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En "La Trampa del Calentamiento Global", Catherine Dumont se embarca en un valiente viaje para desentrañar uno de los problemas más controversiales de nuestro tiempo. Con una investigación meticulosa y un análisis crítico, Catherine Dumont desafía las narrativas predominantes en torno al cambio climático, desenmarañando una red de desinformación y revelando agendas ocultas. A través de una prosa cautivadora y evidencia convincente, este libro desmonta conceptos erróneos comunes sobre el cambio climático, exponiendo la verdad detrás de los titulares. Desde examinar la ciencia detrás de los modelos climáticos hasta escrutar los intereses políticos y económicos que impulsan la narrativa del cambio climático, Catherine Dumont no deja piedra sin remover en su búsqueda de la verdad. Basándose en aportes de destacados científicos, formuladores de políticas y activistas, "La Trampa del Calentamiento Global" ofrece a los lectores una comprensión integral de las complejas fuerzas que dan forma a nuestro discurso sobre el clima. Al desenredar los hechos de la ficción, Catherine Dumont capacita a los lectores para pensar críticamente y tomar decisiones informadas sobre el futuro de nuestro planeta. Ya sea usted un ciudadano preocupado, un formulador de políticas o simplemente alguien que busca claridad en medio del ruido, este libro es una lectura obligatoria para cualquiera ansioso por desentrañar la verdad detrás del debate sobre el cambio climático. Prepárese para desafiar sus suposiciones, ampliar su conocimiento y unirse a la conversación sobre uno de los problemas más urgentes de nuestro tiempo. Obtenga su copia de "La Trampa del Calentamiento Global" hoy mismo y embárquese en un viaje de descubrimiento que cambiará la forma en que piensa sobre el cambio climático para siempre.
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Seitenzahl: 74
Veröffentlichungsjahr: 2024
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A principios de 1980, la programación de la televisión occidental se nutría principalmente de series norteamericanas hoy consideradas de culto. La simpatía de la gente se repartía entre las diferentes propuestas: las aventuras de una dupla de policías simpáticos, la dinámica inverosímil de un hombre cibernético o la lacrimógena saga de una familia en la pradera.
Aunque resultaba inaudito para esa época, una serie científica de trece capítulos logró hacerse lugar y se quedó en la mente de los padres, y de los niños de entonces que hoy son padres. Se trata de Cosmos, un viaje personal, del divulgador científico Carl Sagan, que falleció en el año 1996.
Algunos capítulos de la serie Cosmos incluían alusiones a desastres nucleares cuya probabilidad se ha modificado. Sin embargo, también presentó a escala masiva el primer testimonio sobre el peligro de una alteración climática provocada por los seres humanos.
En medio de la Guerra Fría, Carl Sagan fue el primer pensador en hablar de una “guerra caliente”. Por primera vez alguien advirtió en un medio masivo de comunicación, de una forma sugestiva y fascinante, que un fenómeno podía acelerar el ocaso del planeta. Varias décadas después, resulta sorprendente la vigencia de aquel asunto.
El “calentamiento global” es una ideología extendida, una especie de dogma moral, una verdad dada. La idea surgió a fines de la década de 1970 y floreció en la de 1990. Luego se volvió dominante y ahora es parte de la agenda global, está dentro de la mayoría de las políticas gubernamentales y es un hecho innegable. ¿Pero es real? Recibimos alertas catastróficas sobre un futuro próximo terrible si no dejamos de producir CO2 (dióxido de carbono), el cual se cree que es la causa del aumento de las temperaturas. Hay periodistas ambientales que causan pánico cada vez que se produce un evento climático y nos recuerdan que todo es culpa nuestra, ignorando que siempre ha habido se- quías, huracanes, inundaciones y tormentas de nieve.
En 2021 Bill Gates publicó un libro sobre el cambio climático, en el que postulaba que la humanidad debería reducir los gases de efecto invernadero de 51 mil millones de toneladas al año de equivalentes de dióxido de carbono, a cero. En su opinión sería la única forma de detener el calentamiento global y evitar grandes catástrofes. Nuestros niños reciben esa misma información en la escuela, y muchos de ellos regresan a casa aterrorizados por lo que pasará si sus padres no dejan de usar el automóvil, por ejemplo.
Sin embargo, hay otras cuestiones que también entran en juego. La electricidad es un medio de desarrollo; para la mayoría de los países pobres y en vías de desarrollo es casi la única herramienta para mejorar el nivel de vida y convertirse en países industrializados. También existe una cruzada sobre las criptomonedas porque consumen enormes cantidades de energía, y sobre este tema se enfrentan dos de los hombres más poderosos y ricos de la tierra, incluso cuando ambos estén trabajando en la agenda del calentamiento global: Bill Gates y Elon Musk. Musk ha apoyado a Bitcoin y a las criptomonedas (y ha influido en sus precios cada vez que hizo un comentario público sobre ellas), mientras que Bill Gates es uno de los opositores a las “trash- coins” (monedas basura).
La energía no es un tema inocente. Toda la revolución industrial se basó en ella, y sus niveles de consumo están evidentemente relacionados con los niveles de ingreso per cápita, como muestra Gates en su libro “Cómo evitar un desastre climático”. El petróleo se volvió tan importante que hubo al menos cuatro enfrentamientos armados que lo tuvieron como causa (explícita o disimulada). Hay miles de millones de dólares en juego (tanto en políticas como en investigación), mientras que el futuro de los países en desarrollo depende de ello. Además, una gran parte de la comunidad científica ha sido silenciada para que se acepte plenamente la verdad sobre el “calentamiento global”. El ex vicepresidente Al Gore ha encabezado durante años la cruzada contra el “calentamiento global” (incluso ganó un Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos) y lanzó en 2006 un documental llamado “Una verdad incómoda” para mostrar cuán dramática era la situación del cambio climático. Compartió el Premio Nobel de la Paz junto con el IPCC, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, una organización de la ONU que es altamente cuestionada por cientos de científicos por manipular o ignorar evidencia para respaldar la narrativa en torno al “cambio climático”.
Incluso hubo un “Climategate” en 2009, cuando un pirata informático publicó miles de correos que mostraban cómo se manipulaban las cifras para dar la idea de que las temperaturas estaban subiendo, cuando en realidad no era así.
Se dice que las temperaturas globales han subido 1 grado Celsius desde la época preindustrial y podrían alcanzar un segundo grado para el 2100. Se hacen predicciones apocalípticas: incendios, deshielo de los glaciares y aumento del nivel del mar, enfermedades, extinción. Sin embargo, al mismo tiempo mu- chos científicos afirman que el calentamiento global como amenaza no es tan evidente, y lo mismo ocurre con la atribución de una relación directa entre las temperaturas y las emisiones de CO2. Desde 1998, más de 30 mil científicos firmaron una petición en la que afirman que no hay evidencia científica que apoye la idea de que existe un calentamiento global provocado por el hombre. ¿Es solo un argumento para mantener a parte del mundo privada de energía y desarrollo? ¿Es parte de un nuevo paradigma económico que justificaría la transición hacia sociedades basadas en nuevos tipos de energías? ¿Se trata de una amenaza real? Dado que el “calentamiento global” se ha convertido en una ideología extendida que está impulsando agendas y políticas (aunque países como Estados Unidos solo consumen más energía cada año), es necesario estar informado y considerar un panorama más amplio sobre la energía de combustibles fósiles y las disputas que giran a su alrededor.
La mayor parte de la energía que utiliza el mundo proviene de combustibles fósiles, es decir, combustibles producidos originalmente por la descomposición natural de organismos enterrados que contienen moléculas que en la combustión liberan energía. Los combustibles fósiles suelen tener millones de años y los más comunes son el gas natural, el petróleo y el carbón. La demanda de energía aumenta a nivel mundial año tras año, pero proporcionalmente la demanda de carbón está en descenso a medida que es reemplazado por gas natural y también por otras fuentes de energía como la solar, la hidráulica y la eólica.
Los combustibles fósiles se han utilizado de diferentes formas a lo largo de la historia. Como revelan los hallazgos arqueo- lógicos, las civilizaciones antiguas usaban carbón, gas natural y petróleo hace miles de años. Pero su uso adquirió un estatus clave con la revolución industrial. La máquina de vapor de James Watt funcionaba con carbón en sustitución del agua, la principal fuente de energía previo a la Revolución Industrial. Los trenes, barcos y motores propulsados por vapor hicieron posible los viajes rápidos y la producción en masa. El uso del carbón creció junto con la actividad minera para obtenerlo. Este material también comenzó a reemplazar a la madera para obtener calefacción. El carbón se utilizó por primera vez para la electricidad en los Estados Unidos en la década de 1880, y en la década de 1960 era la principal fuente de energía.
Los primeros pozos de petróleo se encontraron en Nueva York y Pensilvania a mediados del siglo XVIII mientras se excavaba en busca de sal. No fue hasta un siglo después que se apuntó al crudo: se mejoraron las tecnologías de perforación mientras se vislumbraban los usos potenciales del petróleo. El primer uso del crudo fue la sustitución del queroseno en las lámparas. En 1885, Carl Benz creó el primer automóvil que funcionaba con un producto refinado de petróleo (gasolina), y veintitrés años después, Henry Ford lanzó el económico modelo T. La demanda de gasolina convirtió al petróleo en el tipo de energía más utilizado en los Estados Unidos unas décadas más tarde. Además de los automóviles, la industria de guerra y otros medios de transporte también demandaban petróleo.
En la década de 1970, la escasez de reservas de petróleo y los altos precios debido a la Revolución iraní (1973) y la guerra de Yom Kippur (1979) pusieron al mundo occidental en una crisis y dejaron de manifiesto su dependencia por la importación de petróleo. Fue un punto de inflexión en las políticas energéticas, y precisamente en esa década surgió la idea del “calentamiento global” junto con el interés por las fuentes de energía renovables.