La idea de Europa en el mundo romano - Alejandro Bancalari Molina - E-Book

La idea de Europa en el mundo romano E-Book

Alejandro Bancalari Molina

0,0

Beschreibung

Este libro presenta una perspectiva profunda y aguda sobre la idea y noción de Europa en el contexto del imperio romano. Interesante y sugerente resulta encontrar aquí la amplia y rigurosa discusión de aquellos tópicos históricos, jurídicos, geográficos y culturales que formaron parte del mundo romano y que pueden proyectarse a la realidad actual de la Unión Europea. En el fondo, la investigación pretende enseñar cómo la experiencia romana, una vez más, permite iluminar el presente.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 298

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



NOTA A LA EDICIÓN ELECTRÓNICA

En la presente edición electrónica la foliación del índicecorresponde a la edición impresa.

Para esta edición electrónicase han eliminado las páginas en blanco y, por lo tanto,los saltos en la numeración de las páginascorresponden a dichas páginas en blanco.

907.204

 B213i Bancalari Molina, Alejandro.

La idea de Europa en el mundo romano: proyecciones actuales

/ Alejandro Bancalari Molina. – 1a ed. –

Santiago de Chile: Universitaria, 2015.

148 p.: il.; 15,5 x 23 cm. – (El saber y la cultura)

Bibliografía: p.119-139.

ISBN Impreso: 978-956-11-2472-1ISBN Digital: 978-956-11-2716-6

1. Historiografía – Europa.

2. Europa – Civilización – Influencias romanas.

3. Roma – Historia – Imperio, 30 A.C. – 476 D.C.

I. t.

© 2015, ALEJANDRO BANCALARI MOLINA

Inscripción Nº 251.108, Santiago de Chile

Derechos de edición reservados para todos los países por

© EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050 - Santiago

Ninguna parte de este libro, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del editor.

Texto compuesto en tipografía Times 11/14

Se terminó de imprimir esta

PRIMERA EDICIÓN

en marzo de 2015.

DIAGRAMACIÓN

Yenny Isla Rodríguez

DISEÑO DE PORTADA

Norma Díaz San Martín

www.universitaria.cl

Diagramación digital: ebooks [email protected]

A Marisol

ÍNDICE

Índice de imágenes

Agradecimientos

Introducción

CAPÍTULO IEstudios historiográficos sobre la idea de Europa

1. El valor historiográfico entre los siglos XX y XXI.

CAPÍTULO IIEl nombre de Europa y la tradición clásica

1. Teónimo.

2. Corónimo.

3. La visión de Heródoto: la oposición a Asia.

4. Etimología, significado y difusión del término Europa.

5. Europa y el imperio de Alejandro Magno.

CAPÍTULO IIILas diversas connotaciones de la noción de Europa en Roma

1. La esencia de la “historia intencional”: Europa versus Asia.

2. La irradiación de la humanitas.

3. La dicotomía europea: su génesis oriental.

CAPÍTULO IVLa trilogía Roma - Europa - Mediterráneo: espacios interactuantes

1. Sobre el mare nostrum.

2. El espacio europeo: el aporte de Polibio.

3. Incorporación de las provincias europeas.

CAPÍTULO VLa relación entre Europa y el mundo romano

1. Europa entre el alto y el bajo imperio.

2. Europa y su vinculación con la idea de Roma aeterna.

CAPÍTULO VIConvergencia de la civitas romana a una ciudadanía europea

1. Dimensiones de la ciudadanía romana.

2. La viabilidad de una ciudadanía europea.

3. Las dos patrias: local y romana.

4. Roma y Europa: los puntos comunes a través de la ciudadanía.

CAPÍTULO VIIEl imperio romano como modelo para la Unión Europea

1. Roma como paradigma y modelo de construcción histórica.

2. Proyección histórica.

Consideraciones finales

Bibliografía

ÍNDICE DE IMÁGENES

Figura 1: Cratera ática de figura roja

Figura 2: Fresco cretense con el juego del salto del toro

Figura 3: Metopa del templo de Selinunte

Figura 4: Hidra jónica de Caere

Figura 5: Terracota ateniense

Figura 6: Fresco romano de Pompeya

Figura 7: Mosaico de la villa de San Marco en Stabia

Figura 8: Mosaico romano en una villa de Arles

Figura 9: Fresco pompeyano con la figura de Europa de la villa de Ariadna

Figura 10: El imperio romano en la época de Trajano

AGRADECIMIENTOS

Toda investigación historiográfica requiere de un esfuerzo personal de cientos de horas de lecturas, estudios y trabajo. Si bien la labor investigadora es de mi responsabilidad, no quisiera dejar pasar la oportunidad para agradecer a todos aquellos colegas y amigos que ayudaron, directa e indirectamente, al enriquecimiento y a la concreción de este libro.

A Cesare Letta, por su paciencia y disposición a conversar, discutir y reflexionar sobre los diferentes tópicos de esta obra. Sus eruditas sugerencias y agudas indicaciones han hecho más sólido el argumento. Mi reconocimiento a él, como profesor, colega y, sobre todo, como intelectual y persona de gran calidad humana.

A Juan Francisco Rodríguez Neila, profesor de la Universidad de Córdoba, España, por su interés y contribuciones para la materialización de este estudio. Del mismo modo, a los colegas y amigos de universidades nacionales como Ximena Ponce de León, Raúl Buono-Core Varas y Nicolás Cruz Barros, por su permanente estímulo y apoyo.

Un agradecimiento especial a los académicos y administrativos del Departamento de Ciencias Históricas del Mundo Antiguo de la Universidad de Pisa, por su gentil disposición a cooperar y ayudar en la recopilación y en el estudio del material bibliográfico. Asimismo a FONDECYT, por su compromiso y respaldo a la investigación en nuestro país con el proyecto Europa Romana: antecedentes y esencia de una identidad y primera unidad europea en el mundo romano (SiglosIIIa.C.-IIId.C.).

A Tulio Mendoza Belio, miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, por sus finas precisiones lingüísticas y certeros comentarios. A Jorge San Martín, por su inigualable ayuda en la diagramación y confección final del texto.

A la Universidad de Concepción, por otorgarme el tiempo y el espacio necesarios, como también a mis estudiantes de pre y posgrado, por debatir y discutir sobre estas materias en el aula. Y a Editorial Universitaria por su constante compromiso con la difusión de “el saber y la cultura”.

Concepción, enero de 2015.

INTRODUCCIÓN

En la actualidad, definir y caracterizar la noción de Europa, entre la utopía y la realidad, es por cierto una tarea titánica y delicada. Las distintas connotaciones, ideales e intereses, así como su esencia y espíritu, la hacen incierta y enmarañada. Las diferentes culturas, lenguas, religiones, el mestizaje y los proyectos unificadores profundizan todavía en mayor medida esas complejas realidades. Existió un sentimiento de “ser” consciente y de sentirse europeo, de formar parte de un mismo espacio y cultura. ¿Cuándo nace verdaderamente la idea de Europa con su contenido y significado y cuáles son sus límites? ¿Cómo fue evolucionando una noción del continente en múltiples ámbitos como modelo iluminador para Occidente? En fin, escudriñar la amalgama y similitud entre el mundo romano y Europa. Así, el retrotraernos a la antigua Roma, a su imperio aglutinador y global, nos revela perspectivas que podrían proporcionarnos algunas respuestas. Ciertas o no, al menos ayudarán a comprender la esencia primigenia y cimentadora del continente como laboratorio histórico, foco civilizador y un conjunto de valores. Por lo mismo, a lo largo de dos milenios y medio desde que surgió la idea de Europa en su acepción mitológica y geográfica hasta la irrupción de la actual Unión Europea, podemos constatar una serie de nociones, imágenes y factores que la caracterizan y la representan como construcción histórica1. Entre esas heterogéneas y significativas concepciones encontramos:

1) Europa como vocablo de diversas etimologías: variado, amplio y que muestra otras acepciones que se desprenden de los textos literarios e históricos antiguos.

2) Europa como expresión geográfica (corónimo): que significa “tierra amplia”, o sea, la Grecia continental en contraposición a las islas del mar Egeo y a la península del Peloponeso. Más aún, hoy en día se acostumbra a señalar que geográficamente no es más que un cabo o un “apéndice de Asia”, célebre expresión atribuida a Paul Valéry2. Desde la perspectiva geográfica y tomando en consideración la conformación física del continente, se puede diferenciar en dos puntos de vista disímiles: Europa es una península bañada por dos mares, el Mediterráneo y el Atlántico, y es el sector extremo occidental y montañoso de la masa continental de Eurasia; o como muchos han expresado a partir de la afirmación de Valéry, como continuidad del continente asiático. Por otra parte, Europa es percibida como una sucesión de amplias zonas de este a oeste que, desde el centro del Mediterráneo, se extienden hacia el interior, o sea hacia el norte. Así, se presenta una barrera de montañas que oscila desde los Pirineos, pasando por los Alpes y la cadena de los Balcanes, hasta llegar a las llanuras y frías forestas de la Europa septentrional3.

3) Europa como concepto mitológico (teónimo), a partir de la leyenda de la hermosa princesa de Fenicia, Europa, raptada por Zeus metamorfoseado en toro. Si bien es esta la versión más clásica y descrita por las fuentes antiguas4, existen al menos otras diez vertientes e interpretaciones del mito.

4) Europa como continente específico y diverso en oposición a Asia y África. Será Hecateo de Mileto, hacia fines del siglo VI a.C., y profundizado por Heródoto, quienes hacen la diferencia de los tres territorios5. Polibio más adelante mantiene la división y tradición y, particularmente, el erudito Varrón, en el siglo I a.C., investigando sobre Asia, la define con la siguiente fórmula: Asia quae non Europa: “Asia es aquella que no es Europa”6. Fórmula que insiste en marcar la diferenciación entre dos continentes desde la perspectiva geográfica y etnocultural, lo cual remarca la contraposición de los dos sectores.

5) Europa en oposición a Asia desde la perspectiva civilizadora y ética. Con las guerras médicas (494-448 a.C.), el concepto e idea del continente manifiesta un profundo topos político, étnico y cultural. Es la determinación y contraposición entre helenos (= europeos) y persas (= asiáticos) definido y caracterizado, sobre todo, por Heródoto, Esquilo e Isócrates7. Por cierto, como detallaremos más adelante, en la identificación del conflicto Asia-Europa están presentes múltiples parámetros diferenciadores y valorados indistintamente por los historiadores. En síntesis, los orígenes de Europa como espacio geográfico, realidad histórica, elemento identitario, esencia y espíritu, se forjaron sin duda en el ámbito helénico8.

6) Europa como sinónimo del Mediterráneo y del imperio romano (esencialmente en la pars Occidentis). Un aspecto vertebrador dice relación con la vinculación geográfica, étnica y cultural entre este continente y su mar, como entidades que se entrecruzan y se sintetizan finalmente en el mundo romano. Exhiben elementos comunes entre sus habitantes, en sus condiciones de vida, en la unidad del área y en la conformación de un cierto espíritu y cosmos en los tres primeros siglos del imperio que corresponde a la ecúmene romana9.

7) Europa en el pensamiento de la cristiandad medieval10, en oposición al Islam. La figura de Carlomagno como “padre de Europa”11, en la idea de la restitutio imperi, simbolizado en el sacro romano germano imperio.

8) Europa en el tentativo unificador de Napoleón. A través de la conquista del continente intenta reconstruir la experiencia militar e integradora de la antigua Roma, llevando a cabo el primer proyecto contemporáneo de agrupación europea12.

9) Europa de la guerra fría con sus dos áreas, por antonomasia, de hegemonías e influencias: Estados Unidos en la Europa occidental y la ex Unión Soviética en la oriental.

10) Europa representada con la creación de la Unión Europea (anteriormente denominada Comunidad Económica Europea). Un fenómeno especial, un híbrido, un unicum de 28 países miembros (el espacio europeo) que, como observaremos, tiene antecedentes directos en el imperio romano13. Actualmente este conglomerado es una verdad histórica y sigue siendo un proyecto político complejo y en constante transformación14, a partir de consensos y de un modelo de una cierta tesis funcionalista.

CAPÍTULO I

Estudios historiográficos sobre la idea de Europa

A lo largo del siglo XX han sido variados los estudios que han intentado visualizar una noción de Europa desde una perspectiva de longue durée. En particular, se aspira a buscar una evolución y un desarrollo del concepto y a perfilar un origen de una conciencia y sentimiento, en el sentido de lo que significa ser europeo, de las tradiciones comunes y el considerar una cultura y una civilización por antonomasia. En el fondo, ello lleva implícitas la añeja dicotomía y la contraposición entre Europa (= Occidente) y Asia (= Oriente), simbolizando al mismo tiempo una óptica europocéntrica de la problemática.

1. El valor historiográfico entre los siglos XX y XXI

Entre los estudiosos resalta Julien Benda (1876-1956), quien hacia 1933 concibe la existencia de un pasado común, sueña con la “unificación de Europa” y con la idea de que los europeos tengan una conciencia de ella15. Por su parte, uno de los fundadores de la escuela de los Annales, Lucien Febvre (1878-1956), a través de una serie de conferencias entre 1940 y 1953, además de la transcripción de los apuntes de un curso en el Collège de France (1944-1945), se planteó el problema de la génesis de Europa, con mayor atención en la relación existente entre el continente y el orbe romano. De partida, Febvre cree en una Europa mediterránea y humana como sinónimo de un espacio civilizado. Le atribuye un gran significado a la Hélade como “inventores de Europa”, pero Grecia, según él, “no fue un mundo europeo”. Del mismo modo, considera que Roma fue un imperio “circunmediterráneo”. En suma, el continente se constituyó en una “civilización mediterránea”16 y la prefiguración y surgimiento de Europa fue solo después de la caída del imperio romano.

Gonzague de Reynold (1880-1970) en su clásica obra La Formación de Europa, atribuye al mundo antiguo sus orígenes culturales, explicando en qué consiste el nombre de Europa como entidad mitológica, geográfica y cultural, que proviene de Asia17.

Hacia fines de la década de los años 1950 y comienzos de los sesenta la historiografía italiana se preocupó de la problemática en cuestión. Carlo Curcio (1898-1971)18, desde la antigüedad, pretende comprender la noción y la evolución de la idea de Europa. Es polémico al enfatizar y resaltar en forma categórica la diferenciación de Europa como entidad política, cultural y moral, respecto de los otros continentes y pueblos. De mayor alcance, la obra de Federico Chabod (1901-1960)19 tuvo mayor difusión y proyección al distinguir a Europa como una “forma de civilización”, un modo de ser y de poseer una conciencia. Su estudio también retrotrae al mundo grecorromano y hace hincapié en esta antítesis entre Europa y Asia. En consecuencia, el primero representaría la libertad ciudadana, el manejo apropiado del logos y de la palabra; en cambio el segundo será identificado con el despotismo, un imperio gigantesco, sin libertades. En el fondo, es la dicotomía helenos versus bárbaros, Occidente contra Oriente. Son dos grandes grupos de la humanidad, muy diversos que se diferencian y se contraponen. Chabod expresamente se refiere a una “conciencia europea u occidental”, surgida entre los siglos V y IV a.C. contra una “conciencia asiática u oriental”20. Para el estudioso italiano Europa revela una forma mentis, una serie de valores supremos, morales y espirituales, con una herencia milenaria21.

Será en la década de 1960 cuando los estudiosos de la época clásica comienzan a polemizar por la contradicción entre Europa y Asia. Esto a raíz del congreso sobre “griegos y bárbaros” realizado en la Fondation Hardt22, donde surgieron interpretaciones menos radicales y nuevas tendencias a no subrayar la antítesis política y cultural entre los dos continentes, sino que a hacer hincapié en los tópicos etnográficos y antropológicos. De ahí que la figura del padre de la historia, Heródoto de Halicarnaso, jugará un rol primordial como mediador entre Europa y Asia. Se hace un revisionismo a partir de las situaciones históricas de cada pueblo y no tanto de la supremacía de la cultura helena sobre la barbarie. La fractura entre helenos y bárbaros comienza a reducirse en forma esencial por la diferenciación de las formas de gobierno y el esquema binario libertad-esclavitud. Los coloquios de la Fondation Hardt ayudaron, entre otras propuestas, a revisar no solo la noción de griegos y bárbaros sino, asimismo, la idea de Europa. El estudioso francés Jean-Baptiste Duroselle (1917-1994)23 rechazó la tradicional antítesis Europa-Asia, minimizó los aspectos ideológico-político y cultural-moral, señalando que para los griegos y romanos Europa era solo un “concepto geográfico, sin algún significado político real”.

Denis de Rougemont (1906-1985), partidario de la unificación europea y creador del Instituto de Estudios Universitarios de Ginebra, en una de sus obras cumbre, Carta abierta a los europeos (1970), redescubre a Europa ante todo como una unidad de civilización, exaltando una cultura común: “De hecho, nuestras culturas nacionales solo son divisiones abstractas, por lo común erróneas y muy recientes, que hemos hecho en el cuerpo de la gran cultura común europea, que es mucho más antigua que todas nuestras naciones, sin excepción, por ser una obra común y secular de todos los europeos”24.

Rémi Brague plantea la necesidad de definir y caracterizar a Europa a partir de dos divisiones o conceptos: el cultural, que aglutina elementos políticos y económicos, y el concepto geográfico, en el fondo, el lugar de Europa en el mundo. A partir de esto propone su tesis triádica de que Europa es griega, hebraica y sobre todo romana. Señala radicalmente: “nosotros no somos ni podemos ser griegos y judíos más que porque primero somos romanos”25. Para Brague, la noción de Europa, en especial como realidad cultural, es eminentemente romana y toma como modelo a la romanidad26. La urbe tuvo en la práctica una capacidad política y administrativa que constituyó un espacio unificado y cimentó los principios políticos, jurídicos y culturales de Europa. El imperio romano, una verdadera communitas, que sintetizó y amalgamó los grandes aportes civilizadores del periodo antiguo, incorporó al Cristianismo. Una posición muy similar y tajante es la que sostiene Werner Dahlheim, al señalar que: “sin la Antigüedad la historia europea jamás se habría puesto en marcha”27.

René Grousset (1885-1952) igualmente, plantea una interpretación análoga: “Si el helenismo no era el mundo, ciertamente era, en su época, todo nuestro mundo: era Europa. Durante trescientos años esta se resumió en él. Entre los siglos V y III antes de nuestra era las fronteras europeas no estaban marcadas, como afirman los geógrafos, por el Bósforo y los Urales”. Y prosigue: “Si alguna vez existió Europa en el sentido que quisiéramos dar a esta expresión geográfica, es decir, como patria común y civilización común, esto ocurrió en los cuatro siglos que van desde el advenimiento de Augusto a la muerte de Teodosio”28.

Edgard Morin, a pesar de un cierto pesimismo, de vivir una ambigüedad, de sentirse “europeo-antieuropeo” y de considerar difícil de percibir a Europa desde su interior, nos presenta su imagen de un espíritu europeo. “Si se busca la esencia de Europa, solo se encuentra un ‘espíritu europeo’ evanescente y aseptizado. Si se cree desvelar su atributo auténtico, se oculta entonces un atributo contrario, no menos europeo. Porque si Europa es el derecho, también es la fuerza; si es la democracia, también es la opresión; si es la espiritualidad, también es la materialidad; si es la medida es también hybris, la desmesura; si es la razón, también es el mito, incluido también este en el interior de la idea de razón”29. Visión similar manifiesta Oscar Schneider al plantear la “idea europea de historia”30 y demostrar cuán importante es, para entender la Europa actual, que sus habitantes conozcan su propia historia; en el fondo, una historia y tradición comunes, herederos de una cultura y una civilización en la que todos participan, porque tienen raíces y valores comunes.

Peter Rietbergen31 desarrolla un extenso trabajo analizando la idea de Europa desde una perspectiva cultural y no como una entidad geográfica. Es relevante su autodefinición y que muestre a Europa como una “cultura” o una “civilización”32 y como una unidad con rasgos realmente propios. Rietbergen presenta un largo “viaje” para descubrir y escudriñar espacios y épocas de la historia cultural europea; una serie de cosmovisiones, de perspectivas sobre su propia esencia. De esta manera, los pilares fundamentales de Europa los constituyeron Grecia, Roma y el Cristianismo33.

Anthony Pagden, estudioso de los imperios universales, nos proporciona una sugerente interpretación sobre la conceptualización del continente, desde el mundo grecorromano hasta la actualidad de la Unión Europea. Advierte de partida lo “incierto e impreciso” que es referirse a la identidad europea y más particularmente a sus límites. “Europa fue y siempre ha sido un término muy inestable. Nadie ha determinado exactamente dónde se encuentran sus fronteras. Solo el Atlántico y el Mediterráneo ofrecen unas fronteras naturales obvias”34. Pagden realiza un análisis controvertido de los orígenes de Europa a partir del mito, observa la relevancia que tuvieron los griegos con las poleis, en calidad de tierras de la libertad y de los buenos gobiernos. A su vez, como Roma se convierte en la “fuente de la ley” y en la proyección ecuménica y extensión espacial de lo que fue la Urbs. No obstante todo el aporte de la antigüedad clásica, y a pesar de la unidad religiosa, cultural y lingüística que le habían otorgado al continente, Pagden considera que “ni el imperio romano ni la Cristiandad eran sinónimos de Europa”35.

De igual manera le otorga importancia a la vieja dicotomía civilizados (= europeos) versus bárbaros (= asiáticos). Acusado tal vez de eurocentrismo, por su fuerza irradiadora de prosperidad, urbanidad y civilidad. “La habilidad de ejercer control sobre los recursos naturales del mundo, ya sea como consecuencia del entorno natural o de la voluntad divina, y de utilizarlos para el bien común de la humanidad era lo que había dado a Europa su noción de superioridad por sobre los demás pueblos del mundo. Este es el origen de la creencia, compartida por muchos, de que Europa o “El Oeste” o “El Norte” es de alguna manera algo excepcional. Para bien o para mal, Europa ha dominado a gran parte del mundo tanto tecnológica como políticamente durante largos periodos de la historia reciente. Y tal como la capacidad de lograr este dominio derivó en gran medida de un conjunto específico de convicciones enraizadas en ciertos modos de vida particulares (es decir, de una cultura específica), el registro de estos logros también ha servido para definir dicha cultura”. Pagden es categórico al enfatizar que Europa “nunca será un grupo étnico único, ni tampoco un mega Estado” (Estados Unidos de Europa) o un Estado único36. Las constantes migraciones de pueblos, sus mestizajes, sus múltiples federaciones, alianzas y sus uniones políticas han estado presentes en sus 2.500 años. Muy actuales son las palabras de Zygmund Bauman al referirse a Europa como una “aventura inacabada”37. La Unión Europea es un ejemplo de ello, cómo se van produciendo metamorfosis, y cambios, y se construye su propia identidad multirracial, multicultural y transnacional.

Peter Burke, historiador inglés especialista en los temas de historia cultural, ha estudiado la noción de Europa a partir de una historia de la cultura europea y desde tres perspectivas: “la unicidad, la diversidad y la conciencia europea”38. Es interesante cómo los historiadores actuales adoptan la idea que plantea Burke en el sentido de que existen variadas Europas y del número de similitudes entre Europa y Asia, y de sus conexiones e influencias desde hace más de dos mil quinientos años. La diversidad39 viene a ser clave dentro de la cultura europea y podemos observar las características civilizadoras concretas de sus diferentes regiones40, así como sus ventajas a partir de la noción de “otredad” 41.

Figura 1: Cratera ática de figura roja (sigloIIa.C.), Museo Nacional Tarquinia, Italia.

Por cierto, más que la idea misma de Europa, el debate y el esfuerzo enorme continuarán para estudiar y comprender la historia de la conciencia de “ser europeo”. George Steiner, uno de los actuales humanistas, nacido en Francia de una familia judía de lengua alemana, educado en Estados Unidos y profesor en Ginebra y en Cambridge, publicó su visión42. En ella intenta resumir, con un mínimo de ideas, tradiciones y costumbres, lo que es y representa Europa en cinco grandes tópicos. Primero: Europa es, ante todo, un “café repleto de gentes y palabras”, donde se habla, se discute, se reflexiona y se practica la “civilizada tertulia”; de ahí nacieron todos los sistemas filosóficos y las revoluciones. Segundo: “El paisaje caminable, la geografía hecha a la medida de los pies”. Europa ha tenido una medida humana que se puede caminar y recorrer. “La naturaleza no aplastó al ser humano” y el paisaje no tendió a separarlos, sino más bien los acercó. Tercero: “Colocar a las calles y plazas el nombre de grandes estadistas, científicos, artistas y escritores del pasado”. Algo inconcebible en Estados Unidos. Esto explica la “abrumadora presencia que el pasado tiene en la vida europea”. El peso de la historia, “lo viejo y lo gastado por los siglos tiene un valor”. Cuarto: “Descender simultáneamente de Atenas y de Jerusalén”, de la razón y de la fe; de la tradición que humanizó la vida. El peso de una doble tradición: “la ciudad de Sócrates y la de Isaías”. Quinto: Su visión “pesimista, fatalista”. Una convicción escatológica de que luego de crecer, madurar y alcanzar el apogeo, sobrevendrá la ruina y el final de Europa. A Steiner lo atormenta la “pesadilla de la historia europea”43, la homogeneidad cultural como consecuencia de la globalización (al desaparecer la variedad lingüística, como el mejor patrimonio del viejo continente), el despotismo del mercado y otros elementos negativos.

CAPÍTULO II

El nombre de Europa y la tradición clásica

Europa, término polisémico como realidad mítica, geográfica, política y cultural, ha dado origen al continente homónimo. Sobre la génesis, significado y difusión del vocablo Europa resalta la explicación legendaria, como uno de los personajes femeninos ampliamente testimoniados por los escritores clásicos44. Se conocen al menos diez protagonistas y diez versiones del término, algunos de los cuales racionalizarán sus relatos, descripciones y características45. La versión más antigua del término Europa aparece hacia el siglo VIII a.C., en el poema la Teogonía de Hesíodo. En su largo recuento de las genealogías divinas nombra a las dos hermanas (Europa y Asia) de las tres mil Oceánidas, como hijas de Océano y Tetis46.

1. Teónimo

¿Cuál ha sido el relato más célebre y la historia más probable del mito de Europa (a pesar de las complicaciones y ambigüedades difíciles de descifrar, precisar e interpretar)? En las costas de Fenicia (= Líbano), un grupo de jóvenes mujeres caminaban, jugaban y recolectaban flores, especialmente azucenas. De todas ellas sobresalía una de rubia cabellera, de belleza resplandeciente y de estirpe real. Era la hija de Telefasa y de Agénor, rey de Tiro. Desde el cielo, Zeus –mujeriego y libidinoso– observó a estas jovencitas y quedó prendado de Europa por su hermosura. Usando una de sus triquiñuelas y disfraces, Zeus descendió a la playa y se transformó en un dócil toro blanco con cuernos similares a un creciente lunar. El poeta siracusano del siglo II a.C., Moscos, narró la aventura de Europa, exclamando en los inicios de su obra: “De la inocente princesa se coloca delante; cariñoso juguetea y los hombros le lame. Ella lo tocó y en hacerle caricias se recrea; con las manos enjuga de su boca la espuma que odorífera blanquea, y fascinada imprime en su embeleso en la frente del toro cándido beso. Él muge de placer; y su mugido de la flauta imita el penetrante armónico sonido dobla las manos y la cauda agita, le muestra con el cuello retorcido la vasta espalda, y a subir la invita...”47. De esta forma, la heroína y sus compañeras comenzaron a acariciar al toro, y Europa al verlo apacible y sumiso, se subió a su lomo.

Esta versión del mito, con variados matices, fue transmitida por los escritores antiguos. Por ejemplo, Ovidio describe la seducción y subraya el aspecto erótico de Zeus: “No casan bien la majestad y el amor, no pueden convivir en la misma sede; por tanto, abandonando la solemnidad del cetro, Júpiter, padre y soberano de los dioses, que empuña en su diestra los rayos de tres puntas, que sacude el mundo con un movimiento de su cabeza, adopta la forma de un toro y, mezclándose entre los novillos, muge y pasea su belleza sobre la hierba tierna. Su color es exactamente como el de la nieve cuando no lleva las huellas de duros pies ni ha sido derretida por el lluvioso Austro; el cuello se yergue poderoso, entre las patas cuelga la papada, y los cuernos son pequeños, sí, pero tales que se diría que están hechos a mano, y más diáfanos que una gema transparente. No hay amenaza en su rostro ni fiereza en su mirada: su semblante es pacífico. La hija de Agénor se asombra de su belleza y de que no presente batalla, pero, a pesar de su mansedumbre, al principio no se atreve a tocarle; luego se le acerca y tiende unas flores hacia su blanco hocico. Se regocija el enamorado, y mientras llega el esperado placer colma de besos sus manos; apenas, apenas puede ya diferir el resto, y tan pronto juguetea brincando sobre la verde hierba, como reposa su níveo costado sobre la arena dorada. Poco a poco, a medida que Europa abandona su miedo, unas veces le presenta su pecho para que lo acaricie con su virginal mano, y otras le ofrece sus cuernos para que los enlace con guirnaldas recién trenzadas. También se atrevió la regia princesa, sin saber a quién oprimía con su cuerpo, a sentarse sobre el lomo del toro: el dios, sin que se note, se va alejando de la tierra y de la parte seca de la playa, luego moja sus falsos pies en las olas de la orilla, se aleja un poco más, y por fin se lleva a su presa por las aguas del mar abierto. Ella está llena de miedo, y mientras se la lleva se vuelve a mirar hacia la costa que va quedando atrás, con su mano derecha se agarra a un cuerno, y la izquierda reposa sobre el lomo. Sus ropas tiemblan agitadas por la brisa”48.

Figura 2: Fresco cretense con el juego del salto del toro (1500 a.C.) Museo Arqueológico de Heraklion.

El relato continúa y una vez que Europa estuvo en el lomo del toro, este, aprovechando la oportunidad y en forma veloz, surcó las aguas del Mediterráneo. A pesar de los gritos de la heroína, aferrada a sus cuernos, llegaron a la isla de Creta. Es en la localidad de Gortina al sur de Cnossos, donde el toro, o Zeus, retomando su forma humana, se une a Europa junto a una fuente (gruta Dictea), bajo un plátano sagrado, con hojas siempre verdes. Como producto de la unión de los dos nacieron tres hijos: Minos (nombre genérico del rey cretense y de la civilización minoica como la primera de Europa), Radamantis y Sarpedón. Asimismo, se le atribuye la maternidad de Carno y Dodón. Posteriormente, Asterión (rey de Creta) se casó con Europa (convertida entonces en la primera reina de Creta), y adoptó a sus hijos. Todos estos hechos significativos hicieron que Zeus donara a Europa tres presentes. Talo (que significa “sol”), el gigante de bronce, protector de las costas cretenses; Laelaps, un perro adiestrado que no soltaba su presa, y una jabalina que nunca erraba en el blanco, simbolizando tal vez las distintas guerras.

En forma paralela al rapto y al viaje de Europa, en la zona de Fenicia, Agénor, indignado por el secuestro de su hija49, prepara una expedición con los hermanos de esta (Cadmo, Fénix, Cílix y Taso) con el firme propósito de ir en su búsqueda y hacerla regresar. De los cuatro hermanos, la saga de Cadmo es la mayormente descrita, pero la más compleja. Cadmo se dirige al oráculo de Delfos, el cual le recomienda seguir una vaca con un signo blanco de luna llena en sus costados. Se detuvo en Beocia y fundó Tebas, atribuyéndole la transmisión del alfabeto de Fenicia a la Hélade. Entre sus aventuras se destaca el encuentro con el dragón que exterminó a sus compañeros, pudiendo él vencerlo. Tomó como esposa a Harmonia, dando origen a la dinastía tebana. Tanto Cadmo como los otros hermanos no tuvieron buenos resultados en la búsqueda de Europa. A Taso se le vincula con la isla del mismo nombre en el mar Egeo; a Fénix corresponde el epónimo de Fenicia y Cílix que da origen a la zona sur de Asia Menor, Cilicia. En fin, según los mitógrafos, el toro, cuya forma adoptó Zeus, se convirtió en una constelación, colocándose entre los signos del zodiaco como Tauro. La versión anteriormente descrita de Europa raptada50 es la mayormente conocida y difundida.

2. Corónimo

Europa ostenta diversas acepciones, pues, además de circunscribir y caracterizar lo mitológico-divino, identifica de igual forma el aspecto geográfico (= corónimo o topónimo). De este modo el término Europa, como complejo geográfico, se empleó por primera vez en un himno homérico a Apolo en Delfos, escrito en el siglo VI a.C.: “Aquí (Crisa, al pie del Parnaso) me propongo construir un hermosísimo templo, que sea oráculo para los hombres, los cuales me traerán siempre perfectas hecatombes –así los que poseen el rico Peloponeso, como los que habitan en Europa y en las islas bañadas por el mar– cuando vengan a consultarlo; y yo les profetizaré lo que verdaderamente está decidido, dando oráculos en el opulento templo”51.

Figura 3: Metopa del templo de Selinunte (550 a.C.), Museo de Palermo, Sicilia.

Será a partir de este contexto que Europa viene a significar “tierra amplia”52; la Grecia continental en contraposición a las islas del Egeo y al Peloponeso (que los mismos helenos consideraban una isla). Con ello se circunscribe el continente a un espacio territorial que corresponde a la Grecia central y que por extensión incluiría a la zona norte de la Hélade, Macedonia y Tracia. La noción geográfica original del concepto Europa demarcaría a la región central de Grecia53 y, en una acepción más amplia, a la península balcánica. Este sentido y significado original, ya hacia fines del mismo siglo VI a.C., tomará otro rumbo en relación con la aceptación, proyección y cambio del término. Hecateo de Mileto, hacia el 510 a.C., afirmaba que en el gran disco solar de la Tierra, circundada por el océano, se distinguían tres sectores: Asia, al oeste; Libia (= África) al sur, y Europa al norte. Esta diferenciación geográfica es esencial en la distinción de las tres áreas de la ecúmene, pero sobre todo fija una tradición por escrito en la cual Europa es más que la Grecia central y meridional. De esta manera, el logógrafo es el primero en definir y caracterizar (aunque sea puntualmente) el concepto de Europa como una entidad geográfico-continental que se extiende desde el río Tanais (= Don) hasta el estrecho de Gibraltar54. Desafortunadamente gran parte de la obra de Hecateo está perdida y solo se conservan algunos fragmentos y pasajes citados por Heródoto. Será el padre de la historia quien tendrá un lugar clave en la descripción y análisis del territorio europeo.

3. La visión de Heródoto: la oposición a Asia

Heródoto de Halicarnaso nos enseña una naturaleza incansable de conocimiento, gran viajero e investigador. Europa, a diferencia de África, no ha sido circunnavegada y nadie puede conocer con precisión los límites septentrionales y occidentales de acuerdo con la tradición jónica. Hecateo, en su obra Periegesis, señala que el confín oeste de Europa está constituido por la localidad de Tarteso (al sur de la península Ibérica) y las regiones limítrofes a las columnas de Hércules55. La frontera nororiental con la región de Escitia y el río Tanais representan el límite entre Asia y Europa. La realidad del desconocimiento e ignorancia de sectores lejanos y periféricos del territorio europeo (el centro-norte), tanto en el ámbito geográfico como étnico y cultural, fue producto del escaso radio de acción del proceso colonizador de las poleis griegas. Ellas ocuparon principalmente la zona costera del Mediterráneo y el sur de Europa, no penetraron hacia el interior y por consiguiente no se aventuraron a abrir o conocer otras rutas comerciales al corazón mismo de Europa. Sin embargo, la excepción la constituyó Pitea de Marsella56, el que viaja hacia Britania y las islas Orcadi. Como examinaremos, fueron los romanos quienes exploraron, describieron y finalmente habitaron el entroterra del continente57, debido a una política gradual de urbanización, romanización y de acercamiento hacia las provincias europeas.

En el tiempo de Heródoto son muchas las dudas e imprecisiones58. El padre de la historia lo visualiza como extendido y amplio; el mayor de los tres59