La señora Dalloway recibe - Virginia Woolf - E-Book

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Virginia Woolf

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Beschreibung

Se presentan aquí siete relatos agrupados en torno a la señora Dalloway, ambientados en la fiesta que prepara en la novela homónima, y tres capítulos de "Viaje de ida", la novela que llevaría a Virginia Woolf hasta la obra maestra que es "La señora Dalloway". En todos estos textos, la autora propone reflexiones sobre el paso del tiempo, la madurez, la sociedad y el hecho de ser mujer.

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Seitenzahl: 255

Veröffentlichungsjahr: 2024

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VIRGINIA WOOLF

La señora Dalloway recibe

Edición de Itziar Hernández Rodilla

Traducción de Itziar Hernández Rodilla

INTRODUCCIÓN

Fotografía de Virginia Woolf (autor desconocido, c. 1927).

Mrs. Dalloway (La señora Dalloway) de Virginia Woolf, publicada por primera vez en 1925, recorre un solo día de verano en la vida de dos personas cuyos caminos no llegan a cruzarse: Clarissa Dalloway, algo mayor de cincuenta años, elegante, encantadora y contenida, esposa de Richard Dalloway, un parlamentario conservador; y Septimus Warren Smith, un veterano solitario, un hombre atormentado por visiones que no puede explicar a su angustiada esposa Lucrezia. Clarissa pasa el día preparando la fiesta que dará más tarde esa noche: escogiendo flores, organizando a los criados, arreglando el vestido que va a ponerse y recibiendo la visita de un antiguo pretendiente, Peter Walsh, cuya repentina reaparición en su vida le recuerda la pasión y la libertad de su juventud. Mientras ella y Peter se entregan a la nostalgia, Septimus alucina en Regent’s Park. Con pensamientos suicidas y ante la insistencia de su esposa, va a ver a un médico poco colaborativo. Acaba arrojándose por una ventana y, unas horas más tarde, la noticia de que «un joven [...] se había matado» le llega a Clarissa durante su fiesta.

Clarissa observa a sus invitados y ve que son ajenos al desastre, a la desgracia de la muerte. Entra en una habitación vacía y, en un momento de increíble ensueño, considera que su vida ha sido... lo que cualquier otra vida: «el terror; la abrumadora incapacidad, que los padres nos ponían en las manos esta vida, para vivirla hasta el final, para caminar por ella con serenidad; había en las profundidades de su corazón un miedo terrible». Contra ese miedo, su amor por la vida surge con una sensación de triunfo, con el éxtasis de la existencia; la alegría pura de estar viva para experimentar todo lo que el mundo aún tiene que ofrecer a alguien como ella. Vuelve a su fiesta, donde Peter Walsh espera, ansioso por verla una segunda vez ese día. «¿Qué es este terror?, ¿qué es este éxtasis?, pensó para sí. ¿Qué es lo que me llena de esta extraordinaria emoción?», piensa Peter. Ella entra en la sala, y él: «Es Clarissa, dijo. Pues allí estaba ella». Así termina la novela.

En un superficial análisis de la obra, podemos afirmar que Clarissa Dalloway, como todo personaje de ficción, es una criatura híbrida. Por un lado, como diría David Mamet muchos años más tarde, el personaje no existe: es solo palabras sobre una página, que los lectores recomponen luego a base de imágenes e imaginación. Pero esa construcción parte de la suspensión de la incredulidad, que requiere asimismo de cierta pretensión de existencia: la fe en que, por fantástica que sea, tras las palabras se alza una forma humana. Y es esta forma la que invita a los lectores a seguirla en su mundo. Clarissa nos invita a su fiesta. Por otro lado, sabemos que la fiesta es, en realidad, una ocasión social que obsesionaba a Virginia Woolf. Para la autora, una fiesta ayudaba a enfocar algo que, en el contorno borroso de la vida cotidiana, era fácil de obviar. Enredándolas en su esplendor y dado el estrés que provoca, una fiesta hace a las personas más vulnerables. Por eso, La señora Dalloway se centra en ella. Pero Woolf haría que esa fiesta se desbordase de la novela de la que constituye el auge y el motivo central. El libro termina, pero la fiesta sigue. La fiesta de la señora Dalloway continúa en este volumen que les presentamos.

De la misma forma, también Clarissa Dalloway es un personaje más grande que su novela. Su pretensión de humanidad había comenzado varios años antes, en 1908, cuando Woolf inicia su trabajo en la primera novela que publicaría: The Voyage Out (Viaje de ida), que pese a haber terminado en 1911, por razones personales, no vería la luz hasta 1915. Con un título metafórico de uno de los subtextos fundamentales de una primera obra: el momento en que el lector deja de serlo para convertirse en escritor, sin posibilidad de vuelta atrás, Viaje de ida comienza a recoger ya algunos de los temas que ocuparán toda la vida a la autora Woolf: la muerte de su madre, las diferencias entre la vida de los hombres y las mujeres, las alusiones a los patrones que vinculan la vida y la muerte, o el paso del tiempo. La invención del matrimonio Dalloway, de Clarissa, sugiere cuánto del territorio ficticio distintivo de la autora está ya en este primer libro. Es una novela mucho menos experimental que las que la seguirán, pero explora ya las formas que definirán el estilo de Woolf y que cambiarán la historia de la ficción. Y un resultado de este cambio será que los significados se hacen más libres y fugitivos, y los personajes más introspectivos, hasta someterse a un flujo de la conciencia que, como dice Richard Dalloway ya en Viaje de ida, nos permite concebir el mundo «como un todo».

Por la época en que vuelve al matrimonio Dalloway, Woolf describe en su ensayo Mr. Bennett and Mrs. Brown (El señor Bennett y la señora Brown, 1924) que los personajes son un «lugar de encuentro común» entre el escritor y su lector, en el que estos calibran sus sensibilidades y sus pensamientos a invitación del primero, que actúa como «la perfecta anfitriona». «Tanto en la vida como en la literatura, es necesario tener ciertos recursos para salvar el abismo entre la anfitriona y su invitado desconocido por un lado, el escritor y su lector por otro», escribe Woolf: «El escritor debe ponerse en contacto con su lector colocando ante él algo que este reconozca, que estimule su imaginación y lo ponga en disposición de cooperar en el asunto mucho más difícil de la intimidad». Así estimulado, el lector aprenderá a ser cómplice del escritor en lo que Woolf llama el arte de «leer personajes»: la práctica de observar, de especular sobre la gente, tanto en la vida como en la ficción.

Por todas estas razones y porque el proceso con el que se crea la señora Dalloway, característico de la autora, se asienta en Woolf hasta después de terminar la novela que Clarissa protagoniza, parece apropiado estudiar el personaje más allá de su novela fundamental, y en el entorno de su fiesta.

APUNTES BIOGRÁFICOS Y BIBLIOGRÁFICOS

Adeline Virginia Woolf, de nacimiento Stephen, nació el 25 de enero de 1882 en el domicilio de su familia, el 22 de Hyde Park Gate, en Kensington (Londres). Era hija de sir Leslie Stephen, un eminente hombre de letras victoriano (primer editor del Diccionario biográfico nacional británico) y de su vital segunda esposa, Julia, famosa por su belleza (fue modelo prerrafaelita) y su filantropía.

El matrimonio Stephen tenía en total ocho hijos. Tres del matrimonio anterior de Julia con Herbert Duckworth, de quien había enviudado en 1867: George (nacido en 1868), Stella (nacida en 1869) y Gerald (nacido en 1870), que fundaría la editorial Duckworth & Co; Leslie, por su parte, había tenido con su fallecida esposa, Minny Thackeray, a Laura Makepeace Stephen (nacida en 1870), diagnosticada con una discapacidad psíquica por la que fue internada de por vida en 1891 (murió en 1945). Julia y Leslie tuvieron, además de a Virginia, otros tres hijos juntos: Vanessa (Bell, nacida en 1879), Thoby (nacido en 1880) y Adrian (nacido en 1883).

Niñez, adolescencia, educación y muerte del padre (1882-1904)

Durante toda su infancia, los hermanos Stephen vivieron en la casa en la que habían nacido, en Kensington, y pasaron los veranos en St Ives, un pueblo costero de Cornualles. La casa que alquilaban allí, Talland House, resultaba un refugio de libertad, un descanso del enclaustramiento de Londres. Woolf representaría siempre St Ives como un lugar lleno de color, euforia y libertad, y las impresiones de esta rutina veraniega encontrarían reflejo en su vida y en su obra. En ambas casas, los niños de la familia Stephen se verían expuestos a las distinguidas reuniones culturales organizadas por sus padres. Virginia crecería, así pues, en un mundo tardodecimonónico muy comunicativo, culto, epistolar y articulado, en el que abundaban las tertulias intelectuales. Sin embargo, aunque este ambiente brindaba, sin duda, numerosos estímulos, la estricta adherencia a la tradición y a las convenciones que reinaba en la casa también tuvo un efecto agobiante, en especial, en las chicas.

Las relaciones entre los hermanos eran complejas: si bien Virginia, Vanessa, Thoby y Adrian tendían a unirse contra sus hermanastros mayores —en el caso de la discapacitada Laura llegaban incluso a la crueldad del rechazo— y solían llevar a cabo juntos diversas actividades creativas, también había rivalidad y celos entre los cuatro, en especial entre Virginia y Vanessa. A pesar de sus diferencias, no obstante, las hermanas compartirían un vínculo muy estrecho y colaborarían artísticamente a lo largo de toda su vida adulta.

Virginia y Vanessa, a diferencia de sus hermanos Thoby y Adrian, que fueron escolarizados y estudiaron en la Universidad de Cambridge, fueron educadas en casa. Pese a que Virginia condenaría en sus escritos esta disparidad, su pretensión de ser una mujer sin educación y en gran medida autodidacta no deja de ser una fantasía. Además de estudiar griego (incluso a nivel universitario con el personal del departamento femenino del King’s College de Londres, lo que la puso en contacto con algunas de las primeras reformadoras de la educación superior femenina, como Lilian Faithfull, directora del departamento, o Clara Pater), su padre (que había sido catedrático en Cambridge) les enseñaba todas las mañanas latín, literatura (los clásicos ingleses y la literatura victoriana), alemán e historia. Además de estas clases privadas de alta calidad, Leslie Stephen concedió a su hija Virginia permiso para acceder a todos los libros de su biblioteca. Virginia era una lectora voraz, que se interesaba igualmente por los clásicos de la literatura inglesa y europea como por las voluminosas historias y biografías que su padre poseía. Este gusto resultó una influencia considerable y desarrolló muy pronto en ella una inclinación por la escritura biográfica, que la llevaría a componer diarios personales y a colaborar con sus hermanos en un periódico familiar —Hyde Park Gate News— para divertimento de sus padres. Hyde Park Gate News es un registro valioso de la actividad cotidiana de esta extraordinaria familia victoriana, basada en las revistas infantiles favoritas de los hermanos. Su fin era, por lo general, cómico: provocar la risa, sobre todo, de la madre, Julia Stephen.

La felicidad y la seguridad de la infancia de Virginia Stephen se vieron sacudidos en mayo de 1895 por la inesperada muerte de su madre, a causa de lo que había empezado como una gripe y se convirtió en unas fiebres reumáticas. Sin ninguna duda, este hecho fue inmensamente doloroso para la niña de trece años y la llevó a un estado de depresión que, por primera vez, sofocaría su producción creativa. Tardó aproximadamente un año en recobrarse de su primera crisis nerviosa, tratada principalmente por el doctor Seton, el médico de cabecera de la familia. No hay mucha evidencia documental del episodio, pero la propia Virginia Woolf diría más tarde que los efectos de la muerte de su madre la ayudaron a formar y aumentar sus percepciones artísticas: «como si se hubiese colocado un cristal al rojo sobre lo que yacía sombrío y durmiente».

Dos años más tarde, en 1897, su hermanastra Stella, que había cumplido el papel de madre a la muerte de Julia, murió poco después de casarse con Jack Hills, por problemas en el embarazo. La muerte de su hermanastra destrozó a Virginia y la dejó pendiente de un hilo en una fase delicada de su desarrollo personal, como escribiría más tarde: «El golpe, el segundo golpe de la muerte, me sacudió: temblando, arrugada, sentada con mis alas aún pegadas una a otra en la crisálida rota». Las cosas iban a empeorar con la muerte de Leslie Stephen, el 22 de febrero de 1904, tras una larga enfermedad. Los sentimientos de Virginia hacia su padre habían sido conflictivos: por un lado, le molestaba su figura autoritaria y llegaba a describirlo como un tirano, pero había temido su muerte inminente no solo por el caos que traería a la familia, sino también porque su cariño hacia él estaba reapareciendo.

Sea como fuere, la muerte de su padre provocó en Virginia un colapso nervioso de más gravedad, por el que estuvo brevemente internada en un sanatorio. Como con la primera crisis, la falta de información impide dar una impresión precisa de la recuperación, pero hay indicios de que estuvo ingresada unos tres meses y de que intentó suicidarse saltando por una ventana. Volvería a pasar breves periodos internada en 1910, 1912 y 1913. Sus crisis solían implicar delirios, cambios de humor violentos, impulsos suicidas y anorexia. A pesar de estos episodios y de la inestabilidad continua de su estado mental, que afectó a su vida social, su productividad literaria sufrió muy breves interrupciones a lo largo de su vida.

Bloomsbury (1905-1915)

Tras la recuperación de Virginia, su hermana Vanessa organizó que ellas dos y sus hermanos Thoby y Adrian se mudasen a una nueva dirección, el 46 de Gordon Square en Bloomsbury, un barrio más modesto y algo bohemio. En esta casa, se liberaron por fin de las restricciones del hogar paterno e irían formando una red de relaciones informales con los contactos universitarios de los chicos Stephen (sobre todo, Thoby), que trajeron nuevos amigos intelectuales al hogar familiar. Un grupo al que dará nombre el barrio en el que se reunían y en el que estuvieron E. M. Forster, Lyton Strachey, Roger Fry, John Maynard Keynes, Clive Bell (que se casaría con Vanessa) y Leonard Woolf, futuro marido de Virginia, entre otros. El grupo se distinguía no solo por el alto nivel artístico e intelectual de sus miembros, sino también por sus ideas progresistas, que desechaban la ortodoxia victoriana en favor de la libertad social y sexual, garantizaban el papel de las mujeres como iguales, aceptaban la homosexualidad y toleraban las relaciones extramatrimoniales.

Virginia llevaba cierto tiempo considerándose escritora. Había comenzado a escribir profesionalmente ya en 1900, y es en diciembre de 1904 cuando publica su primer reportaje largo (aunque anónimo) en el suplemento femenino de un boletín clerical, The Guardian, relatando su visita al hogar de las hermanas Brontë en Haworth. Estaba a punto de cumplir veintitrés años y sabía que, para ser independientes, ella y su hermana Vanessa necesitaban un trabajo con el que mantenerse. Si quería ser escritora, no podía someter su libertad creativa al dinero que le cediese algún pariente o un esposo. En pos de la independencia económica, además de escribir, entre 1905 y 1907 dio clases nocturnas a mujeres obreras en el Morley College del sur de Londres, donde enseñó Gramática e Historia. Pese a ello, su primera colaboración con The Guardian supone el reconocimiento de que la actividad periodista que emprende no es solo un entrenamiento para llegar a ser la artista que desea ser, sino también una escritura profesional. Pero no es hasta 1905 cuando esta actividad despega y comienza a colaborar escribiendo reseñas con el importante The Times Literary Supplement.

El año 1906 traería, sin embargo, una nueva tragedia a la familia. En septiembre y octubre, Virginia, Vanessa, Thoby y Adrian habían viajado por Grecia con su amiga Violet Dickinson; Vanessa y Thoby enfermaron y tuvieron que guardar cama a su vuelta a Inglaterra. Aunque el estado de Vanessa mejoró, su hermano fue diagnosticado con fiebres tifoideas, que acabaron causándole la muerte. Virginia se había acercado mucho a Thoby quien, aunque reservado y misterioso, había encarnado una forma de masculinidad más tierna, que la atraía. Este duelo real vino acompañado por el de la pérdida simbólica de Vanessa, cuando se casó en 1907 con Clive Bell. Por fortuna, esta vez, el dolor de Virginia no pareció llevarla ni a la depresión ni a nuevas crisis nerviosas.

En 1908 comenzó a experimentar con la escritura de una novela, a la que llamó Melymbrosia. La gestación de esta obra, que se convertiría en Viaje de ida, demostraría ser, sin embargo, larga y penosa. Otra fuente de intranquilidad en esta época fue su esfuerzo por entender su propia identidad sexual: aunque había explorado sentimientos homosexuales, se sentía atraída por los hombres, en particular por Clive Bell, una situación que provocaría los celos de su hermana Vanessa. A esto se añadía la ansiedad que le provocaba la posibilidad de quedarse soltera, no tener hijos y acabar dependiendo cada vez más de su hermana. En el verano de 1910, cuando Virginia mostró indicios de otra crisis nerviosa, Vanessa, tras consultar a los médicos, la internó en un sanatorio en Twickenham (al suroeste de Londres), donde Virginia pasó seis semanas, quejándose de su tratamiento, acusando a su hermana de conspirar contra ella y amenazando con saltar de nuevo por la ventana.

El 10 de agosto de 1912, Virginia se casó con Leonard Woolf, un amigo de la universidad de Thoby con quien llevaba compartiendo casa desde 1911, cuando se había mudado al 38 de Brunswick Square (aún en Bloomsbury) con él, su hermano Adrian, John Maynard Keynes y Duncan Grant. A pesar de su diferente procedencia social y del ligero antisemitismo de Virginia, los dos desarrollaron un vínculo profundo que se manifestaría emocional y profesionalmente, aunque no siempre en su vida sexual. Leonard, por lo general, era el primero en leer lo que Virginia escribía, la aconsejaba y era su apoyo durante los brotes nerviosos, que documentaba con profusión.

El año 1913 sería duro para la pareja: mientras se sumergía en el trabajo en su novela (que había reinventado por completo ya con el título Viaje de ida y que había sido aceptada para su publicación por la editorial de su hermanastro Gerald Duckworth), Virginia, cuya salud mental llevaba un tiempo siendo frágil, se vio atacada por terribles sentimientos de inadecuación como escritora, esposa y hermana, lo que resultó en una nueva crisis nerviosa y un intento de suicidio con Veronal. Durante este periodo, Leonard consultó a varios neurólogos, y se decidió que Virginia debía convalecer bajo supervisión médica en el campo (sería su último internamiento). Se recuperó para la primavera de 1914 y, más tarde ese año, la pareja se mudó a Richmond.

A comienzos del año siguiente, en que compró con su esposo la Hogarth House, en Richmond, Woolf sufrió otra crisis de nervios que requirió un nuevo periodo de supervisión, ya que se temía un nuevo intento de suicidio. La inminente publicación de Viaje de ida fue un factor importante de esta crisis, pues la aterrorizaba la recepción que podría tener. A finales de año, volvía a estar en el camino de la recuperación; se había publicado su ópera prima en marzo y estaba recibiendo críticas positivas, y ya había quien veía en ella la marca del genio y la innovación. Su carrera como novelista había tenido un comienzo muy prometedor.

Comienzo como editora y asentamiento como autora (1916-1922)

La Gran Guerra se había declarado en 1914 y, aunque Woolf no tuvo ninguna experiencia de primera mano del conflicto (salvo la muerte en 1917, en la batalla de Cambrai, de uno de los hermanos de Leonard), el cataclismo mundial tendría un efecto significativo en su vida y su escritura. Reforzó su firme creencia en el pacifismo —una actitud que nunca abandonaría— y tendría un importante papel en su ficción: no como un hecho definido y descrito directamente, sino como algo que pasaba «fuera de plano», y en la forma de personajes que morían o quedaban traumatizados por su participación en el conflicto. Más en general, el conflicto y la desilusión, y la pérdida de inocencia que supuso, fueron cruciales para dar forma a la estética y el enfoque modernista en que se encuadraría la obra de la autora, favoreciendo un cambio hacia textos fragmentados y voces narrativas más inciertas, elementos que serán decisivos en la narrativa madura de Woolf.

En 1917 los Woolf fundaron la Hogarth Press, una editorial bautizada por el nombre de la casa en que vivían, en cuyo salón habían instalado una imprenta. La primera obra que publicaron fue Publication No. 1. Two Stories (Publicación n.º 1. Dos historias), con el relato de Virginia «The Mark on the Wall» (La marca en la pared) y el de Leonard «Three Jews» (Tres judíos), de la que imprimieron manualmente ciento cincuenta ejemplares. A partir de ese año, la Hogarth Press publicaría todas las obras de Virginia salvo Night and Day (Noche y día [1919], publicada, como Viaje de ida, por su hermanastro) y las ediciones estadounidenses.

Al principio, la empresa tenía intenciones modestas: era un experimento para publicar sus propios trabajos; pero pronto se convirtió en una importante casa editorial, que publicaba libros no solo de los miembros del círculo de Bloomsbury, como E. M. Forster, Clive Bell, Roger Fry y J. M. Keynes, sino también los de T. S. Eliot, Robert Graves, Edith Sitwell y otros muchos autores de fama internacional. Ser editora en la Hogarth Press tendría para Woolf un papel crucial en la evolución de su propio trabajo: le había dado control total del desarrollo creativo de sus libros, hasta la composición y la producción, y la impresión contenía a menudo grabados de su hermana Vanessa.

Acostumbradas a pasar sus vacaciones en el campo del condado de Sussex, tanto Woolf como su hermana compraron allí casas. En 1916 Vanessa se mudó a Charleston con sus hijos y Duncan Grant. La casa se convirtió en un hogar lejos del hogar para numerosos bohemios, artistas y escritores. Tres años después, en 1919, los Woolf compraron la cercana Monk’s House, en Rodmell, donde pasarían los veranos a partir de entonces.

Durante esta época, Woolf comenzó a teorizar explícitamente su concepción del futuro de la ficción en prosa en ensayos como Modern Novels (La novela moderna, 1919), en la que criticaba a los escritores que llamaba «materialistas», como H. G. Wells, John Glasworthy y Arnold Bennett, y halagaba a los «espiritualistas», en particular a James Joyce, cuyo Retrato del artista adolescente (1916) y Ulises (entonces publicado por fascículos) consideraba el epítome del nuevo enfoque de la literatura que ella deseaba defender. Un nuevo estilo que evitaba las trampas de la prosa realista, como la cronología, el argumento, el realismo superficial y la objetividad, y en vez de ello investigaba lo que no se decía ni se podía decir, explorando líricamente los pensamientos conscientes. Ilustró estas teorías en varios relatos publicados en 1921 con el nombre de Monday or Tuesday (Lunes o martes), una obra que atrajo escasa atención y retrasó el progreso de la novela en la que había comenzado a trabajar en 1920.

Esa novela, titulada Jacob’s Room (El cuarto de Jacob), aparecería por fin en 1922, el año que suele considerarse el punto decisivo de la literatura modernista (es también el año en que se publicaron el Ulises de Joyce y La tierra baldía de T. S. Eliot). Se trata de una obra atrevida no solo desde el punto de visto estilístico, sino también en términos del asunto personal que trata: en este caso, los sentimientos de pérdida de Virginia en cuanto a la muerte de su hermano Thoby.

Ese mismo año, el 14 de diciembre, Virginia conoció a Vita Sackville-West, la extravagante escritora aristocrática, en una cena celebrada por Clive Bell en Londres. Para Woolf, Sackville-West encarnaba la feminidad fuerte, sensual y segura de sí misma que echaba de menos en su propia forma de ser, y sería la inspiración de la fantasía biográfica Orlando, que Woolf publicará en 1928.

Consolidación (1923-1938)

Dados los diversos achaques que sufrió Woolf en 1921 y 1922 (entre ellos una fuerte gripe), ella y Leonard habían dejado Londres en favor del tranquilo Richmond. Aunque, cuando Virginia se encontraba mejor, viajaban al centro de la ciudad para disfrutar una vida social limitada, cuando su salud mejoró definitivamente en 1923, la autora comenzó a sentirse prisionera y desconectada en Richmond y ansiaba volver a la ciudad, su ruido y su vitalidad. En marzo de 1924 los Woolf regresaron a Londres, a Bloomsbury, donde alquilaron una casa en el 52 de Tavistock Square, a cuyo sótano trasladaron las oficinas de la Hogarth Press.

Fue de vuelta a Londres cuando Virginia publicaría las novelas por las que es ahora una autora aclamada. La señora Dalloway, aunque comenzada cuando aún estaba viviendo en Richmond usando un personaje que ya había aparecido en Viaje de ida, Clarissa Dalloway, la narración está claramente influida por su vida social en Londres, centrada como está en la preparación de una fiesta de la clase media alta. Aunque, en ciertos aspectos, la novela marcaba un regreso a una forma más lineal de narración, con un protagonista destacado —a diferencia de El cuarto de Jacob, en la que el personaje del título está en su mayor parte ausente—, no abandonaba las técnicas de vanguardia en lo más mínimo: de hecho, fue revolucionaria en la forma en que entreteje la conciencia de dos personajes independientes. Tras su publicación en 1925, La señora Dalloway recibió reseñas aplastantemente positivas.

En la brecha abierta por La señora Dalloway, Woolf publicó otra muestra de innovación estilística combinada con resonancia emocional y hábil caracterización: To the Lighthouse (Al Faro, 1927). Con una estructura rígida tripartita como marco de una exploración elegiaca del paso del tiempo, la novela la confirmó como una autora de gran calidad en la ficción. Con cuarenta y cinco años, había publicado ya cinco novelas, que se habían ido haciendo cada vez más innovadoras en estilo, así como un número importante de reseñas y ensayos críticos significativos.

Es esta última faceta suya la que da testimonio, asimismo, de su interés no solo en la ficción, sino también como historiadora, crítica y activista política, centrada en el papel de la mujer en el mundo. Su historia personal la había hecho consciente de la causa feminista cuando recibió clases de griego. En 1910 había comenzado a hacer trabajo voluntario para el movimiento sufragista, y muchas de sus reseñas y escritos sobre historia se centraban en la investigación de la vida de las mujeres. Su activismo tomaría una nueva dimensión en 1929, con la publicación de A Room of One ’s Own (Un cuarto propio), basado en las conferencias sobre «Mujeres y ficción» que había dado en Cambridge el año anterior. En este influyente ensayo, Woolf argumentaba que las mujeres habían sido marginadas, en gran medida omitidas de los registros históricos, y que nunca se había permitido florecer su potencial en la esfera pública debido a las limitaciones económicas y sociales; para poder remediarlo, «una mujer debe contar con dinero y con un cuarto propio». A este ensayo, siguió uno más corto, en 1931, Professions for Women (Profesiones para mujeres), que profundizaba más específicamente en la desigualdad de oportunidades educativas y profesionales para las mujeres a través de la historia. Woolf no dejaría nunca de pronunciarse y escribir sobre la opresión femenina durante el resto de su vida.

En 1931 publicó también The Waves (Las olas), considerada una de las novelas más atrevidas estilísticamente de la autora y el culmen de su producción de ficción, con su entretejimiento de seis personajes y sus conciencias. Su siguiente novela siguió demostrando la continua búsqueda de nuevas formas de experimentación. The Years (Los años, 1937) había surgido como un proyecto titulado The Partigers, que iba a integrar varios ensayos políticos e históricos en una crónica ficticia que abarcaría los años de la vida de una familia y haría hincapié en temas de violencia y discriminación de las mujeres. Pero la obra demostró ser demasiado voluminosa y difícil de completar, y Woolf decidió eliminar los ensayos, lo que resultó en una novela de resonado éxito comercial.

En 1936 los acontecimientos mundiales devolvieron a Woolf al estado mental en el que se encontraba durante la Primera Guerra Mundial. Escribió en su diario que no se recordaba tan mal desde que había estado trabajando en Viaje de ida. Al año siguiente, cuando Julian Bell (el hijo de Vanessa) cayó en la batalla de Brunete, al ser alcanzada por metralla la ambulancia republicana que conducía, Virginia interrumpió sus actividades creativas para apoyar a su desolada hermana, pero el hecho la inspiró a escribir el tratado Three Guineas (Tres guineas), que publicaría en 1938, y que vinculaba feminismo y pacifismo, y caracterizaba la guerra como el mayor exceso de la autoridad masculina. Un gesto que abundaba en esta diferencia entre el pacifismo femenino y la violencia masculina fue que donó el manuscrito de la obra con el fin de recaudar dinero para los refugiados alemanes.

Últimos años (1939-1941)

Este ominoso ambiente de preguerra y varias muertes en su círculo —Roger Fry en 1934 y lady Ottoline Morrell en 1938, además de la de Julian— empañaron los últimos años de Virginia Woolf. Continuó escribiendo, compaginando varios proyectos, como su biografía de Roger Fry, sus propias memorias y la que sería su última novela Between the Acts (Entre actos, que se publicaría póstumamente en 1941).

Como consecuencia de los bombardeos de Londres, la casa en la que tenían los Woolf su residencia y la del número 52 de Tavistock Square, donde había estado la Hogarth Press en Bloomsbury, quedaron destruidas. Esto produjo una fuerte impresión en Virginia y supuso la instalación definitiva de la pareja en Rodmell. Aunque su actividad era su forma de mantener a raya sus demonios y los horrores de la época, para cuando comenzó el Blitz en 1940, Woolf sentía que su «yo escritor» se le escurría entre los dedos, y no dejaba de dudar del propósito y el efecto de su trabajo. Los Woolf decidieron que, en caso de que Inglaterra fuese invadida por Alemania, se suicidarán juntos. En Monk’s House Virginia continuaría trabajando en Entre actos, que terminó en febrero de 1941. En lo sucesivo, su estado mental se deterioró de forma alarmante y, aterrada por la idea de la locura, que la intuición de ciertos síntomas la hicieron presentir, el 28 de marzo se suicidó en Lewes (Sussex), ahogándose en el río Ouse. Tenía cincuenta y nueve años. No encontraron su cuerpo hasta el día 18 de abril, tres semanas después de su desaparición.

Una escritora modernista

La carrera de Virginia Woolf como autora de ficción cubre los años de 1912 a 1941, treinta años salpicados también de críticas literarias y crónicas de sociedad. Woolf fue una escritora prolífica: además de nueve novelas (tres de ellas entre las obras maestras del siglo), dejó escritas decenas de relatos, cientos de ensayos, miles de cartas y un diario que ocupa treinta volúmenes, además de dos biografías y alguna obra de teatro. Firmemente asentada en el círculo de Bloomsbury como estaba, y aunque este fuese un trampolín hacia la liberación social e intelectual, Woolf sería, en realidad, parte de un movimiento más amplio conocido como modernismo.

A medida que el mundo se alejaba de las certezas y las convenciones del siglo XIX hacia uno en el que los avances científicos y el malestar social y político ponían en cuestión las ideas previas, las artes debían encontrar nuevos modos de expresión que reflejasen dichos cambios. Anunciados por las obras de Joseph Conrad y Henry James, los modernistas literarios de los años diez y veinte del siglo XX, como T. S. Eliot, Wyndham Lewis, James Joyce y Ezra Pound, contribuyeron cada uno a su manera a un enfoque más experimental de la escritura.