ir más allá con sus bromas», le dijo el comediante anónimo a este autor. «Ahora bien, le dijeron, podrías terminar jodiéndonos un trato. Ese es el mundo en el que vivimos».

Los artistas cuyos nombres aún no son populares están incluso más asustados por el nuevo orden mundial woke. Trepar por la escalera de Hollywood se ha vuelto tan difícil como cambiar la alineación de los Yankees de Nueva York. Requiere talento, habilidad, un timing impecable y una gran red de contactos para conformar la mezcla perfecta que permita que tu estrella brille.

A esto añade ahora la capacidad de arruinar todo lo anterior con un solo tuit desagradable, e imagina la trepidación de estar en las redes sociales hoy. Y complétalo con la entrada del efecto de sonido de Psicosis, cri-cri-cri.

Podrías asumir que las estrellas de mayor edad y más consolidadas tendrían mucho menos miedo. Son fabulosamente ricos, tienen una enorme base de fans y suficiente adoración de los críticos para soportar cualquier ataque woke. Han alcanzado la cumbre de la montaña. Seguramente serán inmunes a estas reglas azarosas que empantanan a otros en sus sendas profesionales.

Y estarías equivocado.

Stephen King tuiteó en enero de 2020 que «nunca consideraría la diversidad en asuntos artísticos. Solo la calidad. Me parece que otro modo de proceder estaría equivocado». Se trata de una sana opinión.

Así que naturalmente, la prensa sesgada y corrupta utilizó como arma a los usuarios de Twitter contra King, racionalizando su veneno como si formara parte de un serio movimiento contra él. La colega artista y activista de la izquierda radical Ava DuVernay estaba entre las cuentas de perfil más alto que masacraron a King por decir algo de completo sentido común.

¿Era la reacción una contestación masiva o solo unos pocos miles de trolls de Twitter? Simplemente recuerda que Twitter no es la vida real.

Sin embargo, King hizo algo más que el acostumbrado recular. Se apresuró a acudir a las páginas de The Washington Post, donde el periodismo muere de sesgo. En su columna de opinión King decía que “traspasó” una línea con su tuit, junto a la declaración tan woke de que «los Oscar aún están orquestados a favor de las personas blancas»33. Los comentarios de King pintan un Hollywood colmado de racistas. Cabe preguntarse qué habría ocurrido si hubiera mantenido su posición y dicho, «aplaudo a un Hollywood que acepta todas las voces, pero los que me critican no me han hecho cambiar de idea. El arte importa más que ser validado positivamente en la casilla de Política Identitaria».

Más atropellos, por supuesto. ¿Y luego? ¿Habría desaparecido de repente alguno de los tropecientos millones de dólares de King? ¿Algún editor se habría atrevido a cortar sus lazos con un fabricante de dinero tan prolífico? ¿Alguien, aparte del reportero más desquiciado, sugeriría que el tuit afectaba a su legado creativo?

Cedió a pesar de todo. Y está lejos de ser el único.

El autor Dav Pilkey creó un imperio juvenil con sus libros de Capitán Calzoncillos. Su página web personal presume de que las novelas gráficas de Capitán Calzoncillos y Dog Man «han vendido millones de copias en todo el mundo y ha sido traducidas a múltiples idiomas».

Quién sabe cuántos niños han sido atrapados por el gusanillo de la lectura gracias a la marca de fábrica de la creación de Pilkey gritando, “¡tra la LA!” (si está referencia ha caído en saco roto en tu caso, querido lector, probablemente no tienes hijos).

El legado cultural de Pilkey no impidió a la mafia woke poner en la diana al título de su vástago The Adventures of Ook and Gluk: Kung Fu Cavemen from the Future [Las aventuras de Ook y Gluk: Cavernícolas de Kung Fu del futuro]. Una petición online desencadenó la cancelación del libro y el bloqueo de que cualquier futura historia de “Ook y Gluk” llegara a las estanterías de las librerías.

El primer libro de lo que se proponía ser una saga mostraba “racismo pasivo”, y tanto Pilkey como su editor acordaron en perfecta armonía la quema digital del libro, es decir, que ya no está disponible para deleitar al público joven.

Melissa Chen arremetió contra este movimiento en las páginas de The New York Post:

En un mundo que valora el pluralismo cultural y la inclusión, “The Adventures of Ook and Gluk: Kung Fu Cavemen from the Future” debería ser ampliamente celebrado y querido. De hecho, la novela gráfica infantil de 2010 permaneció 33 semanas en la lista de los más vendidos de The New York Times…

El Maestro Wong es un excelente ejemplo de representación positiva de un personaje asiático en la literatura, al igual que el Sr. Miyagi en Karate Kid es considerado como alguien entrañable y lleno de sabiduría, sabiduría que comunica a través de “estereotipos de proverbios chinos”. ¿Qué podría ser más representativo de la cultura china que los proverbios chinos?

Wong enseña a Ook y Gluk que “el guerrero más sabio gana sin una batalla,” y les aconseja “recorrer el camino de la paz”.

¿Cómo se puede interpretar esto como una mala representación de la filosofía china? ¿O ser visto como alentador de un racismo pasivo?34.

El cómo no importa, naturalmente. La mafia woke ansía el poder y el control, una idea que repetiré aquí sin pedir disculpas. No pretenden mejorar la sociedad, convertirla en un lugar más humano. Más bien, lo contrario.

A otros gigantes del entretenimiento también se les doblan las rodillas cuando su producto no está alineado con el nuevo orden mundial.

Matt Groening ofrecía una buena porción de esperanza antes de que él y su más famosa creación cedieran ante la mafia. Groening es la mente que está detrás de múltiples proyectos, pero la serie de larga duración Los Simpson permanece como la joya de su corona.

El escritor y actor Hari Kondabolu entregó un ataque en forma de largometraje a Apu Nahasapeemapetilon, el inmigrante indio que dirige el Quik-E-Mart del éxito animado.

El documental The Problem with Apu [El problema con Apu] sugiere que el personaje ofrece un estereotipo negativo que causa daño en el mundo real. Es más, el actor que pone voz a Apu, el versátil intérprete Hank Azaria, no es indio.

No importó que pocos se quejaran de Apu antes del documental, o que el personaje creciera con los años en solidez, convirtiéndose en alguien con cuerpo y alma dentro de un cartoon donde abundan las caricaturas tontas. Piensa en el alcalde fornicador con acento al estilo Kennedy, o en el jardinero Willie.

Groening al principio defendió a Apu en 2018:

Allá voy, tal vez sea un problema, pero ¿quién es mejor? ¿Qué personaje animado indio ha sido mejor en los últimos 30 años? He estado en la India dos veces y he hablado de Los Simpson frente al público. Por eso me pilló por sorpresa. Sé que los indios no son lo mismo que los indios americanos…

Como mucha gente ha señalado, en nuestro programa todo son estereotipos. Esa es la naturaleza del cartoon. Y tratas de no hacer estereotipos reprobables.

Groening incluso hizo que la pequeña Lisa Simpson, tan progresista como Bernie Sanders zampándose un cono de Ben & Jerry, defendiera al personaje.

Algo que comenzó hace décadas, y fue aplaudido como inofensivo, es ahora políticamente incorrecto. ¿Qué puedo hacer?35.

Doblegarte, eso es lo que puedes hacer.

La mafia woke no estaba contenta. Así que Azaria dejó de interpretar al personaje ofreciendo una serie de disculpas por haber proporcionado alegría a espectadores incontables:

«Una vez que caí en la cuenta de que era así como se veía al personaje, simplemente ya no quise formar parte de ello. No me parecía correcto», dijo al New York Times36.

Más recientemente, Azaria dijo que querría disculparse personalmente con cada indio americano, si fuese posible. John Cleese, un raro soldado de infantería contrario a la mafia woke, se burló del mea culpa de Azaria con esta preciosa respuesta: