La Celestina - Fernando de Rojas - E-Book

La Celestina E-Book

Fernando de Rojas

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Beschreibung

Adaptación para los adolescentes o para adultos en un lenguaje más actual, sencillo y comprensible de La Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea también llamada La Celestina, nombre por el que es más conocida, es una de las obras más importantes de la literatura española. Se asegura que la obra ha sido creada por dos autores distintos, aunque se ignora quien fue el autor del primer acto. El mismo Fernando de Rojas explica que se encontró en Salamanca un manuscrito del primer acto de esta obra y decidió continuarla para distraerse. Terminó hasta el dieciséis acto de Comedia de Calisto y Melibea, más tarde agregó hasta el acto veintiuno con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea.

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Adaptación Andres Alcolea Palazón y María José Izquierdo Llacer

© Olelibros.com, 2016

www.olelibros.com

ISBN: 978-84-16063-04-8

Índice de contenido
INTRODUCCIÓN
PERSONAJES DE LA OBRA
TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA
El autor a un amigo.
ACTO I
Escena 1. En el huerto de Melibea.
Escena 2. Calisto vuelve a su casa.
Escena 3. Sempronio sale de la habitación.
Escena 4. Calisto llama a Sempronio voceando.
Escena 5. Casa de Celestina. Ésta ve acercarse a Sempronio y avisa a Elicia que yace con Crito.
Escena 6. Celestina y Sempronio salen del burdel y caminan por la calle hacia la casa de Calisto.
Escena 7. En su alcoba, Calisto oye aporrear la puerta y ordena a su criado que vaya a abrir.
Escena 8. Mientras acuden Calisto y Pármeno para abrir la puerta, Pármeno pide a su amo prudencia. Fuera esperan Celestina y Sempronio.
Escena 9. Sempronio y Celestina entran en la casa.
Escena 10. Celestina intenta vencer los recelos de Pármeno con promesas y halagos.
Escena 11. Calisto paga a Celestina.
ACTO II
Escena 1. Calisto, después de irse Celestina queda nervioso y angustiado.
Escena 2. Pármeno va hacia el establo, enfadado, porque no está Sosia, Tiene que ocuparse aparejar el caballo.
Escena 3. Calisto sale del establo montado a caballo.
ACTO III
Escena 1. En la calle, mientras llegan a casa de Celestina.
Escena 2. Sempronio y Celestina llegan a casa de ésta.
ACTO IV
Escena 1. Celestina va temerosa a casa de Melibea.
Escena 2. Celestina encuentra a la criada de Pleberio, Lucrecia, a la puerta de casa.
Escena 3. Lucrecia, la criada, entra en la sala donde Alisa teje una prenda y su hija Melibea, borda.
Escena 4. Celestina entra en la sala, exagerando su vejez y modales modosos.
Escena 5. Melibea, que hasta ahora ha permanecido callada, deja de bordar, pero sin soltar el bastidor
ACTO V
Escena 1. Andando por la calle Celestina y hablando para sí.
Escena 2. Sempronio está esperando a Celestina en la casa de ésta. Luego se va con ella a casa de Calisto.
Escena 3. Calisto y Pármeno ven llegar a Sempronio y Celestina.
ACTO VI
Escena 1. En la puerta de su casa Calisto recibe a Celestina.
Escena 2. Arriba, en la sala, Calisto muestra su desvarío.
ACTO VII
Escena 1. Pármeno y Celestina caminan hacia casa de Areúsa.
Escena 2. Celestina entra en casa de Areúsa.
Escena 4.- Celestina va hacia su casa y cuando llega llama a la puerta.
ACTO VIII
Escena 1. En casa de Areúsa. El sol entra por la rendija de la ventana y despierta a Pármeno.
Escena 2. Pármeno va por la calle dichoso, encuentra a Sempronio a la puerta de Calixto.
Escena 3. Calixto, enajenado, no se deja aconsejar.
ACTO IX
Escena 1. Pármeno y Sempronio van a casa de Celestina.
Escena 2. Celestina recibe en su casa a Sempronio y Pármeno.
Escena 3. Entra Lucrecia, criada de Melibea y prima de Elicia.
ACTO X
Escena 1. Melibea, sola en su habitación, va y viene a la ventana, impaciente, hablando consigo misma.
Escena 2. Celestina y Lucrecia llegan a casa de Pleberio y entran a la habitación de Melibea.
Escena 3. Melibea y Celestina quedan a solas.
Escena 4. Hablan a solas Melibea y Lucrecia.
Escena 5. Celestina sale de la casa y tropieza con Alisa, madre de Melibea.
ACTO XI
Escena 1. Celestina va hablado sola por la calle.
Escena 2. Sempronio y Pármeno se acercan a su amo que reza en la iglesia.
Escena 3. Celestina llega a su casa y llama a la puerta.
ACTO XII
Escena 1. Calisto espera impaciente en su casa la hora de la cita con Melibea.
Escena 2. La calle está vacía, suenan los pasos. Ladra un perro.
Escena 3. Sempronio y Pármeno se quedan aparte y vigilando.
Escena 4. Calisto y Melibea hablan a través de la puerta. Sus criados, algo apartados vigilan con miedo.
Escena 5. Al oír ruidos en la calle, los enamorados se separan con pesar.
Escena 6. El ruido despierta a los padres de Melibea.
Escena 7. Los criados y Calisto regresan a casa.
Escena 8. Calisto y los criados vuelven a casa.
Escena 9. Haciéndose de día, Sempronio y Pármeno llegan a casa de Celestina.
ACTO XIII
Escena 1. Calisto se despierta descansado y alegre.
Escena 2. Tristán sale de la habitación de Calisto y va a la puerta de la calle.
Escena 3. Sosia y Tristán despiertan a su amo.
Escena 4. Calisto despide a los mozos y lamenta a solas su mala fortuna.
ACTO XIV
Escena 1. Melibea espera en el huerto la llegada de Calisto a la hora convenida.
Escena 2. Calisto y sus criados se encuentran al otro lado de la tapia que rodea el huerto de Melibea.
Escena 3. Melibea descubre a su amado en lo alto del muro.
Escena 4. Calisto y Melibea yacen entregados al amor. Los criados, en la calle comentan lo que oyen.
Escena 5. Calisto regresa a casa escoltado por sus criados.
Escena 6. Calisto se debate entre dos sentimientos contrarios cuando se encuentra a solas.
Escena 7. Cerca de los aposentos de Calisto, asomados en un balcón, Sosia y Tristán dejan pasar el tiempo.
ACTO XV
Escena 1. Elicia llega a casa de Areúsa, para unos instantes antes de subir porque oye voces.
Escena 2. En casa de Areúsa.
Escena 3. Elicia sube la escalera de casa de su prima y entra.
ACTO XVI
Escena 1. Pleberio y Alisa se encuentran en un aposento de su casa.
Escena 2. Melibea lee mientras Lucrecia, en el cuarto de al lado escucha la conversación tras la puerta.
Escena 3. Pleberio y Elisa insisten en sus pensamientos.
Escena 4. Melibea, que ha escuchado tras la puerta, va al centro de la estancia, muy sofocada.
ACTO XVII
Escena 1.
ACTO XVIII
Escena 1. Elicia y Areúsa llegan a casa de Centurio.
Escena 2. Una vez salen de su casa Elicia y Areúsa, Centurio queda pensando excusas para no cumplir lo que acaba de prometer.
ACTO XIX
Escena 1. Calisto va hacia el huerto de Melibea, las calles están desiertas esa media noche de verano. Sus servidores Tritán y Sosia les escoltan a unos pasos tras él.
Escena 2. Melibea entretiene su espera acompañada de Lucrecia. Calisto sube por la escalera a lo alto del muro
Escena 3. Calisto se encuentra en lo alto de la tapia embelesado por el canto, no puede contenerse e interrumpe la canción.
Escena 4. Tristán espera al pie de la escalera, en la calle.
Escena 5. En el huerto, al otro lado del muro.
ACTO XX
Escena 1. Pleberio y Alisa son despertados por Lucrecia, quién llama a la puerta de su habitación.
Escena 2. Melibea, sola en la azotea, cierra la puerta.
Escena 3. Pleberio ha salido al huerto y Melibea le habla desde la azotea.
ACTO XXI
Escena 1. Pleberio, gritando, entra en su habitación y deja en la cama el cuerpo de su hija.

INTRODUCCIÓN

La Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea también llamada La Celestina, nombre por el que es más conocida, es una de las obras más importantes de la literatura española.

Se asegura que la obra ha sido creada por dos autores distintos, aunque se ignora quien fue el autor del primer acto. El mismo Fernando de Rojas explica que se encontró en Salamanca un manuscrito del primer acto de esta obra y decidió continuarla para distraerse. Terminó hasta el dieciséis acto de Comedia de Calisto y Melibea, más tarde agregó hasta el acto veintiuno con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea.

A finales del siglo XV y XVI, época en la que fue escrita La Celestina, España vivía importantes transformaciones sociales y económicas. La mentalidad medieval chocaba con las nuevas ideas difundida por el humanismo, que entendía al hombre como centro del universo, defendía la libertad y recuperaba la cultura clásica y, con ella, la sensualidad. En la obra se retratan virtudes y vicios de la sociedad del siglo XVI. Fernando de Rojas veía la vida como una lucha constante.

La persecución religiosa, encarnada por la inquisición, desterraba la posibilidad de la libertad de creencias. Sólo se admitía la práctica de la religión cristiana. Para poder permanecer en España, los judíos se vieron obligados a convertirse al cristianismo. El autor es de origen judío y de familia con riquezas. Su padre fue quemado por la inquisición.

Se escribió pues La Celestina en un contesto social agitado, donde entran en conflicto numerosas fuerzas contrarias: la norma social y la voluntad personal, el deber y el deseo, la dependencia y la necesidad de libertad, la traición y la lealtad, lo culto y lo popular.

La obra se encuentra a mitad de camino entre dos géneros literarios: el teatro y la novela. Mediante la intervención de los personajes se desarrolla la acción. Se utilizan recursos exclusivos del teatro, como los apartes. Por otro lado, la obra tiene una extensión importante, ello hace pensar que no se escribió para ser representada, sino para que fuera recitada. El texto posee una construcción compleja, cercana a la de la novela.

La obra trata de la pasión amorosa: Calisto y Melibea la viven ciegamente, más bien pierden la razón trastornados por sus amores, y viven la pasión amorosa distorsionada por la lectura de libros de su época; el criado Sempronio disfruta con Elicia; el criado Pármeno traiciona a su señor para acostarse con Aréusa y ambos se mueven por avaricia y sexo traicionando a su amo; Lucrecia envidia las relaciones íntimas de Calisto y Melibea; Celestina intenta satisfacer su decadente apetito sexual viendo el encuentro de Pármeno con Areúsa; Pleberio se acusa de llevar una soltería desenfrenada; incluso los religiosos son mostrados como pecaminosos. El autor no se recrea con escenas sexuales y denuncia a quienes caen en la desbordada sexualidad.

El objetivo de esta adaptación es promover y facilitar la lectura de esta joya de nuestra literatura. Se respetan todos los capítulos y no se simplifica la obra, sino que introduce vocablos más asequibles, menos arcaicos, y suprime párrafos cuya referencias mitológicas o históricas caen fuera del alcance de los lectores a los que va dirigida. Los refranes son de una inmensa riqueza, de los cuales quedan aquellos cuyos contenidos son más apropiados para los tiempos actuales y los jóvenes lectores.

PERSONAJES DE LA OBRA

Calisto, joven enamorado de Melibea.

Melibea, única hija de Pleberio y Alisa, de alta cuna.

Celestina, alcahueta, astuta, interesada y amoral, personajes principal de la obra.

Pleberio y Alisa, nobles y adinerados padres de Melibea.

Pármeno y Sempronio, criados de Calisto, de carácter débil, cobardes y egoístas.

Lucrecia, criada de Pleberio.

Elicia y Areúsa, primas, rameras, amigas de Celestina.

Centurio, rufián.

Crito, cliente de la ramera Areúsa.

Tristán y Sosia, criados de Calisto.

TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA

El autor a un amigo.

Aquellos que se ausentan de su tierra suelen pensar en las carencias de las personas que allá dejaron, con la buena intención de buscarles remedio. Dejo volar mi fantasía, concentrado en mi habitación, donde he pensado muchas veces que esta obra es necesaria para nuestra ciudad que tiene muchos galanes y enamorados.

También pienso que podía servirte puesto que el amor te ha lastimado en tu juventud al no disponer de medios para contrarrestar sus embelesos y fuegos. Contra los amores no vencen las armas fabricadas en Milán, eso sí sirven las grabadas en esta obra y las páginas escritas por doctos varones de Castilla. Encontré el primer acto de esta obra y quedé admirado del ingenio y estilo desenfadado nunca antes visto ni oído. Cada vez que lo releía más me gustaba. Me complacía su argumento, y más aún sus pasajes graciosos y sus advertencias contra sirvientes desleales y aduladores, y hechiceras convenencieras. El primer acto carece de firma del autor, creo que fue de Juan Mena o de Rodrigo Cota. Pero quien fuese debe ser recordado por su gran invención, sus sentencias y sabiduría. El autor ocultó su nombre para no ser criticado por las malas lenguas. No te extrañe que yo oculte el mío, puesto que soy un estudiante de Derecho y escribir esta obra es ajeno a las materias que estudio, además la escribí en quince días. Estas explicaciones son para disculpa no solo ante ti sino a los que lean lo escrito.

 

 

 

ACTO I

 

 

Siguiendo a su halcón, Calisto entra en el huerto de Melibea, al verla quedó enamorado y le dirige la palabra pero ella lo despide. Se retira a su pesar malhumorado y angustiado. Contó lo sucedido a su criado Sempronio el cual le aconsejó, para que le remediara su mal, recurrir a una vieja llamada Celestina, que es alcahueta y hechicera. Calisto acepta el consejo y envía al criado a buscarla. Al llegar Sempronio a casa de Celestina, su enamorada que es prostituta, se halla acostada con Crito, al que oculta con rapidez. Sempronio expone a Celestina al corriente y negocia con ella. Mientras tanto Calisto habla con Pármeno, criado suyo, al cual conoce Celestina desde niño.

 

Escena 1. En el huerto de Melibea.

 

CALISTO.- Melibea, ahora sí que veo la grandeza de Dios.

MELIBEA.- ¿En qué la ves, Calisto?

CALISTO.- En que la sabia naturaleza te dotó de hermosura perfecta, y yo sin merecerlo te hallo en este jardín, que es el lugar más adecuado para expresarte mi alegría y mi dolor secreto. Sin duda verte es incomparablemente mayor galardón que el servicio, sacrificio, devoción y hacer obras piadosas ofrecidas a Dios. ¿Quién ha conocido en el mundo a una persona tan dichosa como yo? ¿Quién como yo puede sentir la gloria? Ni los santos que se deleitan en el cielo con la visión de Dios gozan más que yo contemplando tu cuerpo. Pero, ¡qué tristeza!, hay diferencia entre aquellos que gozan del cielo sin miedo a perderlo, y yo en cuerpo y alma, temo el terrible tormento de tu ausencia.

MELIBEA.- ¿Verme es un gran premio para ti, Calisto?

CALISTO.- Si me diese Dios en el cielo un sitio a su lado, rodeado de sus santos, no sería tan feliz.

MELIBEA.- Pues aún más recompensa te daré si perseveras.

CALISTO.- ¡Oh, dichosos de mis oídos que han escuchado tan gran palabra!

MELIBEA.- Más bien te parecerán desdichadas cuando escuches lo que voy a decirte. ¡Vete de aquí! Tu atrevimiento es loco y tus ingeniosas palabras pueden corromper mi virtud. ¡Vete desvergonzado, no soporto que el amor ilícito se haya apoderado de tu corazón y me comunique su deleite.

CALISTO.- Me marcharé, tan desgraciado como a quien la adversa fortuna mira con odio cruel.

 

Escena 2. Calisto vuelve a su casa.

 

CALISTO.- ¡Sempronio, Sempronio! ¿Dónde te metes, maldito?

SEMPRONIO.- Estoy aquí, señor, cuidando de los caballos.

CALISTO.- Pues, ¿cómo vienes de la sala?

SEMPRONIO.- Es que se ha volado el halcón he ido a colocarlo en su sitio.

CALISTO.- ¡Que los diablos te lleven! ¡Así por infortunio arrebatado perezcas, te condenes al infierno, intolerable tormento consigas, porque más insoportable será la muerte que espero. ¡Anda, anda, malvado, abre la habitación y prepárame la cama!

SEMPRONIO.- Voy enseguida, señor.

CALISTO.- Cierra la ventana y deja que las tinieblas me acompañen. Mis pensamientos tristes no son dignos de la luz. Bienaventurada muerte que viene deseada por los afligidos. ¡Ven ya! ¡Oh, si los médicos Eras y Crato vinieseis ahora, sentiríais mi mal! No hay esperanza para mi salud.

SEMPRONIO.- ¿Qué dices?

CALISTO.- Vete de ahí, no me digas nada. Si no mis propias manos causarán tu muerte.

SEMPRONIO.- Me iré, pues quieres estar solo para padecer tu mal.

CALISTO.- Vete al diablo.

 

Escena 3. Sempronio sale de la habitación.

 

SEMPRONIO.- La situación de mi amo no es cuestión mía. ¿Qué acontecimiento le ha pasado que le ha robado la alegría y el juicio? Y ahora no sé si dejarlo solo o entrar. Si no entro, me mata, si entro, igual me mata. Pues ahí se queda, yo ni me preocupo. Mejor que mi amo se muera ya que aborrece la vida, que no yo que quiero disfrutarla, aunque sea sólo por contemplar a mi Elicia me debería guardar de peligros. Pero si mi amo se mata sin testigos, tendré que dar cuenta de su vida. Más vale que vuelva a entrar. Pero que conseguiré si no quiere consuelo ni consejo. Mejor será que no me vea, porque montará en cólera. Así pues voy a esperar a que se calme, que llore, lágrimas y suspiros son un gran deshogo para el corazón, Si en este tiempo se mata, que se mate. Tal vez yo salga ganando algo, o no, porque si mi amo muere, es posible que me maten a mí, siempre va la soga tras el caldero. Será mejor si entro, lo soporto y lo consuelo.

 

Escena 4. Calisto llama a Sempronio voceando.

 

CALISTO.- ¡Sempronio!

SEMPRONIO.- ¿Señor?

CALISTO.- Tráeme el laúd.

SEMPRONIO.- Señor, ya está aquí.

CALISTO.- ¿Qué dolor puede ser tal que se iguale al mal que siento?

SEMPRONIO.- Destemplado está el laúd.

CALISTO.- ¿Cómo quieres que esté afinado, si en mi pecho hay un total desconcierto entre paz y guerra, amor y enemistad, ofensas y sospechas, y todo ello por una sola causa? Anda, Sempronio, toca tú y canta la canción más triste que sepas.

SEMPRONIO.- Mira Nerón de Tarpeya a Roma como se ardía; gritos dan niños y viejos y él de nada se dolía.

CALISTO.- Mayor es mi fuego y menor la piedad de quien ahora yo digo.

SEMPRONIO.- No me engaño, mi amo está loco.

CALISTO.- ¿Qué estás murmurando Sempronio?

SEMPRONIO.- No murmuro nada, nada.

CALISTO.- Dímelo, no temas.

SEMPRONIO.- Digo que no comprendo como puede ser más grande el fuego que te atormenta que aquel fuego que quemó una ciudad y abrasó a tanta gente.

CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Es mayor una llama que dura ochenta años que la que pasa en un día, mayor la que mata un alma que la que quema cien mil cuerpos. Como de la apariencia a la existencia, como lo vivo a lo pintado, como la sombra a lo real, tanta diferencia hay del fuego que dices al que me quema. Por cierto, si el fuego del purgatorio es igual al que me consume, prefiero que mi espíritu vaya con el de los animales, antes que ir al cielo pasando por el purgatorio.

SEMPRONIO.- Además de loco, ¡hereje!

CALISTO.- ¿No te digo que hables alto? ¿Qué dices?

SEMPRONIO.- Digo, mi amo, que lo que dijiste es una herejía.

CALISTO.- ¿Por qué?

SEMPRONIO.- Porque contradice a la religión cristiana.

CALISTO.- ¿Y a mí qué más me da?

SEMPRONIO.- En verdad no eres cristiano.

CALISTO.- ¿Yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, en Melibea creo y a Melibea amo.

SEMPRONIO.- ¡Si tú lo dices! Como Melibea es tan grande no cabe en el corazón de mi señor y le sale por la boca a borbotones. Ya sé de qué pie cojeas. Yo te sanaré.

CALISTO.- Prometes algo increíble.

SEMPRONIO.- Es fácil. Para comenzar a sanar hay que conocer la dolencia del enfermo.

CALISTO.- ¿Qué consejo puedo tomar de lo que en sí no tiene orden ni consejo?

SEMPRONIO.- (Murmura bajo) ¡Ja, ja, ja! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Son estas sus congojas? ¡Como si el amor solo le dirigiera sus flechas contra él! ¡Oh soberano Dios, qué altos son tus misterios! ¿Qué turbación dispones en el enamorado, que pierde la mesura y salta las barreras como un toro bravo herido?

CALISTO.- ¡Sempronio!

SEMPRONIO.- ¿Qué señor?

CALISTO.- No me dejes.

SEMPRONIO.- (Haciendo un aparte). Vaya, de otro temple está mi amo.

CALISTO. -¿Qué te parece mi mal?

SEMPRONIO.- Que amas a Melibea.

CALISTO.- ¿Y no otra cosa?

SEMPRONIO.- ¿Es poco mal tener la voluntad cautiva de una sola mujer?

CALISTO.- Poco sabes de firmeza.

SEMPRONIO.- Lo tuyo no es firmeza en mi tierra es ser testarudo.

CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro.

SEMPRONIO.- Tienes que hacer lo que bien digo y no lo que mal hago.

CALISTO.- ¿Qué me repruebas?

SEMPRONIO.- Que prefieres someter la voluntad de un hombre a la de una mujer.

CALISTO.- ¿Melibea, una mujer? ¡Grosero! ¡Melibea es Dios, Dios!

SEMPRONIO.- ¿Así lo crees, o te burlas?

CALISTO.- ¿Burlarme? Por Dios, lo creo, no hay otro soberano en el cielo, vive entre nosotros.

SEMPRONIO.- (Murmura divertido). ¡Ja, ja, ja! ¿Oíste la blasfemia? ¡Vaya locura!

CALISTO.- ¿De qué te ríes?

SEMPRONIO.- Pues me río… pensaba que no había mayor pecado que en Sodoma cuando unos hombres quisieron violar a dos ángeles, pero tu pecado es peor, quieres abusar de Dios

CALISTO.- ¡Maldito seas! Has conseguido hacerme reír. Nunca lo pensé hacer este año.

SEMPRONIO.- Entonces… ¿Toda tu vida habías de llorar?

CALISTO.- Sí.

SEMPRONIO.- ¿Por qué?

CALISTO.- Porque amo a aquella mujer y no soy digno de ella, ni la puedo alcanzar.

SEMPRONIO.- (Murmura). ¿Con que esas tenemos, mal nacido!

CALISTO.- No le he oído Sempronio, vuélvelo a decir.

SEMPRONIO.- Dije que tú tienes mejor corazón que muchas personas importantes y desesperas de alcanzar una mujer, cuando muchas se sometieron a quienes no lo merecían, a hombres de baja condición y otras a animales. ¿No conoces la historia de Pasife con el toro?

CALISTO.- No la creo, son habladurías.

SEMPRONIO.- Y lo de tu abuela con el mono ¿habladuría fue?

CALISTO.- Maldito necio ¡Qué bobadas dices!

SEMPRONIO.- ¿Te escoció? Lee las historias, estudia a los filósofos, mira los poetas. Llenos están los libros de sus viles y malos ejemplos y de las caídas que llevaron las que en algo, como tú, las estimaron. Oye a Salomón cuando dice que las mujeres y el vino hacen blasfemar a los hombres. Aristóteles y Séneca coinciden en no apreciar a las mujeres. En esto están de acuerdo los cristianos, los moros y los judíos. También hubo y hay santas y virtuosas que se apartan del general vituperio. De las otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus trajines, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías, su ingratitud, su desdén, su miedo, sus hechicerías, su embaucamiento, su alcahuetería? ¿Has pensado en los pocos sesos que hay bajo sus grandes tocas? ¡Qué cloaca debajo de templos pintados! Huye de sus engaños amo, son arma del diablo. ¿Acaso no fue la mujer la causa que expulsó a Adán del paraíso? No hay quien las entienda. Tan pronto te llaman como te detestan. Todo es un malestar excepto cuando estás en la cama con ellas.