La Resistencia del Arte Sano - Marcos Easdale - E-Book

La Resistencia del Arte Sano E-Book

Marcos Easdale

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Beschreibung

En el siglo XXII, la digitalización y la inteligencia artificial gobiernan todos los órdenes de la vida humana, en un contexto social y ecológico jaqueado por las consecuencias del calentamiento global. Eso incluye la producción artística, en todos sus géneros, desarrollada a demanda y para la necesidad de cada individuo, por un módulo creativo denominado la arteficialidad. Un grupo de artistas mantiene una resistencia en un mundo no digitalizado, quienes buscan defender la esencia de lo que denominan el arte sano, en oposición al sistema dominante. El objetivo es evitar que desaparezca el arte generado por seres humanos, sosteniendo que es el único genuino y con la capacidad para impulsar un desarrollo cultural independiente en una sociedad. Pero van perdiendo integrantes y apoyo y la lucha empieza a enfrentar contradicciones y problemas al interior del grupo. La adscripción de dos nuevos integrantes, que provienen del mundo digitalizado, genera cambios en la cúpula que lidera la organización, cuyo destino está en juego. Ya no solo deberán enfrentar al sistema sino también a sus propias convicciones. La Resistencia del Arte Sano es una historia distópica, pero narrada con tanta realidad que parece un camino hacia el cual se está dirigiendo la humanidad. Y vos, ¿en dónde te ves?

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Arte de tapa: Octavio A. Bruzzone.

Fotografía: Tomás Easdale.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Easdale, Marcos Horacio

La resistencia del arte sano / Marcos Horacio Easdale. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

214 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-778-6

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas de Ciencia Ficción. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2024. Easdale, Marcos Horacio

© 2024. Tinta Libre Ediciones

A Sofía y a Tomás,

lo esencial no está al alcance de la mano.

La Resistencia del Arte Sano

Marcos H. Easdale

1

—Su hija está ingresando al departamento —dijo una voz gruesa que retumbó en el ambiente.

—Adelante, hija, la puerta está sin código —dijo la anciana forzando la voz, sin modificar su posición en el sofá, intentando no perder la concentración en las imágenes que la rodeaban. La puerta se abrió y Marlene apareció por el pequeño pasillo que conducía al comedor. 

—Hola, mamá —saludó Marlene mientras colgaba su abrigo en el respaldo de una silla.

—Hola, hija —respondió su madre sin quitar la vista de la proyección. 

—Qué olor a cigarrillo… ¿Estuviste fumando mamá?

—Sabés que hace años que no fumo.

—¿Falta mucho para que termine? —preguntó Marlene.

—Ya está cerrando este capítulo, deben faltar diez minutos.

—No tengo mucho tiempo, mamá, en media hora entro a trabajar —acotó Marlene. Se dirigió a la mesada de la cocina y fijó la vista en un holograma con granos de café —¿Vos tomás?

—Una taza de té, gracias —respondió su madre con una mano en su mejilla, intentando contener el asombro que le causaba una escena en la cual se encontrada inmersa.

—¿Podés pausar unos minutos esa proyección? —refunfuñó Marlene al momento que regresaba a la mesa del comedor con dos tazas humeantes en las manos— en un rato me tengo que ir —insistió. 

—Por favor, hija, que ya termina —respondió su madre. La proyección tridimensional le iluminaba el rostro y el reflejo podía verse como una cascada sobre el pelo y en las pupilas de sus ojos. Una gama de colores iluminaba su cuerpo y sus pestañas parecían inmóviles. 

Una melodía comenzó a sonar y Marlene hizo un gesto con el dedo. La imagen del rostro de un muchacho se desplegó sobre la mesa y quedó flotando frente a ella.

—¿Qué querés ahora? —dijo Marlene frunciendo el entrecejo.

—¡Mi amor! Hace días que quiero hablar con vos —dijo el joven sin poder ocultar su consternación.

—Te dije que ya no tenemos nada de qué hablar, se terminó.

—Quiero que me perdones, te juro que voy a cambiar.

—¿Qué pasó? ¿Terminaste esa serie pedorra con mujeres en tetas?

—Sí, es…

—¿Será que tus amigos están tan ocupados con sus propias boludeces virtuales que ya no te dan ni bola? —continuó sin escuchar su respuesta.

—No. Te extraño.

—¿Ahora me extrañás? Debe ser la décima vez que me decís lo mismo y cuando intentamos resolver esto, una vez más, me volvés a dejar colgada en el auto, en la cena y hasta en la cama.

—Es que…

—¡Te dije que disfrutes de tus entretenimientos virtuales! ¿Para qué querés una mujer de carne y hueso si te basta con las estupideces que te ofrece SPIAR?

—Tenés razón, pero ahora sí me di cuenta…

—Es tarde ya. Hemos terminado. 

—Mar… —Marlene hizo un gesto con el dedo y la imagen desapareció del aire. Miró hacia un costado y observó a su madre ensimismada con la proyección. 

—No hay más remedio —murmuró Marlene y bebió un par de sorbos de café durante los siguientes minutos. Volvió la vista hacia su madre, se quedó mirándola y comenzó a pestañear con velocidad, capturando algunas fotografías con su celocular.   

—Listo —acotó su madre y se levantó del sofá—. SPIAR, pausa la serie —agregó mientras se dirigía hacia la mesa donde la aguardaba Marlene, quien ya no podía ocultar su ofuscación.

—Te dije que no tengo mucho tiempo, pero parece ser una batalla perdida —comentó Marlene cuando su madre se sentó a la mesa. En ese mismo momento, de un rectángulo negro ubicado en el centro de la mesada se desplegaron seis ramas de helecho, de hojas anchas y de un color verde olivo—. SPIAR, proyectá las fotografías 23 y 44 de mis recientes capturas —agregó mirando de reojo la pantalla laminar. 

—De acuerdo, señorita Marlene —retumbó la voz grave en el pequeño ambiente y dos fotografías tomadas a su madre, hacía apenas unos minutos atrás, ocuparon toda la superficie de la pared frente al sofá. 

—¡Hija, por favor! —exclamó su madre. 

—SPIAR, en la fotografía 44… hacé zoom en el rostro —agregó Marlene y la pared quedó cubierta por la mirada de su madre. El ceño apenas levantado transmitía una sensación de asombro, los párpados extendían pestañas deslucidas y las arrugas de la piel surcaban sus sienes y delimitaban sus ojos cristalinos, enmarcando en conjunto una mirada lánguida. Una lágrima cubría el párpado inferior de uno de los ojos. 

—Nada es tan dramático, hija.

—¿Qué serie estás viendo? —preguntó Marlene. 

—Una que solicité hace un mes y no puedo dejar de verla. Primero la recorrí completa, capítulo a capítulo, y ahora voy por la segunda pasada. Incluso me detengo en algunos capítulos y los revivo un par de veces antes de continuar. Cuando insisto una segunda o una tercera vez me satisface descubrir que los principales escollos de la trama se resuelven de una manera más efectiva, al menos de la forma en como yo hubiera actuado —respondió su madre mientras revolvía la taza caliente.

—¿De qué trata la serie? —indagó Marlene.

—De la historia de un hombre, por cierto, muy apuesto, que toma decisiones equivocadas en su vida, hasta que conoce a su verdadero y definitivo amor. Me gusta mucho el suspense que tiene —comentó luego de beber un sorbo de té. 

—Pero te noto un poco afligida, ¿o me equivoco?

—Tiene un aire nostalgioso, debo reconocerlo, pero no puedo soltarlo, necesito seguirle los pasos y ayudar a ese hombre a encontrar un rumbo mejor para su vida.

—¿Cómo es eso? ¿Cómo que un rumbo mejor? ¿No me dijiste recién que había encontrado al amor de su vida? 

—Sí, pero eso no resuelve su repentina muerte —respondió su madre sin preámbulos. 

—¡Ah! ¿El protagonista principal se muere? —exclamó Marlene.

—Sí, muere de cáncer de pulmón.

—¡Uh! Qué trágico.

—Es que fumaba… —su madre se detuvo, rodeó la taza con las dos manos y prosiguió— mejor dicho, fuma mucho —agregó. 

—¿Evadió el sistema de seguimiento sanitario o nunca estuvo debidamente alertado? —preguntó Marlene con incredulidad. 

—Fumó mucho de joven, cuando el dispositivo subcutáneo aún no era obligatorio ni tampoco de uso masivo. De todas maneras, parece que se las ingeniaba para evadir los controles y fumar a escondidas —respondió su madre—, siempre tuvo su picardía para ese tipo de cosas. 

—Pero si la serie lo muestra de esa manera es porque el sistema de salud ya sabe que lo hacía a escondidas. No parece muy verosímil —acotó Marlene sin estar convencida con la explicación.  

—Puede ser, no sé muy bien cómo funciona todo eso. De todas maneras, es esa condición la que quisiera que cambie. Estoy intentando alargarle un poco la vida.

—¿Qué estás haciendo para alargarle la vida?

—Vuelvo a los capítulos iniciales y repaso su infancia —la voz de su madre se encendió—, repaso su infancia buscando detalles, sucesos insignificantes, por mínimos que sean, casi invisibles a cualquier ojo improvisado, porque es probableque, en algún momento, siendo aún un niño, haya experimentado un trauma o una perturbación que lo marcó de por vida. Si la identifico, tal vez pueda tener una opción, tal vez pueda ser subsanada a tiempo.

—¡Mami! Pero todo eso ya ocurrió.

—Creo que debería preocuparse menos por ciertos problemas y no verse tan afectado ante algunas indefiniciones —agregó luego de beber otro sorbo de té—. En definitiva, todos tenemos nuestras incertidumbres, en algún momento, es inevitable.

—¿En verdad te hace bien ver esa serie? —preguntó Marlene sin poder ocultar su preocupación.

—Sí, me encanta. Es solo que creo necesario interceder en algo para terminar de resolver ese nudo que le perturba la vida —respondió su madre.  

—¿Por qué no le pedís al sistema que cambie algo en el algoritmo y que lo resuelva de otra manera? —aconsejó Marlene—, me refiero a que modifique el final y listo, o esa parte de la infancia que lo afectó tanto. 

—No, tengo miedo de que el sistema cambie algo en la historia y que pierda información. Necesito seguirle la vida a ese hombre y así ha de seguir siendo. Prefiero insinuar la posibilidad de incorporar cambios, hacerlo de una manera sutil, y que la resolución de algunos problemas ocurra de manera gradual, casi imperceptible. Me refiero a que aquel hombre no puede darse cuenta de mi influencia, el cambio tiene que ser el resultado de una secuencia más favorable en el devenir de los acontecimientos —dijo su madre, sosteniendo la taza en el aire. 

—¿Te referís a desviarlo del camino que lo lleva al sufrimiento o a que viva mejor sus últimos días de vida? —preguntó Marlene resignada, reconociendo lo profundo de la conexión que tenía con aquella causa.

—¿Quién no hubiera querido tomar otras decisiones en su vida…? —se detuvo unos segundos— …o haberlas cambiado a tiempo. Si hubiéramos sabido a dónde nos conducían, tal vez algunos cambios leves, en momentos oportunos, nos hubieran habilitado el paso hacia otro camino, tal vez hacia otro destino, tal vez hacia otro tipo de vida. Creo que a ese hombre le pasó eso y aún estoy a tiempo de ayudarlo. Cambiar el rumbo de la vida es también vivir mejor los últimos días —resolvió su madre con los párpados humedecidos.

—¡Mamá! —Marlene fijó su mirada en los ojos de su madre, quien conservaba la vista sobre la taza de té—, sabés que el sistema te está escuchando en este momento, ¿verdad? —susurró, mirando de reojo uno de los dispositivos tetrasensoriales que estaba aferrado a la pared. 

—Hija, la historia nunca está del todo escrita, siempre hay espacio para incorporar algunas modificaciones —su madre alzó la vista y se detuvo en el paisaje que ofrecía la pantalla laminar—. Nos merecemos la posibilidad de cambiar el rumbo de nuestras vidas, no seas injusta. 

—Está bien, mamá, si así lo creés, está bien —respondió Marlene, reprimiendo su descontento para complacerla. Luego, transcurrieron un par de minutos en silencio. 

—Anoche nos besamos —agregó su madre luego de beber los restos de té.

—Caramba, esto viene en serio —respondió Marlene, sorprendida por la confesión.

—Es uno de los capítulos a los que regreso una y otra vez —dijo su madre y se acarició el labio inferior con su mano derecha—. Cada vez que vuelvo a revivir esa experiencia me doy cuenta de que hay algo distinto, que nuestro acercamiento es más intenso y que hemos logrado alcanzar momentos muy… —se detuvo y comenzó a girar la cuchara dentro de la taza vacía. 

—Mamá, ¿se trata de alguien que conociste alguna vez? —preguntó Marlene, al notar su incomodidad. 

—Estamos tan cerca… —respondió su madre y las palabras quedaron flotando en el silencio que prosiguió—, creo que puedo ayudarlo, estamos tan cerca —agregó.

—Mamá, ¿se trata de alguien conocido, alguien a quien yo conozca?

—Estábamos tan cerca y ahora… —la mirada de su madre permanecía perdida en el sofá ubicado junto a la mesa.

—Mamá, ¿se trata de papá? —insistió Marlene—, ¿el hombre de la serie es papá? —aclaró ante la falta de respuesta.

—Podemos intentar otra manera, hay mucho por recuperar y estamos a tiempo —respondió su madre sin quitar la vista del sofá. Su mano derecha temblaba levemente.

—¡Mamá! Es una serie proyectada en un gigantesco holograma —agregó Marlene elevando la voz—. Puede parecerte real, ¡pero no lo es!

—Hija —le tomó la mano y giró la cabeza para mirarla a los ojos—. Esto es lo más real que he tenido en años y estamos cerca de cambiar el rumbo para volver a empezar.

—Entiendo —respondió Marlene en voz baja—, solo quiero lo mejor para vos.

—Lo sé, hija, gracias. No te preocupes, estoy bien —agregó su madre apretándole la mano con su pulso tembloroso.

—Bueno, me tengo que ir —Marlene se puso de pie y besó a su madre en la frente—, entro a trabajar en siete minutos. ¡Cuidate, mamá, por favor!

—Desde luego, hija, gracias por la visita —su madre siguió con la vista sus movimientos, sin moverse de la silla—. SPIAR abre la puerta, por favor —la puerta se abrió por completo y Marlene se perdió en la oscuridad del pasillo. Los helechos sobre la mesa se retrajeron y fueron sustituidos por flores amarillas de orquídeas, en el mismo momento en que Marlene se retiró del departamento—. SPIAR, a descansar —dijo su madre una vez que la puerta se cerró de nuevo.

—Hasta pronto, que disfrute de su momento —respondió la voz gruesa sellando la habitación.

2

Marlene estaba sentada en el sofá y no podía dejar de sollozar. 

—Señorita Marlene, personal de la Guardia Normalizadora se encuentra en la puerta de ingreso —dijo la voz gruesa que retumbó en la sala de estar del departamento. 

—Gracias. Deciles que se presenten y que expongan las razones de su visita —respondió Marlene, secándose las lágrimas.

—De inmediato, señorita Marlene —repuso la voz.

—Buenos días. Soy el agente MDC 443, junto al agente junior PRL 221. Ambos somos del servicio de inteligencia de la Guardia Normalizadora —sus rostros aparecieron en la pantalla laminar, junto a un recuadro donde se listaron sus datos identificatorios.

—Señorita Marlene, los datos han sido corroborados y son correctos —intercedió la voz de nuevo. 

—Tenemos reportado un suicidio en la casa y nuestra visita responde a un procedimiento de rutina, con el cual buscamos investigar las causas del mismo. Si pudiera ser tan amable de dejarnos ingresar, quisiéramos hacerle algunas preguntas —explicó el agente—, no tomará más de quince minutos —agregó.

—Pero ustedes ya cuentan con toda la información necesaria, no entiendo qué más quieren saber —respondió Marlene con visible disconformidad. 

—Es verdad, el Sistema Público de Inteligencia Artificial Reticular ya cuenta con toda la información del caso.

—¿Entonces?

—De todas maneras, necesitamos hacerle algunas preguntas que permitan complementar los datos registrados.

—¿Qué tipo de preguntas?

—Son preguntas para recabar información cualitativa que permita enriquecer el conocimiento de lo sucedido, en lo que respecta a aspectos psicológicos y emocionales del caso.

—¿Es necesario hacerlo ahora, en este preciso momento? —respondió Marlene.

—Entendemos que el momento puede no ser el mejor para usted, pero la decisión de interceder ahora responde a que las averiguaciones realizadas dentro de las primeras veinticuatro horas luego de un evento fatal han resultado ser las más efectivas, mejorando sustancialmente la calidad de la información y favoreciendo una más ajustada reconstrucción de los acontecimientos en torno a la ocurrencia del hecho —explicó el agente.

—Comprendo, pero no creo que hayan pasado ni diez horas, podrían venir más tarde —insistió Marlene un tanto aturdida.

—El hecho ocurrió hace exactamente seis horas y veintitrés minutos, pero nuestros registros marcan que usted ingresa a trabajar en tres horas y, en consecuencia, no podremos cumplimentar este requisito del procedimiento. Entiendo que tiene derecho a solicitar un día por duelo, pero preferimos que ese tiempo lo utilice de manera plena para cubrir sus necesidades emocionales —comentó el agente revisando una lámina táctil con la yema de su dedo meñique—. Por eso, no queremos molestarla más adelante y a SPIAR le ha parecido pertinente cumplir con el procedimiento ahora mismo. 

—Bueno, ¡qué más da! SPIAR, dejá ingresar a los agentes —ordenó Marlene y la puerta de ingreso se abrió de inmediato. Ambos agentes ingresaron a la par que la proyección en la pared se transformó en un paisaje montañoso. Un arroyo discurría entre rocas y el sonido del agua circulando por una pequeña cascada retumbaba en la lejanía.  

—Buen día, señorita Marlene, soy el agente MDC 443 —dijo el hombre que ingresó primero, haciendo un ademán con la cabeza. 

—Buen día —respondió secamente Marlene—. Quisiera saber qué ha sucedido con mi madre.

—De acuerdo, iniciaremos este proceso sin demoras. Su madre decidió quitarse la vida —respondió el agente midiendo las palabras.

—¡Eso ya lo sé! No hace falta que me lo digan, lo estoy viendo —respondió Marlene con enfado—, le pregunto ¿por qué?      

—El informe destaca que su madre solicitó contenidos de alta carga emotiva, estamos hablando del último tiempo… mmm, déjeme ver, las últimas semanas. SPIAR sugirió reiteradas veces modificar el contenido emocional, ofreciendo otras opciones —mientras hablaba recorría con su dedo índice la lámina electrónica—, pero encontró resistencias. La espectadora, me refiero a su madre, prefirió seguir eligiendo la misma serie una y otra vez durante los últimos seis meses. 

—Pero… —Marlene se detuvo al recordar que su madre le había dicho que había solicitado esa serie hacía apenas un mes atrás.

—Sí, usted dirá —propuso el agente, motivando a que Marlene prosiga. 

—Nada, todavía estoy un poco confundida —contestó evitando ofrecer esa información. De inmediato, sospechó que eso ya lo sabían, pero prefirió mantenerse en silencio de todas maneras.

—Usted sabe. SPIAR no censura, persuade, no controla, porque si lo hiciera iría en contra de su propia naturaleza —prosiguió el agente—. La decisión final la tuvo siempre la espectadora. Este es un caso excepcional, de los que se escapan del control emocional de los algoritmos y del proceso de aprendizaje autónomo. Entenderá que al sistema no le conviene conducir a los usuarios al suicidio. 

—¡Me imagino que no! —exclamó Marlene. 

—Sería muy poco inteligente hacerlo —agregó con rapidez el agente—. Por el contrario, se busca la satisfacción plena y eso depende mucho del espectador y del momento de su vida que se encuentre transitando. Me refiero a que no es lo mismo estar en pleno equilibrio emocional, disfrutando, por ejemplo, de una relación amorosa reciente, que estar enojado por haber perdido el trabajo, o triste o con falta de motivación por alguna noticia negativa. Toda esa información está muy bien registrada, el sistema cuenta con toda la historia de vida de cada persona y, a su vez, mantiene un seguimiento diario muy ajustado, segundo a segundo, de todos los cambios que afectan o que pudieran afectar a cada individuo. Esa información se guarda en la memoria universal y alimenta el proceso de aprendizaje autónomo, que sirve para desarrollar los productos, en este caso, de entretenimiento. Luego, las reacciones y las respuestas que se obtienen retroalimentan el proceso de aprendizaje y eso le permite al sistema anticiparse a los eventos disruptivos, haciendo cambios que modulan el comportamiento y evitan que una sensación de tristeza o melancolía se agudice y derive en una depresión.

—Todo eso ya lo sabemos, pero ¿qué le pasó a mi madre? —insistió Marlene.

—La nostalgia, me refiero a bañar con un aire de añoranza a un producto audiovisual, puede estar orientada a impulsar un proceso retrospectivo en una persona, lo cual puede ser deseable en ciertos momentos, pero tiene que estar muy bien controlado. Sucede que a veces el usuario emite señales que habilitan el desarrollo de un argumento o una trama, en una serie o en una película, y que son barnizadas, si me permite la palabra, por situaciones nostálgicas, sutiles y muy medidas. El impacto que esto tiene es muy personalizado y no hay una regla generalizable. Por eso, SPIAR hace un seguimiento permanente para recoger las respuestas que van surgiendo ante las propuestas que realiza y, con ello, modificar a tiempo situaciones que podrían agravarse. En la gran mayoría de los casos, todo está bajo control. Pero hay veces que el usuario ingresa en un callejón sin salida. La nostalgia es como una droga, lo abruma y lo succiona a un pozo en el que se hunde y del cual no puede salir. 

—¿Cómo es eso? —preguntó Marlene—, ¿y el monitoreo y el aprendizaje permanente del sistema para qué está?

—Son muy pocos casos que llegan al colapso. Incluso muchos de los que empiezan a transitar un proceso depresivo, pueden ser tratados a tiempo por el sistema de manera exitosa. La estadística señala que, al año, apenas uno por cada millón de habitantes de la población mundial deriva en un problema depresivo que finaliza con la muerte. Esta cifra es ínfima en comparación con la que existía antes de la existencia de SPIAR y de la era arteficial, cuando el suicidio ascendía a un promedio de siete por cada cien mil habitantes y se había disparado a más de diez en jóvenes de entre 15 y 28 años, durante la pandemia de principios del siglo pasado. El sistema ha resultado ser mucho más efectivo y menos costoso que los tratamientos psicológicos, a pesar de que el consejo profesional de psicólogos aún se niegue a aceptarlo. La realidad es que nadie busca asistir a una terapia desde hace décadas y es el mejor indicador de que el sistema es muy superior a todo lo conocido y desarrollado con anterioridad, en lo que respecta al conocimiento del funcionamiento de la mente humana y su relación con los sentimientos.

—Entiendo. Pero mi madre está muerta —refutó Marlene.

—Por eso estamos acá. Porque es un caso que nos preocupa mucho y queremos estudiarlo. No podemos devolverle a su madre, pero podemos avanzar en entender las causas que llevaron a que tome la fatal decisión, y así evitar que miles de otros casos en el mundo caigan en una similar resolución. Los algoritmos ya están trabajando a tiempo completo para reconstruir lo sucedido y precisar los momentos exactos en los cuales se podría haber sugerido un cambio, proponer un camino alternativo, insinuar un desvío sutil, casi imperceptible, que permita aceptar una salida por parte de la espectadora. A veces, la diferencia entre la salida a flote y el hundimiento que conduce al suicidio es mínima, pero es necesario detectar la circunstancia clave y el momento preciso.

—¿Por qué no cambian el contenido o directamente suspenden la serie? y listo —preguntó Marlene a modo de propuesta.

—No es tan sencillo. Como le dije, la censura va en contra de los principios del sistema —comentó el agente—, de hecho, existe una serie de sentencias, cuyo código permanece encriptado e inaccesible, que prohíbe explícitamente la censura, en cualquiera de las formas que pudiera tomar. Por eso no se puede suspender un producto, sino que las producciones audiovisuales caducan cuando ya nadie las mira, o sea dejan de aparecer en la oferta instantánea. Pero aun así no se borran, sino que se arrojan a un repositorio llamado “memoria eterna”, para permitir que cualquier persona pueda revisitar algún contenido personalizado, en cualquier momento de su vida. 

—Perfecto, pero todos los productos pueden ir cambiando el contenido a medida que se proyectan, adaptándose a nuevos requerimientos, por ejemplo, cuando los capítulos de una serie son vistos varias veces, como ocurrió en el caso de mi madre —argumentó Marlene, recordando que había notado aquella intención en su madre, el día previo—. El sistema podría haber modificado el contenido a tiempo y no lo hizo, o si lo hizo no fue suficiente. ¡Caramba! Si hasta yo me di cuenta ayer de que mi madre estaba triste. ¿El sistema no lo registró? —increpó al agente. 

—Comprendo su malestar, señorita Marlene, pero el sistema ya tenía el registro de que su madre tenía una alta probabilidad de suicidarse en estos días. Esa información es ocultada, me refiero a que se encuentra encriptada y no se puede acceder a ella sino hasta que se elabora el informe final del caso, porque forma parte de la privacidad de cada individuo —explicó el agente.

—¡¿Por qué no usaron esa información para evitar el suicidio, entonces?! —exclamó Marlene con notorio enfado. 

—Es que ni la censura ni la acción directa y preventiva en la sociedad o sobre individuos particulares son principios que rigen a SPIAR. La libertad individual está por encima de todo, es una ley superior y rige el funcionamiento tanto de la sociedad actual como del sistema mismo, que en definitiva fue creado para facilitar la vida humana. Me refiero a que el control explícito, en este caso interceder para evitar un suicidio, no forma parte de la naturaleza del sistema. Cada individuo es libre de tomar sus decisiones y si eso involucra la interrupción de su propia vida, ni el sistema ni nosotros podemos hacer nada.

—Y entonces ¿para qué vienen acá a estudiar el caso? —preguntó Marlene incisivamente—, si en definitiva no pueden hacer nada.

—El corazón que rige el funcionamiento de SPIAR es la persuasión, no el control —respondió el agente con solemne tranquilidad—. Justamente por eso estamos acá, para poder profundizar en el conocimiento del caso, que le permita al sistema agudizar su aprendizaje y tener una mejor lectura de los cambios en situaciones análogas y con ello persuadir a un usuario a que no se quite la vida, mediante contenidos que logren desviarlo del camino hacia un pozo depresivo. Como le dije con anterioridad, en la gran mayoría de los casos esto se alcanza con éxito, pero siempre hay excepciones. 

—Las excepciones confirman la regla —acotó Marlene ofuscada, sin terminar de aceptar el argumento. 

—Comprendo su malestar y lejos estoy de querer convencerla —añadió el agente de manera pausada y sosteniendo el tono de la voz—. Solo le puedo decir que estos casos excepcionales necesitan ser estudiados para entrenar al sistema y que pueda proceder a tiempo en un futuro, antes de que un individuo ingrese en un tobogán de depresión. El momento en que eso ocurre puede estar disparado por algún evento trágico, en cuyo caso la evidencia es visible. Pero en otros casos, los cambios emocionales son más sutiles, menos perceptibles y es allí donde se necesita una lectura más activa y minuciosa. A medida que transcurre el tiempo y el usuario ingresa en un proceso depresivo, los cambios van perdiendo eficacia hasta que ya no pueden sortear lo inevitable. Se corren infinidad de simulaciones para identificar puntos de quiebre, imperceptibles a primera vista para cualquier ser humano, pero que logran ser detectados por una constelación de redes neuronales que se entrena y se optimiza específicamente para cada individuo. Como le comenté, solo le puedo aseverar que estamos trabajando con el caso de su madre y los primeros resultados los tendremos en una semana, porque los procedimientos están siendo sometidos a controles exhaustivos por parte del equipo informático. Mientras tanto, necesitamos avanzar con la información cualitativa. Por eso necesitamos hacerle algunas preguntas. 

—No termino de entender qué más puedo ofrecerles con mis respuestas, si ya lo saben todo, incluso conocen más a mi madre que yo misma —respondió Marlene, sin ocultar su impotencia.

—Comprendemos que aún puede estar conmovida por la situación, pero no disponemos de mucho tiempo. Mientras el cuerpo de su madre es acondicionado para ser enviado a la morgue y se procede a limpiar el lugar —acotó el agente, mientras su compañero se acuclilló sobre el cuerpo tendido en el piso—, procederé con algunas preguntas. Usted sabe que así es el protocolo —concluyó para dar inicio al interrogatorio. 

—Igual no puedo hacer nada al respecto —comentó Marlene y se desplomó sobre el sofá.

—Según los datos disponibles en el informe, el origen de la aflicción de su madre parece haber estado vinculado con la muerte de su esposo, o sea su padre, ocurrida hace veinte años. ¿Usted concuerda? 

—Sí. Es algo de lo que nunca se pudo reponer —respondió Marlene.

—Se trató de una muerte trágica y repentina que la tomó por sorpresa —agregó el agente.

—Yo era muy pequeña, no recuerdo nada. En verdad, nunca lo conocí. Mi madre me solía contar que mi padre gozaba de una excelente salud y que era muy activo. Me refiero a que quería vivir, pero se encontró con la muerte de golpe en un trágico accidente. 

—Superar una tragedia como esa no es sencillo para nadie —agregó el agente. 

—Me imagino que no —respondió Marlene sin rodeos.

—Sin embargo, tenemos registro de que, en la mitad del período de análisis, hace aproximadamente un año, la situación emocional de su madre había mejorado sustancialmente, luego de una recaída que la tenía a maltraer. ¿Tiene usted registro de ello? —preguntó el agente, leyendo de la lámina que sostenía con sus manos.

—Hablar de mejora es quizá muy optimista. Puedo aceptar que estaba un poco más entusiasmada —respondió Marlene.

—¿A qué atribuye ese cambio?

—No estoy del todo segura. Luego de la muerte de mi padre, mamá se aferró como nunca a la arteficialidad y esta pared virtual pasó a ser su nueva compañía. Es posible que eso la haya ayudado —respondió Marlene mirando al agente de reojo.  

—También tenemos ese registro. 

—Me imagino que sí, no estoy diciendo nada que ustedes no sepan. El sistema lo sabe todo —ironizó Marlene mirando el paisaje en la pared. 

—Su madre pasó de ver la lámina de proyección de un promedio de seis horas al día, a nueve y finalmente a doce horas d