Kintsugi - Andrea Löhndorf - E-Book

Kintsugi E-Book

Andrea Löhndorf

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Beschreibung

¿Cómo nos sentiríamos si no tuviéramos que ocultar las cicatrices que nos ha dejado la vida? ¿Si dejáramos de percibir nuestras inseguridades como signos de flaqueza para verlas como oportunidades de crecimiento? Kintsugi es el antiguo arte japonés de reparar lo roto. Sus maestros utilizan polvo de oro para unir fragmentos y crear obras de arte; unas creaciones que alcanzan más valor que los objetos originales de donde provienen. La filosofía del Kintsugi no consiste en buscar la perfección, sino en hallar la belleza en nuestros defectos; en sanar y hallar la plenitud. Este libro describe cómo el Kintsugi puede cambiar nuestra vida. Nos enseña el secreto de la fuerza interior. Esa que puede ayudarnos a superar tiempos difíciles y nos permitir construir nuevas vidas tras una derrota; vidas más valiosas y auténticas que las que teníamos antes.

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PORTADA

Kintsugi

Kintsugi

El arte de transformar las dificultades en oro

Andrea Löhndorf

Traducción de Carlota Verdaguer

PORTADILLA

Título original alemán:

Kintsugi. Die Kunst, schwierige Zeiten in Gold zu verwandeln.

Autora: Andrea Löhndorf.

© Scorpio Verlag in der Europa Verlage GmbH, München, 2020.

© del texto: Andrea Löhndorf, 2020.

© de la traducción: Carlota Verdaguer Menéndez-Arango, 2022.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2022.

Avda. Diagonal, 189- 08018Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: marzo de 2022.

ref.: odbo015

isbn:978-84-1132-008-5

realización de la versión digital • el taller del llibre, s.l.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escritodel editor cualquier forma de reproducción, distribución,comunicación pública o transformación de esta obra, que serásometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirsea Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra(www.conlicencia.com; 917021970/ 932720447).Todos los derechos reservados.

CRÉDITOS

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Contenido

Kintsugi: el oficio dorado de la vida 11

El kintsugi en tu vida 17

1. Wabi-sabi: la belleza de lo imperfecto 25

El mundo en un cuenco de té 28

Nada es perfecto 33

Aceptar la realidad 35

Reescribiendo tu propia historia 39

La belleza de lo imperfecto 45

La fuerza de la autocompasión 51

2. Zen: la sencillez del ser 57

Un fantástico viaje hacia uno mismo 60

Ichi-go ichi-e: el regalo del instante 62

Encontrando la paz interior 68

La belleza de la sencillez 75

Conviértete en un dragón 79

CONTENIDO

8

CONTENIDO

3. Ikigai: por lo que merece la pena vivir 83

Ikigaisignifica vivir con entusiasmo 86

Buscando los detalles para encontrar el todo 96

El sentido en tiempos difíciles 98

4. Kaizen: las ventajas de ir paso a paso 101

El valor de empezar de cero 104

Grandes cambios con pequeños pasos 107

Da lo mejor de ti mismo 111

5. Yui ma¯ru: el poder de la pertenencia 115

La pertenencia te hace más fuerte 119

Dar te hará feliz 122

Bienvenido a tu nueva vida 133

Bibliografía 139

El mundo nos rompe a todos, y después muchos se vuelven más fuertes en los lugares rotos.

Ernest Hemingway

Kintsugi. El oficio dorado de la vida

KINTSUGI: EL OFICIO DORADO DE LA VIDA

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Hay una grieta en todo, así es como entra la luz.

«Anthem», Leonard Cohen

La búsqueda de una vida mejor está profundamente arraigada en la naturaleza humana. De niños, so-ñamos con alcanzar una vida perfecta, en la que tenemos buenas relaciones con los demás, una profesión gratificante, una familia feliz, unos amigos que nos saben valorar, y en la que vivimos aventuras emocio-nantes y cosechamos éxitos. Confiamos en poder lograr nuestro objetivo, pues tenemos la sensación inequívoca de que es lo que nos corresponde. Sin embargo, tarde o temprano, van apareciendo pequeñas grietas por aquí y por allá, algunos sueños empiezan a desmigajarse y otros se desvanecen por completo ante algún aconteci-miento. A menudo, reaccionamos de forma furiosa: «¡No es justo!», «¡Esto no es lo que me había imaginado!», «¡No me lo merezco!». Nos cuesta aceptar que, de alguna forma, nuestra vida no es perfecta. Además, tenemos la presión de una sociedad competitiva que nos obliga a mantener una fachada externa, razón por la cual oculta-mos vergonzosamente nuestros problemas.

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¿Qué pasaría si no tuviéramos que seguir escondiendo esas cicatrices que nos va dejando la vida? ¿Qué pasa-ría si nuestra vulnerabilidad no fuese una debilidad, sino una oportunidad para crecer, un signo de fuerza inte-rior? Esta es la enseñanza del kintsugi, una antigua tradi-ción japonesa cuyo origen se encuentra, probablemente, en el siglo xv. En sentido estricto, el kintsugi es una téc-nica artesanal consagrada a la reparación de la cerámica. Sin embargo, esta técnica emana del espíritu de la filoso-fía de vida japonesa, y tiene mucho que decir sobre la be-lleza de las fracturas y las imperfecciones.

En Japón se explica el origen del kintsugi a través de esta historia:

El origen del kintsugi

Ashikaga Yoshimasa, el octavo sho¯gundel shogunatoAshikaga (1436-1490), mostraba poco talento para el pa-pel de militar que, como sho¯gun, le había sido correspon-dido. Él prefería el arte, la literatura y la filosofía. Bajo su mandato, florecieron las venerables tradiciones japo-nesas del ikebana (arreglo floral), de la pintura a la tinta china y del teatro no¯. Pero fue la ceremonia del té lo que cautivó al sho¯gun. En una ocasión, se le rompió uno de sus cuencos de té favoritos y se quedó tan consternado que envió el cuenco a China con la esperanza de que allí lo pudiesen restaurar. Cuando se lo mandaron de vuelta, el sho¯gun se enfureció, pues los pedazos habían sido uni-dos con abrazaderas metálicas sin ningún cuidado. Ante esa situación, acudió a los mejores artesanos de Japón en busca de una solución. Tras mucho experimentar, los ar-

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tesanos le presentaron un cuenco hecho a partir de los pedazos del cuenco roto, que, sin embargo, era de una be-lleza excepcional e inédita. Las fracturas se habían unido con un ungüento de polvo de oro. En vez de ocultar las resquebrajaduras, los ceramistas las habían ennoblecido cuidadosamente dibujando finas líneas doradas. De esta forma, habían creado un cuenco de mayor valor que el anterior. El sho¯gunquedó encantado. Y, de esta forma, nació el kintsugi.

Kinsignifica «dorado», y tsugise puede traducir como «unir» o «reparar». Así pues, kintsugi quiere decir «unión dorada» o «reparación dorada». El proceso del kintsugi tradicional es realmente laborioso: para la preparación del ungüento adhesivo, el urushi, se utiliza la resina del árbol de la laca de Asia oriental. Todos los objetos tra-tados con urushi deben dejarse secar en un espacio libre de polvo, con mucha humedad y justo por debajo de los 30°C. El procedimiento completo dura varias semanas. Cuando se observa el proceso por primera vez, al princi-pio se suele poner en duda el resultado, pues el polvo de oro se añade en el último momento. Tras un pulido final, por fin resplandece la cerámica, cubierta de delicadas y si-nuosas líneas doradas, y convertida en una pieza nueva y sorprendentemente hermosa.

El kintsugi ejerce un poder mágico en quien lo ob-serva, pues, por un lado, dirige la mirada al lugar por donde el objeto se rompió y, por otro, muestra cómo una fractura no conlleva su fin, sino que es más bien un pe-queño paso en un largo viaje que todavía continúa. La pieza ya no es una entre muchas (a pesar de haber sido

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antes tan perfecta), sino que tiene su propia historia que contar: una historia única sobre rotura y curación; sepa-ración y nuevo comienzo. De esta forma, la pieza se con-vierte en un símbolo de vulnerabilidad, de fuerza y de belleza, pues, gracias al kintsugi, se ha vuelto más va-liosa. Según la tradición, los japoneses de aquella época quedaron tan entusiasmados por este nuevo arte que mu-chos de ellos rompían la vajilla a propósito para poder embellecerla con la técnica del kintsugi.

Sin embargo, el kintsugi es algo más que una artesa-nía. Es una imagen poética para describir un proceso por el cual pasan las personas cuando sienten que sus vidas se «hacen añicos», cuando atraviesan momentos doloro-sos o sufren una pérdida, y deciden recoger los pedazos de lo que fue su vida para crear una nueva. Esta nueva vida alberga el dolor y lo transforma, consiguiendo así ser todavía más plena de lo que fue la vida que se perdió. La imagen es tan conmovedora precisamente porque pa-rece hacer realidad un deseo tan antiguo como la huma-nidad misma: no dejar que las heridas y los reveses nos lleven al fracaso, al contrario, aprovecharlos para crecer y fortalecerse, e incluso para sentir más amor y aprecio por uno mismo, por los demás y por la vida.

Desde que existen los cuentos populares, siempre se contaron historias sobre el cambio que experimentaban los héroes cuando perdían cuanto tenían para enfrentarse a dragones (y a cosas peores), y cómo, al final, ganaban un reino (o, al menos, una vida sensata y feliz). Así como los alquimistas de la Alta Edad Media intentaron usar la piedra filosofal para convertir en oro los metales comu-nes, nosotros debemos albergar la esperanza de poder convertir los altibajos de la vida en algo valioso que re-sista los ataques.

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Anoche cuando dormíasoñé, ¡bendita ilusión!,que una colmena teníadentro de mi corazón;y las doradas abejasiban fabricando en él,con las amarguras viejas,blanca cera y dulce miel.

Antonio Machado

El kintsugi me fascinó desde el primer momento. ¿Qué podría significar aplicar el kintsugi en tu propia vida? La imagen de una vida humana atravesada por finas lí-neas doradas que, con sus fracturas, nos cuentan histo-rias imperfectas, pero también trascendentes y valiosas, tiene algo profundamente reconciliador. Además, está en absoluta contraposición a la fachada glamurosa que nos esforzamos en mostrar y estilizar, eliminando cualquier defecto de la superficie. Quizás haya llegado el momento de explorar este arte de vivir para poder encontrar la paz interior.

El kintsugi en tu vida

La decepción, la pérdida, la enfermedad, la separación, el rechazo, el fracaso, el envejecimiento y la muerte for-man parte de los grandes rompecabezas de nuestras vi-das. Según la gravedad del acontecimiento podemos sentir una ligera frustración o pasar por una larga fase de duelo. De todos modos, siempre se trata de algo dolo-roso. Como somos seres humanos (y no robots), no po-demos esquivar el dolor. Podemos aplazarlo durante un

El kintsugi en tu vida

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tiempo buscando distracciones, ensordeciéndolo o repri-miéndolo a base de mucho esfuerzo. Pero al final no se-remos capaces de evitar sentirlo, e incluso percibir que llega a su fin, ya que, tarde o temprano, si no se trata de una experiencia muy traumática, esta fase también aca-bará pasando.

Hay algo más, además del dolor, que se une a los acontecimientos. El doctor y psicoterapeuta Russ Harris lo llama «la brecha de la realidad». En medio de la vida que nos hemos organizado se abre una brecha entre la realidad de aquello que una vez fue (o lo que desearía-mos que fuese) y la realidad a la que, a nuestro pesar, nos enfrentamos. Se siente como si nos despertáramos de un sueño y nos diéramos cuenta de que, desgracia-damente, no nos acompaña ningún ángel de la guarda. Fracasamos, nos juegan malas pasadas y nos suceden cosas funestas. Esta brecha de la realidad es como una herida que aparece en nuestra vida.

La herida es el lugarpor donde entra la luz.

Rumi

A menudo ponemos mucha resistencia. Quizá luchamos con nuestros pensamientos: «¿Por qué yo? La vida no es justa», y hacemos estragos contra un destino que no po-demos comprender. En efecto, muchas veces la vida no es justa, pues salda las cuentas de una forma difícil de en-tender: con fortuna y desgracia inmerecidas. Es algo que contradice mucho la fuerte necesidad de tomar las rien-das sobre lo que nos sucede. Al fin y al cabo, nos hemos esforzado día a día para hacer las cosas bien, y de repente

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ocurre algo perturbador. Quizá, por nuestra parte, ali-mentamos pensamientos de autorrechazo como «yo no merezco sentir amor, reconocimiento y felicidad», y ex-perimentamos resignación y desesperación. O echamos la culpa a los demás y nos convencemos amargamente de ser las víctimas de su desconsideración y su codicia. A veces, sencillamente, sentimos miedo y dudamos de que pueda haber una salida a esta crisis.

El kintsugi nos enseña a no dar pábulo a la resisten-cia que surge ante esos bretes. Al contrario, aprendemos a reaccionar abiertamente con aceptación y compasión, y con la confianza de que una rotura no conlleva el fin, sino que es una parada en un viaje más significativo, el cual, en nuestra situación personal, todavía no alcanzamos a ver del todo. Ahora lo que importa es hacer una pausa y darse tiempo para percibirse a sí mismo de otra manera. En esta situación, la vida nos plantea cuestiones que nos ayudan a formar un nuevo camino: ¿qué cosas buenas he conseguido y con qué experiencias me quiero quedar? ¿Qué es importante para mí? ¿Qué considero equivo-cado? ¿Qué no quiero volver a vivir, y qué quiero tener todavía más? ¿Cuál es mi aportación a este mundo? ¿Hay algo nuevo que quisiera atreverme a probar? ¿Y adónde me lleva mi camino? Cada fractura exige una reflexión con uno mismo.

«Quién sabe para qué es bueno» era una de las fra-ses preferidas de mi abuela, que sobrevivió a dos guerras mundiales y a dos éxodos dramáticos. Muchas perso-nas explican que, efectivamente, sus vidas mejoraron de forma drástica tras una crisis. Asimismo, la psicología co-noce el insospechado valor de las fracturas: uno de los padres fundadores de esta ciencia, el doctor Jung, que se dedicó exhaustivamente al estudio del pensamiento orien-

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tal, llegó a ser el representante de la idea de que la per-sonalidad no se desarrolla por las ventajas que conlleva, sino por pura necesidad. «Sin sufrimiento no hay felici-dad», decía Jung para explicar su incómoda teoría. Dado que las personas tienden a quedarse en su zona de confort y son reacias a los cambios, únicamente la fuerza interna o externa del destino es capaz de ponerlas en movimiento. Para el que está pasando por una crisis, estas considera-ciones no sirven de consuelo. Sin embargo, visto desde la distancia, pueden despertar, perfectamente, la esperanza hacia nuevas perspectivas.

Quisiera pedirle, lo mejor que sé, querido señor, que tenga paciencia con lo que no está aún resuelto en su corazón y que intente amar las preguntas por sí mismas, como habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua muy extraña. […] Viva ahora las preguntas. Quizá después, poco a poco, un día lejano, sin advertirlo, se adentrará en las respuestas.*

Rainer Maria Rilke

Cuando nos encontramos con las cosas tal cual, tanto si nos gustan como si no, podemos atrevernos a sacar lo mejor de ellas y a transformarlas a conciencia. El kintsugi nos aproxima a la idea de que es posible tratar el mate-rial de tu propia vida como lo haría un artista. Françoise Gilot, exmujer de Pablo Picasso y pintora como él, nos cuenta en su biografía, Die Frau, die Nein sagt,**cómo

*Traducción de Maritza Izquierdo de la obra Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke. (N. del t.)

**De la obra original en alemán Die Frau, die nein sagt. (N. del t.)

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lidia con un error al pintar: cuando da una pincelada equivocada o añade demasiado color al cuadro, el resul-tado tiene que formar parte de una nueva configuración de las imágenes. Estos errores se integran en la obra, y la pintura adquiere un nuevo significado. La pintora se-ñala paralelismos con la vida: «Lo que se ha vivido per-manece y no se puede borrar. Será una parte de ti para siempre, pero al final lo que cuenta es lo que tú haces de todo ello. La vida es una gran obra de arte».

A través de este libro, te quiero invitar a hacer un viaje a las profundidades de la enseñanza de vida japonesa para descubrir el verdadero significado del kintsugi. Para ello, de vez en cuando, daremos un paseo por la psicología, la filosofía y la ciencia occidental, disciplinas que desde tiempos inmemoriales han buscado el oro del kintsugi y, en ocasiones, nos han ofrecido una especie de «traduc-ción» de un estilo de vida que, en un primer lugar, hemos percibido como algo completamente ajeno. Para abordar temas tan importantes como el arte de vivir, los japoneses tienen la curiosa costumbre de prescindir de las palabras y expresarse a través de la poesía, los símbolos o las imá-genes. Esta predilección es a la vez un reflejo de su estilo de vida: los acontecimientos no pueden expresarse en pa-labras, solo pueden vivirse. Prometo esforzarme para no destruir la magia del kintsugi cuando intente explicarlo desde el punto de vista occidental y trate de desencade-nar los pasos que hay que seguir de forma factible y apli-cable. A pesar de todo, la clave del kintsugi consiste en saber encontrar la belleza en toda imperfección. Espero que tú, lector, también encuentres un poco de oro en este libro imperfecto.

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Cada una de estas enseñanzas de vida, como el wabi-sabi, el zen, el ikigai, el kaizen o el yui ma¯ru, ofrecen nu-merosas y muy útiles «herramientas» diseñadas no solo para capear los tiempos de crisis, sino para, como en el kintsugi, transformarlos en algo positivo. Se trata de es-tilos de vida curativos y de procedimientos espirituales cuya eficacia ha sido probada en numerosas ocasiones; de hecho, en cierta medida, ha sido incluso atestiguada por investigaciones científicas. En su conjunto, estas ense-ñanzas de vida conforman nuestro taller de kintsugi per-sonal, en el que vamos a «reparar» nuestra vida y darle una capa de oro.

A la filosofía del wabi-sabi le debemos nuestras dos primeras