Invitación al pecado - Sarah Morgan - E-Book
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Invitación al pecado E-Book

Sarah Morgan

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Beschreibung

Los Corretti. 2º de la saga. Saga completa 8 títulos. No había nada más peligroso que obligar a un Corretti a seguir las normas de conducta de la sociedad. A la actriz Taylor Carmichael nada le importaba más que proteger su intimidad y tratar de que la gente olvidara su pasado, pero una indiscreta fotografía con el mujeriego Luca Corretti, una botella de champán y un vestido demasiado ceñido habían puesto en peligro la posibilidad de mejorar su malograda reputación. Luca Corretti, en cambio, no estaba preocupado, era como si nada le importara, como si lo que le gente pensara de él no le afectara en absoluto, pero Taylor estaba furiosa y no se le ocurrió mejor forma de vengarse de él y arreglar el desaguisado que anunciar que Luca y ella estaban prometidos y preparando ya su boda.

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Seitenzahl: 231

Veröffentlichungsjahr: 2014

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2013 Harlequin Books S.A.

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Invitación al pecado, n.º 90 - marzo 2014

Título original: An Invitation to Sin

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados. Imagen de ciudad utilizada con permiso de Dreamstime.com.

I.S.B.N.: 978-84-687-4032-4

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

Capítulo 1

Zach, dónde estás? No me dejes en la estacada, por favor. No creo que pueda hacer esto sin ti. En cualquier momento, voy a caer en la tentación y ponerme a comer. Y, si lo hago, este maldito vestido acabará estallando. Cuando recibas este mensaje, llámame.

Taylor tenía las manos tan sudorosas que le costaba sujetar el teléfono. Trató de recordar que solo era una boda con un montón de gente a la que no conocía y que no iban a prestarle mucha atención a ella. No entendía por qué estaba tan nerviosa. Si estaba allí, era solo porque el productor de su última película había insistido en invitarla.

Trató de respirar profundamente, pero el vestido no le permitía hacerlo con comodidad. El diseñador había terminado de rematarlo cuando ya lo tenía puesto y le había sugerido que le avisara si necesitaba ir al baño.

Para colmo de males, hacía mucho calor y el sol de Sicilia le estaba abrasando la espalda.

Le parecía una situación absurda. Ese vestido le estaba oprimiendo y lo último que quería era tener que pedirle a alguien que la acompañara al baño.

Por eso había decidido que no iba a comer ni beber nada. Aunque eso tampoco era una novedad. Su madre le había inculcado desde que era pequeña que debía comer con prudencia y estaba acostumbrada a tener siempre hambre. Pero últimamente le estaba costando mucho más resistirse a los antojos y eso no hacía sino frustrarla más aún.

Tenía ganas de arrancarle la cabeza a alguien y, si llegaba a hacerlo, se iba a asegurar de que la cabeza perteneciera al miembro de la familia Corretti que la había obligado a ir a esa boda.

Se había llegado a preguntar si lo habría hecho a propósito. Esa película era muy importante para Santo Corretti y no le habría extrañado nada que le hubiera ordenado al diseñador que le hiciera un vestido tan justo que ningún hombre pudiera quitárselo y echar a perder con un escándalo su regreso a la gran pantalla.

Sabía que Zach se iba a reír mucho cuando la viera. Nunca la había visto vestida de ese modo.

Ese día le estaba sirviendo para recordar lo mucho que odiaba ese mundo, la falsedad, las agendas ocultas de la gente detrás de todas esas sonrisas y buenas palabras.

Tuvo que resistir la tentación de morderse las uñas. Miró su manicura recién hecha y vio que le temblaban las manos. No se atrevía siquiera a sujetar una copa de champán. Temía que la bebida acabara derramada en su vestido. O, peor aún, en el de alguna otra invitada. Sabía muy bien qué pensaría la gente si llegaba a ocurrirle algo así.

Le molestaba que tuviera que importarle lo que pensara la gente. De mal humor, metió el teléfono en el bolso.

Ni siquiera entendía por qué le afectaba tanto algo tan trivial. Durante los últimos dos años, había aprendido lo que de verdad importaba en la vida. Había gente con problemas reales y creía que el suyo era una tontería y que formaba parte del pasado.

Sabía que había tomado malas decisiones y que había confiado en personas que no lo merecían, pero había cambiado y estaba decidida a que la gente lo viera. Iba a demostrárselo y para eso estaba en esa boda. No podía cometer ningún error. Lo peor que le podía pasar era que derramara el champán y que la gente pensara que había bebido más de la cuenta.

Por muy difícil que se le pusieran las cosas, tenía muy claro que no podía permitirse ni un desliz. Era el precio que tenía que pagar para relanzar su carrera como actriz. Algo que deseaba desesperadamente. Tanto como para participar en el circo publicitario que formaba parte de su trabajo. Algo que tenía que sufrir para poder seguir haciendo lo que tanto amaba.

Suspiró y sacó de nuevo su teléfono del bolso.

–¿Zach? –comenzó con voz temblorosa–. Solo llamaba para decirte que hay un montón de mujeres preciosas en la boda. Si no quieres perder tu oportunidad, date prisa. No puedo ir al baño sin la ayuda de alguien. Te vas a reír mucho cuando me veas. Llámame, por favor.

Le asustaba ver cuánto lo necesitaba, pero Zach era el que la había animado a seguir trabajando para conseguir su sueño y volver a actuar. Pensaba que, si no podía hacer frente a esa situación, tampoco iba a poder hacer frente a la atención que iba a tener cuando volviera a un set de rodaje. Echaba de menos actuar, pero no ese tipo de eventos sociales.

–¡Taylor! –la llamó de repente Santo Corretti.

Era el presidente de la productora que iba a hacer la película y tenía fama de haberse acostado con las protagonistas femeninas de sus últimas cinco películas.

Vio que cruzaba el césped hacia ella.

–Has llegado muy tarde.

–La culpa la tiene el vestido que elegiste –replicó ella–. Han tenido que terminar de coserlo después de que me lo pusiera.

No quiso decirle que había estado media hora esperando afuera, tratando de reunir el valor suficiente para entrar. Era algo demasiado embarazoso para que se lo confesara a nadie. Estaba aterrorizada y no quería que nadie lo supiera, de eso se trataba, de cuidar al máximo su exterior para que nadie pudiera descubrir que en realidad estaba temblando.

–Y los paparazis muestran más interés en ti si les haces esperar. Es algo que sé por experiencia –agregó ella.

–Bueno, pero recuerda que estás aquí para promocionar mi película, no tu persona. Quiero publicidad y me refiero a buena publicidad. Lo peor que podría pasar es que alguien tuviera la oportunidad de sacar a relucir tu pasado.

Se quedó sin aliento. No habían conversado durante más de dos minutos y ya había salido a relucir el tema de su pasado. Era muy frustrante, pero se dio cuenta de que no había escapatoria. Sus errores habían sido muy públicos y habían conseguido marcarla para siempre. Era lo primero que pensaba la gente cuando la miraba y vio que a su productor le pasaba lo mismo.

Le gruñó en ese instante el estómago. Llevaba horas sin comer nada.

–En una boda con varios miembros de la dinastía Corretti presentes, estoy segura de que la prensa tendrá un montón de oportunidades para destacar las andanzas de otros –le dijo ella.

La mujer que había sido en el pasado podría haber encontrado atractivo a Santo Corretti, pero había aprendido a evitar los problemas en vez de ir buscándolos. Sobre todo en lo relacionado con los hombres. Había aprendido la lección y la había aprendido muy bien.

–¿Te has sonrojado? –le preguntó Santo mientras la miraba con atención–. Taylor Carmichael, la salvaje y depredadora Taylor, es capaz de sonrojarse cuando la situación lo exige. Me lo tomaré como una prueba de tus excelentes dotes para la actuación. Y me parece estupendo. Al público le encanta que las estrellas se muestren vulnerables. Puede que así esté dispuesto incluso a excusar tu escandaloso pasado.

–Mi pasado no es asunto de nadie, solo mío.

Pero sabía que nadie lo olvidaba. No podía librarse de él.

–Bueno, ¿a quién quieres que encandile con mi encanto? –le preguntó ella.

–¿No ibas a venir con alguien? –repuso Santo mientras miraba a su alrededor.

–Sí, con mi amigo Zach, pero aún no ha llegado.

«Cuando llegue, lo estrangularé con mis propias manos», pensó ella.

–Recuerda que tu trabajo aquí consiste en hablar con la gente, no aproveches para añadir otra víctima más a tu largo historial amoroso.

–Zach no es...

Pero no terminó la frase. Habría sido mejor que se quedara en silencio, pero ya era demasiado tarde.

–Me alegro, porque tu complicada vida amorosa no va a tener cabida en mi set de rodaje.

–Mi vida amorosa no es complicada.

De hecho, podría haberle dicho que su vida amorosa era inexistente, pero no lo hizo.

–Hay dos razones por las que esta película va a ser un éxito. Para empezar, es mi película –le dijo Santo con seguridad y una sonrisa–. Y, además, tú eres la protagonista, Taylor Carmichael. La gente va a llenar los cines para ver tu gran regreso a las pantallas. Te conocen por tus escándalos y eso es algo que atrae mucho a la gente. Por eso irán a verte. Pero, si no me equivoco contigo, saldrán de los cines sabiendo que además puedes actuar. No eches a perder esta oportunidad.

A pesar del calor que hacía, no pudo evitar estremecerse.

Odiaba esa parte de su trabajo. Era como si la prensa y los estudios se creyeran con derecho a inmiscuirse en su espacio. Era algo que no ocurría solo en el set de rodaje, sino en todos los ámbitos de su vida. Había empezado a trabajar en el cine siendo solo una adolescente y había permitido que la manejaran, pero no iba a consentirlo más. Ya no era esa chica ingenua y no iba a permitir que se metieran en su vida.

Aunque las cámaras la enfocaran en todo momento, no pensaba darles la ocasión de que la sorprendieran en un renuncio. Iba a comportarse tan bien que la prensa se iba morir de aburrimiento. Pensaba corregir como fuera las manchas de su pasado para conseguir que todo el mundo lo olvidara.

–Bueno, ¿quién es la persona más importante de los presentes? Ponme al día –le pidió a Santo con la profesionalidad que había adquirido trabajando en Hollywood durante años–. ¿A quién se supone que tengo que impresionar?

–A todos –repuso Santo–. Todos los invitados a la boda esperan tener la oportunidad de hablar contigo. Taylor Carmichael por fin vuelve de su exilio y no hay nadie que no quiera conocer todos los detalles. No dejan de rumorear.

–Ya te habrás asegurado tú de que lo hicieran, ¿no?

–Ahora mismo eres mi mayor activo y sé muy bien cómo cuidar y utilizar mis activos. Pero no les des detalles y no concedas ninguna entrevista hasta que yo te lo diga.

–De acuerdo, no hay problema.

Había metido su pasado en un cajón con llave y no lo había abierto durante años. La idea de que otras personas quisieran descubrir sus secretos le revolvía el estómago y las palabras de Santo no hicieron nada por disipar esa sensación.

–Van a ser muy insistentes. Después de todo, eres la chica que despidió a su propia madre.

–No despedí a mi madre, sino a mi agente. El hecho de que fuera además mi madre no tenía nada que ver con mi decisión.

Pero sabía que debería haberlo tenido en cuenta, que no debería haberle resultado tan fácil deshacerse de su madre.

–A la gente le fascina cómo conseguiste echar a perder tu propia vida. Sé que es muy morboso, pero es así.

–Vaya, gracias –murmuró ella con dolor.

Pero era un dolor que nunca mostraba a los demás y que hacía que se sintiera muy sola. Una sensación a la que ya estaba acostumbrada.

–¿Qué es lo que has estado haciendo estos últimos años, Taylor? –le preguntó Santo de repente.

Ella se quedó mirando fijamente una abeja que sobrevolaba cerca de ellos. Se acercó a una flor y después se posó con cuidado en sus frágiles pétalos.

–He tratado de vivir apartada de todo este mundo, sin llamar mucho la atención.

Santo la miró con los ojos entrecerrados, como si no la creyera,

–Espero que sigas así y no vuelvas a las andadas. Lo que hagas puede dañar mucho la imagen de mi película.

–No te preocupes, no lo haré.

Le dolían los pies, ya no aguantaba más. Había olvidado lo incómodos que eran los tacones de aguja. Pero al menos esa molestia había hecho que se le olvidara el hambre que tenía.

–Puedes estar tranquilo –insistió–. Si llega a haber algún escándalo relacionado con la película, no será por mi culpa.

–Es tu primera aparición pública desde que te retiraste de repente –le dijo Santo con dureza–. Todo el mundo está esperando que cometas un desliz. Lo sabes, ¿verdad?

–Entonces, se van a aburrir mucho.

–No bebas, ¿de acuerdo?

–¿Por eso le has pedido al modisto que me cosa el vestido tan justo que apenas puedo respirar? ¿Para que no pueda comer, beber ni usar el baño?

–Lo único que pretendía con la elección de vestuario era resaltar tu cuerpo, que es uno de tus activos.

Estaba satisfecha con su cuerpo. Siempre había sido una mujer esbelta. Era la única ventaja que tenía haberse pasado gran parte de su vida muerta de hambre para mantener la línea.

–Y yo que pensaba que me querías para tu película por mis habilidades para la actuación... –respondió ella con amargura.

Santo volvió a mirarla con los ojos entrecerrados.

–Por supuesto, pero no soy tan ingenuo como para pensar que tu aspecto no va a ayudar a la película. Se trata de cine, Carmichael –le dijo–. No respondas a ninguna pregunta sobre tu pasado. Esta noche serás como la Mona Lisa, lo único que deben obtener por respuesta es una enigmática sonrisa.

–La Mona Lisa nunca habría sonreído si hubiera tenido que meterse en este vestido. Si hubiera estado obligada a llevar lo que llevo puesto ahora mismo, su cara habría quedado inmortalizada para la eternidad con una terrible mueca de dolor. Bueno, ya que los dos lo tenemos muy claro, será mejor que me ponga a hablar con la gente.

–Espera. No has respondido a mi pregunta –le dijo Santo mientras agarraba su brazo–. ¿Qué has estado haciendo durante los últimos dos años? Desapareciste de repente. ¿Has estado en una clínica de desintoxicación o a algo así?

Suspiró frustrada.

No le extrañaba que lo sospechara. Nunca se le había ocurrido a nadie que pudiera haber ninguna otra explicación para su ausencia.

–Lo siento –murmuró Taylor apartándose de él para que la soltara–. Tengo absolutamente prohibido hablar de mi pasado. Son tus propias reglas.

–Eres una mujer muy bella. Va a haber muchos hombres interesados en ti y que intentarán además sacarte algo de información y venderles la historia a las revistas. No sería la primera vez que te pasa.

Sus palabras le hicieron tanto daño como si le hubiera dado un puñetazo.

–Era joven y me fiaba de todo el mundo. Ya no soy así. Y, en cuanto a los hombres, te puedo asegurar que aquí no hay un hombre lo suficientemente atractivo como para tentarme.

Luca Corretti se bebió de un trago otra copa de champán para tratar de olvidar lo aburrido que estaba. No era fácil para él tener que portarse bien.

Durante los últimos días, había conducido por debajo del límite de velocidad por primera vez en su vida, había declinado invitaciones a siete fiestas y se había ido a la cama antes de que amaneciera, aunque no lo había hecho solo. Pero eso no contaba.

Para el resto del mundo, su comportamiento había sido impecable. Lo único que no había hecho para tratar de parecer más respetable había sido besar en público la cabeza de un bebé o ayudar a cruzar la calle a una ancianita. No estaba dispuesto a ser tan hipócrita solo para impresionar a la junta directiva. Habían decidido que su estilo de vida no era compatible con la dirección de otra sección de la empresa familiar, no parecían dispuestos a darle más responsabilidades.

No solo tenía que cambiar radicalmente de actitud, sino que se había visto además obligado a soportar con buena cara la boda de su primo.

A veces le daba la impresión de que era la única persona que odiaba las bodas. No creía en el amor ni en que nadie pudiera ser feliz para siempre. Creía que se trataba solo de una ilusión temporal. La verdad era que no sabía demasiado del amor ni del matrimonio, pero tampoco tenía intención de averiguarlo. Pensaba salir de allí a la primera oportunidad y esperaba poder hacerlo en compañía de la bella morena que había visto nada más entrar.

–¡Luca! Te he estado buscando por todos lados. ¿Dónde has estado?

Antes de que pudiera reaccionar, Luca se vio envuelto en los brazos de una mujer y en su asfixiante nube de perfume. En cualquier otro momento, no le habría importado verse así, pero se dio cuenta de que muchos invitados los miraban con gesto de desaprobación.

–¿Que dónde he estado? –le preguntó él algo molesto mientras se apartaba de la joven–. Tratando de evitarte, Penny.

–Me llamo Portia.

–¿En serio? Entonces no me extraña que no lo recordara –le dijo él.

Pero sus palabras no parecieron ofenderla y la mujer se echó a reír.

–Eres un hombre muy travieso... –repuso con picardía.

–Eso dice la gente –comentó Luca mientras dejaba la copa vacía en una mesa.

Debía pensar en una manera de hacer que el tiempo pasara más deprisa, pero tenía que encontrar un entretenimiento que no tuviera nada que ver con el sexo ni con el alcohol.

Portia bajó tímidamente los ojos.

–En cuanto a lo de anoche... –comenzó ella.

Consciente de que la única indiscreción que había tenido en los últimos días estaba a punto de hacerse pública, Luca le quitó la copa de champán y se la cambió por una con zumo de naranja.

–¿Anoche? No sé de qué me estás hablando. Anoche me fui a la cama muy temprano y con un libro.

La joven soltó una carcajada.

–Un libro más que interesante –le contestó Portia–. Nunca lo olvidaré. ¿Cómo podría hacerlo? –agregó acercándose un poco más a él–. Estuviste increíble. Nunca me lo había pasado tan bien en la cama, ¡eres un genio!

–Eso es lo que estoy intentando que vean los miembros de la junta –le dijo Luca–. Pero, lamentablemente, mi opinión no parece contar. Por alguna razón, parecen pensar que mi habilidad en el dormitorio está estropeando mi capacidad para pensar. Así que, por el momento, tengo que demostrarles que puedo mantener cerrada la bragueta.

–Podríamos ser discretos... –le sugirió Portia–. E irnos antes de la boda.

–Imposible. Me encantan las bodas y quiero mucho a mi primo –mintió descaradamente–. No puedo irme hasta que no lo vea casado con... Casado con...

«¿Cómo demonios se llamaba la novia?», se dijo sin ser capaz de recordarlo.

–Con la mujer de sus sueños –concluyó por fin.

–¿Te gustan las bodas? ¿De verdad?

–¡Claro! Siempre me hacen llorar –le dijo Luca con sinceridad–. La idea de dos personas prometiéndose amor eterno hace que me ponga a llorar como un bebé.

–¡Vaya! No tenía ni idea de que fueras tan romántico –murmuró ella con los ojos llenos de lágrimas–. Y me alegra ver que en realidad no odias a tus primos, que eso solo es un rumor infundado. No eres tan malo como dice todo el mundo.

–¿Malo? –repitió Luca fingiendo estar muy ofendido–. Soy un santo comparado con otras personas.

–Eres más dulce y tierno de lo que pensaba –le dijo ella acariciándole el brazo con los dedos–. Excepto cuando no tienes que serlo.

Se dio cuenta en ese momento de que se había equivocado a la hora de elegir acompañante para la boda. Para él no había sido más que una diversión, pero le dio la impresión de que ella se lo había tomado más en serio.

Decidió que tenía que quitársela de encima antes de que los del consejo de administración de las empresas Corretti tuvieran que llamarle la atención.

Pero, por desgracia, Portia parecía decidida a no separarse de él.

–¿Te veré esta noche, después de la boda? –le preguntó entonces.

–Querida, las aventuras de una noche son por definición precisamente eso, de una sola noche.

–Con lo contento que estabas anoche... –protestó ella haciendo un mohín–. ¿Qué te pasa ahora? ¿No te gusta este vestido?

Su elección de palabras lo dejó sin aliento.

«¿Estoy bien, Luca? ¿Estoy más guapa que ella? ¿Crees que me querrá si me pongo esto?». Eran preguntas que nunca iba a poder olvidar.

–¿Luca?

Regresó a la realidad cuando oyó que Portia lo llamaba. La miró a los ojos. Llevaba demasiado maquillaje.

–Estás muy guapa –le dijo con firmeza.

Suspiró aliviado cuando una de las invitadas a la boda saludó a su acompañante con efusión. Portia se apartó a regañadientes para saludar a la otra joven.

Miró a su alrededor y le distrajo una melena rubia que caía sobre la espalda desnuda de una mujer. Estaba de pie al otro extremo de la terraza y muchos invitados la rodeaban, como si estuvieran esperando su turno para hablar con ella. Se movió un poco para ver quién era.

Cuando la mujer giró la cabeza y pudo verla, levantó sorprendido las cejas.

Era Taylor Carmichael.

Le alegraba saber que había una invitada a la boda con una reputación tan mala como la suya.

Según los medios de comunicación, la vida de esa actriz había estado llena de alcohol, drogas y fiestas. Pero durante los dos últimos años había desaparecido por completo y se preguntó qué habría estado haciendo. Supuso que nada bueno. Era una de las pocas personas presentes en esa boda que podría conseguir que él pareciera un santo. O casi un santo.

Mientras la miraba, recordó haber leído que su primo Santo la había contratado para que fuera la protagonista de su próxima película.

Tenía un cuerpo increíble y no pudo evitar imaginar esa melena rubia esparcida sobre una almohada. Dio un paso hacia ella, pero recordó entonces que los miembros de la junta estaban observando cada uno de sus movimientos y esperando que cometiera un desliz.

Haciendo uso de una capacidad de autocontrol que no sabía que poseía, se dio la vuelta y comenzó a hablar sobre economía y otros temas igualmente aburridos con el primer invitado con aspecto serio que se encontró.

Si Taylor hubiera sido capaz de respirar de forma normal dentro de ese vestido, habría aprovechado para llenar sus pulmones y gritar como una loca.

–Pobrecilla –le dijo una mujer con una voz demasiado dulce y condescendiente–. Esta boda debe de ser muy estresante para usted.

–¿Por qué iba a serlo? –repuso Taylor sin dejar de sonreír mientras miraba a su alrededor con la esperanza de que apareciera por fin Zach.

Creía que iba a necesitar que alguien le prestara una chaqueta cuando ese estúpido vestido terminara por estallar.

–Es la oportunidad perfecta para conocer a gente interesante –agregó Taylor.

Aunque no podía decir que su interlocutora lo fuera.

–Pero aquí hay tantas tentaciones para alguien como usted... –respondió la mujer mirando el vaso de agua que Taylor sostenía en su mano–. Supongo que no se atreverá siquiera a tomar un sorbo de champán para no caer en ese vicio de nuevo. Después de todo lo que le habrá costado dejarlo... Teniendo en cuenta los ambientes en los que se mueve, será muy difícil controlarse, ¿no?

–No, no es difícil.

–Entonces, ¿por qué no está bebiendo?

Si no lo hacía, era porque sabía que no podría ir después al servicio sin la ayuda de una costurera.

–Voy a estar filmando doce horas al día en cuanto empecemos a rodar. Estoy totalmente centrada en mi trabajo.

Estaba deseando empezar. Le había gustado mucho el guion y sabía que, en cuanto se metiera en su papel, se perdería por completo en él. La actuación era lo más importante en su vida. Y no solo porque le permitía escapar de su existencia vacía.

Se le acercó entonces otra mujer.

–No me puedo creer que vaya por fin a hacer otra película –le dijo la recién llegada–. Desapareció por completo de la faz de la tierra. Tiene que decirnos si los rumores de los que hablan en las revistas son ciertos.

Sentía que esas personas la rodeaban como lobos esperando la oportunidad para saltar sobre ella. Era como si fuera su presa.

Aunque, después de todo el peso que había tenido que perder preparándose para la película, no iban a encontrar más que huesos.

Estaba deseando que terminara el rodaje para poder disfrutar otra vez de las rosquillas. Era muy golosa y le costaba no tomar demasiados hidratos de carbono. Hasta entonces, tenía que seguir cuidándose.

Cada vez estaba más inquieta. Sabía que no iba a poder aguantar mucho más tiempo.

Agotada, Taylor presionó un botón de su teléfono y lo hizo sonar.

–¡Vaya! Perdonen –les dijo con una sonrisa mientras lo sacaba del bolso–. Tengo que atender esta llamada. Es importante. Encantada de conocerlas, las veré más tarde en la capilla.

Con el teléfono pegado a la oreja, se alejó de la gente mientras hablaba animadamente. Vio que Santo la estaba observando, siguiendo todos sus movimientos.

Podía mirarla todo lo que quisiera, no pensaba cometer ningún error.

Estaba convencida de que podía hacerlo y que lo único que necesitaba era descansar un poco. Después, podría sentarse en la parte de atrás de la iglesia y tratar de aguantar el resto de la boda, evitando en la medida de lo posible las preguntas impertinentes.

Había varios grupos de personas en la terraza, charlando animadamente. Miró a su alrededor para tratar de encontrar un lugar con menos gente. Vio el cuidado jardín que se extendía bajo la terraza y, un poco más allá, un laberinto hecho con altos setos. Fue a buen paso hacia allí. Le parecía el sitio perfecto. Creía que no iba a encontrar un lugar mejor para encontrar sombra y paz que ese laberinto.

Los altos setos la protegían del abrasador calor de Sicilia y de las curiosas miradas de los otros invitados.

Nada más verse allí, se quitó los zapatos y gimió de alivio cuando sintió la suave hierba bajo sus doloridos pies. Respiró profundamente y se concentró en el sonido de los pájaros. Tenía que vivir el momento, era lo que Zach le había enseñado. Tenía que centrarse en el presente y tratar de bloquear todo lo demás.

Poco a poco, su pulso se fue apaciguando y notó cómo mejoraba el nudo que había tenido en el estómago. Seguía teniendo hambre, pero era algo que había sentido desde que firmara el contrato para esa película. Estaba pensando en lo orgullosa que estaba de sí misma por tener de nuevo el control de la situación cuando dobló una esquina del laberinto y se dio de bruces con un hombre.

–¿Es que no puedes entender una indirecta? –le preguntó él con dureza mientras la agarraba por la cintura.

Taylor lo miró desorientada y confusa.

–¿Qué indirecta?

No tardó en reconocerlo. Era Luca Corretti, un mujeriego y multimillonario que era una de las mayores atracciones turísticas de Sicilia. En otras palabras, era el último hombre en el mundo con el que querría verse a solas cuando estaba intentando no cometer ningún error y evitar que la gente se hiciera una idea equivocada de ella.

–Mi dispiace, chicca –se disculpó Luca Corretti en italiano con una atractiva sonrisa–. Pensé que eras otra persona.

–Pues no lo soy –repuso Taylor con frialdad–. Así que, si me sueltas, podré seguir caminando y tú podrás seguir haciendo lo que fuera que estuvieras haciendo.

–Solo trataba de huir de mi pasado.

«¿Tú también?», pensó ella.

–Vaya. Debe de ser una tarea muy difícil para alguien de tu reputación.

–En realidad, me refería solo a mi pasado inmediato. Al de anoche –le contestó Luca sin dejar de sonreír–. Pero tú no eres precisamente la mejor persona para juzgarme, ¿verdad, Taylor Carmichael? Tu pasado es tan sucio como el mío.

Se le hizo de nuevo un nudo en el estomago al oír el desprecio con el que había dicho su nombre.

–¿Sabes quién soy?

–Por supuesto. Incluso te he visto semidesnuda –le dijo Luca con un peligroso brillo en los ojos–. ¿En esa película sobre una adolescente fugitiva? ¡Estabas muy sexy en ella!