Imagilabras - María Cristina Pereira - E-Book

Imagilabras E-Book

María Cristina Pereira

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Beschreibung

Este libro nace de un deseo que me acompaña desde hace años. La necesidad de comunicar, de contar historias, de llevarle al otro algo de magia, de misterio, de reflexión. La unión de las experiencias de mi vida más los anhelos y el amor a la libertad, a la naturaleza, a la vida en todas sus expresiones dieron como resultado estos cuentos y poemas. Desde lo profundo de mi ser, espero que lo lean y lo disfruten generando cosas en su interior ya que la lectura tiene esa magia de transportarnos a lugares o a emociones. Este hijo libro de fácil lectura es para mí muy especial y el primer paso para otros que se van engendrando en mi mente y luego se plasman en papel. Que disfruten este viaje por las hojas de este querido primer libro.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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MARÍA CRISTINA PEREIRA

Imagilabras

Pereira, María CristinaImagilabras / María Cristina Pereira. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4379-0

1. Cuentos. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Prólogo

Porque digo

Tesoro de todos

Encuentro

La rebelión de las medianeras

Mañana Blanca

Tus manos

Ansiada felicidad

La niebla

Siesta compartida

Ir

Otras manos

Del otro lado

Una gota

Amigas

En carrera

Partes

Algo imprevisto

La consecuencia

Mis palabras te doy

Dedico este primer libro mío

a mis hijos, felicidad de mi vida

Matías, Agustín e Ignacio

Prólogo

Nos conocimos hace mucho en un lugar que estaba lleno de ganas de aprender y de enseñar. De a poco nos fuimos relacionando cada vez más, viviendo sueños y realidades, dolores y felicidades. Compartimos infinitas tardes juntas, rodeadas de fragancia de niños.

Siempre en algún momento ella contaba historias reales que parecían inventadas. Las llenaba de palabras entonadas y bellas. Y así empezó su historia de armar historias.

Adriana Orza, docente, compañera, amiga por tantos años en la escuela 21 de 11, María Sklodowska de Curie.

Porque digo

Porque digo

Porque digo todo lo que digo con tanta emoción.

Digo lo que les digo porque siento decir.

Lo que les digo sale de mi, de mis emociones, de mi imaginación, del mundo de la creatividad.

Yo digo para que ustedes puedan leer y al hacerlo entrar en el mágico mundo del lector y el escritor.

Y luego quedaremos relacionados para siempre.

Digo, escribo, comparto, soy leída.

Que grandes cosas suceden al unir palabras con intención , volcarlas en este libro y darles vuelo.

Digo lo que les digo porque siento decir.

Aquí les dejo mi creación para que puedan por unos minutos volar con la imaginación.

Tesoro de todos

Un mundo incierto, lleno de emociones, de temores, de respuestas y preguntas. Todo esto sin seguridad de poder expresarlo.

Sentimos, olemos, abrazamos, comemos y nos suceden mil cosas más. Todo nos pasa y les pasa a todos. ¿Pero sabemos decir realmente todo lo que nos pasa?

Sabemos lo que nos pasa o nos asusta saber, sabemos y no sabemos contar, sabemos y sentimos o sentimos y luego sabemos. Tal vez ni sabemos ni sentimos, intuimos, percibimos. ¿Y si solo es instinto?

Tanto nos pasa y si nos pasa ¿podremos ponerlo en papel?, ¿podremos escribir todo o no?

Las palabras orales, las palabras escritas, ¿cuáles de ellas nos son más fieles?

Las palabras, en ellas están nuestros devenires.

¿Acaso comprendemos el valor, el peso de las palabras?

Las palabras escritas, ahí, por siempre. Las palabras escritas ya no mueren, están ahí esperándonos. Las palabras escritas pueden ser pronunciadas o leídas en un silencio conmovedor.

Palabras tuyas, mías, de todos y de ninguno.

Vienen a la mente palabras, palabras, se empujan, se juntan, se corren se alejan. Palabras grandes, chiquitas, palabras suaves, palabras crispadas. Palabras.

Y las palabras traen el escribir, el leer, el hablar.

Las palabras esperan sentaditas en un banco blanco la creación de quien las convoca y las va eligiendo misteriosamente según sea una historia, una confesión, una aventura, un sueño, un amor.

El maravilloso mundo de la palabra y su mensaje, o su sonido.

El mundo de descubrir en esas palabras un tesoro oculto, un mundo para mí, para vos, para todos.

Las palabras son piedritas preciosas, gotas de rocío, puntos de un tejido que tejen el mensaje que llega a ti o a mí, a todos, a nadie.

Tan feliz con las palabras que me liberan porque al elegirlas y acomodarlas donde sea me permiten traspasar almas, corazones, silencios, distancias.

Palabras para siempre anido todo el tiempo.

Palabras que te dejo ahora, aquí en este texto.

Palabras que con alegría te comparto, palabras atesoradas para que así las recibas, como pequeñas grandes sorpresas que descubres al leerlas.

Aquí te las dejó. Son tuyas para siempre, pase lo que pase. Palabras eternas en esta realidad nuestra, de encuentro.

Palabras digeribles que te brindo.

Palabras, palabras, descubre a las palabras, saboréalas, piérdete en ellas, encuéntrate.

Te invito a una amistad eterna, la amistad de las palabras.

Aquí te esperan. Aquí te aguardan.

Ahora ve por ellas.

Encuentro

Tal vez, te vi muy en el fondo, una silueta alta y muy delgada. Tu ropa mostraba el paso del tiempo y de las batallas vividas. Tu cara con una tristeza inmensa, pero sin fuerza cansada de estar triste.

Entre tantos que te rodeaban me esforcé en verte mejor.

Nos acercamos y sentí en mí tanto dolor, tanta angustia, tanta decepción, tanta bronca, tanta soledad.

Todo junto en tu cuerpo, en tus ropas. Al borde de desmoronarte.

Te miré, y al mirarnos pudimos intercambiar las ganas de mejorar.

Te miré y sentí muchas ganas de ayudarte.

Sin hablarnos tu dolor se hizo mi carne, y dentro de mí lo pude transmutar en luz. Tu dolor en luz. Te llene de luz a medida que te adelantabas entre tantos otros.

Al avanzar salieron a tu encuentro varios hermanos tuyos, y una luz dorada iluminó tu rostro y todo tomó un nuevo aspecto. Ya no parecías tan delgado, tus ropas ya no estaban tan mustias.

Tu cara, tu cara comenzó a irradiar ilusión.

Tus hermanos y vos, soldado de las mil luchas, se iluminaron.

Por un camino los vi alejarse pausadamente. Un camino de una luz blanca, amigable. Rumbo a tu hogar.

Se me ensanchó el corazón al saber que volvías al lugar que te anida.

La luz se fue alejando y mi alegría se fue agrandando.

Esa noche dormimos todos plácidamente.

Te mando al infinito un abrazo, un te quiero, un gracias, un deseo enorme de que ya disfrutes del calor del encuentro.

Sé que ya se borró todo lo que has vivido y ahora solo hay amor en tu corazón.

La rebelión de las medianeras

El trabajo diario era tolerable, pero en una oficina interna donde no había ventanas la situación lo llevaba varias veces al día a imaginar qué estaría pasando fuera. Esa situación era lo que le molestaba tanto. Ese encierro diario.

Al salir se despejaban las dudas, causando diferentes reacciones según lloviera, hiciera mucho frío o las estrellas cubrieran todo el cielo.

Pero en su casa, mejor dicho departamento, la pared compacta, gruesa, inamovible del living comedor le hacía recordar a su trabajo y no lo soportaba.

Pasó horas observando la pared, tramo a tramo, buscando algún filamento de luz que la atravesara, que desde el exterior se hiciera lugar.

Jamás lo encontró. Entonces, por eso, finalmente se decidió.

El martillo sobre su mesa lo desafiaba hace días. Lo había comprado una tarde que el encierro de las paredes lo abrumó al extremo. Y allí estaba provocándolo.

Respiró profundo y una fuerza jamás pensada llevó al martillo contra la pared una y otra vez.

El martillo recorrió el camino con rapidez y efectividad.

Una rajadura, un pequeño hoyo, uno más y más grande y el filamento de luz apareció.

Esa noche no durmió hasta que la luna inundó su living. Era feliz.

La noche comenzó a tener un sonido propio, como de tormenta, como de motores, como de liberación.

Todos los vecinos se contagiaron la epidemia de la libertad, de la luz de la vida, y golpearon con fuerza sus paredes llenándolas de ventanas.

Las medianeras comenzaron a transmitir luz, brisas de aire, perfumes, olores, sonidos.

La vida cambió para todos.

Mañana Blanca

Abrí los ojos con lentitud y todo era blanco, muy muy blanco.

Claro, me dije, aún duermo y me relajé aún más.

Creó que soñé con nubes, con campos de flores blancas, con conejos pomponosos y seguí soñando en blanco.

Luego me moví apenas como entre las nubes soñadas rodeada de los conejos dentro del campo florido.

Volví a separar mis pestañas y todo seguía muy muy blanco.

Estiré una pierna y luego la otra en una calidez imposible de abandonar.

Una mano se abrió, los dedos se desperezaron creo entre las nubes soñadas. La otra mano despertó también alcanzando la suavidad de los conejos.

Piernas, manos, brazos y el cuerpo entero se sentían dentro de la nube florida llena de conejos suaves, suaves y levemente perfumados a pasto de jardín.

Y ¡zas!

Abrí muy bien los ojos. Y el blanco blanco del sueño soñado estaba ahí, a mí lado.

Blanco su cuerpo. Pomponoso como nube y conejo. Cálido, cálido como mañana de octubre.

El blanco amanecer se movió sin ganas, estiró sus cuatro patas y algo negro y frío me terminó de despertar.

Tus manos

Manos suaves

sin cremas usar.

Manos suaves

de tanto abrazar.

Manos blancas

de harina llenas.

Manos que amasan

panes de paz.

Manos crispadas

del dolor de sembrar,

la tierra dura

de tu tierra natal.

Manos abiertas

Manos extendidas

Manos tibias

Manos, manos

Dos manos del amor.

Ansiada felicidad

Siempre pensando dónde sería feliz. Tal vez descubriera en unos años un lugar que tendría que buscar muy bien.

El clima, un factor muy importante para que la felicidad sea constante.

La vegetación dice que ayuda bastante, que estar rodeados de vida nos genera endorfinas. Vida animal no estaba en la lista pero supongo que sí, que algún animal dando vueltas le da dinamismo al sitio.

Los vecinos, que sí, que no. Habrá que elegirlos muy bien ya que serán parte de todo lo anterior y corremos el riesgo de estropear todo el arduo trabajo en la búsqueda física. Muchas personas o pocas, niños también. Creo que sí.

Vecinos cercanos o que apenas los visualicemos. Pero si sabemos que están por allá, sacaran así la angustia por la soledad. Felicidad sin estar solos, pero sin molestias.

Todo debe estar muy bien pensado. Será necesario anotar muy bien, tomar medidas.

A los vecinos habrá que seleccionarlos mediante encuestas que nos den su grado de felicidad. Nada debe quedar librado al azar.

Viajar e ir anotando los pros y los contras de cada lugar. Tomar la precaución de permanecer en ese lugar las cuatro estaciones, pues una vez elegido no debe haber sorpresas climáticas que rompan el equilibrio.

Felicidad, cuánta búsqueda, cuánto trabajo. Bueno, pero una vez reunidas todas las condiciones ¡qué felicidad!

Otro factor, el agua del lugar, ¿será río o lago o mar? ¿Tendremos montañas o planicie?

Alimentos, ¿cuáles? La felicidad estará directamente relacionada con los alimentos, debemos tomar todas las precauciones. ¿Comida natural y salvaje o generar espacios para alimentos?

¿Dónde viviremos para ser felices? ¿Construiremos algo ya realizado o tendremos que generar un nuevo concepto de vivienda?

Viviremos en construcciones o en lugares naturales que iremos acondicionando de manera tal que nos den la felicidad de vivir en ellos.

Es importante saber de antemano que necesitaremos muchos años para poder lograr el objetivo final, que no es ni más ni menos que la felicidad.

Durante esos años debemos mantener la brújula firme en el norte de ser felices y no claudicar jamás.

También debemos tener en cuenta que el tiempo empleado debe dejar espacio para el tiempo en que viviremos en la felicidad soñada.

De qué serviría tanto esfuerzo si luego se nos acaba el tiempo para esa felicidad y debemos abandonar tan titánica obra sin siquiera probarla.

Calculando, sumando, restando, apilando los cuadernos con notas, observando todo el material recopilado y los perfiles de todos los vecinos elegidos, miró el reloj biológico y comprendió que tenía mucha prisa.

Abrió la ventana, su ventana, encendió una fogata, se sentó cerca, tomó su bebida preferida mientras las estrellas le hacían guiños y en un parpadeo final una voz le dijo, - Está es tu felicidad.

La mañana se abrió paso y los vecinos lo encontraron con una enorme sonrisa dormido al lado de un fuego extinto. Observaron todos sus cuadernos, sus fotos, sus objetos, sus mapas y se respondieron las preguntas al porqué de sus largas ausencias, de sus silencios infinitos.

Entre todos lo abrazaron y bajo el árbol de cerezas siguió su sueño eterno de felicidad.

La niebla

Una niebla muy suave, pero a medida que pasaba el tiempo se fue espesando. Tanto se espesó que apenas podías descubrir el entorno.

Niebla inesperada pero no desconocida. Sabía que se haría presente en algún momento, sin importar nada. Sin importar siquiera que un Sol radiante invada todo el paisaje.

Niebla que desafía todo anuncio climático.

Y hay que amigarse con ella, porque ya llegó. Nada se puede hacer más que transitarla, acomodarse a su espesor cambiante, sentirla, sentirla.

Y la niebla mágicamente permitió ver. Ver otras cosas que no se ven con los ojos, cosas que se ven con el sentir, con el corazón, con la experiencia sutil, con ese otro sentido que perdemos y reencontramos cada tanto.

Entonces agradecemos a la niebla por venir, ya que al principio no la quisimos. Agradecemos el tiempo nebuloso que trae al corazón recuerdos de otros tiempos. Trae al corazón sensaciones que creíamos perdidas.

Niebla sin nombre. Niebla en mí.

Y empezamos a jugar carreras, que siempre ganabas, hasta que no. Hasta que yo empecé a ganarte cada vez con más diferencia. Y te miré y te pregunté, ¿estás por irte? Y supe que pronto.

Aprovechamos ese tiempo, y nos abrazamos, nos susurramos, nos contamos secretos.

La niebla y yo confidentes. Niebla muy fría, niebla tibia, niebla espesa, niebla transparente, niebla humana.

Lo supe, lo supe ni bien te presentaste.

Sos la niebla que viene de la nostalgia, de la tristeza, de la soledad.

La niebla que viene y se va luego de transitar esas emociones. Niebla amiga, niebla que nos sana.

Ahora te despido niebla imprevisible, te espero cuando quieras, ya te conozco.

Cuando vuelvas transitaremos otros dolores, otras emociones.

Ahora es tiempo de claridad.

Siesta compartida

Vine a la montaña

y encontré a los perros.

Busqué una manta

y me tiré con ellos.

Respiramos al unísono

el Sol de la mañana.

Estiramos nuestros miembros

sin que nadie molestará.

Sus ojos me miraron

y me hundí en su perrunez.

Comprendí sus corazones

y descanse casi sin querer.

La montaña, los perros.

El descanso, la tibiez

el ensueño, el silencio.

Todo y de una vez.

Ir

Ir, solo ir.

Siempre feliz de ir.

Caminar todos sus caminos, subirlos, bajarlos.

El viaje comenzaba ya con el deseo, luego la confirmación, la preparación, el viaje en sí y llegar.

Llegar a ese lugar.

Ella ya sabía que la felicidad del lugar era garantía segura. Los olores la abrazaban inmediatamente.

La vegetación tan diversa, tan colorida. Necesitaba mucho tiempo para recorrerla, detenerse en las formas de las hojas, los frutos, las flores.

Si había viento una nueva investigación sobre el baile de los árboles dejando ver detrás las sierras.

Y los amigos cosechados luego de ir durante tantos años. Qué hermoso llegar y reencontrarse, el saberse esperada por otros que no son familia, otros que la vida nos dio la posibilidad de conocer.

Llegar, y todo un mundo de actividades se abría como un abanico colorido, como cola de pavo real.

Ella disfrutaba todo, absolutamente todo. El aire, el agua, los senderos, las sonrisas, los perfumes, los caballos.

Comer, qué importante llenar la panza y mucho más. Comer productos tan cercanos a la tierra, tan nobles que la conexión con la naturaleza es tan rápida como la mejor red digital.

Y sí, convenció a tantos otros de ir y de descubrir esa magia.

Los otros también se enamoraron. Subieron las sierras, conocieron sabores nuevos, abrieron sus ojos, vieron más estrellas.

Durmieron como ella, como niños en la infancia, la infancia del arrope y la mente blanca.

Qué bello tener un lugar a donde ir a refugiarse, a donde ir a expandirse y ser uno con el mundo.

Cada uno debe tener esta tarea de encontrar un lugar donde se es más.

Encontrar donde uno es lo que es. La esencia de uno con la naturaleza. Animarse a fundirse en ella y escuchar la voz de sus entrañas recorrer nuestras venas.

Podría decir cuál es el lugar, pero no sería prudente, porque ese lugar, mi lugar, tú también debes descubrirlo para tener en el todas las emociones.

Estoy muy segura de que así es, de que cada uno irá encontrando ese lugar que nos hace felices de verdad.

Otras manos

Otras manos

Me abrazaron

Más fuertes, más audaces

Creadoras de artefactos

Que inventaban sin cesar.

Manos firmes

Constructoras

Manos dadoras de pan

Manos dadoras

Cubriendo la necesidad.

Manos que al sostener

Pudiste crear

La familia, tu familia

Que bien

Supiste abrazar.

Del otro lado

Los vio sin lugar a dudas. Los vio como siempre, cumpliendo sus tareas. Era imposible pensarlos en otras actividades.

Laura siempre dedicada al cultivo de diferentes rosas, buscando una nueva, un color mezclado con un perfume no identificado.

Tomás obsesionado en la construcción de edificios inteligentes, pues salvar al mundo de la contaminación y aprovechar los recursos naturales venía impreso en sus genes.

Y Raquel estirando sus piernas en el agua, adelantando sus brazos en cada brazada, con un estilo diría delfinesco.

Y así los vio. Cada uno en su rol.

Ellos no me vieron pero percibieron que por un momento no estaban solos.

Por suerte la luminosidad del lugar me llevo a cada sitio para poder encontrarlos.

Una tranquilidad de otro mundo le dio al comprobar la felicidad en sus rostros. La prueba de que es todo verdad, que lo elegido con pasión se continúa haciendo por siempre.

Entonces se preguntó por qué nos complicamos tanto pensando y pensando en respuestas para el futuro si ya lo sabemos todo.

El camino elegido por cada uno es el que continua, por suerte, –se dijo.

Recordó la vez que Laura intentó hacer otra cosa y como se enfermó al no estar con sus rosas.

Raquel cuando no pudo estar en el agua sintió que casi no respiraba, cuando debería ser al revés.

Y era obvio que llenando planillas Tomás no podía continuar.

Si lo elegido es lo pleno, debe seguir siendo así.

Entonces se despertó. Estaba en una cama de hospital. Miró a todos, y todos la miraron con caras petrificadas por susto, miedo y dolor.

Ella les tendió sus manos ahora tibias, mientras sonreía preguntando ¿qué pasó?

Un largo silencio se hizo en la habitación. Un doctor entró gritando “¡Despertó, despertó!”.

Entonces creyó comprender, porque vio que ni Laura ni Tomas ni Raquel estaban en la habitación. Y sonrió, sonrió por un largo rato. Por años sonrió. Por siempre. Ya nada le sacaría la sonrisa de saber.

Una gota

Era la tardecita, caminamos un rato y nos sentamos en un banco. Conversamos de una cosa y luego de otra. Finalmente, me confesó que muchas veces se sentía aburrida.

Le comenté sobre las diferentes posibilidades que brinda esta gran ciudad. Cuántas cosas para hacer, para visitar, para pasear.

El tiempo transcurría y seguimos conversando hasta que oscureció, no por la noche sino por un manto de nubes grisáceas que avanzaban sobre nuestras cabezas.

Nos sorprendió este cambio repentino de luz, y descubrimos a la gente caminando más rápido, como si se avecinará algo ajeno a nuestro planeta.

Ahí cambió la conversación y nos focalizamos en el cielo, en los colores de las nubes, todos los grises imaginados, algunos violetas y una que otra blanquecina.

Resolvimos conveniente retirarnos a un sitio techado.

Nos fuimos a su casa.

Decidimos tomar un té con emparedados creativos a base de lo que encontramos en la heladera.

Sentadas en la mesa redonda cerca de la ventana, saciando nuestro apetito, la conversación viró nuevamente hacia la importancia del aburrimiento.

De un aburrimiento que nos puede llevar a pensar o crear nuevas cosas.

Y en ese instante comenzaron a caer gotas de lluvia. Simplemente gotas de lluvia.

Las dos dejamos de hablar y solo observamos. Evidentemente cada una comenzó un viaje interno que nos llevaba quién sabe a dónde.

Por mí parte la gota de agua me miró sonriente y a través de la ventana me pudo decir sobre su cansancio. Un viaje interminable que había comenzado en una palmera de Egipto donde el Sol abrasador la ascendió a una pequeñísima nube.

Muy perezosamente esa casi nube voló sobre arenas doradas casi casi al borde de desaparecer, pero por suerte avistó una pequeña laguna y allí, estirando mucho mucho todos sus bracitos, se agarró muy fuerte de las gotitas que se elevaban a su mini nube.

Miré a mi amiga que tomaba su té y volví a la ventana, a la gota, y a la historia desde su ya nube pequeña.

De ahí en más su viaje fue increíble, me contó como sobrevoló La Valeta, el Mediterráneo, las islas Canarias. Luego ya eran una gran familia de gotas hechas nubes, asustando a los aviones que hacían su ruta por el océano Atlántico.

Parece, me dijo, que mucho no les gusta ser atravesadas por los aviones. Parece que a veces las separan y no pueden volver a reunirse con sus compañeras de viaje.

Y mientras tomé otro emparedado la gota pegada al vidrio con carita y deseo de descansar logro contarme sobre los bellos verdes que sobrevoló en América. ¡Cuánta vegetación!

También me contó lo maravilloso de pasar por la noche sobre las ciudades iluminadas, o los pequeños poblados, o aquellas casas solitarias.

Y casi de improviso pero afortunada de ser parte de un gran nubarrón, un viento huracanado la trajo para el sur, el sur más fresco.

Sus ojos se cerraban y los míos también, ella feliz de poder descansar por un tiempito en la tierra del rosal blanco justo debajo de la ventana, y yo descansaba en el sillón.

Mi amiga me ofreció más té y desperté.

Entonces comenzamos a charlar. En realidad el tiempo de silencio duró solo unos minutos.

Retomamos el tema del aburrimiento. Me animé a decirle que se puede observar más detenidamente la naturaleza y así crear conversaciones acerca de ella.

Sus ojos se abrieron y le dije: “Es solo una opción, qué sé yo”.

Miramos la tele, y se acabó la conversación.

Amigas

Amiga de siempre, viniste a mí, creo no te llamé.

Te conocí como si fueras yo, y sí, tanto tiempo compartido.

Nos pusimos a recordar las muñecas, la bici y las rodillas raspadas. Jugando en tu casa a la cocinita y tan audaces que preparábamos el banquete con cebollas crudas que luego comíamos.

La trama de nuestra amistad nos lleva por varios senderos, el de santas, jajaja. Ese tiempo de preparación para la comunión combinado con el ring raje, y un vecino que nos siguió y muy atrevido habló sobre nuestra conducta con mi mamá.

El sendero maestril, en tacos ajenos, con muchos papeles en el brazo y una actitud de soldado marchando delante de un alumnado de plástico acomodado en los sillones de tu living. El de niñas coquetas, con vestiditos nuevos, las sandalias de colores, el cabello perfumado por el champú frutal de manzana. Qué felicidad salir a la vereda con nuestras galas.

Y el otro caminito del mundo dentro del auto, un auto grande amarillo donde nos sentíamos conocedoras de la vida, con extraños en el camino que bien eran franceses o chinos, o de las islas Fiyi.

No te llamé y viniste, viniste porque con el vínculo invisible te traje, te necesité en este día.

El encuentro fue tan bello, y vinieron todas las escenas donde juntas reímos, bailamos, jugamos, merendamos y disfrutamos la infancia de las infancias del mundo de la ilusión.

Vos y yo, ahora, antes, durante el hoy.

Surcamos nuestras vidas en una tarde dulce de torta y confortable como taza de café recién hecho.

Las manos se movían como mariposas y nuestra mirada cambiaba su expresión durante el recorrido de la charla.

Y pasó el tiempo, y somos hoy, y somos ayer.

Y este futuro es acá, otra vez juntas, en otro espacio, con otros juegos. El juego de la vida, sin instrucciones para realizarlo.

El juego que jugamos en nuestra amistad está aquí encerrado en ti y en mí.

En carrera

Salimos a la carrera todos juntos.

Correr en esa libertad.

Todos corriendo sin dificultades, las piernas agiles, los corazones generosos, la respiración rítmica.

Corrimos planicies y colinas, subimos puentes, bordeamos precipicios, atravesamos ríos.

Todos corriendo sin demora ni prisa. No era una maratón era el correr de nuestra misión.

Los rostros sin fatiga, la sonrisa dibujada, los cuerpos libres y se diría sin peso.

Los paisajes cambiaban de unos en otros, pero nosotros no cambiábamos, manteníamos el ritmo sin alteraciones.

Correr, correr, todos sabíamos de este mandato. Todos corríamos.

Pero un día empezaron a suceder acontecimientos no en la línea de felicidad que manteníamos.

Seguimos corriendo, pero no ya todos.

Algunas piernas abandonaron a sus corredores al costado del camino, a otros los abatió un cansancio muy profundo.

La carrera siguió igual, pero comenzamos a notar que a medida que pasaba el tiempo y nuevos desafíos del terreno nos encontraban, también disminuían los corredores.

Correr y correr.

Dejar de correr de muchos. Correr a otro ritmo de otros.

Comprendí en ese punto la finalidad de la carrera, o más bien la importancia fundamental de cada zancada, de cada trote, de cada subida, de cada descenso.

La carrera de todos, la carrera mía. Cada uno haciendo su propia carrera en la carrera de todos los otros y todos los otros en la carrera de uno.

Llegar si, llegar no.

Y se bifurcó muchas veces el camino, en lugares de decisión extrema o decisión trivial.

Correr y correr.

El sentido de la brisa, del esfuerzo feliz, del cansancio integrador.

Completarse en la carrera.

Correr y correr hasta el fin.

Partes

Somos una unidad, un cuerpo, con todo lo que lo forma, más la experiencia personal, más las emociones más los miedos más la energía propia.

No hay dudas que al trasladarnos vamos con todo esto, pero estoy segura, segurísima, de que al volver no volvemos enteros, más bien vamos volviendo en partes.

Confirmadísimo que una parte se quedó contemplando los azules celestes turquesas de ese mar tan increíble, tan bello que, aun viéndolo, tocándolo, hundiéndome en sus aguas, aun así su belleza parecía irreal. Segura que una parte mía decidió quedarse ahí, contemplando la bella naturaleza de ese lugar por un tiempo más prolongado que lo que decidió el cuerpo físico.

Y otras partes se quedaron sutiles en esos encuentros mágicos. Ese señor de sonrisa amplia, de idioma imposible de entender, pero de una energía amable, cercana, solidaria. Gracias a él comí su comida típica, pidió por mí, se tomó su tiempo y luego se fue. Aun lo busco, aun busco su sonrisa amigable en un contexto tan desconocido que sigue mostrándome que nos comunicamos de muchas maneras. Una parte sigue allí en ese momento mágico de encuentro, de tender puentes, de unir seres… ahí aún sigo estando.

Y también ella, que detuvo su rutina y cambió su camino y caminó conmigo para mostrar mi camino. Ahí también tengo una parte, sorprendida de su bondad que al conversar era su gratitud hacia quienes en su momento detuvieron su andar para guiar el suyo.

Y todas las veces que fui de tren en tren, de subte a tren, ferry, avión, taxi. Diferentes transportes diferentes velocidades, una parte sigue mirando por la ventana del tren cuando el cuerpo ya está subido al avión, y sigue en el avión cuando el taxi rápidamente me lleva por autopistas desconocidas.

¿Cuándo se une todo el cuerpo? ¿Cuándo se encuentra con sus emociones, sus sorpresas, sus encuentros y sus desavenencias?

¿Se une el cuerpo en algún momento o definitivamente vamos dejando partes en diferentes sitios, diferentes situaciones o en distintas relaciones?

Ah, y el sueño. Sueño con sueños en camas tan diversas, camas pomponosas que miran al sur al norte, en planta baja, en el sexto piso, en el segundo.

Sabrán las partes volver o serán gustosas de quedarse un tiempo en otros espacios, o se quedarán para siempre en sitios elegidos.

Y los sueños buscaran al cuerpo o ¿quedaran suspendidos en las noches que los crean?

Cada uno busque su ruta y busque sus partes.

Cada uno encuentre las respuestas de sus partes y sus sueños en su propia experiencia.

Cada uno decida.

Algo imprevisto

La ciudad, los autos, la gente, los edificios. Los ruidos, el smog, la humedad, los olores.

Se detuvo en una esquina, respiró profundo y cerró sus ojos un momento.

Un momento más que suficiente para lo que sucedió después.

Al abrir los ojos, no había autos ni gente, ni edificios, ni ruidos, ni smog, ni humedad, ni olores.

No había nada.

Parado en un páramo sin frío ni calor.

¿Qué pasó?

Abrió con fuerza los ojos y nada, nada cambio. Seguía en el páramo.

¿Estaré fuera o dentro de mí?

Será que de tanto protestar sobre las molestias citadinas algo sucedió.

Tan fuerte es un deseo para cambiar la realidad, tan tangible.

Se movió muy lentamente porque tenía miedo de producir otro cambio drástico.

Nada.

Silencio máximo.

Ausencia de congestión humana, de autos, de ruidos, de olores.

Respiró suavemente. Todo controlado ante la duda de lo sucedido.

Una mano buscó a la otra, y la otra la fue reconociendo lentamente. Recorrieron ambos brazos, lo que confirmó que sí estaba ahí.

Luego pensó en sus piernas, las flexionó y las estiró. Movió sus dedos. Estaban ahí.

Tragó algo de saliva y sintió su garganta.

Manos, brazos, piernas, pies, boca, garganta. Todo en su lugar. No eran pocas cosas para confirmar su realidad en el páramo.

Un páramo muy real, sin conexión con nadie.

De pronto, un gran sacudón, un cosquilleo interno burbujeante.

Llegó a escuchar, abrió los ojos.

No se sabe qué pasó antes ni lo que pasó después.

La consecuencia

Estaba en su casa, mirando por la ventana.

Su cuerpo fue recorrido por un rayo interior y zas, sus ojos se salieron de las órbitas.

No le resultó raro, era esperable tarde o temprano, ya que esta patología les venía sucediendo a los mortales desde hacía unos años.

No da dolor; es más: genera un enorme alivio. Un alivio genuino, alivio para la mente estresada del mundo actual.

Sin los ojos, basta de pantallas, de estímulos visuales agresivos, de ver tanta violencia.

El sentido de la vista, sentido de placer para el ser humano, se convirtió en su tortura.

Todo el día recibiendo información.

Luces, varias pantallas a la vez, flashes lumínicos.

Todo esto sostenido en el tiempo derivó en este síntoma: gente sin sus ojos.

No hay retorno. Pero tampoco se padece.

En esas cuencas vacías, el sabio cuerpo generó un nuevo tejido.

Un tejido que ya no permite ver como antes.

Un tejido que permite ver solo lo importante. Permite darse cuenta con quienes debemos quedarnos,

Tras qué proyectos debemos avanzar.

Un tejido suave que le da a la mente un gran estado de paz.

Y así fue parte de la metamorfosis de los mortales, que sometían sus cuerpos a nuevas cuestiones que solo generaron dolor y estrés.

Los humanos se liberaron de la invasión tecnológica, y sus ojos vieron solo lo importante.

Mis palabras te doy

Pude sacar de mí las palabras atrapadas, pude plasmarlas en papel, transcribirlas y brindártelas.

Mis palabras ya te di, mis palabras te doy, compartiendo así mi interior.

Las palabras dadas ya no son solo mías, ahora las solté a todos con gran felicidad.

Ese temblor interno dio una erupción de letritas valiosas, palabras poderosas que al juntarse lograron historias que puedes recrear, ya que muchas de ellas son grandes ventanas a tu imaginación.

Muy seguramente si vuelves a leerlo o lo lees a otro tendrán muy distintas referencias ya que despertarán llamitas internas diferentes en cada uno.

Orgullosa de este hijo libro, que tendrá muchos hermanitos.

Sentados en algún lugar es bueno dejar todo el ruido, detenerse un momento y hundirse en la lectura.

Quién sabe a donde los llevará.

Todo un mundo se descubre en ellas. Un mundo creativo mío y otro tuyo.

Generar estas historias aliviana mis ganas de comunicar y dan lugar a nuevas historias.

Acciones de dar y recibir mantienen la rueda de la energía. Ahora doy y luego recibiré.

Ya comienzo a escribir nuevamente, será otro hijo y como en la vida misma, diferente a este.

Hasta pronto, hasta que sientas ganas de volver a leer lo mío.

Índice

Prólogo

Porque digo

Tesoro de todos

Encuentro

La rebelión de las medianeras

Mañana Blanca

Tus manos

Ansiada felicidad

La niebla

Siesta compartida

Ir

Otras manos

Del otro lado

Una gota

Amigas

En carrera

Partes

Algo imprevisto

La consecuencia

Mis palabras te doy

María Cristina Pereira

Nací en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde mi infancia tuve a la escritura y a la lectura como compañeras. Mi papá Luis Pereira se ocupó de enseñarme a leer y escribir sentados en la escalera del patio, con su método, su amor y lo que pudo aprender allá en Louredo su lugar natal en España. Y mi mamá Teresa Telle tambien de Louredo apuntaló la educación de sus dos hijas, Alicia y quien escribe. Así fue que cursé mi primer grado y lo finalizé con solo 5 años.

Les escribí a mis amigas y compañeras escolares sus tareas de escritura.

Y la palabra escrita y hablada resultaba parte de mí.

Me convertí en docente, en tía, en esposa, en madre.

Atesoré poemas e historias.

La docencia me permitió desarrollar esta habilidad en muchas ocasiones, en el aula, en las reuniones, en los actos.

También me animé a hablar en otros ámbitos, en misa, en el grupo de guías argentinas, en el grupo misionero, en los cumpleaños de 15 de mis sobrinas Romina y Anahí… en sus fiestas de egresadas.

Y en otros eventos.

La palabra une y acerca.

Puedo encontrarme hablando con desconocidos en cualquier parte. La palabra es una caricia para muchos.

La imaginación crea historias.

La observación y la curiosidad dan bases para generar palabras entrelazadas.

Una habilidad que acompaña mi vida y aquí vengo a compartir.