La Religiosa - Denis Diderot - E-Book

La Religiosa E-Book

Denis Diderot

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Beschreibung

En contra de lo que normalmente se ha creído, y de ahí sus continuas prohibiciones, La Religiosa no es una crítica a los fundamentos del cristianismo, ni es un discurso literario que pretenda derribar toda una ideología. La finalidad principal de esta obra de Diderot es la de atacar los vicios que la clausura generaba en los monasterios franceses de su tiempo. La protagonista de la obra, Suzanne, es una joven a la que sus padres han obligado a ingresar en un convento. Su deseo de romper sus votos y el acoso moral y físico al que se ve sometida, le sirven a Diderot para dar testimonio del daño que el fanatismo y las coerciones de las instituciones religiosas, no la verdadera religión, causan en la naturaleza humana. Lamentablemente, la mala conciencia de las jerarquías eclesiásticas de distintas épocas hizo posible que durante mucho tiempo una novela tan hermosa, y pese al paso del tiempo de tanta actualidad, no tuviera vía libre.

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Akal / Básica de Bolsillo / 228

Serie Clásicos de la literatura francesa

Denis Diderot

LA RELIGIOSA

Edición de: Jorge A. Marfil

En contra de lo que normalmente se ha creído, y de ahí sus continuas prohibiciones, La religiosa no es una crítica a los fundamentos del cristianismo, ni es un discurso literario que pretenda derribar toda una ideología. La finalidad principal de esta obra de Diderot es la de atacar los vicios que la clausura generaba en los monasterios franceses de su tiempo. La protagonista de la obra, Suzanne, es una joven a la que sus padres han obligado a ingresar en un convento. Su deseo de romper sus votos y el acoso moral y físico al que se ve sometida, le sirven a Diderot para dar testimonio del daño que el fanatismo y las coerciones de las instituciones religiosas, no la verdadera religión, causan en la naturaleza humana. Lamentablemente, la mala conciencia de las jerarquías eclesiásticas de distintas épocas hizo posible que durante mucho tiempo una novela tan hermosa, y pese al paso del tiempo de tanta actualidad, no tuviera vía libre.

Diseño de portada

Sergio Ramírez

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

La religieuse

© Ediciones Akal, S. A., 2013

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-3848-1

Una aproximación a Denis Diderot

La lectura de La religiosa nos situará ante una de las plumas más claras, críticas y demoledoras del pensamiento francés poscartesiano. Diderot se ha servido de ella para pulverizar una institución que se detuvo en la historia hace cientos de años. Que hoy se atreva alguien a escribir una obra simi­lar no sería nada aventurado, pero que se hiciera en el siglo XVIII es un auténtico riesgo. Se salva, entre otras razones, por su diafanidad y realismo, por lo que no es extraño que ya entonces, y aquí y ahora, haya sido censurada y perseguida. Celebramos que por fin vea la luz en España una obra de tanta im­portancia.

Siendo un pilar básico de la Ilustración france­sa, y un filósofo creyente, aunque enemigo de toda superchería, Diderot conoció de cerca el tema de los conventos de religiosas y, a partir de ahí, construyó esta admirable historia con la que se adelantaba, en algunos puntos, al naturalismo de Zola. Su alegato adquiere toda la fuerza necesaria cuanto mayor es su convencimiento y, en consecuencia, duplica sus es­fuerzos por derribar no tales instituciones, sino lo que estas normalmente generan.

Me parece adecuada la comparación con otro gi­gante de la época: el Marqués de Sade. Suzanne y Justine tienen, parcialmente, un innegable paralelis­mo: sus sufrimientos, las persecuciones, los casti­gos, etc.; pero la diferencia fundamental reside, qui­zá, en la «resolución»: el Marqués es mucho más hereje y, sin duda, más revolucionario y combativo. De ahí que, ante la deses­perada situación de ambas, Sade desencadene un ataque más violento y subver­sivo.

La historia de la religiosa Suzanne Simonin ha sido llevada al cine por Jacques Rivette, y lo que resulta más curioso es que, prohibida en principio su proyección en Francia, para obtener vía libre tuvo que ser la superiora de un convento quien asegurara como cierto todo lo que en ella se expone.

Para terminar esta mínima aproximación, diré que he respetado al máximo la sintaxis diderotiana: sus interminables oraciones subordinadas y el empleo, obsesivo a veces, del posesivo. Los enclíticos los he evitado para una mayor actualización del lenguaje, no así el trato de la época, el «vos» en unos casos, y el «usted» siempre, salvo cuando de una relación familiar o muy cercana se tratase. La cronología ayudará a situar mejor en su contexto la obra y el autor; asimismo, el interesantísimo Prefacio-Anexo con la Correspondencia. El epílogo, unido a la «Pregunta a los escritores» y los datos historiográficos, cierra esta edición de una obra capital cuya versión castellana he pretendido que fuera lo más fiel posible.

Jorge A. Marfil

Cronología de Diderot

1713: 5 de octubre: Nace en Langres, siendo bautizado al día siguiente en la iglesia de Saint Pierre-et-Saint-Paul; era hijo de Didier, maestro cuchillero (1685-1759), y de Angélique Vigneron (1677-1748).

1715: 27 de enero: Nacimiento de Denise Diderot, la «her­manita» del filósofo.

1720: 3 de abril: Nacimiento de Angélique Diderot, que, tras tomar los hábitos de ursulina, murió, demente, hacia 1748.

1722: 21 de marzo: Nacimiento de Didier-Pierre Diderot, el futuro canónigo.

1723-1728: Diderot es educado en los Jesuitas de su ciudad natal.

1726: 22 de agosto: Diderot recibe la tonsura a causa de la sucesión en la canonjía de su tío Didier Vigneron.

1728: 26 de abril: Muerte del canónigo Vigneron.

1728-1732: Diderot se marcha a París. ¿Asistió como alumno al Louis-le-Grand, el colegio de Harcourt? ¿Siguió los cursos de Filosofía de Rivard, en el colegio de Beauvais?

1732: 2 de septiembre: Recibe el título de profesor de Arte en la Universidad de París.

1733-1735: Se supone que estos dos años los pasó Diderot en el despacho del procurador Clément de Ris, también nacido en Langres.

1736: 23 de mayo: El padre de Diderot, que llega a conocer la vida de bohemio que su hijo lleva en París, se niega a pagar sus deudas, rechaza la ayuda de su compatriota Foucou, cuchillero en París, y hace vigilar al jovencito por medio de un pariente, fray Ange, viceprocurador de los Carmelitas de Luxemburgo.

1740: Diderot, que vive en la calle Observance, hace amistad con su vecino J. G. Wille, grabador alemán.

1741: Escribe una Epître, en verso, a Baculard d’Arnaud, que aparecerá en el primer volumen del Perroquet (Fráncfort, 1742). Conoce a Antoinette Champion (nacida en 1710), que vive con su madre en la calle Boutebrie, cer­ca de Saint-Séverin.

4 de septiembre: La Salette, que está de paso por París, hace elogios del joven Diderot y da cuenta de las intenciones de este de entrar en el seminario de Saint-Sulpice a principios del siguiente año.

1742: 25 de mayo: Traduce del inglés la Histoire de Grèce, de Temple Stanyan, y es aproba­da por el censor Maunoir. Escribe numero­sas cartas a Nanette Champion y para fin de año ya hay promesa de matrimonio. Agosto (¿): Encuentro con Jean-Jacques Rousseau.

17 de diciembre: Una vez llegado a Langres, quiere conseguir una pensión mensual de su padre. Corrige las pruebas de su libro y no se atreve a hablar de Nanette.

1743: 14 de enero: Diderot intenta obtener el con­sentimiento paterno. Es internado en un mo­nasterio.

Febrero: Diderot se ha escapado y vuelve a entrar, miserablemente, en París.

Abril: Briasson publica la Histoire de Grèce.

26 de octubre: Firma del contrato en la edi­torial de Mme. Mouette.

6 de noviembre: Diderot se casa, a mediano­che, en la iglesia de Saint-Pierre-aux-Boeufs. Los esposos se instalan en la calle Saint­-Victor.

1744: Los señores Diderot, Eidous y Toussaint ob­tienen la exclusiva para la traducción del Dictionnaire de Médecine, de Robert James.

13 de agosto: Nacimiento de una niña, Angé­lique, que moriría el 29 de septiembre. Nuevo alojamiento, ahora en la calle Traversière, en el barrio de Saint-Antoine.

1745: Diderot publica su traducción del Essai sur le mérite et la vertu, de Shaftesbury. El Jour­nal des Savants no dará noticias de ello hasta abril del siguiente año. Mme. de Puisieux, aventurera de las letras, se convierte en su amante.

1746 : 21 de enero: Exclusiva para la Encyclopédie.

Abril: Diderot redacta sus Pensées philo­sophiques, que Laurent Durand publica en junio y que son condenados por el Parlamen­to de París el 7 de julio. Los Diderot ya viven en la calle Mouffetard.

22 de junio: Diderot y D’Alembert firman el tratado de la Encyclopédie, confiado al abad Gua de Malves.

1747: 20 de junio: El lugarteniente Perrault denun­cia a Berryer la irreligiosidad del «miserable Diderot» denuncia confirmada por el cura de Saint-Médard, Rardy de Lévaré, dos días más tarde.

16 de octubre: Diderot y D’Alembert aceptan la dirección de la Encyclopédie. Diderot re­dacta Les Bijoux indiscrets y La promenade du sceptique.

1748: Enero: Durand le publica Les Bijoux indis­crets. Este manuscrito lo había vendido por 1.200 libras.

30 de abril: Nueva exclusiva para la Encyclo­pédie.

26 de mayo: Registro de publicación de las Mémoires sur différents sujets de mathéma­tiques, que también le publica Durand un mes más tarde.

13 de agosto: Diderot saca de la Biblioteca Real el Recueil des figures et pièces des mé­tiers à bas.

Diciembre: Aparece en folleto la Lettre au chirurgien Morand sur les troubles de la mé­decine et de la chirurgie.

1749: Enero: Publicación de los Conseils à une amie, de Mme. de Puisieux; la colaboración de Diderot es bastante probable.

9 de junio: Aparece la Lettre sur les aveu­gles; Diderot ya se la había enviado a Vol­taire.

11 de junio: Diderot explica a Voltaire las in­tenciones de Saunderson.

24 de julio: Diderot, que ahora vive en la calle Estrapade, es detenido en su casa por el comisario Rochebrune y es conducido a Vincennes.

10 de agosto: Pide indulgencia al canciller D’Aguesseau y al lugarteniente general Be­rryer.

21 de agosto: Diderot firma un compromiso de sumisión.

3 de noviembre: Es puesto en libertad.

1750: Octubre: Se distribuye el prospecto de la Encyclopédie.

29 de octubre: Nace Denis-Laurent Diderot, que morirá a fines de diciembre.

Noviembre: Rousseau publica el Discours sur les sciences et les arts.

1751: Enero: Polémica con el padre Berthier sobre el prospecto de la Encyclopédie.

18 de febrero: Es puesta a la venta la Lettre sur les Sourds et les Muets.

5 de marzo: Diderot y D’Alembert son nom­brados miembros de la Academia de Berlín.

28 de junio: Aparece el primer volumen de la Encyclopédie.

Septiembre: Diderot establece relaciones con el señor de Jaucourt.

18 de noviembre: Defensa de la tesis del abad de Prades. La Sorbona no la condena hasta el 31 de diciembre. La carta pastoral del ar­zobispo de París aparecerá el 31 de enero siguiente.

1752: 22 de enero: Se publica el tomo II de la En­cyclopédie.

7 de febrero: Supresión de dos volúmenes de la Encyclopédie.

Julio: Publicación de la Apologie de l’abbé de Prades; Diderot ha redactado, elocuente­mente, la tercera parte.

Agosto: Mme. Diderot vuelve a Langres y se reconcilia con su suegro.

1753: Marzo: Diderot concede un suplemento al Petit Prophète de Boemischbroda, de su ami­go Grimm.

2 de septiembre: Nace Marie-Angélique Di­derot, bautizada al día siguiente en la iglesia de Saint­-Étienne-du-Mont.

Noviembre: Publicación del tomo III de la Encyclopédie. Poco después aparece De l’in­terpretation de la Nature, de cuya obra sal­drá una nueva edición aumentada en enero.

1754: 14 de octubre: Se publica el tomo IV de la Encyclopédie.

Octubre-diciembre: Según parece, fue la pri­mera estancia de Diderot en Langres, una vez casado. Ya es una figura de celebridad local.

20 de diciembre: Nuevo acuerdo de Diderot con sus editores; ahora es más ventajoso, pues recibirá 2.500 libras por volumen, apar­te de otras 20.000 en el momento en que apa­rezca el último tomo. Su familia se ha insta­lado en la calle Taranne.

1755: 10 de febrero: Diderot asiste al entierro de Montesquieu, confundido entre las gentes de letras.

Abril: Publica la Histoire et le secret de la peinture en cire.

Primeros de julio: Primera carta a Mlle. Vol­land, hoy perdida.

Principios de noviembre: Es distribuido el tomo V de la Encyclopédie.

1756: 12 de abril: Encuentra a Rousseau en Ermi­tage.

1 de mayo: Acaba de aparecer el tomo VI de la Encyclopédie.

29 de junio: Carta a Landois sobre el deter­minismo y el fundamento de la moral.

Agosto-septiembre: Estancia de tres semanas en Massy, en casa de Le Breton.

10 de octubre: Se publica el tomo VII de la Encyclopédie. Diderot está enfermo.

Noviembre: Coincide con Mme. d’Epinay en casa del señor de Gauffecourt.

1757: Febrero: Se publica Le fils Naturel, seguido de Entretiens avec Dorval.

10 de marzo: Comienzo de los «affaires» que darían pie a las posteriores desavenencias en­tre Diderot y Rou­s­seau.

20 de octubre: La ida de Mme. d’Epinay a Ginebra consuma la ruptura entre los dos amigos. Su última charla será a principios de diciembre.

15 de noviembre: Ha aparecido el tomo VII de la Encyclopédie casi al mismo tiempo que las Petites lettres sur les grands philosophes, de Palissot.

1758: 19 de febrero: En una carta a Voltaire, Dide­rot declara que renunciará a la Encyclopédie.

Principios de noviembre: Publicación del Père de famille, seguido del Discours sur la poésie dramatique.

1759: 23 de enero: El Parlamento de París vuelve a condenar la Encyclopédie.

8 de marzo: La exclusiva de la Encyclopédie es revocada por el Consejo del Rey.

11 de mayo: Primera carta conocida de Diderot a Sophie Volland.

3 de junio: Muere el padre de Diderot.

23 de julio-16 de agosto: Viaje y estancia en Langres. Hecho el reparto de la herencia, Diderot puede contar con 1.200 libras de renta.

Septiembre: Diderot redacta en Grandval su primer Salon.

1760: Febrero: El engaño al marqués de Croismare pone en marcha la redacción de La religieuse.

2 de mayo: Primera representación de los Philosophes de Palissot.

Septiembre: Estancia en La Chevrette, en casa de Mme. d’Epinay. Más tarde, en octubre, pasa unos días en Grandval, en casa del barón d’Holbach.

29 de diciembre: Carta sobre la tolerancia al abad Diderot.

1761: 18 de febrero: Moderado éxito de la primera representación en París del Père de famille.

Septiembre: La revisión de los últimos tomos de la Encyclopédie está concluida. Redacción del segundo Salon.

1762: 6 de agosto: El Parlamento de París suprime la orden de los Jesuitas. «Me he librado de un numeroso grupo de enemigos poderosos», declara Diderot.

27 de septiembre: El conde Schouvalov, chambelán de Catalina II, propone a Diderot que acabe en Rusia la edición de la Encyclopédie. La carta, fechada el 20 de agosto, ha sido transmitida por Voltaire. Diderot no acepta.

11 de noviembre: Diderot anuncia una Addition a los Pensées Philosophiques.

1763: 26 de marzo: Diderot conoce a John Wilkes en casa del barón d’Holbach.

10 de agosto: Carta al señor de Sartine: Sur le Corrimerce de la librairie.

Septiembre: Tercer Salon.

Octubre: Es presentado a David Hume, que viene a París para residir tres años.

1764: 12 de noviembre: Diderot, que acaba de descubrir la mutilación que Le Breton ha hecho en prensa de los diez últimos volúmenes de la Encyclopédie, acepta, a pesar de todo, terminar la obra.

1765: 6 de abril: Rousseau no admite la tentativa de reconciliación con Diderot que ha procurado D’Es­cherny.

27 de abril: Diderot pide autorización real para vender su biblioteca a Catalina II. Le fue aceptada el 1 de mayo. Recibe 15.000 libras y una pensión anual de 100 doblones.

18 de agosto: Diderot piensa que terminará la Encyclopédie en una semana.

21 de agosto: Primera carta a Mlle. Jodin.

Septiembre: Redacción del cuarto Salon, al que seguirá el Essai sur la peinture.

Noviembre: Primera carta a Falconet sobre el sentimiento de la inmortalidad.

Diciembre: Acaban de imprimirse los últimos volúmenes de la Encyclopédie.

1766: Enero: Los diez últimos volúmenes de la Encyclopédie son enviados a los suscriptores extranjeros.

16 de abril: Falconet es recomendado a Catalina II por Diderot. El escultor abandonará Francia el 12 de septiembre.

29 de noviembre: Diderot agradece a Betzki la bondad de Catalina II: se le han adelantado cincuenta años de pensión.

1767: 10 de enero: Se le nombra miembro de la Academia de las Artes de San Petersburgo.

Julio: Diderot parece que se ha convertido en fisiócrata tras la lectura de la obra de Lemercier de la Rivière Ordre naturel et essentiel de sociétés politiques. Él será quien recomiende este autor a Catalina II.

Septiembre: Redacta el quinto Salon, pero no se terminará hasta noviembre del año siguiente.

1768: 2 de abril: Diderot felicita a John Wilkes por su elección en Middlesex.

Septiembre: Redacción de la Mystification, de la que resultó víctima Mlle. d’Ornet, antigua amante de Galitzine.

13 de diciembre: Muere Damilaville tras una larga enfermedad.

1769: 1 de febrero: Los Regrets sur ma vieille robe de chambre se publican en la Correspondance littéraire.

18 de mayo: Grimm se va a Alemania, dejando el peso de la Correspondance littéraire a Diderot y a Mme. d’Epinay.

13 de junio: Galiani confía a Diderot el manuscrito de sus Dialogues sur les blés, abandonando París al día siguiente para irse a Italia.

Julio: Diderot parece estar bastante enamorado de Mme. de Maux.

9 de agosto: Reestreno, con éxito, del Père de famille en el teatro de la Comédie Française.

2 de septiembre: Diderot termina la redacción del Rêve de d’Alembert. Inicia su sexto Salon.

19 de noviembre: Artículo Garrick ou les Acteurs Anglais, que será el germen de la Paradoxe sur le co­médien.

Fin de diciembre: Aparecen los Dialogues sur les blés.

1770: Enero: El proceso de Luneau de Boisgermain contra los libreros de la Encyclopédie se hace cada vez más enconado.

2 de agosto-26 de septiembre: Viaje de Diderot a Langres y a Bourbonne. Tales incidentes los redactará en forma de Lettre. En Langres prepara el matrimonio de su hija con Caroillon de Vandeul. En Bourbonne es el galán de Mme. de Maux y de su hija, Mme. de Prunevaux. De este viaje surge la idea del Entretien d’un père avec ses enfants y de los Deux amis de Bourbonne, así como de magníficos datos para la Apologie de l’abbé Galiani.

2 de noviembre: Ruptura provisional con Mme. de Maux.

10 de noviembre: Diderot redacta en Grandval la Apologie de Galiani.

Fines de noviembre: Encuentra en París a la princesa Dashkov, amiga que había perdido el favor de Catalina II.

1771: 1 de marzo: Nueva publicación en la Correspondance littéraire: Entretien d’un père avec ses enfants, precedido de una nota biográfica hecha por Grimm sobre el padre de Diderot y sus hijos.

20 de marzo: Diderot negocia, de parte de Catalina II, la compra de la colección del barón de Thiers.

12 de septiembre: Termina la primera redacción de Jacques le Fataliste.

26 de septiembre: Fracaso en la Comédie Française del Fils Naturel. Redacción del séptimo Salon.

1772: 4 de enero: Los herederos del barón de Thiers firman el contrato de venta de la colección: el precio se fija en 460.000 libras.

27 de marzo: El opúsculo Sur les femmes está a punto de salir.

Mayo: Redacción de la segunda Mémoire de Diderot contra Luneau de Boisgermain. Sus amigos le empujan para que la publique.

Agosto: Inicia la colaboración con Raynal en la Histoire des deux Indes.

9 de septiembre: Angélique Diderot se casa con Caroillon de Vandeul.

13 de septiembre: Carta de Diderot a su hija ca­sada.

23 de septiembre: Ceci n’est pas un conte y Madame de la Carlière están ya terminados.

7 de octubre: Primera redacción del Supplément au Voyage de Bougainville.

1773: Marzo: Grimm parte para Darmstadt, después de haber confiado a Meister la Correspondance littéraire; va acompañando a la princesa Wilhelmine, prometida del zarevich Paul.

3 de junio: Diderot, antes de dirigirse a La Haya, confía sus manuscritos a Naigeon. Partirá el viernes 11 de junio.

15 de junio: Llega a La Haya, donde es alojado por Galitzime en la Embajada de Rusia. Durante tres meses redacta notas sobre el Voyage de Hollande y prepara una Réfutation de l’homme d’Helvetius.

20 de agosto: Sale para Alemania y Rusia, en compañía de Narishkine. Encuentra a Jacobi en Pempelfort el 24 de agosto; espera en Leipzig hasta principios de septiembre, y visita la galería de Dresde; llega a Riga el 26 y a San Petersburgo el 8 de octubre.

8 de octubre-5 de marzo: Estancia en San Petersburgo.

1774: 5 de marzo-5 de abril: Viaja desde San Petersburgo a La Haya pasando por Dantzig y Hamburgo.

5 de abril-15 de septiembre: Trabaja en la Réfutation d’Helvétius; redacta Entretiens avec la Maréchale y Politique des souverains. Igualmente comienza sus Observations sur le Nakaz y los Eléments de Physiologie.

Viernes 21 de octubre: Diderot vuelve a París.

1775: Abril: Según Meister, Diderot se ha pasado todo el invierno entre el estudio de las matemáticas y el de una máquina de cálculo.

Mayo: Diderot devuelve a Grimm el manuscrito del Plan d’une Université pour la Russie. Catalina II recibe el Essai sur les études en Russie el 29 de noviembre y el Plan el 20 de enero siguiente. Diderot vende sus libros rusos a la Biblioteca del Rey.

12 de junio: Diderot felicita a Necker por su obra De la législation et du commerce des grains.

27 de junio: Nace Denis-Simon Caroillon de Yandeul, nieto de Diderot.

Septiembre: Redacción del octavo Salon.

1776: 13 de enero: Métra, en su Correspondance littéraire secrète, hace un comentario breve de la Politique des souverains.

25 de junio: Wilkes recibe una carta de Diderot donde este da cuenta de sus temores por la represión contra los «insurgentes» de América.

27 de noviembre: Diderot acaba de pasar seis meses en el campo, exactamente en Sèvres, en casa del joyero Belle, y los últimos meses en Grandval, donde trabajó mucho.

18 de diciembre: Diderot aconseja a François Tronchin respecto de su tragedia Terentia.

24 de diciembre: La sociedad Caroillon Hermanos obtiene el arrendamiento de las forjas de Clavières.

1777: 11 de abril: Diderot lleva tres meses en Sèvres, trabajando en la Histoire des deux Indes.

14 de abril: Diderot anuncia a Marc-Michel Rey que está preparando la edición completa de sus obras.

12 de mayo: Marc-Michel Rey recibe la pro­mesa de Diderot de que él será el editor de sus obras.

9 de junio: Diderot acaba de redactar una alegre comedia, sin duda la primera versión de Est-il bon, est-il méchant?, y ha pasado un año entero en el campo (Sèvres).

Noviembre: Tras dos años de ausencia vuel­ve Grimm a París.

16 de diciembre: La sociedad Caroillon Her­manos obtiene el arrendamiento de las forjas de Evreux.

23 de diciembre: Nuevos consejos a François Tronchin a propósito del teatro trágico.

1778: 30 de septiembre: Diderot pasa regularmente tres días por semana en Sèvres.

Diciembre: Publicación del Essai sur la vie de Séneque.

1779: 18 de mayo: Catalina II encarga a Grimm que entregue 2.000 rublos a Diderot, el cual lo agradece el 29 de junio. Estas 10.000 libras ayudarán a fijar la residencia de su familia.

31 de mayo: Diderot trabaja en la Histoire des deux Indes de Raynal. Reside en Sèvres.

1780: Agosto: Estancia en Grandval, en casa de Holbach.

29 agosto: El alcalde y los magistrados municipales de Langres piden a Diderot un busto para adornar el Ayuntamiento.

1781: 25 de marzo: Lettre apologétique de l’abbé Raynal a M. Grimm.

30 de abril: El busto de Diderot, hecho por Houdon, es colocado encima de la estantería que contiene la Encyclopédie, en el Ayuntamiento de Langres.

28 de julio: Diderot, privado de su vivienda, ya no irá más a Sèvres. Lee Jacques le Fataliste a su mujer.

1 de agosto: Es elegido miembro honorario de la Sociedad de Anticuarios de Escocia. El 7 de octubre expresa su agradecimiento a los nuevos colegas.

Septiembre: Noveno Salon.

1782: Segunda edición del Essai sur les regnes de Claude et de Neron.

Junio: Como no ha podido ver al zarevich Paul en su casa, va a esperarlo a la salida de misa.

1783: 12 de marzo: Grimm anuncia a la emperatriz la enfermedad de Diderot, la cual, el 29 de abril, muestra su inquietud.

17 de julio: El reparto de beneficios de la sociedad Caroillon Hermanos indica que las ganancias de Vandeul son 400.000 libras.

29 de octubre: Muere D’Alembert.

1784: 19 de febrero: Diderot, aquejado de apoplejía, va empeorando lentamente.

22 de febrero: Muerte de Sophie Volland.

Principios de abril: Muere Marie-Anne, «Minette», nieta de Diderot, a la edad de once años.

15 de julio: Diderot se instala en la calle Richelieu, en la segunda planta del Hôtel de Bezons.

31 de julio: Fallece Diderot.

1 de agosto: Es inhumado en la iglesia de Saint-Roch.

9 de septiembre: Catalina II concede 1.000 rublos a la viuda de Diderot.

1785: 5 de marzo: Catalina II recibe una carta de Mme. de Vandeul en la que le ofrece la colección completa de las obras de su padre.

5 de noviembre: La biblioteca y los manuscritos de Diderot llegan a San Petersburgo.

La religiosa

Nota previa

Como en el siglo XVIII no había periódicos, las personas acomodadas que vivían alejadas de París solían pedir a algunos novelistas que les mandasen las «nouvelles à la main». Tal era el cometido de la Correspondance littéraire que Grimm dirigía a los duques de Deux-Ponts y de Saxe Gotha; a los príncipes de Hesse-Darmstadt y de Nassau-Sarrebruck; a la reina de Suecia, al rey de Polonia y a la emperatriz de Rusia. Redactó esta correspondencia desde 1753 hasta 1773, utilizando a menudo la colaboración de Diderot. En 1773 confió la Correspondance littéraire a Meister, quien la dirigió durante cuarenta años.

El año 1770 de la Correspondance contiene el hecho divertido de donde nació La religiosa, siendo esta razón la causa de que las diversas ediciones de esta novela relaten, al principio o a continuación de la obra, el artículo de Grimm, que transcribimos aquí.

Se ha reproducido en el anexo el texto de la edición Assézat (Garnier, 1875).

La respuesta del señor marqués de Croismare[1], en caso de que me responda, me proporcionará las pri­meras líneas de esta narración. Es un hombre de mucho mundo, vasta cultura y entrado en años; ha estado casado y tiene una hija y dos hijos a los que ama y por los que es amado. Hombre de familia pu­diente, es inteligente, agudo y alegre; tiene inclinación por las bellas artes y fundamentalmente es ori­ginal. Me han elogiado su sensibilidad, su honor y su bondad, y lo he creído, por el vivo interés que ha to­mado en mi caso y por todo lo que me han dicho, que no me comprometía en absoluto al dirigirme a él. Sin embargo, no es presumible que se decida a cambiar mi suerte sin saber quién soy, y este es el motivo que me empuja a vencer mi amor propio y mi repugnancia, iniciando estas memorias en las que, sin aptitudes ni oficio, cuento una parte de mis desgracias con la ingenuidad y la franqueza de una joven de mi carácter. Como mi protector las podría exigir y qui­zá la fantasía me haría terminarlas en un tiempo en que ya los hechos, por ser lejanos, habrían deja­do de estar presentes en mi memoria, he creído que con el resumen final y la profunda impresión que me quedará de ellos mientras viva será suficiente para recordarlos con exactitud.

Mi padre era abogado. Se casó con mi madre sien­do ya de edad avanzada y tuvo tres hijas. Tenía suficiente fortuna como para dotarnos sólidamente, pero para ello era necesario que su ternura estuviera equitativamente repartida, y este elogio estoy bien lejos de hacerlo. Ciertamente, yo valía más que mis hermanas por mi atractivo espiritual y físico, mi carácter y mi talento, pero más parecía que mis padres se afligieran por ello. Todo lo que la naturaleza y la aplicación me habían concedido por encima de ellas se convertía en una fuente de pesares cuando buscaba ser amada, querida, agasajada o perdonada como ellas lo eran, tanto que desde mis primeros años he querido parecérmeles. Cuando alguien le decía a mi madre: «Tiene usted unas hijas encantadoras...», jamás se refería a mí. A veces me vengaba de esta injusticia, pero los elogios que recibía me costaban tan caros, cuando luego nos quedábamos a solas, que hubiera preferido la indiferencia o incluso las injurias y, cuanto más mostraban su predilección por mí los desconocidos, mayor era el mal talante que se les quedaba cuando estos se iban. ¡Cuántas veces he llorado por no haber nacido fea, estúpida, necia y orgullosa; en una palabra, con todos los defectos con que me hubiera hecho agradable a los ojos de mis padres! Yo me preguntaba por qué ocurría esta rareza en unos padres tan honestos, justos y piadosos. ¿Os lo confesaré, señor? Algunas expresiones que se le escapaban a mi padre, cuando montaba en cólera, pues era un hombre violento; algunas circunstancias acumuladas en diferentes momentos, cuchicheos de los vecinos y algún comentario que otro de los criados me han hecho sospechar que había una razón que quizá los disculpase. ¿Acaso mi padre dudaba sobre mi nacimiento?, ¿o es que yo le recordaba a mi madre alguna falta cometida y la consiguiente ingratitud de un hombre por quien ella se había dejado llevar? ¡Qué sé yo! Y aun en el caso de que estas sospechas fuesen infundadas, ¿qué arriesgo al confesároslas? Vos quemaréis este escrito y yo os prometo hacer lo mismo con vuestra respuesta.

Como vinimos al mundo con cortos intervalos entre una y otra, nos hicimos mayores prácticamente al mismo tiempo. Surgieron buenos partidos, siendo solicitada mi hermana la mayor por un joven de aspecto encantador, pero pronto adiviné que era a mí a quien prefería, no siendo ella más que un pretexto que usaba incesantemente para sus asiduidades. Presentí los problemas que esta preferencia podría traerme consigo, y advertí de todo ello a mi padre. Es acaso la única cosa que he hecho en mi vida que le haya agradado y, aun así, he aquí cómo fui recompensada: a los cuatro días, más o menos, me dijeron que habían pedido una plaza para mí en un convento, al que me llevaron al día siguiente. Estaba tan mal en mi casa que de hecho no me entristecí; no de otra manera podría entenderse el que cuando me llevaron a Sainte-Marie, mi primer convento, fuese con mucho agrado. Mientras tanto, al no verme más, el pretendiente de mi hermana me olvidó, convirtiéndose en su esposo. Se llama M. K.; es notario y vive en Corbeil, donde parece que no le van bien las cosas. Mi segunda hermana se casó con un tal M. Bauchon, comerciante de sedas en París, calle Quincampoix, y vive bastante bien con él[2].

Estando mis dos hermanas ya establecidas, pensé que se acordarían de mí y que no tardarían en sacarme del convento. Por aquel entonces yo tenía dieciséis años y medio. Como a ellas las habían dotado considerablemente, yo me suponía una suerte igual a la suya, por lo que tenía la cabeza llena de atractivos proyectos, cuando me llamaron al locutorio. Era el padre Séraphin, director espiritual de mi madre y mío en otro tiempo, así que no tuvo dificultad en explicarme el motivo de su visita: se trataba de que me decidiera a tomar los hábitos. Me revolví contra esta extraña proposición, declarándole abiertamente que no tenía ningún tipo de interés por el estado religioso. «Mucho peor –me dijo–, pues sus padres han perdido las riquezas por sus hermanas, y no veo lo que van a poder hacer por usted a causa de la situación tan estrecha en que se encuentran. Reflexione; será preciso que entre para siempre en esta casa, o que se vaya a algún convento de provincias, donde la admitirán por una módica pensión y del que no podrá salir hasta la muerte de sus padres, cosa que no ocurrirá todavía en mucho tiempo...»

Protesté con amargura, mientras derramaba un torrente de lágrimas. Como la superiora estaba advertida, me esperó a la vuelta del locutorio. Yo estaba tan trastornada que no podía explicarlo. Me dijo: «¿Qué le ocurre, querida hija? [ella sabía mejor que yo lo que pasaba], ¿por qué está así?, ¡nunca había visto una desesperación parecida a la suya, me da miedo! ¿Acaso ha perdido a su padre o a su madre?». Yo pensaba responderle, mientras me arrojaba a sus brazos: «¡ah, quisiera Dios...!», pero me contenté con gritar: «¡Ay, no tengo padre ni madre; soy una desgraciada a la que aborrecen y a quien quieren enterrar aquí viva!». Esperó a que dejara de llorar y tuviera un momento de tranquilidad. Entonces le expliqué con claridad lo que me acababan de anunciar. Pareció tener compasión de mí; me consoló y me animó a que bajo ningún concepto abrazara un estado por el que no sentía ninguna vocación; prometió rezar, advertir a mis padres y pedir por mí. ¡Ay, señor!, no sabéis cuán artificiosas son las superioras de los conventos, no os podéis hacer una idea. Escribió, en efecto, aunque no ignoraba la respuesta que iba a recibir; me la comunicó y fue después de mucho tiempo cuando empecé a dudar de su buena fe. Mientras tanto, llegó el término que habían fijado para mi resolución y fue ella quien vino a comunicármelo con la más forzada de las tristezas. Al principio permaneció sin hablar, seguidamente me lanzó algunas palabras compasivas que fueron suficientes para que yo entendiera el resto. Aquello provocó una nueva escena de desesperación; casi no tendré que describiros mucho más. Saber contenerse es para ellas su gran arte. A continuación me dijo, mientras lloraba: «¡Y bien, hija mía, entonces nos va a abandonar! Mi querida hija, ¡ya no nos volveremos a ver...!». Y otras cosas que no pude oír. Yo estaba recostada en una silla: lo mismo guardaba silencio que lloraba, me quedaba quieta o me levantaba; tan pronto me echaba contra la pared, como iba a quejarme contra su pecho. Mientras esto ocurría, añadió: «Pero, ¿por qué no hace una cosa? Escuche y no le diga a los monjes que yo le di este consejo; cuento con una discreción inviolable de su parte, ya que por nada del mundo quisiera que pudiera reprocharme alguna cosa. ¿Qué es lo que le piden, que tome los hábitos?, ¡y qué!, ¿por qué no lo hace?, ¿o es que acaso le compromete en algo? A nada, solo a que permanezca dos años más con nosotras. No sabemos quién vivirá ni quién se habrá muerto, dos años es un tiempo suficiente y ¡pueden ocurrir tantas cosas!»[3]. Ella acompañaba estas insidias con tantas caricias, tantas peticiones de amistad y tan dulces hipocresías...; yo sabía dónde estaba y no dónde me conducirían, por lo que me dejé persuadir. Fue entonces cuando ella escribió a mi padre; la carta estaba muy bien redactada, ¡para estas cosas no las hay mejores!: en ella no se disimulaban ni mi pena, ni mi dolor, ni mis reclamaciones; os aseguro que a una joven menos hábil que yo la hubiesen engañado; de cualquier forma, acabé dando mi consentimiento. ¡Con qué rapidez prepararon todo! Una vez fijado el día, confeccionaron mis hábitos; llegó el momento de la ceremonia, sin que aún hoy me haya dado cuenta del tiempo que media entre estas cosas.

Olvidaba deciros que pude ver a mis padres, con quienes no ahorré palabras para conmoverlos, pero los encontré inflexibles. Fue un abad, un tal M. Blin, doctor por la Sorbona, quien me hizo la exhorta­ción, y el obispo de Alep quien me impuso los hábitos. Esta ceremonia no tiene nada de alegre y la mía fue aquel día de las más tristes. Aunque las religiosas me rodeaban intentando sostenerme, sentí veinte veces cómo mis rodillas flaqueaban y casi estuve a punto de caer sobre los escalones del altar. No oía ni veía nada; estaba atontada. Me conducían a algún sitio e iba; me preguntaban y respondían por mí. Y aún cuando esta cruel ceremonia había acabado y todo el mundo se había ido, yo me quedé en medio de aquel rebaño con el que me acababan de asociar. Estaba rodeada de mis compañeras, que, abrazándome, me decían: «Pero miren, hermanas, ¡qué guapa es!, ¡de qué manera el velo negro resalta la blancura de su tez!, ¡qué bien le sienta el tocado!, ¡cómo le redondea la cara!, ¡cómo alarga sus mejillas!; ¡fíjense cómo el hábito realza su talle y sus brazos...!». Yo casi no las escuchaba, pues me encontraba muy afligida. A pesar de todo debo reconocer que, cuando me hallé sola en mi celda, recordé sus halagos, no pudiendo por menos que comprobarlos frente a mi pequeño espejo, y reconozco que no eran exagerados. Hay una serie de honores que van unidos a este día: los exageraron para mí y les hice poco caso, y aun así aparentaron creer lo contrario, por más que estaba claro que fingían.

Al caer la tarde, y una vez terminadas nuestras oraciones, la superiora se presentó en mi celda. «Verdaderamente –dijo–, no sé por qué le repugna tanto el hábito; le sienta de maravilla y está encantadora; sor Suzanne es una religiosa muy guapa y por eso la querrán más. Vamos a ver, ande un poco. No va suficientemente derecha y no es preciso que se encorve de esa manera...» Me corrigió la cabeza, los pies, las manos, el talle y los brazos; fue casi una lección de Marcel[4] sobre los encantos monásticos, pues cada estado tiene los suyos. Después se sentó y me dijo: «Bueno, hablemos ahora con un poco más de seriedad. Pues bien, ya hay dos años contraídos, y aunque sus padres pueden cambiar de idea, usted a lo mejor quiere quedarse aquí cuando ellos pretendan sacarla, esto es bastante posible. –No lo crea, señora–. Ya lleva tiempo entre nosotras, pero no conoce aún cómo es nuestra vida: tiene sus dificultades, qué duda cabe, pero también sus placeres...». No os podéis fiar, señor, de todo lo que dijo del mundo y del claustro, eso está escrito por todas partes y siempre de la misma forma; menos mal que, gracias a Dios, me han hecho leer numerosos textos sobre aquello que los religiosos han dicho sobre su estado, que conocen bien y detestan, contra el mundo que de hecho aman y destrozan, aunque lo desconozcan.

No os relataré, señor, detalles de mi noviciado; si hubiera que observar todas sus normas sería irresistible; sin embargo, es la época más dulce de la vida monástica. Una madre de novicias es la hermana más indulgente que pudiera encontrarse. Su preocupación no es otra que la de ocultar todos los pesares que acarrea tal estado; es una lección de la mejor y más sutil seducción engañosa. Es ella quien oscurece más aún las tinieblas que os rodean, quien os acuna y os duerme, quien os infunde respeto y quien os fascina; la nuestra se interesó particularmente por mí. No creo que exista un alma joven e inexperta que pueda resistir a tan desgraciado arte. El mundo tiene sus precipicios, y pienso que no se cae en ellos por una pendiente tan fácil. Si estornudaba dos veces seguidas me dispensaban de los oficios, del trabajo y de la oración; me acostaba más pronto, me levantaba más tarde; las normas conventuales cesaban para mí. Imaginad, señor, que había días en que suspiraba por el momento de sacrificarme. No sucede una historia desagradable en el mundo de la que no os hablen; se desvirtúan las verdaderas y se inventan otras falsas; luego, todo es una alabanza y una acción de gracias a Dios, que es quien os salva de estas humillantes aventuras.

No obstante, se acercaba el momento que a veces yo había adelantado deseosamente. Me volví soñadora y sentí cómo despertaba y crecía mi repugnancia, por lo que iba a contárselo a la superiora o a nuestra madre de novicias. Estas mujeres saben cómo vengarse de las molestias que les ocasionáis, pues no puede creerse que les divierta el papel de hipócritas que tienen que representar, ni las necedades que están obligadas a repetiros; esto se convierte, finalmente, en algo frecuente y desagradable para ellas, y que no tienen inconveniente en hacer por un millar de escudos que les revierte a su casa. No es otro el motivo por el que mienten toda su vida y por el que inducen a criaturas inocentes a una desesperación que puede durarles cuarenta, cincuenta años, o la desdicha eterna, pues está claro, señor, que de cien religiosas que mueren antes de los cincuenta años, las cien están condenadas, y todo ello sin contar las que se vuelven locas, tontas o rabiosas mientras tanto.

Llegó un día en que una de estas últimas se escapó de la celda en la que estaba encerrada. Yo la vi. Fue un momento de alegría o de pena, según, señor, como lo uséis en mi caso. Llevaba los cabellos desordenados e iba casi desnuda; arrastraba cadenas de hierro y sus ojos tenían la mirada perdida. Se arrancaba el pelo mientras se golpeaba el pecho con los puños; corría, daba alaridos, imprecaba contra sí misma y contra las otras, mientras buscaba una ventana para tirarse. Me sobrecogía de pavor y todo mi cuerpo temblaba; vi mi destino en el de aquella infortunada, y allí mismo decidí, conmovida, que prefería morir mil veces antes de exponerme a aquello. Como presintieron el efecto que este suceso podía originar en mi ánimo, creyeron un deber prevenirlo. Me contaron no sé cuántas mentiras ridículas, que se contradecían, sobre esta religiosa: que no estaba en su sano juicio cuando llegó; que había pasado por un gran terror en una época crítica; que había tenido visiones; que creía estar en contacto con los ángeles; que tenía turbado el espíritu por lecturas perniciosas; que había oído a innovadores de una moral escandalizadora que le habían hecho tener miedo de los juicios de Dios, por lo que su cabeza, agitada, se había trastornado; que no veía más que demonios, infiernos y bocas de fuego; que ellas eran muy desgraciadas y que era inaudito que hubiese habido nunca un personaje similar en la casa, y más cosas, ¿qué sé yo? Esto no me impresionó en absoluto. Esta religiosa volvía a mi espíritu constantemente y yo me reafirmaba en la promesa solemne de no jurar los votos.

Llegó el momento en que tenía que demostrar si sabía mantener mi palabra. Una mañana, después del oficio, vi que la superiora entraba en mi habitación. Llevaba una carta. Su rostro expresaba tristeza y abatimiento; su mano parecía no tener fuerzas para sostener la carta, pues sus brazos le caían pesadamente; me miraba, parecía que las lágrimas asomaban a sus ojos; estábamos en silencio mientras ella esperaba que yo hablase la primera; estuve tentada de hacerlo, pero me contuve. Me preguntó que cómo estaba, pues en el oficio, que hoy había sido bastante largo, me había oído toser un poco y que le parecía que yo estaba indispuesta. A todo aquello respondí: «No, mi querida madre». La carta la seguía sosteniendo en la mano que le colgaba; a mitad de estas preguntas, la colocó sobre sus rodillas, mientras que con la otra mano la ocultaba parcialmente; por fin, después de haber hecho algunas preguntas sobre mis padres, y viendo que yo no le preguntaba absolutamente nada, me dijo: «He aquí una carta...».

Al oír esta palabra sentí que se turbaba mi corazón, y añadí con voz entrecortada y labios temblorosos:

«—¿Es de mi madre?

—Usted lo ha dicho; tenga y léala...».

Me repuse un poco, cogí la carta y al principio la leí con entereza, pero a medida que avanzaba en la lectura, el terror, la indignación, la cólera, el desprecio y otras reacciones se iban sucediendo en mí; yo daba diferentes voces, hacía diferentes gestos con la cara y me movía de diferentes formas. A veces casi no podía sostener el papel o lo hacía como si hubiese querido romperlo; otras veces lo apretaba con violencia, como si estuviese tentada de arrugarlo y tirarlo lejos de mí.

«—Bien, hija mía, ¿qué responderemos a esto?

—Usted ya lo sabe, señora.

—Qué va, yo no lo sé. Los tiempos son malos, su familia ha tenido pérdidas; los negocios de sus hermanas no van bien y ambas tienen muchos hijos y, como la familia se empobreció para casarlas, ahora se arruina para sostenerlas. Es imposible que le den alguna fortuna; puesto que usted tomó los hábitos, esto supuso una serie de gastos; al dar este paso usted dio esperanzas y el rumor de que va a profesar se ha extendido por doquier. Por lo demás, cuente siempre con mi apoyo. Nunca he atraído a nadie a la religión, es un estado al que Dios nos llama, y es muy peligroso confundir su voz con la nuestra. No me propongo hablar a su corazón si la gracia de Dios no le dice nada; hasta el momento no tengo que reprocharme ninguna desgracia ajena, ¿acaso me gustaría empezar por la suya, hija mía querida? No he olvidado que mi persuasión la llevó a dar los primeros pasos y por nada sufriré más que si abusan comprometiéndola más allá de su voluntad. Vamos a verlo juntas, y pongámonos de acuerdo. ¿Quiere usted profesar?

—No, señora.

—¿No le atrae para nada el estado religioso?

—No, señora.

—¿Es que entonces no va a obedecer a sus padres?

—No, señora.

—Entonces, ¿qué quiere ser?

—Cualquier cosa, excepto religiosa. No quiero serlo y no lo seré.

—Está bien, no lo será. Veamos la respuesta que podemos darle a su madre...»

Nos pusimos de acuerdo en algunos puntos. Escribió una carta que me mostró, pareciéndome muy bien. No obstante, se apresuraron a enviarme al director de la casa, que era el doctor que había predicado en mi toma de hábitos; me recomendaron a la madre de novicias; vi al señor obispo de Alep; tuve que enfrentarme con piadosas mujeres que se mezclaron en mis problemas, aun sin conocerlas; era una continua reunión con monjes y curas; vino mi padre y mis hermanas me escribieron; la última en aparecer fue mi madre. Supe resistir. A pesar de todo fijaron el día en que iba a profesar; no se olvidaron de nada con tal de obtener mi consentimiento, pero, viendo que era inútil pedirlo, optaron por prescindir de él.

Desde este momento, fui recluida en mi celda, me impusieron el silencio; fui separada de mis compañeras y abandonada a mí misma y vi con claridad que estaban dispuestas a disponer de moi sans moi.