La sombra religiosa americana - José Luis Avendaño - E-Book

La sombra religiosa americana E-Book

José Luis Avendaño

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Beschreibung

José Luis Avendaño expone en su libro el fenómeno del ascenso de visibilidad social y tracción pública de la iglesia evangélica. El foco de análisis es la influencia que ejerce sobre ella la American Religion; esa forma de religiosidad que encarna y glorifica los valores de la American Way of Life. En La sombra religiosa americana el autor expone uno de los fenómenos más debatidos de los últimos años en América Latina: el ascenso de visibilidad social y tracción pública de la iglesia evangélica. El crecimiento demográfico, la presencia cada vez mayor en medios y redes sociales y las incursiones en la arena política despiertan todo tipo de reacciones en un continente históricamente católico, aunque actualmente globalizado y en proceso de secularización. Las voces, desde las más esperanzadas hasta las más críticas, a menudo abundan en estereotipos; la pregunta por lo evangélico –sus características, sus luces y sombras, su unidad en medio de una enorme diversidad– sigue en pie. En esta analítica y minuciosa obra, José Luis Avendaño descifra el misterio detrás de los múltiples rostros de la iglesia evangélica latinoamericana. El foco de análisis es la sombra que ejerce sobre ella la American Religion: esa forma de religiosidad que encarna y glorifica los valores de la American Way of Life. Dos conceptos le sirven como eje para entender el cristianismo: la identidad –aquello que la revelación tiene de único e inmutable– y la relevancia –aquello que evoluciona, en dialogo con la cultura-.

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Seitenzahl: 1323

Veröffentlichungsjahr: 2021

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LA SOMBRA RELIGIOSAAMERICANA

CÓMO EL PROTESTANTISMO DE LOS EE.UU.IMPACTA EL ROSTRO DE LA IGLESIALATINOAMERICANA.IDENTIDAD Y RELEVANCIA

José Luis Avendaño

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2021 por José Luis Avendaño

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2021 por Editorial CLIE

LA SOMBRA RELIGIOSA AMERICANA

ISBN: 978-84-18204-49-4

eISBN: 978-84-18204-50-0

Cristianismo

Historia

José Luis Avendaño es un Doctor (PhD) en teología y filosofía por la Universidad de Toronto, de nacionalidad chilena. Ha realizado estudios en ciencias teológicas y bíblicas en diversas instituciones de América Latina (Chile, Argentina, Costa Rica). Ha servido como pastor luterano en los Estados Unidos por la Evangelical Lutheran Church in America. Dentro de sus diversos intereses académicos destacan, tópicos tan variados, como el estudio de la American Religion y su influjo en el contexto evangélico de América Latina; la tradición sinóptica y el Jesús histórico; la teología de la Reforma; corrientes teológicas contemporáneas y el problema de la teodicea. Ha publicado un estudio sobre el evangelio de Marcos y su tesis doctoral, Teodicea a la luz de la theologia crucis. Martin Lutero ante el misterio del sufrimiento humano, cristiano.

DEDICATORIA

A mi madre y al recuerdo de mi padre.

ÍNDICE GENERAL

Prólogo por Manfred Svensson

Presentación

I. VERDAD EN POSTERGACIÓN DE LA CONTEXTUALIDAD. LAIDENTIDAD COMO IMPERATIVO

1.PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

2.UNA HERENCIA DESDE EL NORTE

2.1.Influjo misional en el marco de un incipiente interés geopolítico y económico

2.2.América Latina, “una zona oscura y tenebrosa”

2.3.Profundización de los contenidos de la American Religion. Una tarea pendiente

3.EL FUNDAMENTALISMO

3.1.Origen del fundamentalismo

3.2.Principios de la identidad fundamentalista

3.2.1.Principio político

3.2.1.1.El contacto con una sociedad y una cultura abiertas ya a la modernidad

3.2.1.2.Inicio y desarrollo del antiintelectualismo

3.2.1.3.El antiintelectualismo evangelicalista. Primer y Segundo Despertar

3.2.1.4.El fin de la Segunda Guerra. Un cambio de escenario misional y de estrategia política

3.2.1.5.La nueva derecha cristiana

3.2.1.6.El asunto de Israel

3.2.1.7.Su legado para América Latina

3.2.2.Principio cultural

3.2.2.1.Aspectos preliminares

3.2.2.2.La dinámica de la subcultura

3.2.2.3.Evangelio y American way of life

3.2.2.4.Aciertos y contrariedades

3.2.3.Principio teológico

3.2.3.1.Aspectos preliminares

3.2.3.2.El asunto del biblicismo

3.2.3.3.Conclusión

3.3.El neopentecostalismo

3.3.1.Aspectos preliminares

3.3.2.Ruptura y continuidad

3.3.3.Escatología terrena y teodicea de la felicidad

3.3.4.Un sistema cúltico que hace a la teología y se constituye en primer elemento misional

3.3.5.Espacios cúlticos, visiones sobre Dios, el discurso de la prosperidad

3.3.6.Conclusión

3.4.El fundamentalismo. Una observación final

4.LAS REORTODOXIAS

4.1.Aclaraciones previas

4.2.Los riesgos

4.3.Conclusión

5.EL MOVIMIENTO DE LAS IGLESIAS EMERGENTES

5.1.Aclaraciones previas

5.2.Lectura crítica de la religiosidad convencional

5.3.Reestructuración organizacional y teológica de las iglesias. Dan Kimball y Brian D. McLaren, dos propuestas

5.4.Un intento de evaluación

II. CONTEXTUALIDAD QUE CONDICIONA ELLAMISMA A PRIORI EL CRITERIO DE VERDAD.LA RELEVANCIA COMO IMPERATIVO

1.PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

2.TENDENCIAS EN AMÉRICA LATINA

2.1.La relevancia como imperativo

2.2.Modelos crítico-teóricos y distanciamiento hermenéutico

2.3.El quehacer teológico como ejercicio de mediación

2.4.Teología de la liberación y teologías del genitivo

2.4.1.Aspectos preliminares

2.4.2.Ejes conductores

2.4.2.1.Compromiso

2.4.2.2.Pobre y pobreza

2.4.2.3.Lo popular y contextual

2.4.2.4.Ruptura con la historia del pensamiento cristiano y filosófico, y la referencialidad confesional

3.EL PROGRESISMO POSMODERNO

3.1.Aspectos preliminares

3.2.El progresismo en su modalidad eclesiástica-teológica

3.3.Progresismo teológico, que no liberalismo teológico. Inicios del movimiento

3.4.Modernidad, secularización y el recurso práctico de la posmodernidad

3.5.Aclaraciones sobre el término

3.6.Elementos esenciales del progresismo posmoderno

3.6.1.El institucionalismo como identidad

3.6.2.Régimen laicista y liderazgo eclesial

3.6.3.Justicia social y discurso horizontal

3.6.4.Diálogo con las religiones del mundo, cultura y sociedad

3.6.5.Políticas educacionales, la glorificación de las minorías

3.6.6.El trabajo misional con las comunidades hispanas y construcción cultural de América Latina

3.6.7.Educación teológica en el marco del nuevo giro de la educación superior

3.6.8.El asunto de la literatura en general y de la teología en particular: producción literaria y políticas de traducción al español

III. IDENTIDAD Y RELEVANCIA. SU RELACIÓN DIALÉCTICA YCLAVES DE INTEGRACIÓN PARA EL QUEHACER ECLESIÁSTICO YTEOLÓGICO EVANGÉLICO DE AMÉRICA LATINA

1.PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

2.DOS EXPLICACIONES SOBRE EL TEMA

2.1.Pasión por la gran comisión

2.2.Hábitos del corazón: Una natural tendencia hacia la polarización y la escisión

2.3.Conclusión

3.LA INSISTENCIA EN UNA TEOLOGÍA ESTRICTAMENTE REGIONAL, COMO VÍA PARA ALCANZAR UNA TEOLOGÍA DESCRIPTIVA DE AMÉRICA LATINA. UN COTEJO CON EL PROYECTO FILOSÓFICO HISPANOAMERICANO

3.1.Universalidad y regionalidad

3.2.Apertura y clausura

3.3.Crítica intercultural al proyecto filosófico latinoamericano

4.EL PROCESO DE INTERNALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO EN AMÉRICA LATINA

4.1.El periplo

4.2.Caracterizaciones

4.3.Ausencia de filosofía propia. La tarea de nuestra filosofía

4.4.Conclusión

4.5.Semblanzas y contrastes con el quehacer de la teología

5.EL CAMINO DEL QUEHACER ECLESIÁSTICO Y TEOLÓGICO EVANGÉLICO LATINOAMERICANO. UNA PROPUESTA

5.1.Aspectos preliminares

5.2.Recuperación de lo universal y lo circunstancial como camino hacia un quehacer teológico evangélico auténtico y profundo

5.3.Recuperación de la dimensión del misterio

5.4.Recuperación de la dimensión ecuménica sobre la base de un diálogo profundo y veraz entre las iglesias

5.5.Recuperación de la correcta articulación dialéctica de la dimensión de la identidad y de la relevancia

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

El lector tal vez recuerde que unos años atrás, el presidente venezolano Hugo Chávez tomó la decisión de expulsar de su país a una organización misionera estadounidense llamada “Nuevas Tribus”. A su juicio, la actividad de esta organización constituía una “verdadera penetración imperialista”. Si alguien toma el presente libro en sus manos y cree que en él encontrará el respaldo histórico o teológico para una decisión como la de Chávez, si espera encontrar en él la simple denuncia de las iglesias evangélicas como brazo del imperialismo o el capitalismo, se verá ampliamente defraudado.

Porque como bien lo indica el subtítulo, lo que se busca esclarecer aquí es la influencia del genio religioso norteamericano sobre nuestro continente. Tal como con la tradición de reflexión política occidental, que pervive en Estados Unidos, pero con énfasis muy propios, el cristianismo que ahí llegó sufrió una transformación significativa, no en el sentido de un explícito cambio doctrinal, sino en términos del espíritu que caracteriza a toda su vida religiosa (patente en el tipo de relación que se cultiva con la tradición previa, en su antiintelectualismo, su resistencia a la mediación, etc.). Es esa religiosidad americana, que está lejos de agotarse en una política imperialista, la que aquí es estudiada como un factor determinante sobre las variadas corrientes del evangelicalismo latinoamericano. Este libro se yergue pues contra el “pensamiento único”, pero precisamente desde una conciencia de que lo que entre nosotros se ha impuesto como pensamiento único y como “modelo cultural homogeneizante y tutelar, no ha sido desde luego el gran acervo teologal presente en la historia del pensamiento cristiano, los grandes credos ecuménicos, la herencia teológica de los Reformadores”, sino más bien “la desreferencialidad y la ruptura más radical”.

Pero la desconexión entre la religión americana y fenómenos como la expulsión de las “Nuevas Tribus” no es total; Chávez tomó su decisión poco después de que Pat Robertson, en su programa El Club 700, afirmara que el gobierno norteamericano debía tomar la decisión de acabar con la vida del presidente venezolano, por constituir una “amenaza terrorífica” para Norteamérica. Tales dichos, que en boca de otros podrían constituir una imprudente salida de libreto, aquí más bien parecen un ejemplo típico (el lector encontrará en estas páginas muchísimos más) de la derecha religiosa. Esta es, en efecto, una manifestación política y teológica muy significativa de esta religión americana. Con todo, ella no agota el espectro de dicha religiosidad, y la conciencia de ese hecho es lo primero que vuelve singular al libro que el lector tiene entre sus manos.

La denuncia contra la derecha religiosa como un producto norteamericano, cuya influencia sobre Latinoamérica es considerable, no es, en efecto, nada inusual. Inusual resulta, en cambio, el esfuerzo del presente libro por mostrar como igualmente propios de la religión americana al posmodernismo y a la izquierda cultural en sus manifestaciones religiosas. Inusual es que se esté buscando la religión americana no solo en sus manifestaciones extravagantes, sino donde es más imperceptible, donde hay incluso una apariencia de distancia al respecto de la cultura americana; por decirlo de otro modo, inusual es que se esté dispuesto a explorar en una misma obra lo que une a un Pat Robertson con un Brian McLaren. Bien puede decirse, de hecho, que el objeto de este libro son las simetrías entre movimientos aparentemente antagónicos, simetrías que se explican por el genio característico de la religiosidad norteamericana.

Pero con eso hemos hablado solo de una parte del título, por decirlo así, dejando de lado los términos “identidad” y “relevancia”. Conviene reparar en ello porque, de lo contrario, podría reducirse la problemática a una mera discusión sobre las simetrías entre derecha e izquierda. Ya eso tendría por supuesto cierto valor, en particular para quienes solo tengan ojos para ver los problemas de una (cualquiera de las dos) de esas orientaciones políticas. Pero con eso quedaría muy en el trasfondo la preocupación realmente central de este libro, que, de principio a fin, y con todo lo detenido que en otro sentido pueda ser su análisis cultural, es una preocupación teológica. Las diferencias que políticamente podrían ser expresadas como de derecha e izquierda son aquí revisadas con miras al polo al que se orienta cada tendencia teológica o eclesiástica dentro de la dialéctica entre identidad y relevancia. Con tales conceptos José Luis Avendaño se refiere, por una parte, a quienes buscan ante todo preservar una identidad distintivamente cristiana y, por la otra, a quienes buscan presentarla de un modo relevante para el propio contexto (posmoderno, latinoamericano, o lo que fuere). Que todo intento por expresar genuinamente el cristianismo implicará una atención debida a la identidad cristiana, sin diluirla en lo que sea que se presente como objeto de su misión, pero que dicha identidad es para algo y que, por lo tanto, el momento de relevancia también tiene que estar siempre en la mira, es algo que el autor tiene claramente presente, y que le permite estar reconociendo en cada uno de los polos momentos de lo cristiano, en lugar de escribir una simple obra de denuncia. Pero su valor radica precisamente en la independencia –una independencia de juicio muy difícil de encontrar en nuestro medio– con la que diagnostica características unilateralidades del “radicalismo de la identidad” y del “radicalismo de la relevancia”.

Al acometer tal tarea, José Luis naturalmente está consciente de estar trabajando en base a “tipos”, cuya concreción en la realidad muchas veces es más matizada que lo discernible en los pocos párrafos que se puede dedicar a cada tema. Esto es así al respecto de cada uno de los asuntos implicados en esta discusión. La delimitación de lo que ha de contar como evangelical, por ejemplo, es de una dificultad considerable, suficiente como para preguntarse por la utilidad del término. Si se le sigue considerando útil, y se caracteriza lo evangelical en contraposición con un mainstream protestantism, por el polo de la identidad, se habrán iluminado elementos considerables de dicha mentalidad, pero no es menos cierto que también el polo evangelical de la cultura eclesiástica norteamericana, incluso cuando se le siga caracterizando como de derecha, es capaz de configurarse de un modo muy significativo por la búsqueda de relevancia (algo que, en la tipología de José Luis Avendaño, correspondería más bien a la tendencia de la izquierda cultural y eclesiástica). Os Guinness dedicó hace una década un libro entero, su Prophetic Untimeliness: A Challenge to the Idol of Relevance, a dicha cuestión. Pero eso, lejos de echar por tierra la propuesta de José Luis, me parece que más bien confirma las intuiciones básicas de este libro, a saber: aquellas sobre la medida en que los polos aparentemente opuestos de esta cultura religiosa pueden ser retrotraídos a un mismo espíritu característico.

Pero esta obra no se agota en una simple identificación de un determinado espíritu de la religión americana, sino que desciende a cuestiones particulares con bastante detención. Entre ellas se encuentran no solo preocupaciones como la de la forma que pueda adoptar una actividad ecuménica que escape a las peculiaridades de un énfasis exclusivo en identidad o relevancia, sino que se encuentra también una amplia preocupación por la educación teológica en el marco de los cambios que ha sufrido la educación superior. Rara vez en la literatura latinoamericana sobre la educación teológica hay tal reflexión previa sobre el estado general de la educación superior en la cultura contemporánea, y ya eso hace que valga la pena la lectura de este libro. En esto desciende, por lo demás, a situaciones específicas en las que se materializan políticas: las decisiones, por ejemplo, al respecto de qué literatura teológica traducir, una decisión de primera relevancia si se considera lo escaso que sigue siendo en el mundo latinoamericano el acceso a literatura en otros idiomas. Sería de sumo interés un análisis más exhaustivo de este punto, que contrastara las diversas editoriales influyentes del mundo evangélico hispanoparlante; las preguntas aquí planteadas parecen una buena guía en dicha dirección.

Cabe, por último, plantear algunas dudas al respecto de la medida en que lo aquí estudiado podría ser convertible a un estudio no sobre lo característicamente americano de nuestra religiosidad, sino de lo característicamente moderno de la misma. Los dos polos en que este espíritu se ve refractado, identidad y relevancia, o fundamentalismo y relativismo, son, en efecto, polos a los que se tiende no solo bajo condiciones propias del espíritu norteamericano, sino que constituyen una división que –como testifican, por ejemplo, los estudios reunidos por Peter Berger en Between Relativism and Fundamentalism– bien puede ser reconducida a escisiones característicamente modernas. Bien cabe preguntarse si en medio de nuestra preocupación contextual seguimos en buena medida ciegos al más general de nuestros contextos: la modernidad. Pero esta por supuesto no es una alternativa al estudio de la religiosidad americana, sino algo complementario. De hecho, como en más de un lugar de este libro se apunta, la religión americana y su subyacente American way of life han contribuido de modo significativo a nuestro enajenamiento al respecto de cualquier tradición previa, y dicho enajenamiento ha llevado a la pérdida de todo punto de contraste que nos permita ver lo característicamente moderno de nuestra situación. Por lo mismo, también las tendencias antimodernas en nuestro seno adquieren un sabor moderno: antiarminianismo, antiliberalismo y fenómenos similares se hacen presentes en nuestro medio, pero su peculiaridad como momentos de una historia de la teología no es percibida (más bien, reemergen siempre con un aire decimonónico), y por lo tanto no logran plantearse como efectiva alternativa a la situación contemporánea, sino que se convierten siempre en una cara de la misma situación.

Seminaristas, pastores y creyentes con fuerte interés teológico, todos encontrarán cuestiones de interés en estas páginas. No es prerrequisito para ello tener una disposición hostil hacia la cultura norteamericana; sí es prerrequisito tener algo de espíritu crítico (que el autor agradecerá también al respecto de su propio texto).

Manfred Svensson

Doctor en Filosofía por la Ludwig-Maximilians-Universität,München (Alemania). Actualmente es profesor en el Instituto deFilosofía de la Universidad de los Andes (Chile)

PRESENTACIÓN

Quienquiera se haya involucrado en el quehacer teológico formal, se habrá enfrentado en más de alguna oportunidad a la tan decisiva pregunta de si, al final de cuentas, todo aquel conjunto de tradiciones y saberes que constituyen esta actividad sirven al propósito de afirmar y clarificar, para cada nueva generación y aun para su propia vida, el mensaje central de la fe cristiana, a saber: Jesús, el Cristo, su vida, su mensaje, su muerte y su resurrección. Es cierto, no lo podríamos obviar; tan crucial interrogante le afecta a aquel hipotético sujeto en su condición de teólogo cristiano, le afecta, además, en relación con su particular especialidad teológica, le afecta en tanto suscriptor o simpatizante de una determinada escuela, le afecta también como hombre o mujer que vive y se desenvuelve en una específica cultura y sociedad, le afecta, claro está, como miembro de una particular tradición eclesiástica, pero le afecta aún más, en lo más cabal de su existencia cristiana, en la medida en que aquella pregunta no se reduce simplemente a un asunto de interés estadístico o estructural, sino a lo que aquel Jesús, crucificado y resucitado, le dice y lo compromete en lo concreto de su propia humanidad, y en el cómo el quehacer eclesiástico y teológico ha contribuido en preservar y esclarecer dicha realidad. Sin embargo, esto que constituye una impostergable dilucidación personal, ineludible toda vez que el teólogo no discurre en torno a un principio divino general, sino en relación directa con el Dios de la historia y, más precisamente, su revelación, Cristo y su Palabra, podemos afirmar además que ha sido la pregunta que ha concitado a través de todos los tiempos los esfuerzos más sensibles de la Iglesia toda y de cada generación cristiana. Hállanse implicados en tal pregunta, por lo demás, y en todos sus esfuerzos de abordarla, dos dimensiones indisolubles del mensaje cristiano, esto es: los conceptos de identidad y de relevancia. Nos referimos con aquello de la identidad y la relevancia a aquel dialéctico movimiento que se establece en torno al mensaje fundante de nuestra fe, y que no es otro, respecto a lo primero, que la afirmación de su verdad, entendida como verdad revelada, que incluye el seguimiento de su despliegue en la historia de sus interpretaciones1, como, al respecto de lo segundo, la preocupación por el impacto relevante de esta verdad, a modo de participación contextual.

Ya Paul Tillich, al comienzo de su Teología sistemática, podía afirmar abiertamente que la función más importante del quehacer teológico en cuanto órgano de la iglesia no es otra, sino “la afirmación de la verdad del mensaje cristiano y la interpretación de esta verdad para cada nueva generación”2. Ciertamente, nadie podría negar que, en el esfuerzo por preservar la verdad insustituible del mensaje cristiano, su particular identidad, como mensaje que se distingue de todas las demás voces y anuncios de este mundo, y en el empeño a su vez por traducir esa inmutable proclamación a las oscilantes categorías de comprensión humanas, propias de cada cultura y generación, radica la labor teológica esencial de la iglesia cristiana. Y, no obstante, ¿quién podría desconocer también en esta tarea tan fundamental al propio ser de la iglesia, aquello que asimismo le ha enfrentado a su mayor crisis y desgarramiento internos, toda vez que a esta no siempre le ha resultado labor fácil el discernimiento del correcto modo de relacionar la afirmación y la interpretación del mensaje de nuestra fe? ¿Quién no podría advertir, entre tanto, tras el fraccionamiento de una misma familia denominacional, la evidente polarización de sus bandos al enfatizar una dimensión a expensas de la otra, ora la de la identidad, ora la de la relevancia, de aquel mismo e indisoluble discurso cristiano? Más aún, si tuviéramos que someter a evaluación nuestro propio cometido como quehacer teológico y eclesiástico evangélico latinoamericano, en función de acceder a una armónica correlación entre ambas inseparables dimensiones de la fe, ¿diríamos que lo que ha primado aquí ha sido el saludable fluir dialéctico de ambas funciones o, simplemente, la exacerbación polarizante de una sola de ellas? ¿Podríamos afirmar que, en nuestro afán de una presurosa interpretación de aquel mensaje a la contingencia política, social o cultural de nuestra América Latina, y en el intento de destacar, claro está, su continua dimensión relevante, se ha sabido siempre preservar la afirmación de aquella revelada verdad y la referencia histórica de sus sistematizaciones, que resulta inseparable de su propia identidad? Y, a modo de indispensable contraparte, ¿podríamos constatar que, a aquella ferviente valoración por la verdad de este mensaje, incluso en su articulación doctrinal o confesional, le ha seguido siempre su eficaz internalización en las urgencias más vitales de nuestra vida social, cultural, continental?

Ahora bien, en la medida en que el hilo conductor que engarza cada uno de estos interrogantes se decanta en torno a aquel mismo principio de identidad y relevancia del mensaje cristiano, y al respecto del modo en que se ha de relacionar a ambos, permítasenos adelantar, en reacción a aquello, una declaración preliminar que resulte, al mismo tiempo, en propuesta programática de lo que a través de toda esta presentación intentaremos ensayar: ninguna contribución verdaderamente significativa al quehacer teológico y eclesiástico de América Latina podría darse por satisfecha en la actualidad con una comprensión de la fe cristiana que señale nada más que su carácter normativo y doctrinal, al margen de toda atención a su desarrollo histórico, como así también a su impostergable compromiso con la realidad contextual, pero, mucho menos, con permitir que sean aquella misma evolución y regionalidad las que configuren en exclusiva y prácticamente a priori el criterio de identidad. Empero, para que esta afirmación directriz logre articularse en lo concreto de una matriz social, cultural y continental, y sortee así los límites de la correcta pero abstracta declaración de principios, debe antes seriamente considerar la evidente complejidad que ofrece en la actualidad el escenario evangélico de América Latina. Un escenario, tanto eclesiástico como teológico, mucho más diversificado y complejo que el de hace treinta años, y en el que confluyen, solo por nombrar algunos de sus actores más notorios y en principio virtualmente antagónicos, desde el fundamentalismo, las ortodoxias, el pentecostalismo autóctono, los recientes movimientos neopentecostales y los grupos emergentes, hasta la teología de la liberación, las teologías del genitivo3 y los incipientes bloques progresistas. Y, sin embargo, más allá de la diversidad de expresiones y modalidades, no siempre fáciles de reconocer o clasificar, que se dan cita en el contexto evangélico de nuestro continente, creemos posible advertir dos tendencias preponderantes que, aunque sean disímiles en su origen y muchas veces excluyentes entre sí, convergen no pocas veces en el curso de su desarrollo en similares comportamientos polarizantes. Ambas tendencias giran, a nuestro juicio, también en torno a la dimensión de la identidad y la relevancia del mensaje cristiano, pero la mayoría de las veces exacerban, no obstante, una sola de estas inalienables funciones. Llamaremos a este movimiento unidireccional: verdad (identidad) en postergación de la contextualidad (relevancia), y contextualidad que condiciona ella misma a priori el criterio de verdad. Ciertamente, qué duda puede haber de que en el cuidado por no encallar en ninguna de estas aporías reside en parte aquello que le permitirá al quehacer teológico y eclesiástico evangélico de nuestro continente desarrollar una sana relación dialéctica entre ambas fundamentales dimensiones de la fe cristiana –la identidad y la relevancia– que, junto con la continuidad y fidelidad hacia su acervo histórico (teología in oratione obliqua), posibilite a su vez la iluminación creativa y desafiante del presente (teología in oratione recta)4.

Esa diversidad de formas y expresiones que a la sazón dan forma al variopinto escenario evangélico de América Latina, y cuya complejidad en cuanto al análisis no podría ser desconocida, discurre, no obstante, y a pesar de todo aquello, bajo un determinado horizonte espiritual y de sentido –lo evangélico–, y este bajo una particular fuerza histórica e ideológica, que le ha insuflado su contenido –los grupos y movimientos misioneros que han sido gestores de la evangelización en nuestro continente, con casi total hegemonía entre estos, aquellos provenientes de los Estados Unidos–. Tales grupos y movimientos, en efecto, han sido no solamente responsables por la introducción del protestantismo en América Latina –y ya al nivel de empresa misionera, enhorabuena– o de aquello que en tan alta medida se tiende a afirmar y a comprender en nuestro medio como lo evangélico, sino además por el modo en que se ha llegado a establecer en el mismo la relación entre la dimensión de la identidad y de la relevancia del mensaje cristiano. Sea necesario, por tanto, y a la luz de estas fundamentales afirmaciones, realizar dos importantes clarificaciones, tanto en relación con lo que queremos mentar por lo evangélico, como por el alcance que pretendemos asignarle a aquello de las dimensiones de la identidad y la relevancia dentro de este contexto específico. Al respecto de la relación con lo evangélico, o si se quiere, con el concepto aquel de iglesia evangélica, no es sorpresa para nadie el hecho de que el término puede bien prestarse (y se ha prestado) a más de una ambivalencia o confusión. En efecto, mientras por lo general en Alemania o en muchas iglesias luteranas de Europa, la iglesia luterana es, por antonomasia, la iglesia evangélica, y bajo este término es conocida, entre tanto que a otras confesiones o denominaciones cristianas se las designa específicamente por su nombre –por ejemplo: iglesia católica, iglesia bautista, iglesia pentecostal, etc.–, en el mundo anglosajón, lo evangelical hace referencia a aquellas facciones del protestantismo estrictamente de cuño conservador, cuando no directamente fundamentalistas, y generalmente refractarias tanto a la actividad ecuménica y al diálogo con otras religiones, como al involucramiento en el área de lo social y lo político. Por otra parte, sabido es que no pocos cristianos evangélicos en América Latina preferirían no ser clasificados bajo aquella particular designación de lo evangélico, sino directamente como protestantes, en la medida en que tienden a asociar lo primero con aquellas corrientes cada vez más vaciadas de las fuerzas históricas características de la Reforma –teológicas, litúrgicas, espirituales–, como rendidas ya a las peculiares formas de un evangelicalismo o protestantismo reconvertido según la cultura y el espíritu religioso de los Estados Unidos, aunque, por lo demás, sean muy conscientes de que las tales resultan ser, en este concierto latinoamericano, las corrientes realmente más representativas, sino directamente hegemónicas. Tal reclamo, que al menos desde el punto de vista del análisis formal bien podría hallar justificada razón, se estrella, sin embargo, con las delimitaciones de su propia descripción, en el sentido de que, reconocido el hecho de que son precisamente estas corrientes y no otras las que predominan en el protestantismo de América Latina, no es posible en consecuencia distanciarse tan fácilmente de aquella designación, incluso si se concediera el caso de que la misma podría resultar, para algunos, reduccionista o abiertamente incómoda.

Precisamente, y ya que lo que nos ocupará a lo largo de todo este recorrido será el influjo de las corrientes evangélicas de los Estados Unidos en América Latina, es indispensable ofrecer algunas breves especificaciones sobre la comprensión que en aquel país se tiende a establecer de lo evangélico, como así también el modo en que nosotros utilizaremos tal término en relación con nuestro propio medio latinoamericano. Tal como hemos señalado anteriormente, en el contexto anglosajón, y aquí específicamente estadounidense, el término evangelical hace referencia general a aquellas corrientes del protestantismo que bien podrían amparar a aquel gran espectro de cristianos y comunidades protestantes caracterizados por una teología y una visión sociopolítica de la vida que podría oscilar entre lo explícitamente conservador y lo abiertamente fundamentalista, y que, en opinión de P. F. Knitter5, incluiría básicamente a los sectores declaradamente fundamentalistas, a los evangélicos más moderados en relación con ese mismo fundamentalismo y a los tradicionales grupos pentecostales y sus recientes derivaciones neopentecostales. Según el mismo autor6, las divergencias entre todos estos sectores estarían puestas más bien en lo relativo a la intensidad de su experiencia potenciadora del Espíritu y a la forma en que los énfasis característicos del fundamentalismo pudiesen estar presentes, sea de un modo más moderado o de uno más radicalizado, más que en el orden de una diferenciación sustancial en cuanto al fondo de su teología misma. Se trataría, por lo demás, de una línea que concitaría un enorme contingente de cristianos en los Estados Unidos, y que, a juicio del propio Knitter, de considerar la población protestante afroamericana –agreguemos también aquí, desde luego, la población de inmigrantes evangélicos hispanos y asiáticos, algo que generalmente no se tiende a incluir–, llegaría a bordear o a superar incluso el 40 por ciento de la población estadounidense.7

Dicho todo esto, debemos considerar también a aquel otro bloque de cristianos protestantes en los Estados Unidos, para quienes la palabra evangelical no resulta una caracterización apropiada en absoluto. Se trata de aquellas familias denominacionales que aparecen en inmediata continuidad, al menos en lo que al asunto nominal se refiere, con las corrientes históricas de la Reforma, en lo que algunos han querido denominar un “protestantismo histórico”, pero que han venido experimentando hace ya bastante tiempo un largo y profundo proceso de ruptura en relación con el legado de sus respectivas confesiones y, en un sentido más amplio, con el gran acervo del pensamiento cristiano, para abrirse a nuevas exploraciones teológicas, bajo un perfil que bien podríamos definir como “progresista” y “posmoderno”. Hablamos de aquellos sectores a los que se da, en los Estados Unidos, el nombre de mainline churches, y que, a diferencia del anterior bloque evangélico, ostentan como elemento consustancial de su agenda y aun de su propia identidad, solo por mencionar algunos elementos al azar, una declarada participación en la coyuntura política –si bien, como veremos más adelante, el bloque evangélico tampoco queda exento de aquel involucramiento en la política coyuntural, aunque ciertamente lo lleve a cabo bajo los auspicios de la derecha religiosa y otras organizaciones semejantes–, básicamente en el marco de la dinámica de la izquierda cultural, la valoración amplia del programa ecuménico, lo que incluye asimismo el diálogo con las grandes religiones del mundo y, en no pocos casos, la integración de algunos de los componentes de su espiritualidad, como, a su vez, un replanteamiento sustancial de la temática ética y valórica afirmada tradicionalmente por el cristianismo convencional. Nos referimos, por último, a un sector que experimenta a la sazón, y por motivos de los que más adelante nos ocuparemos ampliamente de discutir y detallar, una dramática disminución de su feligresía y de su impacto en la sociedad, un fenómeno con consecuencias todavía por precisar.

Pues bien, sin desconocer ni mucho menos esta importante diferenciación –es más: sirviéndonos básicamente de su modelo–, intentaremos, no obstante, abordar nuestra investigación desde un constructo mucho más amplio y unificador, un constructo que sea capaz de contener las matizaciones y aun antagonismos de ambos bloques o sectores del protestantismo o evangelicalismo estadounidense, pero que, al mismo tiempo, sea capaz de identificar y preservar aquello que, por sobre concordancias y oposiciones, se nos ofrece como absolutamente distinguible de este particular genio espiritual y religioso. Aludimos obviamente aquí a aquel concepto tan caro y fundamental para definir la dinámica y el perfil del cristianismo de los Estados Unidos, aunque particularmente en nuestro caso, al protestantismo de aquel país, que es el de religión americana o, mejor dicho, de American Religion. Sin entrar de momento en ninguna mayor explicitación de todo aquello que estaría contenido en el concepto de American Religion, toda vez que tal cavilación será nuestra preocupación constante a lo largo de toda esta exposición, convénganos por ahora simplemente señalar que se trata de un concepto de amplio consenso y uso entre historiadores, críticos sociales y teólogos, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos, para hacer alusión a aquel estado de profunda reelaboración que ha experimentado en términos generales el cristianismo y, en términos específicos, el protestantismo, desde sus fuerzas históricas fundantes –el cristianismo primitivo, Europa– con ocasión de su inserción en el contexto social y cultural de los Estados Unidos. Un estado de profunda transformación, cuya consecuencia más pronta a reconocer ha sido el nacimiento de un tipo de cristianismo y un tipo de protestantismo que no solo guarda escasa continuidad y relación con aquellas fuerzas fundantes ya mentadas, sino que, al igual que el genio cultural de aquel país, bien podría ser definido en términos de lo que suele denominarse como su inconfundible excepcionalismo.

Tal constructo, la American Religion, indivisible si lo situamos tan solo a partir de los escuetos datos que sobre este acabamos de verter, se intentará desglosar, no obstante, en relación con el protestantismo de aquel país y, en particular, entre aquellas corrientes del mismo que tienden a exacerbar la dimensión de la identidad en detrimento del discurso relevante y horizontal –y que hallarían evidente representatividad en aquella designación de lo evangelical, reseñada ya por P. F. Knitter–, y aquellas otras corrientes que, por el contrario, suelen radicalizar la dimensión de la relevancia, prácticamente en suspensión de toda su contraparte de la identidad –y en las que habría que consignar todas aquellas líneas que bien podrían quedar circunscritas bajo el concepto aquel de mainline churches–. Ciertamente, toda vez que lo que aquí habremos de acometer será la influencia y las consecuencias que la American Religion ha tenido sobre el concierto evangélico de nuestro continente, tanto en lo relativo a su quehacer eclesiástico como teológico, aparece claramente exigida la necesidad de detenernos específicamente en aquellas expresiones suyas que han contado con una efectiva y real presencia en este medio. Este parámetro hace referencia, en este caso, a aquellas manifestaciones mayoritariamente provenientes de aquella línea evangelical, y que nosotros, como hemos dicho, comprenderemos dentro del marco de aquella dialéctica tan consustancial para la fe cristiana –la de la identidad y la relevancia–, como la afirmación de un posicionamiento que tiende a radicalizar la primera de estas dimensiones, entretanto que tiende a suspender o a minusvalorar la segunda de ellas; a saber: aquellos grupos y corrientes misionales originados tanto a partir del así llamado Segundo Despertar, como dentro del marco general del fundamentalismo misional, que incluye asimismo ciertas expresiones de la ortodoxia, las posteriores corrientes pentecostales y neopentecostales, y se extiende hasta llegar a los incipientes movimientos emergentes. Desde luego, y en atención al hecho de que ha sido esta línea evangelical la expresión absolutamente preponderante de la American Religion en América Latina, cuya influencia por lo demás ha resultado tan decisiva a la hora de configurar el perfil y la dinámica característicos del protestantismo de nuestro continente, no parece posible impugnar sin más la validez de designación de este con el nombre de evangélico. Se comprende, claro está, que existe a la par de aquella, otra connotación del término, mucho más amplia teológicamente hablando, esto es, en cuanto referencia directa a la proclamación del euangelion y a la gracia y la oferta de salvación contenidas en la persona y en el mensaje de Jesús, el Cristo.

Más allá de esto, y reconociendo abiertamente la ascendencia predominante de esta línea evangelical, cuya constante propensión se ha decantado hacia la evidente polarización de la dimensión de la identidad, tendremos asimismo el deber de abordar aquella otra expresión de la American Religion que, por el contrario, se ha perfilado, cuánto más en estas últimas décadas, hacia un notorio radicalismo del discurso relevante y horizontal. Una expresión, como se ha dicho, asociada generalmente a aquel concepto de las mainline churches, y que si bien no ha constituido (a diferencia del bloque evangelical) ninguna fuerza misional gravitante, y por lo mismo, su impacto en el concierto evangélico de América Latina ha sido realmente muy exiguo, comienza en la actualidad, sin embargo, a partir de cierta presencia en espacios teológico-educacionales y una agenda que, identificada con una determinada directriz política y cultural, resulta de evidente agrado para ciertos grupos afines a ella, a ofrecer alguna incipiente influencia en el concierto evangélico continental. Por supuesto, evangelical y mainline churches, identidad y relevancia, no constituyen, a decir verdad, más que sendos tipos ideales, instrumentos heurísticos de aprehensión de la realidad al servicio de la descripción de una determinada dinámica de fe y su aledaña espiritualidad, la religión americana, cuyo alcance, empero, sobrepuja con creces la estricta referencia a un quehacer teológico y eclesiástico en particular para integrar en su horizonte elementos esenciales de aquel genio cultural usamericano. Es cierto, por otra parte, y nadie lo podría negar, que la vida concreta se presenta siempre mucho más compleja de lo que cualquier tipo ideal puede consignar y, en tal sentido, no es posible presionar a tal recurso conceptual al punto de exigirle que constituya un catastro inequívoco de aquel fenómeno sobre el cual este se ha decidido implementar. Esto equivale a afirmar que no existen fenómenos de la realidad humana que se expresen de manera completamente aséptica y pura, sin la integración de o la interacción con otras experiencias de la realidad, tanto si ese relacionamiento es de antagonismo, complementariedad o continuidad. Valga, en efecto, esta aclaración, por cuanto en lo que a la religión americana refiere, no debemos pensar que aquella indisoluble dialéctica de la fe cristiana –las dimensiones de la identidad y la relevancia– se desarrolle entre ambos bloques o expresiones ya descritos bajo una suerte de antagonismo primigenio o un dualismo primordial, esto es, aquí la relevancia –mainline churches–, allá la identidad –evangelical churches–, sin que medie al menos entre ambas un cierto grado de relacionamiento y correlatividad.

Dicho de otro modo: no existe en realidad algún quehacer eclesiástico o teologal, por más abocado que esté a la preservación celosa de aquello que a su juicio aparece contenido e inmodificable en la dimensión de identidad que, al mismo tiempo, no busque siquiera furtivamente que sus propiedades sean de algún modo relevantes para la generación actual; de igual manera, desde luego, tampoco existe alguna corriente teológica o algún movimiento eclesial que, en su esfuerzo por actualizar el discurso cristiano (por más radical y a ratos destemplado que nos parezca este afán), prescinda absolutamente de todo fondo de identidad para explicarse a sí mismo. Pues bien, en virtud de lo acotado, sería erróneo afirmar que las expresiones de la American Religion amparadas bajo aquella designación de lo evangelical carezcan de toda preocupación por la temática relevante y contextual, o, por el contrario, que a las circunscritas dentro de aquel concepto de mainline churches no le asista en su esfuerzo de cubrir lo horizontal siquiera un breve margen de referencia a la dimensión de identidad. Mas, con todo lo cierto que esto pueda entrañar, se debe reconocer sin embargo como rasgo aprehensible y tendencia general, y aquí es precisamente donde la figura del tipo ideal nos ofrece a despecho de lo ya mentado una indiscutible utilidad, que en la religión americana se trasunta una disposición casi natural a la escisión de esta indisoluble dialéctica de la fe cristiana, la relevancia y la identidad, de forma tal que la atención y afirmación de la una es prácticamente a la par y casi por un acto de necesidad postergación (sino directa suspensión) de su contraparte esencial. Por supuesto, es menester precisar además que la comprensión y afirmación que en este contexto se llegue a albergar sobre las dimensiones de la relevancia y la identidad discurre básicamente dentro de los márgenes y precomprensiones dados por aquella misma American Religion y, en última instancia, por su entorno cultural mayor, esto es, la American way of life.

A la luz, entonces, de esta especificación, quisiéramos por último señalar brevemente la forma en que hemos decidido dividir este trabajo. En el primer capítulo, nos ocuparemos de analizar aquella expresión del protestantismo de los Estados Unidos que hemos definido ya como bloque evangelical, y cuya propensión general, amén de las explicaciones ya referidas anteriormente, se orienta según nuestra opinión hacia una evidente radicalización de la dimensión de la identidad. Desde luego, en la medida en que de este bloque han emergido aquellos grupos y corrientes cuyas fuerzas misionales y espirituales han resultado prácticamente fundantes y hasta el día de hoy sostenedoras del protestantismo en América Latina, lo que le confiere en tan alto grado su inconfundible caracterización, orientaremos nuestro esfuerzo precisamente al análisis de estas, aunque destinemos, no obstante, una mayor atención en este espacio al movimiento fundamentalista. La razón de proceder así apunta a la importante fuerza misional que de suyo siempre ha definido al movimiento fundamentalista y a su innegable influencia en nuestro propio contexto evangélico, incluso en cuanto modalidad de pensamiento que trasciende lo estrictamente teologal para integrar sendas visiones en lo relativo a la cosmovisión política, cultural o de sociedad; esta metodología considera además que, como rectamente ha señalado P. F. Knitter, en este bloque evangelical las diferencias a observar guardan más bien relación con la dinámica asignada al Espíritu que con una diferenciación sustancial del fondo teologal mismo. En consecuencia, las variaciones oscilan en cuanto a los grados de moderación o radicalización en que se expresen entre estos grupos los énfasis característicos de la teología fundamentalista. Dentro de esta primera sección, también consideraremos, aunque no exista una ligazón o un punto de contacto evidente y directo con el fundamentalismo propiamente dicho, algunas expresiones de la ortodoxia y asimismo de los actuales movimientos emergentes, en cuanto expresiones de la religión americana que, a pesar de sus diversos orígenes y matices, constituyen de igual modo, en nuestra opinión, ejemplos concretos de corrientes posicionadas en torno al radicalismo de la dimensión de la identidad. Ciertamente, no lo debemos olvidar, nuestro mayor interés en todo este esfuerzo descriptivo será el análisis y la reflexión al respecto del impacto y las consecuencias que todas estas corrientes han tenido o tendrán –pensando aquí en el caso específico de movimientos más recientes, como el neopentecostalismo o los grupos emergentes– en el quehacer eclesiástico y teológico evangélico de América Latina y, en última instancia, en su configuración contemporánea. Sin embargo, también quisiéramos comprender en esta parte los orígenes mismos de la American Religion, explicitar con mayor profundidad sus énfasis, sus contenidos y los modos en que los mismos han sido internalizados tan profundamente en el mundo evangélico de nuestro continente, la mayoría de las veces de una forma completamente inadvertida para el grueso de su población, aun cuando han arrastrado consecuencias decisivas y fundamentales. Para ello, en efecto, se hará indispensable referirnos siquiera indirectamente a los dos grandes despertares espirituales de los Estados Unidos y a los primeros contactos del protestantismo de aquel país, a modo de esfuerzos misionales, con América Latina.

En el segundo capítulo, abordaremos aquellas expresiones de la religión americana cuya directriz se orienta, por el contrario, hacia una notoria polarización de la dimensión de la relevancia, y que hemos consentido en comprender bajo aquella figura de las mainline churches. Valgan aquí, por supuesto, las mismas matizaciones que presentábamos al respecto del bloque anterior. Cabe señalar además que ampliaremos en este capítulo nuestro análisis al respecto de esta particular propensión a radicalizar la dimensión de la relevancia más allá de los límites exclusivos de la religión americana, para dedicar un generoso espacio a quehaceres teológicos tan característicos de esta posición como lo son –y con el agregado además de constituir un producto, como se afirma, nativo de nuestra reflexión– ciertas teologías del genitivo y, desde luego, la teología de la liberación. Volviendo, empero, al tema concreto de la religión americana, nos ocuparemos a su vez de desarrollar nuestra convicción de que no solo existe una sola y exclusiva expresión de esta, como tantas veces se ha dado por sentado sin mayor constatación, asociándola particularmente con el bloque evangelical, y dentro de este específicamente con el fundamentalismo, los movimientos pentecostales y neopentecostales y, desde luego, las tendencias políticas de derecha, sino también una expresión caracterizada por la radicalización del discurso horizontal y relevante, el deleite por la dinámica contracultural y la plena identificación con el programa de la izquierda cultural. Una expresión que tiende a legitimar, sino directamente a cristianizar, precisamente en cuanto modalidad religiosa, prácticamente todo aquello que aparece contenido en la agenda progresista, al tiempo que busca censurar lo que desde el bloque evangelical es tenido por norma de fe y conducta, en la medida en que se le enrostra a este un proceder no solamente evasivo al respecto de las urgencias de los tiempos, sino además “fundamentalista” y “radical”. Precisamente en este punto intentaremos demostrar que, a despecho de tan evidentes y en primera instancia irreconciliables antagonismos que aquí nada más hemos podido enunciar, nos hallamos en presencia de distintas expresiones y énfasis, pero con un mismo fondo religioso, ideológico y cultural –esto es, la American Religion– que ambos bloques, incluidas sus llamativas remarcaciones, comparten por igual. Cubriremos también, y siempre dentro de esta línea de la religión americana que exacerba la dimensión de la relevancia y el discurso horizontal, el modo en que la misma, bajo el soporte directo de ciertas tendencias políticas y sociológicas, ha venido ejerciendo durante un tiempo considerable una influencia ideológica importante en cierta parte de la educación superior de los Estados Unidos, sus métodos y publicaciones en general (aunque aquí nos detendremos específicamente en lo teológico). Observaremos, por último, la manera en que, a partir de esta injerencia, tal tendencia ha venido insinuando una cada vez más incipiente presencia en el concierto evangélico de América Latina, precisamente entre aquellos sectores que le otorgan un carácter directriz y referencial a aquella línea teológico-educacional.

En el tercer y último capítulo, intentaremos ofrecer una lectura en perspectiva ya final al respecto de las consecuencias que creemos ha tenido el concurso de la religión americana en el quehacer eclesiástico y teológico evangélico de nuestro continente. Se comprende plenamente aquí que la misma es expresión de un genio cultural mucho más global –la American way of life–, y por eso se considerarán las consecuencias que este genio trasvasado precisamente por medio de este canal religioso-espiritual –la American Religion– ha tenido también para la vida social y cultural de América Latina. Por supuesto, el esfuerzo será aquí no solamente detenernos en aquel conjunto de elementos disgregantes y escindidos de la American Religion, y que resultan a nuestro parecer enormemente decisivos a la hora de intentar explicar aquel tan profundo desgarramiento entre la dimensión de la identidad y de la relevancia que caracteriza al mundo evangélico de América Latina, sino también poder reconocer aquellas fuerzas espirituales y vitales consustanciales a esta, y que han llevado a convertirla en una de las expresiones del cristianismo con más conciencia y vigor misioneros. No podríamos cerrar este capítulo final sin dejar de ofrecer al menos una muy tentativa propuesta al respecto de cómo creemos que podría ser posible, para el quehacer teológico y eclesiástico latinoamericano, avanzar hacia la consecución de una correcta articulación dialéctica entre las dimensiones de la identidad y la relevancia de la fe cristiana, sin cuya verdadera relación orgánica, el mensaje cristiano o pierde su fondo y consistencia o pierde su real impacto y aplicabilidad en el mundo. A este propósito, nos será de gran utilidad cotejar el esfuerzo de otras esferas del pensamiento latinoamericano, como lo es el proyecto de una filosofía hispanoamericana, asimismo involucrado, y acaso con una mayor conciencia de su urgencia y necesidad, en la tarea de posibilitar una mayor correlatividad entre lo universal y lo circunstancial, en este caso, del quehacer filosófico, con el fin de lograr una reflexión y una acción que, al tiempo que fiel y responsable con el destino histórico de lo latinoamericano, su circunstancialidad, lo sea también con la plena conciencia de ser parte de un gran acervo tradicional, y de las problemáticas planteadas por el ser humano sin las exclusiones o particularidades de una determinada regionalidad, a saber, lo universal.

Toronto, invierno del 2013

Una nueva edición de La sombra religiosa americana venía haciéndose hace tiempo ya, a mi juicio, largamente necesaria. La oportunidad para ello nos la ha brindado con enorme gentileza Editorial CLIE, razón por lo cual le estamos grandemente agradecidos. Por lo demás, en esta nueva edición, no solo hemos tenido la oportunidad de mejorar el estilo gramatical, corregir los errores propios del texto y actualizar nuestra bibliografía, sino además de entrar en diálogo fecundo con las nuevas corrientes ideológicas y de pensamiento que, transcurridos ya seis años desde la primera publicación de esta obra hasta la fecha, han comenzado a hacerse sentir poderosamente en nuestra sociedad actual, y frente a las cuales el mundo evangélico sencillamente no puede permanecer indiferente. Finalmente, si el contenido de este trabajo sirve de alguna manera al propósito de proporcionar mayores elementos de juicio y recursos al mundo evangélico de América Latina, a fin de que este pueda relacionarse de una forma mucho más lúcida y contribuyente con su herencia misionera y su ininterrumpido influjo –el innegable conjunto de posibilidades que ella posee, pero al mismo tiempo sus elementos altamente disonantes y confusos–, me sentiré ya suficientemente recompensado por este libro.

Viña del Mar, invierno del 2020

1. No se está sugiriendo con tal afirmación, claro está, que Escritura y tradición han de gozar de la misma autoridad, tal como lo hiciera ya el Concilio Tridentino en su primer decreto conciliar (cf. H. Dezinger, Enchiridion symbolorum, definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, Herder, Barcelona, 1960, 1501), sino, más bien, se intenta indicar aquí que aquel conjunto de interpretaciones y sistematizaciones en desarrollo histórico, en la medida en que su compromiso esencial ha sido la iluminación de aquella verdad escritural para una determinada coyuntura histórica y cultural, constituye para la iglesia el gran legado de su pensamiento y, en consecuencia, de su identidad. A tal legado, que, por lo demás, no puede ser comprendido ni como tradición repetitiva ni anquilosada, menos aún ponderado de tal modo que llegue a eclipsar la verdad escritural, toda vez que él mismo, correctamente entendido, no ha pretendido ser más que testimonio histórico de un determinado esfuerzo hermenéutico y teológico por traducir aquella revelada verdad, le habremos de denominar en lo siguiente, simplemente, como historia del pensamiento cristiano.

2. Teología sistemática I. La razón y la revelación. El ser y Dios, Sígueme, Salamanca, 1982, 15.

3. Ha sido, hasta donde nos resulta posible saber, Hans de Wit, en su útil libro, En la dispersión el texto es patria. Introducción a la hermenéutica clásica, moderna y posmoderna (Universidad Bíblica Latinoamericana, San José, 2002), el que ha utilizado por primera vez, al menos en español, el término teologías del genitivo, o mejor dicho, hermenéuticas del genitivo, para hacer referencia a aquellas teologías o hermenéuticas latinoamericanas epígonas de la teología de la liberación y que, tal como la sintaxis del caso genitival lo refiere, harían referencia al elemento de definición de su quehacer, a saber: teología del indígena, de la mujer, de la tierra, etc.

4. Ambas funciones de la teología –in oratione obliqua e in oratione recta– son desarrolladas ampliamente por B. Lonergan en Especializaciones funcionales constitutivas del método teológico (en, Método en teología, Sígueme, Salamanca, 2006, 132 ss.). Véase, también, E. Araya, Funciones de la teología, en, Introducción a la teología sistemática. Prolegómenos, CTE, Santiago, sin fecha de publicación, 11 ss.).

5. Introducción a las teologías del mundo, Verbo Divino, Navarra, 2002.

6. Ibíd., 70.

7. Op. cit., 71.

PARTE I

VERDAD EN POSTERGACIÓN DE LACONTEXTUALIDAD LA IDENTIDAD COMOIMPERATIVO

1

Planteamiento del problema

La urgencia por establecer una saludable relación dialéctica entre aquellas dos dimensiones ciertamente indisolubles de la fe cristiana, a saber, la identidad y la relevancia, no compromete una tarea cuya responsabilidad se deba únicamente endosar a la teología bíblica o sistemática, a la teología práctica o a la pastoral; esto no constituye tampoco un asunto de mera precisión y preservación doctrinal, ni de hacer más prácticos o populares sus contenidos. Antes bien, aquello, visto en su real profundidad, guarda relación con la determinación de la especificidad misma del mensaje cristiano y con la necesidad de que tal particularidad sea traducible a las categorías propias de comprensión humana e interpele a sus todas realidades existenciales y horizontales y, en consecuencia, es un trabajo que concita el esfuerzo todo de la iglesia cristiana. Por lo mismo, cualquier escisión de esta inquebrantable unidad o polarización en torno a alguna de estas dimensiones, lleva a cierto riesgo no solo de difuminar la unicidad de este mensaje, sino también de convertirlo en una alquimia o un discurso simplemente inocuo para el ser humano y sus necesidades integrales. Ahora bien, en lo que refiere a la relación estricta con la radicalización de la dimensión de identidad, podríamos decir, en términos generales, que el peligro estriba aquí en que, en aquel denodado esmero por resguardar el valor irreductible de las verdades que se estiman reveladas, mas en sensible postergación de su aplicación en desarrollo contextual, se tiende al evidente riesgo de identificar el contenido de tales verdades con ciertas interpretaciones y visiones propias de un determinado entrevero histórico y cultural, y se cree por lo mismo que un ulterior esfuerzo de contextualización o traducción no solo resultaría innecesario, sino además atentatorio contra aquella fijación inicial.

Un claro ejemplo de este posicionamiento, en que contenido de la verdad revelada y solución coyuntural se yuxtapone, al punto de forzar extemporáneamente su asimilación, podría estar fielmente representado tanto por el fundamentalismo bíblico-teológico como por algunas actuales reediciones de la ortodoxia evangélica. El resultado es, por tanto, en lo teórico, el hecho de que ambos sistemas dan muestras de una notoria incapacidad para ofrecer un diálogo profundo y veraz con la dimensión contextual, ya que elevan lo transitorio y contingente, con sus respectivas figuras conceptuales, a lo absoluto y perenne; en lo existencial, por su parte, esto acarrea la censura de toda búsqueda honesta de la verdad, la crisis entre la ciencia y la conciencia y, por último, una suerte de insana fiscalización a la conciencia libre de quienes no alineen fila con las conclusiones inalterables de esa escuela. Es cierto que, en una estructura de pensamiento planteada según esta modalidad, el elemento de identidad se verá claramente favorecido, y se evitará así su consiguiente problematización –“sabemos quiénes somos, lo que pensamos y hacia dónde nos dirigimos”–, aunque, a decir verdad, aquel saber lo que se es no significa que haya sido realmente confrontado, a través del contacto con la otredad, aquella convicción de lo pensado, ni que esa seguridad no haya sido forjada mediante la exclusión de todo aquello que apareciera como discrepancia y desacuerdo, ni que aquel saber hacia dónde se va haya significado otra cosa más que un movimiento circular. Y es que una afirmación de la identidad cristiana que desestime a priori el extra nos siempre interpelante de la dimensión contextual, presente en las esferas política, social, económica, valórica, ambiental, en fin, de la vida toda, perderá en relevancia lo que ha ganado en identidad, y resultará, finalmente, en un discurso apenas significativo más allá de sus seguras fronteras confesionales o proposicionales. Pues bien, y sin más dilatación, introduzcámonos entonces en aquella expresión de la American Religion, cuyo movimiento general se orienta hacia una evidente exacerbación de la dimensión de identidad y atiende, en especial, al enorme influjo e impacto que tal tendencia ha ejercido en el concierto evangélico de América Latina.

2

Una herencia desde el Norte

Como es sabido, gran parte del protestantismo que arribó a América Latina, incluso a través de aquellas familias denominacionales abiertamente vinculadas con el movimiento histórico de la Reforma, no tomó el camino más directo desde su matriz fundante, Europa, sino que accedió a nuestro continente por medio de un más dilatado periplo, que incluía ya una profunda mediación teológica y cultural propia de los movimientos protestantes forjados en los Estados Unidos.8 Determinar el impacto de esta herencia y obtener de allí las respectivas lecciones para el diversificado espectro evangélico de América Latina ha de ser la principal tarea que a continuación nos propondremos. No solo, desde luego, porque “la ignorancia de esos procesos de mediación ha sido un grave obstáculo para que los evangélicos latinoamericanos nos entendiéramos a nosotros mismos como protestantes”9, como correctamente ha enfatizado José Míguez Bonino, sino, aún más, y planteado positivamente, porque el conocimiento pleno de esta mediación nos ha de permitir discernir con mayor precisión histórica los grandes méritos y oportunidades contenidos en esta herencia misional, pero del mismo modo también sus evidentes riesgos y vacíos. En efecto, ha sido la falta de discernimiento en cuanto a los elementos disonantes de la religión americana y no la escasez en relación a la celebración de sus aciertos la gran deuda que, a nuestro criterio, arrastra el mundo evangélico de América Latina, factor de retraso, a su vez, para el establecimiento de una relación mucho más saludable en torno a las dimensiones de identidad y relevancia de la fe. Ciertamente, le asiste nuevamente la razón a Míguez Bonino10 cuando acusa que ha sido aquel afán casi compulsivo por avistar el error en el otro –entiéndase aquí por aquel otro, el “catolicismo heredado”, cuyo error ha consistido mayormente, según gran parte del juicio evangélico, en su abierto sincretismo, su flagrante ausencia de centralidad bíblica, etc.– lo que ha impedido al mundo evangélico de América Latina operar con un similar criterio crítico cuando se ha tratado de reparar en los elementos distorsionantes que ha tenido su herencia misionera en la propia realidad evangélica. Empero, y a pesar de la consistencia que contenga la apreciación del teólogo argentino, o que los yerros enrostrados por una buena parte del espectro evangélico a aquel catolicismo no estén completamente desprovistos de todo fondo de veracidad, habría también que señalar que el influjo de esta herencia misionera proveniente de los Estados Unidos ha resultado tan abarcante y decisiva para el espectro evangélico de nuestro continente que sería virtualmente inimaginable pretender obtener una afirmación y explicitación de lo evangélico para este fuera de esos exclusivos márgenes y horizontes de sentido. Por lo mismo, y toda vez que tal herencia se ha constituido para este en su sustancia informante, en su medio natural, no han resultado fáciles ni la distancia de perspectiva requerida ni los recursos de acervo histórico y teológico debidos para desarrollar un indispensable ejercicio de discernimiento y crítica al respecto de la propia influencia misional. Esto es así al punto que se podría aseverar, aunque sobre ello no haya completa conciencia, o esta exista únicamente en relación al fundamentalismo, que afirmar la identidad evangélica en América Latina es afirmar lo sustancial de la religión americana, lo que ella tenga de meritorio, pero también lo que tenga de peligroso.

No se está afirmando con lo anterior que fuera de ese trayecto mediador no hayan existido jamás intentos de establecer expresiones del protestantismo en mayor correspondencia con su fuente primigenia en nuestro continente.11 Así, por ejemplo, las dos malogradas expediciones calvinistas que, entre 1555 y 1558 zarpaban hacia Brasil, bajo la dirección del almirante Coligny y el consentimiento del propio Calvino, dan cuenta de aquello en plena época de consolidación de la Reforma.12 Incluso más, y aunque estos esfuerzos responden ciertamente a muy variadas fuentes, se deben también considerar a este respecto la obra de avanzada establecida por los cuáqueros en el Caribe en 1671, las diversas agencias anglicanas creadas posteriormente con el objetivo de evangelizar a las colonias británicas del Nuevo Mundo13 o el grupo de moravos comisionados por el mismo Conde von Zinzendorf que en 1732 arribaba a las Guayanas Holandesas para iniciar trabajos con los esclavos negros de aquel lugar.14 Sin embargo, de tal expedición calvinista, de la propia insistencia de Lutero tocante a la necesidad de evangelización de judíos y turcos15, o de las mismas iniciativas posteriores, no podemos colegir que la actividad misionera en este período haya sido una prioridad absoluta y permanente.16 Ciertamente, y como bien lo recuerda el historiador luterano R. Blank17