Las manos del que escribe, los ojos del que lee - Esteban Charpentier - E-Book

Las manos del que escribe, los ojos del que lee E-Book

Esteban Charpentier

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Beschreibung

Las manos del que escribe, los ojos del que lee es una excepcional colección de cuentos escrita por Esteban Charpentier e ilustrada magistralmente por Allan McDonald que nos sumerge en un viaje a través de las complejidades de la condición humana. Con una prosa magistral que desafía las convenciones narrativas, Charpentier teje historias que rozan lo absurdo para finalmente sumergirse en lo más profundo de lo humano. Cada uno de los catorce cuentos que componen esta obra es una exploración íntima de la mirada y la escritura que nos invita a cuestionar y redefinir la propia experiencia como lectores. En ellos, las respuestas se entrelazan con nuevas preguntas y el lector se convierte en cómplice del autor en un acto de creación compartida.

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Las manos del que escribe, los ojos del que lee
Esteban Charpentier
Tequisté
Contenido
Página del título
Derechos de autor
Dedicatoria
Prólogo
Mirador
Patricio Arcadio
Empate técnico
Lunáticos
Ulises
Serrambi
El Rambler
Testigo
Pajareras
El tatuaje
Nadie es profeta en su tierra
Yo rayuelo, tú rayuelas, él rayuela
Periplo
El ojo abierto
Acerca del autor
Acerca del ilustrador
Derechos de autor © 2024 Esteban Charpentier
© de los textos: Esteban Charpentier, 2024© de las ilustraciones: Allan McDonald, 2024© de esta edición: Editorial Tequisté, 2024Corrección: M. Fernanda KarageorgiuDiseño gráfico y editorial: Alejandro ArrojoFoto de Esteban Charpentier en biografía: Maximiliano Failla1ª edición: febrero de 2024ISBN: 978-987-8958-58-3Editorial Tequisté:[email protected]: @tequisteYoutube: @tequisteFacebook: @tequisteeditorialWhatsApp:AR  +54 9 11 6154 5552ES  +34 657 20 65 99Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, auditiva, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA---Charpentier, EstebanLas manos del que escribe, los ojos del que lee / Esteban Charpentier ; Ilustrado por Allan McDonald. - 1a ed. - Pilar : Tequisté. TXT, 2024.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-8958-58-31. Cuentos. 2. Literatura Argentina. 3. Narrativa. I. McDonald, Allan, ilus. II. Título.CDD A863
A mis hijas, Alma y Belén.A mi esposa, Claudia. A la memoria de Pablo Stalman y Peter Tjebbes.A Griselda García y Mariela Palermo, por su ayuda profesional.A los personajes de este libro que reclamaban conocer lectores. Y a ustedes lectores que completan el sentido de estos cuentos.
Prólogo
Me encuentro ante un texto audaz, sin desperdicio alguno de su peculio verbal. Las manos del que escribe, los ojos del que lee del escritor argentino Esteban Charpentier adentra a los lectores en un mundo que casi casi roza con el absurdo, pero que termina amparándose en lo eminentemente humano. Es decir, que no se puede salir incólume del acto de la lectura sin sentirse compenetrado, compelido o cómplice. De ahí se podría derivar una ética lectoral que permita esa necesaria transacción de lectura que implique a los lectores de una forma efectiva. A lo que me refiero, en resumidas cuentas, es que los catorce cuentos que constituyen esta singular colección de narraciones, una vez leídos, se encamina a esa necesaria refiguración de lectura preconizada por Paul Ricoeur: retomamos el cuento y lo reescribimos. La mirada y la escritura son los leitmotiv alrededor de los cuales se nuclea el proceso mismo de la narración.
Es por ello que el autor recurre a los juegos multiperspectivistas, al giro inesperado de los acontecimientos o a la circularidad de corte borgeano, en el que no se puede distinguir lo creado de quien lo crea. La propia narrativa de este libro nos lanza a lo que Jean-Francois Lyotard llama el diferendo. Las situaciones y personajes en conflicto en estos cuentos no pueden resolver sus diferencias, debido a la falta de un marco común de referencia o un lenguaje compartido. Como si el narrador implícito nos condujese hacia un trompe l’oeil (trampantojo) para confundir la percepción del espectador (el lector) y crear una sensación de asombro. Es imperioso apuntar que —salvo el primero, intitulado, “Miradas”, que tiene a Fernando Pessoa como protagonista— lo relatos de Las manos del que escribe, los ojos del que lee están inscritos en plena época actual. Por lo que hay referencias a vehículos de motor, a la pandemia del Covid-19, al mundo de los tatuadores, a los medios de comunicación masiva, a la computadora, a la inteligencia artificial, etc. En medio de esta amalgama de cuestiones tecnológicas, movilidades, tragedias, sorpresas inesperadas, noticiarios, viajes o periplos, se imponen temas como la incertidumbre, la alienación, las desigualdades sociales, la indiferencia, el aislamiento, la artisticidad y el cuestionamiento de la creatividad.
Puedo mencionar algunos cuentos específicos que llamaron poderosamente mi atención. En “Patricio Arcadio”, nunca llegamos a conocer al personaje que da título al relato. Las tres cartas que figuran aquí, de tres mujeres que se relacionan de alguna manera con este personaje, ofrecen un retrato fragmentario que siembra mayor duda sobre la veracidad de lo contado. Patricio es una figura espejeante que oscila en la escritura de tres narradoras infidentes que dejan plasmados sus propios dilemas y sombras personales. “Testigo” nos ofrece la visión de un periodista coreano, cuya condición de huérfano circunscribe sus circunstancias a una determinada visión de mundo. Su viaje a Suramérica, que pretendía un encuentro familiar, se frustra, convirtiéndolo en un turista, en un flâneur. que se mueve entre la conmiseración ante una tragedia y la absoluta insensibilidad ante la misma. “Yo rayuelo, tú rayuelas, él rayuela” es un hábil ejercicio intertextual que convoca el ludismo cortazariano, con tintes borgeanos, que recuerda el relato “El sueño de la mariposa” de Chuang Tzu. En definitiva, quién sueña a quién es el dilema fenomenológico que se plantea aquí. Al final del este relatario, Charpentier, como astuto escritor, nos ha deparado su mayor sorpresa.
Se trata del cuento “El ojo abierto”, un excelentísimo y antologable cuento que traza los límites del terror a la página en blanco y la recurrencia a la inteligencia artificial, que más que una fábula premonitoria, se erige como una sátira devastadora de la condición del escritor y la propia ontología del acto escritural. En definitiva, cada relato de Las manos del que escribe, los ojos del que lee es un espejo en el que podemos vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. A medida que avanzamos en estas páginas, se exploran matices de la realidad que cuestionan nuestra condición humana y nuestra manera de interaccionar con el mundo de la experiencia. Los cuentos son reflejos cargados de reflejos de nuestra cambiante contemporaneidad. En ellos, habrá o no respuestas; o tal vez, preguntas imperiosas donde el lector deviene escritor… o quizá, lo contrario. ¿Quién escribe a quién?
Alberto Martínez-Márquez
Catedrático Universidad de Puerto Rico en Aguadilla
Mirador
Si nuestra vida fuese un eterno estar en una ventana…
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.
Pessoa mira por unas ventanas. En portugués persona es ‘pessoa’, mirar es ‘olhar’ y ventanas, ‘janelas’: persona mirando por unas ventanas. Pero una ventana por la que mira este pequeño escritor tiene que significar más que esa imagen minimalista. Sin dudas, enfrente no hay un mar o un paisaje verde. Lo que mira debe ser un edificio de departamentos de la vieja Lisboa. Solo tiene balcones en los pisos impares. Los pares exhiben unas esculturas de hombres con barba y hojas de robles en las partes. Dos, en el segundo piso y dos, en el cuarto. No están ubicados simétricamente entre sí, dan sensación de movimiento; a veces, de descanso. En la cabeza de uno de ellos hay un nido de hornero con la entrada que mira al este. Los balcones tienen macetas con malvones. Los del quinto son blancos. Allí también hay dos sillas en cada punta con una soga fina atada entre ambas, de la que cuelgan unas medias y dos conjuntos de ropa interior femenina. Uno de lunares negros sobre celeste, el otro blanco.
Pessoa se aproxima al vidrio, levanta un pie y se sienta en su puesto de observación. Le hubiera gustado ser más alto o tener dónde subirse para ver. Teme ser sorprendido espiando. Pero el lugar es una galería de arte donde hoy se exponen fotografías de ciudades turcas y no cree que haya más visitantes. La ventana del balcón con malvones blancos y corpiños se mueve, sus postigos se abren. La ventana propiamente dicha se cierra. Parece que la intención era dejar entrar la luz, no el aire. Hace frío, piensa Pessoa, es una pena que el vidrio no deje ver más. Imagina que su figura no debe sobresalir mucho por lo alto de las ventanas y porque él es casi un enano.
Se pregunta cuál es el objetivo de construir un edificio donde las ventanas sean tan altas, ¿será para evitar que uno mire al edificio de enfrente? Es raro, porque desde donde él mira, toda la pared es ventana. Vuelve a lamentar no ser más alto. Percibe otro movimiento allá, esta vez en el cuarto. Un hombre se asoma a la ventana, saca medio cuerpo afuera y mira hacia arriba. A Pessoa no le queda claro si busca a alguien en el balcón de los malvones blancos, o si mira el cielo. Vuelve adentro. Pessoa especula que desde el cuarto se deben escuchar bien las pisadas del quinto. Tacones altos, piensa.