Las pulsaciones de la derrota - Damaris Calderón - E-Book

Las pulsaciones de la derrota E-Book

Damaris Calderón

0,0

Beschreibung

Es este un libro punzante, cruel, irónico, escrito con un lenguaje exteriorista, pero poblado de metáforas y símbolos que aluden recurrentemente al borramiento de la persona, al hundimiento de la rebeldía.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 51

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© LOM ediciones Primera edición, 2013 ISBN IMPRESO: 9789560004482 ISBN DIGITAL: 9789560013019 RPI: 230.258 Motivo de portada: “La extranjera”, óleo. Damaris Calderón Diseño, Edición y Composición LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 688 52 73 | Fax: (56-2) 696 63 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta NormalImpreso en Santiago de Chile

Ni pacto con la vida, ni pacto con la muerte:habiendo desaprendido a ser, consiento en borrarme. E. Cioran Se hunde el que levanta las grandes piedras;estas piedras las levanté cuanto pudeestas piedras las amé cuanto pudeestas piedras, mi destino. Yorgos Seferis

Índice

Palabras que me repito en la noche cuando me golpeo la cabeza contra un muro

Con Nelson Venegas desaparecen los bellos cuadernos

A una mujer, en la mesa de disecciones, sin paraguas ni máquina de coser

Ardimos como velas en la noche, como fósforos

El viejo carpintero

Caligrafía de invierno (rostro a cuchilla)

La muerte. Su follaje

Entonces esta carencia, el poema, como si fuera a

Girasol

Las sombras se tragan el sur

Valparaíso puerto principal

Aconcagua

Ambato

Descendimiento a Lima, la horrible

Las maneras de evaporarse de un charco de agua y el rocío

Falsa domesticación

No nací para el dinero (Con Vladimir Mayakovski)

Agua de piedra

Marina con sangre

A ti, que me tenías fe

La palabra pan no calma mi hambre La palabra sol no calienta mis huesos (Recado)

Patria (sol negro)

Despojo

Casa marina tuve

En mis venas corre el bosque

Los que comimos los bueyes del sol

Oscuro

Mi bestiario personal

Una música una patria

Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar

Instantánea (rostro a cuchilla)

Caballo de atar

Oscuro

Oscuro

Oscuro

Sin paracaídas

Estaciones

Los saeteros están ciegos

Pintura rupestre del Pleistoceno

Con el viento en las piernas

Hasta desaparecer

Mis 5 malditos minutos

Ítaca

Rayas del tigre

Clavecín. Niña monstruo

No hable con extraños

Pasa un gato y se sacude a Shakespeare del lomo

Pasa otro gato y también se sacude a Shakespeare del lomo

Bye

Fin de año

Para cerrar los ojos

Odisea

Por la borda

Por la borda

Por la borda

Por la borda

Las pulsaciones de la derrota

Palabras que me repito en la noche cuando me golpeo la cabeza contra un muro

Todo es sagrado. Lo tremendo no era ser Dios sino ser humano. El matrimonio del cielo y el infierno, que dijera Blake conviviendo en la carne. El primate pudo ser un cuadrúpedo, pero se irguió. La bondad, como el instinto, es consustancial al hombre. Y el Amor rige y domina los cuatro elementos. Lo tremendo era no ser sólo el hijo de Dios sino el hijo de la mujer y del carpintero.Lo tremendo era pertenecer, entregarse, amar la tierra, la carne , el polvo y levantarse en espirales infinitas. Sagrada la hoja de hierba que cantó Walt Whitman y sagrados los hombres que cortaron el pasto. Sagrada la boca y los besos de la boca y sagrado el ano, esa otra boca. Sagradas las piernas y los tobillos las manos y cada arteria los huesos la sangre los cartílagos y las clavículas y las mucosas y sus secreciones y el ojo, con su visión, y la columna vertebral izándonos como una bandera. Hubo Ugolino, que se comió a sus hijos por hambre pero también existió la judía que se negó el privilegio de su enfermedad y se resistió a comer una porción de más que las entregadas por las cartillas de racionamiento de guerra porque era inmoral y se dejó morir. La única hambre y la única comida verdadera es el Amor. Sagrados los que tengan esa hambre porque ellos serán siempre insatisfechos y buscarán y crearán y compartirán ese alimento luminoso. Sagrados los clavos, el madero, la Madre, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Sagrado el que negó tres veces y asentó la roca de la afirmación. Sagrado el cansancio dominical de los que trabajan toda la semana. Sagrados los mineros que bajaron a la mina y los que no regresaron. Sagrado el miedo, el asombro que reunió a los hombres alrededor del fuego y los hizo que se convirtieran en un relato. Sagrado el coraje que avivó las llamas trocando los cuerpos en herramientas en instrumentos sonoros. Sagrado el fuego y la mano que robó el fuego. Sagrados aquellos hijos de vecino de Prometeo que mantienen el fulgor ígneo en los ojos. Los que avanzan dando tumbos en la fe los enamorados del Amor porque de ellos es el Reino en la Tierra. Benditos sean. Benditos sean. Benditos son.

Con Nelson Venegas desaparecen los bellos cuadernos

Me conmueven las menudas sabiduríasque con toda muerte se pierden. Jorge Luis Borges

La noticia llegó brutal con el teléfono la voz desconocida quebrada al otro lado. Estabas tendido en tu casa, Maipú, Pajaritos, paradero 15. Pero tú nunca tuviste una casa. Pajaritos habían en tu lengua y tal vez un sabor desconocido que no acallaba el alcohol. Te gustaban el tacto del papel el tacto del pelo de algunas mujeres los colores fuertes que ponías en aquellos cuadernos que creaban tus manos. (Las imagino ahora en reposo, ajenas a ti, y me estremezco). –¿Para qué quieres plata, Nelson? –Para seguir haciendo cuadernos, cuadernos como cofres, con cerraduras inútiles. Descubrías una palabra en griego, en alemán, el follaje de un pájaro desconocido que cantaba como tú, gratuitamente, la dicha de estar solo. Sé que más de alguna vez me deseaste y yo también, alguna vez, te deseé. Y vi que te parecías, con tu cabeza calva, a Henry Miller y me pregunté si harías el amor como él o como decían que hacía el amor él. Y alabé esa cabeza intocada