La fiera - Benito Pérez Galdos - E-Book

La fiera E-Book

Benito Pérez Galdòs

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Beschreibung

La fiera es una obra de teatro de Benito Pérez Galdós. De carácter histórico, trata sobre una escaramuza en Urgel en pleno Trienio Liberal español. La trifulca será el escenario de venganzas, amoríos y traiciones.-

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Benito Pérez Galdós

La fiera

Drama en tres actos

Saga

La fieraCopyright © 1870, 2020 Benito Pérez Galdós and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726495300

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

ACTORES

SUSANA, Baronesa de Celis, sobrina del Marqués de Tremp.

SRTA. COBEÑA.

DOÑA MONSA, Marquesa de Tremp.

SRTA. CANCIO.

DOÑA SATURNA, hermana del Marqués.

SRA. FERNÁNDEZ.

BERENGUER.

SR. THUILLIER.

DON JUAN, hijo del Marqués de Tremp, jefe de realistas y Gobernador de la plaza.

SR. CUEVAS.

SAN VALERIO.

SR. VALLÉS.

FABRICIO.

SR. VALENTÍN.

BONAIRE.

SR. BALAGUER.

EL MARQUÉS DE TREMP, Regente.

SR. ALTARRIBA.

MAGÍN, soldado realista.

SR. MORENO.

CASTELL, oficial realista.

SR. CLARIA.

BONALD, oficial realista.

SR. RUIZ TATAY.

BLASA, criada.

SRTA. PALMA.

La acción en Urgell, 1822.

NOTA. Lo indicado con este signo *, se suprime en la representación con objeto de abreviarla.

—5→

Acto I

Salón de planta baja en la residencia del MARQUÉS DE TREMP. A la izquierda, una puerta y gran chimenea gótica, encendida con gruesos troncos. A la derecha, puerta que conduce a las habitaciones interiores. Al fondo, puerta grande con forillo, comunicación con otras salas, patio, explanada y calles. Decorado severo y antiguo. Mesas y sillas de nogal. Una alacena. Es de día.

 

Derecha e izquierda se entiende del espectador.

Escena I

DON JUAN, a la derecha, despachando con CASTELL; MAGÍN, que acaba de llegar; a la izquierda, DOÑA MONSA, sentada, devanando una madeja que sostiene BONAIRE; junto a ella, DOÑA SATURNA, leyendo cartas, que va metiendo en su ridículo.

 

JUAN.- (A MAGÍN.) ¿Qué ocurre?

MAGÍN.- Romagosa ha dado un achuchón al regimiento de Mallorca, de la columna de Zorraquín, matándole seis hombres y cogiéndole catorce prisioneros.

JUAN.- ¿Dónde?

MAGÍN.- Hacia Bellver.

JUAN.- ¿Qué más?

MAGÍN.- El Trapense ha destrozado la columna de Rotten.

JUAN.- Bien.

—6→

MONSA.- Ese es el hombre, fray Antonio Marañón, nuestro bendito guerrillero, defensor del trono y de la fe.

BONAIRE.- ¡Viva el Trapense!

MONSA.- Juicio, señor Bonaire. Con su entusiasmo ha enredado la madeja.

SATURNA.- Y con sus chillidos no me deja leer.

BONAIRE.- (Tratando de desenredar la madeja.) Señoras, no es para incomodarse. ¡Viva el Rey absoluto!

MONSA.- ¡Adulón! (Se levanta para arreglar la madeja.)

JUAN.- (Al Oficial, que se levanta.) Que salgan al instante los refuerzos que enviamos a Misas.

CASTELL.- (Saludando.) Mi General... (Vase.)

JUAN.- (A MAGÍN.) ¿Y tú...?

MAGÍN.- ¿Me vuelvo a la facción?

JUAN.- Sí.

MONSA.- ¡Pobre Magín! Déjale descansar siquiera un día. Encasa le necesitamos.

MAGÍN.- Quiere la señora doña Susanita que aliste la litera para salir de paseo.

JUAN.- Es verdad. Puedes quedarte hoy.

MAGÍN.- Con permiso. (Vase. DON JUAN, silencioso, se sienta y examina un plano.)

BONAIRE.- Ya está deshecho el nudo. Adelante... No desharán tan fácilmente las tropas de Mina el que le han armado nuestros guerrilleros en este laberinto de montañas.

MONSA.- En la montaña y en el llano, Dios bendecirá las tropas de los leales.

BONAIRE.- Amén. (Declamatorio.) Y hará suya la causa de la Regencia, constituida en esta gloriosa ciudad de Urgell, para arrancar a España de las uñas de toda esa taifa masónica, comunera y democratizante. ¡Muera la libertad!...

SATURNA.- (Imponiendo silencio.) ¡Ss!..

MONSA.- (A SATURNA.) ¿Qué noticias hay?

SATURNA.- Excelentes. La duquesa de Montmorency me dice que monsieur de Villéle se va convenciendo de la necesidad de la intervención. (A DON JUAN.) ¿Y qué? Ese fantasmón de Mina, ¿avanza?

—7→

JUAN.- Trata de penetrar en la Cerdaña.

SATURNA.- ¿Estaremos seguros?

JUAN.- ¡Oh, sí!... Puede usted escribir a sus amigos de la corte de Francia que la Regencia y sus guerrilleros indomables sabrán redimir a la nación y devolver al Rey sus fueros, su autoridad sagrada.

MONSA.- Muy bien. (Terminada de ovillar la madeja, BONAIRE se ocupa en ordenar los ovillos en una cesta.)

SATURNA.- La Regencia está reunida, según creo.

MONSA.- Dos horas llevan ya deliberando.

SATURNA.- ¡Y que no saldrán buenas cosas de aquellas tres grandes cabezas!

BONAIRE.- La primerita, el gallito como quien dice, mi señor Marqués de Tremp.

MONSA.- De mi esposo nada he de decir, pues no es bien que yo le alabe...

SATURNA.- Pues ¿y el Arzobispo? ¿Y dónde me dejas al Barón, con aquel pico de oro?

JUAN.- ¡Ah!... Pero más que el discernimiento sutil importan hoy el valor rudo, la ira santa, perseguir al democratismo en sus últimas guaridas, despedazarlo sin compasión...

MONSA.- Hijo, no tanto.

SATURNA.- Aprenda el señor Bonaire.

BONAIRE.- (Que está recogiendo la labor de las señoras y poniéndola en una cestita.) ¡Ay!, en punto a valor, nada tengo que aprender, mi señora doña Saturna. (Se ríen.) No es cosa de risa. Soy el hombre más intrépido de la cristiandad, porque soy el más desdichado. Salí de mi casa de Barcelona resuelto a quitarme la vida, poniendo fin a mis horribles desgracias...

MONSA.- No; no repita usted la historia.

BONAIRE.- Bueno. Pues cuando ya estaba a dos dedos de la muerte, disponiéndome a tirarme por un despeñadero, reflexioné y dije: «Pues más práctico y más cristiano, sí, señoras, más cristiano será ponerme a que me mate una bala de esas condenadas tropas liberales...». Y héteme —8→ aquí guerrillero de la santa causa con este soberbio uniforme cogido al enemigo. He tenido la suerte de caer en la Seo con la bendición, y el señor General lo mismo me ocupa en menesteres de la Intendencia, que me manda a batir el cobre a la facción. Y trabajando a pelo y a pluma, cuando no peleo allá, hago pasteles aquí, y guiso, y peino a las señoras, y el señor Regente y el señor Arzobispo me encargan mil diligencias...

SATURNA.- No estará usted descontento.

BONAIRE.- No, señora. Pero no renuncio al suicidio, digo, a la muerte. ¡Ah!, mis infortunios son tan atroces, que no hay lengua que los pueda contar. Verán: la muy perra de mi mujer y mis dos suegras, porque tengo dos, la madre de mi primera mujer y la de...

MONSA.- Sí, ya sabemos...

BONAIRE.- Total, que quiero morirme. La vida me es odiosa, señoras; la detesto como se detesta una serpiente mordiscona que uno llevara dentro de sí. ¡No quiero vivir, no quiero! Figúrense ustedes que aquellas feroces harpías...

SATURNA.- Basta... Si quisiera el señor Bonaire buscar quien lleve a Andorra mi carta para Francia...

MONSA.- Antes hágame el favor de ver si Susana está ya vestida.

BONAIRE.- Voy.

MONSA.- Y que nos traigan las mantillas. Tenemos que salir.

SATURNA.- ¡Ah! Nos vuelve locas la dichosa sobrinita.

JUAN.- (Leyendo los planos y papeles y pasando al centro con las señoras.) A mí también. Pero confieso que su viveza y desenfado me encantan.

MONSA.- Ha caído en nuestro pacífico reino como una bomba. En los dos días que lleva en casa, ha hecho una revolución en nuestras austeras costumbres.

BONAIRE.- (Volviendo por la derecha con las mantillas.) Está dándose la última mano. Ya sale.

MONSA.- Tres veces al día se cambia de ropa, a estilo neto de París.

—9→

JUAN.- Costumbres de la gente principal con quienes ha vivido allá.

BONAIRE.- Aquí dejo las mantillas. (Las pone con mucho cuidado sobre la mesa, preparándolas para que se las pongan.) Conque... si no me mandan otra cosa...

JUAN.- Sí... Averigüe usted dónde están alojados esos señores que han venido de Francia a ponerse al servicio de la Regencia.

SATURNA.- ¿Franceses?

JUAN.- No, españoles; y, según parece, personas muy principales. (Recogiendo de la mesa unas cartas.) Aquí están sus credenciales, que dejaron en mi oficina esta mañana. Además de las testimoniales de Morejón y de Balmaseda, el uno trae carta de monsieur de Bulong, secretario del vizconde de Chateaubriand; el otro de monseñor de Broglie...

BONAIRE.- Les he visto. Por las trazas parecen gente muy buena, enemigos furiosos de la mal llamada libertad.

MONSA.- Habrá que alojarles en los pabellones de San Juan.

JUAN.- Sin duda. (A BONAIRE.) Dígales usted que los espero.

BONAIRE.- Al momento. (Vase por el foro.)

Escena II

DON JUAN, DOÑA MONSA y DOÑA SATURNA; SUSANA, por la derecha, muy elegante, con sombrero; detrás, BLASA, con el abrigo, el ridículo y dos abanicos.

 

SUSANA.- (Con mucha viveza.) ¡Mi tío!... ¿Dónde está mi tío, señor Marqués de Tremp? ¿Dónde se mete vuestra Alteza?

MONSA.- ¡Ay, qué fuguilla!

BLASA.- Señora, ¿qué abanico lleva?

SUSANA.- (Cogiéndolo.) Este.

JUAN. - ¡ Divina petimetra!

BLASA.- (Dándole el ridículo.) Lleva los dos pañuelos, el librito, los caramelos...

—10→

SUSANA.- (A DON JUAN.) Tu padre... (Impaciente.) ¿Dónde está? Necesito verle al instante.

SATURNA.- Tontuela, la serenísima Regencia está deliberando.

BLASA.- El abrigo.

SUSANA.- Venga... Voy allá. (Vase BLASA.)

MONSA.- (Deteniéndola.) ¡Loca!

JUAN.- No: los señores Regentes podrían trastornarse al verte, y Dios sabe qué atrocidades acordarían.

SUSANA.- ¡Buena está vuestra Regencia, que me parece a mí como la ínsula de Sancho!

MONSA.- ¡Jesús!

SUSANA.- ¡Qué cosas tan raras encuentro en mi querida patria! ¿Esto que aquí gobierna y gasta y triunfa es cosa de juego?

SATURNA.- ¡Niña!

JUAN.- ¿Tú qué entiendes?

SUSANA.- Que sí, que sí entiendo, vaya. Soy una gran política. Vengo del país de las ideas, y allí, aunque una se proponga ser tonta, no lo puede conseguir. Yo pienso... Veréis lo que pienso.

MONSA.- Veamos.

SUSANA.- En el colegio de Saint Denis, donde estuve seis años... ¡oh!, todas las niñas éramos frenéticas partidarias de Bonaparte.

MONSA.- ¡Virgen de los Dolores!

SUSANA.- Le adorábamos. No hacíamos más que bordar águilas y enes dentro de una coronita de laurel.

SATURNA.- ¡Dios nos asista!

SUSANA.- Y cuando el héroe volvió de la isla de Elba y pasó revista a las tropas, fuimos en corporación y le ofrecimos ramitos de flores... ¡Oh, qué hombre, qué genio! Nos miraba con gravedad de estatua, y nosotras le tirábamos besos, así... (Tirando besos.)

MONSA.- (Persignándose.) ¡En el nombre del Padre!...

SUSANA.- Pero luego... pasan años, y viene el conde de Provence a sentarse en el trono.

JUAN.- ¿Y os hicisteis realistas?

—11→

SUSANA.- Pero furibundas. En mi colegio no hacíamos más que bordar flores de lis, y todas llevábamos la cinta azul del Espíritu Santo.

SATURNA.- Muy bien.

JUAN.- ¿Y a Luis XVIII, no le ofrecisteis también ramitos de flores?

SUSANA.- Sí... y él nos hizo mil cucamonas y nos cogía la cara. Es un viejo monísimo. En fin, que aquí donde me veis, soy partidaria del vencedor, y proclamo los hechos consumados. Más claro: que soy de la escuela del príncipe de Talleyrand, que come con todos y con todos triunfa y mangonea.

JUAN.- Bien, bravísimo.

SATURNA.- Como graciosa lo es... Y puesto que te encuentras en casa el absolutismo...

SUSANA.- Aquí que no peco... ¡Viva el Rey absoluto!

MONSA.- ¡Muy bien!

SUSANA.- Absolutismo hasta que nos saturemos bien y pidamos otra cosa. Esta es la opinión, un monstruo que come mucho, pero es gourmet y no gusta de hartarse siempre con el mismo manjar. En fin, las victorias que habéis alcanzado sobre los liberales, quiero celebrarlas esta tarde con un bailecito, ahí, en la explanada.

MONSA.- Niña, déjate ahora de bailes.

SUSANA.- He mandado a Bonaire que me traiga todos los músicos que encuentre en el pueblo.

SATURNA.- Nada; se le ha metido en la cabeza...