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Cuando Vida, su amada compañera de vida, parte de este mundo, la autora queda sumida en un abismo de dolor. Este relato amoroso y conmovedor narra el recorrido emocional que implicó su duelo animal, un proceso profundamente humano, aunque a menudo invisibilizado. A través de recuerdos y reflexiones, comparte cómo su lazo inquebrantable con Vida transformó su manera de ver la vida, la muerte y el amor. Este libro es un homenaje a la presencia eterna de nuestros compañeros animales y una invitación a honrar el dolor por su pérdida desde la validación, el entendimiento y la empatía, comprendiendo que la muerte no es el final, sino la transformación de un vínculo que permanecerá unido más allá del tiempo.
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Seitenzahl: 105
Veröffentlichungsjahr: 2025
ALISON WIPPOLA
Alison WippolaLas huellas de Vida : un duelo de amor animal / Alison Wippola. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6469-6
1. Narrativa. I. Título.CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Agradecimientos
Nota de la autora
Introducción
Breve historia de Vida, mi amorde cuatro patas
La mejor cachorra del mundo
Vida, mi vida
Sus últimos momentos
Su partida
Rituales de despedida
Red de contención
Duelo
Duelo invisibilizado
La culpa
El dolor
Extrañándote
Gratitud
Espiritualidad
Búsqueda de señales
La adopción después de una pérdida
Ellos nos salvan
La muerte como castigo
Resiliencia
Aprendizaje y Sanación
Una fecha inolvidable
Carta para Vida
Epílogo
“El día en que tu corazón dejó de latir,el mío se aceleró.Mis piernas temblaban y yo no podía caer en la realidad,no podía aceptarlo.Solo pensaba que ya no iba a verte más,me imaginaba lo difícil que iba a ser mi vidaa partir de ese instante.El día que te fuiste, mis ojos comenzaron a brillar sin parar,porque jamás se iban esas lágrimas.Siempre aparecían en mi rostro una y otra vez.El dolor que sentía sigue intacto, lo llevo dentro de mi alma,guardado en una gran caja de cristal que a veces se rompey lo vuelvo a sentir como el primer día.El día que te fuiste me convertí en un ser totalmente diferente,soy mucho más frágil, y a la vez mucho más fuerte.”
Autor desconocido
Agradezco a quienes estuvieron conmigo cuando mi vida se derrumbó, cuando no encontraba motivos para seguir respirando, cuando levantarme de la cama se convirtió en una hazaña y los latidos de mi corazón parecían golpes en el pecho que me recordaban que yo seguía viva y ella no.
A mi mamá, mi papá, mis hermanos, mi familia y amigos, quienes estuvieron al pie del cañón, brindándome palabras de aliento y acompañamiento. Me escucharon sin juzgarme y me prestaron su hombro para llorar siempre que lo necesité. Todos ellos fueron esperanza en medio de tanto dolor.
A mi pareja, cuya contención fue vital para que yo pudiera encontrar el camino de vuelta a mí misma. Fue quien me insistió para que comiera y tomara agua cuando no tenía fuerzas para hacerlo, quien me ayudó a salir de la cama cuando hubiera preferido sumergirme en un sueño eterno, quien se encargó de absolutamente todo mientras yo luchaba por salir adelante. Fue luz en medio de la oscuridad. Siempre fue mi roca y, en esta situación en particular, fue un pilar fundamental en mi proceso de sanación.
A mis otros perros, que con su sola existencia supieron cómo acompañar mi dolor. Desde el silencio, la presencia y el amor ayudaron a sanar mis heridas. Ellos saben que el simple hecho de estar a nuestro lado ya es suficiente. Ellos fueron calma, amor, paz y contención en medio de tanta incertidumbre.
A mi psicóloga, que, con su apoyo, sus palabras, su escucha y sus herramientas, supo contenerme, sostenerme y ayudarme a atravesar la tormenta que representó este duelo para mí. Me enseñó a dar sentido a mis emociones y me mostró que, aunque el recorrido no siempre sea fácil, es posible aprender a caminar de nuevo.
Le agradezco a Vida, cuya esencia transformó mi vida y, su partida me llevó a convertirme en quien soy hoy. Me llenó de una infinidad de aprendizajes y sembró en mí un amor expansivo. No existen palabras que puedan expresar la profunda gratitud que siento hacia ella.
Vida fue más que mi animal de compañía. Fue mi hija, mi amiga, mi compañera, mi guardiana, mi maestra. Fue un faro de amor incondicional, un refugio de consuelo en mis momentos de tristeza, fue silencio lleno de comprensión y un ejemplo de lealtad, fortaleza y valentía. A través de ella, aprendí —y sigo aprendiendo— más de lo que jamás imaginé. Me enseñó sobre la paciencia, la empatía y el valor de la compañía sin juicios. Cada día a su lado fue una lección de entrega y pureza, de cómo amar sin reservas y vivir el presente, disfrutando de los pequeños momentos. Sus ojos me enseñaron lo que significa amar de manera sencilla y desinteresada, sin esperar nada a cambio.
Vida me dejó huellas imborrables, no solo en mi corazón, sino también en la forma en que veo mi vida. Me enseñó a aceptar que el amor no termina con la muerte.
Aunque su partida me dejó un gran vacío, también un legado de amor y sabiduría que me acompañarán siempre.
Gracias, Vida, por todo lo que me diste. El amor que compartimos es eterno.
Por siempre en mi corazón.
Este libro aborda ciertos temas y reflexiones en varias ocasiones, ya que el proceso de duelo es complejo y multifacético. Es natural que algunas ideas y emociones se retomen a lo largo del texto, ya que forman parte de un proceso continuo de sanación y comprensión. No se trata de redundancia, sino de la necesidad de darle espacio a cada sentimiento, de procesarlo y aceptarlo en distintas etapas.
Dado que este libro toca temas sensibles relacionados con la pérdida y el dolor, agradezco la discreción del lector, ya que las emociones que se abordan pueden resultar intensas o conmovedoras para algunos. El objetivo es crear un espacio de reflexión y empatía para quienes atraviesan o han atravesado experiencias similares.
En cuanto al lenguaje utilizado, no voy a emplear la palabra “mascota” por sus connotaciones de dependencia, condescendencia, utilización y jerarquía. Prefiero emplear términos más respetuosos, como compañero animal, compañero de vida, amigo peludo, amigo animal o animal de compañía. Tampoco utilizo el término “dueño”; prefiero emplear términos como tutor o responsable, que reflejan de manera más adecuada la relación de cuidado y respeto.
“Te marchaste con el segundo amanecer de aquel verano.Con el sol apenas saliendo, aunque ya calentando el asfalto.Te marchaste y las flores de mi jardín empezaron a marchitarse,el día comenzó a nublarse, y mi corazón a apagarse.Sin saber cómo decirte adiós, lancé al cielomil lágrimas de dolor,mil palabras de amory mil gritos de desesperación.Te fuiste, llevándote una parte de mí,y a cambio me quedé completamente llena de vacíoy sumergida en un silencio ensordecedor.Sin embargo, un día ese vacío se llenó de señales,y ese silencio se convirtió en canción.Te convertiste en mi ángel, mi guía y en mi inspiración.Tu ausencia cambió el sentido de mi propia existencia.Hoy sé que seguís acá, aunque estés más allá.Te amo para siempre.”
Alison Wippola
Si hubiera sabido que ese 21 de diciembre sería nuestro último día juntas.
Si hubiera sabido que, a partir de ese momento, no compartiríamos más veranos.
Si hubiera sabido que dejaba atrás la última primavera a tu lado.
¡Hay tantas cosas que habría hecho diferente! Estoy segura de que muchos momentos los habría vivido de otra manera, desde otro lugar, con otra consciencia y tomando otras decisiones: te habría abrazado más, acariciado más, te habría dado más paseos, habría jugado más con vos, incluso, simplemente, me habría detenido a observarte por más tiempo.
Me consuela saber que te acompañé hasta el final, que estuve a tu lado en tus últimos suspiros, y que durante toda tu vida hice todo lo que estuvo a mi alcance para que estuvieras bien y para que cada obstáculo que se interpusiera entre tu salud y vos pudiera ser removido de la mejor manera posible.
Me enseñaste demasiado a lo largo de tu existencia: desde lo simple, como cerrar los ojos para disfrutar la brisa en mi rostro, hasta lo más complejo, como sacar fuerzas desde donde no hay para seguir viviendo.
Fuiste, sos y seguirás siendo inmensa en mi vida. Voy a honrarte durante el resto de mi existencia y no va a pasar un solo día sin que agradezca al universo por haber transitado una década de mi vida a tu lado. La década más hermosa y llena de colores.
Cumpliste tu propósito en este plano y dejaste huellas imborrables en mí vida. Es hora de que te deje ir. Te libero con amor. Ya hiciste demasiado.
Gracias, gracias, gracias.
“Hay una forma de recordar, más profunda y más importante: una forma de memoria que nadie pensó nuncaen honrar con un nombre. Es la memoria de un pasado que se ha escrito en nosotros,en nuestra personalidad y en la vida en la que ponemos en práctica esa personalidad. Normalmente no somos conscientes de estos recuerdos;a menudo, ni siquiera son algo de loque podamos ser conscientes.Pero son esos recuerdos, más que cualquier otra cosa,los que nos hacen ser lo que somos.Estos recuerdos emergen en las decisiones que tomamos,en las acciones que tomamos y en las vidas que, en consecuencia, vivimos.Es en nuestra vida, y no en nuestras experiencias conscientes,que encontramos los recuerdosde aquellos que han fallecido. (...)La forma más importante de recordar a los demáses ser la persona que ellos nos hicieron —al menos en parte—y vivir la vida que ellos nos ayudaron a delinear. (...)Ser la persona que ayudaron a crear y vivir la vidaque ayudaron a forjarno es solo la forma de recordarlos;es la manera de honrarlos.”
Mark Rowlands
Toda mi vida amé a los animales. Mi mamá y mi papá nunca me permitieron tener un perro cuando era chica porque viajábamos mucho y no teníamos con quién dejarlo. En aquel entonces, en el lugar donde vivíamos, no existían las guarderías para perros ni tampoco se les tenían las consideraciones y cuidados que se les dan ahora. Incluso, en ese momento, no había veterinario en mi pueblo.
Esa combinación de factores influyó de tal manera que me quitó la posibilidad de criarme junto a ellos. Aunque tuve una tortuga —a la que quiero mucho y que aún me acompaña—, siempre me quedó el anhelo de haber compartido mi infancia y adolescencia con otro tipo de animal de compañía, con el que pudiera vincularme de otra manera y experimentar una conexión más profunda. Por todo lo anterior, me prometí a mí misma que, cuando tuviera la edad suficiente para hacerme cargo y un trabajo que me permitiera cubrir los gastos económicos que implicaba tener un perrito, no lo dudaría: lo/a incorporaría a mi vida.
Cada vez que veía un perro, me desesperaba de la emoción. Ayudaba a los que vivían en la calle, llevándoles comida, poniéndoles tachitos con agua en la vereda, haciéndoles abriguitos para el invierno, colaborando con grupos de proteccionistas, entre otras cosas. Sin embargo, yo soñaba con tener un/a compañerito/a en mi vida. Uno/a que amaneciera a mi lado, que durmiera conmigo, que me recibiera cada vez que volvía a casa y que me permitiera experimentar la mágica conexión de la que tanta gente hablaba.
Los años pasaban, y yo sentía cada vez más cerca la posibilidad de cumplir ese deseo.
El 2012 fue un año difícil para mí, con cierres de distintos ciclos, sumados a los procesos y duelos que eso implicaba. Atravesé ataques de ansiedad, de pánico y agorafobia que condicionaban mi vida. Fue un año con mucha carga emocional. Y, sin saberlo, el 11 de diciembre de ese mismo año nacería quien sería mi alma gemela, mi complemento, la luz de mis ojos y mi compañera de vida durante una década: Vida.
En aquel entonces no sabía mucho sobre perritos, ni tenía gran conocimiento sobre razas. Lo poco que “sabía” era lo que escuchaba de mis padres en casa: “De los mestizos nunca vas a saber el carácter, pero los perros de raza ya tienen un carácter definido”. Hoy, al recordarlo, pienso que esa frase estaba llena de prejuicio y desinformación. El tiempo me haría desterrar por completo esa idea, aunque para ello tuvo que transcurrir, justamente, tiempo. En ese momento, creía que eso era cierto, y al investigar sobre razas, me llamó la atención el carácter y las características de los bóxer en particular.
La noche del 31 de enero de 2013 tuve un sueño muy vívido. Soñé con una cachorrita juguetona y amorosa, de color marrón y blanco. Una cachorrita bóxer. En el sueño, le puse de nombre: Vida.