La arquitectura moderna en Chile (1907-1942) - Max Aguirre González - E-Book

La arquitectura moderna en Chile (1907-1942) E-Book

Max Aguirre González

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Beschreibung

Este libro destaca el rol de los arquitectos que, agrupados en asociación gremial, fueron capaces de impulsar, en un periodo de 35 años (1907-1942), cinco grandes iniciativas: la creación del Colegio de Arquitectos, el apoyo a la formación de Facultades de Arquitectura, la participación en los Congresos Panamericanos de Arquitectos, la aprobación de reglamentos de edificación y la publicación de revistas.

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720.983

A284mAguirre González, Max.

La arquitectura moderna en Chile [1907-1942]:

Revistas de arquitectura y estrategia gremial /

Max Aguirre González.

1a reimpresión de la 1a ed. Santiago de Chile: Universitaria, 2014.

299, [1] p.: il.; 18,5 x 26,5 cm. (Imagen de Chile)

Bibliografía: p. 293-[296].

ISBN Impreso: 978-956-11-2369-4ISBN Digital: 978-956-11-2370-0

1. Arquitectura moderna – Chile - Historia.

2. Escuelas de arquitectura – Chile – Historia.

I. t

© 2012. MAX AGUIRRE GONZÁLEZ.

Inscripción Nº 216.751, Santiago de Chile.

Derechos de edición reservados para todos los países por

© Editorial Universitaria, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050. Santiago de Chile.

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,

puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por

procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o

electrónicos, incluidas las fotocopias,

sin permiso escrito del editor.

DIAGRAMACIÓN

Yenny Isla Rodríguez

www.universitaria.cl

Diagramación digital: ebooks [email protected]

A la Mistela

ÍNDICE

Agradecimientos

Prólogo

Introducción

Capítulo ILAS REVISTAS Y LA MODERNIDAD

Títulos y periodos de publicación

El cambio de la arquitectura y las revistas

Proceso de conversión a la modernidad

Capítulo IIMODERNIDAD CULTURAL Y ARQUITECTÓNICA

La cultura de la modernidad

Los orígenes de la arquitectura moderna en Chile

La arquitectura académica y el desarrollo profesional

Los inicios de la modernidad arquitectónica

El terremoto, propulsor de la modernidad

La estrategia gremial y las revistas

Los signos de una cultura modernizada en las revistas

La arquitectura hacia la modernidad

Capítulo IIIESTRATEGIAS PARA UNA CONQUISTA DE LA ARQUITECTURA

Creación del Colegio de Arquitectos

Formación de las facultades de arquitectura

Integración social de la arquitectura: congresos y reglamentación

Capítulo IVTRANSFORMACIONES CULTURALES EN LA ARQUITECTURA

Vivienda popular

Transformación urbana

Capítulo VTRADICIÓN Y MODERNIDAD EN EL PROYECTO ARQUITECTÓNICO

Estilos y ornamentos

Arquitectura nacional

Didáctica de la modernidad

Capítulo VILA TRANSFORMACIÓN DEL PROYECTO

Indicios de la transformación en marcha

Hacia la desaparición del pasado

Los cambios en el proyecto

Fuente de imágenes

Bibliografía

Libros

Revistas

Documentos

Índices

Onomástico

Conceptos

Instituciones

Publicaciones

AGRADECIMIENTOS

Este libro se publica gracias al Fondo de Publicaciones Rector Juvenal Hernández J., de la Universidad de Chile, que otorgó el premio de su publicación en el concurso del año 2009, de lo que me siento muy honrado y estoy muy agradecido. Asimismo, agradezco la colaboración de las bibliotecarias de la sede de Lo Contador de la Universidad Católica, que facilitaron la consulta de las revistas que sirvieron de base a la investigación en que se apoya el libro. Y, especialmente, a María Teresa Salinas Díaz, que tuvo la generosidad de corregir la redacción, de cuyo resultado final sigo siendo el único responsable.

PRÓLOGO

La aventura intelectual de Max Aguirre González se refleja puntualmente en el trabajo de investigación que le valió el grado de Doctor en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid en 2004, y que ahora, seis años después, aparece en público.

El haber asistido desde una posición privilegiada a su desarrollo, quizás también el haber podido contribuir a su culminación como director de su Tesis, además de haberme producido una gran satisfacción en su momento, me permiten hoy intentar aportar una mirada, hasta cierto punto externa, a su esfuerzo, que espero sea compartida por quienes, sin prejuicios, se acerquen ahora a su conocimiento.

Recuerdo que, en 1987, conocí a Max en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Acudía como alumno de los Cursos de Doctorado que allí impartíamos, siendo ya por entonces profesor universitario en Chile. Desde un principio me resultó evidente su calidad humana y su clara inteligencia, cualidades fundamentales para abordar con éxito un trabajo de investigación honesto que pretendiera aportar conocimiento, y no sólo cubrir un expediente, a un área concreta. El caso es que tiempo después, en 1989, al plantear como tema para su Tesis Doctoral un estudio de la arquitectura moderna en Chile, las primeras aproximaciones partían necesariamente de lo publicado al respecto hasta entonces desde el propio ámbito chileno, lo que sobre ello se podía adivinar desde España, y desde el principio, la propia experiencia de la realidad y la historia locales, que Max comenzó a considerar desde entonces como determinantes.

En este sentido, mi interés inicial en el tema se dirigía hacia la posible aportación española al proceso de modernización de la arquitectura chilena. En particular, la influencia de arquitectos como Rodríguez Arias, o la de las publicaciones profesionales, en especial Arquitectura. O la influencia del “viaje a España” de alguno de los principales arquitectos promotores del cambio en Chile. Estudiadas con detalle estas posibles influencias, se constató cómo fueron desbordadas por la fuerza implacable de una realidad indiscutible y una distancia enorme, la que hacía de Chile una entidad aislada en sí misma, reflexiva y, en gran medida, autónoma.

Lo que en un principio se planteaba como un problema de transculturación, a lo que contribuían los estudios existentes, fue convirtiéndose, al verificar los desajustes entre los planteamientos teóricos y la realidad en que se aplicaron, en un análisis de esta realidad al margen de prejuicios más o menos ideologizados.

Desde este enfoque, la aproximación al proceso de la modernización de la arquitectura en Chile, aunque obviamente condicionado por factores externos, adquirió un sesgo distinto. El desarrollo de ese complejo proceso apareció entonces claramente vinculado al de la afirmación de una clase profesional que, apoyada en el conocimiento científico de los procesos constructivos, intentó simultáneamente afianzar su propia identidad y resolver problemas sociales concretos. Para ello tuvo que atender a varios frentes abiertos de forma prácticamente simultánea, ligados a las circunstancias específicas del país, su evolución económica y su particular relación con la Naturaleza. La urgencia de los requerimientos planteados por la acción conjunta de los terribles terremotos que asolaron periódicamente al país y las necesidades derivadas de la urbanización creciente, obligaron a dar respuestas pragmáticas a unos profesionales todavía condicionados intelectualmente por la especulación estética. La aventura que supuso el cambio necesario, asumido por un pequeño número de arquitectos, no más de 180 en algún momento, fue recuperada por Aguirre a través de las acciones, vistas como una estrategia de supervivencia, que acometieron colectivamente a través de la organización profesional que culminó en la constitución del Colegio de Arquitectos en los inicios de los años cuarenta del siglo pasado, en la búsqueda de una enseñanza ajustada a las circunstancias históricas y culturales chilenas, en el debate interno mantenido a través de la participación en los Congresos de arquitectura a los que asistieron de forma habitual, y especialmente en la manifestación de sus conflictos internos y sus convicciones a través de las revistas promovidas desde la organización colegial. Si aparentemente este último aspecto no parecía ofrecer un campo de análisis en el que se pudiera observar una confrontación de tendencias opuestas, al tratarse de unas publicaciones promovidas siempre por la misma institución, sí resultarán ser un magnífico espejo en el que se reflejarán los cambios, las tendencias y los conflictos que los arquitectos chilenos tuvieron que superar sucesivamente hasta lograr concretar un modo “moderno” de pensar el proyecto; en definitiva, de constituirse en modernos plenamente. De ser modernos. Y la modernidad, considerada como fin alcanzado, se convalidó socialmente por la eficacia y adecuación de sus soluciones más que por la aceptación de sus principios formales.

El trabajo de Max Aguirre se puede entender desde la búsqueda de respuestas a unos interrogantes de carácter vital en términos de supervivencia intelectual. Atrapado el autor en lo circunstancial, pretende por ello indagar en las razones de una situación históricamente condicionada por fuerzas culturales instaladas en enfoques convencionales que no responden a la prueba de la verificación más sensata.

Son precisamente la sensatez de la metodología aplicada, la perspicacia al afrontar las razones ocultas de los cambios, la honesta búsqueda de una realidad compleja pero inteligible, la perplejidad ante respuestas simplistas y por ello aceptadas aunque no aceptables en su totalidad, el afán de entender la propia circunstancia, la necesidad de establecer las señas de identidad, las motivaciones que impulsan la búsqueda emprendida hace años por Aguirre. Que vea ahora la luz el resultado, corregido, de su TD, brillantemente defendida en la ETSAM, no significa que ese proceso haya terminado.

Si bien no fue Aguirre el primero en recorrer ese camino necesario, ni afortunadamente el último en hacerlo, su esfuerzo supuso, sin embargo, un cambio de orientación en el enfoque dominante hasta entonces. En lugar de buscar afuera los motores del proceso hacia la modernidad arquitectónica en Chile, se replanteó la estrategia del trabajo a partir de las causas internas y profundas, de las necesidades de un espacio geográfico y unas circunstancias históricas concretas. Obviamente, los modelos externos validaron o incluso guiaron el sentido de la evolución de la arquitectura en Chile. Pero fueron otras motivaciones, más urgentes, las que le propiciaron y le hicieron inevitable. Aplicando el sentido común, tan escaso y en general tan poco valorado, Aguirre ha desmontado en buena parte lo que se venía considerando como inevitable dependencia para convalidar el cambio.

Sus observaciones han subrayado la extraordinaria importancia de la aportación de los arquitectos chilenos, muy pocos en números absolutos, a la transformación profunda de la práctica profesional, a la enseñanza, a la difusión de sus ideas, a la solución de los problemas sociales y económicos de un país sometido a frecuentes y devastadores seísmos.

La aventura que Aguirre analiza con precisión y objetividad en este estudio es, en el fondo, la de la búsqueda de su propia identidad como arquitecto chileno en busca de razones concretas que validen lo que la teoría puede considerar como la simple consecuencia de fuerzas o corrientes internacionales “inevitables”. Aunque no se puede negar su existencia ni su influencia, son las circunstancias espacio-temporales concretas y la voluntad implícita en un pequeño grupo de arquitectos por reconocerse en el mundo como agentes del progreso, los condicionantes de un modo de ser moderno particular y autóctono, no transculturado, al menos en lo fundamental. Esta visión particular del mundo de la arquitectura chilena y su evolución interna me parece una aportación conceptualmente fundamental en la medida que independiza los análisis de fuentes externas, abriendo un espacio de estudio autónomo desde el que se puede entender mejor una realidad cambiante y conflictiva, a la que el arquitecto ha de dar respuesta eficaz e independiente. En este sentido, el aporte de Aguirre resulta un trabajo de referencia ineludible, un excelente ejemplo de mirada interior, ajustado a factores estructurales.

Una reflexión natural, no impostada, contra lo intelectualmente convenido, a favor de lo sencillamente razonable.

Miguel Ángel Baldellou Santolaria

Universidad Politécnica de Madrid

Madrid, mayo de 2010.

INTRODUCCIÓN

Este estudio se organiza en torno a seis capítulos. El primero, “Las revistas y la modernidad”, destaca el rol de los arquitectos que agrupados en asociación gremial son capaces de impulsar, en un periodo de treinta y cinco años, cinco grandes iniciativas: la creación del Colegio de Arquitectos, el apoyo a la formación de facultades de arquitectura como centros universitarios independientes de los de ingeniería, la participación en los congresos continentales de arquitectos, la propuesta de reglamentos de edificación y la publicación de revistas. Por lo anterior, se logra imponer un liderazgo profesional en el área de la construcción y consolidar el cambio más importante de la arquitectura después de la introducción académica de la disciplina en el país, iniciada con la llegada de Toesca en 1780.

En el segundo capítulo, “Modernidad cultural y arquitectónica”, se aborda la aparición de manifestaciones de cambios culturales que exceden la arquitectura y comprometen la economía, la producción, la política y la sociedad, e irrumpen en la esfera de acción de los arquitectos trastornando la práctica profesional, los principios del proyecto y el resultado de las obras, induciendo cambios en la manera de concebir el proyecto. Este estudio analiza el modo cómo las revistas dan cuenta de este proceso. Se plantea la cuestión del origen histórico de la modernidad arquitectónica en el país, estableciendo la correspondencia entre los acontecimientos culturales que comprometieron a todo el país y el proceso de transformación de la arquitectura durante el siglo XX.

En el tercer capítulo, “Estrategias para una conquista de la arquitectura”, se expone cómo los arquitectos en las revistas se hacen cargo del impacto que tiene la modernización cultural en ella y ponen en marcha tres estrategias para enfrentarlo: creación del Colegio de Arquitectos, formación de Facultades de Arquitectura e integración social a través de la participación en congresos de la profesión y la promoción de la reglamentación de la práctica de la arquitectura.

En el cuarto capítulo, “Transformaciones culturales en la arquitectura”, se aborda la aparición de los fenómenos de la vivienda popular y la transformación urbana, manifestaciones de la cultura moderna que comprometen el campo de la arquitectura.

El quinto capítulo, “Tradición y modernidad en el proyecto arquitectónico”, parte por el cuestionamiento y la crisis de los estilos y los ornamentos como recursos fundamentales, hasta entonces, de generación de la forma arquitectónica. Luego, se trata sobre las vías de adaptación que se ensayan a través de la búsqueda de una “arquitectura nacional” que, sustituyendo el imperio de estilos históricos transnacionales, intenta salvar el recurso del estilo como principio de determinación de la forma. Las revistas, además, cumplieron un rol didáctico, que puso en evidencia la necesidad de conocer las nuevas tecnologías y materiales para resolver los problemas de la época, aplicaciones que por sí solas irán socavando los criterios proyectuales afincados todavía en la acción profesional.

Y por último, en el sexto capítulo, “La transformación del proyecto”, se presentan las características específicas con las que, en un proceso evolutivo e involutivo constante, se asimilan principios que van definiendo un modo nuevo de concebir el proyecto, se representa en su planimetría y se construye su forma. Se observan signos de consolidación de un nuevo proyecto arquitectónico, es el cambio caracterizado por el abandono de los estilos históricos y los ornamentos, y la hegemonía de criterios de proyectos basados en la producción industrial, la estandarización, el prototipo, el cálculo, las aplicaciones de la racionalidad científica y de la tecnología de la máquina. Puede hablarse de consolidación si aceptamos que a fines de la década del cuarenta la reforma de la enseñanza de la arquitectura en esta dirección, la adopción por parte del Estado de políticas fundadas en estos criterios y la ley que crea al Colegio de Arquitectos otorgándole facultades reguladoras del ejercicio profesional, aseguraron la nueva concepción de la arquitectura.

Los seis capítulos describen un permanente avanzar y retroceder respecto del cambio que se gestó en la arquitectura entre 1913 y 1941, de acuerdo con el testimonio de las revistas. Un alejarse de los estilos y un volver a acercarse a ellos. Son tiempos paradójicos y ambiguos respecto a la fundamentación de la forma arquitectónica. Es una época rica en realizaciones que enfrenta la creatividad al desafío, al desconcierto y al conflicto. Son tiempos predominantemente de obras y no de teorías. Son tiempos de acción, de respuestas a exigencias que no podían esperar.

Cada uno de estos capítulos deja constancia e interpreta el contenido de las revistas sobre los temas que en ellos se abordan. Se propone como perspectiva de interpretación de los hechos, que hay una transformación de las bases culturales de la sociedad, esto es, en la economía, la política y la producción, que induce cambios en los diversos campos de actividad, tales como salud, educación, comercio, servicios, obras públicas, en las instituciones, en los habitos sociales, en el comportamiento de grupos y personas y, en síntesis, en la vida cotidiana.

Desde estos cambios, que denominamos cambios culturales, emergen necesidades y requerimientos a la arquitectura; por ejemplo, viviendas baratas, regulación de la edificación y del crecimiento urbano. Sólo entonces los arquitectos son impelidos a responder con propuestas que no pueden sino considerar una nueva concepción del proyecto.

CAPÍTULO I

LAS REVISTAS Y LA MODERNIDAD

TÍTULOS Y PERIODOS DE PUBLICACIÓN

Basado en el estudio de seis títulos de revistas publicadas sucesivamente, que constituyen la fuente primaria de la investigación, se pretende establecer cómo se realiza el proceso de transformación de la arquitectura en el periodo 1907-1942. Se consultaron 67 números, correspondientes a 6 títulos de revistas publicadas entre 1913 y 1941, todas dentro del periodo 1907-1942 de gestación del Colegio de Arquitectos, según la siguiente distribución: Revista de Arquitectura 1913-1923 (8 números); El Arquitecto 1924-1927 (16 números); Forma, 1927 (2 números); Arquitectura y Arte Decorativo 1928-1931 (13 números); ARQuitectura 1935-1936 (6 números); Urbanismo y Arquitectura 1936-1941 (22 números)1. El número de revistas consultadas corresponde a los ejemplares encontrados y no necesariamente al número total que pudo ser publicado.

De acuerdo con las revistas consultadas, no hay antecedentes de revistas publicadas entre 1916 y 1921 y entre 1932 y 1934, lo que indica que entre 1913 y 1941, periodo que abarcan las revistas publicadas, hubo un total de nueve años en el cual no se publicaron estas revistas. En 1927 coincidieron dos títulos, Forma y El Arquitecto.

La historia de la arquitectura moderna en Chile es un campo de investigación disciplinar limitado, en parte, porque su objeto de estudio sería de reciente data2, lo que en la práctica se traduce en pocas publicaciones en comparación con las de otras materias de la arquitectura3. Las publicaciones sobre historia de la arquitectura moderna se pueden dividir en dos grupos: las que ofrecen una visión histórica panorámica, que son las menos e integran numerosos autores, obras y acontecimientos diversos, y las publicaciones monográficas que se refieren a la obra de un arquitecto o a un tema específico. En ambos grupos predomina una metodología heterodoxa que combina la historiografía con las apreciaciones teóricas, siendo escasas las publicaciones exclusivamente históricas. En la mayoría de ellas su principal contribución está en la recopilación o reconstrucción planimétrica de obras y el análisis de sus características4.

Las revistas nacionales representan en la época una perseverante y genuina expresión de la evolución del pensamiento local sobre la modernidad arquitectónica. Los libros publicados que completan el universo de publicaciones sobre arquitectura o materias vinculadas a ella, en el periodo 1913 a 1941, cuando se publican las revistas estudiadas, son los siguientes: Francisco Mardones Oteíza, ingeniero, Curso de Jeometría Descriptiva (sic), 1907 (f.1); Ricardo Larraín Bravo, La Higiene Aplicada en las Construcciones, (1909) (f.2).

f.1 Portada del libro Curso de Jeometría (sic) Descriptiva, por Francisco Mardones Oteíza, 1907.

Ricardo Larraín Bravo, La Edificación Moderna en Buenos Aires, 1910, en Anales de la Universidad; Carlos Carvajal, Arquitectura Racional de las futuras ciudades, 1912; Ismael Valdés, La Transformación de Santiago, 1917; Enrique Gómez, editor, Album Construcciones Modernas, en 4 tomos: 1919, 1921, 1922 y 1923; Roberto Dávila, La Portada. Nuestra Arquitectura del Pasado, 1927; Karl Brunner, Santiago de Chile: su estado actual y futuro, 1932; Ernesto Greve, ingeniero, Historia de la Ingeniería en Chile, 1938; Eduardo Secchi, Arquitectura en Santiago. SigloXVIIa sigloXIX, 1941; Alfredo Benavides, Arquitectura en el Virreinato del Perú y en la Capitanía General de Chile,1941; Roberto Montandón, Apuntes sobre el Pukara de Lasana e Iglesias y Capillas Coloniales en el Desierto de Atacama, Eduardo Secchi, La casa chilena hasta el sigloXIX, Eugenio Pereira Salas, Convento de San Francisco Máximo, publicados por el Consejo de Monumentos Nacionales como cuadernos de interés documental; Carlos Peña Otaegui, Santiago de siglo en siglo, 1944; y Fernando Márquez de la Plata Arqueología del Antiguo Reino de Chile, 1953, dos obras que no siendo de arquitectura tienen enorme interés en esta especialidad.

f.2 Portada del libro La Higiene Aplicada en las Construcciones, por Ricardo Larraín Bravo, 1909.

El estudio permite comprobar que todas las revistas publicadas dentro del periodo fueron auspiciadas o fueron órgano oficial de la organización gremial de los arquitectos, que desarrolló una labor crucial en la creación del Colegio de Arquitectos desde 1907 hasta su logro en 1942, coincidiendo casi con el periodo de revistas estudiado. En ese arco de tiempo la revista más antigua considerada data de 1913 y la más reciente de 1941.

EL CAMBIO DE LA ARQUITECTURA Y LAS REVISTAS

Las revistas son un registro histórico de los temas que abordan, recogen las pulsaciones del momento, son testimonio espontáneo de ideas y, cuando corresponde, también lo son de imágenes. Tienen el mérito de la actualidad respecto de la época en que se publicaron. Dejan constancia del estado de la arquitectura. Las revistas definen un campo de estudio acotado, son el objeto de las cosas que tratan. En este sentido son fuente historiográfica5 (f.3, f.4, f.5, f.6, f.7 y f.8).

f.3 Portada de la Revista de Arquitectura, 1922.

f.4 Portada de la revista El Arquitecto, 1925.

f.5 Portada de la revista Forma, 1927.

f.6 Portada de la revista Arquitectura y Arte Decorativo, 1929.

f.7 Portada de la revista ARQuitectura, 1935.

f.8 Portada de la revista Urbanismo y Arquitectura, 1938.

Se quiere conocer cómo las revistas fueron testigo de la transformación de la arquitectura y cuáles fueron los argumentos que se dieron en ellas para esa transformación. Lo que dicen representa una interpretación del cambio de la arquitectura en el país. Si tomamos un mismo título, por ejemplo Arquitectura y Arte Decorativo, que agrupa la publicación periódica de números de esa revista, se constituye este título en un registro coherente que puede ser utilizado como una unidad histórica de investigación.

Las revistas son una expresión de la modernidad cultural. Ellas son el resultado del nuevo régimen de producción impuesto desde la Revolución Industrial: mecánica, en serie, estandarizada y masiva. La arquitectura moderna fue resultado de un proceso dinámico de cambios continuos. Hubo que transmitir con rapidez y con amplia cobertura de difusión los acontecimientos y las ideas. Fue necesario crear las condiciones ideológicas apropiadas para asumir los cambios que ya estaban a la vista en la economía, la política, la producción y la tecnología. En esto radica la importancia de las revistas como fuente historiográfica.

Las revistas elegidas son las publicadas en el periodo de formación de la actividad gremial desde la fundación de la primera Asociación hasta la creación por ley del Colegio de Arquitectos. Hay un vínculo estrecho y explícito entre el proceso de gestación de esta organización, las luchas llevadas adelante por la asociación y la existencia de estas publicaciones como medio de inserción en la sociedad y, sobre todo, como vía de transmisión de ideas a los mismos arquitectos formando un férreo círculo de influencia. La relación entre el carácter institucional que fue adquiriendo la organización y las ideas que transmitía le confirieron a las revistas una autoridad de hecho, que se vio confirmada por el creciente reconocimiento a la acción gremial en la vida pública y la incorporación de un número cada vez mayor de profesionales al gremio. Pues bien, simultáneamente, el derrotero seguido por los arquitectos organizados estuvo marcado por el rol que cumplieron en la instauración de la arquitectura moderna, que crearon una cadena de operaciones que describen la existencia, consciente o inconscientemente, de una estrategia de implantación de la modernidad arquitectónica que amarra los objetivos gremiales con la transformación de la arquitectura en la gestión editorial de las revistas.

A partir de una definición comprehensiva de arquitectura moderna, tenida como especie de cartabón, se pretende medir cómo y cuándo se acerca la arquitectura de la época, tratada en las revistas, a esa definición, a ese modo de ser de la arquitectura. Interesa conocer qué llaman arquitectura moderna en las revistas, a qué se opone; qué se opina sobre ella, qué obras la representan, qué méritos se le reconocen. Las revistas de arquitectura corresponden a “un tipo concreto de soporte que es la publicación periódica especializada (...). Destacando esta como una fuente de carácter mixto en la que varios componentes, además del texto, hacen de ella un objeto complejo en forma y contenido, que permite diferentes niveles de información”6. La actual perspectiva con que se asumen los derroteros históricos de la arquitectura moderna muestra que “las manifestaciones de la arquitectura de vanguardia no son tan unitarias ni tan opuestas a las corrientes históricas como se ha pretendido. La novedad y la tradición transitan por territorios comunes. La arquitectura del Moderno refleja unos momentos en que confluyen circunstancias sociales y políticas que hacen aflorar, aunque con desiguales resultados, posibilidades largo tiempo latentes, cuya interpretación a la luz del conjunto de la documentación que ha generado se va matizando progresivamente (…)”7. “Constituida nuestra Sociedad, fue su aspiración la de poseer un elemento de propaganda que fuese el exponente de nuestra cultura y difusor de nuestro trabajo. La comisión encargada de llevar a efecto esta idea está compuesta de los señores Carvajal, Ballacey, Hernández y Smith. (...). Vencidas todas (...) (las dificultades) tengo el agrado de presentaros hoy el primer número de la Revista que será, en lo sucesivo, el órgano de nuestra Sociedad”8.

La asociación gremial nació por iniciativa de los arquitectos formados en las escuelas universitarias cuando la práctica arquitectónica podía ser realizada aun sólo con la experiencia adquirida en obra, sin necesidad de contar con el título otorgado por las universidades, y cuando afloraron, como resultado del impacto de la cultura moderna, los requerimientos de “vivienda popular” y de “transformación urbana” que tocaron a la arquitectura. La introducción de los nuevos materiales y las tecnologías asociadas a su aplicación, exigieron un conocimiento sistemático difícil de adquirir con la sola práctica de obra9. Los estudiantes iniciaron una adhesión consciente y beligerante a la arquitectura moderna que promovieron en el ámbito de sus centros de formación en un periodo de quince años (1933-1948). En ese contexto se entiende que la organización gremial surgió como instancia de protección del mejor ejercicio profesional y, luego, como referente profesional para la disciplina ante la sociedad y la administración, para abordar problemas que por su carácter social, político, económico y de gran envergadura de producción, excedía las posibilidades de ejecución en el ámbito exclusivo del proyecto academicista. La organización gremial nace como una forma de defensa del ejercicio profesional y se transforma en una voluntad de acción colectiva para abordar los requerimientos de la vivienda popular y la transformación urbana.

La publicación de revistas por iniciativa de la asociación de arquitectos cumplió un papel estratégico para lograr estos objetivos, unificó los planteamientos de los arquitectos y asumió la representación profesional acrecentando su influencia ante otros profesionales, el público y la autoridad administrativa. Comunicó y convocó a los arquitectos en torno a una “agenda” de preocupaciones y tareas. Agrupó a los arquitectos y fortaleció el sentido de pertenencia al gremio de la profesión. Tal vez sin proponérselo, definió una especie de arquitectura oficialista consagrada por el peso que supuso la publicación de las únicas revistas locales de arquitectura editadas por la organización gremial y, frente a la opinión pública, dio el respaldo institucional del gremio a la acción profesional individual. Asumiendo que la arquitectura moderna fue la arquitectura del cambio, esta se instauró en el país en el periodo 1900-1950 y las publicaciones fueron testigos de esta transformación.

La publicación de esas revistas no fue un hecho independiente de la actividad de los arquitectos en favor de la profesión en la primera mitad del siglo XX. En 1907 se fundó la primera organización gremial de los arquitectos del país; en 1920 participaron como entidad en el Primer Congreso Panamericano de Arquitectos y lo siguieron haciendo en los sucesivos eventos continentales; en 1930 se promulgó la primera Ordenanza General de Construcciones y Urbanización; en 1933 se inició un movimiento estudiantil que buscaba transformar la enseñanza de la arquitectura, que culminó en la década de 1940 con las reformas en las escuelas de las universidades de Chile y Católica; en 1936 se fundó la Caja de la Habitación Popular, y en 1942 se creó por ley el Colegio de Arquitectos. En relación con esos acontecimientos los arquitectos actuaron en diversos ámbitos más allá del exclusivo ejercicio profesional. Muchos cumplieron en un mismo periodo funciones gremiales, docentes, en directorios de instituciones de financiamiento de la construcción, funciones políticas en el parlamento, en la administración pública. El número de arquitectos ligados a la asociación gremial creció paulatinamente, y aún así, los inscritos no superaron un promedio de ciento ochenta arquitectos entre 1925 y 1941, de los cuales un número menor era el de los arquitectos que participaban activamente en estas iniciativas10.

La arquitectura moderna puede considerarse instaurada en Chile cuando pasó a ser una acción impulsada por el Estado, comprometiendo normativamente al país, cuando la enseñanza de las escuelas de arquitectura aseguró la formación profesional bajo estos nuevos principios y cuando la creación por ley del Colegio de Arquitectos reguló la actividad profesional. Esta conjunción de acontecimientos sucede en una cadena de hechos. El terremoto de Chillán en 1939 obligó al Estado a optar por la propuesta moderna impulsada por los arquitectos agrupados en la asociación gremial, porque representó la opción más rápida, económica y productiva para atender la emergencia del desastre. La reforma de la enseñanza de la arquitectura se logra en 1946 en la Universidad de Chile y en 1948 en la Universidad Católica. El Colegio de Arquitectos adquiere existencia legal en 1942. En el periodo 1939-1942, marcado por estos hechos, quedó definitivamente establecida la arquitectura moderna en Chile.

PROCESO DE CONVERSIÓN A LA MODERNIDAD

Los arquitectos debieron hacer un proceso de conversión (como muchos otros colectivos profesionales en cada una de sus respectivas disciplinas, más o menos sincrónicamente), desde la manera tradicional de entender su rol profesional en la sociedad, los medios tecnológicos con los cuales ejecutar las obras y la manera de concebir el proyecto de arquitectura. Esa conversión consistió en pensar el proyecto y la obra bajo el régimen de racionalidad científica, base epistemológica de la modernidad que define el ser moderno. Su realidad arquitectónica se encuentra, principalmente, en la relación funcional de los recintos, el empleo de materiales y técnicas constructivas producidos industrialmente con dimensiones estandarizadas, con un creciente apoyo de maquinaria de construcción y mano de obra con nuevas especializaciones tecnológicas. La valoración de la productividad de la obra también fue un aspecto que influyó en esa evolución, considerando el costo, el tiempo de ejecución y su capacidad de repetición.

Al mismo tiempo, la concordancia de la estructura con la conformación espacial de los recintos y la forma final condujo, paulatinamente, al abandono de los referentes históricos y de la tradición como base de la representación formal, del ornamento y el estilo como sistema de significación social. La eficacia mecánica u orgánica fue el modelo de la relación de las partes integrantes de la totalidad, que hizo perder a la belleza la finalidad de ser un resultado formal. Por eso, el predominio de la geometría de la forma fue la expresión de la síntesis que alcanzó la abstracción científica, que explica la creciente sustitución, en todo o en parte, de los modos artesanales de producción constructiva por modos industriales de producción. Esto abrió la posibilidad del nacimiento de un espacio inédito en la arquitectura.

Esta larga enumeración responde al deseo de dejar constancia de los indicios históricos de la transformación estudiada, los cuales no suceden en las obras simultáneamente ni de la misma manera. Con distintos énfasis y diversa importancia van participando en las propuestas, en grupos de profesionales o arquitectos individualmente considerados. No obstante, llega un momento en que, observada en perspectiva histórica la producción, en una época y lugar dados, se establece la hegemonía de esta concepción moderna de la arquitectura.

1Revista de Arquitectura (RA), ocho números: junio 1913, Nº1, año I; noviembre 1913, Nº2, año I; febrero 1914, Nº3, año I; mayo 1914, Nº 4, año I; mayo 1915, Nº 5, año I; mayo 1922, Nº 1, año I; s/mes 1923 (¿?), Nº 4, año I; y septiembre c. 1923, Nº 1. El Arquitecto (EA), diez y seis números: noviembre 1924, Nº 2, año I; 1925, año II (12 números de enero a diciembre); julio 1926, Nº 1, año III; agosto 1926, Nº 2, año III; marzo 1927, Nº 1, año IV. Forma (F), dos números: marzo y agosto 1927, Nº 1, año I y Nº 2, año I, vol.I, respectivamente. Arquitectura y Arte Decorativo (AAD), trece números (hay un número especial doble): 1928-1931(a partir de diciembre de1928). ARQuitectura (A), seis números: agosto 1935, Nº 1; octubre 1935, Nº 2; noviembre 1935, Nº 3; enero 1936, Nº 4; febrero 1936, Nº 5; y abril 1936, Nº 6. Urbanismo y Arquitectura (UA), veintidós números: 1936-1941. (Entre paréntesis se indica la abreviatura con la que se identificará en adelante cada revista).

2 Para estos efectos consideramos que la arquitectura moderna en Chile tiene un periodo de gestación que abarca la primera mitad del siglo XX.

3 Eliash y Moreno, 1989, p. 26: “Este desconocimiento de la realidad de nuestra arquitectura ha producido una historia que ignora épocas e intervenciones que hasta hace poco tiempo estaban fuera de nuestro patrimonio”. El periodo más significativo de publicaciones de esta índole comenzó en 1989 por Ediciones ARQ de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

4 Entre las primeras se cuenta, por ejemplo, Arquitectura y Modernidad en Chile, Una realidad múltiple. 1925-1965, por Manuel Moreno Guerrero y Humberto Eliash Díaz (1989). Y entre las segundas: Josué Smith Solar, Un arquitecto del 900, por Mario Pérez de Arce A. (1993); Emilio Duhart, Arquitecto, por Alberto Montealegre Klenner (1994); Mario Pérez de Arce. La Permanencia de la arquitectura Moderna en Chile, por León Rodríguez Valdés (1996); La Arquitectura de Luciano Kulczewsky. Un Ensayo entre el Eclecticismo y el Movimiento Moderno en Chile, por Fernando Riquelme S. (1996); Jorge Aguirre Silva. Un arquitecto del Movimiento Moderno en Chile, por Alfredo Jünemann Gazmuri (1996).

5 Hurtado Torán, Eva, Desde otra voluntad de permanencia. Las publicaciones periódicas de arquitectura. España 1897-1937; Tesis de Doctorado, Universidad Politécnica de Madrid, Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Madrid, septiembre de 2001. Introducción, s/p: “Las publicaciones periódicas como medio de difusión y también de manipulación, reúnen una serie de caracteres particulares que las hacen insustituibles como fuentes historiográficas. Tienen una entidad propia que en general aporta elementos de detalle a los estudios sobre arquitectura”.

6 Hurtado Torán, 2001, Introducción, s/p.

7 Hurtado Torán, 2001, Introducción, s/p.

8 RA: 1913, noviembre Nº 2, p.10. J. Smith Solar.

9 En Chile, en 1859 se construyó el primer puente metálico, en 1868 se iniciaron los trabajos del Mercado Central, primer edificio metálico; en 1889 se inició la construcción del viaducto del Malleco, en estructura metálica, de 347,5 m de longitud, 102 m de altura y de 1.408.138 kg; en 1906 se creó la fábrica de cementos El Melón; en 1912 se construyó el primer puente de hormigón armado sobre el estero de Viña del Mar.

10El Arquitecto Nº 1, 1925, registra 110 socios y Urbanismo y Arquitectura Nº 12, 1941, registra 180 socios.

CAPÍTULO II

MODERNIDAD CULTURAL Y ARQUITECTÓNICA

LA CULTURA DE LA MODERNIDAD

Uno de los aspectos más radicales de la modernidad cultural que impregna y rebasa todos los campos y a todos los protagonistas, consiste precisamente en el impacto en “la experiencia de lo cotidiano”1 que se vive como efecto de los cambios que introduce la producción industrial, que finalmente tocan a la economía, al régimen de trabajo y a la vida social, como asimismo al modo de hacer y concebir la ciudad, la edificación pública y doméstica (f.1, f.2, f.3 y f.4).

Este fenómeno se introdujo en Chile desde mediados del siglo XIX, con ocasión de la explotación del salitre2. La experiencia vivida por trabajadores, administradores y profesionales que tuvieron participación en la gestión empresarial y, en general, la experiencia vivida por el país en todos los planos, independientemente de que haya sido una iniciativa extranjera, dejó una huella que no desapareció con la partida de las compañías a sus países de origen, dando paso a un proceso de transformación cultural moderna que ha de tenerse en cuenta como antecedente del cambio de la arquitectura que dio origen a la arquitectura moderna3.

f.1 Silos que cambiaron el paisaje.

f.2 Publicidad del Servicio Eléctrico destacado como un sistema moderno.

f.3 Publicidad de cocina a gas como símbolo de modernidad.

f.4 Publicidad de refrigeradores.

Este planteamiento anticipa el rastro histórico de la modernidad arquitectónica por lo menos en cincuenta años. Lo que se opone a la interpretación predominante sobre los comienzos de la arquitectura moderna4, que ha sobrestimado los aspectos formales, externos y estereotipados de esa condición5, preponderando en el cambio la responsabilidad de personas, sin valorar la experiencia local al sostener que el origen arquitectónico moderno corresponde a una copia irreflexiva, imitación de un estilo más o una importación6. Sin reconocer la independencia y propiedad cultural de la gestión local, desconociendo de paso que la imitación ha sido un paradigma de la evolución de la arquitectura de todos los tiempos, en todas las culturas.

LOS ORÍGENES DE LA ARQUITECTURA MODERNA EN CHILE

Los orígenes de la arquitectura moderna en Chile tienen un precedente en los procesos de explotación del salitre, del cobre y el carbón durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando con capital y tecnología extranjeros estos se iniciaron en diversas zonas del país. Ingleses, alemanes y norteamericanos, además de algunos españoles, concurrieron a la explotación del salitre como luego lo hicieron con el cobre y el carbón, poniendo en evidencia la ingente necesidad de materias primas para aumentar la producción industrial en marcha desde hacía cien años por lo menos en Europa y Estados Unidos. Al promediar el siglo XIX ampliaban los mercados e incorporaban nuevos centros de aprovisionamiento. De esta manera, países como Chile se incorporaron a la transformación cultural, social, política y económica que como una ola venía desde su inicio europeo, durante el siglo XVIII, cubriendo y arrastrando a todos los países que de una u otra manera fuesen útiles y estuviesen dispuestos a participar de este proceso históricamente llamado Revolución Industrial7.

La explotación del salitre (desierto de Atacama al norte del país, 1870) y del cobre (en Sewell a 80 km al sur de Santiago en 1906 y en Chuquicamata en la zona norte en 1915) supuso la aplicación de un conjunto de intervenciones que por sí mismas representaron industrialización: empleo de máquinas, línea de producción, separación de operaciones, procedimientos y tareas racionalmente establecidas y espacialmente organizadas, y la participación de numerosa mano de obra en todas las faenas. El salitre se halla en el desierto en lugares donde hasta entonces no habían existido asentamientos humanos. Por lo tanto, en este caso, las instalaciones productivas debieron estar vinculadas a pueblos obreros creados expresamente con este fin. Miles de personas fueron contratadas en la zona sur del país, abandonando la actividad agrícola que les había sido tradicional, y trasladadas con sus familias al desierto; algunas todavía eran solteras, otras estaban recién casadas, aún sin hijos. Todas fueron atraídas por mejores expectativas económicas y seducidas por promesas engañosas o compromisos que no siempre se cumplieron; dejaron su tierra, renunciaron al único trabajo heredado de sus padres que sabían hacer, y protagonizaron una masiva migración asociada a una transformación radical del régimen laboral, dando origen a la primera generación proletaria del país (f.5), base de la clase obrera industrial.

f.5 Obreros del salitre.

El resultado de este proceso de explotación minera se materializó en verdaderas ciudades industriales (f.6), propiedad de las empresas, fundadas en torno a la producción en medio del desierto, donde no sólo se organizó el trabajo sino también la vida social y comunitaria8.

f.6 Oficina Francisco Puelma (1907-1932).

Estos enclaves urbanos de explotación minera aplicaron criterios de planificación y trazado urbanístico, dispusieron sectores de viviendas, zonas de esparcimiento, emplazamiento de edificios públicos (escuelas, iglesias, hospitales y otros), abrieron calles, distribuyeron plazas, construyeron conforme a planos específicos de cada construcción sin dejar nada al azar (f.7); emplearon materiales de la zona, tierra y piedra, y otros de avanzada tecnología traídos del exterior, como el acero, el hormigón armado, la plancha ondulada de acero zincado, la madera terciada, como asimismo sistemas constructivos como el balloon frame u otros en base a elementos estandarizados y de prefabricación.

A lo anterior se agregó la construcción de la red de ferrocarriles iniciada en 1856 (f.8), que contribuyó al transporte del caliche hasta los puertos de salida, comunicando los enclaves con el resto del país9.

f.7 Oficina Chacabuco (1924-1938).

f.8 Viaducto del Malleco (1886-1890), construido por Schneider y Cía. del Creusot.

LA ARQUITECTURA ACADÉMICA Y EL DESARROLLO PROFESIONAL

En un proceso paralelo y ajeno a la explotación salitrera se lleva a cabo el desarrollo de la arquitectura, resultado de la formación de estos profesionales en las universidades. Durante la segunda mitad del siglo XIX se crearon las dos escuelas de arquitectura más antiguas del país, en la Universidad de Chile en 1849 y en la Universidad Católica en 1894.

Desde entonces los profesionales enfrentaron la competencia de todos aquellos que ejercían el oficio sin haber sido formados en las universidades, amparados en la experiencia de construcción de obras, la aplicación de modelos tomados de álbumes, y la ausencia de una legislación que regulara el ejercicio profesional. Esta situación indujo la reacción de los arquitectos universitarios en defensa del mercado de trabajo, en defensa de la calidad del servicio profesional prestado cuando se incorporó el conocimiento de los nuevos materiales cuyo empleo exigió conocer técnicas específicas de construcción y cálculo. Conocimientos que no es posible de adquirir sólo con la experiencia de obra y que su puesta en práctica mejoraba notoriamente la calidad y productividad de la construcción.

A este estado de cosas se sumó que algunos arquitectos realizaron viajes a Estados Unidos, y principalmente a Europa, donde estudiaron, trabajaron o simplemente conocieron directamente el fenómeno de transformación de la arquitectura que se vivía en esos lugares; experiencia que trasladaron de distinta manera a su regreso a Chile. Todos coincidieron en apreciar que la arquitectura había dejado de ser lo que ellos habían aprendido y decidieron aplicar en el país lo que habían conocido. Algunos participaron también en la reforma de la enseñanza de la arquitectura: por ejemplo, Sergio Larraín García-Moreno (f.9), Juan Martínez Gutiérrez (f.10), Roberto Dávila Carson (f.11) y Rodulfo Oyarzún Philippi (f.12).

f.9 Sergio Larraín García-Moreno (1905-1999), arquitecto.

f.10 Juan Martínez Gutiérrez (1901-1971), arquitecto.

f.11 Roberto Dávila Carson (1889-1971), arquitecto.

f.12 Rodulfo Oyarzún Philippi (1895-1985), arquitecto.

Larraín García-Moreno viaja y recorre Europa; Martínez Gutiérrez, sin titularse aún, gana el concurso nacional del Pabellón de Chile en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, permaneciendo en Europa hasta 1931; Dávila Carson estudia con Behrens, Van Tongerloo y Van Doesburg, y trabaja con Le Corbusier, regresando a Chile en 1933; Oyarzún Philippi estudia en Viena y conoce al urbanista Karl Brunner, quien es contratado por el gobierno de Chile a instancias suyas, introduciendo la enseñanza del urbanismo en el país y proponiendo una reforma urbana para Santiago. Todos ellos tuvieron una destacada participación en la docencia universitaria y en los procesos de reforma de la enseñanza que desde 1933 se pusieron en marcha en las universidades del país.

LOS INICIOS DE LA MODERNIDAD ARQUITECTÓNICA

En el periodo que va desde mediados del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX se desarrollan los acontecimientos que dan base al nacimiento de la arquitectura moderna en Chile: se dio inicio a un tipo de explotación industrial de extracción de materias primas y, los arquitectos de formación universitaria reaccionaron como gremio en defensa del ejercicio profesional. Ambos hechos pertenecen al campo de la arquitectura y el urbanismo, y se inscriben en el marco de los efectos de los cambios políticos, sociales y económicos que sucedieron en el país en el mismo periodo, todos ellos bajo el signo de la modernización de la cultura. Esta modernidad se hizo reconocible por las consecuencias que acarreó la incorporación de procesos industriales de producción, las aplicaciones tecnológicas que conllevan los avances científicos, las medidas políticas que redundan en el acrecentamiento de la participación ciudadana en el gobierno, la protección legal de los derechos civiles y de los trabajadores, el nacimiento de numerosos grupos sociales que se identifican en lo relacionado con sus fuentes de trabajo, entre otros. Son los efectos culturales de la hegemonía de la razón científica, desmenuzada hasta el extremo y llevada a la vida cotidiana hasta en sus más mínimas manifestaciones. Estos hechos constituyeron la base fundamental de la implantación de la arquitectura moderna en Chile.

EL TERREMOTO, PROPULSOR DE LA MODERNIDAD

A la voluntad humana para realizar estas iniciativas se agregó la acción de la naturaleza. Los terremotos, dadas su frecuencia y magnitud históricas en el país, han sido una condición ineludible para toda consideración de la edificación en Chile. Hubo tres en el periodo 1907-1942 que jugaron un papel relevante y ejercieron una enorme influencia que favoreció las ideas de cambio y aceleró el proceso de modernización.

El primero fue en 1906 en Valparaíso, el siguiente en Talca en 1928, y el último en Chillán en 193910. El de Valparaíso puso en crisis la construcción en adobe, el de Talca impulsó la promulgación de la primera Ordenanza de Construcciones que exigió cálculo de estructuras, uso de albañilería reforzada, permiso de edificación y planes reguladores. En 1939 en Chillán hubo alrededor de 40.000 muertos y la ciudad quedó completamente en el suelo. Y quedó al descubierto la falta de rigor en el cumplimiento de las normas vigentes y abrió la inusual posibilidad de reconstruir totalmente la ciudad, oportunidad que coincidió con la primera generación de arquitectos titulados bajo la reforma de la enseñanza de la arquitectura. Los efectos de esos terremotos dieron la razón a los arquitectos de la generación de 1933, de instituir lo moderno y llevarlo a la práctica. Al parecer, el desastre tuvo cierta notoriedad internacional porque atrajo el interés de Le Corbusier, quien ofreció realizar gratuitamente el plan de Chillán11.

Tal generosidad tuvo su contrapartida en el debate interno originado entre los arquitectos locales que se dividieron entre los que apoyaban la intervención de Le Corbusier y los que la rechazaban. Entre los jóvenes titulados bajo el signo moderno de la reforma de la enseñanza se halló el apoyo a Le Corbusier y entre los arquitectos pioneros de los viajes que los pusieron en contacto con la arquitectura moderna europea estuvieron los detractores, especialmente Oyarzún Philippi y Martínez Gutiérrez.

Finalmente, ganaron estos últimos; Le Corbusier no vino y la solución de reconstrucción consistió en mantener la cuadrícula fundacional y levantar edificios modernos con estructuras en hormigón armado, ausencia de historicismos, estilos y decoraciones, volúmenes de geometría pura, racionalidad funcional, economía de costos asociada a nuevas tecnologías de construcción y perforación de la manzana.

LA ESTRATEGIA GREMIAL Y LAS REVISTAS

Determinantes en la evolución de la arquitectura hacia la modernidad fueron la creación de la Sociedad Central de Arquitectos en 1907, luego la Asociación de Arquitectos en 1923 y la publicación de revistas a cuya gestión se relacionó la organización gremial. Las revistas fueron los instrumentos que vertebraron esa evolución cumpliendo un rol informativo y unificador de los arquitectos en torno a la instauración de la modernidad arquitectónica en el país. Las revistas llamaron la atención sobre temas eminentemente modernos: la vivienda popular, la transformación urbana y la ordenanza de construcciones y urbanización que, entre otras disposiciones, regularon la obtención de permisos municipales para edificar, exigieron cálculo de estructuras y establecieron normas para confeccionar planos reguladores. También informaron e instruyeron sobre métodos de cálculo estructural, características de nuevos materiales y nuevas tecnologías de la construcción. Movidos por el interés de proteger el ejercicio profesional, incorporaron la arquitectura en el circuito de la política de Estado, en la inversión inmobiliaria e impulsaron la aplicación de nuevas tecnologías, promoviendo la organización gremial que, sumada a la iniciativa de las revistas, estableció los medios con los que se realizó la conversión de la arquitectura del país a la modernidad arquitectónica en el periodo que va desde 1907, cuando se funda la primera organización del gremio, hasta 1942, año en que se promulgó la ley que creó el Colegio de Arquitectos de Chile. En 1950 en el país predominará la arquitectura moderna y sus criterios se hallarán implantados tanto en los planes de estudio de la universidad y en las normas de administración estatal, como en la opinión pública, fenómeno observable en los medios de comunicación y en la aceptación generalizada de las propuestas arquitectónicas de nuevo cuño.

De esta manera estas revistas fueron el medio por el que se convocó a los arquitectos en torno a la lucha gremial y paralelamente difundieron el cambio que se denominó arquitectura moderna. Se integraron a la cultura moderna siendo ellas mismas síntoma y expresión de esa transformación. Evolucionaron con la rapidez de los acontecimientos; con ellas nació la fuerza de la difusión masiva de las ideas, característica de la modernidad. Revisando su contenido se observa la capacidad que tuvieron para dar cuenta bajo distintos títulos de la evolución de los hechos, paralelamente con una línea editorial común, convocando a los profesionales en torno a las preocupaciones gremiales y profesionales, de las que se sentían responsables ante la sociedad12 (f.13, f.14, f.15, f.16, f.17 y f.18).

Todas fueron publicadas en el periodo que va desde la fundación de la primera organización gremial en 1907 hasta la promulgación de la ley que dio origen al Colegio de Arquitectos de Chile en 1942. Fueron treinta y cinco años de intensa vida gremial y de instauración de los principios de la arquitectura moderna. En este periodo convergió el debate de mayor intensidad y la batalla más dura para hacer prevalecer los criterios y las nuevas ideas de la modernidad arquitectónica en el ámbito político, universitario y propiamente profesional, como también ante la opinión pública. Fue una batalla cultural, ligada a los fenómenos de cambio de la sociedad que afectaron de una u otra manera a todo el país.

f.13 Portada de la Revista de Arquitectura, 1923.

f.14 Portada de la revista El Arquitecto, 1925.

f.15 Portada de la revista Forma, 1927.

f.16 Portada de la revista Arquitectura y Arte Decorativo, 1931.

f.17 Portada de la revista ARQuitectura, 1936.

f.18 Portada de la revista Urbanismo y Arquitectura, 1936.

LOS SIGNOS DE UNA CULTURA MODERNIZADA EN LAS REVISTAS

Manifestaciones concretas como el crecimiento urbano, el nacimiento de la marginalidad urbana, el déficit habitacional, la incorporación de nuevas tecnologías de construcción asociadas a nuevos materiales, la aparición del proletariado y la clase media burguesa, fueron hechos que captaron la atención de los arquitectos y se hicieron patentes en las revistas de ese periodo (1913-1941).

Otras preocupaciones de índole propiamente profesional o intradisciplinar también tuvieron una expresión reiterada en las revistas, con énfasis diverso, en distintos momentos, manteniendo presencia a lo largo del periodo. Fueron iniciativas que al cumplirse constituyeron conquistas profesionales en el ámbito político e institucional. La característica de ellas fue consolidar el quehacer del arquitecto desde una perspectiva moderna: reforma de la enseñanza de la arquitectura e independencia de las escuelas de las facultades de ingeniería; participación y convocatoria a concursos; promoción de la legislación del campo arquitectónico; ocupación de cargos en instituciones de crédito hipotecario; organización y participación en congresos. Este fenómeno histórico confirma la idea que la organización gremial es una especie de vanguardia que delineó una serie de tareas que lograron instituir la modernidad arquitectónica en el país, más allá de todo personalismo, estableciendo estructuras de servicio o acción profesional.

Una de las tareas iniciales del gremio fue la organización y participación en los Congresos Panamericanos de Arquitectos, cuya influencia continental se observa en la asistencia numerosa de delegaciones de los distintos países miembros, en los temas abordados en cada oportunidad y en los efectos producidos por las asociaciones gremiales en sus respectivos países. Además, impulsaron la creación de colegios profesionales, lograron que las escuelas de arquitectura no dependieran de una facultad de ingeniería, apoyaron la reforma universitaria de la enseñanza de la arquitectura y promovieron las normas de construcciones y urbanización13.

LA ARQUITECTURA HACIA LA MODERNIDAD

La arquitectura moderna se identifica con el cambio radical en la manera de concebir el proyecto a partir del siglo XX. Este fenómeno surgió en el mundo durante el siglo anterior, principalmente con la incorporación de “criterios de decisión” fundados en los nuevos materiales, en las tecnologías asociadas a su aplicación, en la producción industrial y en la estandarización de la construcción, que hicieron abandonar los estilos, los ornamentos historicistas y la belleza, hasta entonces base tradicional de la arquitectura. Estos aspectos incidieron al interior de la disciplina e indujeron nuevos principios con los que pensar el proyecto. A esto se sumó el impacto de los cambios sociales, políticos y económicos en el ámbito de la arquitectura, de los cuales emergieron nuevos requerimientos tales como la transformación urbana y la vivienda económica. De esta manera la arquitectura moderna se estableció como nuevo marco de realización de la actividad a contar del siglo XX14. Esta explicación resume en una interpretación teórica los hechos históricos con que la arquitectura moderna de muy diversas maneras surgió en distintos países e instauró el precedente de toda la arquitectura posterior15. La historia de la evolución de la arquitectura hasta hacerse moderna es un acontecimiento que donde quiera que haya ocurrido estará ligado a la comprensión de la arquitectura de hoy en ese lugar. Esta relación de la arquitectura contemporánea con su precedente original moderno le confiere particular interés al estudio de ese nacimiento. Este interés aumenta si se tiene en cuenta que en Europa, considerado el lugar donde por primera vez surgió la arquitectura moderna, el fenómeno estuvo vinculado a procesos que no se dieron en otros lugares, tales como la industrialización de la producción, la incorporación masiva de la máquina como recurso principal de ese proceso y los cambios políticos, económicos y sociales que, en conjunto, crearon las condiciones para que surgiera una arquitectura nueva. Nueva por sus recursos materiales, por los criterios de decisión proyectual y por sus respuestas formales.

En el caso de Chile, la revolución industrial se hizo presente a través de las compañías extranjeras que explotaron los recursos mineros y no por un proceso de desarrollo interno. En nuestro país se ha impuesto la idea que la arquitectura moderna se instauró como un fenómeno de “aportes culturales extranjeros” en donde el conocimiento de esos aportes se realizó fundamentalmente a través de viajes al exterior, visitantes de otros países y publicaciones; de esas tres vías, la de las publicaciones ha sido la menos estudiada16. Si aceptamos que el periodo de formación de la arquitectura moderna en Chile se produjo en la primera mitad del siglo XX, y que en ese periodo se publicaron siete revistas de arquitectura en el país17, ellas se transforman en un campo privilegiado para indagar por la modalidad que adoptó la instauración de la modernidad en el país. En ese contexto, la arquitectura moderna fue inducida por fenómenos de transformación de la cultura que siendo de carácter complejo, con aspectos sociales, económicos y políticos, se manifestaron en el campo de la arquitectura, principalmente, en requerimientos de viviendas económicas y transformación de la ciudad. Por eso las revistas de arquitectura publicadas en el periodo constituyen un material de primera mano para conocer cómo se produjo ese cambio, quiénes intervinieron, qué obras señalaron la evolución y qué acontecimientos rodearon este fenómeno.

1 Giannini, Humberto, La “reflexión” cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia; Editorial Universitaria, Santiago (Chile), 1988, pp.15 y 16: “la experiencia a cuya realidad intentamos acercarnos (...), no puede por principio ser la experiencia personal de cada sujeto, en cuanto esta es visibilidad, ‘presencia ante los sentidos’ o clara evocación de dicha presencia. Hacia otro lado se mueve nuestra búsqueda: hacia un hipotético subsuelo de principios sumergidos en esa experiencia individual; sumergidos y que, sin embargo, echan sus raíces hasta el fondo de ella, condicionándola al punto de hacerla, a veces, incomprensible para sí misma; se mueve, en fin, hacia el subsuelo de una experiencia común”.

“En el pasado, partimos de un hecho obvio, ‘objetivo’: esta experiencia cuya sustancia geológica intentamos extraer, se transfiere de un modo decisivo en la comunicación, en el habla. Esto es casi una tautología. Al comunicarnos verbalmente somos solidarios –en pequeña medida en el plano consciente; en una gran medida en el plano inconsciente– de una experiencia histórica y social cuyas huellas pueden ser objetivamente rastreadas en una suerte de etimología fundamental; ser rastreadas hasta el punto lejano, impreciso, tal vez, mítico, en que las palabras –y no sabríamos decir cómo– van a dar a las cosas”.

2 Salitre es el nombre vulgar del nitro o nitrato de potasio.

3 Eliash D. Humberto y Moreno G. Manuel, Arquitectura y Modernidad en Chile 1925-1965. Una Realidad Múltiple; ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1989, p.15: “Queremos entender por arquitectura moderna aquella que va surgiendo desde los procesos de modernización, en cuanto dicen relación con el desarrollo cultural y social, con los avances tecnológicos y principalmente con nuestra propia historia de la arquitectura”.

4 Eliash y Moreno, 1989, p.15: “El terremoto de Talca 1928 y los viajes de los arquitectos chilenos en la segunda mitad de los veinte, marcan el comienzo del proceso de modernidad en nuestra arquitectura”.

5 Eliash y Moreno, 1989, p.15: “Es claro que la modernidad (en síntesis, la caracterización de lo moderno en la cultura) de la que estamos hablando es parte de un proceso mucho más amplio que las epidérmicas imágenes modernas con las que se confunde muchas veces”.

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