La influencia de la Reforma en el trabajo y la protección social - José Moreno Berrocal - E-Book

La influencia de la Reforma en el trabajo y la protección social E-Book

José Moreno Berrocal

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Beschreibung

¿Es acaso un mero accidente que Europa esté a la cabeza de la protección social en nuestro mundo globalizado? Aunque es un tema muy desconocido, es necesario subrayar que la Reforma Protestante del siglo XVI, y que nació en el mismo corazón del continente europeo, no solo fue un movimiento de carácter religioso, sino que tuvo además un marcado impacto sociopolítico. Es verdad que la impronta de la Reforma no fue la única que jugó, o ha jugado hasta nuestros días, un papel en la aparición del moderno concepto de trabajo, la protección social y el ulterior Estado de Bienestar. Es indudable que hubo y hay otros muchos factores que influyeron en este florecimiento. Pero, al mismo tiempo, es indiscutible reconocer que la Reforma representó un antes y un después en la manera de entender el trabajo, la protección social y lo que llegaría a ser dicho Estado de Bienestar. No podemos ahondar en la pasión europea por el trabajo y la protección social, sin abordar la Reforma Protestante del siglo XVI.

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José moreno berrocal

La influencia de la Reforma en el trabajo ylaprotección social

Esta serie ha sido diseñada con el propósito de estimularte a:

Pensar

Temas abordados por expertos y analizados con un enfoque cristiano comprometido.

Renovar

A través de perspectivas cristianas para los problemas de hoy.

Construir

Queremos ayudarte a crecercon buenos materiales.

Básicos te ofrece 4 áreas temáticas que podrás distinguir por sus colores:

Cian

Actualidad

Magenta

Apologética

Amarillo

Liderazgo y Pastoral

Negro

Biblia

¿Es acaso un mero accidente que Europa esté a la cabeza de la protección social en nuestro mundo globalizado? Aunque es un tema muy desconocido, es necesario subrayar que la Reforma Protestante del siglo XVI, y que nació en el mismo corazón del continente europeo, no solo fue un movimiento de carácter religioso, sino que tuvo además un marcado impacto sociopolítico. Es verdad que la impronta de la Reforma no fue la única que jugó, o ha jugado hasta nuestros días, un papel en la aparición del moderno concepto de trabajo, la protección social y el ulterior Estado de Bienestar. Es indudable que hubo y hay otros muchos factores que influyeron en este florecimiento. Pero, al mismo tiempo, es indiscutible reconocer que la Reforma representó un antes y un después en la manera de entender el trabajo, la protección social y lo que llegaría a ser dicho Estado de Bienestar. No podemos ahondar en la pasión europea por el trabajo y la protección social, sin abordar la Reforma Protestante del siglo XVI.

JOSÉ MORENO BERROCAL Estudió Derecho, Inglés y Teología. Es pastor en la Iglesia Cristiana Evangélica de Alcázar de San Juan y presidente del Consejo Evangélico de Castilla La Mancha (CECLAM), además de ser conferenciante y autor de varios libros.

Índice

Dedicatoria

Introducción

01La Biblia, el trabajo y la protección social

02La influencia sociolaboral del cristianismoy su declive antes de la Reforma del sigloXVI

03La influencia de la Reforma del siglo XVIenel trabajo y la protección social

04El trabajo y el desarrollo de la protección socialen la Europa protestante desde el siglo XVI

05Erosión, restauración y desarrollo de la protección social en la Europa que nació de la Reforma

06Nuestra actitud ante el trabajo y la protección social hoy

Apéndice

Otros Básicos Publicados

Dedicatoria

Un libro es siempre el fruto de muchas motivaciones. En este caso, varias son las que me vienen a la cabeza como fundamentales.

En primer lugar, quisiera dedicar este libro a mis hijas, Gloria y Paula, que me regalaron por mi cumpleaños un viaje a Alemania, en octubre de 2017, y que pude realizar en compañía de mi mujer Virtudes. Supuso un tiempo inolvidable para nosotros. Fue en la Casa de Lutero, en Wittenberg, ahora Museo de la Reforma, donde concebí la idea de investigar más a fondo la relación de la Reforma con la Protección Social.

Asimismo, quiero hacer una mención especial para el Grupo de Trabajadores Sociales de GBU, ya que fue su amable invitación a exponer el tema de la protección social en el pasado encuentro de Cullera la que me permitió desarrollar las ideas aquí expuestas. Agradecimiento a todos los que estuvieron presentes en ese taller, por el interés que mostraron por este tema y que me conmovió profundamente. Mi deseo es que esta obra os motive en la inestimable labor que realizáis, para desarrollar con alegría e integridad vuestro llamamiento a servir a los más necesitados, en los pasos de aquellos que os han precedido con tanta dignidad. Espero que este libro pueda animar, además, a todos los que están en el mundo de la empresa y los negocios, para realizar su vocación cristiana sin complejos de ningún tipo, a la luz de la inmensa labor efectuada en el pasado por los discípulos del Señor Jesús en esta esfera tan crucial para el bienestar de todos.

También quiero agradecer a José Pablo Sánchez (y con él, a todo el equipo de Buenas Noticias TV en TVE) la invitación que me realizó para intervenir en su programa sobre la Reforma y el Trabajo. La preparación de ese programa fue igualmente útil para avanzar en el contenido de este libro. Además, la Alianza Evangélica Española me pidió, mediante José Hutter, que escribiera algo sobre Reforma y Avances Sociales. El presente texto amplía considerablemente lo ya expuesto en aquel breve artículo.

No hubiera podido escribir este libro sin la inestimable obra de muchos historiadores de la Reforma. Estoy en deuda con todos ellos, en particular con los que he citado en este libro. La Historia es y será siempre esencial. Sin ella, estamos sin rumbo en este mundo.

Quiero reconocer, igualmente, la labor de Sarai Lagos, José Antonio Herdi, Miguel Llop y de mi querida esposa Virtudes en la revisión del texto.

Finalmente, quisiera expresar mi profunda gratitud a Joaquín Hernández, por su aliento para poner por escrito, en forma de libro, este material. Sin tu ánimo, Joaquín, nada de esto habría visto la luz. Gracias por tu confianza y amistad.

Introducción

A raíz de la Cumbre Social de la Unión Europea celebrada en Gotemburgo (Suecia), en noviembre de 2017, el diario El País revelaba que, a pesar de la gran crisis económica que se había atravesado: “Europa todavía puede presumir de envidiables medidas sociales: 7-25-50. Con el 7% de la población global y el 25% de la riqueza, el gasto social europeo supone el 50% del mundo”.1 Estas cifras son extraordinarias, y muestran algunas de las razones por las que los países de la Unión resultan ser uno de los lugares más atractivos para vivir. Por si fuera poco, el propósito de esa Cumbre era impulsar la llamada Agenda Social Europea. Es decir, que se desarrollen aquellos aspectos sociales que ya hacen de la Unión Europea un lugar privilegiado en nuestro mundo. Por lo tanto, que se amplíe lo ya recogido en documentos como la Carta Comunitaria de los Derechos Sociales de los Trabajadores y el llamado Protocolo Social adjunto al Tratado de Maastricht. Este mismo periódico anunciaba también que: “En torno a la hora del café, 500 millones de europeos tenían este viernes (20 de noviembre) derechos sociales adicionales”.2 Es verdad que la declaración que contenía estos nuevos derechos no era vinculante, pero sería una efectiva demostración del deseo de la Unión Europea de fortalecer su autoridad en protección social a escala mundial. Hay que reiterar que estas medidas se asientan sobre lo que ya tenemos en Europa, y también en otros lugares del mundo, el llamado Estado de Bienestar. Este se caracteriza, en palabras del catedrático emérito de la Universidad de Alcalá de Henares, Gabriel Tortella: “Por una considerable participación del Estado en el sistema económico, tanto a través de la empresa pública como de una sustancial intervención estatal en las decisiones económicas, con una fuerte participación en las funciones de consumo y distribución a través del sistema fiscal, y de las funciones asistenciales y redistributivas características de dicho Estado de Bienestar”.3 Los beneficios de este Estado de Bienestar han sido indudables. El que fuera vicepresidente del Parlamento Europeo, Sir Fred Catherwood, no exageró al afirmar que este Estado de Bienestar: “Ha hecho más que cualquier otro en la Historia para proteger a los miembros más débiles de la sociedad”.4

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Es acaso un mero accidente que Europa esté a la cabeza de la protección social en nuestro mundo globalizado? ¿Hay alguna explicación coherente que nos ayude a entender la querencia europea por la protección social? Incluso, ¿cómo explicar la aparición de nuestro Estado de Bienestar? Aunque es un tema muy desconocido, es necesario subrayar que la Reforma Protestante del siglo xvi, y que nació en el mismo corazón del continente europeo, no solo fue un movimiento de carácter religioso, sino que tuvo además un marcado impacto sociopolítico. De hecho, la Reforma fue decisiva en el desarrollo del moderno concepto del trabajo, pero también de la protección social que, con el paso del tiempo, habría de contribuir a conformar el llamado Estado de Bienestar. Es verdad que la impronta de la Reforma no fue la única que jugó, o ha jugado hasta nuestros días, un papel en la aparición del moderno concepto de trabajo, la protección social y el ulterior Estado de Bienestar. Es indudable que hubo y hay otros muchos factores que influyeron en este florecimiento. Pero, al mismo tiempo, es indiscutible reconocer que la Reforma representó un antes y un después en la manera de entender el trabajo, la protección social y lo que llegaría a ser dicho Estado de Bienestar. Es decir, no podemos ahondar en la pasión europea por el trabajo y la protección social, sin abordar la Reforma Protestante del siglo xvi.

Un ejemplo puede ayudarnos a entenderlo mejor. El río Misisipi, en los EE.UU., es una de las corrientes fluviales más fascinantes de la tierra. Haberlo visto en Vicksburg y en Nueva Orleans ha sido uno de los momentos más impactantes de mi vida. Su nombre significa padre de las aguas y, obviamente, hace referencia a su enorme caudal. Con una longitud de 3734 km, nace cerca de la frontera canadiense, en el lago Itasca en Minnesota, y cruza de norte a sur los Estados Unidos de América. El curso superior del Misisipi acaba con la confluencia con el Misuri, en San Luis. Su curso medio termina cuando se une con el Ohio en la ciudad de Cairo, Illinois. Desde aquí hasta cerca de Nueva Orleans, donde desemboca en el Atlántico, en el Golfo de Méjico, transcurre su curso inferior en el que recibe los aportes de otros afluentes tan destacados como el Arkansas y el Río Rojo. Lo curioso del Misisipi, y lo que lo diferencia de otros grandes ríos del mundo, es que debe mucha de su grandeza al hecho de que tiene como tributarias a otras muchas e incomparables corrientes de aguas. En particular, al Misuri y al Ohio. De hecho, el Misuri, cuando se junta con el Misisipi, ¡ha recorrido ya 3767 km! Es decir, es más largo que el Misisipi al unirse con él. El Ohio, por su parte, es el mayor afluente, en cuanto a volumen, del Misisipi. ¡En la confluencia de ambos es mucho mayor el caudal del Ohio que el del Misisipi! En otras palabras, llamamos Misisipi a esta gran corriente fluvial que atraviesa y vertebra geográficamente a los Estados Unidos, pero, igualmente, el río en su conjunto podría haberse llamado el Misuri o incluso el Ohio. Los tres son majestuosos individualmente considerados. Juntos hacen un río único, extraordinario. Del mismo modo, cuando examinamos un concepto tan noble como el del trabajo, o un desarrollo tan portentoso como el de la protección social y la importancia crucial del Estado de Bienestar para nuestra civilización, es indubitable que han sido muchas las fuerzas que han contribuido y contribuyen a su extraordinaria relevancia en nuestras sociedades modernas. Pero, la Reforma, sin duda alguna, es uno de los influjos más decisivos que los han conformado. La Reforma, pues, no es la única influencia, pero ha de ser tenida en cuenta, al igual que el Misisipi no sería lo mismo sin el Misuri y el Ohio. Ahora bien, la Reforma es uno de esos factores ampliamente desconocido o, sencillamente, olvidado en la aparición de la actitud moderna ante el trabajo y la protección social. Este volumen busca remediar, en parte, esta carencia.

1. En El País https://elpais.com/internacional/2017/11/17/actualidad/1510928462_059876.html

2.Ibid., 20 de noviembre de 2017. Véase el Apéndice para la lista de estos nuevos derechos sociales.

3. Tortella, Gabriel. Capitalismo y Revolución. Gadir, 2017, p. XII.

4. Catherwood, Sir Frederick. A Better Way. IVP, Leicester, 1975, p. 76.

01 La Biblia, el trabajo y la protección social

Pero, para entender cómo surgió el concepto moderno del trabajo y de la protección social, es necesario recordar, aunque sea de forma somera, el enfoque bíblico sobre estos temas. Y es que la Reforma Protestante del siglo xvi representó, sustancialmente, un regreso a las Escrituras. Las ideas de los reformadores sobre el trabajo y la protección social se nutrieron de los textos bíblicos.

De entrada, la Palabra de Dios tiene una visión altamente positiva del trabajo. El relato de la creación nos muestra a un Dios que obra, Génesis 2:2. Cuando Dios crea al hombre, lo diseña, entre otras razones, para que lo represente en su creación: “y dijo: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo’. Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó”, Génesis 1:26, 27. Por ello, el trabajo es una expresión primordial de la imagen de Dios en el hombre. El trabajo es una ordenanza de la creación de Dios, ya que, inmediatamente después de crear al ser humano, Dios le encarga un trabajo específico con respecto a la obra que Dios mismo ha realizado: “y los bendijo con estas palabras: ‘Sed fructíferos y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; dominad a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo’”, Génesis 1:28. Este versículo es conocido como el mandato cultural. Recoge el propósito de Dios para su creación, a saber, que lo creado, pudiera manifestar su valor y posibilidades por medio de la acción del hombre sobre la misma. El relato de Génesis 2, en concreto el pasaje de Génesis 2:15-20, nos muestra con mayor detalle la naturaleza de la obra que Dios esperaba del hombre. Dios puso al ser humano en el Jardín del Edén para que “lo cultivara y lo cuidara”, Génesis 2:15. Esto implicaba una actividad física. Además, el hombre era responsable de poner nombre a los animales, lo cual implicaba otra cierta actividad intelectual, de observación de los animales y de sus características distintivas, antes de identificarles con un nombre; como indica ingeniosamente Bob Dylan en su preciosa canción Man gave name to all theanimals! Y es que el trabajo refleja la imagen de Dios en el hombre, pues el hombre debe obrar como Dios lo hizo al crear todas las cosas, llamándolas según su propia naturaleza, Génesis 1:5, 8, 10. El erudito bíblico Víctor Hamilton afirma sobre Génesis 2:2 que: “La actividad creativa de Dios se describe dos veces como su obra. El Antiguo Testamento tiene dos palabras para trabajo. La segunda palabra enfatiza el trabajo bruto, sin pericia. La primera -y la que se usa aquí-, designa una obra habilidosa, un trabajo que se realiza por un artesano. Esa es la medida de la delicadeza y las destrezas profesionales de la obra de Dios”.1 El hombre, al trabajar, desarrolla la aptitud que Dios ha puesto en él, y que le mueve a realizar labores que se asemejan a las divinas, con soltura e ingenio. El resto del Antiguo Testamento reitera en numerosos pasajes que el trabajo es algo querido por Dios para su pueblo y, por tanto, algo bueno a sus ojos. El trabajo se encuentra en la misma Ley de Dios en su cuarto mandamiento: “Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer”, Éxodo 20:9. De hecho, este mandamiento alude a la creación del mundo como el fundamento de su observancia: “Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo”, Éxodo 20:11. Este texto enseña que el trabajo es: “La condición o la forma normal de la vida humana. Para realizar su destino, el hombre debe someterse gozosamente a él”.2 La gran literatura sapiencial de Israel encomia igualmente el trabajo. Por ejemplo, Eclesiastés 3:22 dice que: “He visto, pues, que nada hay mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, ya que eso le ha tocado. Pues, ¿quién lo traerá para que vea lo que sucederá después de él?”.

Es verdad que la Caída del hombre en el pecado introdujo un elemento terriblemente destructivo en ese mismo orden diseñado por Dios para el bien de su creación. Un texto como Génesis 3:17-19 enseña, entre otras cosas, que el pecado no dejó de tener consecuencias nefastas para la actividad laboral del hombre: “Al hombre le dijo: ‘Por cuanto le hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol del que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás’”. El trabajo seguirá subsistiendo, después de la Caída, pero acompañado ahora de cansancio y frustración. El libro de Eclesiastés es un comentario sobre los efectos de la caída en la creación de Dios: en particular, sobre sus consecuencias para el trabajo del hombre. Lo que se hace debajo del sol, y que ocupa a los hombres, trae consigo vanidad y aflicción de espíritu. R. Paul Stevens, en un valioso libro de reciente aparición, señala los efectos de la caída en distintos momentos de la Historia: “La Revolución Industrial de los siglos xviii y xix trajo nuevos ‘cardos y espinas’. El subproducto no deseado de esa ‘revolución’ ha incluido la estrechez y la monotonía de las tareas; la negación de la satisfacción que la complejidad del trabajo conlleva; la despersonalización y naturaleza anónima del trabajo, la falta de sentido de participación y orgullo en el trabajo propio”.3 Haciéndose eco de los efectos negativos de la globalización actual, Stevens añade que: “Así que el mercado laboral global tiene sus propios cardos y espinas. Actualmente, experimentamos desempleo, tanto en países fuertemente industrializados, como en países menos desarrollados, daño a la biosfera, pérdida de comunidad, crisis de identidad cultural, y problemas laborales, sobre todo en relación a las condiciones laborales y términos del trabajo”.4