La piedra del hada - María Laura Paván - E-Book

La piedra del hada E-Book

María Laura Paván

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Beschreibung

¿Qué estarías dispuesto a hacer por amor? En esta segunda entrega de Los medallones de la virtud, Diana, quien ha logrado sobrevivir a un tormentoso pasado, deberá lidiar con los efectos colaterales de sus impulsivas acciones. Poderes incontrolables, una nueva apariencia y una distante relación con Evan la llevarán a formular preguntas, cuyas respuestas podrían poner en peligro todo lo que ama. Con la ayuda de nuevos aliados y sorteando retos desconocidos, Diana deberá hacer a un lado sus propias inseguridades para salvarse a sí misma de las garras de un ingrato destino.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Corrección: Lorena Mangieri.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Paván, María Laura

La piedra del hada / María Laura Paván. - 1a ed - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

78 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-521-8

1. Narrativa. 2. Novelas. 3. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Paván, María Laura

© 2023. Tinta Libre Ediciones

LAPIEDRADELHADA

M. L. PAVÁN

PRÓLOGO

Los últimos días habían sido muy duros. No lograba acostumbrarme a mi apariencia, cuando tuve que empezar a lidiar con las miradas de las demás personas. La gente común, de la que me protegía un hechizo, me observaba por primera vez con sorpresa, miedo o lástima. Algunos fingían ver hacia otro lado para no incomodar. Era aún más molesto, pero no los culpo, pienso que en su lugar yo tampoco sabría cómo reaccionar.

Por otro lado, mis seres queridos también me miraban con recelo. Mis poderes y mi ataque incontrolable de ira en el cementerio los habían asustado.

Donde iba, era el centro de atención, y solo hacía que añorara juzgarme en el espejo de mi habitación, con mi reflejo siempre ordinario y sin un pasado al cual responder. ¿Cómo se suponía que lidiaría con mis recuerdos fracturados así? Las nuevas y viejas memorias me atormentaban.

También, debo agregar, me había convertido en una asesina. Por momentos, sentía que corría por un callejón sin salida. Cuando colapsaba,hiperventilaba, el cuerpo me pesaba y rompía a llorar. Quería morir. Pero nada pasaba y yo estaba allí, sola, con los problemas que esperaban soluciones que no encontraba.

Por eso fui al cementerio aquel día, porque solo Emma podría entenderme, ella siempre comprendía todo, siempre tenía la palabra justa, ella era increíble. Hasta se las arregló para volver a cuidarnos a todos, aunque fuera de la forma menos esperada. ¿Cómo puede alguien ser tan generoso?

Yo debí morir esa noche, no ella. No podía ni mirar a Evan a los ojos sin sentir vergüenza. Ese día íbamos a ver al Árbol de la Virtud, para saber qué estaba pasando. Quisimos ir antes, pero era importante que los Cashel hicieran su duelo, ordenaran sus cosas y que yo me “preparara”, según mi madre, para todo lo que vendría después.

Mis padres y algunos de sus amigos buscaron a Olivia varias veces, pero la búsqueda fue inútil.

Pobre Olivia, no podía creer que su madre estuviera muerta también y, peor aún, que yo la matara. ¿Cómo podría volver a ver mi reflejo sin desagrado otra vez?

Recuerdo que hace muchos años leí un libro llamado El retrato de Dorian Grey1, en el que el protagonista era un hombre joven y hermoso, pero su retrato iba mostrando su verdadera esencia, todo lo espantoso que era por dentro. Aunque yo no tuviera un retrato, así me vería por fuera, porque me sentía horrible por dentro.

Mi familia y yo estábamos viviendo en una modesta vivienda a las afueras de la ciudad. Ivonne y Olivia habían hecho desaparecer nuestra casa. No teníamos nada, excepto los ahorros de mis padres y la ayuda de las familias EMEGE que nos apoyaban. Por suerte, para nosotros era más que suficiente.

Mi morral estaba sobre la mesita de noche. Adentro, estaba mi medallón, hecho añicos; asomaba su cadena, como recordatorio de que lo que había sucedido no era un sueño.

Evan y Emma, la pajarita, estaban en el living-comedor con mis padres, esperando que yo terminara de alistarme.

Cuando por fin logré levantar mi apesadumbrado cuerpo, hice unos pasos y tropecé con la pata de la cama. Me di un fuerte golpe en la cabeza con la manija del armario.

El estruendo de la puerta hizo que todos aparecieran atemorizados en la habitación. «Excelente», pensé, había olvidado a mi primer gran enemigo, mi torpeza.

—¿Estás bien? —preguntó Evan, con un dejo de reprimenda, ya que siempre me rogaba para que fuera más cuidadosa. Emma batía sus alas exageradamente.

—Traeré hielo —dijo mi madre mientras papá me tomaba del brazo con gentileza.

—Estoy bien, mamá, lo siento, no vi la pata de la cama. Vamos, ya estoy lista.

Capítulo 1

EL SECRETO DE ELIZABETH

A nadie le gusta estar en la oscuridad. Pero, sin darte cuenta, a veces, las personas que amas te esconden cosas. Secretos que pueden cambiar tu forma de ver el mundo en un abrir y cerrar de ojos.

Evan, Emma, mis padres y yo llegamos a la entrada del viejo cementerio en la camioneta que mi papá había rentado. Atravesamos el corredor de ladrillos como lo habíamos hecho ya con Evan, al escapar de Ivonne. Aunque, esta vez, apenas nos dirigimos la palabra. Todo era estúpidamente incómodo con él y Emma lo sabía. Ella estaba en mi hombro, tratando, como siempre, de apoyarme. Esperábamos que el árbol pudiera darnos respuestas a los recientes acontecimientos. Hacer que todo tuviera sentido.

Evan iba dando zancadas a toda prisa por el corredor. Tropecé con mi madre varias veces. Parecía atípicamente distraída y nerviosa. Supuse que era por mi causa.

Cuando cruzamos el umbral, todo se llenó de luz y color. El paisaje no dejaba de embelesarme como la primera vez. El árbol, tan majestuoso como lo recordaba, nos esperaba con sus caras ansiosas.

—Bienvenidos —dijo uno de los rostros, que pertenecía a un niño pequeño y sonriente.

—Los esperábamos —continuó una mujer mayor.

—Venimos… —se aventuró Evan a decir.

—Sabemos a qué vienen, pero primero deberían hablar entre ustedes —dijo un hombre con bigote.

—¿Cómo? —preguntó mi padre, completamente desorientado.

—Deberías contarle la verdad a tu hija, Elizabeth. Ahora es cuando —dijo otro rostro regordete.

—¿Qué verdad? —pregunté incrédula. La idea de que mi madre guardara secretos era difícil de asimilar. Ella era una mujer tan simple, tan transparente, era imposible imaginarla siendo misteriosa.

—Eso quisiera saber —replicó mi padre, igualmente intrigado. Mi madre estaba nerviosa e intentaba esconder su rostro, apartando la mirada.

—Bueno… —balbuceó—. Antes que nada, quiero disculparme por no haber dicho nada al respecto. Pero espero entiendan que no me voy a disculpar por lo que hice…

Tanta altanería no era propia de mi madre, sin embargo, allí estaba.

—Vamos, Eli, ¿qué puede ser tan grave que no hayas podido contarme? ¿Derramaste esmalte de uñas en el sillón? —se burló mi padre.

—Silencio —demandó uno de los rostros femeninos del árbol.

—Tú no eres realmente mi hija, Diana —continuó mi madre.

—¿¡Qué!? —exclamamos todos al unísono.

—¿Pero cómo puedes decir eso, Elizabeth, si yo estuve contigo a cada paso del embarazo? Además, ella es tu viva imagen. No seas ridícula. —Mi padre no parecía estar convencido.

—Silencio, James. Deja de interrumpirla —volvió a demandar la mujer del árbol.

—Es cierto, yo te llevé en mi vientre, pero fue todo gracias a Dana.

—¿Quién es Dana? —indagué, aún más confundida.

—¿La diosa de la Fertilidad? —interrumpió Evan.

—Sí, esa diosa. Verán, cuando empezamos a buscar un hijo con James, me hice una serie de exámenes médicos que revelaron que soy estéril. Para mí, fue devastador. Lo que siempre había querido era ser madre y no tuve el valor de enfrentar a mi esposo con la verdad. Él también quería una familia y no podía romper su corazón.

»Así es que recurrí al árbol en busca de un consejo. Me señalaron en dirección a Dana. Y yo, desesperada, fui a buscarla sin vacilar.

Se hizo una breve pausa que pareció interminable.

—Ella fue muy amable y accedió a darme lo que tanto había deseado. Esa tarde, corrí a ver a James con la noticia de que estaba encinta, pero omití los detalles. Tú estabas tan feliz que no quise arruinarlo.

—Pero, ¿cómo pudiste hacer todo eso a mis espaldas? ¿Acaso no confiabas en mí? ¿Me creíste tan egoísta como para poner mis intereses por sobre tus sentimientos? —Escuché la voz de mi padre que decía aquellas palabras con profundo dolor. Mi madre lo había traicionado y yo solo podía sentir que todo daba vueltas.

—Lo siento, James —dijo ella entre sollozos—. Siento haberte ocultado la verdad, pero temía que no estuvieras de acuerdo con mi decisión. No pretendo que entiendas lo difícil que es para una mujer no poder procrear. Lo difícil de estar en mi condición. En ese momento, solo podía pensar en cuán rota estaba, en que algo tan natural para una mujer fuera tan antinatural para mí. No podía pensar en nada más, hice lo que creí mejor y no me arrepiento, porque Diana es lo más maravilloso que nos ha pasado —cerró su argumento con convicción. Sin lugar a dudas, ella estaba segura de que había hecho lo necesario.

—Podríamos haber adoptado. ¿Sabes cuántos niños necesitan un hogar? Yo habría estado dispuesto —la reprendió mi padre.

—No tendríamos a Diana —sentenció Elizabeth.