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Impresionante libro de relatos de la autora riojana María José Marrodán que se compone de 26 historias tan imprevisibles como sorprendentes. Relatos de infancia, muerte, amor y cotidianeidad en los que encontraremos rastros de Borges, Faulkner, Cortázar o Carver.
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Seitenzahl: 78
Veröffentlichungsjahr: 2022
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María J. Marrodán
Saga
Imprevisible azul
Copyright © 2009, 2022 María J. Marrodán and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728374207
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
Ciega mis ojos
un desolado azul iluminado.
F. Brines
Me pide o ruega (como sólo ella sabe hacerlo, como la amistad de muchos años amorosamente obliga) Mari Jose que le haga un breve prólogo para estos cuentos azules, que una vez leídos y releídos no sé muy bien si son una colección de cuentos cortos o más bien se trata de poemas largos, lo que sí se aprecia en todos ellos es un verdadero derroche de sinceridad nada afectada ni fingida ni siquiera insinuada. Seguro que son pequeñas historias que le acontecen todos los días o que le vienen al pensamiento cuando camina, siempre airosa; conduce, siempre pensativa; o simplemente vive o sueña, siempre agitada. La frescura le brota a la autora del corazón y del alma a borbotones, del mismo modo que lo hace de su pluma o de las teclas de su ordenador. Poco más o menos tal cual es Mari Jose en persona, ni menos ni más. Casi todos los azules tienen el denominador común del amor, pero también habita en ellos el agobio en el trabajo, la desolación, la desesperanza, el humor, la traición y la misma muerte.
En algunos casos los finales son sorpresivos y el lector se da cuenta de repente que ha circulado a lo largo de la lectura, del cuento corto o del poema largo, de manera equivocada, por un camino trillado, y tiene que volver a leerlo para sacarle todo el jugo y entender la especial imaginación desplegada en su escritura, este extremo ya lo advierte la propia autora en su presentación.
Son como pequeños trozos de la vida cotidiana, de la vida que nos lleva por donde quiere, cuando quiere y de la manera que quiere. Son como fotos que ella recorta y las va pegando en su memoria, igual que si fuera una moderna Sherezade que necesita disponer de un nuevo y original cuento cada noche para que su marido lo escuche mientras los ojos se le van llenando de sueño y así ella podrá vivir otro día.
Javier Casis
Las siguientes páginas conforman un cuerpo azul que podrá comprobar apenas inicie su lectura.
Casi todos los relatos se emitieron en el programa en Buenas tardes La Rioja, de la Cadena Ser en el curso 2007-2008. Por extraño que pueda parecer todos son, rigurosa, o semi rigurosamente, ciertos y por ello todos tienen protagonistas con nombres conocidos en algún lugar.
Como apreciará el lector los distintos azules responden a los perfiles o características predominantes de sus relatos y al igual que ocurre en la vida podría haberse realizado otro tipo de agrupaciones. Sin embargo todos tienen varias cosas en común: 1) Buscan la emoción, la risa o la sorpresa del lector. 2) Son cuentos “para leer dos veces”. Acabada la primera lectura, si se relee el cuento puede resultar, aún, más atractivo. 3) Las historias demostrarán —por si mismas— que al igual que con las personas, los hechos o en la propia vida, siempre podemos ver las cosas desde otra perspectiva, con otros criterios, o con lo que se denomina un pensamiento divergente.
Gracias a mi familia y mis amigos porque de algún modo con/para/por ellos nacieron estas historias.
A Elías del Río, aliado en todas mis “batallas” poético-pictóricas, artista creativo, prolífico y buen amigo.
A Carmen, José, Paco y Marina, cuya amistad y talento han puesto en la confabulación de estos cuentos.
A Lucía Ripa que al invitarme a su espacio radiofónico incentivó mi creatividad; a los oyentes que al mostrarme su interés me motivaron a publicar.
A Javier Casis, escritor exquisito, cultísimo y a la vez generoso y sencillo además de un excelente amigo, que me ayudó para que este libro llegase a ti lector, para lo cual tuvo la paciencia de leer y releer los manuales con el mismo interés que si fueran suyos.
A Jesús A. Chávarri, gran escritor y amigo, cuyos consejos siempre me ayudan en el lance de escribir.
A María Luisa Lázaro, amiga experta en el arte de enseñar la literatura y con quien comparto filosofías educativas y de vida.
A Huerga & Fierro, pero especialmente a Charo, que lo valoraron y lo hicieron posible.
Y a usted, a ti, que al leerlo volverás a hacer realidad la ficción, o ficción esas realidades.
A Juanma, luz de todos los azules
A Iván, Yara y David, mágicos azules
A Javier Casis, Jesús Alonso Chávarri, cómplices literarios.
A Sol Marrodán, Begoña Andrés, María Sáez, Ma José y José Antonio, Lourdes Camacho, P. Bernal, Maite Gil, Petra Murga, Maite Torrecilla y J. Mazo, Medardo Fraile, Sabina y Serrat, Lourdes Cacho y Roberto C., S. San Román, María L. Lázaro, A. Pizarro, Lucía Ripa, sin orden alguno, o sí, y por justa correspondencia.
A los artistas Elias del Río, Carmen Mogollo, Paco Hidalgo, Marina Hidalgo y José Carlos Balanza.
Hablemos un momento del azul.
De la sombra de nieve en los cabellos,
del alud de la edad en la mirada.
Exactamente, del azul
en el colmillo del ayer,
duda en el beso enamorado,
De aquel que anida en el corazón
de la mujer araña.
De la tristeza vistiendo ese color.
Citemos sus nombres conocidos.
Contemos que es Celeste el que nos salva,
el verbo que adoramos,
la vida que aparece en el camino,
las nubes que no truncan nuestra suerte.
Llamémosle Turquesa, exultante,
por el empeño de existir contra el horror,
la magia de no romperse en los errores.
Digamos claramente, Clandestino
al azul que sopesa las mañanas,
y aquel que nos devuelve a la luz
si agonizamos.
Marina Hidalgo
“Plaza desde el Iris Cinema”
Óleo y acrílico
Por entonces, un vulgar lunes de abril, se extendió aquel rumor como la pólvora. Un rumor que nos atrapaba y nos mantenía expectantes a una confirmación o un desencanto. Con los cinco o seis sentidos puestos en el tráfico de noticias que circulaban por los viejos pasillos.
Y todo porque éramos unas adolescentes susceptibles, volubles, vulnerables, y aquel profesor de matemáticas nos traía de cabeza, como el imán al hierro, la luz a las mariposas.
Y él tan atractivo, exacto, elegantemente matemático, no sólo no había llegado puntualmente a su clase de las nueve, sino que tampoco parecía que pudiese llegar a tiempo a su última hora lectiva de las 12.
Y el rumor se hacía fuerte por las paredes de las aulas, por las plisadas faldas, por el patio y por las miradas del resto de los profesores. Don Francisco, nuestro Pachi, no llegaba porque su mujer había fallecido tras el accidente de tráfico sufrido en la noche del sábado, cuando volvía de su finca del campo a la capital. Su esposa, la señorita de música de los pequeños, la airada y puntiaguda señorita de canto del último curso de bachiller.
Y las novedades aumentaban. No era por la defunción de la esposa. No, no estaba en el cementerio, ni llorando la pena negra de su ausencia. Estaba retenido. ¡Retenido en comisaría!
Retenido desde el domingo por la tarde: “si la carretera estaba muy peligrosa, si aún quedaba hielo, si sabía usted que el coche tenía los frenos rotos, si sabía cuándo regresaba su esposa a la ciudad, cómo eran sus relaciones, si solía acompañarla, porque no la acompañaba en esta ocasión. Si..., entonces... por qué...”. Y por cada detalle que alguien arrancaba de alguna loca conversación, había un recuerdo en nuestras cabezas “si ya no les veíamos tanto juntos, si él se quedaba siempre en Madrid, si ella tenía un amante, o dos. Si era él quien tenía los ojos en otra, si la otra era la nueva maestra de dibujo, René, recién llegada de Francia y que ya le había echado el ojo al apuesto profesor. Si alguien los vió salir juntos de un portal, si tomaban café al salir del instituto. Si estaba todo planeado, si... pero... ya... entonces...”.
La excitación, las cábalas, el juego a ser investigadores privados, a CSI novatos, nos mantenía enajenadas del estudio y alertas a su llegada.
Y llegó al miércoles siguiente, demacrado, cabizbajo, elegantemente matemático, y por supuesto puntual.
Su inquietud azuzaba nuestras dudas. Su sonrisa avivaba nuestras dudas, sus escapadas precipitadas al término de la clase incitaban nuestras dudas, sus miradas de reojo estimulaban nuestras dudas, sus explicaciones reiteradas acuciaban nuestras dudas.
Pasamos ese último trimestre distribuyéndonos los pasillos, las salidas, las entradas del colegio y de las aulas; extremando la vigilancia sobre el matemático y la pintora. Alertas a los nuevos murmullos, murmuraciones; al desenlace de la comisaría; a la celebración de “nohay pruebas concluyentes”; a alimentar con mayores motivos nuestros enamoramientos...