La indagación psicoanalítica - Jorge L. Ahumada - E-Book

La indagación psicoanalítica E-Book

Jorge L. Ahumada

0,0

Beschreibung

No existe una única ciencia sino muchas, con distintos campos y diversos métodos. Desde sus orígenes en Freud, La indagación psicoanalítica ha sido objeto de acerbas críticas y cuestionamientos centrados en una concepción unívoca de las ciencias basada en la deducción que, surgida con los pitagóricos en la geometría y la astronomía, se perpetúa hoy en los cartesianismos y los positivismos: tal visión rige las epistemologías filosóficas en boga. La indagación psicoanalítica arraiga en otro tipo de ciencias, surgidas con la biología, que incluye centralmente a Aristóteles y a Darwin: las ciencias descriptivas, que las epistemologías insisten en ignorar. Ubicar la posición de la indagación freudiana como campo del conocimiento requiere, tras una crítica inicial de la epistemología logicista dominante en nuestro medio, una recorrida a través de la historia de las ciencias dando un lugar especial a la primatología, nuestra dotación animal; tema que, pese a su relevancia, es casi desconocido entre nosotros. Tras dicha recorrida, el autor aborda la génesis del conocimiento científico mediante la inducción ampliativa, donde apoya el contexto de descubrimiento. Llegados a ese punto se abordará el trayecto epistémico de los descubrimientos freudianos desde los hallazgos clínicos iniciales hasta sus diversas expansiones del método de indagación y su impacto en sus sucesivos intentos de anclar sus andamiajes conceptuales.  El Posfacio "En el reino del revés" examina las crecientes dificultades que –en cuanto a la indagación de lo psíquico– presenta esta época de la posverdad.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 228

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Jorge L. Ahumada

LA INDAGACIÓN PSICOANALÍTICA

Un examen de su epistemología

PRIMERA EDICIÓN

Prólogo

Las teorías se fueron gestando en las distintas ciencias a partir de indagaciones en la práctica. Empero, la ambición de obtener una ‘teoría general’ del conocimiento científico llevó a postular, bajo el rótulo de ‘epistemología’, esquemas abstractos de validación para ubicar en una matriz unitaria los muy diversos campos de la empiria: aunque desconectados de los hechos en juego dichos esquemas logran amplia difusión.

Tal ocurre en el psicoanálisis, especialmente en nuestro medio donde el reduccionismo logicista de Karl Popper goza desde hace décadas de estatus canónico. Tras introducir este tema, abordo una recorrida para ubicar al lector en la historia de las ciencias y en lo que de acuerdo a evidencias hoy disponibles sabemos de nuestra herencia animal, para luego pasar a detallar la amplia brecha entre las epistemologías en uso y las nociones –explícitas e implícitas– sobre la indagación de los hechos psíquicos en el decurso de la obra de Sigmund Freud. En estos tiempos de posverdad, y ante los notorios cambios en las psicopatologías, resulta indispensable retomar el cuidado del método.

El libro apoya en múltiples trabajos previos. La Introducción es una versión ampliada y muy modificada de “El pluralismo de las ciencias. En homenaje a Gregorio Klimovsky”, que apareció en la Revista de Psicoanálisis 68: 461-475 (2011); agradezco a la Revista de Psicoanálisis su permiso de publicación. El Capítulo 3, “Indagando lo significativo en el ámbito etológico” y el Posfacio “En el mundo del revés” retoman y amplían aspectos del trabajo “Unbridled! Thoughts on times of self-begetting and violence” publicado por invitación en el American Journal of Psychoanalysis 81: 301-325 (2021b): agradezco a su editora Giselle Galdi Ph.D. el permiso de republicación. El Capítulo 4, “La inducción ampliativa en la génesis del conocimiento científico: Whewell, Darwin, Freud” es una versión muy modificada de “El conocimiento psicoanalítico. ‘Una ciencia basada en la observación’” que se publicó en la Revista de Psicoanálisis 74: 85-106 (2017). Agradezco a la Revista de Psicoanálisis su autorización de republicación.

El Capítulo 5, “El trayecto epistémico de Freud: los trasfondos conceptuales, los hallazgos clínicos, las expansiones del método y las teorías” reproduce, con cambios, mi trabajo “El Freud inicial y el Freud tardío. La construcción de teoría” publicado en portugués en revista Multiverso (v. 3, Acarajú, Sergipe, Brasil) en 2019 por invitación de su editor, Dr. Adalberto Goulart, a quien agradezco su permiso de republicación.

Al Dr. Daniel Biebel, al Prof. Dr. Roberto Doria Medina, al Dr. César Merea y al Dr. Ricardo Moscone agradezco su cuidadosa lectura del manuscrito y sus sugerencias al mismo. Al Arq. Jorge Canale debo agradecerle su asesoramiento en cuanto al estilo.

Introducción

Más allá de los reduccionismos

Valga recordar una charla tres décadas atrás con quien había sido mi maestro, Horacio Etchegoyen, amigo muy entrañable de Gregorio Klimovsky. En un momento me preguntó a boca de jarro: “¿Jorge, por qué nunca coincidiste con Klimovsky?”. Le repliqué: “Klimovsky es Popper”. Se rió, y luego agregó: “Bueno, ahora no tanto, últimamente se ha ido distanciando”. Habiendo participado, muy en mis comienzos, en tareas de investigación básica en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires, hallé de entrada una brecha entre la práctica de la investigación en biología y las postulaciones popperianas; tal percepción de un abismo epistémico se acentuó cuando, tiempo después, entré en contacto con la indagación en el psicoanálisis.

El título de esta obra La indagación psicoanalítica. Una puesta al día de su epistemología, marca esta contraposición. En Las desventuras del conocimiento científico. Una introducción a la epistemología en 1994, Klimovsky ubicó a la epistemología como una disciplina normativa autónoma regida por la axiomática en la idea, definitoria de su postura y la de su mentor Popper, de que “la lógica es anterior a toda teoría científica”1. Diez años después, en 2004, publicó dos volúmenes titulados Epistemología y psicoanálisis reuniendo aportes previos al tema. Proveniente de las matemáticas, estudioso y docente de lógica matemática y del método axiomático, llegó a la epistemología de la mano de quien en ese entonces era ferviente abanderado y difusor de las ideas de Karl Popper, Mario Bunge, suceso que marcó la línea de base de su pensamiento: como anota en la Presentación de dicha obra su discípulo Eduardo Flichman “El nombre y las ideas de Popper sobrevuelan permanentemente las obras y las clases de Klimovsky”.2 Le cabe el indudable mérito de haber introducido en nuestro medio el estudio de las ciencias: orador y polemista sin par –Flichman lo llama “una trituradora intelectual, imposible de detener”3– fue un docente infatigable a través de décadas. Pero más allá del respeto que merece su trayectoria se atuvo, como dije, a una epistemología concebida en el rol de disciplina rectora: así, el primer volumen de su Epistemología y psicoanálisis, titulado Problemas de epistemología parte de una visión unitaria del conocimiento en las ciencias, abordando desde ahí la temática del psicoanálisis. Siendo sus escritos hegemónicos en nuestro medio se impone como punto de partida ponerlos en discusión.

Bajo la postulación rectora de que “la lógica es anterior a toda teoría científica”, Popper, Bunge y Klimovsky aplican una visión logicista en todos los campos. Como señala en Las desventuras del conocimiento científico. Introducción a la epistemología, en su opinión la naturaleza del conocimiento de los hechos sociales no difiere sustantivamente del conocimiento de los hechos físicos ni éstos de los hechos biológicos,4 por lo cual dedica “una preferencia casi exclusiva a las cuestiones que atañen al contexto de justificación de las teorías”5. Tal como su mentor Popper, desgaja las teorías del estudio de los procesos de génesis del conocimiento.

Prefiere, dice, examinar las teorías del psicoanálisis una vez “decantadas” en los autores principales, Freud, Klein, Kohut o Lacan. Como admite sin tapujos, “Confieso que me gustan más las teorías psicoanalíticas que los trabajos de los psicoanalistas”,6 tras lo cual se autoriza a afirmar: “no me atrae como tema –que me parece no central en epistemología– la discusión histórico-sociológica de cómo nacieron las ideas de los científicos”.7 Privilegia, pues, la estructura de las teorías psicoanalíticas tal como se las visualiza desde la lógica obviando su anclaje en los procesos de indagación que llevaron y llevan a la construcción y la evolución de las teorías.

Cierto es que, como señalara Etchegoyen, Klimovsky fue marcando diferencias con la postura popperiana que pasó a llamar, en las huellas del pensador húngaro Imre Lakatos8, falsacionismo ingenuo, a la que contrapuso –siguiendo también a Lakatos– un falsacionismo sofisticado. Pero si bien tomó nota de que mal haría el psicoanálisis en ceñirse a los preceptos de la epistemología popperiana donde apoyaba, en ningún momento planteó alternativas epistémicas válidas a la misma, tema central que retomo en el Capítulo 4 al hablar de la inducción ampliativa. Cabe cuestionarle que al atenerse al método hipotético-deductivo, que en rigor sólo se aplica, y esto dentro de ciertos límites precisos en las ciencias exactas, no toma en cuenta que las ciencias exactas son, por su índole misma, eliminativas de lo singular y por ende de lo psíquico, cuya cualidad constitutiva es ser contextual, o lo que es lo mismo, situacional: a diferencia de la universalidad de los fenómenos físicos, los hechos psíquicos acaecen en función del contexto en que ocurren.

La epistemología general modelizada en torno de la física determina para Klimovsky una “concepción estándar” de la ciencia donde rige la deducción predictiva; pero ocurre que aun en las ciencias formales y en las ciencias exactas la deducción predictiva sólo vale en los períodos que en su clásico libro La estructura de las revoluciones científicas Thomas Kuhn califica de “ciencia normal”.9 En los períodos de cambio de paradigma de las ciencias formales y de las ciencias exactas, y desde ya en todos los otros campos empíricos, no cabe hablar de deducción sino –lo que dista de ser lo mismo– de inferencia.

Según Klimovsky, “‘deducción’ implica razonamiento correcto, con garantía de conservación de la verdad”,10 y sostiene además que “para que se pueda hablar de predicción en el sentido científico debemos poder deducir el enunciado que describe el hecho de los principios de una teoría”11. Tan bizarra afirmación, que deducción significa razonamiento correcto con garantía de conservación de la verdad, idea que aparece una y otra vez en su obra, ilustra el infalibilismo del “realismo teórico” que el autor deriva de Popper. Considera en cambio que “se emplea el término inferencia para designar cualquier clase de razonamiento, incluso aquellos que son incorrectos”.12

Ocurre, empero, que la historia de las ciencias muestra que las deducciones estrictas de las diversas lógicas, incluso en el campo de la lógica pura, y las inferencias en cualquier campo, pueden ser o no ser erróneas. Un caso célebre de error en el más alto nivel del ámbito deductivo de la lógica pura se dio con un pionero central de las lógicas simbólicas, Gottlob Frege, en cuyo libro de base Fundamentos de la aritmética Bertrand Russell detectó en 1903 un error irreparable en el quinto axioma, lo cual llevó a Frege a modificar muchos puntos de vista.13 De más está decir que la deducción sólo se aplica en sistemas cerrados al modo del teorema de Pitágoras, donde se supone que todo lo que se indaga está ya contenido en las premisas; como veremos en el Capítulo 2 plantear su validez en sistemas abiertos no pasa de ser un despropósito.

La reducción a variables homogéneas y el pensamiento hipotético-deductivo

La divisoria de aguas entre las ciencias exactas y las ciencias descriptivo-observacionales, que las aparta de la concepción unitaria postulada por las epistemologías estándar es, aclaro desde el vamos, la reducción a variables homogéneas. La suposición de los enfoques filosóficos clásicos a partir de Kant, que toda ciencia debiera en algún momento del futuro alcanzar la plena reducción a variables homogéneas no pasa de ser una quimera, o si se quiere una ideología de muy antiguo arraigo. La reducción a variables homogéneas universales, divisibles y cuantificables e independientes entre sí: la longitud, el tiempo, el peso o la masa –las llamadas “variables de buen comportamiento”, todas ellas conceptos surgidos en la física clásica– es requisito insoslayable del método hipotético-deductivo, pues sólo las “variables de buen comportamiento” posibilitan la deducción estricta. La ideología de la ciencia estándar, que se remonta a los pitagóricos en los inicios de la antigüedad griega, asume como prescriptiva para todos los campos del conocimiento científico una similar estructura epistémica, implicando la reducción a variables homogéneas.

Para la epistemología estándar, la física clásica, el campo fáctico que mejor se ciñe a la lógica y a las matemáticas, es patrón de objetividad y por ende de cientificidad; abordar de cerca la pluralidad de las ciencias muestra, al contrario, que en cada una de ellas método y conocimiento se entrelazan uno con otro. Desde la década del 70 en adelante la epistemología clásica fue, más y más, sustituida por el estudio de los modos en que la actividad concreta de los científicos accede al conocimiento en cada campo específico. Se ha hecho evidente que la reflexión de las filosofías de la ciencia funcionó y funciona en forma abstracta, alejada de las muy diversas maneras en que se gesta el conocimiento científico en cada área, y por ello perdió vigencia: a partir de la década de 1970 se asiste a un verdadero descalabro de las posturas logicistas del conocimiento en las ciencias, a punto tal que el físico cuántico francés Jean-Marc Lévy-Leblond no vacila en hablar de una “extinción del popperismo”14 –lo cual está lejos de suceder en nuestro medio.

La instalación de una filosofía de la ciencia unitaria tomando como modelo fáctico la física newtoniana fue parte de un proyecto hegemónico, surgido del anhelo de primacía que desde siempre signa a las filosofías. Como destacó en un escrito póstumo Michel Foucault, con Kant la filosofía supuso constituirse en la figura dominante de una época, que pasaba a su vez a tomarse como personificación de la filosofía: “la época venía a ser el emergente y la manifestación de aquello que en esencia era filosofía”, con lo cual la filosofía pasaba a erigirse en “la ley general que establecía la figura de cada época”.15 Ejemplo reciente de tal pretensión hegemónica lo aporta el filósofo norteamericano Richard Rorty para quien la filosofía, no pudiendo ya ser regina scientiarum –la reina de las ciencias– como lo fue en el Medioevo, ¡opta por erigirse en dominatrix scientiarum, en dominadora de las ciencias!16

¿Qué autoriza a la filosofía a colocarse por encima de las ciencias? Viene al caso lo que durante la exacerbada puja por convertirse en “filósofo rey” del pensamiento francés de la posguerra Foucault enrostraba a Sartre: “Sepa que en general los filósofos son extremadamente ignorantes respecto de cualquier otra disciplina”.17 Ningún, o casi ningún, filósofo reciente de la ciencia trabajó en ciencia alguna: con lo cual, el llamado de Rorty a la filosofía, de transformarse en dominadora de las ciencias, ¡autoriza al filósofo a dictaminar sobre lo que ignora!: como admite Rorty en un trabajo ulterior, para la tradición filosófica las teorías científicas son pasibles de comparecer ante el tribunal de la pura razón.18

Las “reconstrucciones racionales” de los epistemólogos subordinan el proceso de la obtención de los conocimientos, tal como se fue dando en las distintas ciencias, a sus propias re-transcripciones en forma de esquemas lógicos, o directamente cancelan dichos procesos históricos. Sirva como ejemplo Popper, cuyo libro de base se publicó en alemán en 1935 y llegó a públicos amplios con su versión inglesa de 1959, habiendo ya su autor logrado vasta fama internacional con La sociedad abierta y sus enemigos.19 El título anunciado: “La lógica del descubrimiento científico”20 se soslaya desde las primeras páginas, afirmando que no se ocupará de los procesos de descubrimiento en ciencia –tema que deja en manos de la psicología– sino de la verificación de las teorías científicas tomando como criterio la predicción deductiva.21 Dado que únicamente las teorías que acceden a la formalización son susceptibles de verificarse mediante la predicción deductiva, Popper sólo considera ciencias a las ciencias exactas, cancelando las ciencias descriptivas.

Buena parte del pensamiento académico se hace eco de la presunción filosófica del carácter dominante de la pura razón, esto es de la lógica formal sobre la empiria, y también del uso de la física newtoniana como modelo general de las ciencias fácticas. Se escucha una y otra vez las frases “fundamentos filosóficos”, “fundamentos lógicos” o “fundamentos teóricos” como parte del discurso académico habitual. Empero, sucede que la lógica no es una sino que existe una amplia variedad de lógicas, y como señalé en otro lugar22 en las ciencias fácticas los usos de las lógicas solo sirven como instrumentos exploratorios. Puesto que nada indica a priori que una lógica determinada se adecue a lo que está en juego, los logicismos no pueden reclamar un lugar epistémico propio.

Así, advierte Paul Feyerabend, la lógica es en las ciencias el estudio de las estructuras inherentes a un campo dado que bien pueden estar plagadas de contradicciones y lagunas, y de ningún modo involucra la aplicación de un sistema lógico preestablecido.23 Ya un siglo antes Charles S. Peirce, inventor de la lógica de matrices y precursor central de las lógicas simbólicas, eminente matemático y geómetra, cartógrafo de fuste, fundador de la semiótica y estudioso de la obra de Whewell y de Darwin, destacó que la lógica aprende de la indagación empírica tanto o más de lo que la investigación puede aprender de la lógica: “cada paso adelante en ciencia fue una lección de lógica [...] las cuestiones de hecho y las cuestiones lógicas se entrelazan curiosamente” 24. Agrego que para Peirce la idea de certezas empíricas era “irresistiblemente cómica”.25 Por su parte el insigne matemático y físico francés Henri Poincaré reprocha a los logicismos y al positivismo tratar de entender el universo tomando de la experiencia lo menos posible, al modo de los estudiantes secundarios en sus primeras lecciones de física;26 lo cual, agrego, ayuda a entender por qué los logicismos y la búsqueda de certezas empíricas gozan de aceptación en el público lego y también entre los académicos: no teniendo experiencia de trabajo en ciencia, su comprensión de los modos de operar en las ciencias difícilmente pueda ir más allá de los esquemas que incorporaron en la escuela secundaria.

Ya la Alta Edad Media establecía una distinción entre el nivel de acceso a los hallazgos en los procesos de indagación (el ordo inveniendi), el nivel de la exposición discursiva ulterior de ese determinado proceso de investigación incluyendo los intentos de avalar lo investigado (el ordo exponendi) y el nivel de diseminación de las enseñanzas a públicos amplios (el ordo docendi). Lo que Popper nos ofrece no pasa de ser, en la opinión eminente de Thomas Kuhn, una “pedagogía de la ciencia”, una “ciencia de libro de texto” a la medida de sus auditorios, un “contexto pedagógico”, sostiene Kuhn, que difiere casi tanto del contexto de justificación cuanto del contexto de descubrimiento.27

El rol de la lógica formal en las ciencias es harto menor: quien para muchos fue el principal lógico de mediados del siglo XX, Willard Quine, destacaba que en sus usos prácticos en las ciencias el término ‘lógica’ se aplica a inferencias desde premisas que no son verdades lógicas hacia conclusiones que tampoco lo son, agregando con ironía que en las ciencias fácticas la lógica formal cumple un papel tan subordinado como la aritmética en la época de los números romanos.28 Lejos está pues, en opinión de una pléyade de autores eminentes, la idea de que “la lógica es anterior a toda teoría científica”.29 Y a esta altura cabe subrayar que si bien Popper pregona una y otra vez aceptar que no es posible acceder a certezas empíricas, su “realismo teórico” se atiene firmemente como artificio retórico a la idea de certeza, a través de injertarla en los sistemas axiomáticos en sí mismos y en la prioridad de la deducción estricta.

Como señalé en otro contexto,30 a diferencia de las concepciones simplistas del método científico como testeo lógico de variables aislables y de la presunción de una “unicidad de la ciencia” en una metodología compartida, el premio Nobel de química Dudley Hersbach tiene bien en claro, como lo tuvo ya claro Aristóteles, la diversidad de caminos de las diferentes ciencias:

“Cada subcultura académica enfrenta asuntos enteramente distintos, halla criterios dispares de evaluar respuestas, y desarrolla lenguajes diversos. […] La ciencia, en cualquiera de sus subculturas, solo puede manejar temas adecuados a sus métodos”.31

Lo cual resulta obvio: cualquier científico que trabaja en una ciencia dada conoce las cualidades y límites de su ámbito de investigación y los límites de sus métodos: aun en la vastedad de una misma ciencia como la biología ningún virólogo supondrá ser entomólogo o primatólogo, ni pretenderá que sus métodos o sus formas de pensar se asemejen. Lo cual se contrapone de plano con la visión de Klimovsky, quien no halla razón para hablar de un “salto metodológico” al pasar de una ciencia a otra –es decir, al pasar desde la física clásica que toma como criterio de base hacia cualquier otro campo– considerando con Popper que en sociología o en cualquier otra ciencia social se puede aplicar el método hipotético-deductivo con igual legitimidad que en la física.32 Llama a tal postura “naturalista”, y arriesga además, refiriendo a la teoría de la evolución, que la biología aporta ejemplos fértiles de aplicación del método hipotético deductivo.33 Que se trata de una ideología se transparenta en el hecho de que el reduccionismo le resulta “una suerte de obligación moral”34 que debe emplearse sistemáticamente.

El vocablo “naturalista” así empleado es engañoso pues equipara ciencias exactas como la física, aptas para la predicción, con ciencias básicamente descriptivas como la biología, adjudicándoles similar estructura. La materia inerte y los seres vivos difieren en demasía en sus cualidades: como aclara el matemático francés René Thom, en el ámbito de la física todos los fenómenos físicos se consideran reversibles, en tanto que cae de maduro que los fenómenos de los seres vivientes son irreversibles: tal sucede con el nacimiento, el crecimiento, el envejecimiento y la muerte.35 No existe en la biología, ni mucho menos en los procesos psíquicos, nada que se parezca remotamente a las leyes de la física o ni tampoco nada que se asemeje a un rango de base de sustancias elementales aislables diferentes entre sí, a la manera de la tabla periódica de elementos que la química debe a Mendelejeff. Aunarlas bajo un mismo techo con el término ‘naturalista’ deja del todo de lado que la gran lección de Darwin fue que no es dable predecir los eventos de los seres vivos, por detallado que sea nuestro conocimiento de las condiciones iniciales.36

Un reduccionismo a ultranza es ideología explícita en Mario Bunge, quien desde la física cuántica de donde proviene se autoriza a sostener que “la ciencia es la tentativa de explicar los fenómenos en términos exclusivamente materialistas, por ejemplo, los procesos mentales como estructuras materiales”.37 Considerando a la física cuántica como modelo de toda ciencia Bunge instaura, como lo hiciera Popper, una política de cancelación donde cualquier nivel de estudio de los procesos psíquicos, por obvio que sea, se excluye de la ciencia tal como la define. Bunge, quien durante décadas fue un ardiente difusor de sus ideas, sincera tardíamente que Popper, con quien mantuvo correspondencia durante toda la vida, tenía un conocimiento muy primario de las ciencias, no tenía contacto con científicos, empleaba información de segunda mano y nunca llevó a cabo una investigación científica.38

El método de los filósofos y el método de los científicos

Aunque se refiera a la actividad concreta del físico, ciencia de la que provenía, vale en cualquier terreno de las ciencias lo que señala Feyerabend en cuanto al método de los científicos y el método de los filósofos:

“Un científico opera partiendo de un conjunto de materiales que consta de diversos y conflictivos ingredientes. [...] Al ser imposible acomodar tal material a ideas simples de orden y consistencia, el científico desarrolla una lógica práctica para obtener resultados en medio del caos y la incoherencia. La mayoría de las reglas y estándares se conciben ad hoc; resuelven una dificultad práctica y no es dable convertirlas en un organon de la investigación. ‘Las condiciones externas –dice Einstein- que enfrenta [el científico] no le permiten restringirse mucho, al construir su universo conceptual, por la adhesión a un sistema epistemológico, con lo cual aparece a ojos del epistemólogo sistemático como un oportunista inescrupuloso’.

El modo del filósofo no podría ser más diferente; no cabría contraste mayor. Hay algunas ideas generales y estándares desarrollados en detalle, y están los principios de la lógica elegida. Hay muy poco más”.39

Vale la pena recordar estas palabras de Einstein: ni siquiera la más exacta de las ciencias empíricas, la física, se adecua a los esquematismos lógicos del epistemólogo, para quien el científico desempeña su tarea como un oportunista inescrupuloso. Priorizando engramas ideativos surgidos de la lógica formal los filósofos construyen sus propias reconstrucciones racionales sobre lo que las ciencias aportan como conocimiento, aplicándolas como principios rectores, e incluso como principios éticos, a cualquier indagación científica, al precio de obviar las realidades en juego.

Freud, por su parte, teniendo bien en claro que ni las lógicas ni las filosofías aportan fundamento alguno a las ciencias, sostiene sin tapujos que “sobreestimamos el valor epistemológico de nuestras operaciones lógicas”.40 Recurriendo a una frase favorita de Heine, Freud no oculta su sorna ante la precariedad epistémica de la actividad del filósofo: “con su gorro de noche y los girones de su bata tapa las brechas de la estructura del universo”.41

Las estrategias de arriba-hacia-abajo y las estrategias de abajo-hacia-arriba

La notoria diferencia entre el proceder de los filósofos y el proceder de los científicos tiene antiguas raíces. Como amplío en otro lugar42 ya en la Edad Media la llamada “polémica de los universales” contrapuso a quienes al modo platónico sostenían la prioridad epistémica de los conceptos universales por sobre los hechos particulares (universalia ante rem) basados en el argumento teológico de que, participando el hombre de la Deidad, las palabras y conceptos equivalían a la realidad; por el lado contrario, para los nominalistas siguiendo a Abelardo y a Guillermo de Occam los conceptos no eran sino generalizaciones de experiencias (universalia post rem). Algo similar ocurre hoy con las estrategias de arriba-hacia-abajo que postulan la prioridad de los esquemas lógicos y de las teorías por sobre los hechos, a las que tienden a adherir los filósofos, mientras que los científicos, y más en el caso de las ciencias descriptivas, no pueden sino adoptar en su práctica de investigación estrategias de abajo-hacia-arriba, desde los problemas y los hechos con que se topan hacia la construcción de conceptos adecuados a esos hechos.

¿Qué pensaría Freud de las frases “fundamentos filosóficos”, “fundamentos lógicos” o “fundamentos teóricos” que a modo de obviedades se escuchan hasta el hartazgo? En la Historia del movimiento psicoanalítico aclara su postura al respecto, afirmando:

“Si alguien buscase colocar la teoría de la represión y la resistencia entre las premisas del psicoanálisis en vez de ubicarlas entre sus hallazgos, me opondría a ello con gran énfasis. […] la teoría de la represión es el producto del trabajo psicoanalítico, es una inferencia teórica obtenida en forma legítima a partir de un sinnúmero de observaciones”.43

Las inferencias teóricas se obtienen pues para Freud –lo dice aquí y a lo largo de su obra– de abajo-hacia-arriba, a partir de un sinnúmero de observaciones surgidas a lo largo de un proceso de indagación, y está fuera de lugar considerarlas premisas. Para Freud, pues, las frases “fundamentos filosóficos”, “fundamentos lógicos” o “fundamentos teóricos” carecen de sentido: ubicada en las antípodas del hipotético-deductivismo la indagación psicoanalítica es un proceso metódico de búsqueda de hechos hasta entonces no conocidos.

Atestigua lo anterior su referencia a los consejos ya citados de su maestro Charcot que, afirma Freud, le dejaron una marca indeleble: “la théorie, c’est bon, mais ça n’empèche pas d’exister” (“la teoría viene bien, pero no impide que algo exista”),44 y “mirar las mismas cosas una y otra vez, hasta que por sí mismas empiecen a hablar”; además, la advertencia de que en el proceso de la observación restringiese su tendencia a especular.45

¿Es el psicoanálisis una ciencia natural? La crítica hermenéutica

¿Tenía razón Freud al considerar al psicoanálisis una ciencia natural? No, según los criterios formalistas pitagóricos, galileicos, cartesianos o positivistas: el psicoanálisis no es –ni pretende ser– una ciencia exacta. Tiene sí razón Freud en función de la índole de su objeto de estudio: siendo el hombre un “animal racional”, en cuanto animal, qué duda cabe, es parte de la naturaleza.

Esta noción, que el hombre forma parte de la naturaleza, dista de serle grata a los filósofos y a los académicos: el movimiento romántico, y actualmente las posturas hermenéuticas y la ideología del posmodernismo se encolumnan en una “huida de la naturaleza”. Soslayando que por ese entonces, bajo el impacto de la evolución darwiniana, la biología había adoptado un acentuado tinte histórico, el filósofo neokantiano Wilhelm Dilthey se propuso ampliar el espacio de las ciencias históricas ante lo que veía como la hegemonía materialista del positivismo de su época. Apoyando en Giambattista Vico, profesor de retórica en Nápoles, y en la tradición lingüística de la hermenéutica luterana, Dilthey instituyó una dicotomía radical entre ciencias explicativas o nomotéticas, las “ciencias de la naturaleza” regidas por leyes ahistóricas, independientes del contexto, lineales y unívocas, cuyo modelo es la física, y ciencias interpretativas o ideográficas, las “ciencias del espíritu” apuntando a la comprensión empática de hechos singulares, lo cual a su vez implicó otra dicotomía que introduce también como fundamental, entre causas puramente materiales, por una parte y motivos (o significados) propiamente humanos por la otra.

Esa postulación de Dilthey, reeditando la antigua dicotomía platónico-cartesiana entre cuerpo y espíritu, tuvo amplio eco en los ambientes académicos. En ella apoyó el filósofo y teólogo franco-norteamericano Paul Ricoeur su monumental estudio Freud y la filosofía. Un ensayo sobre la interpretación,46 no sin admitir con franqueza que, en ausencia de un análisis personal y de experiencia práctica en el uso del método, una lectura de Freud corre el riesgo de abrazar un fetiche. Reenviando al lector a un trabajo previo47