Invertidos y marimachos: ficciones queer de la poética latinoamericana - Pedro Artieda - E-Book

Invertidos y marimachos: ficciones queer de la poética latinoamericana E-Book

Pedro Artieda

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El mundo que habitamos, ciertamente, está atravesado por fuerzas que lo ordenan, estrían y jerarquizan desde lógicas capitalistas, patriarcales, expansionistas que buscan normalizar e instituir ese mismo orden desde parámetros binarios que entrelazan variantes de clase, de raza, de género, de ciudadanía: mujer-hombre, ricos-pobres, documentados-indocumentados, blancos-mestizas/indias/negras. Adentro o afuera, en la legalidad o sin papeles, lo uno o lo otro. Un arrogante orden que pretende su validez y posicionamiento por encima de una realidad que, al contrario, se encuentra siempre en transición, reinvención, fluidez. Cruzamos fronteras sin los papeles requeridos porque la precarización del mundo o el estado de huida en el que nos encontramos así lo dicta, elegimos la vestimenta para mostrar nuestros cuerpos no necesariamente en función del sexo con el que nacemos, nos enamoramos de quien inunda nuestro cerebro de dopamina independientemente de los mandatos patriarcales y heteronormativos. Porque podemos elegir, desobedecer, reinventarnos. Porque estamos vivas y en permanente devenir. Porque decido a quién amar y con quién convivir por fuera de convenciones sexogenéricas. Porque frente a la violencia, la normalización, la represión, emergen una y otra vez formas de resistencia y empoderamiento. Porque, frente a la rigidez de las instituciones y el saber positivista, la fuerza de los activismos sociales, del deseo, el amor, el eros, la vida, abre canales de fuga, creatividad y múltiples formas de reinvención. Una de esas fuerzas disruptivas pone en movimiento la escritura. La escritura literaria

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Invertidos y marimachos: Ficciones queer de la poética latinoamericana ensayos crítico-literarios

©Pedro Artieda

Prólogo

© Alicia Ortega Caicedo

Estudio introductorio

©edgar zúñiga-salazar

© Universidad de Las Américas

Escuela de Psicología y Educación

Campus Granados

Av. de los Granados y Colimes

www.udla.edu.ec

Facebook: @udlaQuito

Quito, Ecuador

PRIMERA EDICIÓN

Abril, 2022

EDICIÓN

Coordinación editorial UDLA

CUIDADO DE LA EDICIÓN

Fabricio C. Rivas

Analista editorial UDLA

CORRECCIÓN Y ESTILO

La Caracola Editores

DISEÑO DE CUBIERTA

Andrés Salazar

DIAGRAMACIÓN

Juan Villacís, Estudio Nueve

IMPRESIÓN

Editorial Ecuador

ISBN: 978-9942-779-52-6

TIRAJE: 300 ejemplares

Gracias por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra, sin la debida autorización. Al hacerlo está respetando a los autores y permitiendo que la UDLA continúe con la difusión del conocimiento.

Reservados todos los derechos. El contenido de este libro se encuentra protegido por la ley.

Antes de su publicación, esta obra fue evaluada bajo la modalidad de revisión por pares ciegos.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Contenido

Prólogo

Estudio introductorio

A lectoras y lectores

Clóset uno: sodomitas e invertidos

Sodomitas: sujetos al margen durante la conquista europea

Las leyes en las Indias occidentales

La norma bajo el discurso judeocristiano

¿Sujetos queer en la Colonia? La alteridad. El otro

La violencia en la narrativa de la diversidad sexogenérica en Ecuador

El silenciamiento de Los cuarenta y uno…

Las voces omniscientes y sus autores

La pandemia sexual está fuera del proyecto nacional

El dígito negado

Benjamín Carrión y la inversión sexual del siglo XIX

Una crítica mordaz al conservadurismo de las primeras décadas del siglo XX

Lenguaje inestable: un deseo con muchos adjetivos

¿El daño de ser homosexual, punto de quiebre en Por qué Jesús no vuelve?

Narrativas de la bisexualidad: dentro y fuera de las celdas

Un concepto nacido en los primeros tiempos de la psiquiatría

El amor bisexual entre la angustia y la libertad

Vallejo y Lemebel, frente a frente

Clóset dos: marimachos y aguerridas

Mujeres latinoamericanas que rompen con el orden patriarcal

La novela latinoamericana y su función ordenadora

La feminidad: gran protagonista de las novelas del margen

¿Qué características debían mostrar las mujeres en la nación ordenada, letrada, colonizada, hegemónica?

La fragmentación y ruptura de la ciudad «civilizada»

El destino de las mujeres emancipadas

Sobre el agua se refresca y se afianza el amor de Lesbos

El orden masculino busca imponerse sobre la pasión lésbica

Hacia la naturalización del amor romántico

Clóset tres: injurias y rebeldías lingüísticas

Los deseos sexualmente diversos y sus adjetivos

El poder y las exclusiones sexuales y de género

El lenguaje y sus clasificaciones con respecto a la diversidad sexual

Sodomita: un primer término categorizador

Las primeras historias de sodomitas

En Ecuador desde el principio también fue el vicio

Loca y hombría: los términos se resignifican

Las metamorfosis gramaticales de finales del siglo XX e inicios del XXI

Rupturas lingüísticas: los estallidos del cuerpo y el lenguaje

Experimentaciones iniciales

El lenguaje en función del reconocimiento y la valoración de los cuerpos queer

La resignificación del insulto queer

Clóset cuatro: tacones y artificios

Narrativa trans: espejos, lugares para la identificación

Tercer sexo: el poder de los seres completos

Las primeras imágenes sobre el espejo

Cuerpos: artificios en función de la actuación y la repetición

Cine y fotos: espejos rotos

Lo onírico entra al juego de los cristales

Relatos de la diversidad: suerte de crónicas urbanas periodísticas

Reina venga a Caramelo, su compañera de oficio

Pocas plumas para escribir sobre tacones, prótesis y plumas

La venganza de la noche del 31 de diciembre

Gabriel(a): excesos lexicales y nuevos sentidos

Lo(a)s primero(a)s abuelo(a)s de Gabriel(a)

Vallejo dialoga con Donoso y Lemebel

Posfeminismo y experimentación lingüística

Gabriel(a): una reescritura fuera del armario

Clóset cinco: la academia

Identificación: el vértice que une a la ficción y a la academia

Lemebel, Butler, Sarduy, Perlongher: desde el lugar de enunciacion

Las divas del celuloide se mimetizan en los cuerpos trans de Lemebel

Lemebel, Sarduy, Perlongher y Butler dialogan

¿Un canon para lo queer?

El canon: la norma

Lo arbitrario en las obras escogidas

Ecuador y su canon

Lo LGBTI y el silencio

¿Un canon para/con lo LGBTI?

Algunos personajes paradigmáticos de la narrativa queer

Glosario

Referencias

Notas al pie

PRÓLOGO

Alicia Ortega Caicedo*

UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR

El mundo que habitamos, ciertamente, está atravesado por fuerzas que lo ordenan, estrían y jerarquizan desde lógicas capitalistas, patriarcales, expansionistas que buscan normalizar e instituir ese mismo orden desde parámetros binarios que entrelazan variantes de clase, de raza, de género, de ciudadanía: mujer-hombre, ricos-pobres, documentados-indocumentados, blancos-mestizas/indias/negras. Adentro o afuera, en la legalidad o sin papeles, lo uno o lo otro. Un arrogante orden que pretende su validez y posicionamiento por encima de una realidad que, al contrario, se encuentra siempre en transición, reinvención, fluidez. Cruzamos fronteras sin los papeles requeridos porque la precarización del mundo o el estado de huida en el que nos encontramos así lo dicta, elegimos la vestimenta para mostrar nuestros cuerpos no necesariamente en función del sexo con el que nacemos, nos enamoramos de quien inunda nuestro cerebro de dopamina independientemente de los mandatos patriarcales y heteronormativos. Porque podemos elegir, desobedecer, reinventarnos. Porque estamos vivas y en permanente devenir. Porque decido a quién amar y con quién convivir por fuera de convenciones sexogenéricas. Porque frente a la violencia, la normalización, la represión, emergen una y otra vez formas de resistencia y empoderamiento. Porque, frente a la rigidez de las instituciones y el saber positivista, la fuerza de los activismos sociales, del deseo, el amor, el eros, la vida, abre canales de fuga, creatividad y múltiples formas de reinvención. Una de esas fuerzas disruptivas pone en movimiento la escritura. La escritura literaria.

Este libro se propone estudiar el trazado de esas líneas de fuga en algunos momentos de la tradición literaria ecuatoriana y latinoamericana. Rastrea la estigmatización y condena de prácticas sexuales no orientadas a la procreación (consideradas «contranatura») en un corpus documental bastante amplio, que abarca crónicas de conquista y colonización así como los marcos jurídicos que regularon dicha empresa en el contexto de los tribunales inquisitoriales. Al mismo tiempo, interesa a Pedro Artieda observar, en diálogo con postulados contemporáneos de la teoría queer, formas de resistencia a la normalización y satanización de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, tanto en las comunidades indígenas de entonces como en otros contextos de nuestra historia. En este ejercicio, la escritura literaria emerge como espacio que piensa, imagina, testimonia, visibiliza, narra las derivas del deseo y las formas múltiples de la diversidad sexogenérica, así como también su maltrato y discriminación. Interesa a Pedro reconocer hitos de esa tradición literaria en la configuración de una suerte de genealogía: títulos, escritores, personajes, tramas narrativas que expresan la belleza del deseo en pos de su carnalidad por fuera de todo orden, de toda sanción, de todo miedo. Observa Pedro: «La literatura es, probablemente, la disciplina que mejor documenta cómo ha sido el tránsito de la comunidad LGBTI durante el siglo XX y parte del XXI en nuestro país, visibilizando discriminación, maltrato, formas de vida, sentimientos, culpas, deseos… Aunque los narradores hablan desde la ficción, es claro que se anclan en determinadas épocas y entornos sociales, culturales, políticos, legales y religiosos».

La literatura ciertamente documenta. También hace memoria. Escenifica. Hace visible lo que está oculto. Nos provee de palabras e imágenes para nombrar el mundo en su permanente reconstitución. Nombrar lo desconocido. La literatura también nos sensibiliza. Da cabida a lo que ha sido castigado, perseguido, estigmatizado, innombrado. Da cabida al deseo homoerótico, trans, en su transición, fluidez, interminables búsquedas. Esto hace Pedro en su libro: pensar cómo han entrado en la representación literaria identidades alternativas por fuera del orden binario femenino-masculino. Por eso invito a su lectura.

ESTUDIO INTRODUCTORIO

edgar zúñiga-salazar1

UNA MIRADAQUEER, CUIR, CUY(R)

Este libro es un análisis de ficciones literarias, textos con personajes imaginarios que no representan una realidad, ¿o sí? Habitualmente, los protagonistas de nuestros relatos favoritos están inspirados en realidades al alcance del autor, por tanto, podrían describirse como representaciones de la realidad de manera fantasiosa, en una relación simbiótica que no se puede evadir. Al final, todo texto literario o performance artístico es una representación de la realidad cultural en que se asienta y, a su vez, esa representación modifica la mencionada realidad, que al ser evidenciada es cuestionada en sí misma.

El límite entre la ficción y la realidad parece ambiguo entonces, pues a través de la primera podemos asomarnos a la segunda, y desde esta podemos imaginar esas representaciones fantásticas. Esta probablemente represente una de las principales armas del arte.

Existen también realidades, descritas así por consensos numerosos, que podrían ser solo una ficción. Una de ellas es la ficción hegemónica del sistema cisheteropatriarcal,2 defendida como una realidad incuestionable para muchos y, en efecto, con implicaciones tangibles en las dinámicas sociales; por ejemplo, en las relaciones inequitativas generadas desde el binarismo del género, que nos encasilla a todos los seres humanos como hombres o mujeres dependiendo específicamente de los genitales con que nacemos, y que etiqueta como «anormal» y sujeto a corrección a todo aquello que no encaja en la «norma binaria».

Se entiende cómo esta «realidad» se traduce a las dinámicas excluyentes, opresoras y, por tanto, violentas hacia las —convenientemente denominadas— «minorías». La creencia de una tácita supremacía de las identidades cisheteronormadas abyecta3 a quienes no calzan en estas normativas, significándoles como «el Otro», esa identidad percibida como un adversario que debe ser eliminado para consolidar la propia identidad como válida, que solo en este antagonismo puede describirse como «buena» o «normal». Dicho sistema, desde este punto de vista, representa una realidad que condiciona la cotidianidad de muchas personas en el mundo y que sirve de base para que nos adoctrinen desde temprana edad.

Facundo Saxe (2020), al referirse a este sistema, lo describe como la «ficción de la normalidad». La calidad de ficción, que delataría una especie de delirio colectivo, se entiende al reconocer la incompatibilidad de esta descripción normada de la realidad con la diversidad inherente a la naturaleza humana, que es un hecho y se manifiesta, por ejemplo, en las vidas de las personas con identidades sexogenéricas diversas, en lo biológico, lo identitario y lo afectivo. Por tanto, podemos entender a esta «ficción» únicamente como un legado de la cultura contemporánea, marcada por la homo y transfobia, que invisibiliza estas vidas o las describe como «rarezas» muy al estilo circense de freak show o «espectáculo de fenómenos», que refuerza estereotipos y, por antagonismo, la categoría «normal»; lo que ratifica la «ficción de la normalidad».

Tales dinámicas se pueden evidenciar en el análisis literario que Pedro Artieda desarrolla en este libro. La literatura es una de las expresiones de la cultura y a través de ella podemos asomarnos a la herencia que recibimos. En muchos casos, los castigos, humillaciones o cualquier otra forma más sutil de violencia que reciben los retratos de personas queer en estas obras representan la conducta disciplinadora de la cultura cisheteronormada, que desconoce las vidas diversas con la intención de desalentar estas existencias «fuera de la norma», manteniendo así el statu quo.

Para quienes formamos parte de este sistema, dichas dinámicas están tan naturalizadas que cuesta trabajo reconocerlas y, más aún, cuestionarlas, de modo que se perpetúan al estar tácitamente validadas por el silencio cómplice. De hecho, el adoctrinamiento disciplinador descrito por Foucault (2002) es tan predominante que vuelve incuestionable este orden social y perpetúa las dinámicas violentas de exclusión, marginalización y anulación de lo «anormal».

La literatura representa una posibilidad de romper con esta circularidad pues, aunque la descripción acrítica de estas realidades refuerce la cultura —incluso con una mirada poco reflexiva de quienes analizan la producción literaria—, el pensamiento disidente puede retumbar desde esta trinchera.

Es por tanto necesaria una mirada queer, retorcida, que relea esta producción literaria/artística con la lógica carroñera que solo en el desplazamiento se ha podido desarrollar; una abyecta, en la que retumbe la representación caricaturesca de la diversidad, a la que le duela identificar la violencia cotidiana plasmada en esos relatos, a la que le indigne no verse representada, ni a sus hermanxs4. Esta tarea ha sido desarrollada con gran valentía por las, los y les autores de la literatura y pensamiento queer Susan Stryker, Gloria Anzaldúa, Judith Butler, Paul B. Preciado, Val Flores, Diego Falconí Trávez, Facundo Saxe quienes tejen entre la ficción y la realidad nuevas posibilidades, inspirando a más pensadorxs, reconectando la voz en las vidas abyectas.

Así que de la mano de estxs autorxs estamos listos para delatar al sistema hegemónicamente violento; no desde la victimización, sino desde la revolución, puesto que el desmantelar las prácticas cisheteronormadas naturalizadas en la literatura puede representar una puerta de entrada para cuestionar las dinámicas que acompañan nuestro día a día y la forma en que nos relacionamos con lo diverso.

¿EPISTEMEQUEER?

Las teorías/movimientos queer emergen de una relación dialéctica entre la subversión sexogenérica y un repensar filosófico de las lógicas cisheteropatriarcales, como una respuesta a estas dinámicas hegemónicas opresoras. La apropiación del insulto anglosajón «queer»5 ejemplifica uno de los elementos característicos de lo que podría autodenominarse epistemología queer: enfoque de análisis que permite leer las dinámicas sociales opresoras y excluyentes, y proponer una reivindicación que surge de la indignación de las experiencias de violencia estructural, canalizada en el deseo de transformación social que habilite vidas vivibles para las disidencias sexuales (Saxe, 2020, p. 5).

Es necesario, en este punto, ampliar nuestra mirada hacia lo que entendemos como «violencia», pues justamente una de las estrategias para sostener la violencia es minimizarla y representarla únicamente con sus formas más evidentes: agresión física o muerte; pues al ser estas menos frecuentes, no nos permiten reconocer que estamos formando parte de un sistema de violencia estructural. Gordon Allport, en 1954 (citado en Unesco, 2015, p. 51), ya describe la que ahora denominamos «la pirámide del prejuicio», referida por Amnistía Internacional-España para graficar el iceberg de la violencia de género (Martínez, 2020, p. 5).

PIRÁMIDE DEL PREJUICIO

Modelo del prejuicio de Allport (1954). Sobre una idea de Leave It Out / Developing anti-homophobic bullying. Save the Children, The Rainbow Project, Youthnet. Irlanda

Este recurso nos ayuda a reconocer las tenues y cotidianas manifestaciones de violencia de la que nos hablan lxs autorxs; violencias que se develan en dinámicas familiares, escolares, comunitarias, sociales y estatales, y que suelen representarse también en la literatura. Esto que los estudios sociales han descrito recientemente ha sido percibido en primera persona por aquellos «objetos» de esta violencia, pues solo desde la sensibilidad particular se puede despertar/cuestionar lo que el sistema enuncia como incuestionable. De ahí la emergencia de los estudios queer, fuertemente impulsados por los movimientos activistas emancipatorios queer, desde los disturbios de Stonewall,6 la resistencia de STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries),7 el irreverente ACT UP,8 gestores del movimiento queer y de su pensamiento.

Si bien, convencionalmente, se describe la hegemonía anglosajona y eurocéntrica como madre de la emergencia queer, en el sur la propuesta se fusiona, desde la interseccionalidad, con la corriente de pos/descolonización del saber, que permite apropiarse de estas reflexiones desde la propia historia y cosmovisión latinoamericanas: se comparte las experiencias de exclusión, discriminación y violencia asociadas a la diversidad sexual, pero además se amplía la mirada reconociendo las otras inequidades por raza, etnia, clase social, etc. Todas, múltiples opresiones que se traducen en un espíritu agotado por ser desplazado y el mandato de encajar.

Esta combinación particular se traduce en el movimiento «cuir» o «marica», apropiándose del término queer con unas propiedades únicas de resistencia y sublevación, lo que en el Cono Sur se enuncia como las «disidencias sexuales», que no solamente cuestionan el sistema cisheteropatriarcal, sino que pretenden derrocarlo, instaurando una «no norma», abrazando la monstruosidad, desaprendiendo para aprender el nuevo concepto de «normalidad» o «anormalidad» (Mateo, 2019).

Este es el escenario en que se recibe el legado de resistencia; y aunque tal vez la palabra queer no tenga la carga semántica como en una persona anglosajona, su contenido de desprecio y humillación se reconoce en carne propia, en insultos como: «mariquita», «maricón», «marica», «travesti», «machona», «meco/a». Por tanto, desde Ecuador y Latinoamérica se puede llenar esa palabra, apropiarse de ella: «cuir», o como lo enuncia Falconí (2014): «cuy(r)», con claro guiño que incorpora el mestizaje andino que ha resistido al intento de devastación hispana, incluso simbolizando un ejercicio de apropiación semántica reparativa desde la lógica decolonial.

Nótese el ímpetu demoledor que amenaza al sistema con una conmoción destructurante que implique recrear nuevas formas de relacionarnos: aunque sea utópico este objetivo, orienta las acciones que el pensamiento y el activismo cuir abonan de forma permanente y que permean irremediablemente impidiendo el statu quo, generando un cambio.

En Ecuador, el movimiento/pensamiento cuyr, tal vez, no ha sido tan explícito, y sin embargo quienes pueden ahondar en la historia y los registros periféricos reconocerán similitudes con lo descrito. En lo más formal, la producción académica, literaria y/o artística cuir es más limitada que en otros países de la región, pero también ha surgido casi como una demanda desde los actores sociales que encarnan la insurrección cuyr, impulsados desde las inequidades sociales focalizadas en la diversidad sexogenérica. La inquietud investigativa de la academia, influenciada por el movimiento mundial, ha girado su atención hacia las particularidades que el entorno local ofrece.

Vamos a citar datos curiosos, para evidenciar las prácticas violentas estructurales que son resistidas por las vidas cuir:

1.Recién el 27 de noviembre de 1997 se logra la despenalización de la homosexualidad en Ecuador, por parte del Tribunal de Garantías Constitucionales de la época; pero no en un marco de protección de derechos, sino bajo el supuesto de que la homosexualidad era una enfermedad que no podía ser controlada por sus portadores (Consejo de Protección de Derechos del Distrito Metropolitano de Quito, 2019). A pesar de que desde 1973 la American Psychological Association (APA) retiró la homosexualidad del listado de trastornos mentales, y lo mismo hizo en 1990 la Organización Mundial de la Salud.

2.Esta proeza libertaria se dio gracias a las personas más reprimidas de la época, desprovistas de su humanidad, sin voz ni derechos, quienes hartas de la cultura violenta y represiva, incluso de parte de la fuerza pública, se movilizaron y empezaron a agruparse para demandar la despenalización, logrando vencer a ese Goliat (Cabral, 2017).

3.Desde entonces se han librado, una tras otra, cruzadas en favor de conquistar derechos. Por un lado, con la obstinación de grupos conservadores, y, por otro, con la tenacidad de los grupos vulnerados que han sido agentes del cambio, invirtiendo incluso su propia vida. La incorporación en las constituciones de 1998 y 2008 del principio de no discriminación por orientación sexual, identidad de género o ser portador de VIH/sida; el registro civil de ambas madres en caso de lesbomaternidad; el matrimonio civil igualitario; y el registro de nombre y género en infancia trans, son algunas de las conquistas que se han logrado desde esta resistencia.

4.Sin embargo la violencia persiste, pues cada uno de los hitos de progresión de derechos ha exacerbado los discursos y prácticas de odio, que han impactado negativamente en la vida de muchas personas; por ejemplo: la proliferación de pseudoclínicas de deshomosexualización a pesar de la declaración constitucional en favor de la diversidad, el aparente candado constitucional para la adopción por parte de parejas del mismo sexo en el artículo 68, la inseguridad jurídica por más de seis años que tuvo que vivir la hija de una pareja lésbica antes de su registro oficial de identidad, la violencia en redes sociales y la activación de campañas anti-derechos.

5.Como reflexión final de este hilo podemos decir que, a pesar de algunos logros, que se evidencian en el marco legal, la «despatologización y despenalización social» es aún una tarea pendiente, pues se sostienen en la práctica patrones de relación abusivos hacia las personas lesbianas, gays, bisexuales, transmasculinos, transfemeninas, trans no binaries, intersex, queer y otras diversidades sexogenéricas.

Sobre esta realidad es que los estudios cuyr pretenden teorizar por fuera de los cánones establecidos, y en esta línea ya van varias producciones en nuestro medio. Con esa mirada transformadora, que cuestiona lo establecido como «norma» e inquieta a recrear realidades, ha sido escrito el presente libro, y es la mirada con la que invitamos a los lectores a sumergirse en estas reflexiones: cuestionando y leyendo entre líneas esos relatos alternos reivindicatorios, incorporando esta forma particular de hacer análisis literarios y las dinámicas relacionales; sumándose así a esta gesta emancipatoria que implica una oportunidad para la libertad.

Esto conlleva un beneficio para todxs, no únicamente para las disidencias sexuales, pues al disputar, desacralizar y derrocar al sistema cisheteropatriarcal, las personas que cumplían el rol de agresorxs, víctimas y testigxs, tenemos la posibilidad de reformular dinámicas relacionales más nutritivas: pasando de la ficción a la creación de una realidad que favorezca una vida libre de violencias.

Ganamos todxs quienes, fruto de este análisis, desaprendemos y reaprendemos formas no jerárquicas de relacionarnos con «lxs otrxs», que ya no representan unx adversarie ni una amenaza sino, por el contrario, una oportunidad de aprender y enriquecer las propias perspectivas, construyéndose y construyéndole. Esto además redunda en relaciones interpersonales «libres» de violencia en los distintos ámbitos de relación.

Asomarnos a esta realidad a través del prisma que representa el arte es una tremenda oportunidad, que se transforma en un placer al ir de la mano de unx de lxs autorxs más sensibles ante la temática queer. Pedro Artieda nos conduce, como un sabio anfitrión, y nos envuelve en esta relectura de las representaciones literarias latinoamericanas de lo abyecto. Combina excepcionalmente su formación como psicólogo y catedrático, en su rol de escritor de más de veinte años de experiencia.

Repite la hazaña de ser pionero en irrumpir en el género literario de ficción con temáticas de diversidad sexual. Además de laureada, su obra puede ser considerada un hito fundador de la literatura LGBT ecuatoriana. Ahora, con este libro, que representa un ejercicio metaliterario que impactará en toda persona lectora de la obra, no solo por la sutileza con la que devela y desnuda la «realidad» presentando una cruda crítica a la representación cuir entre los literatos hegemónicos, sino además por representar un llamado emancipador desde la resistencia queer.

Considero que este es el aporte del presente texto a la producción académica en el país: una invitación a incorporar, desde el pensamiento crítico, una lectura de las dinámicas legadas y adoptadas sin mayor reflexión de nuestra parte al conformar el sistema. Leer al autor descifrando su episteme nos entrena para lograr este enfoque. Una mirada queer, cuir o cuy(r) permite develar estas interacciones y, al entenderlas, podemos desmontarlas y proponer unas alternas. Una mirada que puede lograr cualquier persona cuando es capaz de torcer, «cuirificar» la norma establecida y encontrarse con esas «otras» narrativas emergentes que antes estuvieron entre las sombras, marginadas y oprimidas, creando condiciones de audibilidad necesarias para estas voces imprescindibles en nuestra sociedad.

A LECTORAS Y LECTORES

¿Para qué sirve la literatura? Es una de las primeras preguntas que surge cuando se reflexiona en torno a esta antigua disciplina. Las respuestas son innumerables. En los salones de clase es importante partir de este cuestionamiento para que los nuevos lectores encuentren sentido al abrir un libro. Uno de los argumentos para adentrarse en este universo lingüístico tiene que ver con el conocimiento de las diferentes problemáticas y formas de vida de mujeres y hombres a través de los tiempos. Los personajes y espacios de la ficción constituyen a menudo representaciones de poblaciones y entornos determinados, más allá de la pluralidad de sentidos que en sí mismos los textos —el lenguaje— pueden albergar o que se les pueda otorgar desde otras miradas. La creación de seres y mundos fantásticos o terroríficos, como en el género gótico, por citar una estética en el devenir de la literatura mundial, estuvo vinculada a problemáticas concretas. No solo habría reaccionado contra el excesivo racionalismo de la época (s. XVIII), también podría simbolizar el estado de ansiedad que provocó la gran Era Industrial. No es casual que el filósofo existencialista Søren Kierkegaard teorizara al mismo tiempo sobre la angustia (1844).

Muchos sucesos significativos no han sido consignados por los investigadores o cronistas. Los motivos pueden contarse. La historiadora Gerda Lerner (La creación del patriarcado, 1990) acusa, por ejemplo, no haber registrado las contribuciones realizadas por las mujeres durante el progreso de la humanidad. Gran parte de la historia ha sido escrita principalmente por hombres, desde un enfoque dominado por lo masculino y heteropatriarcal. Hay deudas pendientes, entonces. ¿Qué se ha escrito sobre las condiciones que han vivido las poblaciones de la diversidad sexogenérica desde los tiempos del cristianismo, cuando se condenaron sus prácticas sexuales, más allá de las contadas aportaciones a su favor de los primeros activistas (médicos y juristas europeos, sobre todo) durante las últimas décadas del siglo XIX, y de los estudios que datan aproximadamente de los años 80 del siglo XX? ¿Acaso el supuesto de ser sujetos atravesados por el pecado, la locura o la criminalidad afectó también la postura del registro y la reflexión en torno a esta población?

En tal escenario, la ficción toma mayor sentido, más allá de su riqueza poética, lingüística, de sus significaciones diversas y del valor terapéutico que, igualmente, puede ofrecer cuando los lectores se miran en las narraciones, en los personajes, en los sucesos que lee y de los cuales se apropia en medio de un proceso dialógico. Las creaciones latinoamericanas que han representado a los colectivos que han fragmentado la «inteligibilidad» sexual pueden plantearse, también, como una suerte de archivos históricos en los cuales es posible descubrir el contexto de violencia y muerte donde absurdamente han vivido desde hace muchos siglos. Un posible sentido de esta producción. Algunos escritores, seguramente, no apostaron por ello.

La escritura de este cuerpo de ensayos seleccionados es producto de un largo tiempo de lecturas, reflexión e investigación. Constituye otra vía de análisis literario de un corpus conformado por novelas, cuentos y otros textos ecuatorianos y de la región, principalmente del siglo XX. Algunos literariamente muy bellos, otros… apenas. Sin embargo, todos significativos. Una vía de análisis que pone en cuestión las predeterminaciones sociales y culturales con respecto a los cuerpos y deseos. La selección ha sido al azar. Agradezco a las contingencias de la vida que me acercaron a ciertos relatos que han permanecido durante muchas décadas en el clóset.

Pedro Artieda

Estos ensayos están dedicados a todas las personas de la diversidad sexogenérica que han sido violentadas, maltratadas, excluidas, silenciadas… asesinadas, a lo largo de la historia de la humanidad.

CLÓSET UNO

SODOMITAS E INVERTIDOS

La sociedad existe solo como un concepto mental, en el mundo real solo existen los individuos.

OSCAR WILDE

SODOMITAS: SUJETOS AL MARGEN DURANTE LA CONQUISTA EUROPEA

Durante la época de la conquista en el Nuevo Mundo, los europeos impusieron un modelo de sexualidad, tanto para hombres como para mujeres, no necesariamente acorde con las formas de comportamiento y las prácticas sexuales mantenidas en muchas zonas del continente. Se trataba de una sexualidad binaria que determinaba los roles para uno y otro sexo, sin posibilidades de salirse de esta norma establecida. Tales determinaciones fueron, a su vez, producto del patriarcado, creación histórica que ha estado presente en la humanidad desde hace miles de años. La historiadora austríaca Gerda Lerner reflexiona en torno a esta problemática, cuyo proceso ha tardado alrededor de 2500 años en completarse. Lerner se traslada a las sociedades agrarias en las cuales ubica el origen del sometimiento y la utilización de lo femenino.

El desarrollo de la agricultura durante el periodo neolítico impulsó el «intercambio de mujeres» entre tribus, no solo como una manera de evitar guerras incesantes mediante la consolidación de alianzas matrimoniales, sino también porque las sociedades con más mujeres podían reproducir más niños (Lerner, 1990, p. 57).

Los agricultores podían emplear mano de obra de estos menores en función de la producción. La historiadora estadounidense acota que los hombres tenían derechos sobre las mujeres que estas no tenían sobre ellos.

Las mismas mujeres se convirtieron en un recurso que los hombres adquirían igual que se adueñaban de las tierras. Las mujeres eran intercambiadas o compradas en matrimonio en provecho de su familia; más tarde se las conquistaría o compraría como esclavas, con lo que las prestaciones sexuales entrarían a formar parte de su trabajo y sus hijos serían propiedad de sus amos (Lerner, 1990, pp. 57-8).

Si los lugares asignados tanto para lo masculino como para lo femenino estaban tan predeterminados, las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo no tuvieron lugar en los tiempos del cristianismo, pues fueron estigmatizadas y satanizadas a partir de concepciones moralistas. Al igual que otras expresiones de la sexualidad que no estaban orientadas a la procreación, se las denominaba «contranatura». Innumerables documentos de entonces dejan ver las reacciones que generó en cronistas y conquistadores este tipo de sexualidad. Entre estos textos paradigmáticos se encuentran Historia general de las Indias, de Francisco López de Gómara, y La crónica del Perú, de Pedro Cieza de León.

LAS LEYES EN LAS INDIAS OCCIDENTALES

Cuando los navegantes se establecieron en las Indias Occidentales, las normas que rigieron en los pueblos sometidos fueron las de la Corona, cuya legislación provenía a su vez de un extenso cuerpo de leyes producido cuando el Reino de Castilla —que junto a Aragón conformarían posteriormente el Reino de España— estaba bajo el dominio de Alfonso X. El tratado «Las Siete Partidas», escrito a mediados del siglo XIII, condenaba el pecado sodomítico, término proveniente de Sodoma, una de las dos ciudades destruidas por Dios en el Antiguo Testamento, referido a las prácticas sexuales entre varones. El castigo impuesto por cometer este «pecado en que caen los onbres yaciendo vnos con otros contra natura & costunbre natural» (Sánchez-Prieto, Díaz y Trujillo, 2006, p. 1309) era la muerte, tras la castración frente a todo el pueblo.

A finales del siglo XV, los reyes católicos establecieron los Tribunales de la Santa Inquisición, cuyo origen estaba ligado a la inquisición episcopal implantada a finales del siglo XII, con el fin de combatir la herejía. La América española estuvo regida, entonces, por tres tribunales: Lima y México, creados en 1569; y, en 1610, Cartagena de Indias. Vale aclarar, no obstante, que a finales del siglo XVI se excluyó a la población indígena de estos tribunales. En su lugar se creó la Extirpación de las Idolatrías, basada, de todas formas, en la Santa Inquisición. Entre los «delitos» que los tribunales castigaban se encontraban, por supuesto, aquellas relaciones «contranatura».

Pero más allá de estas legislaciones y de su instrumentalización, hubo conquistadores que aplicaron su propia ley. En una de sus crónicas, Pedro Mártir de Anglería narra cómo Vasco Núñez de Balboa habría mandado a asesinar a decenas de hombres del pueblo de Querequa (istmo de Panamá), por el hecho de vestir con prendas femeninas:

Vasco descubrió que el pueblo de Querequa era presa de los vicios más repugnantes. El hermano del rey y otros cortesanos iban vestidos como mujeres, y de acuerdo con los relatos de los vecinos, compartían la misma pasión. Vasco ordenó que cuarenta de ellos fueran destrozados por los perros. Los españoles habitualmente utilizaban los perros para luchar contra esta gente desnuda, y los perros se arrojaban sobre ellos como si se tratase de jabalíes o tímidos venados (Palacio, 2010, p. 114).

En su investigación La descolonización del «sodomita» en los Andes coloniales, sobre la sodomía durante la conquista, Michael J. Horswell analiza la figura del «chuquichinchay o el apo de los otorongos» (2013, p. 12), una suerte de dios de los indígenas de dos géneros, que sirvió como mediador en un momento de crisis durante la sucesión de los jefes incas del Tahuantinsuyo (Cuzco, siglo XV). Enfatiza en el modelo de masculinidad que impusieron los conquistadores cuando despreciaron y satanizaron esta figura, cuyos asistentes vestidos con ropas del sexo contrario representaban rituales que ocasionalmente incluían prácticas eróticas:

Los españoles vieron a los sujetos pertenecientes al tercer género como peligrosamente «excesivos» dentro de una economía escritural, en la cual un sistema de género binario era privilegiado. Para remover estos excesos, sus cuerpos eran inscritos como moralmente enfermos y degenerativos al cuerpo social colonial (Horswell, 2013, p. 35).