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Jesús es el Cristo es más que una obra sobre la teología del Evangelio de Juan. Consigue relacionar cada una de sus enseñanzas con el principal objetivo de este evangelio: "éstas señales se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis vida en su nombre". Nuestra generación todavía se pregunta "¿Quién es Jesús?". Leon Morris demuestra de forma convincente que el Jesús humano es el Cristo, o el Mesías, y también el Hijo de Dios. Afirma, asimismo, que el propósito de Juan era tanto evangelístico como teológico: Juan escribió su libro para que los lectores pudieran creer en el Cristo y, así, obtener la vida eterna.
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Veröffentlichungsjahr: 2003
JESÚS ES EL CRISTO
Estudios sobre
la Teología de Juan
Leon Morris
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
Internet: http://www.clie.es
JESÚS ES EL CRISTO: Estudios sobre la Teología de Juan
Leon Morris
Publicado originalmente en USA con el tÍtulo Jesus is the Christ
Copyright © 1989 by Wm. B. Eerdmans Publishing Company
255 Jefferson Ave. S.E., Grand Rapids, Michigan 49503, USA
© 2003 por Editorial Clie para esta edición en castellano.
Todos los derechos reservados.
Director de la colección: Dr. Matt Williams
Traducción:
Ismael López Medel
Equipo editorial (revisión y corrección):
Nelson Araujo Ozuna
Anabel Fernández Ortiz
Dorcas González Bataller
Lidia Rodríguez Fernández
Joana Ortega Raya
Eduardo Delás
Diseño de cubiertas: Ismael López Medel
ISBN: 978-84-8267-353-0
eISBN: 978-84-8267-600-5
Clasifíquese: 56 TEOLOGÍA: Teología Contemporánea
C.T.C. 01-01-0056-13
Contenido
Presentación de la Colección Teológica Contemporánea
Prefacio
Abreviaciones
Capítulo 1. El propósito teológico de Juan
Capítulo 2. La relación entre las señales y los discursos
Capítulo 3. Jesús, el hombre
Capítulo 4. El Cristo de Dios
Capítulo 5. El Hijo de Dios
Capítulo 6. Los «YO SOY»
Capítulo 7. Dios el Padre
Capítulo 8. El Espíritu Santo
Capítulo 9. «Para que creáis»
Capítulo 10. Vida
Índice General
Bibliografía
Presentación de laColección Teológica Contemporánea
Cualquier estudiante de la Biblia sabe que hoy en día la literatura cristiana evangélica en lengua castellana aún tiene muchos huecos que cubrir. En consecuencia, los creyentes españoles muchas veces no cuentan con las herramientas necesarias para tratar el texto bíblico, para conocer el contexto teológico de la Biblia, y para reflexionar sobre cómo aplicar todo lo anterior en el transcurrir de la vida cristiana.
Esta convicción fue el principio de un sueño: la «Colección Teológica Contemporánea». Necesitamos más y mejores libros para formar a nuestros estudiantes para su futuro ministerio. Y no sólo en el campo bíblico y teológico, sino también en el práctico –si es que se puede distinguir entre lo teológico y lo práctico, pues nuestra experiencia nos dice que por práctica que sea una teología, no aportará ningún beneficio a la iglesia si no es una teología correcta.
Sería magnífico contar con el tiempo y los expertos necesarios para escribir libros sobre las áreas que aún faltan por cubrir. Pero como éste no es un proyecto viable por el momento, hemos decidido traducir una serie de libros escritos originalmente en inglés.
Queremos destacar que además de trabajar en la traducción de estos libros, en muchos de ellos hemos añadido preguntas de estudio al final de cada capítulo para ayudar a que tanto alumnos como profesores de seminarios bíblicos, como el público en general, descubran cuáles son las enseñanzas básicas, puedan estudiar de una manera más profunda, y puedan reflexionar de forma actual y relevante sobre las aplicaciones de los temas tratados. También hemos añadido en la mayoría de los libros una bibliografía en castellano, para facilitar la tarea de un estudio más profundo del tema en cuestión.
En esta Colección Teológica Contemporánea, el lector y la lectora encontrarán una variedad de autores y tradiciones evangélicas de reconocida trayectoria. Algunos de ellos ya son conocidos en el mundo de habla hispana (como F. F. Bruce, G. E. Ladd y L. L. Morris). Otros no tanto, ya que aún no han sido traducidos a nuestra lengua (como N. T. Wright y R. Bauckham); no obstante, son mundialmente conocidos por su experiencia y conocimientos.
Todos los autores elegidos son de una seriedad rigurosa y tratan los diferentes temas de una forma profunda y comprometida. Así, todos los libros son el reflejo de los objetivos que esta colección se ha propuesto:
Traducir y publicar buena literatura evangélica para pastores, profesores y estudiantes de la Biblia.
Publicar libros especializados en las áreas donde hay una mayor escasez.
La «Colección Teológica Contemporánea» es una serie de estudios bíblicos y teológicos dirigida a pastores, líderes de iglesia, profesores y estudiantes de seminarios e institutos bíblicos, y creyentes en general, interesados en el estudio serio de la Biblia.
La colección se dividirá en tres áreas:
Estudios bíblicosEstudios teológicosEstudios ministeriales
Esperamos que estos libros sean una aportación muy positiva para el mundo de habla hispana, tal como lo han sido para el mundo anglófono, y que, como consecuencia, los cristianos –bien formados en Biblia y en teología– impactemos al mundo con el fin de que Dios, y sólo Dios, reciba toda la gloria.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a los que han hecho que esta colección sea una realidad, a través de sus donativos y oraciones. «Tu Padre… te recompensará.»
Dr. MATTHEW C. WILLIAMS
Editor de la Colección Teológica Contemporánea
Profesor en IBSTE (Barcelona) y Talbot School of Theology (Los Angeles, CA., EEUU)
Lista de títulos
A continuación presentamos los títulos de los libros que publicaremos, DM, en los próximos tres años, y la temática de las publicaciones donde queda pendiente asignar un libro de texto. Es posible que haya algún cambio, según las obras que publiquen otras editoriales, y según también las necesidades de los pastores y de los estudiantes de la Biblia. Pero el lector y la lectora pueden estar seguros de que vamos a continuar en esta línea, interesándonos por libros evangélicos serios y de peso.
Estudios bíblicos
Jesús
Michael J. Wilkins & J. P. Moreland (editors), Jesús bajo sospecha (Jesus Under Fire, Terrassa, CLIE, 2003), Grand Rapids, Zondervan, 1995. Una defensa de la historicidad de Jesús, realizada por una serie de expertos evangélicos en respuesta a «El Seminario de Jesús», un grupo que declara que el Nuevo Testamento no es fiable y que Jesús fue tan sólo un ser humano normal.
Mateo
Un comentario de Mateo.
Juan
Leon Morris, Comentario del Evangelio de Juan (Commentary on John), 2nd edition, New International Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI, Wm. B. Eerdmans Publishers, 1995. Los comentarios de esta serie, New International Commentary on the New Testament, están considerados en el mundo anglófono como unos de los comentarios más serios y recomendables. Analizan el texto de forma detallada, deteniéndose a considerar temas contextuales y exegéticos, y el sentido general del texto.
Romanos
Douglas J. Moo, Comentario de Romanos (Commentary on Romans), New International Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI, Wm. B. Eerdmans Publishers, 1996. Moo es profesor del Nuevo Testamento en Wheaton College. Los comentarios de esta serie, New International Commentary on the New Testament, están considerados en el mundo anglófono como unos de los comentarios más serios y recomendables. Analizan el texto de forma detallada, deteniéndose a considerar temas contextuales y exegéticos, y el sentido general del texto.
Gálatas
F. F. Bruce, Comentario de la Epístola a los Gálatas (Commentary of Galatians), New International Greek Testament Commentary Series, Grand Rapids, Eerdmans, 1982.
Filipenses
Gordon Fee, Comentario de Filipenses (Commentary on Phillipians), New International Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI, Wm. B. Eerdmans Publishers, 1995. Los comentarios de esta serie, New International Commentary on the New Testament, están considerados en el mundo anglófono como unos de los comentarios más serios y recomendables. Analizan el texto de forma detallada, deteniéndose a considerar temas contextuales y exegéticos, y el sentido general del texto.
Pastorales
Un comentario de las Pastorales.
Apocalipsis
Un comentario del Apocalipsis.
Estudios teológicos
Cristología
Richard Bauckham, Dios Crucificado: Monoteísmo y Cristología en el Nuevo Testamento (God Crucified: Monotheism & Christology in the New Testament), Grand Rapids, Eerdmans, 1998. Bauckham, profesor de Nuevo Testamento en St. Mary’s College de la Universidad de St. Andrews, Escocia, conocido por sus estudios sobre el contexto de los Hechos, por su exégesis del Apocalipsis, de 2ª de Pedro y de Santiago, explica en esta obra la información contextual necesaria para comprender la cosmovisión monoteísta judía, demostrando que la idea de Jesús como Dios era perfectamente reconciliable con tal visión.
Teología del Nuevo Testamento
G. E. Ladd, Una Teología del Nuevo Testamento, Terrassa: CLIE, 2003 (A Theology of the New Testament), revised edition, Grand Rapids, Eerdmans, 1993. Ladd era profesor del Nuevo Testamento y Teología en Fuller Theological Seminary (EE.UU.); es conocido en el mundo de habla hispana por sus libros Creo en la resurrección de Jesús, Crítica del Nuevo Testamento, Evangelio del Reino y Apocalipsis de Juan: Un comentario. Presenta en esta obra una teología completa y erudita de todo el Nuevo Testamento.
Teología Joánica
Leon Morris, Jesús es el Cristo: Estudios sobre la Teología Juaa (Jesus is the Christ: Studies in the Theology of John), Grand Rapids, Eerdmans; Leicester, InterVarsity Press, 1989. Morris es muy conocido por los muchos comentarios que ha escrito, pero sobre todo por el comentario de Juan de la serie New International Commentary of the New Testament. Morris también es el autor de Creo en la Revelación, Las cartas a los Tesalonicenses, El Apocalipsis, ¿Por qué murió Jesús?, y El salario del pecado.
Teología Paulina
N. T. Wright, El verdadero pensamiento de Pablo, Terrassa, CLIE, 2003 (What Saint Paul Really Said), Oxford, England, Lion Publishing, 1997. Una respuesta a aquellos que dicen que Pablo comenzó una religión diferente a la de Jesús. Se trata de una excelente introducción a la teología paulina y a la «nueva perspectiva» del estudio paulino, que propone que Pablo luchó contra el exclusivismo judío y no tanto contra el legalismo.
Teología Sistemática
Millard Erickson, Teología sistemática (Christian Theology), 2nd edition, Grand Rapids, Baker, 1998. Durante quince años esta teología sistemática de Millard Erickson ha sido utilizada en muchos lugares como una introducción muy completa. Ahora se ha revisado este clásico teniendo en cuenta los cambios teológicos, al igual que los muchos cambios intelectuales, políticos, económicos y sociales.
Teología Sistemática: Revelación/Inspiración
Clark H. Pinnock, Revelación bíblica: el fundamento de la teología cristiana (Biblical Revelation: The Foundation of Christian Theology), Foreword by J. I. Packer, Phillipsburg, New Jersey, Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1985. Aunque conocemos los cambios teológicos de Pinnock en estos últimos años, este libro, de una etapa anterior, es una defensa evangélica de la infalibilidad y veracidad de las Escrituras.
Estudios ministeriales
Apologética/Evangelización
Michael Green & Alister McGrath, ¿Cómo llegar a ellos? Defendamos y comuniquemos la fe cristiana a los no creyentes, Terrassa, CLIE, 2003 (How Shall We Reach Them: Defending and Communicating the Christian Faith to Nonbelievers), Nashville, TN, Thomas Nelson Publishers, 1995. Esta obra explora la evangelización y la apologética en el mundo postmoderno en el que nos ha tocado vivir, escrito por expertos en evangelización y teología.
Dones/Pneumatología
Wayne. A. Grudem, ed., ¿Son vigentes los dones milagrosos? Cuatro puntos de vista (Are Miraculous Gifts for Today? Four views), Grand Rapids, Zondervan, 1996. Este libro pertenece a una serie que se dedica a exponer las diferentes posiciones que hay sobre diversos temas. Esta obra nos ofrece los argumentos de la perspectiva cesecionista, abierta pero cautelosa, la de la tercera ola, y la del movimiento carismático; cada una de ellas acompañadas de los comentarios y crítica de las perspectivas opuestas.
Mujeres en la Iglesia
Bonnidell Clouse & Robert G. Clouse, eds., Mujeres en el ministerio. Cuatro puntos de vista (Women in Ministry: Four Views), Downers Grove, IVP, 1989. Este libro pertenece a una serie que se dedica a exponer las diferentes posiciones que hay sobre diversos temas. Esta obra nos ofrece los argumentos de la perspectiva tradicional, la del liderazgo masculino, la del ministerio plural, y la de la perspectiva igualitaria; todas ellas acompañadas de los comentarios y crítica de las perspectivas opuestas.
Prefacio
En 1976, tuve la feliz experiencia de ser profesor invitado en el Trinity Divinity School en Deerfield, Illionis. Entre otras cosas, me pidieron que diera una clase de Teología Joánica. Resultó ser una de las clases más estimulantes que he tenido el privilegio de impartir. No sé cuánto aprendieron los estudiantes, pero lo que sí sé es que yo aprendí mucho. Me infundieron el deseo de escribir algo acerca de la teología de Juan. A lo largo de los años, he tenido la presión de otros encargos y no he podido ponerme a escribir. Ahora, sin embargo, después de demasiado tiempo, quiero rendir homenaje a la clase de 1976, y expresar algo de lo que he aprendido sobre las enseñanzas de Juan.
Hubiera sido posible reunir todos los escritos sobre Juan y comentar algo sobre lo que muchos escritores contemporáneos consideran la escuela joánica. Hacer esto hubiera significado entrar en el debate sobre la autoría y en este momento no quiero despistarme con estas discusiones, aunque son indudablemente importantes. Este libro simplemente consta de una serie de ensayos sobre las enseñanzas de nuesro cuarto evangelio. Aunque he intentado ser exhaustivo, sin duda muchos lectores pensarán en otros temas que debiera haber incluido. Simplemente he tomado la declaración de intenciones de Juan (20:31) y he pretendido mostrar algo sobre cómo esta declaración de intenciones fue lograda.
Aquí está, por lo tanto, mi homenaje a la clase de 1976. Confío en que sea de interés para otros estudiantes de escritos joánicos.
LEON MORRIS
Abreviaturas
ANF
The Ante-Nicene Fathers
BAGD
W. Bauer, W. F. Arndt, F. W. Gingrich y F. W. Danker,
A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature
BDF
F. Blass, A. Debrunner y R. W. Funk,
A Greek Grammar of the New Testament
CBQ
Catholic Biblical Quarterly
DB
James Hastings (ed.),
Dictionary of the Bible
(revisado por F. C. Grant y H. H. Rowley)
ET
Expository Times
GNB
Good News Bible
IB
Interpreter’s Bible
IBD
Illustrated Bible Dictionary
IDB
Interpreter’s Dictionary of the Bible
ISBE
International Standard Bible Encyclopedia
JB
Jerusalem Bible
JBL
Journal of Biblical Literature
JTS
Journal of Theological Studies
LB
Living Bible
LXX
La Septuaginta
NEB
New English Bible
NIDNTT
New International Dictionary of New Testament Studies
NIV
New International Version
NovT
Novum Testamentum
NTS
New Testament Studies
RSV
Revised Standard Version
SBk
H. Strack y F. Billerbeck,
Kommentar zum Neuen Testament
SE
Studia Evangelica
TDNT
Theological Dictionary of the New Testament
Capítulo 1
El propósito teológico de Juan
La intención que Juan tenía al escribir el Evangelio es muy clara. Nos dice explícitamente: «Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis vida en su nombre» (20:30, 31). Esta declaración de principios dirige nuestra atención hacia las «señales» que Jesús hizo, al hecho de que Juan hace una selección de «todas ellas» y al propósito teológico y evangelístico que dirige todo el libro.
Juan escribe sobre muchos temas: el ministerio de Juan el Bautista, los discursos de Jesús, la magnífica historia sobre lo que aconteció en el aposento alto, la última noche de la vida de Jesús, historias sobre acontecimientos tanto esperanzadoras como decepcionantes, llegando al clímax con la pasión y la resurrección.1 Pero al resumirlo todo en una frase, Juan destaca las «señales». Creo que este hecho no implica que Juan considere las señales como la parte más importante del Evangelio. Sin embargo, es evidente que, cuando él quiso aclarar el propósito global, las utilizó.2
Las señales
Juan tiene su propia forma de utilizar la palabra «señal». Es una palabra importante que indica algo que la trasciende.3 Cuando se usa para hablar de un milagro, se entiende que el hecho no es un fin en sí mismo. Tiene un significado que se completa con otros aspectos, además del milagro. Por supuesto, Juan no es el único que utiliza este término. Los Sinópticos también lo usan a menudo. (En Mateo lo encontramos trece veces, en Marcos siete y en Lucas once.)4 Sin embargo, más bien lo utilizan para explicar la «señal» que el ángel dio a los pastores de que encontrarían a un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre (Lucas 2:12), o la «señal» del cielo que los fariseos pedían a Jesús. (Marcos 8:11). Jesús condenó a sus contemporáneos como «generación adúltera y perversa» por buscar una señal, y llegó a decir que la única señal que verían sería la del profeta Jonás. Dios había obrado en Jonás y, por lo tanto, él era una «señal». De igual manera que el reluctante profeta estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, Jesús dijo que el Hijo del Hombre estaría «en la tierra tres días y tres noches» (Mateo 12:38-40). En otra ocasión, cuando los saduceos y los fariseos se unieron para pedirle a Jesús una señal, Él les reprochó que pudieran interpretar la climatología, sabiendo leer en el cielo las señales de buen o mal tiempo, y no pudieran interpretar «las señales de los tiempos». De nuevo, la misma «generación adúltera y perversa» busca una señal, pero no recibirán nada aparte de la «señal de Jonás» (Mateo 16:1-4).
Los discípulos de Jesús podían buscar señales. Le preguntaron: «¿Cuándo sucederá esto y qué señal habrá cuando todas estas cosas se hayan de cumplir?» (Marcos 13:4, cf. Lucas 21:7).5 Mateo lo expresa de la siguiente manera: «¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu venida…?» (Mateo 24:3).
En el discurso que Jesús pronunció a continuación no solamente habló de «la señal«, sino de una multiplicidad de grandes señales y maravillas que aparecerían en el tiempo (Mateo 24:24, Marcos 13:22, Lucas 21:25-28), aunque Mateo habla específicamente de «la señal del Hijo del Hombre» que aparecerá en el cielo» (Mateo 24:30).
Puede ser importante notar que la demanda siempre es de una señal, no de señales. Nadie le pide a Jesús que realice una multitud de milagros. La razón que puede explicar este hecho es que «la señal» constituiría una prueba irrefutable de que Él venía de Dios. Nadie menciona qué tipo de señal era la que se esperaba, de modo que aparentemente, no esperaban nada específico que la constituyera. Sin embargo, la gente pensaba que si ocurriera algo incuestionable que mostrara como un rayo de luz que Jesús era un ser celestial, las cosas estarían más claras. Ése era precisamente el tipo de señal que Jesús se negaba inmediatamente a dar. Él debía ser reconocido por quién y qué era y por lo que habitualmente hacía.6 Existían señales para los que tenían ojos para ver, pero no había una actuación deslumbrante que implicara ningún tipo de creencia por parte de los espectadores. La demanda de una señal se fundamenta en la idea de que Dios tenía que actuar de acuerdo con las previsiones de los escribas y de los fariseos, y esto es hacer de él un dios en términos humanos. Por esto Jesús llama a los que demandaban una señal de este tipo una «generación perversa y adúltera».
Las señales en el Evangelio de Juan
Juan utiliza la palabra semeion 17 veces, de las cuales 11 se refieren a milagros de Jesús. Puede ser una referencia general, como la que tenía Nicodemo en la cabeza: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él» (Juan 3:2). Es importante observar que Nicodemo distingue que los milagros no son un fin en sí mismos (son «señales») y contempla este hecho como una prueba de que Jesús «venía de Dios» (Nicodemo entiende correctamente el significado de «señal»).
Encontramos una actitud parecida en algunos fariseos cuando Jesús sanó al ciego de nacimiento. La opinión de uno de ellos era: «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el día de reposo». Pero otros compañeros decían: «¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales?» (9:16). Esta opinión no se rebatió, pero aquellos que pensaban de otra manera tampoco cambiaron de idea. Los que exteriorizaron las palabras, entendieron que Dios estaba actuando en Jesús, y esto tenía más importancia de lo que los fariseos, en general, no podían entender sino como una violación del día de reposo.
Las señales podían llevar a la gente hacia Jesús, como los 5.000 a los que alimentó con los panes y los peces (6:2).7 Acercarse a Jesús por ese motivo no es el ideal, pero Él no rechaza a nadie, incluso a los que se le acercan por tales motivos. Incluso más adelante se queja de los que vienen a Él con motivos más bajos: «Me buscáis no porque hayáis visto las señales, sino porque habéis comido de los panes y los peces y os habéis saciado» (6:26). La fe que se apoya en las señales no es la clase de fe más elevada, pero es de lejos mucho mejor que acercarse a Jesús para obtener una buena comida. Las señales deben provocar la fe, y Jesús acoge a los que reaccionan a ellas creyendo en Él.8 Esto no significa que buscara hacer una señal que no diera posibilidad a la gente de no creer en Él. Un poco más tarde en la misma situación le preguntaron: «¿Qué pues, haces tú como señal para que veamos y creamos?». Pero el Jesús del cuarto Evangelio se negaba a realizar tales señales, igual que el Jesús de los Sinópticos. Las señales podían, y solían, traducirse en fe. Pero nunca fueron el arma que aplastase de manera definitiva a la oposición.9 Siempre cabía la posibilidad de que la gente se negara a ver la mano de Dios en las señales y que, por lo tanto, no creyeran. Solamente aquellos que estaban abiertos a lo que Dios decía, respondían con fe. Y esas personas querían y respondían de esta manera.
La palabra «señal» en sí misma no tiene necesariamente una connotación sobrenatural. Puede ser utilizada como «una indicación en el paisaje que señala direcciones».10 Utilizando la palabra en estos términos, Pablo escribe a los Tesalonicenses que el saludo con su propia mano es «una señal distintiva en todas mis cartas» (2 Tesalonicenses 3:17). También habla de la circuncisión como una «señal» (Romanos 4:11) y, por supuesto, ésta es una señal divina institucionalizada: Desde antaño Dios instituyó la circuncisión como señal del pacto que hizo con Abraham y sus descendientes (Génesis 17:10-14). Esto nos lleva al uso más característico del término en la Biblia, su uso en conexión con la presencia de Dios. En este caso, puede referirse, como la circuncisión, a algo que Dios ha ordenado y que tiene importancia para la práctica de la religión, o a algo que Dios mismo hace. Un ejemplo importante y característico es la expresión «señales y milagros» para describir lo que Dios hizo para sacar a Israel de Egipto (Deuteronomio 26:8). Al mismo tiempo que el término no perdió su antigua connotación secular usado para todo aquello que se pueda discernir como importante, llegó a tener un significado especial para los religiosos, una «señal» podía mostrar la actividad de Dios.
Es esta «presencia de Dios» la que se busca en los pasajes de Juan donde aparece este término.11 Nicodemo se dio cuenta porque cuando se acercó a Jesús le saludó con las palabras: «sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él» (3:2).12 Es este momento de la narración, no sabemos a qué señales se está refiriendo Nicodemo.
Dado que Juan solamente ha mencionado la transformación del agua en vino en las bodas de Caná, no es probable que el fariseo de Jerusalén se refiera a este incidente rural. Pero Juan nos enseña que Jesús hizo un gran número de señales visibles para los habitantes de Jerusalén (2:23), y, evidentemente, Nicodemo había oído hablar de ellas. No solamente había oído hablar de estas señales, sino que supo reconocer su significado. De esta manera estaba reconociendo el origen celestial de Jesús.
Me gustaría pasar a comentar otras cosas que Juan dice sobre Jesús y sobre lo que sus señales nos enseñan. Pero antes de esto, me gustaría recalcar que las señales nos dicen mucho sobre Dios. Nadie en su sano juicio intentaría minimizar el papel de Jesús en el cuarto Evangelio, pero lo que debe quedar muy claro es que este Evangelio sitúa a Dios en el lugar más alto. A través de estas señales es Dios mismo el que se muestra y actúa. C. K. Barret resalta una importante diferencia entre escritores como Filón y los gnósticos por un lado y Juan por otro.
Tanto Filón como los gnósticos comenzaron entendiendo la naturaleza de Dios: Él debe entenderse como pura bondad o un ser puro, como Omnipotente y, consecuentemente, capaz de hacer cumplir su voluntad. Se preguntan cosas como: «¿Cómo puede un Dios así amar y redimir a criaturas que no merecen ser amadas y que, por lo general, no desean salvarse?». De esta forma desarrollan «elaborados sistemas de mediación» para explicar cómo el Dios por el que postulan puede llevar a cabo estas cosas. Pero Juan comienza con el Mediador, el Mediador que acerca al pueblo «al Dios de la tradición bíblica quien, a pesar de estar en las alturas, es el Creador de todas las cosas, siempre activo en las cuestiones humanas y siempre listo para morar en aquel que tenga un espíritu apesadumbrado y contrito.13
Debe quedar claro que el cuarto Evangelio no es una teoría espiritualizada sobre la naturaleza de Dios y de cómo ese Dios acorta distancias entre Él y su creación. Existe un Mediador, uno que en lo que es y en lo que hace nos revela al mismo Dios. Y el Dios que encontramos en este Evangelio es un Dios que se interesa por su creación, que ama a su pueblo, que nunca abandona a los que ha creado. Este Dios que actúa consigue su propósito a través de Jesús. En la tumba de Lázaro Jesús oró: «para que crean que Tú me has enviado» (11:42). No estaba buscando nada para Él de la señal que iba a acontecer, buscaba que las personas vieran que Dios le había enviado. Juan hace una vívida descripción de Jesús. Pero también tranquiliza a sus lectores con el Dios vivo.
Las señales nos hablan sobre cómo Dios trabaja y cómo la mano de Dios está presente en ellas. Pero también nos muestran algo sobre Jesús. Según la versión de Juan, las señales eran tan especiales que ni siquiera un hombre piadoso podría hacerlas, a no ser que tuviera una relación muy especial con Dios. Son una indicación de la superioridad de Jesús con respecto a los hombres piadosos, no una prueba de que el lugar de Jesús estuviera entre ellos. R. Schnackenburg, tras estudiar el significado teológico de las señales, cree que «finalmente nos conduce a asumir una conexión intrínseca entre la encarnación y la revelación de Jesucristo en “señales”, algo que presenta y hace posible».14 Las señales nos indican lo que Dios hace, pero su objeto es mostrar lo que Dios hace en Jesús, no en toda la humanidad.
Y lo que Dios hace en Jesús es consumar el decisivo acto de la salvación de los pecadores. Se está revelando: gracias a lo que hizo en Jesús sabemos que «Dios es amor» (1 Juan 4:8, 16). Pero también está expiando, porque su amor implicaba entregar a su propio Hijo «para que todo aquel que crea en Él no se pierda, mas tenga vida eterna» (3:16). Las señales apuntan hacia este acto decisivo. Por esto Alan Richardson puede decir de la primera señal que Juan recoge, la transformación del agua en vino, que «implica un simbolismo muy sugerente, y hay un sentimiento como si todo el Evangelio girara en torno a este hecho». Indica también que en el capítulo 3 Nicodemo «aprende lo inadecuado del Judaísmo y la necesidad de nacer de nuevo en Cristo. El significado del milagro de Caná es que el Judaísmo debe ser purificado (cf. ii 6) y transformado para encontrar plenitud en Cristo, el que trae la nueva vida, la vida eterna de Dios que ahora se ofrece al hombre a través de Su Hijo».15 El significado de una señal individual sólo puede entenderse dentro del gran plan de salvación que Dios lleva a cabo a través de su Hijo. J. D. G. Dunn insiste en ello. Puede decir: «El significado real de los milagros de Jesús es que apuntan hacia su muerte, resurrección y transformación, hacia la transformación producida por un nuevo espíritu, y por lo tanto nos llevan a creer en Jesús el (crucificado) Cristo, el (resucitado) Hijo de Dios».16 Puede que muchos no estén dispuestos a admitir esta visión de las señales, pero no cabe duda de que el hecho de que ellas apunten hacia la obra salvadora de Jesús no ofrece lugar a dudas.
Es importante resaltar que, a veces, Juan dice que las personas creyeron simplemente por las señales. Éste fue el caso del milagro de las bodas de Caná. Después de esta señal vemos cómo los discípulos «creyeron en Él» (2:11). No hubo discurso ni enseñanza sobre lo sucedido. Simplemente fue la señal y después, la fe. Exactamente igual que en la sanación del hijo del oficial del rey. Cuando el oficial del rey supo que su hijo había sanado en Capernaum en el mismo momento en el que Jesús pronunció sus palabras en Cana, «creyó él y toda su casa» (4:53). De nuevo, sin discursos, Jesús no explica que Dios está en todo el proceso, y tampoco demanda fe. Simplemente hace la señal, que viene seguida de fe.
Había también una diferencia entre algunos de los oponentes de Jesús: los que le preguntaban: «Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras?» (2:18) y los que le decían «¿Qué, pues, haces tú como señal para que veamos y te creamos?» (6:30).17 El primer ejemplo tiene lugar después de limpiar el templo y es una muestra de que, a través de lo que Jesús hizo ese día, estaba mostrando alguna prueba evidente de su carácter divino. La petición era que Jesús diera pruebas de que Dios estaba en lo que hizo. Si no conseguía probarlo, la conclusión sería que su actividad era meramente humana y por lo tanto no debían prestarle atención. Pero si conseguía producir una «señal», entonces las cosas cambiarían. Sabrían que Dios obraba en Jesús y se darían cuenta de lo que hacía. Ésta era su reclamación. Pero el segundo pasaje hace dudar de la sinceridad de los oponentes porque la demanda de una «señal» se hizo después de la alimentación de los 5.000, como si este milagro no fuese suficiente señal.18 Lógicamente, Jesús se queja de su actitud en el discurso que pronunció en aquella ocasión cuando dijo, entre otras cosas: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (6:26). La satisfacción física de disfrutar de una buena comida podía atraerles, pero eran incapaces de percibir la «señal» que Jesús estaba haciendo.19 Lo triste es que, además, esta señal nos enseña una gran verdad: que Jesús provee para nuestras necesidades espirituales más profundas y que esta provisión solo se encuentra en Él.20
En otra ocasión, Jesús señaló que sus oyentes no creerían a no ser que vieran «señales y prodigios» (4:48). Buscaban actos espectaculares y milagrosos y, hasta que no los vieran, no verían al Mesías. 21 Preferían elegir ese tipo de actos. Uno piensa que la serie de «señales» recogidas en este Evangelio son una prueba suficiente del poder milagroso, pero los enemigos de Jesús no estaban convencidos. Con el tiempo llegaron a reconocer que Jesús hacía milagros, incluso aplicaron la palabra «señal» para describirlos: «Este hombre hace muchas señales» (11:47). Pero aún reconociendo esto, no descubrieron la mano de Dios y seguían dispuestos a enfrentarse a Jesús. Por supuesto, desde la Antigüedad, personas ajenas al pueblo de Dios realizaron milagros (como los magos egipcios en la época de Moisés), e Israel fue advertida de no dejarse engañar por esta gente ni por sus hechos (Deuteronomio 13:1-5). Evidentemente, los líderes judíos tenían este punto de vista sobre las señales de Jesús: las reconocían como el tipo de cosas que la gente corriente no podía hacer, pero no aprendían nada sobre la persona de Jesús ni sobre su relación con Dios. No acertaron a ver la mano de Dios en todo ello.
En otras palabras, no entendieron nada. R. T. Fortna señala que: «presenciar un milagro, incluso beneficiarse de él y buscar a su autor… y seguir sin entender que se trata de una “señal” es no comprender nada. Una señal, para ser entendida o “vista”, debe ser entendida con todo su sentido teológico».22 Algunas personas vieron cómo Jesús alimentaba a una multitud con cinco panes y dos peces, e incluso participaron de la comida, y aún así seguían insistiendo en pedir una señal (6:30). Habían visto el milagro. Se habían beneficiado personalmente de él, pero habían fracasado a la hora de entender su significado; no habían sabido entender que Dios estaba actuando en lo que hacía Jesús. No habían sabido entender la señal.
Lo que Juan dice es que deberían haberlo entendido. Lo que Jesús hacía no era simplemente milagroso (Juan nunca utiliza teras, «milagro» para describirlo); era significativo. Los signos o señales no tenían como objetivo mostrar lo bellísima persona que era Jesús, su objetivo era enseñar sobre Dios, mostrar cómo Dios actuaba a través de Jesús, y retarles a responder a esta iniciativa divina con fe.23 El problema con los líderes judíos es que no podían ver la mano Dios cuando actuaba delante de ellos. Vieron que había una conexión entre los milagros y la fe: «Este hombre hace muchas señales. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en Él» (11:47, 48). Pero negaban tanto la realidad de los milagros como su poder para provocar la fe. Negaban la mano de Dios en ellos. Consideraban solo como obras de poder aquello que debía haberles llevado a la fe (aunque utilizaban la palabra «señal» no entendían su significado). Y dado que los milagros no eran más que obras de poder, el resultado era endurecimiento, no fe.
En un importante pasaje, Juan señala este fracaso como el cumplimiento de una profecía. Dice de Jesús: «Aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en Él, para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído nuestro anuncio…?» (12: 37, 38). Juan cita Isaías 53:1, y añade Isaías 6:10. Estaba convencido de que las señales de Jesús apuntaban a Dios, y que la gente debía reconocer esto y actuar en consecuencia. Pero también estaba seguro de que la gente malvada nunca se había distinguido por su obediencia a Dios, como los profetas documentan exhaustivamente. Por esto Juan halla apoyo en Isaías para sus convicciones sobre la lentitud de muchos judíos en aceptar a Jesús. Simplemente estaban viviendo un ejemplo clásico de incredulidad.
A la cita de Isaías le siguen las siguientes palabras: «Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló con Él» (12:41). La idea de la gloria está específicamente entrelazada con algunas de las señales. De este modo, en la primera señal Jesús «manifestó su gloria» (2:11), y cuando le informaron sobre la enfermedad de Lázaro, Él dijo: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella» (11:4). Más tarde le dijo a Marta: «¿No te dije que si creías verías la gloria de Dios?» (11:40). En este Evangelio la gloria es compleja e incluye la idea de la gloria que vemos en la bajeza, para que la cruz sea el lugar donde Jesús es glorificado. Pero además de reconocer todo esto, Juan aclara que es en las señales donde el creyente puede discernir la gloria que de verdad pertenece a Cristo.
Dios no actúa sólo a través de las obras. El evangelista recoge las palabras «de muchos» que se acercaron a Jesús en la zona del país en la que había tenido su ministerio Juan el Bautista, «Juan no hizo ninguna señal» (10:41).24 No hay lugar a dudas de que la mano de Dios estaba presente en Juan el Bautista tal y como lo describe el cuarto Evangelio. Dios puede obrar y obra en personas sin necesidad de que tenga que aparecer lo milagroso. Pero Él obró en Jesús de una forma especial; así lo muestran las señales. Y lo que las señales muestran es lo que preocupa especialmente a Juan.
Por lo tanto, es muy importante la forma en la que Juan usa el término «señal». Para él, es un modo de resaltar la mano de Dios en el ministerio de Jesús. Juan no intenta ser comprensivo: simplemente recoge un grupo de señales que muestran lo que hizo Dios en Jesús. Es importante que estas cosas no se entiendan simplemente como milagros. Juan nunca describe lo que hizo Jesús como un teras (milagro). Para él, el hecho de que el milagro sea inexplicable no es lo importante. Es cierto que un milagro no se puede explicar con premisas humanas, pero a Juan le preocupa más resaltar que lo de verdad importa en un milagro es que lleve el sello de Dios. No olvidemos que Juan el Bautista, que era sin lugar a dudas un hombre piadoso, no hizo ninguna señal. Las señales eran algo especial. No pertenecían a los hombres piadosos en general, sino a Jesús. Lo que era importante era lo que Dios hacía en Jesús. Él estaba presente en Jesús de una manera en la que no estaba presente en ningún otro ser humano. Esto es lo importante para Juan, y las señales son la prueba de ello.25
Las obras
La importancia de las «señales» para Juan es indiscutible. Pero no debemos olvidar que en este Evangelio Jesús casi siempre habla de sus «obras», no de sus «señales».26 Por supuesto, «obras» es un término general, que no tiene necesariamente una conexión con los milagros (como también sucede con las «señales»). Se puede usar para determinar las obras de Dios (6:28) o las de los hombres (8:39). Cuando se utiliza para obras que hacen los hombres, éstas pueden ser buenas (3:21, 8:39) o malas (3:19, 7:7).
Las obras de las personas pueden hacer referencia a terceros, por ejemplo, cuando Jesús contesta a los judíos que reclamaban que «Abraham es nuestro padre», Jesús les respondió: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham» (8:39). Ser hijos de Abraham significaba actuar como él y hacer el tipo de cosas que él hacía. Pero esta gente no vivía como Abraham. Hacía las obras de su padre, como dijo Jesús (8:41) al afirmar que éste era el diablo (8:44) y que, por eso, actuaban de ese modo.
A la luz de este episodio, no nos sorprende comprobar que las buenas obras sean llamadas «obras de Dios» (6:28, 29). La gente se preguntaba: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» (6:28), una pregunta que busca una respuesta concreta para saber exactamente qué tipo de cosas quiere Dios que hagamos, qué tipo de cosas le agradan. Es interesante observar que Jesús responde en singular, y no en plural: «Ésta es la obra de Dios: que creáis al que Él ha enviado» (6:29). Los judíos buscaban recibir una lista de tareas que agradaran a Dios. Jesús les responde con una declaración sobre la necesidad de tener fe; no deben intentar acumular mérito delante de Dios por sus obras, sino más bien confiar en Dios, lo cual, por supuesto, implicaba confiar en aquél que había sido enviado. Debemos considerar las palabras «de Dios» en este contexto, porque un poco después Jesús dice sencillamente: «Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió» (6:44). Jesús muestra cómo la fe es una obra de Dios en los creyentes, una obra que les acerca a Él. Por lo tanto, entendemos que las buenas obras sean de la clase que sean se originan en Dios. Pero, como muestra la enseñanza de Jesús, no estamos solos. Dios ha tomado la iniciativa de mandar a su Hijo, y obra en nosotros de tal manera que podemos hacer las obras correctas. El santo nunca se felicita por sus buenas obras, sino que da gracias a Dios por permitirle aportar su granito de arena.
En una ocasión Jesús mira a sus obras proyectándolas hacia el futuro y relacionándolas con lo que sus seguidores harían después de su partida: «el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre» (14:12).27 Probablemente no se está refiriendo a milagros, sino a actos de conversión y similares. Cuando leemos en el libro de los Hechos, vemos a los primeros cristianos haciendo muy pocos milagros espectaculares, pero, en mi opinión, ninguno de ellos superó los que hizo Jesús. Pero por el poder del Espíritu, los cristianos llevaron a mucha más gente a Jesús de lo que lo habían hecho mientras él vivía. La providencia de Dios está recogida en una frase de Forsyth, que dice que Jesús no vino tanto a predicar el Evangelio, como a que hubiera un Evangelio que predicar.
Pero cuando Juan emplea la palabra «obras», normalmente se está refiriendo a las obras de Jesús (18 de las 27 ocasiones en las que aparece hacen referencia a obras de Jesús). A veces se trata de milagros. Son las obras que «ningún otro ha hecho» (15:24). Jesús dijo: «Una sola obra hice y todos os admiráis» (7:21). Esta idea también está en el pasaje sobre las grandes obras que harían sus seguidores, según vimos en el párrafo anterior. Las «obras» son «señales» con otro nombre.
Las obras se realizan solamente en conexión muy directa con el Padre. Por supuesto, pueden ser llamadas Sus obras: “El Padre que mora en mí hace sus obras” (14:10). En este Evangelio Jesús nunca dice “mis obras” (aunque sí dice “las obras que hago”, 10:25, 14:12, cf. 5:36, pero en cada ocasión el contexto indica claramente que el Padre está involucrado en las obras de Jesús). No debemos pensar que Jesús actuaba por propia iniciativa, independientemente de su Padre celestial.