Jorge María Salvaire, CM - Juan Guillermo Durand - E-Book

Jorge María Salvaire, CM E-Book

Juan Guillermo Durand

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Beschreibung

En esta obra, Monseñor Juan Guillermo Durán nos ofrece la ocasión de sumergirnos en el corazón y la vida de un hombre consagrado a María de Luján, ver sus sueños y proyectos, sus desvelos, el asombro y el entusiasmo de los fieles en el crecimiento del nuevo Santuario y la profunda devoción a la "Virgen Gaucha" que trasciende las fronteras de nuestra Patria. Quedará así ante nuestros ojos el intrépido misionero, el gran historiador de la Virgen de Luján, el difusor de su culto y el iniciador de la construcción de la majestuosa Basílica de Luján, gran centro espiritual de la Argentina, comparado ya por aquellos años con el Santuario de Lourdes en Francia. A través de estas páginas, el Padre Salvaire se hará mucho más cercano y cálido para los devotos de la Virgen de Luján. Será debidamente valorado y acompañará la buena marcha de la petición presentada a la Congregación de los Santos para el proceso de su beatificación.

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Juan Guillermo Durán

JORGE MARÍA SALVAIRE, CM

Gran apóstol de la Vírgen de Luján

“CUAL OTRO NEGRO MANUEL”

Durán, Juan Guillermo

Jorge María Salvaire / Juan Guillermo Durán. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Talita Kum Ediciones, 2019.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-4043-18-4

1. Religión Cristiana. 2. Biografías. I. Título.

CDD 920.71

© Talita Kum Ediciones, Buenos Aires, 2016

www.talitakumediciones.com.ar

[email protected]

Primera edición digital, noviembre 2021

ISBN: 978-987-4043-18-4

Diseño: Talita Kum Ediciones

Digitalización: Proyecto451

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723

Reservados todos los derechos.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño de tapa e imágenes interiores, por ningún medio de grabación electrónica o física sin la previa autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas por la ley.

Índice

Portadilla

Presentación

El autor

Siglas

Cronología salvairiana

Introducción

Lazos familiares, formación, arribo a la Argentina

1. De Francia a la Argentina

2. En Buenos Aires y Luján

Misionero entre los indígenas

1. Estrecho colaborador del Arzobispo de Buenos Aires

2. Misionero al borde de la frontera

3. Labores apostólicas en Azul y Bragado.

4. Visita a la tribu de los Coliqueos

El voto a la Virgen de Luján

1. El azaroso viaje Tierra Adentro

2. El “voto” o “promesa” a la Virgen de Luján

3. El “momento aciago”

El cumplimiento de la apremiante promesa

1. La Historia de la Virgen de Luján

2. Petición de la coronación pontificia de la Imagen

3. El diálogo con León XIII

4. La fiesta de la Coronación

5. La primera piedra

6. Desafíos inmediatos

7. Salvaire en delicada situación

8. Misionero en Uruguay

Párroco y capellán del Santuario de Luján

1. Párroco cuestionado

2. El generoso manto del perdón

3. Últimos meses de 1889

4. Acta fundacional de la Basílica

5. Cambios en Luján

Comienza la construcción ante el asombro de las romerías

1. Orígenes de la gran basílica

2. Inauguración de las obras

3. Avanzan cimientos y muros

4. Lámparas votivas, grandes vidrierías y otros materiales

5. Una pena para el Capellán

6. Entre apoyos y contratiempos

7. Un gran monumento argentino

8. Elogios al constructor y a sus colaboradores

La basílica se perfila imponente y majestuosa

1. Suben los muros al cielo

2. Un imperativo: “Peregrinar a Luján”

3. Los peregrinos admiran los adelantos

4. La atracción que ejercía el Camarín

5. La Basílica no se detiene

6. Construcción del nuevo colegio-seminario

El ocaso del gran Capellán

1. Creciente agotamiento

2. La postrera fiesta de la Inmaculada

3. Con las Hijas de María

4. Sueña con nuevas publicaciones

5. El último mes

6. Estado de la Basílica al partir su fundador

El último aliento

1. El desenlace

2. Primeras repercusiones

3. Funeral y sepultura

4. Innumerables pésames y condolencias

5. Notificación a París

6. Un reconocimiento póstumo, pero oportuno

7. Solemne funeral

8. Sepultura definitiva

La figura sacerdotal del Padre Salvaire

1. Hablan quienes verdaderamente lo conocieron

2. Ecos en la prensa

3. Muchos querían verlo obispo

4. Se merece una estatua

5. Poesías de despedida

Epílogo

Apéndice documental

Apéndice fotográfico

Bibliografía

Oración oficial por su canonización

PRESENTACIÓN

Querido Juan Guillermo Durán:

Te escribo estas líneas con motivo de la publicación de la vida popular del Padre Jorge María Salvaire, el gran Apóstol de la Virgen de Luján, apretado resumen de los cuatro tomos de tu extensa y magnífica obra dedicada a difundir su obra apostólica, desde su arribo de Francia, en 1871, hasta su muerte acaecida en Luján, el 4 de febrero de 1899.

No puedo menos que resaltar la importancia de esta iniciativa en el contexto del Año Jubilar de la Misericordia, pues a través de estas páginas la persona del P. Salvaire se hará mucho más cercana y cálida a los devotos de la Virgen de Luján, será debidamente valorada y contribuirá a la buena marcha de la petición que he presentado a la Congregación de los Santos para contemplar la posibilidad de iniciar el proceso su beatificación.

Tengamos presente que este sacerdote vicentino fue un hombre a quien el Señor le alcanzó la gracia de poseer “verdaderas entrañas de misericordia” que lo hicieron accesible a todas las personas que entraban en contacto con él: pobres y ricos, enfermos y sanos, ignorantes y sabios, católicos fervorosos o indiferentes, indígenas y pobladores de la campaña, obreros y profesionales, niños y adultos, conocidos y extraños. Siempre dispuesto a satisfacer cuanto se le pudiera exigir, animado en sus acciones por el espíritu de la caridad evangélica.

Indudablemente que la Iglesia que peregrina por estas tierras de María encuentra en su testimonio de vida a un testigo de la fe preocupado por convertirse en ardoroso discípulo y misionero, atento a descubrir el actuar de Dios en medio de los hombres, para que estos percibieran la inconmensurable ternura y misericordia divinas, dispuestas a derramarse en toda situación o lugar, pero de modo particular en el Santuario de Luján, por la intercesión maternal de la Santísima Virgen.

Estas páginas nos ofrecen la ocasión de sumergirnos en el corazón de un hombre consagrado a María de Luján, ver sus sueños y proyectos, sus desvelos, el asombro y el entusiasmo de los fieles en el crecimiento del nuevo Santuario y la profunda devoción a la “Virgen Gaucha” que trasciende las fronteras de nuestra patria. Quedará así ante nuestros ojos el intrépido misionero, el gran historiador de la Virgen de Luján, el difusor de su culto y el iniciador de la construcción de la majestuosa Basílica de Luján, gran centro espiritual de la Argentina, comparado ya por aquellos años con el Santuario de Lourdes en Francia.

A este gran vicentino le debemos no solo la mencionada Basílica, sino sobre todo la promoción de la piedad mariana en torno a esta secular y entrañable devoción que hasta nuestros días convoca incesantemente al pueblo argentino a congregarse en permanentes y multitudinarias peregrinaciones. La Virgen de Luján es la Patrona de los argentinos y su gran Basílica inmenso testimonio de fe.

Pero, a la vez, no debemos olvidar que el comienzo y la finalización de su construcción es en gran medida obra conjunta de la Congregación de la Misión en la Argentina (vicentinos o lazaristas), a través de sus grandes párrocos: primero, Jorge María Salvaire; y después, Vicente Dávani y José Gimalac. La presencia de los Hijos de San Vicente de Paúl en Luján (1872-2004) debe recordarse siempre con afecto y gratitud.

Querido Guillermo, gracias por esta vida popular del Padre Salvaire en la que nos revelas tu admiración por su ardor misionero y el amor a la Virgen de Luján, gracias por guiarnos en la búsqueda de los pasos de Dios por nuestra pampa y por la insondable profundidad del corazón de este vicentino, gracias por revelarnos la respuesta generosa y llena de amor de aquel que consagró lo mejor de sí para que la Virgen de Luján fuera conocida y amada, y tenga su Casa desde donde nos bendice y acoge a todos los argentinos.

Mons. Agustín Radrizzani

Arzobispo de Mercedes-Luján

Mercedes, 8 de mayo de 2016, fiesta de Ntra. Sra. de Luján, año del Bicentenario del Congreso de Tucumán y del XI Congreso Eucarístico Nacional.

EL AUTOR

Antes de que el lector recorra las páginas de este pequeño libro deseo hacerle un comentario en tono confidencial que puede ayudar a entender la razón última que me llevó a escribir sobre el P. Salvaire. Más allá del gran cariño y admiración que le guardo, hay algo muy profundo y misterioso que me une a él, y espero poder expresárselo también un día en el cielo: el tierno y filial amor a la Virgen de Luján. Por cierto el suyo, inconmensurablemente mayor que el mío, pero ambos sinceros, encendidos y misioneros de su bendito nombre.

Él, allá por 1871, al finalizar la gran epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, fue llevado providencialmente a conocer la Sagrada Imagen, por entonces ubicada en el camarín del antiguo Santuario; y quedó prendado para siempre de la ternura de su rostro, particularmente de sus luminosos ojos; y para Ella vivió y trabajo desde ese preciso e inolvidable encuentro.

En mi caso, salvadas las diferencias entre personas y circunstancias, en 1946, al cumplir un año de edad, fui llevado en brazos de mi madre, Amalia Petrona, hasta el camarín de la Basílica con el propósito de consagrarme a la “Virgencita de Luján”, para contar siempre con su maternal bendición y sus inapreciables cuidados frente a los avatares y peligros que me deparara la vida.

A su vez, mi querida madre cumplió una promesa común por entonces entre las mujeres devotas: cortarse su largo cabello y en forma de trenzas depositarlo a sus pies. En esa oportunidad, de paso por Buenos Aires, la acompañó hasta Luján su hermano menor, Enrique; y de ambos recibí idéntico relato.

De allí en más, la devoción a la Virgen de Luján, recibida de los labios maternos, fue y es parte vital del tejido de mi existencia cristiana. Nunca olvidaré la profunda emoción que experimenté, allá por 1952, cuando niño de ocho años, cursando segundo grado de la escuela primaria, en la localidad bonaerense de Carlos María Naón, pronuncié una sentida poesía a la Virgen de Luján en ocasión de la colocación de su Imagen en la estación ferroviaria, campaña de difusión mariana que realizaba a nivel nacional monseñor Anunciado Serafini, obispo de Mercedes, en razón de haber sido declarada la Virgen de Luján patrona de los ferrocarriles argentinos.

Años después, al concluir el secundario en Carmen de Areco, consagré a Ella mi ingreso al Seminario Diocesano Pío XII y mi entera vocación sacerdotal. En julio de 1972, tras mi ordenación como diácono, mientras concluía los estudios teológicos, también guiado por una mano providencial, ejercí dicho ministerio en la Basílica de Luján, los fines de semana; y en su altar mayor celebré la primera Misa el 11 de diciembre de dicho año.

De allí en más, por espacio de tres años, a la par de cursar la licenciatura y el primer año del doctorado en la Facultad de Teología de la UCA, seguí colaborando en la atención pastoral de los peregrinos. Fue precisamente en estas circunstancias que descubrí la señera figura del P. Salvaire de boca de lazaristas a quienes ayudaba de viernes a domingo: Bernardo Landaburu, Juan Guerault, Rafael Carranza, Oreste dal Castagne, Horacio Palacios, Simeón Domeño, Ventura Sarasola y Juan González, entre otros.

Y reconozco que, desde aquellos inolvidables momentos, quedé cautivado por la persona P. Salvaire y fascinado de cuanto había hecho por ensalzar a la Virgen de Luján. Fue entonces que me dije a mí mismo, caminando por la inmensa Basílica: si el P. Salvaire hizo tanto por la Virgen de Luján, hasta entregarle el último aliento de su propia vida; y si me une a él la misma devoción, cómo no voy a tratar de hacer todo lo que esté a mi alcance para que otros lo conozcan y valoren entonces su emblemática obra apostólica y mariana.

Considero que ese fue el momento justo para desplegar el sueño de escribir, pues eran los años en que monseñor Carmelo Juan Giaquinta, por aquellos años decano de la Facultad de Teología de la UCA, y luego obispo de Posadas (Misiones) y arzobispo de Resistencia (Chaco), mi maestro y padre espiritual en muchos aspectos, había despertado en mí, no sin certera intuición, la vocación de historiador, poniendo a mi alcance los medios necesarios que garantizaran una buena y sólida formación.

Pero el acicate último que me decidió a escribir la vida apostólica del P. Salvaire fue la proximidad del centenario de su muerte, en 1999. Pensé que no podía pasar por alto dicha fecha sin la publicación de un estudio de cierta envergadura cuya difusión permitiera actualizar su relegada figura, prácticamente ausente incluso en la memoria de los lujanenses, con el fin de arrancarla del olvido en el que la ingratitud humana suele sumir a los grandes hombres. Fue así que a fines de 1998, apareció el primer tomo, de una “zaga” de cuatro, bajo el título El Padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes. En los orígenes de la Basílica de Luján (1866-1875).

He aquí, pues, explicado el origen y el sentido de cuanto he escrito y publicado sobre el P. Salvaire, tanto libros como artículos. Y me despido del lector con la esperanza de motivarlo a realizar una próxima visita a la ciudad de Luján para contemplar una vez más la gran obra “salvairiana”, que solo apreciándola con los propios ojos adquiere la grandeza y majestuosidad que le son propias.

Juan Guillermo Durán Jáuregui

Pascua de 2016

SIGLAS

ABL: Archivo Basílica Nacional “Ntra. Sra. de Luján”.

ACGR. ML: Archivo Casa General de la Congregación de la Misión. Maison Luján (Roma)

ACM: Annales de la Congregation de la Mission. París, 1875-1878.

ACP: Archivo Casa Provincial (Lazaristas. Buenos Aires)

CS: Carpeta Jorge M. Salvaire. Nro. 13 (1875-1878). ACP.

EGC: De la Frontera a la Villa de Luján. El gran Capellán de la Virgen. Jorge María Salvaire, cm (1846-1889). Buenos Aires, 2008. Juan Guillermo Durán.

GAA: Gestionesdel Arzobispo Aneiros en favor de los Indios hasta la Conquista del Desierto. Buenos Aires, 1945. Santiago Luis Copello.

HVLS: Historia de Nuestra Señora de Luján. Su origen, su santuario, sus milagros y su culto. Buenos Aires, 1885. Jorge María Salvaire.

IBN: Informes del Capellán del Santuario de Ntra. Sra. de Luján al Señor Arzobispo de Buenos Aires sobre las obras de la Basílica Nacional.

LCB: De la Frontera a la Villa de Luján. Los comienzos de la gran Basílica (1890-1899). Buenos Aires, 2009. Juan Guillermo Durán.

LPP: “La Perla del Plata. Revista Semanal del Santuario de Ntra. Sra. de Luján”. Luján. Buenos Aires.

MPAR: Mémoirepour servir à l´histoire de la Province Argentine. Buenos Aires, 1887. Georges Henri Révellière.

PSCH: Padre Salvaire. Apóstol de la devoción a la Virgen de Luján. Córdoba 1924; “La Perla del Plata”. Luján, agost.-sept. 1942-1943. Arturo Chambón.

PSE: El Padre Salvaire y la Basílica de Luján. Buenos Aires, 1959. Felisa C. Echevarría de Lobato Mulle.

SFL: El Padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes. En los orígenes de la Basílica de Luján (1866-1875). Buenos Aires 1998. Juan Guillermo Durán.

TCR: En los toldos de Catriel y Railef. La obra misionera del Padre Jorge María Salvaire en Azul y Bragado (1874-1876). Buenos Aires. 2002. Juan Guillermo Durán.

Este dibujo y todos los que figuran al término de cada capítulo son ilustraciones realizadas por el mismo Padre Salvaire.

CRONOLOGÍA SALVAIRIANA

~ 1847, 6 de enero: Nace en la ciudad de Castres, Diócesis de Albi, Departamento de Tarn (Francia).

~ 1866, 18 de junio: Admitido en París al Noviciado de la Congregación de la Misión. Contaba con 19 años. Comienza los estudios sacerdotales.

~ 1868, 26 de julio: Emitió los votos solemnes.

~ 1869, 22 de mayo: Recibió la tonsura y las órdenes menores.

~ 1870, 16 de junio: Recibió el subdiaconado. Por entonces alimentaba el deseo de ser enviado como misionero al Extremo Oriente.

~ 1870, agosto: Continúa los estudios sacerdotales en el Seminario Conciliar de la Diócesis de Evreux, a cargo de la Congregación de la Misión, ante la inminente toma de París por las tropas alemanas.

~ 1870, 4 de diciembre: Ordenado diácono en la Capilla del Seminario de Evreux por el obispo diocesano, monseñor J. Grolleau.

~ 1871, 4 de julio: Ordenado sacerdote, a los 24 años de edad, en la Capilla del Seminario de Evreux por el obispo diocesano, monseñor J. Grolleau. Al día siguiente celebró la primera misa en el altar de San Vicente de Paúl.

~ 1871, fines de septiembre: Destinado como misionero a la Argentina. Se embarca de inmediato, en Burdeos, rumbo a Buenos Aires.

~ 1871, 24 de octubre: Llega a Buenos Aires, cuando la ciudad sufría todavía los estragos provocados por la reciente epidemia de fiebre amarilla. De inmediato se incorporó al cuerpo de profesores del Colegio San Luis de los Franceses (de la Congregación de la Misión), dedicándose por unos meses a la docencia y al aprendizaje del castellano.

~ 1871, 8 de diciembre: Participa con sus alumnos en la primera peregrinación general al Santuario de Luján organizada por el arzobispo de Buenos Aires, Federico L. Aneiros, para agradecer a la Santísima Virgen el fin de la epidemia de la fiebre amarilla. Al regreso a Buenos Aires comentó a sus cohermanos vicentinos: “Esa Perla necesita otro cofre”, aludiendo a la necesidad de que fuera construido un nuevo templo. Este fue el primer contacto del P. Salvaire con la Virgen de Luján, que termino por sellar toda su vida.

~ 1872, 20 de mayo: Llega a Luján para acompañar en calidad de teniente cura al primer párroco vicentino del Santuario, Emilio Fréret. Meses antes la Congregación de la Misión, a pedido del Arzobispo de Buenos Aires, se había asumido de la atención pastoral del Santuario de Luján, hasta esos momentos a cargo del clero secular.

~ 1872, mayo‒1873, noviembre: Instalado en la Villa de Luján, comenzó a colaborar estrechamente en las diversas obras emprendidas por el nuevo párroco para incrementar la atención pastoral de la parroquia y el santuario, convirtiéndose en su principal apoyo.

~ 1873, diciembre: Por indicación de sus superiores, deja la Villa de Luján para fundar en la población fronteriza de Azul (provincia de Buenos Aires), junto con el P. Fernando Meister, una Casa Misión con el fin de promover la evangelización de la tribu del cacique Cipriano Catriel.

~ 1875, julio: Misiona por dos meses en la tribu del cacique José María Railef, afincada en las cercanías de Bragado (provincia de Buenos Aires), alcanzando a bautizar al cacique y a numerosos miembros de esa comunidad indígena.

~ 1875, octubre: Viaja a la tribu del Cacique Manuel Namuncurá (padre del beato Ceferino Namuncurá), situada en paraje Chilhué (provincia de La Pampa), para rescatar cautivos. En estas circunstancias, en peligro inminente de ser asesinado por instigación de algunos indígenas exaltados, se encomendó fervorosamente a la intercesión de la Virgen de Luján, pronunciando su famoso “voto” o “promesa”: escribir su historia, divulgar su culto y construirle un nuevo templo. En aquel “aciago momento” fue salvado milagrosamente de la muerte.

~ 1876, enero: Deja la misión del Azul en razón de que los indios catrieles, en ocasión del Malón Grande de fines de diciembre de 1875, aceptan la invitación del cacique Manuel Namuncurá de trasladarse a la Pampa, bajo su protección.

~ 1876, febrero: Regresa al Santuario de Luján, siendo párroco el P. Emilio Georges, para incorporarse nuevamente a la tarea pastoral; y, a la vez, cumplir en la medida de sus posibilidades cuanto le había prometido a la Santísima Virgen, al momento de librarlo de segura muerte.

~ 1885, noviembre: Publicó en dos gruesos volúmenes La Historia de Ntra. Sra. de Luján. Su Origen, Su Santuario y Sus Milagros y Culto (primera parte del voto o promesa). Obra fundamentada en copiosa documentación que recibió numerosos elogios de la crítica histórica del momento.

~ 1886, principios de mayo: Parte para Roma comisionado por el episcopado argentino para tramitar ante el papa León XIII la coronación pontificia de la antigua Imagen de la Virgen de Luján. Antes se dirigió a París para hacer confeccionar en la prestigiosa Casa Poussielgüe-Rusand la preciosa corona que presentó al Papa para su bendición (segunda parte del voto o promesa).

~ 1887, 8 de mayo: El arzobispo Aneiros celebró en Luján la solemne coronación de la Virgen; y días después, el 15 de mayo, colocó la piedra fundamental de la futura Basílica, destinada a reemplazar el Santuario Colonial, inaugurado en 1768. El P. Salvaire tuvo a su cargo la organización y desarrollo de todos los actos litúrgicos y culturales previstos para la celebración de tan gran acontecimiento. Y desde ese preciso momento, la anunciada Basílica pasó a convertirse en su gran sueño.

~ 1887, junio‒1889, abril: Los superiores lo destinan a la Casa-Misión de Montevideo (Uruguay), dedicándose particularmente a la predicación de misiones populares, que supo aprovechar para afianzar entre los uruguayos su secular devoción a la Virgen de Luján.

~ 1889, 25 de mayo: Asume como párroco del Santuario de Luján y da comienzo a un gran proyecto pastoral de alcances nacionales, que incluye la promoción de grandes peregrinaciones y la construcción de la gran Basílica (tercera parte del voto o promesa).

~ 1890, 6 de enero: Fundó la revista “La Perla del Plata” con el preciso fin de promover la piedad mariana y mantener informados a los devotos de la Virgen de la marcha de los trabajos del nuevo santuario, que dieron comienzo el 6 de mayo de aquel año y se prolongaron ininterrumpidamente hasta 1935.

~ 1890‒1899: Durante estos nueve años supo multiplicar importantes iniciativas. A los trabajos que le demandaba la dirección de la grandiosa construcción y la recaudación de fondos, se sumaron, al mismo tiempo, otros emprendimientos: la constante difusión de la devoción de la Virgen de Luján en la Argentina, y los países vecinos de Uruguay, Paraguay y Chile; la promoción de constante peregrinaciones al Santuario (diócesis, parroquias, colegios); la predicación de misiones populares, especialmente en zonas rurales; la animación de la catequesis y de los retiros espirituales; la fundación de las Conferencias Vicentinas de hombres y mujeres, las Hijas de María, del Círculo de Obreros y la Archicofradía de Ntra. Sra. de Luján (inspirador); la edificación del nuevo edificio del Colegio Seminario Ntra. Sra. de Luján (hoy Colegio Marista); el apoyo a la construcción del Hospital de Luján; y el fomento del progreso material y cultural de la Villa de Luján.

~ 1899, 4 de febrero: Falleció en el Santuario de Luján, a los 52 años de edad, a causa de una severa insuficiencia cardiaca, fruto del intenso esfuerzo pastoral que siempre lo caracterizó. Sus restos descansan en la misma Basílica, en el altar de la Medalla Milagrosa.

INTRODUCCIÓN

El padre Jorge María Salvaire, el más ilustre y querido de los capellanes históricos de Luján, considerado el hijo predilecto de María de Luján1, formó parte del nutrido grupo de sacerdotes que en la segunda mitad del siglo XIX llegaron al puerto de Buenos Aires como resultado de las gestiones emprendidas por los Arzobispos Escalada y Aneiros, quienes lograron interesar a algunas congregaciones religiosas europeas en abrir un nuevo campo de acción apostólica en la Argentina (lazaristas o vicentinos, bayoneses, salesianos, pasionistas, redentoristas, palotinos, etc.). A todos los alentaba el deseo de contribuir con sus esfuerzos a sostener y ampliar el quehacer pastoral en el ámbito de la extensa Arquidiócesis de Buenos Aires que, a causa de la profunda crisis en que la sumieron por largos años el proceso de la independencia y la organización nacional (situación común a las diócesis del interior del país), carecía todavía de clero suficiente y debidamente preparado como para afrontar con éxito los nuevos desafíos que le presentaban los acontecimientos presentes (obra parroquial, misionera, hospitalaria, educativa, de promoción social y atención de los inmigrantes, etc.).

El destino de estos sacerdotes fue diverso: unos permanecieron en la gran ciudad, o se radicaron en los pueblos que con pujanza comenzaban despuntar en el interior de la provincia de Buenos Aires; otros se encaminaron a visitar periódicamente las poblaciones de la campaña y las colonias de extranjeros (irlandeses, vascos franceses, rusos-alemanes, etc.); y algunos quedaron comprometidos, como clérigos itinerantes, en la predicación de misiones en parroquias rurales y poblaciones de frontera, alcanzando con su palabra a alguna tribu de indios mansos o reducidos.

El P. Salvaire, por su parte, dejó la Francia natal a fines de septiembre de 1871, llegando al puerto de Buenos Aires el 24 de octubre del mismo año. Era un joven sacerdote, con tan solo veinticuatro años, deseoso de cumplir sus sueños de misionero. Muchos años después, el canónigo Juan A. López, director de “La Voz de la Iglesia”, recordará con estas acertadas palabras el momento de la llegada, destacando los aportes que este hijo de San Vicente de Paúl estaba dispuesto a brindarle a aquella la Iglesia diocesana que esperanzada lo recibía:

El R. P. Salvaire no había nacido en este suelo; pero en los designios del Altísimo estaba que aquí, en nuestras playas, encontrara el escenario propio de su vocación. El distinguido religioso de la Misión, muy joven aún, casi apenas sacerdote, vino a establecerse entre sus hermanos de congregación, poniendo sus aptitudes, su clara inteligencia, su seleccionada erudición, y especialmente su gran voluntad para el estudio y su carácter emprendedor, al servicio de la vasta Arquidiócesis de Buenos Aires2.

El 4 de febrero del año 1999, se cumplió el centenario de la muerte del Padre Salvaire, “flor de los Lazaristas del Río de la Plata”3, cuya figura ha quedado indisolublemente ligada a Luján en razón del ejercicio de su ministerio sacerdotal y de la construcción de la gran Basílica. En 1872 fue nombrado Teniente Cura del Santuario; y en 1889, Cura y Capellán, cargo que le permitió dedicarse plenamente a concretar su gran sueño: un nuevo templo que albergara la Sagrada Imagen de la Virgen y que pudiera acoger con facilidad a los peregrinos, cada vez más numerosos a causa de la comodidad que les ofrecía el Ferrocarril del Oeste para visitar el viejo Santuario de Lezica y Torrezuri, inaugurado el 8 de diciembre de 17634.

Su paso por Luján es, sin duda alguna, el aspecto de su vida que más se conoce y el que dejó huellas más profundas. De su incansable actividad fueron testigos los vecinos de la ciudad, las personas que lo ayudaron, los peregrinos que lo conocieron y la prensa de la época que publicó sus emprendimientos e iniciativas. Desde el Santuario se proyectó como sacerdote ejemplar, orador elocuente, abnegado catequista, infatigable difusor del culto mariano, promotor de grandes peregrinaciones, periodista, historiador, impulsor de obras sociales y benéficas; y, por fin, arquitecto que planeó e inició la construcción de la monumental Basílica.

En la presente ocasión no se pretende ofrecer al lector una biografía detallada del padre Salvaire, que abarque todos los momentos y aspectos de su extraordinaria personalidad. Nos conformamos en presentar en apretado resumen aquellos datos fundamentales que nos permitan acercarnos a su persona y conocer a grandes rasgos el desarrollo de su actividad sacerdotal en la Argentina, entre los años 1871-1899.

1. Respecto a la decisión de Salvaire de ser conocido, ante todo, como el “Capellán de la Virgen”, ANTONIO BRIGNARDELLI, comenta: “El 25 de mayo de 1889, da glorioso en que se conmemora el feliz aniversario de nuestra Independencia, recibióse oficialmente, el nuevo Cura de su feligresía, tomando á un tiempo desde entonces el simpático título de Capellán del Santuario de Ntra. Sra. de Luján” (LPP, Año 1896, 375). De esta manera, quiso retomar para sí el título empleado por los primeros sacerdotes que sirvieron a la Sagrada Imagen desde la época de Pedro de Montalbo (1685-1701), fundador y primer capellán de la Capilla de Nuestra Señora del Río Luján, luego caído en desuso, desplazado por el de cura párroco.

2. Nota necrológica: R. P. Jorge M. Salvaire (De “La Voz de la Iglesia”), en LPP, Año 1899, 107.

3. Así lo llamó Fernando Meister, su antiguo compañero en la misión indígena de Azul, al saber la noticia del fallecimiento: «¡Qué golpe fuerte, no digo para la Congregación de Lazaristas de esta Provincia, aunque él sin duda, puede llamarse “la flor de los Lazaristas del Río de La Plata”, si no para esta República entera! ¿Dios mío, qué significa esto no estando aún en la mitad de su obra gigantesca, la Basílica, teniendo sin concluir bajo sus manos, obras históricas de grande importancia, para las cuales difícilmente se podrá encontrar un hombre, que tenga la fuerza y el ánimo de terminarlas? Que Uds. y con vosotros todo Luján y Buenos Aires están sumergidos en el dolor, se comprende» (LPP, Año1899, 135). Algunos ampliaron el título y dijeron de él que era también “la flor de los lazaristas de Sud-América” (Ibíd., 342).

4. ANTONIO SCARELLA sintetiza en estas palabras la benemérita obra de Salvaire en Luján (figuran al pie del retrato que reproduce): «Apóstol del Culto de Ntra. Sra. de Luján. Su historiador. Promotor de su Coronación. Iniciador del proyecto de su Basílica. Constructor del Colegio de Luján. Fundador de la revista “La Perla del Plata”, del primer Hospital, del Círculo de Obreros Católicos y de la Conferencia de las Damas de S. Vicente. Trabajó en Luján más de 25 años» (Historia de Nuestra Señora de Luján, 346).

LAZOS FAMILIARES, FORMACIÓN, ARRIBO A LA ARGENTINA

“Nada se nos cuenta de sus primeros años. Solo sabemos que el primer murmullo que brotó de sus labios fue el nombre de María, la dulcísima Madre de Dios, por cuya gloria tanto había de trabajar en el curso de su vida. En el suave balanceo de la cuna, lo arrulló su cariñosa madre [María Vásquez] con el eco de ese nombre que era también el suyo, trasmitiéndole a no dudarlo, esa ardiente devoción a la Virgen que es el distintivo de las Hijas de Iberia. De su padre [Félix Salvaire], hombre de carta cabal, de bien templada alma y de fe inquebrantable, aprendió más tarde el amor a la virtud y al deber, el culto del honor y la entrañable fidelidad a la Iglesia que lo había de distinguir” (Arturo Chambón, 1915).

1. De Francia a la Argentina

Salvaire nació en la ciudad de Castres, diócesis de Albi, departamento de Tarn (Francia), el 6 de enero de 1847. Fueron sus padres, Félix Salvaire, profesor de literatura y español, hombre de fortuna y prestigio en su medio social; y María Vázquez, de nacionalidad española, oriunda de Cádiz. Al ser bautizado recibió el nombre de André Louis George Marie, aunque más tarde prefirió simplificarlo, firmando Jorge María5. Tuvo cinco hermanos: Eduardo, Pablo, Celina, Filomena y Julio.

En lo referente a su infancia y adolescencia, según confesión de una sobrina nieta, Marguerite Salvaire de Josse, es un período que permanece desconocido, hasta que ingresa al seminario. Y señala: «No se puede sino imaginar su infancia. Nacido en una casa burguesa de Castres, sus primeros años han debido transcurrir estudiosos y ordenados, en el seno de una familia numerosa, pudiente y muy cristiana, en esta pequeña ciudad de provincia, semejante a tantas otras...; y donde lo pintoresco se halla sobre todo en los alrededores, en lo que nosotros llamamos el “Sidobre”, región muy particular, única en Francia, [según] se dice...»6. Además agrega un dato interesante que pone de manifiesto el particular afecto del padre a este hijo, por cierto recíproco:

[Traducción] “Su padre, rico propietario, Profesor de Español, tenía lo que llamamos un «libro de memorias», especie de diario, en el que, cotidianamente, el jefe de familia consigna los gastos, las entradas de dinero, y los acontecimientos que conciernen a la vida familiar, y, algunas veces a la vida exterior. Allí he podido encontrar los párrafos siguientes: «24 de abril de 1868. He extraído la suerte para mi hijo Jorge [respecto al servicio militar] y he sacado el Nº 111. Para formar el contingente, ¿se tendrá en cuenta esta cifra? Es probable. Sea lo que fuere, prefiero verlo soldado en la milicia santa, que en la lid de un campo de batalla. Jorge es, yo creo, llamado realmente a servir a Dios en el Santo Ministerio; y yo hago los votos más sinceros para que persevere en su vocación; tal es el propósito esencial, la intención bien manifiesta de mis oraciones de todos los días; y lo repito prefiero que caiga bajo la espada del martirio, y no bajo el fusil del enemigo. Sin duda mi corazón se quebrantará cuando lo vea partir hacia el Extremo Oriente; la naturaleza tiene sus derechos que no se pueden prescribir jamás. Pero Dios, que devuelve la fuerza a los ánimos más decaídos, me dará bastante energía, en mi resignación, para poderle decir, sin consulta intención: Mi Dios, vos lo queréis así: ¡que vuestra voluntad sea cumplida!»”7.

A los diez y nueve años el joven Salvaire decide abrazar la vida religiosa en la Congregación de la Misión (lazaristas, vicentinos), fundada por San Vicente de Paúl a mediados del siglo XVII, donde contaba ya con un primo sacerdote. Para lo cual se dirigió a París, a la Casa Central, siendo admitido en el noviciado por el P. Juan Bautista Etiènne, Superior General, el 18 de junio de 1866. De allí en más, durante cinco años cursó con particular empeño los estudios correspondientes de filosofía, teología y demás disciplinas eclesiásticas, que completó con cursos de dibujo, música y canto8. Distinguiéndose por su aplicación a los mismos y por una devoción cada vez más acendrada a la Virgen Inmaculada, “cuyo amor siempre lo había cautivado y aprisionado”9. Dos años después del ingreso al noviciado, el 26 de julio de 1868, emitió los votos solemnes, pasando a formar definitivamente parte de la Comunidad Vicentina; recibiendo la tonsura y las órdenes menores, el 22 de mayo de 1869; y el subdiaconado, el 16 de junio de 187010.

En agosto de aquel mismo año, a raíz del inminente sitio de París por parte de las tropas alemanas enviadas por Bismarck, y ante el peligro que los seminaristas fueran militarizados para defender la ciudad, los superiores de San Lázaro resolvieron por seguridad dispersar a los estudiantes en diversas casas del interior, tocándole al joven Salvaire, junto con otros compañeros, viajar a Evreux, sede de la diócesis del mismo nombre, en cuyo seminario conciliar ‒a cargo de la Congregación de la Misión‒ fueron acogidos por un tiempo. Este fue el modo de asegurarle a todo el grupo la continuidad de los estudios, y a él, en concreto, el recibir a la brevedad el orden sagrado. Fue así que en la Iglesia del mismo Seminario pudo ser ordenado diácono por el obispo de Evreux, monseñor J. Grolleau, en diciembre de 1870; y de presbítero, el 4 de junio de 1871, celebrando al día siguiente su primera misa en el altar de San Vicente.

Iglesia de la Casa San Vicente de Paul en París dónde se formó el P. Salvaire.

Desde ese momento nada se sabe con certeza sobre los pasos seguidos por el joven sacerdote. Es posible que se haya quedado un tiempo en el seminario de Evreux, colaborando tal vez en la docencia. Pero pronto regresó a París, siendo de inmediato destinado como misionero a la Argentina, donde por entonces se abría un vastísimo campo de acción apostólica a los vicentinos, quienes se habían instalado en la Capital, en la calle Cochabamba, en septiembre de 1859, contando ahora con la atención de las capellanías de los Hospitales Francés y San José, las iglesias del Sagrado Corazón y las Victorias, el Colegio San Luis Rey de Francia y la dirección de las Hijas de la Caridad (vicentinas).

2. En Buenos Aires y Luján

El nuevo misionero se embarcó para Buenos Aires a fines de septiembre de 1871, llegando el 24 de octubre del mismo año, cuando la ciudad no lograba todavía olvidar el pavoroso recuerdo de la reciente epidemia de fiebre amarilla que la había azotado hasta paralizarla por completo, obligando a clausurar iglesias, escuelas, oficinas, centros comerciales y de recreación, colmando los cementerios de cadáveres11.

A su llegada al país, Salvaire se incorporó al cuerpo de profesores del Colegio San Luis de los Franceses12, dedicándose por algunos meses a la docencia y al aprendizaje del castellano, llegando a ser tan rápidos sus progresos13 que el 20 de mayo de 1872, pudo ser enviado a la Villa de Luján en calidad de teniente cura del padre Eusebio Fréret, pues en enero de ese mismo año el arzobispo León Federico Aneiros había confiado a los vicentinos la atención pastoral del célebre Santuario de Nuestra Señora de Luján, hasta esos momentos en manos del clero secular.

En esos años estaba al frente del Curato de Luján el canónigo honorario Luis Duteil, quien consciente que con la llegada del Ferrocarril del Oeste a la Villa y la creciente afluencia de peregrinos, el Santuario podría convertirse en un gran centro de piedad y renovación espiritual para toda la Argentina, propuso al arzobispo Aneiros confiarlo a alguna comunidad sacerdotal relativamente moderna y ya bien arraigada en el país, dispuesta a consagrar la actividad de sus miembros a una actividad pastoral mancomunada y orgánica. Tal era el caso, por ejemplo, de los grandes santuarios marianos de Europa, como Loreto, Monserrat, Einsiedeln, Lourdes, etc.

Por aquel tiempo esas posibles comunidades no eran más que dos: los Bayoneses, fundados por el Beato Miguel Gariçoits y los Sacerdotes de la Misión o Vicentinos, fundados por San Vicente de Paúl. Pero sus respectivos superiores se resistían a hacerse cargo de esta obra por carecer de personal suficiente y por tener respectivamente entre manos un colegio de segunda enseñanza (San José-San Luis) que secundaba los pocos existentes del Estado y prometía hacer mucho bien a la juventud. Además, los primeros aducían que monseñor Mariano Escalada, el anterior arzobispo, los había llamado para atender principalmente a la numerosa colectividad vasco-francesa de la capital y sus alrededores, y que por lo tanto no debían alejarse mucho del centro de su acción.

Entre tanto, dos acontecimientos del año 1871 terminaron por convencer a los Vicentinos de aceptar el ofrecimiento del Arzobispo: la terrible epidemia de fiebre amarilla, que desorganizó completamente el personal docente del Colegio San Luis14; y la “Primera Peregrinación General” a Luján del 3 de diciembre de 1871, que puso de manifiesto la necesidad que el Santuario tenía de un grupo de sacerdotes homogéneo, dispuesto a incrementar estas grandes manifestaciones populares.

El primer contacto de Salvaire con el Santuario ocurrió precisamente en ocasión de dicha Peregrinación, decretada por monseñor León Federico Aneiros, por entonces Obispo Titular de Aulón y Vicario Capitular de la Arquidióceis15.

Entre los numerosos peregrinos que vinieron entonces a Luján, estaba Salvaire con un grupo de alumnos que concurrían en representación del Colegio San Luis Rey de Francia de la capital. Sobre las impresiones de esta primera visita y sus futuros alcances, A. Scarella comenta:

“Desde un principio el P. Salvaire con su entusiasmo juvenil, su genio artístico, su vasta preparación y su profunda piedad, quedó gratamente impresionado y enamorado de la Virgencita de Luján, sin sospechar siquiera el importante papel que debía desempeñar un día en el desarrollo del culto de la misma y en la construcción de la magnífica Basílica actual. Desde entonces, allá en sus adentros, le parecía que no había proporción entre una imagen tan preciosa y el Santuario que la cobijaba. Una perla tan valiosa, solía decir de regreso a Buenos Aires, merece un estuche de más valor que el que tiene en la actualidad. Dios debía darle un día la razón y ponerle en circunstancias de realizar tan hermoso pensamiento”16.

Una vez instalado en la Villa, Salvaire comenzó a colaborar estrechamente en las diversas obras emprendidas por el nuevo párroco en el intento de incrementar la atención pastoral de la parroquia y el santuario, convirtiéndose en su principal apoyo. De esta manera, el joven sacerdote se entregó con generosidad y entusiasmo a las tareas que le fueron confiadas, comenzando a cobrar así un cariño particular por la Villa y el Santuario, medio humano y religioso que le permitían desplegar con particular intensidad y éxito las primicias de su vida ministerial: clases en el colegio-seminario recién fundado17, predicación dominical, enseñanza del catecismo, pláticas especiales, visitas domiciliarias, atención de los peregrinos y enfermos, fundación de asociaciones, dirección de los trabajos de refacción general del viejo templo, etc.

5. En la fe de bautismo se lee: “L´an mil huit cent quarente sep et le sept du mais de Janvier à été baptisé André Louis George Marie, fils de Mr. Jean Jules Félix Salvaire, proffesseur, et de Dama. Marie Modette Stphanie Vazquez, mariés. Parrain, Mr. André Salvaire; Marraine, Me. Adelaide Barbaza; signés avec nous: Abeilhou, Curé...” (Parroquia Saint Jacques, Castres, Lib. Bautismos, 1847, nro. 4. Ibíd., partida de nacimiento “des Registres de l´état civil de la Commune de Castres, Tarn, 1847”, nro. 12; aquí el padre figura como “proffesseur de Belles Lettres”.

6 Carta enviada a Felisa C. Echeverría de Lobato Mulle, fechada en Abidjan, el 28 de abril de 1958, donde residía temporariamente con su esposo, Mr. Armand Josse, Senador de la Côte d´Ivoire (PSE, 59).

7. Ibíd., 59-60.

8. Sobre la pericia del P. Salvaire respecto a estas últimas disciplinas, un amigo íntimo suyo, C. R. ACHUA, refiere en carta al director de LPP, del 8 de mayo de 1943: “... 4.º Que los planos de la Basílica fueron delineados por él, pues era un gran dibujante y con tal motivo hizo un viaje a Europa y allí recorrió las principales Catedrales góticas de las que copió lo mejor y más adecuado. 5.º Que los dibujos de los notables vitreaux con sus alegorías de diversos asuntos religiosos y argentinos, fueron ideados y dibujados por él, los que más tarde se ejecutaban en las principales fábricas de Francia. 6.º Que en el Archivo de la Parroquia existen guardados los importantes álbumes pintados por él. 7.º Que el Padre Salvaire era también muy músico y había estudiado canto en el Conservatorio de París. Yo que en aquel entonces estudiaba piano, le acompañé más de una vez en el pequeño órgano de la antigua Iglesia «El Ave María de Gounod», «El Ave Verum o Pieta Signore de Stradella» y otros «motetes religiosos»; por donde se verá que el Sr. Cura de Luján, era un sacerdote ilustrado y de los que hacen honor a las Instituciones a que pertenecen” (LPP, Año 1943, 134-136).

9. Según ARTURO CHAMBON, fue precisamente su madre la que le trasmitió al futuro misionero, desde su más tierna infancia, esa profunda devoción a la Virgen María, “que es el distintivo y el honor de las Hijas de Iberia”, por cuya gloria tanto había de trabajar en el curso de su vida una vez radicado en Argentina (El Padre Salvaire. Apóstol de la devoción a la Virgen de Luján, en LPP, Año 1942-1943, 7-8).

10. En el primitivo libro de personal de la Congregación en la Argentina, se lee: “9.º G. Salvaire. Mr. Georges Marie Salvaire, fils de Felix Salvaire et de Marie Vasquez, né le 6 Janvier 1847 à Castres, diocése d´Albi; entré dans la Congrégation le 18 Juin 1866; a fait les voeux le 26 Juillet 1868; arrivé á Buenos Aires le 24 Octobre 1871. Mort 4 Fev. 1899 à Lujan” (Livre renfermant les noms des Confrères et Des Frères Coadyuteurs de la Province de Buenos-Ayres. 1859; fols.5, Archivo Casa Provincial).

11. Respecto a la comunidad sacerdotal a la que se integra Salvaire, A. CHAMBON, señala: “La comunidad Vicentina contaba en aquella época, con hombres eminentes en saber y virtud, siendo los más conocidos los PP. Lavaissiére, Maleval, Patoux, Revelliére y Tanoux [además de Fréret, George, Cabanel, Montagne y Tanoux], quienes se habían conquistado las simpatías generales del pueblo y del Gobierno con los servicios prestados a los hijos del país, ora en las ambulancias en los días de la Guerra del Paraguay, ora en la cabecera de los moribundos cuando el cólera y la fiebre amarilla diezmaron los habitantes de la Capital. Dos de ellos habían muerto a consecuencia de la fatiga [La Vaisière y Patoux], salvándose los demás por milagro”(idem., 9). En los años l869-1870, la distribución de los sacerdotes era la siguiente: los padres Eusebio Fréret, Nicolás Emilio George y Ladislao Patoux en la Casa “San Vicente” (calle Cochabamba); y Jorge Enrique Lavassiére, Emanuel Pedro Cabanel, julio Carlos Montagne y Esteban Tanoux en el Colegio “San Luis”(o.c, 7).

12. Sobre el origen de este establecimiento, el P. Jorge Enrique Révellière, informa: “[Traducción] 1866. Colegio San Luis. El P. [Santiago Luis] Lavaissiére, comprendiendo que el único medio de regenerar la sociedad en este país minado por la masonería y el liberalismo era actuar sobre la juventud mediante la enseñanza, abrió el Colegio «San Luis», con la finalidad, también, de favorecer las vocaciones al estado eclesiástico. Los alumnos acudieron numerosos, tanto que el P. Lavaissiére se vio en la necesidad de cambiar de local. Alentados por estos felices comienzos, los Superiores le concedieron más ayuda” (MPAR, fols. 4-5). Los diversos locales donde funcionó el colegio hasta su cierre en 1872, fueron: en la calle Libertad; frente al Hospital Francés; en la calle Tucumán; y en la calle Esmeralda (entre Lavalle y Tucumán, templo metodista).

13. En cuanto a la rapidez con que aprendió a hablarlo y escribirlo, hay que tener presente que no era para él una lengua totalmente desconocida, como en el caso de otros vicentinos contemporáneos, pues su madre era española y su padre “profesor de español”, como lo señalamos. Así que el terreno del aprendizaje venía abonado por algún tipo de conocimiento previo que explica sus “rápidos progresos”, más allá de sus notables capacidades personales. La abundante correspondencia y escritos son testimonio fehaciente del perfecto dominio que alcanzó del mismo.

14. En la atención de los enfermos, solo en el recinto de la ciudad, fallecieron unos sesenta sacerdotes. Entre ellos, el P. Lavaissiére, fundador del colegio, el P. Patoux, sucesor en la dirección, y varios colaboradores externos muy allegados al establecimiento.

15. Fue convocada por un doble motivo: Desagraviar a Dios por los acontecimientos políticos que se desarrollaban por entonces en Roma y demás Estados Pontificios (la llamada “Cuestión Romana” y la prisión del papa Pío IX); y dar gracias a la divina Providencia por la desaparición de la terrible epidemia de fiebre amarilla en el país.

16. Historia de la Virgen de Luján, 259.

17. El mismo debe ser considerado como continuación, bajo algún aspecto, del Colegio San Luis de la Capital, al menos en lo referente a la formación de vocaciones eclesiásticas. Confirma este parecer el Informe remitido a París el 1.° de enero de 1873 por el P. Révellière: “Nuestra Misión de Buenos Aires ha sufrido una modificación importante. El Colegio no cumplía el fin para el que se había fundado, y había pocas esperanzas que alguna vez pudiera merecer el nombre de Seminario, como se había creído poder darle al principio. Por otra parte, dificultades de toda clase habían sugerido a la muerte del P. Lavassiére, que era su Director, y se vacilaba sobre el partido a tomar, cuando Monseñor Aneiros, Administrador de la Diócesis, ofreció a Nuestro Muy Bien amado Padre [el Superior General] confiar a los Misioneros de Buenos Aires el célebre Santuario de Luján, pequeña Villa vecina a la Capital. Esta circunstancia providencial permitió dejar el Colegio que se entregó a una persona autorizada de la Institución y trasladarse a Luján con algunos alumnos, que, habiendo manifestado indicios de vocación religiosa, podrían ser el núcleo de un verdadero pequeño Seminario” (ACM, Tomo XXXI, 1874, 40). Esta es precisamente la finalidad primordial que persiguió el P. Fréret con su fundación.

MISIONERO ENTRE LOS INDÍGENAS

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