La lira de las masas - Martín Rodríguez-Gaona - E-Book

La lira de las masas E-Book

Martín Rodríguez-Gaona

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Beschreibung

Rodríguez-Gaona, que, además de reconocido poeta, es uno de los más lúcidos analistas de los últimos sucesos culturales y literarios –como ya ha ido demostrando en trabajos previos–, se enfrenta en este libro a una situación inédita y apenas estudiada: la irrupción de la primera promoción de nativos digitales en la creación literaria, con todo lo que ha supuesto dicho fenómeno. La intención de La lira de las masas, obra por la que obtuvo el X Premio Málaga de Ensayo, es analizar la poesía contemporánea desde la perspectiva de los nuevos soportes tecnológicos que van condicionando su distribución, forma y discurso. Los poetas jóvenes como prosumidores, ejerciendo una óptima alfabetización digital, han capitalizado la interactividad y la oralidad electrónicas, hasta despertar el interés de lo corporativo, desplazando a autores antes más prestigiosos, creando una crisis en los valores y las prácticas de la ciudad letrada. La consagración de la autorrepresentación y la autogestión, de lo superficial y lo efímero, el liderazgo femenino en las comunidades virtuales y, finalmente, la pugna entre una poesía escrita para el libro y otra escrita para el recital o la representación en Facebook, YouTube o Instagram, son algunos de los aspectos que atraviesan el presente ensayo, en el que nombres como Luna Miguel, Marwan, Irene X o Elvira Sastre provocan reflexiones y preguntas latentes y soslayadas desde hace décadas: ¿Cómo se decide la visibilidad mediática, la recepción y el consumo en la poesía española? ¿Es factible controlar la institucionalización y el posterior canon? ¿Nos aproximamos a estos autores solo con excusas para subestimarlos? ¿Estaremos perdiendo el dinamismo y la intensidad que caracterizan al campo literario español en un periodo de transición como el actual?

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Martín Rodríguez-Gaona

La lira de las masas

Internet y la crisis de la ciudad letrada

Una aproximación a la poesía de los nativos digitales

X PREMIO

MÁLAGA

DE ENSAYO

JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ RUIZ

Martín Rodríguez-Gaona, La lira de las masas

Primera edición digital: marzo de 2019

ISBN epub: 978-84-8393-643-6

© Martín Rodríguez-Gaona, 2019 [email protected]

© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2019

Colección Voces / Ensayo 276

La obraLa lira de las masasfue galardonada con el X Premio Málaga de Ensayo, que fue concedido por unanimidad el 20 de noviembre de 2018 en Málaga. Formaron parte del jurado Javier Gomá, Estrella de Diego, Espido Freire, Alfredo Taján, Juan Casamayor (editor de Páginas de Espuma) y, como presidenta del jurado, Susana Martín Fernández (Directora del Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga).

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares delcopyright.

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El que piensa transmitir un arte, consignándolo en un libro, y el que cree a su vez tomarlo de este, como si estos caracteres pudiesen darle alguna instrucción clara y sólida, me parece un gran necio; y seguramente ignora el oráculo de Ammon, si piensa que un escrito pueda ser más que un medio de despertar reminiscencias en aquel que conoce ya el objeto de que en él se trata.

Platón(en voz de Sócrates),Fedro

El hombre hoy dominante es un primitivo, unNaturmenschemergiendo en medio de un mundo civilizado. Lo civilizado es el mundo, pero su habitante no lo es: ni siquiera ve en él la civilización, sino que usa de ella como si fuese naturaleza. El nuevo hombre desea el automóvil y goza de él; pero cree que es fruta espontánea de un árbol edénico. En el fondo de su alma desconoce el carácter artificial, casi inverosímil, de la civilización, y no alargará su entusiasmo por los aparatos hasta los principios que los hacen posibles.

JoséOrtega y Gasset,La rebelión de las masas

La imprenta es la fase extrema de la cultura del alfabeto, la cual destribaliza o descolectiviza al hombre en primera instancia. La imprenta incrementa las características visuales del alfabeto hasta una definición de mayor intensidad. Así la imprenta lleva el poder individualizador del alfabeto fonético mucho más allá de lo que jamás pudo la cultura del manuscrito. La imprenta es la tecnología del individualismo. Si la humanidad decidiera modificar esta tecnología visual mediante una tecnología electrónica, el individualismo también sería modificado.

MarshallMcLuhan,La Galaxia Gutenberg

En la sociedad tecnotrónica, la tendencia parecería conducir a la agrupación del apoyo de millones de ciudadanos desarticulados, a disposición de personalidades magnéticas y atractivas que explotan las últimas técnicas de comunicación para manipular emociones y controlar la razón.

ZbigniewBrzezinski,Entre dos eras: el papel

Introducción

«Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros», la frase, atribuida a Cicerón, ha sido citada, irónicamente, en defensa de un hecho (la proliferación de un nuevo tipo de poesía, que logra vender miles de ejemplares) y un derecho (el de la expresión democrática, aunque esta se halle en la periferia de lo artístico)1. Defreds, el nombre literario de José Ángel Gómez, treintañero, es uno de aquellos poetas: autor de Casi sin querer, libro que, gracias al apoyo de internet y las redes sociales, ha vendido once ediciones y más de treinta mil ejemplares en un año. En una entrevista, en la que dice no estar seguro de considerarse poeta, resume esta situación así: «El mundo funciona de otra manera ahora, si hubiera llevado el manuscrito a una editorial me lo habrían quemado»2.

Pero ¿a qué se refería Cicerón, y quién supo darle respuesta? El autor de las Catilinarias cuestionaba el auge de los llamados poetas neotéricos –un grupo de jóvenes despreocupados, entre los que se encontraban Catón, Cina, Licinio Calvo y Catulo–, que habían dejado de escribir centrados en la responsabilidad cívica y el estilo elevado, explorando, por vez primera, una voz urbana y personal: textos menores, nugae, bagatelas, en ese momento considerados un desafío a las buenas normas. No obstante, las cosas siempre pueden empeorar: Horacio, Petronio y Séneca, tiempo después, criticarían las lecturas públicas que, como una plaga, recorrían el Imperio. Plinio el Joven y Gayo Asinio Polión, asiduos organizadores y practicantes de estos eventos –que podían durar hasta tres días– atosigaban a versos a sus invitados, probablemente sorprendiendo y aburriendo a partes iguales.

Mas en el año 5 d. C., una de estas lecturas, convocada por Polión, cambió la historia de la literatura universal: en ella, Virgilio, uno de sus protegidos, leyó evocadores versos sobre la visita de Eneas a Marcelo en el Inframundo. Entre los conmovidos espectadores se encontraba el emperador Augusto, tío del difunto, quien halagado por el elogio y la mitificación de su rama familiar, decidió financiar la Eneida3.

Aceptando importantes diferencias –la excelente educación y la independencia económica que correspondía a las clases privilegiadas de la Antigua Roma–, cierto paralelismo con el momento actual puede ser justificado. Dos serían los matices decisivos: pasados dos mil años, estos supuestos diletantes ya no son ricos y, en estrecha relación con dicha circunstancia, su plataforma es masiva, mesocrática y tecnológica. Es decir, las letras no ofrecen solo un complemento al cursus honorum ni son una práctica exclusiva de la gran burguesía, por lo que hoy responden a una representatividad sociológica, lo cual implica también que la financiación para sus obras ha dejado de ser iniciativa de una élite y, en consecuencia, siguen gustos y criterios populares.

Desde una perspectiva estrictamente contemporánea, y más científica, una aproximación a este fenómeno puede establecerse también a través de un enfoque parcialmente marcado por la culturología y la semiótica cultural. Adaptando ciertos conceptos clave de Yuri Lotman4, sostenemos que en la semiosfera tradicional de la poesía española, hasta mediados de la primera década del siglo xxi, la frontera estaba representada por la institucionalización (los premios y la recepción en la prensa nacional) y su primer filtro era la publicación en papel (las editoriales de prestigio). La irrupción de internet y las nuevas tecnologías, que permiten el surgimiento incontrolado de poetas prosumidores (herederos electrónicos de los neotéricos), amplió exponencialmente ese espacio de signos. Así, la gramática de la poesía escrita y pensada para publicarse en papel, paulatinamente, fue perdiendo sentido desde que la autopromoción en la red supuso una visibilidad y una rentabilidad inéditas.

A partir de dicho instante, en el campo literario español, se estableció un espacio de recodificación a través de un intercambio, de un diálogo –que ha sido muy favorable a los poetas emergentes, por cuestiones de representatividad social y rentabilidad económica– como constata la aceptación de esta producción en editoriales cada vez más grandes y en la prensa nacional. Por lo tanto, en la actualidad está en pugna cuál de estos espacios –el impreso o el virtual, con sus respectivas prácticas, hábitos y tradiciones– tendrá hegemonía sobre el campo literario en un futuro próximo. En este proceso, como veremos, la antinomia entre lengua y habla, entre lo escrito y lo oral, también será decisiva.

Así, se puede afirmar que en la poesía española actual conviven, por lo menos, dos semioesferas que, necesariamente, proponen distintas dinámicas de sentido e, inevitablemente, de esa interacción, de ese conflicto, se establecerán nuevas fronteras.

Por lo tanto, sostenemos que, como conclusión a un proceso con múltiples factores, se ha perdido la autonomía de lo poético (asociada convencionalmente al texto impreso), pero no por una propuesta artística, sino por una modificación radical de los modos de producción (y los efectos que estos cambios establecen en la sensibilidad y los intereses de autores y lectores). Y, quizá como el rasgo decisivo, el vivir externamente, de cara a lo público, que es lo que han normalizado internet y las redes sociales supone, para el siglo xxi, nada más y nada menos, que el equivalente y el reverso de lo que significó el descubrimiento del inconsciente a finales del xix.

Tomando en consideración un punto de vista tradicional, la complejidad de estas alteraciones hace pensar que nada valioso artísticamente podría producirse desde una masificación y unos cambios tan radicales, pues la calidad, los valores y el legado que representan el libro impreso y la lectura silenciosa se verán afectados negativamente en este proceso (un sentir que se resume bajo el concepto de decadencia). Mas, como veremos, esto no es cierto, pues simplemente se generan otros agentes, prácticas y principios que, en su inicial confusión e impenetrabilidad, tienen precedentes en anteriores momentos de crisis, como recuerda la revolución que inició Catulo (con sus implicaciones tanto políticas como de lenguaje, tanto de discurso como de estética).

No obstante, asumiendo por un momento la posible negatividad de este proceso, no debe dejar de tenerse en cuenta que, pese a la confusión que crean la sobreproducción y la saturación de textos con pretensiones poéticas, los cambios demográficos aseguran a su vez la persistencia de un pequeño grupo de creadores y propuestas que serán capaces de sintetizar tradiciones, lenguajes y experiencias que logren una adecuada transición hacia una cultura digital y también humanista. Contribuir a erigir ese puente puede ser la tarea de muchos de los que, perteneciendo a otras generaciones y siendo inmigrantes digitales, se encuentran marginados de la primera línea de acción de la revolución tecnológica.

Entonces, es necesario recalcar la importancia de los poetas nativos digitales en una perspectiva diacrónica: su generación ha coincidido con las innovaciones tecnológicas más importantes para la difusión del pensamiento desde la imprenta de Gutenberg. Por consiguiente, es imprescindible aceptar que la crisis la tienen otros para interpretarlos, pero no ellos para producir.

Debe tenerse en cuenta que siendo la cultura digital producto de la globalización, los poetas prosumidores guardan rasgos en común con sus pares en distintos continentes, estando, en ciertas ocasiones, en estrecho contacto con ellos. Y, como analizaremos luego, el punto compartido consiste en que los poetas nativos digitales, fuera de su ubicación e idioma, son los autores primitivos de una lírica transmedial (tan extrema como la de aquellos a los que Cicerón despectivamente llamara «Recitadores de Euforión»).

No obstante, existen factores exclusivamente locales. Y, probablemente el más decisivo de ellos, en el caso español, esté relacionado con la difícil expresión de la subjetividad individual, esa característica fundamental de las poéticas modernas internacionales. En concreto, en España, históricamente, por constricciones institucionales de orden religioso, la subjetividad individual ha estado condicionada por distintos poderes, al punto de que en sus letras no existió una voz fundacional, un poeta que –sea en la afirmación de Whitman o en la negación de Baudelaire– suponga la expresión de un individuo concreto, un trasunto de la ciudadanía (quizá esto no se dé hasta el surgimiento de Jaime Gil de Biedma, sin olvidar a Luis Cernuda como un sufriente precedente).

El origen de estas razones ha sido estudiado por Pedro Ruiz Pérez en relación al canon poético del Siglo de Oro («La República de los poetas: la trama en los versos»5), donde se reconocen las estructuras de linaje, gremio e individuo, que son las que, a pesar de mutaciones y camuflajes, persisten en el campo literario español. Los poetas nativos digitales serían los primeros que irrumpen cuando estas estructuras estaban, al menos, parcialmente superadas o cuestionadas, y quienes emplean las nuevas plataformas para expresarse con una libertad y una rotundidad totalmente sorprendente en comparación con las de sus antecesores.

Afiliarse, marginarse o aceptar un tono menor: a estas opciones tradicionales, los poetas nativos digitales han opuesto la creación de interlocutores, la forja de un público, un proyecto que, como se puede intuir, dista mucho de ser sencillo o totalmente coherente. Pero, una vez más, tal intención merece un análisis cuando, en esa misma gesta, se ponen en cuestión valores como la lectura solitaria y silenciosa, la pretensión de trascendencia o la sustitución del conocimiento por el entretenimiento.

De este modo, el conflicto y el reto que implica la irrupción de los poetas nativos digitales gira en torno al libro impreso y su centralidad en la ciudad letrada. La pugna abierta entre distintos grupos de poetas nativos digitales, que ha sido viva en las redes sociales, supone un enfrentamiento entre propuestas enfocadas al desarrollo de una poesía escrita para el libro y otra escrita para la lectura o representación pública (sea en vivo o en vídeo). Es decir, la confrontación entre una práctica tradicional de lectura (solitaria y silenciosa) y otra con primacía de lo social (con interacciones virtuales y masivas). Es decir, una manifestación del antagonismo entre la cultura de la escribalidad y la de la electronalidad (oralidad electrónica).

Hasta hace poco entre los poetas nativos digitales predominaba una relativa convivencia, mas paulatinamente se han marcado distancias por el apoyo de multinacionales de la edición a algunos de ellos. Importantes sellos como Planeta y Espasa han hecho suyas las propuestas que mejor han funcionado en relación a su capacidad de generar interacción y seguidores (al punto que se va llegando al diseño de productos editoriales). Una situación que, como consecuencia, genera el enfrentamiento entre jóvenes que anhelan definir su identidad con la actividad poética, sea a través de la institución académica o la institución consumo.

En este punto, el fenómeno se torna más complejo, pues aunque muchas de las estrategias e incluso ciertos rasgos de sensibilidad sean compartidos, los propósitos de sus propuestas parecen antagónicos. El primer grupo de autores, asumiendo una tradición literaria, es más ambicioso y complejo en sus proyectos, anhelando tanto cierta originalidad como el perdurar (de estos, los que más visibilidad han alcanzado son los vinculados a Luna Miguel y su comunidad «Tenían veinte años y estaban locos», o a una editorial como La Bella Varsovia de Elena Medel). Los segundos, apostando por la empatía popular y el anti-intelectualismo, buscan fundamentalmente, la emotividad y, a través de esta, ser asimilados con mayor facilidad y de manera inmediata, aceptando ser efímeros (los autores youtubers practicantes de lo que denominamos poesía pop tardoadolescente). En realidad, ambos grupos comparten un decidido afán publicitario, centrado en cuestiones de representatividad generacional y de género, pero la diferencia está en el distinto trasfondo literario que sustenta sus proyectos.

Lo conflictivo del asunto es que esta nueva poesía popular para el entorno digital (la poesía pop tardoadolescente), al ser también impresa, reclama para sí dos valoraciones contrapuestas: el reconocerse como producto (objeto de una especulación mercantil, sea como libro de autoayuda, souvenir o amuleto) y, a su vez, como obras con estatus artístico o literario (propuestas y libros que, asumiendo lo popular como un efecto o tono, alcancen un determinado nivel de calidad). Esto lleva a que, en la práctica, ambas propuestas, en su afán por tornarse canónicas, compartan y luchen un mismo espacio simbólico: el de la poesía joven de inicios del siglo xxi. Aunque, en un futuro, es muy probable que los autores más destacados de ambas vertientes lleguen a ser leídos en paralelo (incluso desde una también manufacturada nostalgia), en la actualidad, pese a cualquier conjetura, esta confrontación resulta desproporcionada en sus fuerzas, pues la propuesta popular que representa la poesía pop tardoadolescente goza de unos privilegios mediáticos y comerciales que condena a los otros exponentes a la marginalidad o la periferia (recordamos que la producción de los poetas nativos digitales excede a los pocos nombres que convocan estos dos grupos).

Es por esto que, más allá de la reconstrucción de un terreno y la delimitación de fronteras, entendiendo que incluso propuestas actualmente enfrentadas guardan un mismo origen, el presente estudio tiene como enfoque el análisis de los lenguajes que se han ido gestando desde la incorporación del pergamino electrónico a la producción poética contemporánea. De allí se reconoce tanto la pérdida de relevancia de lo escrito frente a la oralidad electrónica como el predominio de lo iconográfico, por lo que, cada vez más, al tocar la poesía de los nativos digitales, aun cuando lo hagamos desde un libro recomendado por la crítica y leído en el recogimiento de una biblioteca pública, nos estaremos vinculando a una transtextualidad digital.

La intención de La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada es, por lo tanto, continuar la investigación iniciada en Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes. Es decir, analizar la producción poética contemporánea desde la perspectiva de los nuevos soportes tecnológicos que van condicionando su distribución, forma y discurso. Quien se aproxime a estos autores y las reflexiones que suscitan desde una perspectiva esencialista puede encontrar fáciles excusas para subestimarlos, pero perderá también el dinamismo y la intensidad que caracterizan al campo literario español de un periodo transicional como el actual.

En otros términos, la poesía de gran parte de los nativos digitales, en comparación con la de sus inmediatos mayores, es eminentemente menos literaria e intelectual, más cotidiana, personal e incluso antiartística, situándose en ocasiones, como ya se ha hecho palpable, en esa sutil y ardua frontera entre lo popular y el populismo. Estas circunstancias reavivan preguntas latentes y soslayadas en la poesía española desde hace décadas: ¿cómo se decide la visibilidad mediática, la recepción y el consumo? ¿Es factible controlar la institucionalización y el posterior canon?

No obstante, las actuales circunstancias son todavía más complejas. Si bien toda esta cadena de exposición y reconocimiento podía ser condicionada antes, en cierta medida, por el clientelismo político, los valores formales y discursivos aún se ceñían a lo literario. En el presente esto viene siendo sustituido por la hegemonía de lo corporativo y su excluyente criterio de rentabilidad económica. Es decir, la poesía española, en su conjunto como comunidad (distintas generaciones de inmigrantes y nativos digitales), viene aceptando una situación similar a la expresada en la célebre alegoría del cuento «Casa tomada» de Julio Cortázar: una atmósfera enrarecida e insostenible, en la que no queda ya lugar donde escapar. Mas los indicios de una reformulación también se encuentran en las actividades autogestionarias –virtuales y presenciales– de ciertas comunidades de autores y lectores, mujeres y hombres, respetuosos de la tradición literaria y el paradigma ilustrado.

Es por esto que la amplitud y la dificultad del fenómeno de la poesía de los nativos digitales requieren de un enfoque inusual, una crítica ecléctica, plural y expandida, que trasciende ampliamente los marcos de lo literario y el libro impreso. Circunstancias que condicionan también la propia estructura del ensayo: la descripción y el análisis de los nuevos lenguajes y las categorías surgidos de la cultura digital, un trabajo de campo, tanto en las redes sociales como en la escena de los bares de poesía y, finalmente, una crítica a las implicaciones geopolíticas de la contrarreforma centralista que promueve lo corporativo.

Los poetas estudiados constituyen, en concordancia, síntomas antes que obras (como corresponde a un work in progress, un periodo inconcluso, un lenguaje en marcha). Por consiguiente, sus proyectos esclarecen un devenir, y son, ante todo, requeridos o convocados para rastrear un fenómeno que, por definición, va más allá de lo literario. No obstante, creemos necesario intentar definir algunos criterios:

1) Las obras recogidas en la muestra son fundamentalmente de nativos digitales. Aunque el uso de internet y las redes sociales sea mucho más extenso, las características de la socialización y las condiciones de lectura de este grupo son particularmente importantes e inéditas.

2) Los autores son usuarios asiduos de internet y las redes sociales, ya sea como gestores o parte de alguna comunidad poética. Es decir, necesariamente emplean internet para difundir sus opiniones y poemas.

3) Los autores utilizan las plataformas digitales con la intención explícita de ser reconocidos dentro de la institucionalidad literaria (tienen contacto con editoriales, sean grandes o pequeñas, comunidades virtuales, revistas online, publican en blogs con asiduidad, etcétera).

4) La nómina de poetas mujeres es significativa, pues se reconoce la crucial importancia de sus obras y acciones en el proceso.

Por consiguiente, creemos que en La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada, fuera del intento de análisis y reconstrucción de un trayecto, hay claros indicios de obras de verdadera importancia y que, no obstante, sin el apoyo decidido de alguna editorial, quedarán perdidas o minimizadas en el flujo incesante de lo virtual. La respuesta, si la hubiese, está al alcance de la pantalla y del teclado, en la generosidad de sus ojos y sus manos, pero también en su biblioteca (y librería), hypocrite lecteur.

I

 

 

El lirismo transmedial de lospoetae novivirtuales

 

Se suele pensar que la poesía es un arte minoritario, con una repercusión, a lo largo del planeta, cada vez más reducida. Recientemente, sin embargo, en algunos lugares como España, esta ha cobrado una presencia sorprendente y significativa, que la ha llevado a convertirse en un fenómeno social, con cientos de protagonistas y miles de ejemplares vendidos6. Mas la escritura lírica que goza de una creciente e inesperada popularidad no es toda la que se produce o edita. Incluso hay quienes dudan en calificar tal escritura como «auténticamente poética». En concreto, fuera de cualquier controversia, es un hecho que la que ha logrado tal notoriedad es la poesía de autores jóvenes, los definidos como nativos digitales: aquellos que emplean, con naturalidad y eficiencia, los recursos que les brindan internet y la revolución tecnológica7.

Así, gracias al apoyo de las redes sociales (con la apabullante primacía de Facebook, YouTube e Instagram) y el esfuerzo de unas cuantas editoriales artesanas o emergentes (El Gaviero Ediciones, La Bella Varsovia, El Cangrejo Pistolero, Ya lo dijo Casimiro Parker, Canalla Ediciones, Origami, Harpo, La Isla de Siltolá, entre otras), los poetas nativos digitales han encontrado un contacto directo y exitoso con el público, superando las expectativas editoriales vertidas hacia otros autores, más consolidados y convencionalmente prestigiosos. Uno de los primeros puntos para comprender este fenómeno requiere aceptar que, para los poetas prosumidores8, la actividad poética desde comienzos de siglo tiene aspectos importantes que complementan la escritura en papel (como lo visual, lo auditivo, lo gestual y lo relacional) y que, por lo tanto, desde el momento en que se consolida la hegemonía de lo digital, las horas de navegación (virtual e interactiva) equivalen a una alfabetización y una formación que antes brindaba la lectura tradicional (solitaria y silenciosa).

La inesperada aceptación de los poetas nativos digitales en España no se puede comprender, entonces, sin tener en cuenta el predominio de la autogestión para la producción simbólica posindustrial. En consecuencia, en la actualidad el más hábil gestor de comunidades puede llegar a ser reconocido como el mejor poeta (en el razonamiento que equipara «mejor» con «más vendido»). Algo que a su vez, para la mayoría de los autores emergentes, a un nivel colectivo, supone un consciente anhelo grupal de proyección y posicionamiento como generación dentro del circuito cultural.

Esta radical mutación, necesariamente, supone asimismo un cambio de prácticas y paradigmas. En la actualidad, por consiguiente, una figura clave del proceso como la poeta, editora, periodista, modelo y gestora de comunidades Luna Miguel representa, simultáneamente, algo parecido a lo que en su momento fueron Pere Gimferrer (como emblema de renovación juvenil) y Rubén Darío (como cabecilla y aglutinador internacional de autores). Una opinión que aunque pudiese parecer exagerada o polémica es contrastable considerando la plena aceptación de la escritora en el sistema cultural (el medio editorial, el periodístico y el institucional), pese a que su obra, en un sentido estrictamente literario, no deje de ser incipiente9.

Fuera de nombres propios, todo este fenómeno, como no podría ser de otra manera, está lleno de paradojas. Mas estas múltiples contradicciones son también indicios de un periodo transicional. Así, entre los poetas nativos digitales, a la predominancia de la imagen virtual se opone el persistente anhelo de la publicación en papel; a la superficialidad y el apresuramiento, la ambición por consolidarse institucionalmente; a la precocidad y su elogio, la producción prolífica, efímera y desechable; a la autonomía de proyectos y la diversidad, el establecimiento de jerarquías mediáticas; al liderazgo femenino, la discriminación positiva y la instrumentalización patriarcal del cuerpo como objeto de deseo. Y, finalmente, en los rasgos que probablemente definan mejor cierto clima generacional común a estos autores, el ensimismamiento emocional, la frivolidad y la grandilocuencia contrastan con vivencias extendidas como la precariedad económica, el exilio y la angustia existencial.

Sostenemos que el contundente éxito de los poetas nativos digitales en España se debe, fundamentalmente, a cierto desfase que no ha permitido establecer criterios óptimos y claros de renovación dentro del circuito cultural. El siglo xx finalizó con una institucionalidad literaria sin criterios definidos, deficientemente modernizada (centrada en la cultura como espectáculo, como en las efemérides y las celebraciones regionales, sin mayor renovación de discursos ni protagonistas). Por lo tanto, el inicio de la brecha entre la cultura letrada y la cultura digital estuvo en las deficiencias del propio sistema literario.

En consecuencia, con respecto a la concepción tradicional de la cultura, el surgimiento de internet y las nuevas tecnologías supone, en efecto, simultáneamente un impase y una posibilidad. Al abrirse las puertas a una infinita producción simbólica se promueve una total libertad creativa y de circulación, en una señal de clara y auténtica democratización, pero también se destruyen los criterios para establecer cualquier atisbo de calidad o jerarquía.

En la actualidad somos, por lo tanto, protagonistas y testigos de una evolución decisiva. Frente a la incesante y caótica escritura electrónica, ¿quién otorga el estatus de poeta?, ¿el lector, la interactividad o el consumo?, ¿quizá la crítica (en vías de extinción)? Si se optase combatir la saturación y la indiferencia apostando por la ambición artística, ¿será preferible la autopublicación o insistir en los saturados circuitos de la edición profesional? Pareciera una situación extrema, pero, en realidad, no se trata de un conflicto inédito.

El contrato social que fundamenta la poesía como práctica se ha debilitado, desde la modernidad, por la paulatina escasez de lectores especializados. Todo el impase comunicacional de la poesía del siglo xx se debió a que su trasfondo crítico –manifiesto como discurso y lenguaje– requería de un interlocutor de formación ilustrada o burguesa (precisamente de la clase social que fue objeto de sus cuestionamientos y condenas a nivel político). Pero, ante la canonización de las propuestas artísticas históricas, resulta imprescindible recordar que, más allá de su gesta como lenguaje, esto fue posible por el apoyo de algún avance tecnológico, de alguna innovación que permitió el incremento del flujo de la información (la imprenta artesanal en los años veinte, la televisión en los sesenta). Y sería la propia industrialización la que pronto contribuiría a neutralizar dichos logros formales o discursivos, pues al masificarlos y comercializarlos simplificó y tornó mecánica su asimilación, pese a sus intenciones reivindicativas.

Así, la larga agonía en la que se gestaron los lenguajes poéticos de la modernidad también supuso el inicio del fin de la ciudad letrada, ya que desde entonces cualquier propuesta, en su afán de mutación e individualidad, fue simultáneamente crítica, implosión y metástasis con respecto a sus mecenas, orígenes sociales o interlocutores10. Toda la poesía del siglo xx sucumbió anhelante de hacerse un espacio en el Panteón de la Historia Literaria y, en la mayoría de los casos, apenas consiguió un humilde lecho anónimo en sus catacumbas.

No obstante, la irrupción de los poetas nativos digitales recuerda que, en algunos momentos, en determinados contextos, las condiciones del contrato entre el poeta y sus interlocutores fue renovado con éxito. En efecto, postulando actualizaciones del romanticismo, como en los casos del surrealismo y la poesía beatnik, las aproximaciones que alcanzaron mayor repercusión buscaron consolidar nuevas comunidades lectoras a través de la reivindicación de un habla diferenciada, propia y compartida, radicalmente opuesta a la de los sectores hegemónicos. Y esta no fue una labor exclusiva de los creadores, pues toda asimilación de corrientes y movimientos requirió también de unos valedores editoriales y una audiencia capaz de reconocer e incorporar tales propuestas brindándoles un sentido histórico. Es decir, los poetas, sus intermediarios y su público se comprometieron como cómplices o compañeros de viaje.

Mas este no fue el caso de la poesía en lengua española: dificultando la consolidación de una comunidad internacional de lectores, con la breve excepción del Modernismo, a lo largo del siglo xx, la poesía hispánica en su conjunto manifestó una inquietante falta de cohesión atribuible a una precariedad de condiciones editoriales y críticas (no solo por cuestiones comerciales: sus sociedades se encontraban, asimismo, a la zaga en cuanto a la investigación estética o científica).

En consecuencia, sea por su pobreza, por su excesiva dependencia de instancias políticas o mercantiles, o por la búsqueda de una constante homologación a través de discursos internacionales, dicha situación impidió un diálogo adecuado entre los lectores a uno y otro lado del océano (lo que habría supuesto un incremento del mercado editorial del idioma), reafirmando sus diferencias históricas, pues las distintas tradiciones nacionales, tanto la española como las hispanoamericanas, se hallaban aisladas, ignoradas o sensiblemente reducidas en su complejidad y riqueza.

Estas difíciles circunstancias configuran el entorno en el que surgen los poetas prosumidores, cuya aproximación a lo literario no pudo darse como resultado de un contacto con una cultura viva, por la lejanía o el rechazo que percibían en lo institucional. Por lo tanto, sus prácticas y sus obras intentan suplir esas carencias, esa falta de representatividad y diálogo, y lo hacen reconociendo que su imaginario también ha sido conformado por los medios de comunicación masiva (predominantemente anglosajones), con su agenda global, neorromántica y de entretenimiento.

No obstante, es necesario aceptar que la brecha entre la sensibilidad de los nativos digitales y la cultura ilustrada en España se debe también a que, desde los años sesenta del pasado siglo, el medio editorial más grande e importante del idioma se desarrolló sin resolver serias deficiencias, implementadas en los tiempos de la dictadura. La principal de ellas fue, sin duda, la falta de apertura y renovación del mundo literario, siempre condicionado por prácticas antidemocráticas –ya disuasorias, manipulativas o demagógicas–, como el paternalismo, el clientelismo y la carencia de respeto hacia los sectores ciudadanos emergentes o sin vinculación política. Es decir, como gremio, las letras españolas fueron altamente permeables a la demagogia, el populismo mediático y la cultura del entretenimiento.

De este modo, a partir de cierto momento difícil de precisar, el mercado se asumió como ecosistema literario natural, atribuyéndole la representatividad de toda expresión democrática. Propiciando la visibilidad y el reconocimiento mediáticos –sinónimo del éxito comercial–, se dejó de fomentar la excelencia y la competitividad que hubiesen significado un incremento en la exigencia de calidad por parte del público o el lector.

Así, gradualmente, los medios de comunicación fueron sustituyendo como ente de homologación a las instancias críticas y académicas, para promover la rentabilidad máxima como único valor, logrando expulsar la producción de pretensión humanista, renovadora o crítica, acusándola de elitista o poco rentable. Sin capacidad para ejercer un rigor crítico o formal, esta situación se impuso incluso en las instancias universitarias (que captan y estudian, con total pasividad, lo que los medios les proponen).

El sistema institucional, por lo tanto, debido a su estrecha vinculación con lo político y lo empresarial, no fomentó, pese a sus ingentes subvenciones, ninguna autonomía o especialización, ni mucho menos una adecuada proyección hacia nuevos lectores. En concordancia, la cultura y el periodismo se entendieron exclusivamente como empresas, sin responsabilidad o vinculación con la ciudadanía, más allá de considerarla como consumidores11. Imposibilitando cualquier atisbo de consenso en cuanto a la valoración literaria o artística, fue la propia industria editorial, en última instancia, la que minó el respeto hacia el autor y la obra, algo que se creía inmodificable.

Es, como se aprecia, un proceso muy antiguo el que eclosiona actualmente con la dispar, caótica e incesante producción de los poetas nativos digitales, pues sus esfuerzos están tremendamente condicionados por los intereses de la cultura corporativa (el desprecio de la crítica y la historicidad en beneficio del entretenimiento). En este sentido, el fin de la memoria por el presente perpetuo que propugna internet no es más que un paso más, quizá el decisivo, en un proceso cuyo objetivo fue la desarticulación de la ciudadanía por una involución educativa. Es decir, una estrategia en pos de consolidar una sociedad global de consumo.